Era tarde, muy tarde. Christopher se había levantado para ir al cuarto de baño, y, al regresar a su habitación, oyó un gemido procedente del cuarto de Dirk. Era algo que nunca le había oído antes, así que decidió investigarlo y se coló sigilosamente en su habitación. Dirk estaba en la cama, dormido, pero emitía aquellos extraños quejidos, como si estuviera aterrorizado. Comenzó a sacudirse y dar vueltas, a retorcerse; tenía la cara tan blanca como las sábanas en las que dormía. Se le estaban formando gotitas de sudor en la frente. Era obvio que estaba teniendo alguna pesadilla, sin duda horrible.
De repente se incorporó con un grito de pánico y se quedó sentado en la cama con los ojos muy abiertos.
—Ah, hola, Christopher —dijo como si no le sorprendiese en absoluto verle sentado junto a su cama a la una de la madrugada—. Tengo estas pesadillas terribles desde el momento en que caí en este mundo vuestro tan peculiar —dijo mientras se secaba el sudor de la cara.
—Yo también tengo pesadillas a veces —le dijo Chris—, y la mayoría de la gente. Para los humanos es muy normal, ¿sabes?
—Ya veo —dijo Dirk—. Al principio pensé que se trataba solo de eso, alguna clase de pesadilla. Pero el Rey Skirrit me abrió los ojos al respecto. Como viajero entre los muchos planos de la existencia, suele percibir a otros que se desplazan entre dimensiones distintas. Me contó que Hasdruban, que caiga sobre él la maldición de las Ciruelas Pochas y se le pudran sus partes, había obrado otro gran conjuro y había enviado algo a perseguirme.
Chris arqueó una ceja. El rollo aquel de los skirrits era algo de lo que él no estaba muy seguro, algo que no podía llegar a creer del todo; por no mencionar el hecho de que Dirk había dejado que Sooz cayese en aquello. Sí, era cierto que la había salvado, pero aun así… y Christopher no podía evitar sentirse, digamos, un poco celoso. Qué rápido le había perdonado Sooz todo a Dirk; es más, ahora parecía gustarle más que antes.
Christopher intentó hablar, pero le interrumpió.
—Ese mago entrometido envió a la Bestia Blanca del Escarmiento a través de los planos dimensionales para acabar conmigo. Esto que yo he estado teniendo no es un sueño, ¡es real! La Bestia me ha estado persiguiendo psíquicamente, en mi imaginación, quiero decir en mis sueños, desde que llegué aquí; y una vez que me haya localizado en la Tierra de los Sueños, entonces podrá encontrarme en el mundo real y devorar mi Negro Corazón, ya que su único propósito es destruir mi Esencia del Mal, ¡y así, destruirme a mí para siempre!
Christopher comenzó a entrecerrar un ojo. Ya estaba Dirk con otra de las suyas, pero esta vez más descabellada y disparatada que nunca. Y él también estaba empezando a caer: una mitad de Chris se lo creía, la otra mitad deseaba salir corriendo de la habitación y gritar con todas sus fuerzas.
—¿Te acuerdas de ese Lince Blanco de Wendle que salió en los periódicos? —prosiguió Dirk—. Pues bien, no es un lince, es la Bestia Blanca del Escarmiento, una criatura que a veces aparece en el mundo real, y que el resto del tiempo habita el mundo de los sueños, el reino de la mente. Toma, mira esto, lo he dibujado de memoria —Dirk metió la mano bajo su almohada y le entregó un dibujo a Chris.
Christopher lo observó horrorizado. Su aspecto era bastante terrorífico.
—Mira, Dirk, yo… —comenzó a decir, pero el otro no le escuchaba, seguía hablando ajeno a todo lo demás.
—Creo saber cómo derrotarla, Chris, pero necesito de vuestra ayuda. El único modo de que alguna vez cese en su persecución es después de que haya comido de la Esencia del Mal de su presa. ¡Y eso es lo que tenemos que hacer! ¿Lo ves?
—Espera un segundo, ¿me estás diciendo que la única manera de derrotar a esa cosa es dejar que te coma? Eso no suena nada bien —dijo Chris, que por fin logró que le dejase opinar.
—Pues sí, por supuesto que sí, tenéis razón —respondió Dirk—. Pero hay algo de lo que me había olvidado. ¿Sabéis ese rumor que ha circulado por el instituto sobre una Plaza de Aparcamiento Maldita? Sí, esa del aparcamiento del Ahorraplús que siempre está vacía y que tiene una mancha de aceite que no pueden quitar, ¿os acordáis? Muy bien, pues es ahí donde yo aterricé cuando caí a la Tierra. En aquel momento me entró una tos terrible, y me he acordado de que eché un pegote de mucosidad negra. Eso es lo que la gente toma por una mancha de aceite. No resulta en absoluto sorprendente que no se puedan deshacer de ella, porque, al fin y al cabo, es un pegote de la Esencia del Mal de un Señor Oscuro, ¡y no es tan fácil de quitar, os lo digo yo!
—Claro, ya veo —le dijo Chris, aunque para sus adentros pensaba que aquello sí que era estrambótico, mucho más que sus habituales locuras del Señor Oscuro.
—Así que, lo que vamos a hacer —prosiguió Dirk— es salir afuera y llamar a la Bestia Blanca. Puedo revelarle mi presencia, permitir que me encuentre en mis sueños, y así vendrá al aparcamiento, donde la estaré esperando. Una vez que la Bestia se haya topado con la mucosidad negra, no se podrá controlar y se lanzará de un salto sobre ella, ¡tendrá que hacerlo! Para eso existe; y debe hacerlo porque esa cosa negra es pura Esencia del Mal, más poderosa y tentadora para la Bestia Blanca que yo mismo, ahora que mi esencia está encerrada en este cuerpo de insignificante niño humano. Una vez hecho esto, la Bestia regresará a su propio plano existencial, ya cumplida su misión. O eso creerá ella, pero nos habremos librado de la Bestia Blanca de una vez por todas.
Dirk alzó la mirada, triunfal, hacia Chris, como si se le acabase de ocurrir el plan más calculado desde la invasión de Rusia a cargo de Hitler. Y para ser justos con Dirk, hay que decir que una vez entregó un trabajo de Historia sobre ese mismo tema: hizo pedazos el plan bélico de Hitler y demostró que él lo habría hecho mucho mejor.
—Todo eso está muy bien, Dirk —le dijo Chris—, pero ¿para qué me necesitas?
—Ah, sí, para protegerme. Mirad, yo tendré que estar dormido para lograr que la Bestia me encuentre en mis sueños, así que seré vulnerable durante unos momentos, antes de que me pueda despertar. Vos podéis interponeros entre la Bestia y yo cuando esta se manifieste en el mundo real —le dijo.
Christopher soltó una risotada burlona.
—¡Sí, claro! Pero ¿qué es lo que quieres, que me haga pedazos mientras tú te quedas tan pancho en el aparcamiento del Ahorraplús?
—¡Oh, no, desde luego que no, mi buen amigo! —exclamó Dirk—. Estaréis absolutamente a salvo. La Bestia Blanca tendrá que postrarse ante vos, como el unicornio ante la dama. Vos sois de Corazón Puro, y si alguien de Corazón Puro se pone del lado de la víctima de la Bestia Blanca del Escarmiento, entonces la Bestia habrá de apaciguarse. No podrá atacar ya que, si estáis a mi lado por amistad o por cariño, entonces no se me podrá infligir el Escarmiento, ¡porque seré merecedor de la Redención! ¿Es que no lo veis?
Chris se quedó mirando fijamente a Dirk.
—¿Corazón puro? ¿Quién, yo? ¿Estás seguro de que no te estás haciendo un lío porque da la casualidad de que mi apellido lleva la palabra Pure?
—No, desde luego que no —afirmó Dirk con mucho énfasis—. La Bestia no os puede hacer ningún daño.
Chris arrugó el entrecejo. La confianza que tenía Dirk en la amistad de Christopher le hacía sentir un poco culpable. Dirk le veía realmente como a un amigo. Uno de los poquísimos amigos que tenía. Bueno, de hecho, no eran más que Sooz y él, y tal vez Sal. Chris suspiró. Lo sentía por él.
Dirk ni siquiera se dio cuenta, y prosiguió.
—Son todo bobadas, desde luego: Escarmiento, Corazones Puros, Redención, Perdón… ¡Bah, charlatanería! Pero estos tipejos, Hasdruban y sus paladines, han de tener sus normas, ya veis, y siempre insisten en atenerse a ellas, ya lo creo que sí. No puedes ser un santurrón si no cumples las normas, y eso ha sido siempre su mayor debilidad, por supuesto. Hasdruban caerá derrotado por su propio y ridículo código. ¡Brillante! —y continuó un buen rato mascullando cosas similares.
Christopher se puso en pie, hizo un gesto negativo de incredulidad con la cabeza y se marchó a su habitación. Al tumbarse en la cama, comenzó a pensar. Dirk había regresado, eso estaba claro, y más loco que nunca. Aunque, ¿y si hubiera escapado algún lince de un zoo, o algo así, y hubiese uno por aquella zona? Los linces no eran especialmente grandes y solían tener miedo de los seres humanos, pero aun así, ¿qué pasaría si se lo encontraban? ¡Chris no iba a protegerle de un lince de verdad, por todos los santos! «Es decir, por todos los demonios», pensó con una sonrisa.
Sin embargo, lo más probable era que nunca se topasen con el Lince Blanco de Wendle, y menos aún yendo a buscarlo al aparcamiento de un Ahorraplús, así que Chris, en realidad, no tenía nada de lo que preocuparse, ¿verdad? A menos, por supuesto, de que se tratase de verdad de la Bestia Blanca del Escarmiento, enviada desde otro mundo a devorar el Negro Corazón de Dirk. Pero eso sí que no podía ser cierto, ¿no? ¡Desde luego que no!