Sooz se sentía desolada, allí de pie en la oficina de Grousammer. Esta vez se había metido en un buen lío. El director la había llevado a su despacho y le había indicado en términos bastante claros que no se moviese de allí; después salió corriendo a encargarse de la policía, los bomberos y la brigada de explosivos no detonados. Estaba esperando a que regresara y, allí, de pie, mientras se preocupaba por lo que iba a suceder, reparó en un libro que descansaba sobre la mesa de Grousammer. Daba la impresión de ser el diario del director; y no pudo evitarlo…
Con una mirada de culpabilidad hacia la puerta, se inclinó, le dio la vuelta al diario para orientarlo hacia sí y lo abrió.
Diario de Hércules Grousammer
Un testimonio de las hazañas del gran montañero explorador… genio jurídico del siglo… profesor.
¡Algún día, este documento constituirá las memorias del mejor director de la historia!
Sooz se sonrió… «¡Hércules, menudo nombre! Espera a que se lo cuente a Dirk». Echó un vistazo a algunas hojas al azar, en la parte final.
8 de agosto
Hoy me he dormido una siesta en los jardines del instituto. Una hora más tarde me he despertado con varias picaduras muy dolorosas de abeja en el cuello. No entiendo cómo no me han despertado semejantes picaduras. Lo más extraño es que los aguijonazos forman un círculo perfecto alrededor del cuello, justo debajo de la mandíbula.
9 de agosto
No sé por qué, pero me da la sensación de que ese pequeño réprobo de Dirk Lloyd tiene algo que ver con el episodio de las picaduras de abeja. Si hallase la manera de expulsarlo del instituto, lo haría sin dudarlo. ¡Cómo añoro los castigos físicos y los azotes!
23 de agosto
Uno de esos pequeños terroristas se las ha arreglado para robar unos boletines de notas, los ha rellenado como si fuesen informes sobre los profesores y los ha distribuido a todos los niños en el patio. He adjuntado una copia, para que sirva de prueba en caso de que alguna vez encuentre al culpable. Y cuando lo descubra, ¡será castigado con severidad! ¡Debemos preservar el debido respeto y la deferencia para con el profesorado! Aunque ya tengo yo mis propias sospechas… Si alguien escribiese alguna vez un libro o hiciese una película sobre la infancia de uno de esos malos de la saga de James Bond, como el Doctor No, Blofeld, etcétera, o de uno de los supervillanos de los cómics, como el Doctor Muerte, no distarían mucho de ese crío, Dirk Lloyd. De haber algún chaval que de mayor se vaya a convertir en una mente criminal como ellos, aquel es él. Mmm… «ese es él», debería haber escrito. ¡Tampoco me voy a suspender por mi mala gramática, ja, ja!
Comentario del profesor: de los alumnos
Grousammer es uno de los peores directores con los que nos hemos topado. Es un tirano cruel y despótico, es caprichoso, arbitrario y, fundamentalmente, presenta defectos en todas las formas y maneras en que es posible presentar defectos. Se diría que no tiene más propósito que el de convertir las clases de Historia en algo tolerable jugando a ¿Dónde está Grousammer? Esto implica repasar la historia y hallar a todos los ladrones, asesinos, psicópatas, dictadores, dementes, tiranos, déspotas y escoria humana en general, y ver cuánto se parecen a él. En especial, aquellos que lucen una barba ridícula. Con el objeto de ayudarle con su aspecto macilento y esos ojos saltones e inyectados en sangre, le recomendamos que, durante las vacaciones, pruebe algunas actividades al aire libre como por ejemplo el windsurf, que resultaría ideal si lo practicase con una tabla de plástico sobre un lago de lava incandescente.
25 de agosto
El administrador me ha vuelto a acorralar al final de la última reunión del consejo directivo del instituto. Mira que es persistente ese como se llame, he de admitir. Insiste en ver las facturas de los trabajos de protección contra incendios que se realizaron en el pabellón de cricket. Diantre, no creo que pueda seguir dándole largas. He de pensar en algo.
El último párrafo parecía intrigante, ¿qué podría significar? Tendría que contárselo también a Dirk. De pronto, Sooz oyó el sonido de unos pasos al otro lado de la puerta. Cerró rápidamente el diario y lo devolvió a su sitio. Grousammer irrumpió en la habitación, fulminando a Sooz con la mirada. Sus ojos se desviaron hacia el diario y, a continuación, con ciertas sospechas, se posaron de nuevo sobre ella. Se sentó airado, agarró el diario y lo metió en un cajón de su escritorio.
Sooz soportó una lección acerca de las responsabilidades y deberes de una jovencita en el mundo moderno, sobre lo decepcionados que estaban con ella tanto él como el resto del profesorado, lo decepcionada que estaría su madre, acerca de que la sombra de ojos de color negro y un piercing en el labio no eran precisamente la imagen que el instituto pretendía implantar y sobre el asunto tan serio que era quemar el pabellón del instituto.
—Pero no he sido yo —protestó Sooz sin demasiado ímpetu. Se sentía muy intimidada por todo aquello e intentaba contener una creciente sensación de temor y de pánico, y todo lo que fue capaz de articular fue aquella protesta más bien endeble. Grousammer le iba a arrancar la cabeza de todas formas.
—¡Oh, por favor, Susan Black, no me haga usted perder el tiempo con mentiras! ¡La sorprendí en plena huida a la carrera del lugar del incendio y con una caja de cerillas en la mano!
—Pero, pero…
—¡No hay pero que valga, señorita Black! Este tema es serio. Estoy valorando la posibilidad de llamar a la policía, la arrestarían por pirómana… ¡un tema muy serio! Podría ser expulsada del instituto, ¡detenida, incluso! —chilló Grousammer de tal manera que escupía al hablar y sus labios adoptaban una mueca iracunda.
Sooz gimoteó de un modo lastimero, pero al parecer, eso no hizo sino enfadar todavía más a Grousammer.
—¡Y ni siquiera se ha detenido un instante a pensar en las consecuencias que esto tendrá sobre la reputación del instituto! ¡Ahora se nos van a echar encima los inspectores del ministerio, jovencita estúpida! —vociferó Grousammer con una ira que se había apoderado de él por completo.
Sooz dio un paso atrás. «Grousammer ha perdido la cabeza», pensó para sí, pero justo en ese instante, comenzó a asimilar las palabras del director. Sooz contuvo las lágrimas. Era injusto que no le permitiese decir una palabra. ¿Y qué pensaría su madre? ¿Y todos sus amigos? Aquel pensamiento hizo que se sintiese muy avergonzada. Y ni siquiera había sido culpa suya. No fue capaz de contener las lágrimas por más tiempo, y estas rodaron por sus mejillas y comenzó a llorar.
—Ya es demasiado tarde para las lágrimas, señorita Black —dijo Grousammer con crueldad, casi como si estuviera disfrutando con aquello.
—Pero —lloriqueó Sooz—, pero… fue un accidente. ¡Solo era un fuego pequeño, y no sé cómo ha ardido todo tan rápido! No tendría que haberse quemado así. No sé qué es lo que ha pasado, solo era un hornillo de camping, una cosa pequeña… —levantó la mirada.
Grousammer se había quedado en silencio; pensativo, se daba golpecitos en la barba con los dedos de una mano. Sus ojos iban veloces de un lado a otro. Su comportamiento cambió entonces.
—Eeeh, sí, bueno. Tiene todo el aspecto de ser un desafortunado accidente —dijo, y ofreció a la chica un pañuelo que extrajo de su bolsillo superior.
Sooz se secó las lágrimas con el pañuelo. Sabía que algo había cambiado, pero no estaba en absoluto segura de qué se trataba. Aun así, iba a mostrarse de acuerdo con él. Sin dejar de gimotear, dijo:
—Oh, por supuesto que lo ha sido, Groser… es decir, señor Grousammer. De verdad, ha sido un accidente.
Grousammer frunció el ceño. Odiaba aquel mote, y cualquier mención del mismo en su presencia hubiera supuesto un castigo inmediato en condiciones normales, pero en aquel momento daba la impresión de hallarse extrañamente distraído.
Para sus adentros, Sooz estaba furiosa. Todo aquel asunto era culpa de Dirk; y Grousammer se había portado realmente mal con ella. ¡Cómo le odiaba! Ojalá Dirk fuese de verdad un Señor Oscuro en lugar de un crío loco. Aunque claro, esa era una de las cosas de Dirk que le encantaban a Sooz, que estaba bastante loco. ¡El gótico más loco del mundo! Pensar en él la animó un poco, pero ¿qué iba a hacer ella ahora? ¿Decir la verdad y contarle a Groseromer que había sido Dirk? ¿Acaso la creería, cuando a Dirk y a Christopher ni siquiera se les había visto por los alrededores del pabellón, y a ella encima la habían pillado con las cerillas en la mano? Además, y conociendo a Dirk, a esas alturas ya tendría una coartada sólida como el acero. ¿Debía ella pagar el pato en nombre de Dirk? Si lo hiciese, quizá pasase más tiempo a su lado. ¿Qué hacer, entonces? Grousammer tampoco se estaba comportando ahora como acostumbraba… y ella no sabía por qué.
El director arrugó el entrecejo un poco más. Tamborileaba con los dedos sobre el escritorio, sumido en sus pensamientos, y con la otra mano se rascaba la barba. Sooz levantó una ceja. «¿Qué tramará el viejo monstruo?», se preguntaba.
—Por cierto, ¿qué estaba haciendo usted allí? —gruñó.
Sooz decidió inventárselo sobre la marcha.
—Solo estaba jugando.
—¿Jugando, a su edad? ¿Qué quiere decir? —bramó Grousammer.
—Pues, ya sabe, eeeh… de acampada. Estaba practicando una acampada, como las girl scout y todo eso. Me he traído el hornillo y he cocinado unas salchichas, pero lo tiré sin querer —dijo Sooz, que ya había conseguido controlarse.
—Ya veo —dijo Grousammer en un tono de voz que denotaba que ni lo veía ni tampoco se lo creía.
Impertérrita, Sooz siguió adelante: «¿Y por qué no plantarle cara a esto ahora mismo?», pensó, y dijo:
—Sí, eso es, y todo se puso a arder en cuestión de segundos. Tuvimos… es decir, tuve suerte de salir de allí con vida.
—Ah, sí, claro. Mmm, fue muy afortunada —soltó Grousammer, que tamborileaba con los dedos de un modo más febril aún.
—Quiero decir que usted lo vio al llegar allí. Yo acababa de salir… ¡se quemó rapidísimo! —añadió ella.
Grousammer alzó la mirada, suspiró y dijo:
—Sí, sí. Muy bien, ya veremos. Creo que por ahora vamos a asumir que dice usted la verdad. Los bomberos investigarán, sin duda… —dejó Grousammer en el aire.
Sooz juraría haber notado una mirada de pánico en sus ojos. ¿Qué estaba pasando?
—Mmm, de todas maneras —añadió él entonces— voy a tener que expulsarla durante unos días. No podemos permitirnos que alguien queme el pabellón, aunque sea por accidente, y se vaya de rositas, ya se imagina. No obstante, si la… mmm… investigación confirma lo que me acaba de contar, podrá usted regresar al instituto. De no ser así, bien, aún es posible que ponga el asunto en manos de la policía.
—Sí, señor director —respondió Sooz con docilidad. No iba a ser ella quien empeorase las cosas; dada la situación, salir de allí con una expulsión temporal estaba bastante bien, y habría conseguido que Dirk y Chris se librasen. Esa se la deberían a ella.
—Muy bien, señorita Black, márchese ya. Le sugiero que se vaya a casa de inmediato. Mientras tanto, yo llamaré a su madre para hablarle de lo sucedido y de cuál ha sido mi decisión.
Sooz asintió. Ya sabía ella que antes o después se lo iba a contar a su madre, y no es que aquello le fuese a agradar, precisamente, pero si Grousammer aceptaba su historia, su madre también lo haría. A Sooz no le hizo falta que le dijeran dos veces que abandonase el despacho, así que dio media vuelta y se marchó. Al salir por la puerta advirtió que aún tenía el pañuelo del director en la mano. Llevaba bordadas las iniciales HG en hilo dorado en una de las esquinas. Hércules… Tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para contener las carcajadas, algo que, sin duda, no le habría ayudado en lo más mínimo. Se apresuró, pañuelo en mano, medio riéndose y medio temblando de miedo por lo que le pudiese deparar el futuro.
Más tarde, aquella noche, después de que su madre le hubiese cantado las cuarenta y la hubiese castigado sin salir una semana entera, Christopher la llamó por teléfono.
—Qué pasa, Sooz. ¿Qué haces?
—Jugar al Realm of Shadows.
—¿A qué? ¿A esa bazofia de juego de rol online?
—Sí, está que se sale.
—¡Ni de coña, es malísimo! No sé por qué no juegas al Battlecraft con Dirk y conmigo.
—Vale que el Realm of Shadows no tiene unos gráficos tan chulos, y tampoco es tan enorme, pero es gratis; y también puedes elegir un personaje que es un Noctámbulo, y eso sí que es una pasada. Por cierto, ¿te he dicho ya que además es gratis? ¿Me entiendes? ¡Gratis!
—Que sí, que lo que tú digas. Ya he visto ese juego, y es una chorrada.
—Que sí, que lo que digas tú también, retra. A mí me gusta, así que no alucines. Además, ¿para eso me llamas? ¿Para poner verde mi juego favorito?
—Eeeh, no, no. Lo siento. Yo… oye, Sooz, ¿te ha pillado Groseromer?
—Sí que me ha pillado.
—¡Dios mío! ¿Qué le has dicho?
—Pues le he dicho que he sido yo sola. Vosotros dos os habéis librado.
—¡Guau! —se produjeron unos instantes de silencio, mientras Christopher digería la información, después prosiguió—: Fiuuu, gracias, Sooz, muchas gracias… pero ¿no significa eso, ya sabes, la policía y todo el rollo?
—Tal vez.
—Oye, Sooz, no tienes por qué hacer eso. No es justo. Nosotros lo confesaremos.
—No, está bien. He dicho que fue un accidente, que estaba yo sola, preparando salchichas.
—¡Salchichas! Estás de broma. No me estarás contando que el viejo buitre se ha tragado eso, ¿verdad?
—Sí, lo ha hecho, más o menos. O al menos de momento.
—¿Y qué ha hecho después? ¿Se lo ha contado a la policía?
—La verdad es que no, Groseromer solo me ha mandado a casa unos días. Ha sido rarísimo, como si no quisiera hacer demasiado ruido con el tema.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Ni idea… Ahí pasa algo. Hay alguna cosa que le preocupa. Pero claro, dijo que aún podría contárselo a la policía, que dependerá de lo que pase con la investigación de los bomberos. Por cierto, ¿dónde está Dirk?
—¿Dirk? En su cuarto, no quiere salir.
—¿Por qué?
—Está… no sé, hecho polvo, deprimido o algo así, no estoy seguro. Tiene pinta de que todo esto ha sido un golpe muy fuerte para él, y está como si Darth Vader se hubiese tomado un valium. No ha dicho una palabra desde que volvimos, lo único que hace es mirar en plan triste por la ventana.
—¿Cómo? Pero si soy yo quien se la ha cargado. ¡Mi madre me ha castigado y me han expulsado unos días del instituto! Mira, como no voy a ir a clase en un tiempo, haz que me llame o venid a verme. ¡Me debe eso por lo menos! Además, he encontrado el diario de Grousammer, y habla de algo que le quiero contar a Dirk.
—Vale, conseguiré que vaya a verte, pero ahora mismo está encerrado con llave en su cuarto. Hablaré con él y lo intentaré más tarde.
—Oh-oh, viene mi madre. ¡Tengo que colgar! ¡Nos vemos, Chris!
—¡Bye, Sooz!
Clic.
3 de septiembre penuria
Todo se ha perdido. Excepto el cricket. Pero ¿a quién le importa ya? Solo al Señor de los Deportes.
Y, en cuanto a esto… ¡Bah, los muy insensatos!
Comentario del profesor:
Dirk es un alumno difícil. Su trabajo resulta excelente en todo lo que concierne a depredadores, toxinas, insectos, bacterias (en especial las epidémicas) y genética. Sin embargo, cuando pedí a la clase que cooperara en un proyecto de biodiversidad y preservación del medio, Dirk protestó argumentando que «las plantas son caldo de cultivo de elfos y otras alimañas indeseables». Redactó una lista de «defectos y puntos flacos despreciables» del ADN humano, y entregó un informe acerca de cómo manipular genéticamente y clonar seres humanos «para una mayor eficacia en el combate». Más tarde, lo descubrí de pie a mi espalda tomando las medidas de mi propio cráneo y registrando anotaciones para su modificación.