Dirk sintió que había llegado el momento de hacer balance de la situación, reorganizarse y replantearse las cosas, y así lo escribió en su diario:
21 de julio lúgubre
Al final, Christopher cumplió con las entradas para Morti. Yo estaba sinceramente convencido de que el cantante era Gargon, pero mis esperanzas se vieron truncadas con verdadera crueldad. Resultaba del todo obvio que la «banda» no eran más que unos humanos vestidos con unos absurdos trajes de goma que les hiciesen parecer demonios. Gargon no está en esta dimensión. No hay misión de rescate. Ni habrá nunca una misión de rescate. El propio Morti es solo un músico, aunque suenen todos como uno de los Nueve Coros Infernales con una sobredosis de café.
Aun así, creo que conservaré mi mochila de Morti, aunque dejaré de llamarla Mochila del Pavoroso Gargon, el Descuartizador. Ahora será mi mochila de Morti, sin más.
27 de julio lúgubre
Las cosas van de mal en peor. Hoy, los Tutores Puros me han llevado a algo que llaman «Espectáculo aéreo de Shoreham». Ha resultado una experiencia aleccionadora.
El ingenio de los humanos es mucho mayor de lo que imaginaba. Había leído acerca de sus máquinas voladoras, pero nada que me hubiese preparado para verlas «en carne y hueso», por así decirlo. El ruido ya se bastó por sí solo para hacerme temblar el corazón, no digamos, pues, qué hubiera sucedido con el corazón de un orco o un trasgo.
¡Y qué capacidad armamentística! Mis espectros alados no tendrían la menor oportunidad frente a ellos. Ni siquiera una veintena de Dragones Negros conseguiría vencer a un escuadrón de esos «reactores de combate».
Admito sentir una aplastante sensación desoladora.
Me veré obligado a revisar todos mis planes. Cualquier tipo de tropas que lograse crear aquí o traer de otros mundos no sería capaz de derrotar a sus tanques y aviones.
Le llevaría varias vidas crear un ejército tan numeroso como el que sería necesario. ¿Será posible que ese Hasdruban realmente me haya derrotado?
3 de agosto angustia
He estado barajando la idea de una conquista como medio para hallar los recursos que me permitan regresar a casa, pero ahora me doy cuenta de que la simple posibilidad de conquistar el instituto local está fuera de mi alcance, y no digamos ya el pueblo entero. Aunque lo consiguiese de algún modo, me resultaría imposible conservar mis conquistas a la luz de tan notable tecnología humana.
O bien me quedo aquí e intento asumir el poder siguiendo los cauces tradicionales, o bien doy con otra forma de regresar a casa. Quedarse aquí supondría tener que esperar años hasta crecer, convertirme en miembro del Parlamento y después primer ministro, o bien enrolarme en el ejército, alcanzar el grado de general y dar un golpe de estado militar. En cualquiera de ambas posibilidades, tardaría años en conseguirlo.
Gargon tampoco va a venir. No, mi única esperanza cierta es la de abrir una puerta de acceso a las Tierras Oscuras y regresar a casa, si bien se trata de algo harto peligroso.
A estas alturas, no cabe duda de que Hasdruban y sus fanáticos santurrones habrán tenido tiempo de sobra para afianzar su poder.
Tendré que inventar algún tipo de hechizo o de ritual que tienda un puente entre este lugar y las Tierras Oscuras, ya que el hechizo habitual para este tipo de cuestiones —la Ceremonia del Eclipse de las Puertas del Mundo— no se puede invocar en la Tierra por la imposibilidad de hallar los ingredientes necesarios, como el huevo de un dragón.
Dirk comenzó a investigar un modo de viajar entre ambos planos dimensionales. Tenía que crear un nuevo hechizo o ceremonia que lo lograse. Trabajó en sus planes hasta muy tarde durante varias noches. De hecho, les dedicó tanto tiempo que no le quedó mucho que pasar con sus «esbirros, siervos y fieles», tal y como él llamaba a su Corte en el Exilio, o sus «amigos», como los llamaba el resto del mundo. De manera que, cuando estuvo preparado, convocó a una reunión en el instituto durante la hora de comer a sus cortesanos más próximos: Chris, la Voz de Dirk; Sooz, la Hija de la Noche; y el Señor de los Deportes, Sal Malik.
Dirk se subió a una silla para otorgarse una altura extra y así poder dirigirse a ellos desde una posición de autoridad. O al menos así es como le hacía sentir a él.
—¡He tomado una decisión! —anunció de manera solemne, y realizó una pausa para ver la reacción que obtenía. Chris elevó la mirada al cielo, como si dijese «Oh, no, ¿qué estará tramando esta vez?», lo cual irritó ligeramente a Dirk. Sooz le sonrió con indulgencia, como si estuviera un poco nerviosa, algo que satisfizo a Dirk. Qué leal. Sal se limitó a levantar una ceja, como el excelente general que era, reprimiendo todo juicio hasta contar con todos los datos—. Voy a abandonar mis planes para conquistar el mundo. Lo siento, Sal. Sé que os prometí el puesto de lord canciller supervisor de los Ejércitos de las Tinieblas, pero eso no será posible ahora.
Sal se encogió de hombros como si, de todas formas, no le preocupase mucho. El caso de Christopher fue distinto.
—¡Espera un segundo, tú me prometiste a mí el puesto de lord canciller supervisor de los Ejércitos de las Tinieblas! —dijo Chris enfadado y lanzando una mirada fugaz y furtiva a Sooz como si le preocupase lo que ella pudiera pensar de él si ya no iba a ser un lord canciller supervisor.
—Ah —dijo Dirk con ojos que no dejaban de moverse de un lado a otro como si hubiese sido cazado en plena mentira (que, en realidad, así era)—. Sí, de eso quería yo hablar con vos. Mmm, ¿sabéis?, Sal sería un general mucho mejor, y vos, bueno, vos ya sois perfecto como la Voz de Dirk…
Dirk observaba sus rostros. Sal parecía complacido con aquello, aunque resultara obvio que él pensaba en la Corte en el Exilio como en un juego y nunca había llegado a tomárselo en serio. Aun así, quedaba claro que le agradaba la idea de ser un gran general, y dirigió una mirada con aire triunfal hacia Chris.
Sin embargo, Christopher parecía un poco molesto, así que Dirk añadió:
—En cualquier caso, el puesto de la Voz de Dirk es mucho más poderoso ya que os hallaréis más próximo al Trono de las Calaveras que un general, quienes suelen estar fuera en campaña con mis Legiones del Purgatorio, las del Horror o similares.
Esto sí pareció aplacar un poco a Chris, que volvió a mirar a Sooz para ver qué opinaba, y después otra vez a Sal. Pero este adoptó un aire despreocupado, como si él se encontrase por encima de todo aquel asunto del rango. Sooz miraba con pasividad, con un cierto desdén, como si ya hubiera visto a un millón de chicos discutir por cosas así, y masculló para el cuello de su camisa algo parecido a «Tíos… son todos idiotas».
En líneas generales, aquello era un problema constante… No el hecho de que Sooz pensase que todos los chicos fuesen idiotas (de todas formas, no le faltaba razón), sino el intentar equilibrar las rivalidades entre sus siervos y secuaces. Los orcos y los trasgos eran más fáciles de controlar por lo bien que respondían a las amenazas. Estos jóvenes humanos resultaban mucho más complicados, y no podía utilizar cosas como el hechizo de Obediencia Atroz o las Tremebundas Cuchillas Desmembradoras para lograr que se hiciesen las cosas. De hecho, y extrañamente, reparó en que ya ni siquiera sentía deseos de utilizar tales hechizos aunque pudiese, porque en realidad no quería hacerles daño. Era casi como si se preocupara por ellos. «¡No, desde luego que no!», pensó para sí.
—Bien, ¿cuáles son tus planes, entonces, ahora que no te vas a molestar en esclavizar a la humanidad? —preguntó Sooz, que sacó a Dirk de sus pensamientos.
—Ah, sí —respondió Dirk—. Pretendo abrir un portal entre esta dimensión y mi tierra, de forma que pueda llegar a casa. Será peligroso, pues no estoy seguro de lo que pasará si regreso. Si vuelvo y conservo este cuerpo, sin mis poderes, seré presa fácil para el Mago Blanco Hasdruban y sus fanáticos paladines, cazadores de brujas y otros santurrones absurdos. No obstante, si recupero mi forma original y mis poderes, en ese caso me resultaría posible regresar a mi torre en secreto, reconstruir mis poderes y mis legiones ¡y cazar a Hasdruban por sorpresa! ¡Mi triunfo será completo, y mi victoria será total! ¡Juó-jo-jo!
El eco de su risa de maníaco recorrió los pasillos del instituto. Apenas atrajo las fugaces miradas de quienes pasaban por allí; su sonido se había convertido en algo muy común en el instituto en aquellos días, y la gente se empezaba a acostumbrar a él.
—¿Estás planeando abandonarnos? —preguntó Sooz.
Parecía bastante contrariada por la idea. «Por supuesto —pensó Dirk—, no puede soportar la separación de su Señor Tenebroso, Dirk el Magnífico, Señor de las Legiones del Horror». ¡Pero qué sierva más excelente era! Tendría que recompensarla uno de aquellos días. La frente de Dirk se arrugó entonces. Se percató de que no le gustaba verla con aquel disgusto. Aquello resultaba confuso para él, ¡se supone que no han de preocuparte los siervos! Así que intentó darle las oportunas explicaciones para que ella comprendiese por qué había de hacer las cosas de aquel modo.
—Sí, tengo que intentar regresar. A vos os llevaría conmigo… bueno, a todos vosotros, pero no hay forma de saber si eso sería posible, siquiera. Y si al final fuera posible, también resultaría peligroso. ¿Qué esperanza se puede albergar frente a los ejércitos de la Mancomunidad de las Buenas Gentes y sus imparables caballeros, inquisidores, magos, arqueros elfos, etcétera? No, no estaríais a salvo.
Los tres le miraron de manera extraña. Daban la impresión de no creerse aquel punto de vista del «no es seguro», así que decidió añadir algún tipo de tópico, una de esas frases que parecían hacer sentir mejor a los humanos:
—No podría soportar perderos a ninguno de vosotros. Si os matasen allí, me sentiría horriblemente mal, culpable incluso —dijo, y sonrió. No era capaz de recordar la última vez que se había sentido «culpable», si es que había sucedido alguna vez tal cosa.
—No te preocupes —dijo Sal—, que no nos vamos a ir contigo, pero no porque sea demasiado peligroso, sino porque tú tampoco te vas a ninguna parte. ¡Solo es un juego!
—No digas eso, Sal —dijo Sooz, enojada—. Sabes que no lo puede evitar. Da igual, la cuestión es que se quiere ir. Solo. Sin nosotros…
Dirk sonrió con placidez. Había aprendido cómo tratar a la gente que no le creía. Lo importante era que él creyese en sí mismo. Y lo hacía. De un modo absoluto.
—¿Y cómo vas a abrir un portal entre los dos mundos, entonces? —le preguntó Chris a Dirk.
—Esa es una cuestión interesante —contestó Dirk—. Hay una clase de hechizos establecida para estos menesteres, pero es obvio que no funcionarían aquí, así que he tenido que idear algo completamente nuevo. ¿Recordáis mi Capa de la Noche Infinita? Bien, está cubierta de Glifos Sanguinolentos de Poder, y estos glifos reciben su poder de… pues de la sangre, como es evidente, pero también de fuentes interdimensionales de energía mágica de más allá de las estrellas, más allá del espacio y del tiempo, de hecho. De manera que, aunque los glifos no funcionen aquí, la capa debería poseer aún una conexión residual con las Tierras Oscuras, a través de los planos dimensionales. Con las ancestrales runas de la magia he manuscrito el nuevo hechizo que he creado en un rollo de pergamino. Todo lo que tenemos que hacer es sellar el pergamino, o lo que es lo mismo, utilizar mi Anillo del Poder sobre un poco de lacre a modo de sello, ese anillo que le di a Sooz —y al decir esto, dirigió la mirada hacia ella con aire expectante.
Ella se agarró el anillo, en su dedo, para protegerlo.
—Pero es que yo no quiero perder el anillo, ¡me encanta! Es el mejor regalo que nadie me ha hecho jamás.
Diríase que Dirk se sorprendió por unos instantes, como si no se hubiera esperado que le importase tanto a la joven, o como si se hubiera imaginado que ella se lo entregaría sin poner objeciones. Meditó un segundo. Mmm, en realidad no podía pedirle que se lo devolviese, algo así hubiera sido imperdonablemente grosero. Al fin y a la postre, se lo había regalado, así que dijo:
—No, no. Podéis conservar el anillo. Solo necesito que lo utilicéis para imprimir mi Gran Sello en el lacre, que a su vez será empleado para sellar el pergamino mágico. También necesitaremos hacer un pequeño fuego en el que quemaremos diversas hierbas e inciensos de los comúnmente disponibles. Después colocaremos la capa en el centro de la sala, a su alrededor dibujaremos el símbolo de la Estación de Cinco Puntas del Tetragrámaton. Es entonces cuando yo me sitúo sobre la Capa de la Noche Infinita y formulo el encantamiento, rompo el sello y lanzo el pergamino al fuego. La capa habrá de disolverse en el mismísimo tejido del tiempo y el espacio para dejar una abertura, un portal entre ambos mundos por un breve intervalo, a través del cual podré regresar a las Tierras Oscuras.
—Suena bien simple —dijo Sal en tono sarcástico, y a continuación preguntó—: ¿Qué es eso de la capa, y de dónde procede?
—La Capa de la Noche Infinita y el Gran Anillo del Poder son las únicas cosas que permanecieron con él cuando cayó de las Tierras Oscuras a la Tierra, aunque han perdido su poder —dijo Sooz, casi como una letanía, mientras alzaba el anillo para mostrárselo a Sal—. Mira, tiene runas antiquísimas grabadas en el interior.
—En efecto —coincidió Dirk—, pero por alguna razón, mi Yelmo de las Huestes del Infierno, mis Guanteletes de la Destrucción Ineluctable y mi Cetro de Ébano de las Tempestades se quedaron atrás, o quizá fuesen enviados a otra dimensión. ¿Quién sabe?
Sal hizo un gesto negativo con la cabeza en señal de descreimiento.
—¡Tíos, estáis zumbados! Aun así, es imaginativo, eso os lo reconozco. En serio, deberíais convertir esto en un libro, un juego de ordenador o algo así. ¡Oye, ese libro lo leería hasta yo, que los dos últimos que he leído son la biografía de David Beckham y la Enciclopedia Wisden del cricket!
Se produjo un silencio muy elocuente. Sooz y Chris se esperaban uno de esos momentos «¡¿Cómo os atrevéis a cuestionarme, a mí, el Señor Oscuro?!», pero Dirk prefirió asumir el comentario de Sal como un cumplido a su capacidad de inventiva en lugar de un juicio acerca de su cordura. Estaba aprendiendo a ser diplomático.
—De todas formas, hay otro inconveniente —dijo—. El escenario. Necesitamos un Pabellón de los Sueños.
—¿Un qué? —preguntó Chris.
—Un Pabellón de los Sueños. Los nombres tienen su relevancia en la magia. Los lugares son importantes. Necesitas un edificio con el nombre apropiado donde llevar a cabo el ritual, un lugar donde los sueños se hacen realidad a través de la magia. ¿Alguien tiene alguna idea? —quiso saber Dirk.
Se produjo un momento de silencio.
Entonces, Sooz probó a decir:
—Supongo que no podríamos construir uno nosotros, ¿verdad?
—¿Qué? Pero si solo somos unos críos, por todos los santos —dijo Sal.
—Pero ¿por qué todo el mundo dice «por todos los santos»? —respondió Dirk—. ¡Por todos los demonios, ¿qué tiene de malo «por todos los demonios»?! Es igual, no era más que un inciso… construir uno es una opción, y la he estado meditando. Por un lado tenemos el hechizo que pienso que funcionará incluso aquí, en este lugar sumido en la ignorancia que vosotros, ridículos humanos, denomináis la Tierra. Podemos traer a los skirrits de…
—Espera un segundo —intervino Sal—. ¿Y el pabellón de cricket?
—¿El pab…? —dijo Dirk, sorprendido ante su sugerencia, pero también airado por el hecho de que se hubiera atrevido a interrumpirle. Justo cuando estaba a punto de lanzarse a una diatriba, Sal prosiguió, y lo que dijo hizo que Dirk olvidase su ira.
—Sí, es un pabellón de verdad. Tiene un escudo sobre la puerta y todo.
La frente de Dirk se arrugó en plena meditación.
—Mmm, podría servir como tal. Siempre se ha llamado pabellón, ¿verdad? ¿No ha sufrido ningún cambio de nombre?
—Jamás, siempre se ha llamado así, desde el día en que lo construyeron. Puedes leer toda su historia en esa placa que hay dentro —dijo Sal—. Pero claro, siempre se ha utilizado para el cricket, y nada más. Bueno, deportes, en cualquier caso, nada de hechizos mágicos ni chorradas semejantes, ¡de eso estoy seguro!
—Ese asunto podría no constituir un problema —afirmó Dirk—. El cricket es una actividad que encierra en sí un elevado ritualismo, está llena de sueños de gloria y de proezas. Es más, creo que el pabellón de cricket será perfecto. Gracias, Sal Malik, habéis obrado bien.
—Un placer, mi Lloyd Malasombra —dijo Sal, sonriente.
Dirk asintió y dijo:
—Tenemos que hacerlo cuando no haya nadie alrededor.
—¿Tenemos? ¿Nosotros? —preguntó Sal.
—Absolutamente —dijo Dirk—. Necesito a mi Corte Privada, mis asistentes más próximos, mis lugartenientes más fieles, allí para ayudarme.
Sooz y Chris intercambiaron una mirada. Chris puso los ojos en blanco y suspiró con resignación.
—Por supuesto que estaremos allí —dijo.
—Como tus amigos —añadió Sooz, aunque ella no pareciese muy feliz ante aquello. Era la idea de perder a Dirk lo que le afectaba realmente. «Aunque tampoco va a pasar», no dejaba de repetirse ella. El ritual no funcionaría. Eso de la magia no existía, así que no había forma de que funcionase, ¿no?
Dirk dirigió la mirada a Sal de un modo muy inquisitivo.
—¿Yo? Bueno, si tú quieres —dijo Sal—, pero más te vale ayudarme a sacar el mejor equipo para el partido contra el Instituto Crittenden. Van los primeros de la liga, ya sabes.
—Por supuesto, por supuesto… no os preocupéis, el poder de su bateador intermedio se ha debilitado, y sus lanzamientos no cogen efecto: podemos explotar unas carencias tan lamentables y aplastarlos —afirmó Dirk—. Ahora, al trabajo, como a vosotros humanos os gusta decir. El próximo lunes es fiesta; no habrá nadie allí, por tanto. Deberíamos llevar a cabo el ritual en el pabellón a las doce del mediodía, el lunes. El día y la hora son auspiciosos en cuanto a la conjunción de las estrellas se refiere; y el lunes se llamaba en un principio «día de la luna», con la importancia que siempre han tenido las lunas en hechizos de esta naturaleza, tanto para los viajes interdimensionales como para los sueños.
—Todo eso está muy bien —dijo Chris—, pero ¿cómo vamos a entrar en el pabellón de cricket? Estará cerrado con llave. Es más, todo el instituto estará cerrado.
—¡Ah! —dijo Sal—. Eso no es problema: yo tengo un juego de llaves del pabellón. ¡Ya sabéis, privilegios especiales y eso!
—Perfecto —dijo Dirk—. En cuanto a lo de acceder al instituto, eso tampoco ha de ser un inconveniente. Examiné en detalle el perímetro cuando diseñaba mis planes para la conquista de la Institución de Adoctrinamiento con espectros alados, una sección de orcos de asalto y una horda de trasgos. En la parte de atrás del instituto, cerca de los parterres, hay un sector del muro donde la parte más alta se ha derrumbado. Tendríamos que ser capaces de escalarlo con bastante facilidad, para lo cual utilizaremos algunas de esas cajas viejas de madera para las plantas que tienen por ahí tiradas. Podemos apilarlas como si fuesen escalones.
El entusiasmo de Dirk resultaba contagioso, y todos se estaban dejando llevar por él. Era divertido buscar soluciones. Es más, toda la idea en conjunto era divertida, como si fuesen poderosos magos que llevarían a cabo un gran hechizo que cambiaría el mundo. No obstante, se trataba de un juego más para los otros que para Dirk. Para él, por supuesto, era bastante real.
—¡Yo tengo uno de esos hornillos de gas para cocinar! —dijo Sooz, emocionada—. Y también un cazo de los que se usan en las acampadas. Podemos utilizarlo para calentar el incienso y para quemar ahí el pergamino.
—Excelente —dijo Dirk—. Nos encontraremos en lo alto de la calle Greenfield Lane en la undécima hora de la mañana, en el día de la luna. La Hija de la Noche portará el Anillo del Poder y la «Infame Llama del Hornillo», ¡y no olvidéis traer también unas cerillas, Sooz! El Señor de los Deportes traerá consigo las llaves del Pabellón de los Sueños. Yo habré de aportar el Pergamino del Portal entre Dos Mundos y el Incienso Ritual; y Chris… eeeeh, Chris… —Christopher frunció el ceño de pura irritación—. Mmm —farfulló Dirk—. Ah, por supuesto, Chris puede traer el lacre. El Lacre del Sello.
—El lacre, a mí me toca traer el lacre. Genial. Lo que haré será traer una vela, ¿te parece bien? —se quejó Chris.
—¿La cera de una vela? Creo que no, no es lo ideal —afirmó Dirk.
—En realidad, puedes conseguir una barra de lacre en una papelería. Tienen estuches pequeñitos con lacre, pergaminos de mentira y cosas de esas —le dijo Sooz—. Seguramente lo encontrarás de color rojo.
—Sí —añadió Dirk—. Rojo está bien. El Lacre Carmesí de los Encantamientos, eso es lo que necesitamos, Chris, y es muy importante, de verdad.
—Sí, claro —Christopher se cruzó de brazos y frunció el ceño.
Deseaba ser un general, no solo el altavoz del Señor Oscuro, y quería un puesto mejor que el de «guardián de los cerúmenes diversos». Entonces se sorprendió a sí mismo, se estaba preocupando por un montón de títulos imaginarios que ni siquiera existían, por todos los santos. «¡O, más bien, por todos los demonios!», se carcajeó para sí. Se estaba tomando demasiado en serio aquello de ser un lugarteniente de Lloyd Malasombra.
—Muy bien, contad conmigo —dijo con una sonrisa.
—¡Excelente! —respondió Dirk—. Todo queda atado, pues. ¡Muy pronto, nuestros planes serán una absoluta realidad!
Echó la cabeza hacia atrás y juntó las yemas de los dedos frente al pecho, preparado para dar rienda suelta a su personal risotada de caudillo perverso, pero en ese instante los demás le pillaron por sorpresa al reírse con él imitando su sonido con las manos juntas en la misma postura.
El eco de un coro de «juó, jo, jos» resonó por los pasillos del instituto, seguido de una carcajada general mientras Chris, Sal y Sooz se mondaban también con su broma espontánea. Dirk los miró y sonrió con indulgencia. No estaba muy seguro de por qué se reían, pero parecía hacerles felices, así que, ¿por qué no? Los necesitaba para el ritual.
Sonó el timbre que indicaba el final de la hora de comer, y tenían que marcharse a sus clases de la tarde.
Aquella noche, después de la cena, Dirk estaba sentado con Chris en la habitación de este. Jugaban una partida de Fantasy Wars en el ordenador, un juego de estrategia bélica. Chris comandaba el ejército humano con sus caballeros, arqueros, tropas de asalto, jinetes a lomos de águilas y diversos héroes; Dirk tenía bajo su mando el ejército oscuro, con sus orcos de asalto, arqueros trasgos, trols, dirigibles trasgos, etcétera.
Dirk hubo de emplearse muy a fondo para conseguir que Chris jugase aquella noche. Ya habían jugado muchas partidas otras veces, y en todas y cada una de ellas, Dirk había aplastado a Chris de manera absoluta, así que este último ya se había cansado un poco de todo aquello y era algo reacio a volver a jugar. Sin embargo, aquella noche, sorprendentemente, era Chris quien llevaba la voz cantante, y además, estaba empezando a sospechar al respecto.
Después de que una de sus unidades de la Guardia Real tomase al asalto uno de los bastiones orcos de Dirk, Chris se volvió bruscamente hacia Dirk y le dijo enfadado:
—¿Qué pasa, Dirk? ¿Es que me estás dejando ganar aposta?
—¿Quién? ¿Yo? ¡No, no! ¡Por supuesto que no… yo nunca haría eso! —farfulló Dirk.
—¡Sí, tú! —dijo Chris—. ¡Está clarísimo! ¡Estás jugando como si fueras idiota, por todos los santos!
—¡Por todos los demonios, querréis decir, sin duda! ¡Y no, es solo que vos estáis jugando mejor de lo normal, de verdad que sí! —contestó Dirk.
Chris tiró el mando, enfadado.
—Tú sueles ser tan bueno en este juego que es como si hubieras nacido para jugarlo.
—Bueno… sí —dijo Dirk—, lo fui.
Se produjo un incómodo silencio durante un par de segundos. A continuación, Chris retomó la palabra:
—¿Qué estás tramando? ¿Qué es lo que quieres?
—¿Yo? Oh, nada, nada.
—Venga ya, Dirk, que te conozco. ¿De qué se trata? Vamos, suéltalo ya —dijo Chris. Dirk suspiró. Había subestimado a Chris. Es más, se dio cuenta de que solía hacerlo. En Chris había mucho más de lo que saltaba a la vista. Christopher le miraba expectante—. ¿Y bien? —remató.
—Vale, sí, ya que insistís. ¿Recordáis mi Anillo del Poder? —le preguntó.
—¿El que le regalaste a Sooz? ¿Qué pasa con él? —preguntó Chris.
Dirk hizo una breve pausa.
—Ya sabéis que le dije a Sooz que se lo podía quedar, ¿cierto? Mmm, bien, solo se lo decía para mantenerla feliz. En realidad, lo necesito de vuelta —le dijo.
—¡Ah, ya veo! De eso se trataba. Y supongo que quieres que se lo pida yo, ¿no es así? —dijo Chris.
Dirk hizo una mueca.
—Mmm… no. No exactamente. Heriría sus sentimientos si le pidiese que me lo devolviera.
—Pues claro que sí. ¡Adora ese anillo! —replicó Chris.
—Exacto. En vez de eso, lo que quiero que hagáis es… eeeeh… —Dirk vaciló un momento.
—¿Sí, qué? —insistía Chris impaciente.
—Quiero que se lo robéis para traérmelo de vuelta —dijo Dirk con la mirada inocentemente perdida en otra parte, como si aquello fuese del todo normal y no hubiera nada por lo que preocuparse.
Se hizo el silencio. Chris estaba molesto con Dirk por haberle soltado aquello. Además, no le gustaba nada la idea de robar a Sooz. Dirk lo estaba colocando en una situación muy difícil. Era su amigo, incluso su hermano, si es que llegaban a completar su adopción, pero Sooz también era su amiga, y muy buena, por cierto. Y ella le gustaba. Mucho.
—¿Quieres que se lo robe? ¿Y por qué? —preguntó Chris con un aire lacónico.
—Debo tenerlo conmigo —afirmó Dirk—. Lo necesito para el ritual, y lo que es más importante, debo tenerlo conmigo si es que voy a regresar a las Tierras Oscuras. Sin él, me vería muy devaluado, no sería más que un brujo menor o un simple mago negro. Sin el Anillo del Poder tengo pocas posibilidades, o ninguna, de derrotar a Hasdruban el Puro.
—¿Y por qué se lo diste tú en primer lugar, entonces?
—Fue algo precipitado por mi parte. Hasta donde alcanzaba mi conocimiento, el anillo había perdido todo su poder, así que no tenía utilidad para mí. Pero ahora sí me será útil tenga poderes o no. Fue, además, que ella me cayó bien, ya sabéis, tan siniestra, semejante a un vampiro. Si hay alguien en este ridículo mundo de exámenes y sudaderas con capucha que merece tenerlo, es ella. Y dárselo, en ese momento, me pareció que era lo más apropiado. Pero visto a posteriori, fue un error, y me doy cuenta ahora —le dijo Dirk.
Chris se detuvo un momento, pensativo, y le preguntó:
—¿Por qué no puedes robarlo tú? Podrías utilizar el hechizo de la Mano Siniestra, ya que decías que funcionaba en la Tierra. ¿Por qué me necesitas a mí?
—Una pregunta lógica —dijo Dirk, y prosiguió—. La Mano Siniestra no puede encargarse de las reliquias del poder. No podría ni tocar el anillo, y…
—¡Oh, qué oportuno! ¡Más bien dirás que no existen esas cosas de los hechizos o la magia! —replicó Chris en tono sarcástico.
Dirk se mostró herido ante aquello. De entre toda la gente de la Tierra que él deseaba que le creyera, Chris era uno de los más importantes.
Christopher lo sabía, así que él intentaba seguirle la corriente siempre que podía, por simple amabilidad, la verdad. Chris sintió una ola de remordimientos por sus palabras tan desconsideradas. Dirk parecía creerse realmente todo aquello, y tampoco era culpa suya que se lo creyese. De hecho, a veces incluso él mismo llegaba casi a creerlo.
—Lo siento —dijo—. Lo siento —intentó pensar un poco como Dirk y prosiguió—. Está bien, la Mano Siniestra es una magia menor, un encantamiento que no es lo bastante poderoso para controlar los potentes embrujos a los que están sometidas las grandes reliquias como el Anillo del Poder, ¿no es así?
—¡Precisamente así! —soltó Dirk con entusiasmo—. ¡Lo habéis comprendido a la perfección, Chris! Estáis aprendiendo… ¡algún día quizá tengáis la oportunidad de iniciaros en el arte de la brujería! —Chris le sonrió, y Dirk prosiguió—. Aunque hay en realidad otra razón mucho más mundana por la cual quiero que vos le robéis el Anillo. Oportunidad. Y clases de natación.
—¿Clases de natación? —preguntó Chris.
—En efecto —respondió Dirk—. Ya sabéis que Sooz acude a clases de natación todos los jueves por la tarde, al salir del instituto. Y también sabéis que va directa, por eso os entrega siempre su bolsa de Angelbile para que la llevéis vos a su casa en su nombre.
—Sí —dijo Chris sin saber muy bien adónde iría a parar.
—Porque ella no puede llevar ninguna joya en la piscina cubierta. Así que las deposita todas en su bolsa: anillos, pulseras, tobilleras, anillos para los dedos de los pies, pendientes, todo el lote completo… ¿lo entendéis?
—¡Ah, claro! —dijo Chris—. ¡La oportunidad perfecta!
—Ya lo veis —dijo Dirk—, ni siquiera tenéis que hacer nada, pues ella misma os dará el anillo de todas maneras. Después, ella preguntará por él, pero vos no tenéis más que negarlo todo, y ella pensará que lo perdió antes de haberlo metido en la bolsa. ¡Es mucho más fácil que los hechizos y eso!
Había otra razón, por supuesto, pero no se la iba a mencionar a Chris, y era que él siempre estaba intentando conseguir que los demás hicieran cosas por él. Ese era uno de los aspectos que convertían a un Señor Oscuro en Señor Oscuro. ¡¿Qué sentido tenía rodearse de criados, esbirros, siervos y fieles si no pretendías que hiciesen nada por ti?! No, sería mejor que su lugarteniente lo hiciese por él, así era como los caudillos perversos lograban que se llevasen a cabo las cosas.
Chris sacudió la cabeza en un gesto de admiración.
—Qué listo que eres, eso tengo que reconocerlo, Dirk —le dijo.
—¿Lo haréis, entonces? —le preguntó Dirk—. Lo necesito a tiempo para el ritual del lunes.
Chris volvió a hacer una pausa, pensativo. Suspiró, y dijo:
—Muy bien, lo haré. Pero nunca más voy a volver a robar por ti, ¿de acuerdo, Dirk? Y es mi última palabra.
—Por supuesto, por supuesto —dijo Dirk—. Nunca más, ¡nunca!
Exhibía una amplia sonrisa. Situó las manos delante del pecho, unidas por las yemas de los dedos, y dijo:
—¡El Anillo pronto será mío!
Chris no pudo dejar de reírse con él, y se relajó el ambiente. Más tarde, cuando Dirk se hubo marchado a escribir en su diario, Chris se quedó mirando al techo, pensativo. Una de las razones por las que Sooz le daba a él su bolsa para que se la llevara a casa era que no se la robaran mientras estaba nadando, y dejaba todas sus cosas en sus manos para que las guardase a salvo. Confiaba en él. Era lunes, tres días antes de sus clases de natación. Tenían una semana. Buscó su teléfono móvil y llamó a Sooz…
Mientras Chris llamaba a Sooz por teléfono, Dirk se sentaba a la mesa de su cuarto y trabajaba en su diario. Se sentía relativamente complacido ante el cariz que iban tomando los acontecimientos, a excepción de aquellos detestables informes y la recurrente pesadilla que siempre incluía algún tipo de bestia blanca que iba a su caza. Encontró una historia extraña en el periódico, de lo más intrigante, así que la recortó y la pegó en su diario. ¿Podría ser aquello con lo que estaba soñando?
Entretanto, en algún otro lugar de Whiteshields…
Ma Baker, una abuelita de pelo cano, encorvada y consumida, descansaba sus exhaustos huesos en uno de los bancos del aparcamiento y tiraba trocitos de pan a una pareja de gorriones. Uno de ellos se posó cerca de una pequeña mancha negra de aceite que había en una plaza vacía. La picoteó y se quedó petrificado, se tambaleó sobre sus patitas por unos segundos, y cayó de cabeza en la asquerosa mancha negra. Pero entonces volvió a ponerse en pie… aunque parecía más grande que antes, y tenía las plumas negras como la noche, cubiertas por una capa de alquitrán. Su aspecto era más similar al de un cuervo que al de un gorrión. Sí, un cuervo negro con los ojos rojos. Soltó un graznido de ira malévola antes de alzar el vuelo y caer en picado sobre su antiguo compañero. Ma Baker solo pudo quedarse mirando boquiabierta de asombro.