Comenzarás en 2.º de la ESO, que es tu año.

—Desde luego que no. No pasará mucho tiempo antes de que os percatéis de que el presente año ha sido designado como el Año 1, o el Año 1 de nuestro Señor Oscuro: ¡y así hacia el interminable futuro de mi Reino de Acero y Tinieblas!

Acababan de dejar a Dirk en el instituto y lo habían llevado ante la presencia del director, el señor Grousammer, quien le asignaría las clases y le hablaría de lo que se esperaba de él allí. O al menos eso era lo que Purejoie la Tutora le había contado. Hasta aquel momento todo había consistido en una aburrida letanía de burocracia, normas y los castigos que le aguardaban si las rompía. Le agradaba que ya casi hubiera finalizado.

El señor Grousammer se limitó a levantar la vista y suspirar al tiempo que se mesaba su barba greñuda como si fuera la caricatura de un verdadero villano.

—Sí, sí, claro… ya me han hablado de ti, ¡pero yo no te voy a aguantar tus disparates por mucho tiempo, muchachito! Este es el Instituto Whiteshields, y aquí hacemos las cosas de un modo distinto. Dedicación, Eficiencia, Puntualidad y Disciplina, esos son nuestros lemas, y harás bien en seguirlos, jovencito, ¡o irás a la sala de castigo! Y no te preocupes, porque a mí no me tiembla la mano a la hora de impartir castigos cuando es necesario, ¡no como a esos santurrones políticamente correctos de los servicios sociales! Muy bien, tu primera clase será la de Lengua. Está aquí mismo, al otro lado del pasillo, en el aula 2-a. Aquí tienes un cuaderno de ejercicios, principalmente para tus deberes… ¿Lo ves, en la cubierta? Ya lo he rellenado yo por ti.

Dirk le echó un vistazo. Decía: «Lengua, Dirk Lloyd, 2.º ESO, Profesor: Srta. Batelakes».

Grousammer añadió:

—Muy bien, vete ya. ¡Vamos, vete!

Dirk se quedó mirando fijamente al señor Grousammer y sin saber muy bien cómo reaccionar ante él. A Dirk le recordaba a alguien que conocía, pero no era capaz de acordarse de quién se trataba, con esa charla sobre lemas, disciplina, castigos y similares, como si se tratase de cierto tirano barbudo. ¿Y qué significaba «políticamente correcto»? Además, le acababa de ordenar «vete ya», un método sin duda inaceptable para dirigirse a él. Pero se hallaba impotente para hacer nada al respecto.

Quizá lo adecuado fuese emplear una táctica diferente, así que Dirk forzó una sonrisa. El señor Grousammer llegó incluso a dar un respingo momentáneo, antes de recobrar la compostura y despedir a Dirk con la mano. Conforme abandonaba la sala, Dirk le oyó mascullar algo sobre «Hannibal» y «Lecter» y, sin dejar de preguntarse por lo que habría querido decir, cruzó el pasillo. Grousammer iba a ser un problema, eso lo sabía desde ya: el típico megalómano, autoritario, con marcada compulsión por el mando y el control. Allí solo había sitio para un individuo así, ¡y ese no sería Grousammer!

Sin pensarlo, Dirk abrió de par en par la puerta de la clase 2-a y entró dando grandes zancadas. Una hembra humana de mediana edad estaba dirigiéndose a una multitud incontrolada de crías mortales que más bien parecía un batallón de trasgos mal amaestrados en lugar de un grupo de alumnos, todos vestidos con sus absurdos uniformes de los Escudos Blancos, idénticos al que le habían obligado a vestir aquella mañana. Aquel nudo tan molesto le estaba rozando el cuello como la soga de un ahorcado.

Todos se volvieron hacia él, sorprendidos, mientras que declamaba:

—¡Soy el Gran Dirk! ¡Podéis llamarme Señor!

Para su enorme irritación, los chicos rompieron a reír. ¡Menuda falta de respeto por su parte! La profesora se mostró también algo molesta; quizá ella sí le hubiese reconocido como quien realmente era, y los castigaría por tamaña burla. Pero no, la señora dirigió su ira hacia él.

—¿Dónde están tus modales? ¿Es que no sabes que hay que llamar a la puerta antes de entrar en una clase? —dijo con frialdad.

Dirk se quedó muy sorprendido. ¿Llamarla? ¿A qué se referiría? ¿A invocarla con un conjuro de Apertura Súbita? Aquello le parecía un poco excesivo, «incluso para alguien como yo», pensó para sí.

La mujer prosiguió:

—Ahora, preséntate al resto de la manera apropiada y ve a sentarte allí —le dijo, señalando un pupitre al final de la clase.

Dirk frunció el ceño. Le estaba resultando realmente difícil acostumbrarse a no ser él quien estuviese al mando. Suspiró y dijo:

—Como ordenéis, señorita Badulaque. Me llamo…

Por algún motivo desconocido, la chusma incontrolada de crías de trasgo se volvió a partir de risa.

La mujer parecía aún más enfadada.

—¡No es Ba-du-la-que, sino BATELAKES! Por todos los santos, no tiene gracia aunque rimen. La mirada de enfado que había en su rostro se transformó en resignación. La señorita Batelakes se acababa de dar cuenta de que, muy probablemente, «Badulaque» sería ya para siempre su mote en el instituto.

—Siéntate, Dirk —le ordenó.

Dirk deambuló con calma hasta llegar a su mesa. Reconoció allí a Christopher, su compañero en la prisión de los Tutores Puros, sentado junto a él.

Christopher le hizo un gesto con la barbilla.

—Bienvenido al insti, Dirk —le dijo, y le dedicó una de esas sonrisas amistosas.

Dirk le miró con recelo. ¿Qué era lo que pretendía al ser tan amable con él? Al otro lado tenía sentada a una joven humana. Casi no había reparado en ella al fijarse en el resto de la clase, «el típico atajo de escoria mortal despreciable», pensó. Pero su atención se vio de nuevo atraída hacia la chica. La manera en que vestía daba el aspecto de consistir en un intento constante de burlar la opresión del absurdo uniforme de la escuela, y eso le agradaba. Tenía el pelo teñido de color negro azabache, y también se había esparcido con mucha precisión una sustancia oscura alrededor de los ojos. Las joyas que ostentaba eran curiosas, portaban runas y otros glifos mágicos, y llevaba las uñas negras, también. Un interesante artilugio de plata le atravesaba el lóbulo de una de las orejas. ¿Una especie de talismán, quizá? Tenía la piel muy blanca, pálida, y calzaba unas robustas botas negras con hebillas plateadas. Sus labios eran de un color rojo antinatural, como manchados de sangre. De hecho, de no encontrarse en pleno día, la habría tomado por un vampiro. Quizá lo era y había hallado alguna forma de resistir los abrasadores rayos del sol.

Él ya había trabajado con vampiros con anterioridad; de hecho, una vez contó con un regimiento entero de ellos a lomos de los Corceles de la Noche, y le sirvieron bien hasta que Virikonus el Cazavampiros los destruyó a todos en la Batalla de la Noche de Sol.

Quizá le resultara útil la chica. Se inclinó y le dijo:

—Saludos, Hija de la Noche, yo soy Dirk.

Ella le miró sorprendida, al igual que el resto de la clase. Cayó en la cuenta de que no había bajado la voz y había interrumpido a la señorita Batelakes, que no había dejado de hablar de algo bastante tedioso. La profesora lo fulminó con la mirada, y él guardó silencio, algo confundido con toda aquella situación.

Un poco más tarde, la joven vampiresa se inclinó hacia él y susurró:

—Hola, yo soy Susan, pero me puedes llamar Sooz. ¿Hija de la Noche? ¡Me gusta eso! —y le dedicó una sonrisa. Dirk hizo un gesto cortés de asentimiento, como si aceptase un cumplido por parte de su servidumbre.

Tras el final de la clase —en opinión de Dirk un tedio monótono e interminable—, Christopher y él salieron del aula. Christopher le explicaba ciertas cuestiones.

—Sí. Durante el curso, tenemos que sentarnos todos los días en habitaciones como esta, y los profesores nos cuentan cosas que nos toca aprender: esto ha sido Lengua, también hay Mates, Historia, Geografía, Ciencias, Informática, Religión, Educación Física y temas así. Después, cuando llegamos a casa, tenemos que hacer más cosas: se llaman «deberes».

Dirk tenía la boca abierta. Se quedó aterrado ante la idea de las interminables horas de tedio que tenía ante sí. ¡Era como una especie de tortura espantosa e infinita! En su mente, los días de pesadez y monotonía surgían ante él y se extendían para no terminar jamás. ¡Ni siquiera a Dirk, un consumado maestro en el arte de inventar castigos crueles y originales, se le habría podido ocurrir algo semejante!

Llegó entonces hasta ellos la joven humana llamada Sooz.

—Hola, Chris —dijo—. ¿Es este el que se queda en tu casa? —y examinó a Dirk de arriba abajo.

—Sí —respondió Chris.

—¿Y está… bueno, ya sabes, los psicólogos y todo eso? —preguntó.

—¡Ah, sí, completamente! —afirmó el otro con mucho énfasis.

—Decidme, Hija de la Noche, ¿cómo puede uno de los vuestros resistir los brillantes y abrasadores rayos del dañino sol? ¿Se ha producido acaso algún avance en la tradición vampírica entre los clanes de los no-muertos? —preguntó Dirk.

Sooz le miró fijamente por unos segundos, como si no tuviese muy claro si le estaba o no tomando el pelo. Pero entonces rio a carcajadas.

—Lo dices en serio, ¿verdad? ¡Ja, ja, me encanta!

—¡Te lo dije! —intervino Christopher.

—Por supuesto que lo digo en serio. ¿Por qué no habría de hacerlo? Sois sin duda un vampiro, ¿me equivoco? —le preguntó Dirk.

Sooz se rio un poco más, con una sonrisa de oreja a oreja.

—No, no soy un vampiro de verdad, retra… ¡Soy una gótica!

—¿Una gótica? ¿Y qué es esa cosa gótica? —preguntó Dirk—. ¿Y qué es un «retra»?

Sooz dejó de reírse y le miró como si estuviese loco, una mirada a la que Dirk se estaba acostumbrando muy rápido.

—Así que es verdad que no lo sabes, ¿no? —le dijo ella.

—En efecto, no lo sé. Soy un recién llegado en esta dimensión y hay mucho que debo aprender. ¡No obstante, he de advertiros de que solo es cuestión de tiempo que subyugue vuestro mundo bajo la suela de mis Botas Victoriosas!

Sooz y Chris le echaron un vistazo a su par de deportivas baratas y se carcajearon.

—Me parto contigo —dijo Sooz, que se retiraba las lágrimas de los ojos—. ¡Me gustas!

Dirk se quedó estupefacto. ¡A ella «le gustaba»! ¡Qué suceso tan extraordinario! Él no le gustaba a la gente. Se suponía que habían de temerle y odiarle, sentir pánico ante su llegada, hincar la rodilla ante su poderío como la gacela ante el león, pero no «gustarles».

—Y decidme, pues, ¿qué es esta cosa gótica, entonces? ¡Explicaos, Noctámbula!

De nuevo, esto hizo que Sooz mostrase una sonrisa enorme.

—Bueno —dijo—, los góticos somos gente que sigue un estilo de moda muy particular, y un tipo de música muy particular, también. Pero tiene que ser gótico… ya sabes, cosas de aspecto victoriano; pelis de terror; o a lo mejor un look de vampiro, del que me alegro que te hayas percatado. A veces un poco de heavy metal, o grunge, o grupos indie, y también algo de rock-metal satánico. Aunque para mí, en su mayoría, bandas genuinamente góticas como Angelbile y Forja del infierno. Los góticos somos, digamos, diferentes, como unos proscritos. No encajamos con la gente normal, los «normis», como yo los llamo.

Dirk se quedó con algo que había dicho Sooz.

—¿Metal satánico? ¿Alguna aleación de infernales cualidades? Decidme, ¿dónde puedo hallar tal metal y someter sus poderes a mi voluntad?

Ahí estaban de nuevo Sooz y Chris, partiéndose de risa.

—No, no —dijo ella—, ¡qué es música rock, retra! —y así, alegremente, le propinó una palmada en el brazo—. Todo ese rock consiste en un retorno a los viejos clásicos que iniciaron el panorama gótico musical como Siouxsie and the Banshees y los Sisters of Mercy, que se salen, por cierto, aunque ya sean un poco viejos.

Dirk apartó la mirada, completamente estupefacto por un momento. De verdad le había puesto la mano encima. ¡Nadie le ponía jamás la mano encima! ¡Nunca! Y le había llamado «retra». ¡Dos veces! Es de suponer que sería cierta forma de cumplido o proclama de veneración. Quizá. O tal vez no… no estaba seguro. Sintió la ira crecer en su interior, y levantó las manos para invocar el embrujo del Atavío de Cucaracha: un breve periodo como un insecto despreciable le enseñaría a mostrar el debido respeto. Sin embargo, se lo pensó mejor y se las arregló para vencer a la ira, apaciguándola. Bajó los brazos. De todas formas, no tenía ningún poder, y tampoco se podía permitir apartar a aquellos dos, su único contacto verdadero con ese extraño y novedoso universo, aunque solo fueran un par de críos.

Los adultos se limitaban a tomarlo por un demente o a tratarlo como a un crío difícil. Aquellos dos, por mucho que pudiesen reírse de él, al menos le trataban como a un igual. Estaba comenzando a darse cuenta de que le iba a tocar aprender formas nuevas de enfrentarse a las cosas, y esta Sooz podría resultarle útil. Así que, por el momento, tendría que vivir sin los niveles de respeto a los que estaba acostumbrado.

Lo mejor sería proseguir como si nada indecoroso hubiera sucedido. Y dijo:

—Ya veo. ¿Os referís a que son músicos? ¿Y el Ángel Vil? Ese podría convertirse en un poderoso aliado, siempre que se asocie de la manera correcta a las tinieblas. En cuanto a la forja del infierno, ya tengo una de esas, en las catacumbas que hay bajo mi Tenebrosa Torre de Hierro.

—¡Que no, que también son bandas! —se reía Sooz.

—¿Bandas? ¿Cómo una banda de orcos o algo semejante? —preguntó Dirk, confundido aún.

Esto fue causa de más risas.

—No, no —dijo Christopher—. Son músicos, una banda de rock.

—Ah, ya veo. Músicos. Mmm. Qué lástima. Aun así, esta «moda» gótica suena interesante. Yo también soy un proscrito. Y también me gusta su aspecto, en una consonancia mucho mayor con mis propios gustos. Quizá yo también me haga gótico. ¿Qué opinión os merece, Christopher, Sooz?

—Sería genial —dijo una sonriente Sooz.

Parecía sinceramente complacida, lo cual resultaba extraño. La mayoría de la gente, incluso los orcos (no, incluso los poderosos Señores Vampiros) se sentirían algo incómodos si él, un Señor Oscuro, decidiese unirse a su grupo. «No obstante, supongo que para esta joven mortal yo no soy más que otro chico humano», pensó Dirk.

—Será mejor que primero pruebes a oír la música, por si acaso no te gusta —dijo Christopher—. Puedes oír una canción de Morti que tengo en el móvil: aunque no es gótico del todo, tiene algo que ver.

—Oh, no, Morti no —dijo Sooz al tiempo que elevaba la mirada al cielo—. ¡Demasiado heavy metal para mí! No es música gótica, pero sí, veamos qué te parece.

Christopher sacó su teléfono móvil, y del pequeño artilugio comenzó a brotar un ruido estruendoso, como el sonido de un centenar de esclavos trasgos que estuviesen quitando el óxido de una armadura a arañazo limpio, mezclado con las explosiones rítmicas del corazón de un dragón.

—Mmm, pegadiza —asintió Dirk—. Me recuerda a mi tierra.

Chris sonrió.

—Mira, aquí tienes un videoclip —dijo—. Toma.

Las imágenes cobraban vida sobre la pequeña superficie del teléfono móvil. «Ajá —pensó Dirk—. Se trata de algo más que un teletransportador de voz, es también un Cristal Premonitorio», excepto porque no era una bola cristal, sino una de esas cosas de maquinaria técnica en que estos humanos parecían destacar según la enciclopedia que había estado leyendo. Tuvo que entrecerrar los ojos un poco, pero logró distinguir las imágenes.

Y entonces fue cuando Dirk se quedó boquiabierto de estupefacción. ¡Allí, al frente de unos pocos no-muertos, o quizá demonios, se encontraba Gargon, su siervo más leal! Y estaba cantando… ¡no sabía que Gargon supiese cantar!

—¡Por los Nueve Infiernos, es el mismísimo Gargon! —vociferó Dirk—. ¡Mi lugarteniente, el Pavoroso Gargon, el Descuartizador, capitán de las Legiones del Horror! Este artilugio premonitorio debe de estar accediendo a mi mundo de alguna forma. ¿Qué tipo de magia es esta? ¡Mirad, mirad, es Gargon!

—No, no, ese es Morti, el cantante del grupo —dijo Chris—. Es de un concierto en Finlandia. Son finlandeses, ¿sabes?

Dirk se expresó con acaloramiento.

—¿Fin Landia? ¿Fin Landeses? ¿Algún tipo de reino dónde se les ha acabado la tierra y por eso moran bajo las aguas y sus súbditos son seres branquiados? ¡Pero ¿qué decís?! Gargon no es un maldito tritón o una criatura abisal; es el vástago producto de la inmunda y nefasta unión de un Señor Demoníaco y una Reina Exánime, ¡y es mi más leal siervo! ¡Él odia el mar! ¡Ah, Gargon, cómo os necesito!

Sooz y Christopher volvieron a reírse a carcajadas. Dirk los fulminó con la mirada. Ya no tenía el efecto deseado (es decir, un pánico devastador) como en los viejos tiempos, pero al menos sí que intentaron sofocar las risas un poco.

—Lo siento, Dirk, lo siento. Es que eres tan gracioso a veces que… ¡por eso me gustas! Mira, Finlandia está en Europa, y está llena de gente igual que Inglaterra; desde luego que no está sumergida en el mar. Es un sitio normal. Bueno, más o menos —dijo Christopher, que volvía a sonreír.

—Y no es más que un hombre disfrazado para tener ese aspecto, Dirk… Aunque me gusta eso del demonio con la exánime. ¡Suena genial!

—Os digo que no, que es él. Ha de serlo, pues es su vivo retrato —replicó Dirk—. Ha debido de hallar una forma de llegar a este mundo por su cuenta, lo cual no deja de ser sorprendente ya que no es famoso por su iniciativa, sino por su obediencia ciega. Aun así, ha obrado bien. Ha debido de organizar una misión de rescate. Y salta a la vista que ha logrado llegar aquí sin sufrir la misma catastrófica mutación corporal que yo. Hemos de encontrarlo. Llevadme ante él de inmediato.

Sooz hizo un gesto negativo con la cabeza.

—No es posible, me temo. Está a kilómetros y kilómetros de distancia, y no tenemos forma de llegar hasta allí. Somos unos críos.

—En realidad —dijo Chris—, hay un concierto de Morti en el pueblo dentro de un par de meses. Podríamos comprar entradas e ir a verlos.

—¡Excelente! Eso está bien, Christopher, muy bien. Si sois capaz de realizar los preparativos, seréis recompensado.

Christopher pareció un poco ofendido ante aquello.

—No quiero una recompensa, Dirk. Esto es algo normal que los amigos hacen los unos por los otros —dijo.

—Amigos, mmm, no es un vocablo con el que esté muy familiarizado. Pero sí que tengo una vacante para ser mi esbirro, si es a lo que os referís —replicó en su tono de voz más imperial, para acto seguido sorprenderse ante el enésimo ataque de risa de ambos.

Entonces, Sooz reparó en su anillo.

—¡Guau, se sale! ¿Dónde lo has conseguido? Esto sí que es gótico —le dijo.

—¿Esto? —respondió Dirk—. No, no se sale, se ajusta muy bien. Es mi Gran Anillo, mi Anillo del Poder que forjé hace milenios en los fuegos del Corazón del Mundo, allá en las entrañas de la tierra. Pero he aquí que ahora ha perdido todo su poder. ¡Bah, no vale nada! Tomad, es para vos.

Lo extrajo de su dedo y se lo entregó a Sooz. Ella sonrió e incluso se puso a dar saltos de alegría. «Pequeña criatura extraña —pensó Dirk para sus adentros—. Pero entretenida».

Sooz lo expuso a la luz.

—¿Qué es esto que lleva aquí delante? Es una especie de sello, como una calavera o una cara. Y con esos grabados en el interior, como runas o algo así. Quedan genial —dijo mientras se lo ponía en el dedo—. Me queda perfecto, y qué bien va con mis pulseras —extendió la mano para admirarlo.

—El rostro estilizado es mi escudo de armas, mi sello. Sin embargo, las runas son ancestrales: la lengua de la magia misma, anterior a la creación del mundo —dijo Dirk—. Bueno, mi mundo, quiero decir; no tengo ni idea sobre este extraño lugar.

—¡Genial! —dijo Christopher.

—Sí, es precioso —añadió Sooz. Las runas se parecían a esto:

El sello de la parte frontal era así:

A Sooz le encantaba.

—¡Muchísimas gracias, Dirk, gracias! —dijo, y se inclinó hacia delante y le dio un ligero beso en la mejilla.

Dirk retrocedió un instante. Hasta donde él era capaz de recordar, no le habían besado nunca. Cierto, su memoria no alcanzaba hasta sus lejanos comienzos, pero sin duda que no le habían besado en los últimos milenios. Empezó a sentir calor en el rostro.

—Tienes toda la cara roja —le dijo Christopher.

—Se está sonrojando —dijo Sooz entre risitas.

—¿Sonrojando? ¿Qué es sonrojarse? ¿Me habéis echado pues alguna maldición con vuestro beso de vampiro? —dijo Dirk en tono acusatorio. Pero aquello no logró sino hacer reír aún más a Sooz.

—Luego te cuento de qué va todo esto —dijo Christopher.

Sooz introdujo la mano en su mochila. Dirk se percató de que llevaba ciertas palabras escritas en ella, en color rojo que goteaba sangre y decían: «Angelbile, Gira de los Corazones del Infierno».

—¡Bonita bolsa! —dijo Dirk sin pensárselo.

—Gracias, Dirk —contestó Sooz, y le entregó un libro—. Todo regalo merece otro en respuesta. Es un diario que acabo de comprar, y todavía no he llegado a estrenarlo. Es un diario gótico, por supuesto, pero estoy segura de que te gustará. Ahí puedes escribir todos tus pensamientos y tus sueños.

El libro era negro. Eso era bueno. En el frontal había una figura repujada que parecía la mismísima Muerte. Debajo, decía: «Diario de la Parca». A Dirk le recordó a ciertos libros que él guardaba en la Biblioteca Oscura de su Torre de Hierro como El arte del cultivo de los muertos, o su ejemplar de la primera edición del Necronomicón revisado.

—Gracias, Sooz, es hermoso —dijo un Dirk realmente complacido. Aquello era lo mejor que nadie le había dado hasta entonces en su tránsito por aquella extraña tierra—. Mmm, se vale… quiero decir, se sale —añadió, cosa que arrancó más risas de parte de Chris y Sooz.

Entonces sonó el timbre para la siguiente clase. Camino del aula, Dirk susurró al oído de Christopher:

—¿Qué es eso de «salirse», y qué significa ese término de «retra» que usa ella? ¿Es, presumiblemente, algún tipo de trato honorífico?

Christopher se rio.

—Cuando algo «se sale» es que está genial, que es bueno; y «retra» es… bueno, es una abreviatura de «retrasado» en clase, o mental, etcétera. ¡Básicamente, te está llamando estúpido!

Dirk suspiró. Cuánto le quedaba aún por aprender en aquel extraño lugar.

Más tarde, después del instituto, cuando fue conducido de regreso con los Tutores Carceleros, los Puros, se sentó en la cama y escribió en su diario por primera vez. Y decidió llamarlo:

Mi Negro Diario del Destino

Y esta fue su primera anotación:

1 de mayo

He perdido mis poderes. Mis ejércitos de trasgos, mis Legiones del Horror, mis escuadrones de demonios alados, todos perdidos. El Anillo del Poder está inerte y lo he abandonado. Mi Capa de la Noche Infinita es inútil. El Yelmo de las Huestes del Infierno se ha perdido o destruido junto con mi Cetro de Ébano de las Tempestades. El sortilegio del Mago Blanco me ha confinado en el cuerpo de un niño, pero ese viejo insensato y senil ha cometido un descuido mayúsculo: me ha dejado la mente intacta. Aún poseo mi tenebroso intelecto, mi ingenio para las estratagemas, mis artes para la alquimia, el artificio y la persuasión. Y mi capacidad para la paciencia infinita…

Unos pocos días más tarde, escribió otra página:

7 de mayo

Las pesadillas empeoran. Tengo, al menos, una a la semana. El cazador blanco estrecha su cerco. Soy consciente de que desea darme caza, arrancarme el corazón y devorarlo. ¿Qué puedo hacer para defenderme?

Y otra más después. Estaba comenzando a disfrutar el hecho de llevar un diario, en especial cuando le servía para ventilar cierta ira…

8 de mayo

Hoy he recibido un informe de manos de esos insufriblemente arrogantes e interminablemente irritantes humanos que se hacen llamar «profesores». ¡Como si pudieran enseñarme algo ellos a mí, el Señor Oscuro, Señor de las Legiones del Horror y Nigromante Supremo! ¡Soy yo quien debería enseñarles a ellos el valor de la servidumbre, de la obediencia a la voluntad de un ser superior, para empezar! ¡Les enseñaría a postrarse ante mí como los perros serviles que son!

He adjuntado el informe al diario, ¡a modo de recordatorio perpetuo de la necesidad de venganza!

Comentario del profesor:

Dirk es un alumno difícil. Ciertas áreas de la historia, simplemente, no le interesan, como la historia social o la Revolución Industrial. Sin embargo, las guerras, masacres, atrocidades y luchas políticas intestinas le fascinan. Es el mejor alumno que tengo en cuanto a la historia militar se refiere. Su nivel de presentación es pobre, ya que suele entregar los deberes en estilo novelado. Una réplica de un casco romano con un tajo manchado de sangre que chorrea «sesos» de mazapán está muy bien, pero yo había pedido un trabajo escrito sobre Julio César y la guerra de las Galias.

13 de mayo

He pergeñado un plan de venganza factible en relación con este asunto del informe. Robaré una plantilla de un informe en blanco y la rellenaré desde mi punto de vista… No, aguardad, desde el punto de vista de todos los internos retenidos en la Institución de Adoctrinamiento, los alumnos, como si escribiésemos un informe acerca de las absurdas bufonadas de nuestros profesores, ¡y no al contrario! Mmm, en especial, ese tirano insensato, Grousammer.

¡Sí, un informe sobre el director! ¡Y luego haré cientos de copias y las distribuiré por toda la escuela! ¡Aborrecerán el día en que osaron juzgarme, solo esperad y veréis! ¡Juó, jo, jo!

14 de mayo

Más mortificante aún que la debacle del informe: el señor Banks —los niños humanos le llaman «Sandy»—, el profesor de Geografía, nos ha encomendado una tarea especial, dibujar un mapa del pueblo en el que vivimos (o, en mi caso, en el que he sido exiliado). Sea como fuere, he completado dicha tarea con un nivel de excelencia fuera del alcance de cualquiera de mis «compañeros de clase», ¡pero ese patán de Sandy aún me ha impuesto un castigo por ello! ¿Cómo es posible que estos insensatos no reconozcan el ingenio cuando lo ven? Aquí está el mapa como prueba de mi genialidad y de la cruel injusticia de mi castigo. Bueno, en realidad no tan cruel, más bien una molestia. ¡Estos mojigatos humanos no tienen la menor idea de cómo se castiga de verdad a alguien!