FECHA: 01:01:10 MG; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050
—Este es el último de los cristales HoloMem del archivo, Pierre —dijo Jean cuando se apartó de la consola de comunicaciones—. La mayor parte de lo que contiene estaba en código. Espero que tengan las claves criptográficas.
Se volvió a inclinar hacia adelante, porque la imagen del Locutor-del-Cielo aparecía en la pantalla.
—Claves evidentes —dijo Locutor-del-Cielo—. Adiós.
—Me gustaba más el viejo Maestro-del-Cielo —dijo Pierre—. Era tal su verborrea que nos dejaba tiempo para pensar.
—Ahora tenemos mucho tiempo para pensar —dijo Jean en voz baja mientras cerraba la consola de comunicaciones.
Metió la mano debajo del pupitre y extrajo el cristal de HoloMem que había salido de la biblioteca, y lo reemplazó por el cristal normal de la consola que contenía el registro de todo lo que pasaba por la consola.
—Demasiado tiempo —dijo Pierre.
Siguió a Jean que se metía por el pasillo que bajaba hasta la cubierta de la tripulación. Jean se fue a la biblioteca para restituir el cristal HoloMem a su estante. Pierre, motivado por su responsabilidad como comandante, volvió a la cocina y se puso a mirar los listados de los alimentos que había en los armarios de la despensa. Había comida para ocho días más si se consumían raciones normales, para dieciséis días a media ración, para treinta y dos días a un cuarto de ración. Sólo para un mes. Faltaban cinco meses más para que Óscar regresara de su alargada órbita elíptica, alrededor de Huevo. Sus ojos no miraron hacia la fila de armarios que tenían la etiqueta en blanco. Saltando ligeramente a causa de la escasa gravedad, sobrepasó a Jean que estaba en la consola de la biblioteca y viró para entrar en la sala de estar. Doc hablaba con Seiko, y Abdul miraba pensativamente a través de la mirilla que había en el suelo.
—¿Están listos los HoloMem? —preguntó Abdul, mirando hacia arriba.
—Sí —dijo Pierre, flotando suavemente hasta el almohadón que estaba a su lado.
—¿Queda algo que podamos hacer los simples humanos? —preguntó Abdul.
—Los cheela ya no nos necesitan más. Hay que suponer que ya están muy avanzados en su recuperación.
Una pequeña mota de un blanco vivo apareció en la parte exterior de la ventana de observación y se quedó parada.
—Sonríe —dijo Abdul—. Estás a punto de ser retratado por unos turistas.
La mota soltó una nube de chispas. Hubo un juego de luces y después las chispas volvieron a la reluciente mota, que se alejó velozmente.
—¿Pierre, que planes tienes para el resto de la misión? —preguntó Seiko.
—No tengo planes.
—¡Pues deberías tenerlos! —la voz de Seiko estaba alterada—. ¡No deberíamos malgastar nuestras vidas sin hacer nada mientras esperamos la muerte!
Pierre levantó su mirada de la mirilla; su angustia se adivinaba en sus facciones a través de su descuidada barba.
—Soy incapaz de encontrar el modo de salvarnos —dijo y las lágrimas empezaban a salir de sus ojos.
—Claro que no puedes —dijo Seiko—. No hay posibilidad de salvación para nosotros. Es cuestión de números. Hay que alimentar a cinco personas y sólo tenemos ración para ocho días. Podríamos conseguir alargarlas si utilizamos nuestras reservas corporales, pero se agotarían dentro de un mes. Hasta podríamos considerar la posibilidad de comernos el cuerpo de Amalita. Lo máximo que podríamos obtener de él, serían cincuenta kilos de carne.
Se volvió hacia el Doctor Wong:
—¿Doctor, cuantas calorías tiene la carne? —le preguntó.
—¡No puedo creer lo que estoy oyendo! —dijo Abdul—. ¡En modo alguno, pienso convertirme en un caníbal! ¡Me voy!
Intentó tirarse de cabeza por la puerta para ir a su habitación, pero Pierre le sujetó poniéndole una mano sobre su hombro. Lo mantuvo así e hizo una señal a Doc para que contestara.
—Utiliza los mismos valores que los de la carne de cerdo, Doc —sollozó Abdul—. Alguna vez he oído decir a mis amigos los caníbales que es muy difícil advertir la diferencia.
—Muchas carnes tienen unas 4.000 calorías por kilo —dijo el Dr. César Wong—. Una persona normal puede vivir con medio kilo de carne al día, si la dieta se puede suplementar con vitaminas.
—O sea que los 50 kilos solo nos durarían 20 días a ración normal, u 80 días a un cuarto de ración —dijo Seiko—. Todavía nos quedamos cortos por dos meses —hizo una pausa de un segundo—. Como dije antes: no tenemos salvación.
—Creo, y no me equivoco, que lo que ahora vas a decir es que lo echemos a suerte —dijo Abdul a Pierre.
—¡Abdul! —dijo Pierre severamente.
—Ya he calculado esta posibilidad —dijo Seiko—. Pero en ella aparece un problema. Si esperamos a que alguno fallezca de hambre, entonces va a quedar muy poco alimento en su cuerpo.
—¡En el mío no va a quedar ninguno! —dijo Abdul.
—Pero, por otra parte, si una persona fallece al principio del periodo, resulta que no sólo su cuerpo será una fuente de alimentos significativa, sino que además no habrá consumido alimentos mientras pasaba el tiempo. Si tomo los datos de calorías supuestos por el Doctor Wong, mientras dos cuerpos podrían permitir raciones reducidas a una cuarta parte para cuatro personas, durante el mismo tiempo, si hubiera tres cuerpos se dispondría de alimento adecuado para los restantes tres, durante seis meses.
—¡Magnífico! —exclamó Abdul—. ¿Por qué vamos a detenernos en el canibalismo, cuando podemos celebrar homicidios rituales?
—Aunque esta opción, en teoría sea factible —continuó Seiko—. Yo misma no tengo la menor intención de sugerirla ni mucho menos de participar en ella.
—¿Qué te pasa? ¿Temes sacar la paja corta?
—No. La paja larga —contestó Seiko—. Ni tú, ni yo, ni ninguno de los demás podría regresar usando esta solución. Yo, por ejemplo, voy a consumir mis últimos días completando mis estudios científicos, preparando mi trabajo para que sea publicado y transmitiéndolo al San Jorge. Será la culminación de mi carrera. Cuando haya terminado, estaré dispuesta a morir.
Se dirigió otra vez al Dr. Wong.
—¿Tenemos cápsulas terminales a bordo, Doctor Wong? —le preguntó.
—Desde luego —repuso César.
Seiko, entonces, se volvió hacia Pierre.
—Va a resultar difícil mantenerse racional a medida que vaya pasando el tiempo —dijo flemáticamente—. Aconsejo que penséis ahora en consignar al espacio, el cuerpo de Amalita. Así evitaríamos tentaciones, después.
Se tiró de cabeza por el pasillo que iba hasta la cubierta científica.
Pierre miró a todos los demás.
—Tiene razón —dijo Jean.
—Ayudaré a sacarla —dijo César.
—Si no os importa, será mejor que yo esté en cualquier otra parte —dijo Abdul—. Creo que no podría resistirlo.
—Claro —dijo Pierre—. Doc y yo nos encargaremos de hacerlo, y Jean puede ocuparse de manejar los controles de EVA.
Amalita había sido colocada en el armario en posición fetal, por lo que resultaba relativamente fácil desplazarla por la cubierta, pero apenas sí se la podía hacer pasar por los agujeros de los pasillos. Todavía llevaba su traje espacial, ya que el Doctor Wong no había necesitado continuar su examen, cuando al quitarle el casco vio que tenía el cuello roto. Seiko cerró la consola de física estelar, y amortiguó la mesa de imagen cuando llevaron a Amalita a la cubierta científica.
—Sostendré a Amalita mientras vosotros os ponéis vuestros trajes —dijo ella, tomando la congelada carga inerte.
—La compuerta EVA está preparada —dijo Jean—. Se alzó de la consola de EVA, ayudó a Pierre y a César con sus trajes y repasó la hoja de comprobaciones previas, tan cuidadosa y concienzudamente como siempre lo había hecho Amalita.
—Botas de magnetoextinción… —dijo Jean. Pierre movió un interruptor de su consola pectoral que ordenaba la distribución seudoaleatoria de los monopolos magnéticos que llevaba en las suelas de sus botas, para que duplicaran la distribución hexagonal de los monopolos, incorporada a las plantas interiores y al casco del Matadragones. Sus botas golpearon la cubierta y giraron hacia fuera formando un ángulo de treinta grados.
—Comprobado —dijo y abrió la compuerta de EVA. Se dio la vuelta y ayudó a César para conseguir hacer entrar el cuerpo de Amalita.
—No olvidéis vuestras cuerdas de seguridad —dijo Jean—. Fuera de aquí, hay unos campos gravitatorios muy fuertes.
Pierre amarró una cuerda a su propio traje y otra a una anilla del traje de Amalita. En aquel momento apareció una cabeza oscura por el agujero del pasillo.
—Tengo que despedirme de ella —dijo Abdul.
Tuvo que hacer un gran esfuerzo para poder mirar la cara terriblemente quemada de Amalita. Su mano izquierda acarició la chamuscada cabellera, mientras besaba por dos veces su mano derecha y la apoyaba suavemente en las ampollas congeladas, de los cerrados párpados de Amalita. Se dio la vuelta y regresó por el pasillo, de cabeza, dejando tras él una nube de lágrimas que ascendía impulsada por un remolino de aire.
Jean efectuó todo el ciclo de operaciones, para que salieran al exterior.
—El mejor sitio para soltarla es cerca de la ventana del observatorio —dijo Pierre después de salir por la compuerta exterior.
Cuidadosamente fijó sus botas de magnetoextinción en el casco y sujetó su cuerda de seguridad a un punto de amarre.
—Será atraída hacia fuera, hacia el anillo de masas de compensación y desaparecerá en un relámpago de plasma. Lo que no queremos, en absoluto, es que ella o sus «trozos» queden en órbita.
Se desplazaron lentamente sobre el casco de la nave hasta llegar a un punto próximo al mirador. Estaban de pie en el polo sur de su pequeña luna que giraba alrededor de la estrella de neutrones, dando cinco vueltas por segundo. Pero el casco del Matadragones no giraba cuando estaba en órbita, sino que mantenía su orientación en relación a las lejanas estrellas. Para los dos humanos que estaban de pie sobre el casco, la estrella de neutrones de un blanco incandescente parecía girar alrededor del ecuador de la nave cinco veces por segundo, mientras encima y debajo de ellos giraba un anillo formado por seis masas rojas que pasaba por sobre los dos polos de la nave esférica a la vez que giraba para mantenerse siempre tangente a la dirección de la estrella. Con esta configuración, las mareas de gravedad creadas por las masas anulaban las peligrosas mareas de gravedad de la estrella, permitiendo la supervivencia de los humanos.
—Le daré un ligero empujón mientras vas aflojando la cuerda de seguridad —dijo Pierre.
Soltó el cuerpo de Amalita, y las mareas no compensadas empezaron a tirar de ella alejándola. Cuanto más se apartaba de la nave y se aproximaba a las masas del anillo, más intensas eran las fuerzas que tiraban de ella. Una pléyade de chispas blancas se reunió, manteniéndose a distancia, para observar.
—Se está volviendo pesada —dijo César.
—Me parece que es estable —dijo Pierre—. Suéltala.
El extremo de la cuerda de seguridad dio un latigazo al salir de la amarra y se fue tras de Amalita, que se aceleraba rápidamente hacia el anillo que estaba 200 metros más allá. Un poco antes de que alcanzara el anillo, su cuerpo fue rodeado momentáneamente por una nube de motas blancas. Se vio un relámpago y Amalita desapareció.
Cuando Pierre y César regresaron a la nave, Jean y Seiko les ayudaron a sacarse los trajes.
—A no ser que alguien quiera usar la consola de la biblioteca, creo que voy a volver a trabajar en mi libro —dijo Pierre.
—¿Cuál de ellos? —preguntó Jean.
—La versión popular de todo lo que ha sucedido en este viaje. Iba a llamarla Huevo del Dragón pero los editores de Interplanetaria Ballantine dicen que ya tienen un título del mismo nombre en su fondo. Por otra parte quieren algo más personal, por lo que eligieron Mi visita a nuestros amigos nucleónicos. Creo que el título es algo tonto, pero ellos son los que pagan.
—Creo que el dinero ya no tiene la menor importancia —le recordó Seiko.
—Hmm.
Pierre miró la mesa, donde aparecía la imagen de la estrella y advirtió que había muchas cosas nuevas en la superficie de la estrella de neutrones.
—Ha habido muchos cambios, en la última hora —dijo a Seiko.
—Sí —contestó ella—. Mientras tú y el Doctor Wong estabais fuera, los cheela han vuelto a establecer una civilización tecnológica muy avanzada, sobre el suelo, y han reanudado unas actividades intensivas en los viajes espaciales. Han recuperado muy rápidamente lo perdido cuando ocurrió el estrellamoto y avanzan a una marcha muy acelerada.
—Será mejor que me ocupe en escribir si es que me he de mantener a su nivel.
Pierre se agachó y se empujó por el agujero del puente que daba al pasillo. Se detuvo cuando llegó a la cubierta principal. Abdul estaba allí. Había abierto la protección metálica de una de las mirillas ecuatoriales y estaba mirando a través del cristal teñido.
—¡Eh!, fíjate en los mirones —chilló Abdul a través de la cubierta—. Es como si yo fuese una de las cabezas del Monte Rushmore. ¿Por qué no vienes aquí y juegas a ser Teddy Roossevelt? Ya tienes la barba, para empezar.
Cuando Pierre se acercó a la ventana, el número de las motas que estaban fuera, aumentó extraordinariamente.
FECHA: 01:30:04 MG; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050
Pensamiento-Ocupado se paseaba por el aula de la guardería criticando el trabajo de los alumnos. A pesar de que gran parte de la educación de los jóvenes se hacía por medio de las conexiones por holovídeo con el programa «Maestro Superior» del ordenador central, todavía quedaban algunos temas que eran explicados mejor por profesores vivos en aulas centrales. El arte plasmático era uno de estos tópicos, especialmente porque los generadores eran muy caros y voluminosos.
—Es una estructura excelente, Ojos-Bellos —dijo Pensamiento-Ocupado—. Pero los colores son demasiado pálidos para una forma tan atrevida. Tal vez deberías probarlo con más corriente en el generador de iones.
El estudiante ajustó los controles que tenía debajo de su arista e incrementó la intensidad de los rayos de iones que se disparaban dentro de los campos magnéticos que tenían una forma determinada. Los iones circulaban en espiral a lo largo de las líneas de campo magnéticas, desprendiendo un resplandor de radiación sincrotrón. Con el aumento de la corriente, el interior de la escultura magnética resplandecía mucho más. Ojos-Bellos aumentó, entonces, la potencia de uno de los generadores de campo magnético que estaba en la base, y ajustó algunas guías superconductoras que estaban sujetas a la parte alta. La escultura había pasado a ser una forma flotante de resplandecientes colores incandescentes. La forma era de simetría doble. Había una estructura interior de un intenso violeta que básicamente era casi esférica, pero tenía unos grandes agujeros irregulares que penetraban en su interior, con un triángulo y un rectángulo debajo de ellos. Cubriendo la estructura violeta aparecía un manto de plasma grumoso de tonalidad azul blanquecina con zonas de amarillo claro.
—Se parece a algo muy conocido —dijo Pensamiento-Ocupado.
—Es el retrato de un humano —dijo Ojos-Bellos—. Este es Pierre Carnot Niven, el comandante de la expedición.
—Si tú lo dices. A mí todos los pausados me parecen iguales.
—Pero no cuando les conoces bien —dijo Ojos-Bellos—. Pierre tiene pelos en la parte de abajo de su bulto-cabeza, además de en la parte de encima.
Ojos-Bellos prosiguió con impaciencia.
—He aprendido todo lo que se refiere a los humanos en mis cursos por holovídeo. El programa «Maestro Superior» dice que hago progresos en este tema y me ha autorizado para que siga un programa especial avanzado en humanología.
—Esto está muy bien, Ojos-Bellos, pero ésta es una clase de arte abstracto. A pesar de que a los humanos les veamos como muy raros, esto no los califica como pertenecientes al arte abstracto. Para la próxima clase quiero que te limites a hacer lo que se te pide.
Pensamiento-Ocupado se fue hasta el centro de la habitación y dio unos tamborileos para llamar la atención de la clase.
—Cada uno debe terminar su escultura y registrar el conjunto de los controles en la memoria. Cuando hayáis terminado, daré una noticia.
Hubo muchos intercambios de susurros entre los estudiantes, mientras hacían los últimos ajustes en sus obras y luego cerraban sus generadores. Cuando se reunieron alrededor de su maestro Pensamiento-Ocupado, éste tuvo el momentáneo instinto de estirarse y cubrirlos a todos ellos con su manto de incubación. Se libró de aquel sentimiento, pero decidió inscribirse otra vez para el rejuvenecimiento. Ya lo había estado posponiendo demasiado.
—El clan de la Roca Blanca ha prosperado mucho en estos últimos tiempos —dijo Pensamiento-Ocupado—. Con la disminución de nuestra cuota de huevos, que ha hecho el Consejo de Control de Población de los Clanes Aliados, hemos tenido menos gastos de escuela-guardería. Los Ancianos del clan han decidido que toda la escuela-guardería haga un viaje para conocer a los humanos. Después de todo, pasamos por un periodo único en la historia, en el que los cinco humanos pueden ser vistos de cerca y al mismo tiempo.
Ojos-Bellos se quedó extasiado al oír la noticia. Por primera vez iba a poder ver a los humanos que había estudiado.
La clase tomó un transporte deslizante hasta el polo Oeste, y subieron por la Fuente Espacial del polo Oeste, hasta la cúspide. Pensamiento-Ocupado había preparado un enlace especial con «Maestro Superior». Durante el camino ascendente, los alumnos de la clase se beneficiaron de una conferencia sobre las particularidades geográficas del hemisferio del polo Oeste que quedaba por debajo de ellos. En la Plataforma Superior tomaron una nave de turismo, construida especialmente para ver a los humanos. Poseía unos generadores de gravedad artificial y unas gradas para que todos pudieran tener una buena visualidad, sin que la nave humana les diera la incómoda impresión de estar «encima de ellos».
—¡Caramba! Son enormemente grandes —dijo Ojos-Bellos cuando la nave de los turistas se quedó inmóvil flotando a un metro de la mirilla que enmarcaba las caras inmóviles de Pierre y de Abdul.
Conformó un pseudópodo y señaló hacia uno de los humanos.
—Ese es Pierre. Se puede distinguir porque tiene un parche amarillo en toda la parte de abajo de su cabeza. Ese otro es Abdul, que sólo tiene un delgado parche amarillo debajo de la nariz.
—¿Qué es esa sustancia amarilla? —preguntó una de sus condiscípulas.
—Pelos. Los humanos son en gran parte pelones como nosotros, pero tienen parches de pelos en sus cabezas, parecidos al pellejo de un Ligero.
—¡Horroroso! —contestó ella.
La nave de turismo se acercó a la mirilla vecina por la que Jean Kelly les miraba.
—Todos parecen iguales —dijo alguien—. Creía que tenían la piel de colores distintos.
—Así es, en la parte del espectro de longitud de onda muy grande, en la que funcionan los ojos humanos —explicó Ojos-Bellos—. Pero todos parecen iguales si se les mira con visión de rayos X.
La nave de turismo disponía de un proyector de holovídeo con una secuencia de interrupción temporal. Primero vieron a Abdul en el mirador llamando a Pierre, la aparición de Pierre en la ventana, después Abdul y Pierre hablando y mirando hacia la nave visitante. Las sacudidas que se veía en las fotografías, hechas a intervalos de tiempo, hacían que todos saltaran sobre sus aristas.
—¡Parad de reír! —chilló Ojos-Bellos—. ¡Estos valientes humanos han dado sus vidas para salvar a Huevo, y os estáis riendo de ellos como si fueran Ligeros en un zoo!
—¡Ojos-Bellos! —la arista de Pensamiento-Ocupado golpeteó desde lejos—. ¡Pórtate bien!
La arista de Ojos-Bellos se mantuvo en silencio, pero su nudo cerebral todavía estaba furioso.
—Debe haber alguna manera de poderles salvar —pensaba—. Y no cambiaré este maldito nombre que llevo, hasta que la descubra. Cuando lo consiga escogeré otro nombre mejor: un nombre noble.
FECHA: 01:30:05 MG; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050
—¡Fíjate en esas naves espaciales! —dijo Abdul—. Tienen casi 10 centímetros de longitud y poseen muchas cubiertas. Deben ser el equivalente a nuestros cruceros de lujo, que vienen para disfrutar de las vistas.
—Ya no los hacen esféricos —dijo Seiko que observaba desde un mirador vecino—. Han descubierto un método eficaz para producir gravedad, y ya no necesitan ir paseando los agujeros negros en miniatura. Su capacidad tecnológica aumenta a una velocidad asombrosa.
—Me pregunto si serán capaces de desplazar asteroides —dijo Jane, esperanzada.
—Les sobra la energía para que puedan hacerlo —dijo Pierre—. Lo que pasa es que Óscar es demasiado frágil, y ellos y sus máquinas son muy densos.
—En los holovídeos, Superman puede ser capaz de levantar icebergs —dijo Abdul—. Pero si intentase levantar un iceberg no conseguiría otra cosa que un montón de cubitos de hielo.
—No hay ninguna manera de que Óscar regrese antes de seis meses —dijo Seiko utilizando su teutónico tono autoritario—. Será mejor que dejemos de pensar cosas absurdas. Es contraproducente. Vamos a morir, y no podemos hacer nada para evitarlo. Me voy a la cocina a buscar algo que comer. ¿Alguien quiere acompañarme?
—Ahora no tengo hambre —dijo César. Los demás siguieron mirando por las ventanas a las naves visitantes.
FECHA: 03:54:50 MG; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050
Al final llegó el giro en que Ojos-Bellos cesó en su empeño y regresó a la ciudad de Roca Blanca, el lugar de donde era originario su clan. Buscó al jefe de la escuela y solicitó un puesto para ocuparse de los más jóvenes.
—Hay pocas plazas —dijo el jefe de la guardería 71—. Consejo Control-Población hace disminuir cheela y aumentar robots.
A Ojos-Bellos no le gustaba el estilo brusco del lenguaje que se había desarrollado durante los últimos 60 gran de giros. En aquel tiempo, cada cheela tenía una horda de robots a su disposición y muy raramente se relacionaba con los otros cheela, lo que explicaba que la buena educación ya no se notara en el lenguaje. Después de todo, los robots no tienen sentimientos y no hay que convencerles para que hagan algo, sólo hay que decirles que lo hagan. Puesto que estaba hablando con un cheela, decidió que sería mejor utilizar el antiguo estilo.
—Le estaría enormemente reconocido si pudiera encontrar un empleo para mí —dijo Ojos-Bellos—. He trabajado duramente durante 300 gran de giros y deseo dedicarme al cuidado de los jóvenes.
—¿Experiencia? —preguntó el jefe de la guardería 71.
—Tengo títulos superiores en Humanología, Medicina Humana, Ciencia Ampliada de la Materia, Ingeniería Inercial y Gravitatoria y Administración Científica. Además he sido jefe del Cuarto Segmento en la Legislatura de los Clanes Aliados.
—¿Éxitos?
—No demasiados, me temo —dijo Ojos-Bellos—. Me he pasado la vida tratando de encontrar alguna manera de evitar que los humanos se mueran de hambre. He estudiado la medicina humana para buscar algún método, como por ejemplo, el sueño profundo, para conseguir que los humanos puedan vivir sin alimentos. He estudiado la Ciencia Ampliada de la Materia para intentar descubrir la manera de fabricar alimentos, con el equipo que los humanos tienen en el Matadragones. He estudiado la ingeniería inerciales y gravitatoria para encontrar la forma de que el lejano asteroide regrese antes. No tuve éxito.
»Me metí en la política, llegué a ser jefe del Cuarto Segmento. Logré que me dieran fondos para formar un grupo especial de trabajo para resolver el problema del hambre de los humanos, después dejé la legislatura para hacerme cargo de este grupo. Disponía de las mentes más brillantes, tanto de los cheela como de los robot, que trabajaron en este problema, durante dos generaciones. No tuvieron éxito. Cuando se acabaron los fondos, renuncié y vine aquí. No tengo éxitos que pueda contar a los jóvenes. Me temo que no sería una buena elección para trabajar aquí.
—No —corroboró el jefe de la guardería 71.
Su arista estaba ocupada en su pantalla de toque.
—Hay un huevo disponible para incubar durante 18 giros.
—Lo tomo —dijo Ojos-Bellos.
El alma predestinada de Ojos-Bellos, estaba en paz, por fin. Del huevo había salido una cría casi perfecta, exactamente tal como los geneticistas habían predicho. La cría tenía el nombre oficial de Roca Blanca/207891384, pero Ojos-Bellos, recordando un viejo cuento que había leído durante sus estudios humanológicos, lo llamó Máximo-Tigre.
Máximo-Tigre se escondía y salía otra vez de debajo del manto de incubación de Ojos-Bellos, jugando al escondite con sus compañeros robóticos. Mientras Máximo-Tigre jugaba, Ojos-Bellos recogió uno de los juguetes educativos de las crías. Era demasiado caro para ser un juguete tan sencillo, pero los psicólogos de las crías creían que era importante para los pequeños que tuvieran experiencias con los fenómenos paradójicos desde su más tierna edad.
El juguete consistía en un anillo sencillo. Iba con una docena de pequeñas esferas metálicas. Cuando una esfera se empujaba a través del agujero central del anillo, no salía inmediatamente por el otro lado. Según fuera el lado por donde hubiera entrado la bola, salía en un tiempo diferente, bien en el pasado o bien en el futuro. Había seis bolas en reposo sobre la corteza. Distraídamente, Ojos-Bellos cogió cinco de aquellas esferas y las metió una cada vez, por el agujero del anillo. Hubo una larga pausa, y después las cinco esferas fueron apareciendo y cayendo fuera.
De repente, Ojos-Bellos replegó su manto de empollar y salió aprisa del recinto, dejando atrás a un sorprendido Máximo-Tigre.
Los compañeros de juego robóticos distrajeron la atención de Máximo-Tigre del fugitivo Ojos-Bellos, a la vez que mandaban unos mensajes de emergencia al jefe de la guardería para pedir un sustituto.
FECHA: 03:55:03 MG; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050
La pantalla de la consola de comunicación se iluminó presentando la imagen de Locutor-del-Cielo. Destacándose sobre la algarabía de datos en transferencia, llegó una señal de llamada.
Seiko se acercó a la consola y la imagen de Locutor-del-Cielo empezó a hablar de inmediato.
—Lees aprisa —dijo la imagen—. Escuchas lento. Lee.
La imagen fue reemplazada por un texto que iba pasando rápidamente por la pantalla, a la velocidad máxima a la que sus ojos podían leer.
Seiko no sabía cómo los cheela lo habían conseguido, pero habían tomado el control del programa visual de la consola de comunicaciones.
—Pierre, —dijo Seiko sin dejar de leer—. Van a intentar salvarnos.
—¿Han descubierto algún modo de desplazar a Óscar? —preguntó él, que llegó flotando hasta su lado.
—No —dijo Seiko—. Han descubierto un modo de desplazarnos a nosotros.
Pierre leyó la pantalla al mismo tiempo que ella, y después dijo al resto de la tripulación:
—Todos hemos de meternos en los tanques de protección frente a la gravedad elevada —dijo—. Los cheela nos van a llevar de viaje.
FECHA: 04:02:35 MG; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050
Productor-de-Neutrinos-84 estaba vigilando cuando el enjambre de sus trabajadores robóticos se acercó a la gigantesca ventana del observatorio, situado en el polo sur de la espacionave de los humanos. Se detuvieron a algunos metros del casco y colocaron tres generadores de neutrinos que inundaron el interior de la espacionave con haces de neutrinos de frecuencias cuidadosamente seleccionadas. Después se llevó su equipo al lado diametralmente opuesto, donde colocaron muchos detectores de neutrinos, muy próximos unos de otros. Cada robot llevaba en su parte trasera el símbolo de la planta rinconera de la Compañía de Construcciones Red.
—Este es uno más de los «programas imposibles» de Construcciones Red —dijo con orgullo el ingeniero.
Cuando los detectores estuvieron emplazados, una holoimagen generada por ordenador empezó a formarse lentamente en la pantalla.
—El aire, el agua, los humanos, el acero… todo es semejante al vacío —dijo Productor-de-Neutrinos-84 mientras esperaba con impaciencia a que la imagen se acabara de formar.
—Si hubiesen hecho un scanner de neutrinos a un objeto de densidad decente, la imagen se habría formado casi en el acto.
Tras medio giro, la imagen se había concretado lo suficiente para poder ver que los humanos se hallaban dentro de los tanques, en los que se acababa de sustituir el aire por el agua.
Productor-de-Neutrinos-84 conectó su consola para comunicarse con Vaciador-111. Se trataba de una antigua y experimentada ingeniera de demolición, a la que se había asignado la delicada misión de desmontar de su nave espacial el comunicador de los humanos sin alterar sus posibilidades de funcionamiento. El comunicador había de ser entregado a otro equipo de ingenieros para que calibrase algunas máquinas que permitirían que los cheela ultradensos alimentaran y controlaran, sin deteriorarlo, aquel tenue equipo humano.
—Humanos en tanques —dijo Productor-de-Neutrinos-84.
—Procediendo —dijo Vaciador-111 cuando su equipo de robots desmontadores empezaron su trabajo.
El comunicador disponía de dos conexiones, que atravesaban el casco, con los aparatos electrónicos del interior del Matadragones. Una era un cable de potencia para alimentar la fuente láser y la otra un cable modulador, de fibra óptica, que transmitía la información. Desplazándose cuidadosamente, los robots desmontadores formaron un microabánico de rayos desintegradores para cortar las dos líneas en los mismos conectores. Debían tener cuidado para evitar los extremos libres de los cables que describían eses lentamente por efectos de los campos variables de gravedad que había en el exterior del Matadragones. Después, los robots desmontadores atacaron la estructura de soporte mecánico. El comunicador láser quedó suelto.
Vaciador-111 frotó su pantalla de arista, y apareció la imagen de otro ingeniero de Construcciones Red. Era Gravitón-321. Sus insignias de ingeniero tenían un círculo que significaba gravedad, en vez del triángulo que significaba desmantelamiento.
—Para ti —dijo Vaciador-111.
—Para mí —contestó Gravitón-321—. Y luego para los electromagnéticos.
—¡No toques nada! —canturreó Vaciador-111 en la pantalla.
—Ni tú, tampoco —dijo Gravitón-321 mientras la pantalla se apagaba.
Gravitón-321 distribuyó su equipo de robots gravitatorios en el camino del comunicador láser que lentamente iba dando tumbos. Su trabajo iba a consistir en tomar el láser bajo su control y hacerlo detener. Tenían que hacerlo sin tocarlo, porque el instrumento humano era tan frágil que no podía soportar el más ligero toque de cualquiera de las máquinas de los cheela.
El escuadrón de robots gravitatorios de Construcciones Red había sido especialmente diseñado para aquel trabajo. Tenían forma esférica, y cada uno llevaba un pequeño agujero negro en su interior. El agujero negro proporcionaba el campo de gravedad básico que utilizaba el robot. El casco de los robots estaba dotado de unos potentes intercambiadores y desviadores de gravedad que modificaban la forma, intensidad y hasta la dirección de las fuerzas de gravedad que procedían del agujero negro. Manteniéndose cuidadosamente a una distancia de seguridad, los robots tiraban y empujaban del comunicador láser que iba de aquí para allá, hasta que consiguieron ponerlo bajo su control. Después se lo llevaron a través del anillo giratorio de masas compensadoras hasta un lugar seguro, donde los ingenieros electromagnéticos intentarían actuar sobre él.
Jefe-Electromagnético-1 esperaba pacientemente la llegada del comunicador láser procedente de la posición orbital de los Pausados. Su equipo de ingenieros electromagnéticos estaba preparado. El equipo estaba formado por jóvenes, que debían dar el ímpetu que necesitaban, y por técnicos más experimentados, que debían proporcionar la cautela. Porque, en su intento de acoplar sus ultradensas máquinas nucleónicas a la dilatada materia electrónica de las máquinas que usaban los humanos iban a conquistar una nueva frontera.
Los electromagnéticos eran personajes de una clase especial. Era preciso tener una personalidad obstinada para especializarse en un campo como el electromagnético, en donde casi no había ninguna oportunidad para practicar la especialidad. Por regla general, los ingenieros electromagnéticos no hacían más que hablar entre ellos y proyectar experimentos que requerían conductores electromagnéticos que alcanzaran centenares de metros de distancia por la superficie de Huevo, para medir las ondas extralargas electromagnéticas procedentes del espacio. También cooperaban en los programas instructivos del «Maestro Superior» si se daba el caso de que algún estudiante fuera lo bastante raro como para querer ser ingeniero electromagnético.
Aquella era la primera ocasión en que había necesidad de un mando para el equipo de ingenieros electromagnéticos, y el ingeniero Jefe-Electromagnético-1 era el primero de su profesión.
Gravitón-321 y su escuadrón de robots consiguieron que el comunicador láser se detuviera cerca de las extrañas máquinas de los electromagnéticos que flotaban en órbita, a cierta distancia del Matadragones. Almacenó muchos de sus robots, pero dejó algunos para que se ocuparan de mantener el comunicador láser en su lugar. Jefe-Electromagnético-1, su equipo de ingenieros y sus hordas de robots especializados le estaban esperando.
—Para ti —dijo Gravitón-321.
—Para mí —dijo Jefe-Electromagnético-1.
—¡No toques… —inició Gravitón-321.
—… nada! —canturreó un coro de aristas del equipo de los electromagnéticos.
El cable de alimentación de potencia al láser fue trasladado cerca de un generador de electrones. Resultaba difícil para los ingenieros electromagnéticos generar corrientes intensas a unos voltajes tan pequeños. Pero al poco rato, cuatro amperios de electrón a 500 voltios salían por un lado del generador de electrones, y cuatro amperios de positrón salían por el otro. Los robots electromagnéticos de Construcciones Red orientaban estos haces, utilizando los campos eléctrico y magnético que emanaban de sus cuerpos, y los hacían llegar hasta los conductores que había en el extremo cortado del cable.
—Fotones láser detectados en el extremo del instrumento de los humanos —dijo Ingeniero-Electromagnético-32, que se ocupaba de la respuesta de un detector de fotones de larga longitud de onda alojado en uno de sus robots que estaba situado delante del comunicador láser.
—¿Erosión positrónica? —preguntó Jefe-Electromagnético-1.
—Diez picómetros de mizgiro —contestó Ingeniero-Electromagnético-25.
—Bien —dijo Jefe-Electromagnético-1.
Parecía que la técnica para sacar los electrones del conductor de retorno era correcta. Un conjunto de robots generadores de ultravioleta iluminaban, con fotones violeta, el metal del que hacían desprender los electrones. Estos electrones revoloteaban, en forma de nube, sobre el extremo conductor cargado positivamente, donde eran aniquilados por la corriente de positrones. La mayor parte de los rayos gamma procedente del aniquilamiento eran diseminados por la nube electrónica, pero algunos fotones de energía elevada podían llegar hasta el metal en donde causaban la pérdida de iones cobre.
—¿Temperatura del alambre? —preguntó Jefe-Electromagnético-1 a otro de los ingenieros.
—Estabilizada a 323 K —dijo Ingeniero-Electromagnético-28—. La refrigeración electromagnética está funcionando.
Su equipo de robots eran detectores que evaluaban con detalle el espectro de los fotones térmicos excitados en la superficie del metal por donde penetraban los rayos de electrones.
Una vez conseguido esto, el rayo de electrones se modulaba para producir fotones térmicos que tuvieran un espectro igual al detectado, pero con las frases invertidas, para que, por término medio, los nuevos protones tuvieran tendencia a anular a los originales.
Por tratarse de una técnica estadística, no trabajaba con una perfección absoluta, pero conseguía mantener los alambres por debajo de su punto de fusión.
—¡Modulación! —ordenó Jefe-Electromagnético-1.
Ingeniero-Electromagnético-55 golpeó en su consola de control y sus 20.736 robots empezaron a emitir, por sus cuerpos, radiación infrarroja de onda larga. Los robots estaban desplegados en una cuadrícula de 144 por 144, y su salida de infrarrojos estaba dispuesta en fase, de modo que coincidiera, en forma de pequeño cinturón, exactamente allí donde estaba el extremo cortado de la fibra óptica del cable de comunicaciones.
—Modulación comprobada —informó Ingeniero-Electromagnético-32.
—Bien —dijo Jefe-Electromagnético-1. Ahora ya tenía la seguridad de que los cheela podían encontrar una manera de introducir y sacar información de los alambres eléctricos y de las fibras ópticas de los humanos. Se puso en contacto con Gravitón-321.
—Desvía el láser hacia el San Jorge… —dijo.
No hacía falta una respuesta. Gravitón-321 empezó a trabajar con sus robots, gobernándolos por medio de los bloques de toque, que estaban a los lados de su pantalla táctil-gustativa.
—… y… —prosiguió Jefe-Electromagnético-1.
—¿… y? —preguntó Gravitón-321, intrigado por tamaña verbosidad.
—¡No toques… —inició Jefe-Electromagnético-1.
—… nada! —gritó Gravitón-321, que se divertía mucho.
El San Jorge estaba muy lejos de la peligrosa estrella de neutrones, en una órbita de 100.000 kilómetros a la distancia de un tercio de segundo luz, por lo que transcurrieron tres giros antes de que Jefe-Electromagnético-1 pudiera establear contacto con el ordenador del San Jorge, utilizando el comunicador láser que había retirado del Matadragones. Cuando el ordenador advirtió que se estaba comunicando directamente con los cheela, en lugar de hacerlo con los humanos que pensaban despacio, repitió rápidamente el mensaje que había estado procesando. La imagen era la de una hembra humana con el pelo amarillo, atado en forma de larga trenza, que le caía sobre uno de sus hombros. A Jefe-Electromagnético-1 le recordaba un tipo ridículo de Vergonzoso, conseguido por cruzamientos entre parientes próximos, cuyo pelo era tan largo, que necesitaba un ayudante robot para que se lo sostuviera en alto, apartándolo de su arista, cuando quería desplazarse. Su enlace con la consola la identificó como Carole Swenson, comandante de la expedición del Matadragones.
—¡Matadragones! Vuestro último comunicador láser está muerto. ¡Cambiar a enlaces alternativos! Mata…
Jefe-Electromagnético-1 reflexionó durante unos instantes si debía contestar al angustiado humano, para asegurarle que la tripulación no estaba en peligro inmediato. Pero para cuando ella hubiera acabado de decir «Matadragones», él ya habría tenido la oportunidad de obtener el permiso, para seguir con el resto de su misión. Y ya podría comunicarle la buena noticia de que los cheelas intentarían devolver la tripulación a la nave insignia San Jorge. Borró la imagen humana de su pantalla y lanzó una llamada al administrador del Proyecto de Transporte de los Pausados.
Dos giros después, Jefe-Electromagnético-1 recibió la visita personal del administrador del Proyecto de Transporte de los Pausados. A Jefe-Electromagnético-1 no le gustaba trabajar con aquel Anciano, que insistía en que se le llamara por su arcaico nombre, en lugar de uno más adecuado a su cargo.
—Soy Ojos-Bellos —dijo el administrador. Su arrugada piel y el movimiento incontrolado de sus pedúnculos contrastaban con el intenso resplandor de sus ojos rojo oscuros.
—Los ensayos de acoplamiento han tenido éxito —informó Jefe-Electromagnético-1.
—¡Magnífico! —dijo el administrador.
—¡Magnífico! —repitió el administrador, sin que hubiera necesidad de ello.
—¡Magnífico! —dijo una vez más el administrador.
Jefe-Electromagnético-1 empezaba a preocuparse.
Los movimientos ondulantes de los pedúnculos de Ojos-Bellos se hicieron más rápidos y su piel cambió de color cuando sus emociones se acercaban al punto límite de rotura. Su arista volvió a agitarse.
—Pro… —de repente, cuatro ojos cayeron sin vista sobre la cubierta. Jefe-Electromagnético-1 se dio cuenta inmediatamente de que el Anciano era víctima de un ataque que afectaba a uno de los trilóbulos de su nudo cerebral.
—¡Ojos-Bellos! —se precipitó a ayudar al Anciano y su arista tamborileó una llamada de urgencia en la cubierta.
Ocho ojos rojo oscuros le miraban fijamente y le obligaron a detenerse. No eran unos «ojos bellos» pero si eran ojos de fanático.
—Pro… Pro… seguid con el proyecto —los golpes de su arista eran débiles pero claros.
—Ojos-Bellos —dijo Jefe-Electromagnético-1—. Me quedo hasta que lleguen los médicos.
—¡Vete! —fue su respuesta—. Pero no me llames más Ojos-Bellos. Llámame Salvador-de-los-Humanos.
Su piel, fuertemente arrugada, se estremeció y se colapsó. El cuerpo del Anciano se fluidificó en todas las direcciones. Cuando los robots médicos quisieron entrar, su paso estaba bloqueado.
Después de celebrar una consulta con Directora-Jefe-5, que era la supervisora de Construcciones Red y del contrato para el Transporte de los Pausados, Jefe-Electromagnético-1 regresó a su comunicador láser. La humana Carole Swenson había terminado su frase y estaba en la pantalla con los ojos muy abiertos, leyendo el mensaje del cheela. No había tiempo para esperar a que la humana reaccionase, por lo que Jefe-Electromagnético-1 dejó un largo mensaje para el ordenador del San Jorge y otro más corto para ella.
—Matadragones será desintegrado. Los Seis Ojos de Brillante serán colapsados. El retorno de su tripulación para dentro de seis meses.
Desconectó el comunicador láser, reunió a sus ingenieros y a los robots y se dirigió hacia el Matadragones.
Vaciador-111 distribuyó su equipo de robots cuidadosamente alrededor de la periferia de la gran ventana emplazada en el polo sur de la nave de los humanos. Cuando recibió la señal de la Directora-Jefe-5, activó su consola y los robots desintegraron la parte del casco que rodeaba la ventana. La ventana salió disparada cuando se vació el aire de la nave. Tocó su pantalla de tacto y apareció la imagen de otro ingeniero de Construcciones Red. Se trataba de Gravitón-321.
—Para ti —dijo Vaciador-111.
—Para mí —contestó Gravitón-321.
—No toques…
—Ni lo pienses —ambas pantallas retumbaban de risa.
Gravitón-321 colocó sus robots gravitatorios al paso de la losa de vidrio que iba dando tumbos con lentitud. Aquella pieza de vidrio superresistente, era una de las muchas partes de la espacionave que los científicos de la materia dilatada querían examinar. Cuando los robots tuvieron el vidrio bajo su control, mandó a algunos con la ventana, mientras él y los restantes robots regresaban al Matadragones. Cuando llegó allí, Vaciador-111 ya había cortado un gran trozo circular del casco de la espacionave. La tarea de hacerse con aquel trozo de casco era tan igual a la de recoger la ventana, que Gravitón-321, ni siquiera se preocupó de dar órdenes a los robots. Pensaban con más rapidez y eran más inteligentes que él, cuando se trataba de hacer aquel tipo de trabajo.
Jefe-Electromagnético-1 y su equipo habían llegado ya y Gravitón-321 se unió a ellos para entrar por el agujero que había allí donde había estado el mirador. Notaron cierta incomodidad al penetrar en el interior de la nave. Faltaba el resplandor de Huevo y además no podían ver el cielo.
—Tanque 6 de protección de los Humanos, adelante —dijo Jefe-Electromagnético-1 a su equipo, cuando llegaron hasta el centro de la habitación cilíndrica—. Tomad su control.
Los ingenieros electromagnéticos aportaron sus generadores. A cada uno de sus equipos se le asignó un ingeniero de demolición, para que sus robots se utilizaran para despejar un pasaje a través de las paredes y cortar los cables. Al cabo de unos pocos docigiros habían dejado desconectado del casco el tanque 6, donde estaba Abdul, y habían reemplazado la potencia de la nave que llegaba al tanque, por la suya propia. También habían insertado su enlace óptico en la conexión de fibra óptica de los demás tanques.
Jefe-Electromagnético-1 controlaba el canal de transmisión de vídeo y no se cansaba de mirar a un humano, tal como se veía en su propia región visual del espectro. Aquel humano era muy diferente de Carole, la comandante de la expedición humana. El pelo que se veía encima del bulto-cabeza de aquel humano, era corto y negro, en vez de largo y amarillo. En vez de la larga y gorda trenza que salía de lo alto del bulto-cabeza de ella, aquél tenía una ridícula cuerda de pelo, en medio de su bulto-cabeza. La cara era de coloración oscura, y las pupilas de sus ojos parecían estar abiertas completamente. Jefe-Electromagnético-1 se preguntaba si la apariencia del humano se debía a la máscara respiratoria que tenía que llevar bajo el agua, o si tal vez se debía a otra causa.
FECHA: 04:02:39 MG; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050
—Me he quedado sin potencia, durante un segundo —dijo Abdul casi al borde del pánico—. ¿Qué pasa?
—Los cheela han abierto el casco y se pasean por dentro del Matadragones —dijo Pierre.
—¡Confío con toda mi alma en que sepan lo que están haciendo! —contestó Abdul.
FECHA: 04:02:40 MG; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050
Director-Ingeniero-5 convocó una reunión con su equipo de jefes.
—Separados todos los tanques —dijo Jefe-Vaciador-18.
—Potencia en todos los tanques —dijo Jefe-Electromagnético-1.
—Recogidas todas las muestras —dijo Jefe-Científico-23.
—Preparados los generadores de los monopolos —dijo Jefe-Monopolo-4.
—Preparados impulsores inerciales —dijo Gravitón-53.
—Adelante —dijo Directora-Jefe-5.
Pudo volver a su tarea de trenzar el largo pelo de su Vergonzoso, un auténtico campeón en los concursos.
Podría haber tenido robots que se ocuparan de aquella tarea, pero Rapunzel era merecedor de sus cuidados personales.
—Cortad —dijo Jefe-Vaciador-18 a su equipo de ingenieros.
Vaciador-111 y sus robots, desgajaron la torre científica del polo norte del Matadragones, que se quedó en flotación sometida a las mareas residuales gravitatorias. Sería sostenida allí, en un lugar determinado, por los robots gravitatorios, mientras que los robots demoledores la reducirían a energía almacenada.
—Para ti —dijo Vaciador-111.
—Para mí —dijo Gravitón-321. Se detuvo, en espera de la siguiente frase de Vaciador-111. Hubo una larga pausa.
—¡Toca! —dijo Vaciador-111, manteniendo sus robots alejados por un tiempo.
—¡Toca! —dijo Gravitón-321.
Lanzó su volador directamente hacia la gigantesca estructura.
Metió sus ojos debajo de sus párpados para evitar el resplandor del frío metal, que se convertía en plasma caliente al ser descompuesto por el intenso campo gravitatorio que rodeaba a su nave espacial.
Había una brisa de gas ionizado que rápidamente se posó sobre la cubierta y salió por el lado opuesto.
—¡Toca! —gritó de nuevo a su pantalla, mientras hacía virar su volador y lo lanzaba de nuevo contra aquella montaña de nada.
Al poco rato, muchos ingenieros habían dejado sus robots en automático y se habían juntado a la diversión. Directora-Jefe-5 fue notificada de la interrupción del programa de ejecución del contrato, pero no hizo nada al respecto. Probablemente los robots podrían terminar el trabajo en la mitad de tiempo, ahora que sus jefes no les estorbaban porque estaban jugando.
Fueron necesarios cinco largos segundos, para reducir el Matadragones a cinco tanques esféricos de acero que flotaban graciosamente en el centro de un anillo de seis asteroides condensados. Los ingenieros electromagnéticos de los cheela llevaron de nuevo hasta allí el comunicador láser y lo fijaron al tanque de Pierre, de manera que apuntara hacia el San Jorge.
FECHA: 04:02:45 MG; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050
—¡Me alegro mucho de verte! —dijo Carole Swenson cuando la cara de Pierre apareció en su pantalla—. ¿Estáis todos bien?
—Por ahora, sí —dijo Pierre.
Alcanzó su panel de control y dispuso su pantalla en formato fraccionado que combinaba las imágenes de los demás miembros de la tripulación del Matadragones con la de Carole.
—Me gustaría de verdad ver lo que estos fulanos nos están haciendo —dijo Abdul—. Pero las cámaras del monitor han desaparecido con todo el resto de la nave.
—Os estamos apuntando con el telescopio grande —le dijo Carole—. A esta distancia, cada uno de vuestros tanques de aceleración no es más que un borrón, pero tenemos una buena resolución de los asteroides compensadores. Hasta conseguimos detectar las actividades de los cheela. A pesar de que ellos y sus máquinas son demasiado pequeños para que podamos verlos, como son de color blanco incandescente podemos obtener mucha información mediante interferometría. Descontando algunas máquinas que están cerca de vosotros, me parece que se concentran fuera del anillo de los asteroides. Permitidme que os pase una fotografía.
La pantalla se quedó en blanco y luego apareció en ella una imagen visual en la que se superponía unas gráficas de ordenador. El ordenador había añadido un efecto estroboscopio graduado, según la velocidad de rotación de Huevo, para que se viesen los asteroides como si estuviesen en reposo.
—Uno de los asteroides es menor que los demás —dijo Jean.
—De acuerdo con el plan que me comunicaron —explicó Carole—, van a reducir el tamaño de todos los asteroides, introduciendo en ellos monopolos magnéticos. Después reducirán el radio del anillo hasta que los asteroides se aglomeren en forma de un anillo sólido giratorio, formado por materia ultradensa cargada magnéticamente. Esto no me gusta. Las mareas del campo gravitatorio del anillo alcanzarán órdenes de magnitud superiores a las de las mareas de Huevo. No creo que, incluso dentro de vuestros tanques de aceleración, podáis sobrevivir a sus efectos.
—Te olvidas de las masas incrementadoras —le dijo Seiko.
—¿Qué son? —preguntó Carole.
—Lo de las masas incrementadoras está explicado muy bien en las instrucciones que nos han dado los cheela, comandante Swenson, —dijo Seiko—. Estoy segura que estas instrucciones también has de haberlas recibido.
—Sólo las he leído por encima —admitió Carole.
—Las masas incrementadoras son unas masas densas, exactamente iguales que las masas compensadoras, pero únicamente hay dos de ellas. En vez de estar colocadas en forma de anillo alrededor del punto que hay que proteger, van colocadas encima y abajo de este punto. En esta posición las dos masas se añaden a las mareas de la estrella de neutrones.
—Pero esto ha de hacer que las mareas sean peores —dijo Carole.
—En este caso, no. Cuando ellos encogen el tamaño del anillo de las masas compensadoras, las mareas del anillo superan a las mareas de la estrella, y por esto las mareas de la estrella han de ser «incrementadas» por las masas incrementadoras.
—Los cheela las traen ahora —dijo César que estaba mirando a través del cristal de su tanque de aceleración.
Las masas incrementadoras eran de tamaño modesto. Eran antiguas espacionaves cheela del tamaño de una pelota. En su centro tenían agujeros negros para proporcionar a los cheela la gravedad suficiente para que se conservaran en estado condensado.
—Me parece que nos van a colocar dos masas incrementadoras a cada uno de nosotros —dijo Abdul, que observaba la actividad que se desarrollaba al otro lado de su mirilla—. Creía que lo iban a hacer con dos masas grandes para todos.
—A causa de la manera como se suman las fuerzas de marea, —dijo Seiko— pueden lograr un trabajo mejor, si anulan individualmente las mareas de cada tanque.
—Los asteroides ya son unos puntos pequeños —dijo Jean.
—Y el anillo empieza a encogerse —añadió Pierre.
—No volveré a quejarme por unas poquitas 200 «g» por metro —dijo Abdul—. ¡Eh! Las fuentes de presión ultrasónica se han conectado. ¡Esto se está poniendo mal! ¡No me gusta nada!
—El anillo de asteroides tiene ahora un radio de 50 metros y se ha conglomerado en forma de anillo sólido —dijo Carole—. Me parece que las cosas se han parado.
De repente, las pantallas se borraron y en todas ellas apareció un mensaje:
LA PRÓXIMA FASE SE INICIARÁ DENTRO DE DIEZ SEGUNDOS. LA TRIPULACIÓN DEL MATADRAGONES REGRESARÁ DENTRO DE SEIS MESES.
Los diez segundos transcurrieron lentamente. Los dos milisegundos siguientes estuvieron llenos de actividad. Cada uno de los tanques fue despedido hacia arriba, alejándolo del centro del anillo.
El anillo se colapsó hasta que sólo llegó a tener unos pocos metros de diámetro.
A medida que se encogía, su brillante superficie se fue volviendo cada vez más roja y, al final, llegó a ser de un profundo, oscuro e imposible color negro. Ya ni siquiera reflejaba la luz amarilloblanquecina de Huevo. Uno por uno, los tanques fueron lanzados a través del agujero central del invisible anillo.
Los pesados tanques de acero se distorsionaron visiblemente cuando lo atravesaron.
Pero no aparecieron por el otro lado.
FECHA: 04:03:01 MG; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050
Pierre gritó cuando sus brazos golpearon contra las crujientes paredes del pesado tanque de acero. Cuando creía que sus dedos iban a separarse de su mano, ya había pasado todo. Tosió para echar algo de agua que había respirado, limpió su máscara e intentó controlar el panel de mandos. El vídeo estaba inactivo, y así, tuvo que mirar por la ventana.
Pudo comprobar la presencia de otros tres tanques, gracias a la luz que salía por sus ventanas. Huevo y su perpetuo resplandor habían desaparecido.
La mayor parte del cielo era negro y sin estrellas. Muy lejos había una pequeña zona elíptica, con unas pocas docenas de estrellas. Las estrellas de aquel trozo de cielo eran de colores que iban desde el azul al ultravioleta. Lo que resultaba más desconcertante era que la zona de luz estelar parecía estar en rotación, mientras él y los otros tanques estaban quietos.
—¡Esto ha sido una deformación espacial de Kerr! —dijo Pierre en voz alta.
—Es correcto —llegó una voz. La imagen del Locutor-del-Cielo estaba en la pantalla.
—¡No es posible! —dijo Pierre—. Recuerdo de mis clases de ingeniería gravitacional que un anillo de Kerr, con la masa de un sol, tendría un agujero de un kilómetro de diámetro. Las masas de los asteroides compensadores son muchas órdenes de magnitud inferiores a las del sol. El anillo mayor que se podría hacer con ellas sería de un micrón de diámetro. Según Einstein, esto es imposible…
—Einstein era inteligente, pero era humano —dijo Locutor-del-Cielo—. No alcanzó a combinar la gravedad con el electromagnetismo. Nosotros lo hemos hecho. La teoría unificada está de acuerdo con Einstein cuando se trata de masas grandes. Para masas muy pequeñas, los diámetros de las deformaciones espaciales magnéticas son mayores que lo que predijo Einstein.
Mientras Locutor-del-Cielo hablaba, Pierre advirtió que la hilera de esferas en flotación libre estaba siendo desplazada. Los tanques, con sus nubes de equipo atendido por robots, habían llegado a colocarse debajo de la zona giratoria del cielo. Los robots cheela dispusieron los tanques en círculo y los aceleraron hasta que giraron en el mismo sentido que el pedazo de cielo que estaba encima de ellos. La aceleración continuó.
—Nos estamos desplazando en el tiempo —dijo Pierre.
—Sí —dijo Locutor-del-Cielo—. La relación es un mes de tiempo normal galáctico, por cada diez minutos del tiempo particular de tu tripulación. Volvemos por medio de la deformación espacial dentro de una hora. En el espacio normal habrán transcurrido seis meses. El asteroide Óscar ya habrá regresado.
Los robots cheela ya habían establecido los enlaces de comunicaciones entre todos los tanques y Pierre pudo ver a cada uno de sus compañeros, en una de sus diminutas pantallas.
—¿Estáis todos bien? —preguntó.
—Sí —dijo Abdul—. Pero no quiero pensar que tendremos que volver a pasar por esta trituradora de carne.
—El programa de comprobaciones de ingeniería indica que hay un problema —dijo Jean.
—Estoy muy sorprendido que todavía funcione, después de los drásticos cambios que han hecho los cheela —dijo Seiko.
—¿De qué problema se trata? —preguntó Pierre.
—Hay una fuga en el tanque 6 —contestó Jean.
—Es el mío —dijo Abdul—. Y es cierto. He perdido algo de presión. El agua debe de haberse helado y taponado la fuga, afortunadamente. La presión parece ser que se ha estabilizado.
—¡Ese tanque ha de ser reparado! —dijo César—. Es seguro que no va a poder resistir otro viaje, bajo esas extremas fuerzas de marea.
—Los cheela pueden hacer milagros. Pero no creo que puedan soldar, lo que ellos llaman niebla y nosotros acero. Tendré que correr el riesgo.
Abdul se calló y parecía que estaba intrigado. Se separó del aparato visor y puso sus manos contra la pared posterior del tanque.
—¡Eh! —dijo—. Noto unos pequeños tirones de gravedad próximos a la pared. Van interrumpidamente hacia arriba y hacia abajo.
—Veo alguna actividad fuera de tu tanque —le dijo Seiko—. Parece como un arco eléctrico. Creo que intentan tapar la fuga con soldadura.
—Confío en que agarre —dijo Abdul.
FECHA: 05:06 TIEMPO DE LA TRIPULACIÓN; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050 (00:01 MG; DOMINGO, 25 DE DICIEMBRE DE 2050)
—Faltan diez segundos para el regreso —dijo Locutor-del-Cielo.
Pierre vio como el panorama que aparecía a través de su mirilla temblaba y cambiaba, cuando el círculo de tanques se convirtió en una línea que se alejaba del trozo del cielo, describiendo un gran arco, y después se precipitaba a través de la deformación de Kerr a gran velocidad. Los siguientes milisegundos transcurrieron demasiado rápidamente, para que los torturados humanos se dieran cuenta de su paso.
Cuando Óscar se aproximó a la deformación espacial, los cinco tanques surgieron, uno a uno, del aplanado círculo de negrura. Después del paso del segundo tanque, el diámetro del anillo aumentó un poco, después se contrajo cuando el tercer tanque lo atravesó. Las oscilaciones del anillo se hicieron mayores y el cuarto tanque resultó ligeramente distorsionado por las mareas del anillo en contracción. Era obvio que los cheela no habían esperado encontrar esta inestabilidad. Consiguieron frenar el último tanque para que no atravesara el anillo, cuando tenía su diámetro mínimo, pero no fue suficiente. El tanque estalló, lanzando a un ser humano y a multitud de gotas de agua, al vacío del espacio.
Los robots cheela reunieron los restantes cuatro tanques en línea, exactamente debajo de la penapsis del asteroide Óscar, que llegaba a gran velocidad. El asteroide pasó rápidamente por encima de los tanques y, de uno en uno, su campo de gravedad lanzó los tanques hacia arriba, en una trayectoria que rápidamente los alejó de las mareas de Huevo.
Los cheela intentaron ayudar el humano que quedaba. Colocaron un trozo del tanque, para escudarle de la radiación de Huevo. Evitaron que las mareas le destrozaran, formando un compensador miniatura con sus densas espacionaves que revoloteaban a su alrededor. Pero, no obstante, no pudieron evitar que fuera arrastrado otra vez hacia la masiva deformación del espacio.
Como sus ojos estaban protegidos temporalmente del vacío del espacio por su máscara subacuática, pudo mirar hacia arriba y hacer gestos de adiós a sus camaradas que se alejaban.
Luego, apartándose del pesado trozo de acero del tanque, se lanzó de cabeza dentro del anillo negro giratorio, para reunirse con los átomos que habían formado el cuerpo de Amalita. Poco antes de que su cuerpo alcanzara el anillo fue rodeado momentáneamente por una nube giratoria de motas de un blanco incandescente. Se produjo un relámpago y se fue.
FECHA: 05:15 TIEMPO DE LA TRIPULACIÓN; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050 (00:10 MG; DOMINGO, 25 DE DICIEMBRE DE 2050)
Cuando llegaron al punto más alto de su trayectoria, los cuatro tanques se reunieron con un volador del San Jorge que se los llevó a remolque. Mientras una figura con traje espacial amarraba la cuerda de remolque, se acercó otra figura y miró a través de la mirilla de Pierre. Era la comandante Carole Swenson. Pierre vio una ancha sonrisa en la cara de ella, que apoyó su casco sobre la pared exterior del tanque y lanzó unos gritos de saludo.
—Es la última vez que te dejo conducir una espacionave. ¿Has anotado el número de matrícula del camión?
Vio que Pierre no podía hablar debajo del agua, a no ser a través de su laringófono, por lo que le gritó un mensaje más y volvió al volador, para el viaje de regreso.
—Os tengo preparada una sorpresa —había dicho—. Nos veremos en la compuerta de aire.
Pierre no podía comprender porque Carole parecía tan feliz. Tal vez era porque los cuatro supervivientes de la tripulación del Matadragones habían logrado regresar. Pero Pierre sólo podía pensar en los dos que no lo habían conseguido. Él había sido responsable de ellos y ahora ambos estaban muertos. Le horrorizaba lo que debía hacer después. Tendría que notificarlo a sus familias. ¿Cómo se puede decir a alguien que sus seres queridos se han convertido en átomos dispersos?
FECHA: 05:50 TIEMPO DE LA TRIPULACIÓN; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050 (00:45 MG; DOMINGO, 25 DE DICIEMBRE DE 2050)
Los cuatro tanques se reunieron muy juntos en la compuerta de carga del San Jorge, y no tardó en llenarse todo aquello de charcos de agua y de gente mojada que chapoteaba llorando.
—Carole, siento mucho lo de Amalita y Abdul —dijo Pierre cuando se quitó la máscara—. Si hay algo que yo pueda…
—Bueno… —Carole sonreía feliz—. ¡Ven! Quiero presentarte un par de buenos amigos nuestros.
Le cogió de la mano y tiró de él a lo largo del corredor hasta que llegaron al cuarto de comunicaciones. La habitación estaba vacía, a excepción del operador de comunicaciones. Pierre estaba absolutamente desconcertado.
—Hola, Pierre —era la voz de Amalita.
—¿Habéis tenido un buen viaje desde Huevo? —preguntó la voz de Abdul.
Pierre se volvió para ponerse delante de una pantalla de comunicaciones que estaba en un rincón. Vio las videoimágenes de Amalita y Abdul en dos segmentos de la pantalla.
—¡Sorpresa! ¡Sorpresa! —gritaba Abdul.
—Somos realmente nosotros —dijo Amalita—. O por lo menos todo aquello de nosotros que es importante.
—Hasta tengo un mostacho para atusarlo —se alzó una mano de Abdul para retorcer el extremo de su largo bigote—. Y parece que sea real, a pesar de estar hecho de software en vez de hardware.
Carole apretó el brazo de Pierre en señal de confirmación, mientras le decía:
—Los cheela les hicieron un scanner completo inmediatamente antes de que sus cuerpos fuesen destruidos. Sus esquemas intelectuales están ahora en los superordenadores de los cheela.
—Pero Amalita fue irradiada y congelada —protestó Pierre.
—Admito que he perdido algo de memoria —dijo Amalita—. Pero mi personalidad básica está todavía aquí.
—Sí —dijo Abdul—. Y es tan mandona como siempre.
—¡Cállate!
—¿Lo ves? —dijo Abdul, levantando las cejas y encogiéndose de hombros—. Todavía será más mandona cuando nos den los cuerpos que nos están haciendo para pasear por ahí.
—Nos hemos hecho más pausados para poder despedirnos de todos vosotros y de nuestras familias —dijo Amalita—. Pero luego será preferible que nos adaptemos a las velocidades normales de los cheela si hemos de estar con ellos y enterarnos de lo que está pasando allí…
—¡Doc! ¡Seiko! ¡Jean! —llamó Abdul—. Estamos aquí, en la pantalla.
Pierre se volvió para ver las atónitas miradas del resto de su tripulación cuando entraron en el cuarto de comunicaciones. Su cronómetro dio la hora y lo miró. Iba a ponerlo en hora para que fuera de acuerdo con el reloj de la pared, pero decidió no hacerlo. No hay mucha gente que pueda vivir en una línea temporal, que es seis meses más corta que la del resto del universo.
FECHA: 06:00 TIEMPO DE LA TRIPULACIÓN; MIÉRCOLES, 22 DE JUNIO DE 2050
El largo día había concluido.