FECHA: 21:00:10 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050
—Salgan todos del hemisferio sur —dijo el capitán Ascensor-Otis por medio de su amplificador de arista.
La orden procedía del puente de mando que estaba en el «polo norte» del gran transporte de carga y fue generando ecos por el casco que estaba debajo de las vacías bodegas de la nave esférica. La orden era innecesaria. Se estaban acercando rápidamente a la superficie de Otis y, mirando desde el hemisferio sur, parecía que el planetoide les estaba cayendo encima. La impulsión inercial zumbaba enérgicamente y la poderosa nave de carga se acercaba al planetoide. Ascensor-Otis se detuvo en un punto que estaba a cincuenta metros de Otis, desde donde podían ver como el asteroide iba girando lentamente. La atracción desde Otis ya era más fuerte que la atracción desde el agujero negro que estaba ubicado en el centro de la nave.
—Es agradable volver a estar sometido a una pequeña gravedad —dijo Red-Risco.
—No puedo saberlo porque siempre he vivido en el espacio —dijo Ascensor-Otis que hacía descender lentamente su nave en una trayectoria vertical.
A medida que se aproximaban más, la gravedad iba aumentando y empezó a adquirir valores equivalentes a los de Huevo. Empezaron a oírse coros de queja por toda la cubierta.
—No puedo mantener mis ojos levantados —dijo Ascensor-Otis. Red-Risco miró al piloto que estaba luchando por mantener sus ojos en alto, en el intenso campo gravitatorio. Sus pedúnculos eran delgados, y oscilaban cuando intentaban equilibrar los globos oculares que estaban en sus extremos. Los de Red-Risco se habían engrasado automáticamente y correctamente en su factor exponencial. Le dolían un poco a causa del limitado uso que había hecho de este proceso durante generaciones pero, por lo menos, los reflejos automáticos de equilibrio mantenían sus ojos en posición estable.
—No había pensado que fueras incapaz de desenvolverte en un campo de alta gravedad —dijo Red-Risco—. ¿Quieres que me haga cargo de los controles?
—No. Puedo ocuparme de ellos, pero voy a tener que pasar a controlar la pantalla con mi arista.
Hizo descender sus ojos debajo de sus párpados y se concentró en la imagen gustativa que aparecía en el puente, debajo de su arista.
Cayeron de forma rápida en los últimos metros, y luego Ascensor-Otis, muy lentamente, posó la nave de carga sobre la corteza. El fondo hemisférico se aplanó visiblemente, porque Otis tiraba con mucha fuerza del agujero negro que estaba en el centro del carguero. Se podían oír crujidos y desgarros a través de las placas de cubierta. Los campos estabilizadores que retenían el agujero negro, en el centro de la nave, llegaron por fin a su límite y el agujero negro cayó a través del casco hacia el centro de Otis, donde se vaporizó. El casco rebotó en cierto grado, pero por último se estabilizó.
Red-Risco había supuesto que podrían empezar a trabajar tan pronto como hubieran desembarcado, pero tuvieron que dedicar una docena de giros y mucha comida para que los cheela, que habían crecido en el espacio, se desarrollaran hasta el punto de que pudieran desenvolverse en un campo gravitatorio intenso. Red-Risco había recuperado rápidamente la normalidad y había emprendido un viaje de prospección por la bola de diez metros de diámetro, mientras los demás se dedicaban a aumentar sus fuerzas.
—El analizador portátil indica que la corteza tiene un elevado porcentaje de metales de elevada dureza —dijo a su regreso—. Las regiones volcánicas donde hemos insertado los monopolos han tenido erupciones de materia que contiene los raros isótopos ricos en neutrones que podemos necesitar para obtener aleaciones, pero aparte de esto, la composición de la corteza es casi exactamente la misma por doquier. Emplacemos los generadores de potencia y pongamos en marcha los separadores de masa y las fundiciones.
Al cabo de medio gran, los separadores de masa producían materias primas pulverizadas que pasaban a las fundiciones para ser elaboradas. La primera estructura que se construyó fue una sencilla fuente espacial. Sólo tenía una corriente de anillos y sólo alcanzaba unos 50 metros, donde había una elemental plataforma superior, pero era capaz de funcionar como plataforma de aterrizaje de otra nave espacial de la flota. Al cabo de poco tiempo, la mayoría de los cheela del espacio estaba trabajando en Otis para construir las máquinas gravitatorias que habrían de permitirles el retorno a Huevo desde su forzoso exilio.
La siguiente tarea fue la construcción de una gran catapulta gravitatoria capaz de acelerar el aterrizador a varias veces la gravedad de Huevo, de tal manera que pudiera alcanzar la velocidad de escape de Huevo en menos de 10 centímetros de carrera. Era distinta de las antiguas catapultas que entonces yacían inactivas en Huevo y que sólo habían servido para lanzar al espacio unas pequeñas naves; esta catapulta gravitatoria debía ser lo bastante grande para lanzar una copia en miniatura de sí misma a esas elevadas velocidades. Les ocupó durante casi cuatro gran de giros la fabricación del anillo de veinte centímetros de diámetro, con muchísimos metros de tubería de gran resistencia, llena de líquido ultradenso, así como la batería de bombas destinadas a acelerar rápidamente el fluido hasta elevadas velocidades. La uniformidad del campo resultante del rechazo gravitatorio era importante.
—Vamos a probarlo una vez más —ordenó Red-Risco.
Controlaba las indicaciones de la serie de sensores que estaban diseminados alrededor del centro de gravedad del anillo de la catapulta. El anillo era muy grande en razón de su diámetro, pero era muy delgado en cuanto a su grosor. Red-Risco había apurado todas las reglas de ingeniería gravitatoria en su construcción. Sólo debería funcionar una vez, pero si funcionaba bien, valía la pena. Los ensayos que estaban efectuando eran sólo a un nivel de potencia muy inferior al operativo. Tenían que contentarse con esto, hasta que llegara el momento crucial de aplicar la plena potencia. La máquina zumbó, y los sensores dibujaron el contorno de un mapa con los niveles de fuerza gravitatoria.
—Sólo hay una diferencia de mil millones de gravedades a lo largo de un centímetro en la parte central del perímetro —anunció el ingeniero Push-Pull—. Estoy seguro de que el aterrizador podrá soportarlo.
Red-Risco examinó concienzudamente las gráficas, hizo unos ajustes pequeños en algunos bucles delgados y las guardó.
—El anillo de lanzamiento está listo. Ahora viene el aterrizador —dijo—. Acabamos de pasar por la apoapsis, lo que significa que sólo tenemos cuatro gran de giros para construirlo.
—Estará a punto mucho antes —dijo Push-Pull.
—Estoy convencido de ello —dijo Red-Risco—. Pero hay alguien más a quien debemos consultar antes de la entrega oficial. Conectó de nuevo su pantalla de arista y tamborileó un breve mensaje formal, y luego se fue sin esperar la respuesta. Porque la respuesta llegaría más tarde, mucho más tarde.
FECHA: 21:02:03 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050
Llegó la llamada que Pierre estaba temiendo.
—Solicito que el asteroide O-l sea reprogramado para que llegue al punto del espacio-tiempo definido por las siguientes coordenadas —dijo la imagen de Red-Risco.
A continuación llegó una lista de las coordenadas x, y, z, q, f, l, t en el sistema temporal de Huevo del Dragón. La órbita solicitada entraba tanto en el pozo gravitatorio de Huevo que la diferencia del diez por ciento en la relación de tiempos y de los arrastres posiciónales entre el espacio profundo y la superficie de la estrella de neutrones era significativa.
Red-Risco no estaba acostumbrado a hablar con los humanos. Se olvidaba de adoptar siempre la misma posición cada vez que probaba en su pantalla si había respuesta, y a consecuencia de ello su imagen oscilaba cada quinto de segundo. Pierre vaciló. La imagen osciló.
La decisión definitiva ya se había tomado hacía mucho tiempo. Pierre tocó la pantalla que tenía delante y las coordenadas se transfirieron a los cohetes conductores que mantenían a Otis en el camino calculado. Después Pierre pulsó el cuadrado «Ejecución» en su pantalla de contacto. Los motores de los cohetes conductores soltaron fogonazos. Al cabo de unos segundos, Otis ya estaba en una nueva trayectoria que debería llevarlo hasta unos pocos metros de la superficie de Huevo del Dragón.
FECHA: 21:02:20 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050
Push-Pull levantó su vista desde sus aparatos de ensayos para mirar hacia los cohetes conductores que, como un enjambre, daban vueltas alrededor de Otis:
—Parece que hay alguna actividad en la gran nave espacial de los humanos que da vueltas a nuestro alrededor.
—Ya lo he visto —dijo Red-Risco—; ¿cuál es el estado de los tubos de alto índice de caudal?
—Han resistido los ensayos de caudal a unos valores de presión dobles de los de trabajo —dijo Push-Pull.
—Está bien, pero está demasiado bien. Reducid su espesor en una duodécima parte y volved a hacer los ensayos. Quiero que la máquina sea tan ligera que resulte capaz de lanzarse a sí misma a 40 metros por encima de Huevo.
La construcción del aterrizador autolevitante de cuatro centímetros de diámetro requirió un tiempo significativamente inferior al de la máquina mayor. Se había concluido cuando faltaba casi un gran de giros para que Otis alcanzara su periapsis.
Rebana-Acero fue a ver el aterrizador cuando estuvo terminado. Era un toro que descansaba en el interior de otro toro mayor.
—¿Qué nombre lleva? —preguntó Rebana-Acero.
—Se trata sólo del aterrizador —Red-Risco contestó con evidente fastidio—. No tiene ningún nombre, excepto el de Vehículo de Descenso hasta la Superficie de Huevo, si quieres tomártelo en serio.
—Todas las naves deben tener su nombre —dijo Rebana-Acero—. Ya que va a volar sobre la superficie de Huevo debe llevar el nombre de algún animal volador.
—En Huevo no hay animales que vuelen —Red-Risco estaba aún más fastidiado.
—Pero hay animales voladores en el planeta Tierra de los humanos —exclamó Push-Pull—. Y uno de ellos es el águila.
—Entonces se llamará Águila —sentenció Rebana-Acero.
—Si tú lo dices —dijo Red-Risco.
—¿Hemos de hacer alguna cosa más?
—Tengo que reflexionar un poco —dijo Red-Risco—. Después de que hayamos aterrizado en Huevo, no habrá manera de regresar desde allí hasta que hayamos reconstruido la civilización. Tenemos una limitación en la cantidad de masa que podemos llevarnos, o sea que sólo tomaremos las cosas que vayamos a necesitar. Si nos olvidamos de algo, no habrá manera de volver a por ello. Decidme: ¿cuál es la relación mínima de técnicos especializados y de equipo que necesitáis para reconstruir la civilización?
—No lo sé —dijo Rebana-Acero.
—Ni yo. Pero será conveniente que lo sepamos antes de 122 giros.
Los giros fueron pasando y los miembros de la partida de desembarco fueron seleccionados y su equipo quedó embalado en los edificios que se habían construido en la parte superior de Águila. Huevo fue haciéndose mayor en el cielo, y luego desapareció detrás del horizonte del diminuto planeta, cuando los cohetes conductores de los humanos hicieron girar a Otis hasta que la catapulta gravitatoria estuvo delante de la trayectoria orbital. Al carecer de la luz de Huevo en su cielo, tuvieron que conformarse con la apagada luz de la superficie de Otis. La fría y rojiza luz tendió un palio sobre el último festín de giro que celebraron juntos.
Los que habían preparado la comida se habían esmerado. Además de los grandes montones de comida artificial, procedente de las máquinas de alimentos, había una gran cantidad de Vergonzosos enteros, que habían sido cebados especialmente para aquella ocasión, y decorados artísticamente con nueces frescas y frutos de los jardines que se habían desarrollado en Otis poco después de su llegada, utilizando semillas fabricadas artificialmente. A pesar de esto, el centro de atención era un cheela completo asado. El cuerpo estaba bastante maltrecho a causa de una caída desde el andamio que rodeaba la catapulta gravitatoria, pero esto no había desmerecido su sabor. Rebana-Acero y Red-Risco decidieron evitar los empujones de la concurrencia y se decidieron por uno de los Vergonzosos.
—Es un Vergonzoso excelente —dijo Rebana-Acero, sorbiendo un ojo del extremo de una tajada de pedúnculos.
—Pero no es tan bueno como los Vergonzosos que hay en Huevo —dijo Red-Risco.
—Llevaba ya mucho tiempo intentando olvidarme de que existían.
—Cuando yo estaba en Huevo, en realidad, nunca presté demasiada atención a lo que comía —dijo Red-Risco—. Cuando llegaba el festín de giro no hacía más que llenar mis bolsas como si estuviera recargando una máquina. Pero ahora que estamos próximos a nuestro retorno a Huevo, mis bolsas empiezan a dolerme, porque desean un trozo de Vergonzoso comestible, o un chorro de jugo de bayas del polo Sur.
—Ha pasado tanto tiempo…
Después de decir esto, Rebana-Acero permaneció en silencio mientras pensaba en la agonía y el completo desespero que los dos grupos separados de cheela habían sufrido durante docenas y docenas de generaciones. A pesar de que hacía poco tiempo que había pasado otra vez por el rejuvenecimiento, se sentía cansado y viejo.
El siguiente giro transcurrió rápidamente. El ascensor de la Fuente Espacial hacía continuos viajes, porque la base en Otis estaba siendo abandonada y la mayor parte de los cheela regresaban a sus naves espaciales. Sólo quedaron los 144 valientes que deberían bajar volando hasta Huevo, a bordo del Águila.
Desde la corteza de Otis, Red-Risco, contempló como la nave de carga zarpaba de la parte alta de la Fuente Espacial. Cuando se hubo alejado, guiñó sus ojos a un ingeniero que esperaba en los controles.
El ingeniero procedió a hacer unos ajustes, y el chirrido agudo, que les llegaba a través de la corteza, empezó a bajar de tono. Poco a poco, la torre se hizo cada vez más corta, hasta que quedó reducida a un montón de discos metálicos y a una pila de plataformas.
Hubiera sido más fácil cortar la corriente de anillos y dejar que la torre se derrumbase, pero Red-Risco no quería que hubiera proyectiles sin control que orbitaran alrededor de Otis y que pudieran caer en Águila.
La siguiente tarea consistía en efectuar la carga de los tubos de Águila.
—Conectad los cables de potencia a las bombas del haz de tubos número uno —dijo Red-Risco.
Unos altos mástiles se elevaron desde unos agujeros en la corteza y se acoplaron a dos docenas de bombas que estaban repartidas sobre la periferia del Águila. Las bombas zumbaron al ponerse a funcionar, y el polvo ultradenso de agujero negro empezó a circular, cada vez más aprisa, por los haces de tubos. El casco del Águila crujió cuando el fluido alcanzó velocidades relativísticas, pero las bombas siguieron empujando. El fluido, en vez de seguir aumentando su velocidad se iba haciendo más denso y los potenciales de gravedad que había en el interior del toro llegaron a hacerse tan altos que ya no podían ser interpretados por la antigua teoría de Einstein. El régimen de variación de la velocidad de flujo, sin embargo, había sido muy lento, por lo que las fuerzas de repulsión gravitatoria generadas en el agujero del toro habían sido despreciables.
Red-Risco notó que el ruido de las bombas llegaba a un máximo y se estabilizaba. El Águila ya tenía uno de sus dos circuitos multitubulares cargado de energía en forma de masa ultradensa a elevada velocidad. Había llegado el momento de la partida.
—Cambia a potencia interior —dijo.
Hubo un intervalo de variación en el sonido de las bombas cuando se cambió la conexión de la potencia exterior a la interna. La potencia acumulada para compensar las pérdidas por fricción y por radiación gravitatoria sólo duraría unos pocos milisegundos, al final de los cuales ya deberían haber efectuado su vuelo. Observó que los grandes conductores de potencia, que habían servido para dar energía al Águila, se retraían de sus alojamientos del casco y se alojaban en los agujeros de la corteza. El Águila, levantada sobre el pedestal de su rampa de lanzamiento, ya estaba preparada para volar.
Red-Risco, cuya misión de ingeniero ya se había cumplido, paró el normal movimiento sinuoso de cuatro de sus pedúnculos y miró fijamente a Ascensor-Otis.
—El Águila está preparada para su lanzamiento, capitán Red-Risco.
Ascensor-Otis esperó en tanto que el movimiento de Otis desplazaba el punto de su pantalla de arista situada debajo de él, a lo largo de la representación de su camino. La órbita debía llevar a Otis a 100 metros de la superficie de Huevo y una vez allí pasaría sobre la superficie a un tercio de la velocidad de la luz. Se produjeron unos ruidos en la corteza de Otis cuando las fuerzas de la marea de Huevo intentaban destrozar el planetoide. Con mucha ansiedad, Red-Risco miró en todas las direcciones, con la esperanza de que la corteza de aquella región se mantendría en una pieza, durante algunos microsegundos más.
Un instante antes de que el planetoide llegase a su periapsis, el capitán intervino.
—¡Lanzamiento! —ordenó Ascensor-Otis.
Su arista se desplazó rápidamente sobre la pantalla de tacto que tenía debajo de él, y ráfagas de neutrones mandaron las señales en código desde el Águila a la maquinaria que estaba a su alrededor. Los generadores de potencia la habían almacenado en acumuladores temporales, en tanto que no llegase la orden de lanzamiento. Cuando llegó la señal, toda la energía acumulada, además de la que los generadores podían producir, fue conectada a las bombas que impelían el polvo ultradenso en la catapulta gravitatoria grande.
Las bombas, chirriando a causa de sus elevadas cargas, impelieron el polvo dentro del toro de veinte centímetros de diámetro, con unas aceleraciones increíbles. La rápida corriente de agujeros negros generó dentro del toro un campo gravitomagnético que aumentaba rápidamente. A su vez, el creciente campo gravitomagnético generó un campo gravitatorio repulsivo en el centro del toro. El Águila fue rechazada hacia arriba con una aceleración varias veces mayor que la gravedad de Huevo, pero la tripulación no lo notó, porque las fuerzas eran gravitatorias. El Águila alcanzó la velocidad de un tercio de la de la luz en dos nanosegundos y abandonó la superficie de Otis para quedarse flotando inmóvil a 100 metros por encima de los alrededores de Paraíso de Brillante. Empezó a caer.
—Desviad una duodécima parte del flujo del haz de tubos 1 al haz de tubos 2 —dijo Ascensor-Otis.
Hubo una pausa, y el primer oficial contestó:
—No hay respuesta, capitán.
—Prueba otra vez.
El Águila iba ganando velocidad a medida que caía.
—Ya lo he hecho, señor —contestó el primer oficial Arístides-Espacial—. Las señales salen y son recibidas, pero la válvula de escape no responde. ¡Debe estar obstruida!
—No está obstruida —intervino Red-Risco.
Pasó una imagen de la válvula de escape desde su pantalla de ingeniero, a la de los dos oficiales.
—Alguien no ha quitado el pasador de seguridad. Ved el indicador que brilla aquí, al final.
Fluyó fuera de su pantalla y se encaminó a la barandilla interior que rodeaba el agujero del toro.
—Utilice algo de la energía acumulada para disminuir el flujo en el haz de tubos 1 —dijo mientras escurría su cuerpo por debajo de la barandilla—. No podremos aterrizar así, pero esto puede frenar nuestra caída y darnos más tiempo.
—¿Adónde va usted? —preguntó Ascensor-Otis.
La respuesta llegó desde lejos y muy amortiguada, porque las vibraciones que lanzaba la arista de Red-Risco tenían que recorrer todo el circuito de los motores tubulares de Águila, hasta el puente de mando.
—Voy a sacar este pasador —dijo Red-Risco.
Red-Risco encontró el haz de tubos 2 y emprendió el camino a lo largo del gigantesco conjunto de tubos que se enrollaban en capas alrededor del cuerpo toroidal de Águila. Afortunadamente el Águila tenía su propia gravedad y no estaba en peligro de caer. Cuando se aproximó al agujero central del anillo, pudo ver la corteza de Huevo que estaba debajo de él. El capitán mantenía en funcionamiento las bombas del haz de tubos 1, pero el Águila estaba cayendo rápidamente. Red-Risco llegó al empalme donde ambos haces de tubos se conectaban por medio de la válvula de escape. A medida que se iba acercando al haz de tubos 1 su arista empezó a resbalar, porque el polvo ultradenso que corría por el interior del tubo trataba de arrastrarle con él a lo largo de su marco de referencia inercial. Apretó su arista fuertemente sobre la lisa superficie del haz de tubos 2 y con muchas precauciones se dirigió hacia la válvula de escape. Arrancó el pasador y lo mantuvo en alto frente al monitor de vídeo.
—¡Desviad el flujo! —gritó con la esperanza de que pudieran oírle a través del casco, a pesar de la gran distancia a que estaba.
—¡Esperaré! —vociferó el capitán a través de la red general de avisos de la nave—. ¡Apresúrese!
Red-Risco miró hacia la corteza que se aproximaba rápidamente. Allí abajo, en algún lugar, había docenas y docenas de envases de jugos de bayas del polo Sur que ya no podría saborear.
—¡Demasiado tarde! —gritó Red-Risco—. ¡Desviad el flujo!
La válvula de escape dio un golpe. El polvo ultradenso a elevada velocidad se desvió del haz de tubos 1 al otro.
El cambio en el potencial de gravedad creó un campo de gravedad repulsivo enormemente fuerte, que hizo saltar a Red-Risco de su lugar cercano a la válvula de escape y lo precipitó a la corteza que estaba debajo. Hubo un brillante chispazo de plasma incandescente y desapareció.
El campo gravitatorio de rechazo del Águila, desde el agujero central de su casco, empujó contra la masa de Huevo que estaba debajo. La espacionave disminuyó su caída. El capitán Ascensor-Otis, al fin, pudo controlarla. No podían estar sobrevolando mucho tiempo, porque dentro de poco ya habrían desviado todo el flujo. El Águila había derivado sobre una pequeña formación montañosa, y debería llevarla hasta un terreno de aterrizaje más llano.
Volando gracias a las fuerzas de repulsión gravitacional, El Águila fue planeando por encima de las pendientes de las montañas, provocando unos pequeños cortezamotos mientras hacía su propio valle, en donde antes sólo había una ladera. Pasaron por encima de un rebaño de animales que estaba pastando en la llanura y que se esparcieron en todas direcciones. Y ya, aprovechando la última cantidad de energía acumulada en las bombas para impulsar el último flujo transferido, llegaron flotando hasta posarse sobre la corteza. El primer oficial Arístides-Espacial vigilaba los sensores y los monitores de vídeo que iban en el fondo del casco.
—… 200 milímetros… cuatro y un cuarto abajo… indica contacto… se para el motor…
Hubo una pausa cuando la pesada máquina se hundió ligeramente en la corteza. Después sonaron tamborileos y silbidos electrónicos cuando el capitán Ascensor-Otis, por medio del enlace de comunicación por neutrinos, anunció a las naves que esperaban en órbita:
—¡Llamando a la Estación del polo Este! ¡Aquí la base en Huevo del Dragón! ¡El Águila ha aterrizado!
Vibraron las aclamaciones por el casco del Águila y tuvieron eco en la consola de comunicaciones que estaba debajo de la arista del almirante Rebana-Acero. Pero no se unió a ellas, porque todos sus ojos estaban mirando hacia arriba, hacia los fragmentados restos de la masa deorbitadora Otis. Habían salvado a su mundo, pero a expensas de una muerte lenta para cinco amigos inocentes.
FECHA: 21:02:46 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050
Lee-Letras tuvo el primer aviso de la catástrofe por los ruidos de la corteza que procedían de la dirección de las colinas vecinas. El movimiento de sus pedúnculos de los ojos vaciló por un instante, pero volvió a la normalidad cuando su bulbo cerebral identificó el ruido como el de un cortezamoto más. Cuatro de sus ojos, que no eran rosados, volvieron a su tarea de leer el antiguo rollo que estaba desenrollado sobre la corteza. El rollo contenía instrucciones para hacer funcionar una máquina mágica que podía hablar a las estrellas del cielo. Había algunas palabras que Lee-Letras no conocía, pero confiaba que a fuerza de leerlas, una y otra vez, llegaría a comprenderlas.
El cortezamoto seguía haciendo ruido y parecía que se le aproximaba. Los reflejos de cazador que Lee-Letras tenía grabados en su arista roja con pecas blancas, alertaron su nódulo cerebral y dejó de leer para analizar las vibraciones procedentes de la corteza. No parecía que se tratara de un Ligero salvaje, por lo que su rebaño de Vergonzosos comestibles no parecía estar en peligro de ser atacado. Pero era evidente que se trataba de algo nuevo, y que se dirigía hacia él.
Lee-Letras miró hacia la dirección que le indicaba su arista. Al principio no vio nada, pero luego observó una perturbación en la corteza. La perturbación procedía de las proximidades de una de las colinas cercanas. Miró hacia arriba y vio que una de las estrellas se caía del cielo. ¡Iba directamente hacia él! Su arista, sin dejar de chillar, le hizo apartar de allí, y tanto él, como el rebaño, salieron huyendo presos de terror.
Rebana-Acero esperó a que Ascensor-Otis hubiera cerrado las bombas del Águila y hubiera estabilizado los acumuladores de energía.
—Ha sido un aterrizaje excelente —dijo Rebana-Acero—. ¿Cuánta energía nos queda en los acumuladores?
—Solamente un cuarto de la que Red-Risco había planeado —contestó Ascensor-Otis—. Pero hay la potencia necesaria para mantener la nave en funcionamiento durante una docena de giros.
—Para entonces deberemos tener un nuevo generador que ya esté funcionando —dijo Rebana-Acero—. Reúne el equipo superior de ingeniería en el puente de control. También quiero que asistan tus oficiales superiores. Coloca a cuatro soldados espaciales en la barandilla exterior para que vigilen. Estamos lejos de cualquier ciudad, pero mientras descendíamos pasamos por encima de alguien.
La zona de personal del Águila era poco extensa, y por tanto no se tardó mucho en que todos los convocados estuvieran reunidos.
—Ahora que ya estamos sobre la corteza, nosotros, los soldados del espacio, estamos sin trabajo hasta que vosotros, los ingenieros, hayáis reactivado esta catapulta y hecho aterrizar una nave para que podamos tripularla —dijo Rebana-Acero—. Con Red-Risco desaparecido, asumo la responsabilidad de la dirección de los ingenieros. Quiero que Ascensor-Otis asuma la responsabilidad del mando de los del espacio. A menos que uno de los espaciales tenga una habilidad técnica que pueda ser utilizada por los ingenieros, se ocuparán en tareas de colaboración, de seguridad y de interacción con los cheela de Huevo. El volar en ultrasofisticadas naves espaciales queda muy lejos de preparar comida y relacionarse con los bárbaros, pero cuanto antes los ingenieros puedan rehacer la tecnología en este lugar de Afligido por Brillante, antes podremos regresar al espacio.
—Todos estamos unidos en esta empresa —dijo Ascensor-Otis—. Mis soldados espaciales harán cuanto sea necesario.
—Sería una ayuda si pudiéramos prescindir de usar energía para los generadores de alimentos —dijo Rebana-Acero—. He visto que cuando aterrizamos ahuyentamos una manada de animales. Si puedes formar un equipo que se ocupe de recoger algunos de estos animales para alimentarnos, sus componentes no solamente ayudarían en nuestra crisis energética, sino que, además, serían considerados unos verdaderos héroes por un hambriento número de ingenieros.
—Regresaremos pronto —dijo Ascensor-Otis y se marchó al frente de sus oficiales superiores.
—Nuestra primera tarea será la de conseguir potencia —dijo Rebana-Acero a los ingenieros—. ¿Quién se ocupa de la planta energética en miniatura?
—Yo —contestó el ingeniero Pila-Potente—. Ahora mi equipo carga sus componentes en el ascensor.
—Descenderé en el mismo viaje —dijo Rebana-Acero—. ¿Qué más vas a necesitar?
—Un separador de masas y un generador de monopolos —dijo Pila-Potente—. Además vamos a necesitar centenares de metros de tubo de alta resistencia para llegar al magma, rico en neutrones, que está debajo de la corteza.
—Estarán preparados cuando los necesites —le aseguró el ingeniero Masa-Delta—. Y garantizados sin fugas.
—Creo que la dirección de un proyecto de la Compañía de Construcciones Red, va a ser uno de los trabajos más fáciles que haya tenido —dijo Rebana-Acero—. Aplaudamos con nuestras aristas.
—Este ascensor parece que se mueve muy despacio —dijo Rebana-Acero—. ¿Es debido al peso de las piezas de la central de potencia?
—No —dijo Pila-Potente—. Red-Risco programó los mandos del ascensor para que se recuperase la máxima energía posible y no para que se alcanzara la máxima velocidad segura de descenso. A la vez que descargamos el Águila, los motores del ascensor están recargando los acumuladores de energía. Red-Risco siempre quería encontrar maneras de hacer disminuir el coste de los proyectos.
—En este caso, es posible que haya salvado nuestras pieles —dijo Rebana-Acero—. No hay la menor duda en que era un ingeniero excepcional.
—Sí, lo era —corroboró Pila-Potente, y todos callaron durante el resto del descenso.
Cuando llegaron a la corteza, Pila-Potente desplazó hacia un lado la reja de poca altura y retrocedió. Rebana-Acero esperó un poco y después se dejó resbalar hacia la corteza de Huevo.
—He regresado —declaró en voz baja el almirante Rebana-Acero a la cálida corteza blanco-amarillenta. Esperó a que los demás hubieran fluido del ascensor y le rodearan por todos lados, emocionados por haber regresado a su planeta original. Luego habló:
—No me llaméis más almirante Rebana-Acero. Antes, mi nombre era Estrella Fugaz. Pero a partir de ahora llamadme Gatea-Corteza, porque estoy cansado del espacio, y estoy cansado de los rejuvenecimientos. Voy a quedarme aquí hasta que me fluidifique.
Lee-Letras estaba atendiendo a uno de los Vergonzosos comestibles que le quedaban y que parecía estar enfermo. Retrajo sus ojos normales, oscuros, y dejó fuera sólo a sus tres ojos rosados para inspeccionar detenidamente el animal. El esplendor ultrarrojo de uno de los lados del Vergonzoso comestible indicaba que existía algún problema. Agradecido a su visión pecosa que acababa de salvar a otro de su rebaño, lo inmovilizó, metió un manipulador y empezó a sacar de sus bolsas de comer un gran número de piedrecitas que aquella estúpida criatura había confundido con tubérculos. Luego dejó que el Vergonzoso comestible volviera a pastar.
Al poco rato, oyó, muy a lo lejos, a los viajeros. Hacían mucho ruido. Lee-Letras se aplastó detrás de una roca de la corteza, replegó sus pedúnculos y dejó que su arista se ocupara de la observación. Se alegró de que su piel tuviera algunas pecas, porque así resultaba menos visible.
Era demasiado pronto para que los recaudadores del duodiezmo de Brillante-Centro hubieran llegado. Además, iban montados en Ligeros y, aún en el caso de que hubiesen desmontado, jamás hubieran hecho tanto ruido innecesario como aquellos cheela.
Escuchó atentamente y pudo distinguir algunas voces. El acento era cerrado y no podía entender muchas de las palabras.
—El Águila ciertamente abrió un buen surco en la corteza cuando bajamos —decía Ascensor-Otis mientras iban en fila india por la maltrecha corteza, levantando el polvo a su paso.
—Veo algo, delante —dijo la teniente Cuenta-Estrellas—. Tiene rayas negras.
—Debe ser uno de los animales de la manada —la doctora P.p.Ta-McCoy buscó en su rollo—. He preparado una lista de todos los tipos de animales y plantas que se supone han sobrevivido al estrellamoto —desenrolló rápidamente el rollo y se detuvo—. Aquí está. Es un Vergonzoso comestible. Las rayas llegan hasta la carne que hay dentro. La carne oscura tiene el sabor de tubérculos, y la carne blanca el de bayas.
—Mis bolsas ya empiezan a soltar jugos —dijo Cuenta-Estrellas—. Vamos a capturarle y lo llevaremos a la base.
—No creo que nos resulte muy difícil —dijo Ascensor-Otis—. No parece que se mueva. Pero, por si acaso, vamos a rodearle.
Lee-Letras asomó un ojo. Los desconocidos habían encontrado uno de los Vergonzoso comestibles que había muerto cuando la estrella voladora había caído. Se movían cautelosamente, como si creyeran que el animal estaba vivo todavía.
Era evidente que estaba muerto, porque a través de la corteza no llegaba ninguna repulsación de las bombas de fluido de la criatura. Algo debía andar mal en las aristas de los desconocidos si no se daban cuenta de aquello.
P.p.Ta-McCoy se acercó al inmóvil Vergonzoso, con rallas blancas y negras, y descubrió una gran herida en el dorso, donde un trozo de la corteza le había golpeado en el nudo cerebral.
—Mi capitán, está muerto.
—Bien. Procedamos a cortarlo para llevárnoslo a la base.
La doctora P.p.Ta-McCoy extrajo su maletín médico de su bolsa de transporte, y al poco rato un bisturí hacía las funciones de un cuchillo de carnicero.
—Me estaba preguntando con qué se alimentan los Vergonzosos comestibles —dijo Cuenta-Estrellas al tiempo que embolsaba un gran pedazo de animal—. No veo que por aquí haya mucho que pastar, excepto estos arbustos que al parecer son espinosos.
Su manipulador dejaba caer gotas de jugo y lo metió en una de sus bolsas de comer para chuparlo y dejarlo limpio.
—Mmm. ¡Delicioso! Tiene gusto de tubérculo.
—Esta planta es un arbusto que tiene tubérculos —le explicó la doctora—. Estos animales han sido educados para que escarben la corteza, cerca de estas plantas, y se coman los tubérculos.
—Creo que deberíamos llevarnos algunos tubérculos. Mientras la doctora corta la carne, los demás id cavando para sacar tubérculos. Serán un buen acompañamiento cuando los mezclemos con el concentrado blanco de carne, fabricado en los generadores de comida.
—Cualquier cosa será mejor que el concentrado de carne solo —dijo uno de los soldados del espacio cuando empezó a cavar.
Al cabo de un rato Lee-Letras creyó que debía hacer algo. Después de todo, su trabajo consistía en proteger al rebaño del clan y parecía que los desconocidos de la estrella iban a llevarse el Vergonzoso para comérselo. Había muchos jovenzuelos hambrientos en el clan que podrían utilizar aquella comida. Por fin volvió a su volumen normal y trepó sobre la elevación que le había mantenido escondido. No trató de silenciar sus movimientos, pero los desconocidos no se apercibieron de su presencia. Preparó su pica de pastor y aflojó una bolsa de puñales de arista por si se daba el caso de que le persiguieran.
—Saludos, magníficos forasteros —dijo, anunciando su presencia. Pero no le oyeron.
—¡SALUDOS! —dijo más alto y por fin uno de ellos le vio.
—Es un nativo —dijo Ascensor-Otis—. Acerquémonos a él para hablarle. Probablemente este Vergonzoso comestible que estamos cortando es suyo. ¿Cómo es posible que nos haya estado espiando? Tened algunos ojos a la expectativa, porque puede haber otros.
—Saludos, magníficos forasteros —repitió Lee-Letras—. Si sois de Brillante-Centro llegáis pronto para el duodiezmo. Siento la pérdida de este animal, pero fue atropellado por vuestra nueva montura que se mueve con las estrellas.
Ascensor-Otis se tranquilizó cuando se dio cuenta de que podía entender casi todo lo que el jovenzuelo le estaba diciendo. El acento de su arista era abierto y arrastrado y se le escapaba el significado de algunas de las palabras. Lo de «Brillante-Centro» debía referirse a la parte central de Paraíso de Brillante, y lo de «montura» usaba una palabra raíz que implicaba que alguien corría sobre algo, aunque por allí no se veía vehículo alguno. Lo de «duodiezmo» no tenía el menor significado para él.
—Saludos, soy Ascensor-Otis —dijo el capitán—. No venimos del Centro de Brillante. Procedemos de las estrellas próximas. Las que no dan vueltas.
—Soy Lee-Letras —contestó el jovenzuelo—. Había leído que habían cheela que vivían en las estrellas vecinas, pero hasta ahora no lo había podido creer. Si no sois de Brillante-Centro no podéis llevaros el Vergonzoso Cebú. La recaudadora de Brillante-Centro se enfadará con vosotros si tomáis su duodiezmo.
—¿Quién es la recaudadora? —preguntó Ascensor-Otis—. ¿Y qué es el duodiezmo?
—Cada 72 giros, la recaudadora del emperador viene desde Brillante-Centro y nos ordena que reunamos el ganado del clan. Entonces le damos un duodiezmo para el emperador y se marcha con los animales. Nos da otros 144 huevos de Vergonzosos comestibles del tipo que quieren, para la siguiente cosecha, y cuidamos de ellos hasta que viene a recogerlos.
—¿Es decir, que se lleva la duodécima parte de vuestros animales, y ni siquiera os paga? —era evidente la incredulidad de Ascensor-Otis.
—No es así —contestó Lee-Letras—. Nosotros nos quedamos con la duodécima parte de su rebaño, si hemos cuidado bien de él.
—¿Y por qué no criáis vuestro propio rebaño? —preguntó Ascensor-Otis.
—No tenemos huevos de Vergonzosos —dijo Lee-Letras—. El emperador no nos permite tener animales que se coman sus tubérculos. Nosotros mismos sólo podemos recoger tubérculos en las áreas montañosas donde los Vergonzosos comestibles no pueden llegar. Me temo que el clan va a pasar hambre este gran de giros. Hemos perdido seis Vergonzosos Cebú a causa de los Vergonzosos salvajes, y después vuestra máquina ha matado a dos más, y otros seis se espantaron y se han perdido. La carne que habéis cogido pertenece al emperador. La recaudadora del emperador se enfadará porque no estará fresca.
—Dile a la recaudadora que le pagaremos el Vergonzoso comestible —dijo Ascensor-Otis—. Precisamente ahora necesitamos comida, pero después de la próxima docena de giros tendremos comida en abundancia. La recaudadora y todo tu clan podréis venir y llevaros todo cuanto queráis.
—No dices la verdad. No puedes cultivar comida en una docena de giros.
—Nosotros fabricamos la comida —dijo Ascensor-Otis—. Utilizamos una máquina que produce comida con muchos sabores diferentes. Ven dentro de doce giros y la probarás.
Metió un pseudópodo dentro de una bolsa y sacó una joya deslumbrante, un anillo de ojo. Lo dejó en el suelo y retrocedió.
—Esto es un regalo para ti. Sentimos mucho que nuestra máquina voladora te haya espantado a ti y a tu ganado. Dile a tu jefe que no dejaremos que tu clan pase hambre.
Lee-Letras no miraba al deslumbrante anillo. En lugar de esto, cuatro de sus ojos miraban el rollo de metal plateado que la doctora McCoy sostenía todavía.
—¿Esto es un rollo? —preguntó Lee-Letras.
—Sí —contestó la doctora.
—¿Tiene letras y palabras?
—Sí. Y además tiene algunos dibujos.
—El anillo es muy bonito, pero preferiría tener algo nuevo para leer —dijo Lee-Letras—. Te cambiaría mi rollo, por el tuyo.
Hurgó en una bolsa y sacó de ella un mugriento y arrugado rollo.
—Es antiguo, y no reluce como el tuyo, pero todavía se pueden leer las palabras que tiene —lo levantó con ilusión.
—Voy a dárselo —dijo P.p.Ta-McCoy—. Puedo hacer que el ordenador imprima otra copia de la lista en cuanto lleguemos a la base.
Se efectuó el trueque, al que el capitán añadió el anillo de gala de propina. Observó cuidadosamente el antiguo rollo.
Lo desenrolló hasta que llegó a la firma personal que iba al final.
—Se trata de un fragmento de un registro diario. ¡Fue escrito por Qui-Qui!
—Debemos saber de dónde lo ha sacado —susurró la doctora.
—Esto lo haremos luego. Ahora hemos de preocuparnos de tener la catapulta gravitatoria activada. Asegurarnos de que un clan no pasa hambre, y del modo que sea, hacernos amigos de un emperador dictatorial que, al parecer, es el amo de hasta el último Vergonzoso comestible y del último tubérculo de Huevo —acalló su susurro electrónico, y su arista se agitó para volver a hablar con Lee-Letras.
—¿Quién es el emperador del que nos hablas? —le preguntó Ascensor-Otis.
—Es el Poderoso, el Terrible, el Implacable. El cheela que nunca se fluidifica: Atila, El Pecoso —dijo Lee-Letras, y su arista tembló al pronunciar este nombre.
Mientras tanto, en la base, el ingeniero Pila-Potente estaba montando la central de potencia que habría de darles la energía que necesitaban para sobrevivir.
—Nos hallamos aproximadamente a unos veinte centímetros de la base —dijo—. Esto nos da la suficiente separación para que las grietas de la corteza que se desarrollen a causa de la central de potencia, no interfieran con los cimientos de la catapulta gravitatoria. Mi equipo situará aquí la máquina de barrenar y empezará las perforaciones.
—Para empezar ya dispones de bastante tubo para recubrir el agujero —dijo el ingeniero Masa-Delta—. Cuando hayas llegado a seis centímetros de profundidad, mi equipo te tendrá ya lista la primera docena de centímetros de recubrimiento. Y después ya podremos fabricar más aprisa de lo que tú puedas perforar.
—Ya lo veremos —dijo Pila-Potente—. El taladro de chorro de antimateria que proyectó Red-Risco atravesará esta corteza como un agujero negro puede atravesar a un humano.
Masa-Delta regresó a la base. Viajaba lentamente, mientras iba planeando la ruta de las líneas de potencia que debería instalar sobre los veinte centímetros de distancia que había entre el emplazamiento de la central de potencia y la base. Cuando llegó a la base, su equipo ya hacía trabajar el separador de masas al que alimentaban con cargas de corteza triturada. La mayor parte de la corteza salía de la máquina, en forma de polvo, que era llevado mediante tuberías a la escombrera. Los elementos raros y los metales útiles y sus compuestos se almacenaban, y los metales de elevada tenacidad y dureza se combinaban para obtener una aleación que luego salía expulsada en forma de tubo de gran diámetro.
—Los tres primeros centímetros ya están fabricados —dijo Masa-Delta a su equipo, cuando la punta final del largo tubo cayó sobre la corteza con un fuerte ruido. Vamos a anticipar algo la parada para el festín del giro. Mis bolsas de comer ya están húmedas sólo de pensar en el Vergonzoso comestible que nos espera. Tubérculos y bayas juntos en el mismo trozo de carne. Me resulta muy ardua esta espera.
Salió con su equipo, mientras un equipo de transporte elevaba el tubo terminado hasta los deslizadores de carga para su entrega en la distante ubicación de la planta de potencia.
Masa-Delta se detuvo en las afueras de la base para pedir que le orientaran. Durante el giro en que ella y su equipo habían puesto en funcionamiento el separador de masas, el equipo de edificaciones de la base, bajo la dirección de Dobla-Metales, había prácticamente desmantelado las plataformas de carga y las habitaciones del Águila y las había reconstruido sobre la corteza, en forma de edificio de viviendas.
—¿Ya habéis terminado la zona de comedores? —preguntó Masa-Delta.
—Ésta ha sido la primera cosa que hemos construido —contestó Dobla-Metales—. Tienes que salir por la puerta este de la pared exterior, y después sigues recto hacia el centro. Encontrarás la sala comedor y centro de reunión.
—¡Magnífico! —y Masa-Delta se puso al frente de su equipo para ir hacia la puerta este.
—Vais a disfrutar con el Vergonzoso comestible —dijo Dobla-Metales.
—Espero que tú y tu equipo no os lo hayáis comido todo contestó Masa-Delta.
—No. El equipo que sirve la comida quiere que el Vergonzoso dure mucho, y no te sirven más que un trozo pequeño, después de que hayas comido una gran ración de concentrado de carne.
La mención del concentrado de carne provocó un coro de quejidos lanzados por las aristas del equipo. Los generadores de alimento artificial eran bastante versátiles y podían producir una gran variedad de sabores y consistencias, pero después de una docena de gran de no comer otra cosa que la comida artificial, sus bolsas les dolían, porque deseaban algo que fuese diferente.
La barrenadora antimateria avanzaba rápidamente a través de la corteza, y el agujero fue descendiendo milímetro a milímetro cuando el equipo de Pila-Potente cogió su buen ritmo de trabajo. Por fin se acercaron a la capa de magma. Las temperaturas, presiones y densidades eran tan elevadas que la cubierta exterior de la barrenadora empezó a mostrar evidentes señales de transmutación por goteo neutrónico, desde el casi excesivo flujo de neutrones que lo rodeaba.
—Bajad el último tramo del revestimiento y poned la válvula de presión en el extremo superior —dijo Pila-Potente—. Después poned una bomba de antimateria en la punta del muelle de la barrena, en vez de la propia barrena, y bajadlo. Vamos a hacer un gran volcán, un volcán domesticado.
Se hizo descender la bomba de antimateria hasta el fondo del agujero, y el muelle del barreno se retiró. Por medio de una pulsación de ondas acústicas codificada, se accionó la bomba que rompió los últimos centímetros que quedaban de la corteza, y el fluido neutrónico de la capa, a gran presión, empujo con fuerza hacia la superficie. A medida que el fluido iba llegando a zonas de presión inferior, algunos de los neutrones se degradaron en electrones y protones, liberando energía y haciendo disminuir la densidad del fluido, lo que le hacía subir más rápidamente.
—¡Ya llega! —gritó Pila-Potente por encima del terrible fragor de la corteza—. Abrid la válvula de los generadores de potencia.
El fluido nucleónico a gran velocidad, de alta densidad, y elevada presión y temperatura, ascendió por el agujero del taladro y se arremolinó en el interior del generador de potencia, en donde se le sacaron sus energías libres térmica, cinética y nuclear. El polvo caliente de corteza resultante se envió por medio de una tubería, a una depresión cercana, y la potencia extraída de las entrañas de Huevo fue a través de las líneas de transmisión a suministrar energía a la maquinaria que había en la base, a unos veinte centímetros de distancia.
El almirante Rebana-Acero, ahora Gatea-Corteza, se reunió con el estado mayor y expuso:
—Ya estamos en marcha, pero todavía nos falta recorrer un largo camino. ¿Qué es lo que viene ahora en el plan de Red-Risco?
—La catapulta gravitatoria necesita una central de potencia dos docenas de veces mayor que la que ahora tenemos en operación —dijo Pila-Potente—. Mi equipo de exploración sísmica ha encontrado un prometedor manantial de magma energético a cuarenta centímetros de Brillante-Este. Hemos trasladado las perforadoras allí, y ya tenemos perforado un metro del primer agujero, pero vamos a necesitar que se construya una central de potencia.
—Mi equipo ha terminado las viviendas de la base —dijo Dobla-Metales—. Además, hemos instalado barreras magnéticas en todo el perímetro, para mantener alejados a los Ligeros salvajes. Ya estamos a punto para construir esta central. Tenemos una gran cantidad de robots controlados por ordenador que sueldan, remachan y cortan todas las partes de precisión. Pero necesitamos una forja para los componentes mayores. Estamos preparados para irnos allí, en cuanto tengamos suficiente metal disponible.
—El separador de metales ha estado produciendo chapa durante los últimos giros —les dijo Masa-Delta—, pero tendremos que volver a hacer tiras de tubo, en vista de la velocidad que lleva el equipo de Pila-Potente. Tal vez, lo primero que deberíais construir es otro separador de masas.
—Tienes razón —contestó Dobla-Metales—. Voy a hacer que mi equipo se ocupe de esto.
—¿Algo más? —preguntó Gatea-Corteza.
—No olvidéis que prometí al clan cercano que les daríamos comida cuando dispusiéramos de potencia —dijo Ascensor-Otis—. Hemos ido a visitarles varias veces durante los pasados giros y ya les conocemos bastante bien. Es evidente que viven en un nivel mínimo de subsistencia. Les hemos llevado muestras de los varios sabores del concentrado de carne. Lo llaman «la comida de los dioses».
—Está bien —dijo Dobla-Metales—. Podemos darles una máquina de hacer concentrados a cambio de un rebaño de Vergonzosos comestibles.
—No querrán hacerlo —dijo Ascensor-Otis—. Dejaron que nos quedásemos con los que matamos durante el aterrizaje, pero el rebaño es propiedad del emperador. De hecho, creo que percibo una ansiedad creciente en la jefe del clan, a medida que se avecina la llegada de la recaudadora para llevarse el rebaño.
—¿Qué ha dicho la jefe? —preguntó Gatea-Corteza.
—No quiere hablar de esto. Pero cada vez que este tema sale a colación, observo un giro extraño, en la ondulación de sus ojos. Desde luego, es muy posible que sea sólo efecto de mi imaginación. A la jefa del clan, al igual que a muchos de los ancianos del clan, le faltan algunos de sus ojos. Tal vez las antiguas cicatrices son la causa de este giro extraño.
—Debemos mantener nuestra promesa, evidentemente —dijo Gatea-Corteza—. Vamos a visitarles al próximo festín de giro, y convertirlo en un verdadero banquete.
—Tendré mucho placer en alimentar a alguien que pueda apreciar mi comida —dijo el chef Contenta-Bolsas—. Si los ingenieros pueden preparar una batería de acumuladores, puedo dar al clan uno de nuestros generadores de comida y enseñarles cómo funciona.
—Yo les daré un deslizador —dijo Pila-Potente—, para que lo utilicen para transportar la máquina de concentrados hasta su clan, y después podrán usar la batería del deslizador para hacer funcionar la máquina de hacer comida. Cuando la batería esté baja, no tienen más que traerla hasta aquí y recargarla.
—He llegado a conocer muy bien a este clan —dijo Ascensor-Otis—. Son muy orgullosos e insistirán en traer alimentos a la fiesta.
—¡Bien! —dijo Contenta-Bolsas—. Quiero aprender todo lo posible acerca de las comidas nativas. No sólo la manera de prepararlas para servirlas, sino además la mejor manera de cultivarlas. Cualquier cosa que pueda acallar los quejidos a la hora de comer.
—Tienes razón, chef —dijo Gatea-Corteza—. No podemos vivir siempre de comida artificial. No olvidéis que nuestro objetivo principal es convertirnos otra vez en nativos de Huevo.
—Invitaré al clan al próximo festín de giro —dijo Ascensor-Otis.