SACRIFICIO

FECHA: 07:08:13 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

Qui-Qui acababa de dejar su clase de ingeniería y sus lecciones, y estaba en los campos con su clase de agricultura para enseñar a distinguir los frutos maduros de los que no lo eran. A través de su arista le llegaba una conmoción intensa, desde los recintos de las crías. Cero-Gauss ahora ya era muy vieja y siempre tenía dificultades para mantener bajo control al gran número de crías, al tiempo que cuidaba de los huevos.

Qui-Qui abandonó la clase de agricultura y se apresuró para llegar a la guardería.

—¡Ojos flojos!, ¡ojos flojos!, los pecosos tienen ojos flojos —el agudo sonido de los burlones desafíos procedía de un grupo de crías, sin pecas, que impedían a tres crías pecosas el acceso a los comederos.

—Ya te explicaré yo quién es el débil —dijo uno de los pecosos, que se abalanzó sobre sus torturadores y consiguió montarse sobre uno de los machos, al que empezó a pinchar con un trozo puntiagudo de corteza. Cero-Gauss estaba ocupada con una cría que estaba saliendo del cascarón y no podía intervenir más que con gritos desde el recinto de los huevos.

Sobrecargada de trabajo, frustrada y enfadada, Qui-Qui se precipitó sobre las crías que se peleaban y con rápidos golpes de manipulador les hizo resbalar sobre la corteza para separarlos.

—¡Esto se ha acabado! —dijo ferozmente, sus oscuros ojos soltaban chispas sobre sus grandes párpados—. Vais a dejar de pelearos y comeréis en silencio.

Aunque algunos todavía gimoteaban a causa de los golpes, las crías se agruparon alrededor de los comederos y engulleron su ración del medio giro. Por fin llegó Cero-Gauss del recinto de los huevos, empujando delante de ella una nueva cría para acompañar hasta los comederos.

—Ya no sé qué hacer —dijo cansadamente Cero-Gauss—. Me parece que cada giro se pelean más. Me canso de decirles que debemos trabajar todos juntos, pero no me hacen caso.

—Confiemos en que estaremos mejor cuando algunas crías se hagan mayores y puedan ayudarnos —dijo Qui-Qui, mientras se iba a ver cómo iba la clase de ingeniería, antes de regresar a los campos.

Los jovenzuelos agricultores estaban discutiendo:

—No cojas ésta, estúpido —decía un jovenzuelo pecoso a otro sin pecas.

—¿Por qué no? A mí me parece que está perfectamente madura.

—Está llena de huevos de parásito.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque salta a la vista —dijo el pecoso—. No tienes más que comparar su color, con el del que está a su lado, que es bueno.

—No veo ninguna diferencia —dijo el que no tenía pecas.

—Es porque tú sólo tienes «ojos corrientes» —el pecoso desplegó con visible orgullo sus cuatro ojos rosados—. Nosotros, los de piel pecosa tenemos los ojos «especiales» para ver cosas que vosotros, los de piel vulgar, no podéis ver. Es por esto que somos especiales.

—Tú no eres tan especial —dijo el que no tenía pecas, levantando la vara que utilizaba para coger los frutos de las plantas más altas.

—¡Ya basta, acabad con eso! —voceó Qui-Qui desde lejos—. Vosotros, jovenzuelos, os comportáis como unos críos.

FECHA: 07:12:02 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

Mientras Transferencia-Hohmann se dedicaba a su trabajo en los rollos, algunos de sus ojos se fijaron en una de las estrellas del cielo que aumentaba rápidamente de tamaño. Dejó que el volumen se enrollara y se fue al puente de mando, mientras la estrella cada vez se veía mayor. Cuando llegó allí, ya pudo ver un punto blancoamarillento delante de la estrella. Era la última de las naves de exploración interestelar, la Abdul Nkomi Farouk. Todo lo que les quedaba de su flota en el espacio interestelar eran unas pocas naves de exploración.

—Estación Espacial del polo Este llamando a Abdul —dijo Transferencia-Hohmann.

Hubo una espera de casi dos mizgiros mientras las señales se propagaron a través de los 30 kilómetros que les separaban. Durante la espera se desconectaron los impulsores de curvatura del espacio del Abdul y la estrella retrocedió a su lugar de procedencia en el cielo, mientras la nave quedaba en órbita alrededor de Huevo.

—Aquí el capitán Ojo-Avizor, de la nave interestelar Abdul, informando a su base de acuerdo con las órdenes recibidas. La capitana Exploración-Lejana y el almirante Rebana-Acero recibieron las últimas posiciones de nuestras dos naves de exploración, y cuando nos fuimos de Herc X-l, todavía las estaban buscando. ¿Cuál es el estado de las cosas en Huevo? Todos estamos muy preocupados.

—Esto es terrible —dijo Transferencia-Hohmann—. Nos vemos reducidos a depender de una artista, que no ha sido capaz de hacer nada durante dos docenas de gran de giros. Convoco una reunión general para cuando ustedes lleguen.

El local principal de reuniones de la Estación Espacial del polo Este estaba repleto de cuerpos. Los otros lugares de reunión también estaban llenos de gente del espacio, muy preocupada, que observaba atentamente los enlaces de vídeo con el local principal.

—Se han cumplido dos docenas de gran de giros desde que el desastroso estrellamoto destruyó la civilización de Huevo —empezó Transferencia-Hohmann—. He intentado todo lo que se podía hacer con el inadecuado apoyo que tenemos en la superficie, pero la situación continúa siendo desesperada. El único ingeniero que nos quedaba en la superficie se fluidificó antes de que pudiéramos salvarle. Nos hemos quedado sin otra posibilidad de preparar a nuestros ingenieros que la de hacerlo con una actriz como único maestro.

—Dadas las circunstancias, está haciendo un buen trabajo —dijo Red-Risco—. El problema es que sin robots ni otras máquinas que disminuyan el trabajo, los de la superficie tienen que emplear gran parte de su tiempo en mantenerse vivos. Les damos tantos consejos como nos resulta posible, pero la demora de dos grugiros, en el enlace de comunicaciones, no nos facilita las cosas.

—¿Cuánto tiempo habrá de pasar antes de que consigan poner en funcionamiento una catapulta de gravedad? —preguntó alguien.

—Todo depende de que Qui-Qui pueda seguir controlando las cosas allí abajo, y al mismo tiempo pueda seguir dando clases —dijo Red-Risco—. Si lo consigue, seleccionaremos a los más competentes en ingeniería gravitacional, les dispensaremos de ir a clase para que puedan ir a los emplazamientos de las catapultas gravitatorias del polo Este y del polo Oeste y nos comuniquen el alcance de los daños. Si los daños no son muy graves, será sólo cuestión de una o dos docenas de gran para preparar un equipo de ingenieros que pueda arreglar los desperfectos, reparar una fábrica de potencia, y ponerla en marcha.

—¡Está hablando de generaciones! —exclamó Transferencia-Hohmann—. ¡No me lo había dicho hasta ahora! ¡No podemos esperar tanto!

—Se lo dije, pero usted no me prestó atención —dijo Red-Risco—. No tenemos otra alternativa. Esperaremos las generaciones que hagan falta.

—Pero cada vez seremos más viejos. ¡Sin el rejuvenecimiento todos estaremos muertos, antes de que terminen! —dijo Transferencia-Hohmann—. Debe construir algunas máquinas de rejuvenecimiento.

—Olvida usted que no tenemos más materiales que los que hay en la estación espacial y en las espacionaves. He ordenado a mis ingenieros que estudien este problema. Resulta fácil utilizar de nuevo partes de metal de las naves que sean poco importantes, para construir las máquinas que fabrican las enzimas de rejuvenecimiento. Pero el procedimiento actual requiere el uso de un isótopo metálico muy escaso. Con el que hay en toda la flota espacial, no podremos construir más que dos máquinas, cada una producirá cada tres docenas de gran la enzima que necesita una persona. Resumiendo, sólo dos personas podrán mantenerse vivas mediante el rejuvenecimiento.

—¡Si es así, es seguro que el resto tendrá que morir! —dijo Transferencia-Hohmann—. ¿De qué nos servirá el arreglo de las catapultas de gravedad, si sólo quedan dos personas que puedan salvarse?

—No podemos consentir que la población que está en el espacio quede reducida a dos personas —dijo Red-Risco—. Los cheela que están en el suelo, han perdido todos los rollos y toda su tecnología. Necesitamos que la población espacial se mantenga con todas sus posibilidades. Como no tenemos máquinas de rejuvenecimiento para hacer jóvenes cheela a partir de los viejos, tendremos que hacer jovenzuelos siguiendo el procedimiento clásico. Creo que no será tan malo, una vez nos hayamos acostumbrado.

Hubo un cierto número de murmullos de regocijo entre la audiencia, que se apagaron cuando habló la arista de Transferencia-Hohmann:

—No lo comprendo —dijo.

—Recomiendo que los médicos supriman las drogas contraceptivas a un personal seleccionado. ¿No lo entiende? —dijo él mientras sus pedúnculos de los ojos apuntaban a toda la sala de reuniones—. Podemos poner el recinto de los huevos allí, al fondo de esta sala, con los recintos de las crías a lo largo de los lados, y la guardería alrededor de la parte alta.

Por fin se decidió proceder a la construcción de las dos máquinas de rejuvenecimiento. Era importante mantener alguna continuidad en el proceso de convertir las estaciones espaciales y las espacionaves en una colonia espacial. Después de mucho debate, Transferencia-Hohmann y Red-Risco resultaron elegidos para usar las máquinas de rejuvenecimiento. Al resto de los cheela se les otorgó un huevo a cada uno, porque las estaciones espaciales no tenían cabida para una población superior al doble de la inicial. Muchos cheela dedicaron muchos gran a profundas consideraciones antes de decidir finalmente quien sería su «socio de huevo».

FECHA: 07:15:16 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

Qui-Qui fue requerida para acercarse al comunicador, por uno de los escribas, Esteno-Grafo.

—Todavía estoy copiando parte del manual de mantenimiento de los generadores de potencia auxiliar —dijo Esteno-Grafo a Qui-Qui cuando ésta llegó junto al volador—. Han intercalado un mensaje para usted, hace unos pocos mizgiros, reclamándola.

Qui-Qui esperó a que Esteno-Grafo terminara de escribir las palabras finales del manual de mantenimiento en el rollo, con su pulida escritura, que le dictaban desde 406 kilómetros de altura. Esteno-Grafo activó el videoenlace. En la pantalla aparecieron algunos diagramas. Los copió rápidamente porque el videoenlace tenía un consumo de energía muy elevado. Tan pronto como hubo acabado, volvió a dejar el enlace sólo en audio. Una pausa, y Red-Risco habló.

—Nuestro nuevo Consejo Espacial ha tomado una decisión —dijo Red-Risco—. Creemos que ya ha llegado el momento de que usted vaya al polo Oeste para rejuvenecerse. Sí, ya supongo lo que está usted pensando: que la que debería ir es Cero-Gauss porque es la más vieja. El problema estriba en que el robot sólo ha conseguido hacer funcionar una de las máquinas de enzimas. Si enviamos allí a Cero-Gauss, usted no podría ir hasta 36 gran después. Tendría entonces una edad de 90 gran y cabe la posibilidad de que fluyera antes de poder ser rejuvenecida. Hemos decidido que no podemos permitirnos perderla a usted. Es la única con la mezcla de energía, determinación, optimismo y carisma que se requiere para lograr que los jovenzuelos de la superficie se consagren a nuestro objetivo conjunto: la reunificación de todos los clanes de Huevo. El resultado de la votación fue de 288 contra 1. No es preciso que le diga quién fue el «uno». Lo antes que pueda, debe usted ir al polo Oeste, pasar por el rejuvenecimiento, y regresar con el robot de rejuvenecimiento y las máquinas de las enzimas. El robot será muy útil para hacer funcionar algunos generadores de potencia en Paraíso de Brillante, y hasta podrá reparar algunas cosas más.

Qui-Qui confirmó la recepción del mensaje y devolvió el enlace de comunicaciones a Esteno-Grafo, que continuó escribiendo cuando volvieron a dictarle.

Qui-Qui empleó algunos giros en dejarlo todo organizado para que pudiera ausentarse el medio gran que tardaría en rejuvenecerse. Uno de los estudiantes de ingeniería, Fuerza-Coulomb, retiró el comunicador y uno de los acumuladores del volador para que pudiera continuar con las clases.

Cero-Gauss se sintió aliviada cuando supo que no había sido la elegida para el rejuvenecimiento, porque ella sólo quería estar con sus pequeñuelos. Ahora ya contaba con la ayuda de adultos para que cuidaran de las crías mayores y de la guardería. No tenía otra cosa que hacer que empollar huevos y explicar las historias de los viejos tiempos, antes del estrellamoto.

Mientras el volador que llevaba a Qui-Qui hacia el polo Oeste se elevaba sobre la carretera, se cruzó con un gran rebaño de Vergonzosos comestibles.

Cara-Pecosa estaba con el rebaño, explicando su curso de pastoreo. Todos sus alumnos tenían pecas y por lo menos un ojo rosado. Les estaba enseñando cosas que no se podían encontrar en los libros de texto, tales como mirar a un animal con el ojo rosado especial y poder decir donde le dolía, y saber acercarse a un animal de manera que éste supiera que eras un amigo.

Mientras Cara-Pecosa veía pasar el volador, una antigua preocupación volvió a molestar su bulbo cerebral. A cada giro se acercaba más la puesta a punto de las máquinas de gravedad de que tanto se hablaba. Después regresarían los del espacio, y con ellos sus leyes. Después volverían los claneros y sus látigos.

A Cara-Pecosa no le gustaba que regresaran los del espacio. Prefería que las cosas siguieran como estaban.

FECHA: 07:15:32 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

Ochenta giros después, Qui-Qui regresó de su rejuvenecimiento, en su volador. Llevaba con ella el robot y la máquina de enzimas. Planeó hacia un terreno de aterrizaje que estaba cerca del Instituto del Ojo Interior. Al parecer no había nadie por allí, y Qui-Qui tuvo que descender del aparato para amarrarlo. Oyó que algo se deslizaba sobre la corteza, y sus ojos vieron a algunos Ligeros domésticos en miniatura que se aproximaban. No reconoció a ninguno de ellos. Llevaba un trozo pequeño de comida en una de sus bolsas y lo sacó. Formó algunos pseudópodos para acariciarles y les llamó.

El grupo de Ligeros vio la comida y su deslizamiento se convirtió en una carga. Abrieron sus mandíbulas y unos agudos dientes aparecieron en posición de desgarrar. Rugiendo de hambre, se lanzaron sobre Qui-Qui. Ella echó el trozo de comida a un lado para distraerles, y emprendió una carrera hacia el volador. El robot la miró, impasible, cuando se deslizó rápidamente a bordo del volador y cerró de golpe el escudo magnético; goteaban jugos de un manipulador que había esgrimido contra una de las bestias.

Qui-Qui herida y algo asustada, estaba preocupada. Algo había ocurrido en su ausencia. Hizo elevar su volador, voló sobre la frustrada horda de Ligeros y se desplazó lentamente sobre las calles. Las plantas, que antes habían florecido en los terrenos del Instituto del Ojo Interior, estaban descuidadas. Habían sido despojadas de todos los frutos y simientes. Se aproximó a un edificio que estaba en el centro del Instituto y que parecía estar clausurado. Las puertas estaban cerradas, y delante de ellas se había amontonado rocas para que resultara difícil acercarse a ellas para abrirlas. Los paneles correderos de las ventanas, también estaban cerrados, y se habían dispuesto barras a través de la mayoría de las aberturas. Sobre la parte alta de la pared había una improvisada bobina de alambre. Unos débiles trazos de luz aparecían en el centro de las espiras cuando los núcleos erráticos, que llegaban desde el espacio, iban a morir, en una trayectoria espiral, en sus campos electromagnéticos superintensos.

El panel deslizante de unas de las ventanas protegidas con rejas se desplazó ligeramente, un solitario globo ocular observó por la rendija. El panel fue desplazado totalmente a un lado, y Esteno-Grafo sacó la mitad de sus pedúnculos de ojo para agitarlos frenéticamente en dirección al rápido volador. Qui-Qui hizo elevar el volador sobre la pared y se posó dentro del edificio cerrado. Fue saludada por ocho de sus antiguos alumnos. Tres de ellos: Esteno-Grafo, el escriba; Fuerza-Coulomb, el ingeniero electromagnético; y Newton-Einstein, el ingeniero gravitacional, eran los mayores en edad a cuyo cargo había dejado las clases. De las tres docenas de alumnos que había en las clases avanzadas, sólo quedaban cinco.

—Fue terrible —dijo Fuerza-Coulomb—. Acababa usted de marcharse, cuando Cero-Gauss se fluidificó. Las cosas se pusieron peor.

—A decir verdad, —dijo Esteno-Grafo—. Las cosas estaban razonablemente bien, mientras nos ocupamos del ritual de descuartizar a Cero-Gauss para distribuir su carne. Casi toda ella se destinó a crías, ya que ella las amaba tanto. Después del ritual de la distribución, sin embargo, las cosas empeoraron. Cara-Pecosa me dijo que desconectara el comunicador.

—¿Por qué? —preguntó Qui-Qui.

—Dijo que no debíamos prestar atención a las voces que llegaban desde el cielo —interrumpió Fuerza-Coulomb—. Luego empezó a destruir el comunicador, pero le dije que podría sufrir descargas eléctricas, y que lo haría en vez de ella. Sólo lo desconecté de su fuente de potencia. Más tarde pude conseguir algunas piezas en una tienda del centro de la ciudad, las rompí y escondí el comunicador.

—Además dijo a los estudiantes que ya no tenían que asistir a clase —dijo Esteno-Grafo—. Muchos empezaron a alborotar y se fueron a jugar. Unos pocos me visitaron para preguntarme si podían seguir aprendiendo, por su propia cuenta. Eran ocho, pero a tres de ellos los mataron en las luchas.

—¿Qué luchas?

—Fueron terribles —dijo Fuerza-Coulomb—. Después de unos pocos giros en los que nadie trabajó, ya escaseaba la comida. Algunos de los de la piel lisa, trataron de matar a un Ligero, de los comestibles, y sostuvieron una batalla con los de la piel pecosa.

—Al acabarse, muchos de los de la piel lisa habían sido rechazados hacia el Este —dijo Esteno-Grafo—. Antes de marcharse, esquilmaron todas las plantas y consiguieron apoderarse de algunos rebaños de Ligeros para comer. Al principio fuimos con ellos, pero decidimos que nuestro deber primordial debía ser trabajar para el futuro de Huevo, y regresamos al sitio donde Fuerza-Coulomb había escondido el comunicador. Cara-Pecosa, y el resto de los pecosos no se metían con nosotros, mientras estuviéramos apartados de su vista.

—Estaba claro que no nos querían —dijo Fuerza-Coulomb—. Y en consecuencia empezamos a fortificar este edificio. ¿Qué le parecen mis barreras magnéticas?

—¿Te refieres a la bobina que está sobre la parte alta de la pared? —preguntó Qui-Qui.

—Sí. Desde que era un crío he coleccionado alambre superconductor, y al final he podido encontrarle un buen destino. Consumí mucha energía para cargarlo, pero nos libra, a la vez, de los pecosos y de los Ligeros.

—Cuando aterricé, me atacó una manada de Ligeros —dijo Qui-Qui.

—Ahora hay muchos animales salvajes —le dijo Esteno-Grafo. Todos los animales que antes eran domésticos, ahora campan por sus respetos. Además me he dado cuenta de que las jóvenes miniaturas de Ligeros y Desliza-Lentos ya son mayores que las de antes. El procedimiento de hibridación para conseguir las miniaturas debe ser temporal, porque las nuevas generaciones parecen estar en regresión.

—¿Dónde está ahora Cara-Pecosa? —preguntó Qui-Qui—. Cuando he llegado volando no he visto a nadie por aquí.

—Ella sabía que usted regresaría pronto —contestó Esteno-Grafo—. Supongo que no quería encontrarse ojo a ojo con usted, y por tanto se fue con el resto de los de piel pecosa, hace una docena de giros. Se fueron hacia el Norte, llevándose los Ligeros comestibles.

—Creo que es conveniente que pongamos otra vez en funcionamiento el comunicador —dijo Qui-Qui—. He de explicarles todo esto a los del espacio.

—Ya están enterados de todo —dijo Fuerza-Coulomb—. Puse en marcha el comunicador tan pronto como estuvimos protegidos aquí. Ahora lo está utilizando Newton-Einstein. Creo que está recibiendo instrucciones del ingeniero Red-Risco.

—Sígame y la conduciré hasta allí —dijo Esteno-Grafo y la guió a través del laberinto de paredes y pasillos—. No pase por allí —dijo, señalando con sus pedúnculos hacia lo que parecía el pasillo principal, al tiempo que giraba a su izquierda, entraba en lo que parecía un almacén, y trepaba sobre algunos sacos de frutos secos.

—¿Por qué? —preguntó Qui-Qui.

Fuerza-Coulomb no contestó, pero tomó una pesada nuez de las que se habían derramado de un saco roto y la hizo rodar por el corredor. La nuez se convirtió en un resplandor incandescente de plasma al rojo vivo.

—Red-Risco nos lo sugirió —dijo Fuerza-Coulomb. Desde luego que es más espectacular con objetos pequeños como una nuez, pero es capaz de convertir en almuerzo a un cheela grande.

Siguieron abriéndose camino a través del laberinto hasta el edificio interior donde Newton-Einstein hacía funcionar el comunicador.

—Sí. Acaba de llegar —dijo Newton-Einstein—. Le transmitiré las instrucciones.

Qui-Qui deseaba oír otra vez la voz familiar de Red-Risco, pero Newton-Einstein había terminado la conversación, y era evidente que no quería esperar otros dos grugiros.

—Saludos, maestra Qui-Qui —dijo Newton-Einstein; sus ojos parecían estar fijos, en sus párpados acabados de rejuvenecer—. El rejuvenecimiento la ha tratado muy bien. Tendría mucho gusto en tomar lecciones de usted cualquier giro.

Qui-Qui lamentaba ahora la necesidad que la había obligado a emparejarse con algunos machos núbiles hacia tanto tiempo. Habían crecido muy aprisa y ahora parecía que se habían vuelto descarados.

—¿Qué instrucciones dieron los del espacio? —preguntó, haciendo caso omiso de sus comentarios.

—Red-Risco cree que ya estoy debidamente preparado para evaluar las condiciones de las catapultas gravitatorias de Huevo. Sugiere que empecemos por las del polo Oeste, porque quedaron más alejadas del epicentro. ¿Nos vamos? —se acercó más y extendió un pedúnculo hacia ella.

—Nos llevaremos a Fuerza-Coulomb con nosotros —dijo Qui-Qui con voz firme, tomando el mando una vez más.

—¿Por qué? —preguntó Newton-Einstein—. No sabe nada de ingeniería gravitacional. Además, le necesitan aquí para que mantenga en funcionamiento los generadores de potencia.

—He traído un robot para que se encargue de los generadores de potencia —explicó Qui-Qui—. Te olvidas de que una catapulta gravitatoria requiere una planta de potencia. Mientras estés comprobando el estado de la catapulta, Fuerza-Coulomb puede dedicarse a ver si hay manera de que la podamos hacer funcionar.

—Si usted lo dice… —evidentemente Newton-Einstein estaba disgustado por no hacer el viaje a solas con Qui-Qui.

—Enséñame el resto del edificio —Qui-Qui empezó a deslizarse por un corredor que tenía unas fajas alternadas de polvo y de roca dura, en el suelo—. Y luego partiremos.

Esteno-Grafo se apresuró a cerrarle el paso.

—Este no lo tenemos activado —dijo Esteno-Grafo—. Pero usted debe saber lo que significan estas fajas alternadas en el polvo, para cuando las encuentre en el laberinto.

—¿Es otro tratamiento de shock? —preguntó Qui-Qui.

—Peor que esto —dijo Esteno-Grafo y apretó una parte de un cuadro, que estaba en la pared, para activar la trampa.

—Ten cuidado —aconsejó Fuerza-Coulomb.

—Más pronto o más tarde tendremos que aprender a hacerlo, con los ojos escondidos detrás de los párpados —dijo Esteno-Grafo.

No escondió sus ojos, pero se deslizó rápidamente sobre el dibujo a rayas. Su arista efectuaba una ondulación exagerada que permitía que se apoyase sobre las partes duras de la corteza y formaba puentes para no tocar las partes polvorientas. Cuando estuvo a salvo en el otro lado, hizo rodar una nuez sobre el camino. Se produjo una explosión, procedente de un tubo enterrado bajo el polvo, en el centro del dibujo a rayas, que proyectó hacia lo alto un gran peso que arrastraba tras él una fibra delgada, pero muy resistente. El peso cayó precisamente al lado del tubo proyector y se incrustó profundamente en la corteza, llevando todavía el extremo de la fibra. Los bordes del agujero quedaron incandescentes a causa del impacto.

Qui-Qui miró los dos agujeros de la corteza, conectados por la resistente fibra y observó a Esteno-Grafo.

—Estos pasos cebra están distribuidos por todo el edificio —dijo Esteno-Grafo—, pero sólo los más exteriores están activados continuamente. Si el peso a gran velocidad no le hiere a uno en el bulbo cerebral, la fibra le dejará cosido a la corteza, hasta que vayamos a liberarle.

Esteno-Grafo desactivó la barrera, y Qui-Qui intentó cruzarla con el requerido contoneo exagerado. Consiguió hacerlo con un solo zumbido del dispositivo monitor de entrenamiento.

Antes de partir, Qui-Qui se elevó en una trayectoria alta para observar los alrededores. Había algunas grandes hordas hacia el norte, muy lejos, pero no pudo observar ningún peligro próximo. Era evidente que Fuerza-Coulomb disfrutaba con la experiencia de volar. Pero cuando aterrizaron, Newton-Einstein tenía sus doce globos oculares escondidos debajo de unos párpados muy pálidos.

Dejaron a cargo de Esteno-Grafo las responsabilidades del edificio, y Qui-Qui, Newton-Einstein y Fuerza-Coulomb se fueron hacia el polo Oeste, deslizándose sólo un poco por encima de la superficie. Una de las catapultas de gravedad no estaba muy lejos de la ciudad de Roca Blanca. A Qui-Qui la habían llevado a visitar el lugar de la catapulta, cuando estaba en la guardería.

Cuando se acercaban al lugar, Fuerza-Coulomb dijo a Qui-Qui que se detuviera.

—Por aquí, siguiendo la carretera, pasa una conducción de alta potencia. La conducción se juntó a la carretera, sólo un metro atrás, aproximadamente. Pienso que venía desde la planta energética que está allí, sobre aquellas laderas —agitó sus pedúnculos en dirección norte.

—Será preferible que lo vayamos a mirar ahora que estamos aquí —dijo Qui-Qui, que hizo virar el volador hacia el norte. Lo elevó unos cuantos centímetros para poder pasar fácilmente sobre los abandonados hogares y oficinas, y lo dirigió hacia el montículo artificial que se veía a lo lejos.

La planta energética estaba en un sorprendente buen estado. Durante el estrellamoto, los movimientos de la corteza habían rebotado atrás y delante por toda la distribución irregular de estribaciones montañosas del polo Oeste, y se habían cancelado virtualmente en el emplazamiento de la planta. Qui-Qui se sintió tan contenta con su descubrimiento, que abrió los depósitos de víveres del volador y sacó un envase de reluciente vino, para que les ayudara a pasar el tiempo que debían esperar antes de que les contestara la Estación Espacial del polo Oeste. Mientras ellos habían viajado sobre la corteza, Red-Risco había orbitado hasta la Estación Espacial del polo Oeste para disminuir la espera entre las comunicaciones.

—Me alegro mucho al oír que la mayor parte de la instalación de potencia parece estar en buen estado —dijo Red-Risco—. Lo primero que tenéis que hacer es conectar los circuitos de energía del volador a la consola de control. Confiemos en que podremos encontrar algunas unidades de potencia que hubiesen sido aisladas por los monitores de seguridad, antes de que fueran averiados por el estrellamoto. Antes de activar algo, hacedme saber lo que dice el tablero de control de estado, y lo que pensáis hacer. Aquí no disponemos de expertos en instalaciones de potencia en corteza firme, pero nuestros ingenieros de las plantas de energía de la nave espacial pueden darnos algunas indicaciones.

Les llevó casi todo el resto de giro el maniobrar el volador hasta el edificio de la central de potencia y activar la consola de control. Aparecieron algunos destellos intensos de luces de color azul candente que indicaban fallos en algunas unidades, pero en la mayor parte del tablero había luces rojas brillantes bajo la indicación «PREPARADO».

—Las lecturas de presión en cuatro de las fuentes de potencia están sobre mínimos —informó Fuerza-Coulomb—. Los otros dos marcan cero. Debe de haber roturas en los bloques de fundición, porque en los cabezales de conexión a presión no se aprecian grietas. Voy a activar la fuente número 2. Conduciré su flujo a través del bloque maestro de distribución al motor generador número 2, y veré qué pasa.

No hubo ninguna objeción desde arriba, por lo que Fuerza-Coulomb oprimió el botón marcado «Arranque» en la consola y el cabezal de presión de la fuente de potencia 2 se abrió, para dejar pasar el fluido a alta presión, rico en neutrones, que procedía de las profundidades de Huevo, hasta el bloque principal de distribución. Las válvulas resistieron y los manómetros del bloque empezaron a marcar. Luego oprimió otro botón y el flujo penetró en el motor generador. Un rumor sordo vibró a través de la corteza, y se fue convirtiendo en un zumbido regular.

—¡Tenemos potencia! —gritó Fuerza-Coulomb—. ¡Ya vamos por buen camino!

Qui-Qui comunicó las buena noticias a través del enlace de comunicaciones y, después, cambió las conexiones de los circuitos de potencia que conectaban la consola al volador, para que sus acumuladores se cargaran en vez de descargarse.

Después de dos envases más del centelleante vino de la ciudad de Roca Blanca y de una amistosa lucha a tres en el bien acolchado pero poco espacioso compartimiento posterior del volador, se quedaron exhaustos. Tardaron un giro entero en abandonar la planta de potencia, para ir siguiendo con el volador la conducción de energía hasta la catapulta gravitatoria que estaba unos pocos metros más allá.

—Me parece que la catapulta está bien —dijo Newton-Einstein después de volar en círculos sobre el gigantesco anillo semienterrado en la corteza.

—¿No podría haber perdido el fluido ultradenso de los tubos cuando falló la potencia? —preguntó Fuerza-Coulomb.

—No, —repuso Newton-Einstein—. El fluido es, en realidad, polvo de agujero negro estabilizado con monopolos. Es terriblemente magnético y las canalizaciones están construidas con superconductor de alta temperatura. Incluso en el caso de falta de potencia, los tubos retienen el polvo de agujero negro que contienen.

Aterrizaron fuera del edificio de control de la catapulta y entraron.

—¡Tenemos suerte! —dijo Fuerza-Coulomb cuando vio una luz que brillaba encima de un interruptor de potencia de gran tamaño que estaba en un rincón—. ¡Los conductos que vienen desde la central están intactos y tenemos potencia! Activemos la consola y veamos cómo está la catapulta.

Cerró el disyuntor de potencia y se encendieron las luces de la consola. Todo el panel quedó iluminado exclusivamente con luces de color rojo oscuro, a excepción de una luz azul parpadeante que indicaba fallo y estaba en una esquina.

Newton-Einstein se deslizó hasta la consola, y el movimiento ondulante de sus pedúnculos se detuvo completamente, cuando leyó la inscripción que estaba grabada sobre la luz azul intermitente.

Preocupada, Qui-Qui se deslizó a su lado.

—¿Qué pasa? —le preguntó.

—Hay una fuga; el polvo ultradenso ha desaparecido.

Dieron una vuelta alrededor de la parte exterior de la catapulta y encontraron la fuga. Había un pequeño agujero en forma de embudo en la corteza, cerca de la base de los cimientos, en el lugar donde el chorro de polvo de agujero negro había caído sobre Huevo, arrastrando la corteza con él hacia las profundidades.

—La catapulta debía estar funcionando cuando llegó el estrellamoto —dijo Newton-Einstein—. El polvo estaba dando vueltas en círculo a gran velocidad y todo él salió por el agujero. Si no hubiera estado en funcionamiento, sólo se habría perdido el contenido de una espira. En este caso hubiéramos podido taponar la fuga y la catapulta hubiera funcionado con lo que quedaba.

—Bien, hay otras tres catapultas en el polo Oeste —dijo Qui-Qui—. Vayamos a verlas.

—Confío en que las centrales de generación de potencia puedan funcionar —dijo Fuerza-Coulomb—. No creo que podamos pensar en que las canalizaciones de potencia estén enteras, puesto que las distancias son muy grandes.

No se molestaron en detenerse en la siguiente catapulta gravitatoria. Una enorme grieta de la corteza había roto el gran anillo en dos mitades. Dos giros después Newton-Einstein informó a la Estación Espacial del polo Oeste:

—Ninguna de las catapultas de gravedad está en condiciones de funcionar en el polo Oeste. Tendremos que probar en el polo Este.

Fue Qui-Qui la que tuvo que informar desde el polo Este, porque Newton-Einstein y Fuerza-Coulomb estaban demasiado descorazonados:

—Tal como sospechábamos, las máquinas de aquí están más destrozadas. Ni una siquiera de las fuentes de potencia conservaba su presión. No nos queda otro recurso que aprender a fabricar el polvo de agujero negro estabilizado con monopolo, para poder recargar la catapulta gravitatoria del polo Oeste una vez hayamos reparado la fuga. Vamos a tardar unos cuantos gran, porque ustedes tendrán que dictarnos la manera de hacerlo, con todos los detalles; pero seguiremos trabajando en ello.

Los tres esperaron pacientemente la respuesta. Les llegó y era de Red-Risco, que había regresado a la Estación Espacial del polo Este:

—Temo que nos va a costar algo más de tres gran. Ya nadie utiliza el polvo de agujero negro estabilizado con monopolos. No se ha fabricado desde hace por lo menos dos docenas de generaciones. No disponemos de información al respecto, porque se trata de un material obsoleto. Como los registros de la biblioteca de aquí se han borrado, tendremos que obtener la máxima información posible de los humanos, y esto va a requerir algunos minutos, quizás hasta una hora. Y, desde luego, la información que obtengamos no será más que conocimientos de tipo general. Yo y los demás ingenieros tendremos que ampliarla, convertirla en instrucciones detalladas para construir las máquinas que producirán y estabilizarán el polvo de agujero negro, ensayarlo aquí en prototipos y luego dictaros la información. Todo esto representa un tiempo considerable.

Sin hacer caso de las miradas de desespero de Fuerza-Coulomb y de Newton-Einstein, Qui-Qui trató de obtener un sonido alegre en su arista cuando contestó:

—Lo mejor es que se pongan ustedes en contacto con los humanos. Siempre les cuesta una eternidad hacer cualquier cosa. Y puestos ya en ello, pídanles una cápsula de la historia, de lo que ellos llaman «Las Edades Oscuras». Si podemos saber cómo su gente instruida pudo mantener islotes de conocimiento, mientras estaba rodeada por la ignorancia y la barbarie, podré aprender cosas que me ayuden a bregar con la situación que tenemos aquí. Otra cosa ¿alguien de ustedes sabe trucos de magia?

Regresaron al laberinto de Paraíso de Brillante. Lentamente la información fue llegando gota a gota desde los cristales de HoloMem, de la consola de los humanos, a la Estación Espacial del polo Este, donde era estudiada, comprobada y retransmitida a la superficie de Huevo. Cuando Fuerza-Coulomb murió, había podido construir más aparatos de comunicación con el espacio libre. Jóvenes escribas, escogidos para tal honor, a causa de su impecable escritura, copiaban la información procedente del espacio y los manuales y los libros de texto pasaban a otros que trataban de construir y manejar las máquinas descritas, con sus herramientas y recursos inadecuados. Había largos periodos en que no se les dictaba información, por lo que los rollos eran decorados por los escribas con elaboradas ilustraciones fluorescentes en los espacios libres que quedaban en los bordes, y dentro de los diagramas técnicos.

Qui-Qui pasaba mucho tiempo en el volador, recogiendo comida y reclutas. Era conocida por los clanes de los alrededores como el Esplendente Dios de la Juventud y el Conocimiento, la Madre de Huevo. Podía volar por el cielo y hablar con las estrellas. Siempre era hermosa y no moría nunca.

Qui-Qui llegaba a cada aglomeración de clan volando muy alto en el cielo en su volador, describiendo círculos hasta que todos los individuos de la tribu la habían visto. Después, pasaba rozando la superficie y detenía en alto el volador sobre el suelo, en las proximidades de un gran altar rectangular de piedra que el clan había levantado y que habían llenado con altos montones de ofrendas de comida. Mientras sus acólitos iban transfiriendo las ofrendas al volador que permanecía a un lado, el Dios de la Juventud y el Conocimiento se deslizaba fuera por el otro lado, a través de una plataforma casi invisible, de cristalium. Parecía que flotaba en el espacio y sobre ella centelleaban unas luces de colores brillantes que salían de unos compactos generadores de iones que había embolsado en su cara superior.

Qui-Qui pedía ver las crías y jovenzuelos. Luego, saliendo aparentemente de la nada, materializaba regalos para los más jóvenes. Eran juguetes educativos, golosinas especiales (llenas de trazas de elementos importantes) para comer, y rollos para los que debían aprender a leer. Muy poco antes de que los jovenzuelos se convirtieran en adultos, se les concedía un viaje en el volador hasta el Templo del Laberinto de Paraíso de Brillante, donde se les examinaba. Solamente unos pocos eran elegidos para quedarse. Los demás volvían a sus clanes, asombrados por lo que habían visto. Una vez cada tres docenas de gran, Qui-Qui se retiraba a una habitación especial en el sagrado centro del laberinto, durante medio gran y salía de allí con su juventud regenerada.

FECHA: 08:26:37 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

Las tres últimas lanchas de exploración regresaron juntas del espacio profundo, y Exploración Lejana se presentó ante el Consejo Espacial.

—Las hemos encontrado casi en el mismo centro. Un gran número de estrellas de neutrones, y hasta había algunas que tenían vida. Pero en ninguna han pasado del estado salvaje. La vida es demasiado fácil en una estrella de neutrones. Sin competición, no se necesita inteligencia. Supongo que debemos agradecer a los humanos que despertaran nuestra curiosidad hace tanto tiempo.

—¿Cómo van las cosas en Huevo? —preguntó Rebana-Acero a Transferencia-Hohmann.

—De una manera terrible —contestó—. Ya ha pasado toda una hora de los humanos desde el estrellamoto y las cosas no hacen más que ir cada vez peor. Estoy cansada de todo esto. Estoy cansada de tomar decisiones. Estoy cansada de luchar para que nos mantengamos en marcha. Estoy cansada de vivir.

—Quizá te deberías rejuvenecer antes —sugirió el almirante Rebana-Acero.

—No. También estoy cansada de rejuvenecerme. Te regalo mi rejuvenecimiento. Renuncio. Sustitúyeme. Me voy a cuidar huevos.

Sacó las estrellas de doce puntas de su piel, se las dio a Rebana-Acero y se fue a la sala principal de reuniones que se había convertido en recinto de incubación y guardería.

FECHA: 09:31:11 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

Después de funcionar durante generaciones, el volador dejó de volar a pesar de los esfuerzos de los ingenieros, tanto los del espacio como los de la superficie, para mantenerlo en uso. Ahora los clanes debían llevar sus ofrendas al Templo del Laberinto. El número de clanes había aumentado, no obstante, y muchos residían cerca del Templo del Laberinto, donde intercambiaban frutos por máquinas que evitaran tener que trabajar. Los clanes más alejados se volvieron olvidadizos, se apartaron de la influencia del Dios de la Juventud y del Conocimiento, y volvieron al estado salvaje.

En ocasiones especiales, Qui-Qui todavía volaba por el cielo, pero lo hacía por levitación sobre el Templo del Laberinto, por campos expulsores de la gravedad que se producían en un pequeño prototipo de catapulta de gravedad que sus acólitos habían conseguido construir. Únicamente utilizaba fluido nucleónico denso, porque la fabricación del polvo de agujero negro estabilizado con monopolos se les resistía.

Los giros transcurrieron.