¡SEÍSMO!

FECHA: 06:58:07 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

En las profundidades, debajo de la base de las montañas del polo Este, un grueso bloque de corteza gruñó de manera audible bajo el enorme esfuerzo provocado por los mil millones de toneladas de materia, amontonadas unos centímetros por encima suyo. Cuando el esfuerzo rebasó el límite máximo de resistencia, un bloque de corteza se rompió y una larga vibración se transmitió a través de los estratos que estaban debajo de la corteza. Las cimas de las montañas, que se habían quedado sin soporte, cayeron unos veinte milímetros en el intenso campo de gravedad de Huevo. La onda de choque, originada por la caída de la cordillera se propagó a partir del polo Este, casi a la velocidad de la luz, afectando en primer lugar a Ascensión de Ligero.

Cuando la corteza se levantó, para caer a continuación, las paredes se agrietaron y las comunicaciones quedaron cortadas, Lluvia-Neutrónica notó que sus pedúnculos oscilaban al agitarse la corteza situada debajo de ella. Siguió atendiendo a los sobrecargados instrumentos, en espera de que volvieran a su campo de medición y pudieran grabar el resto de lo que había sido el mayor cortezamoto de la historia de los cheela.

Algo más tarde, la onda de superficie alcanzó al Instituto del Ojo Interior, en Paraíso-Brillante. El bulbo cerebral de Círculo-Temporal, que estaba ya dominado por el pánico, chilló mentalmente cuando notó que se elevaba la corteza donde apoyaba su arista. Disminuyó su marcha, hasta reducirla a un avance consciente y deliberado, cuando la onda pasó por debajo de él y la corteza volvió a descender, sin haberle afectado mucho a él ni tampoco a los bien construidos edificios del Instituto del Ojo Interior.

Los campos magnéticos de la estrella, que estaban incorporados a la corteza en movimiento, oscilaron un poco atrás y adelante, generando con ello unas corrientes eléctricas que pasaron por el cuerpo de Círculo-Temporal, y pusieron en excitación los electrones y núcleos sueltos que formaban la tenue atmósfera de Huevo, hasta que los aceleraron lo suficiente para originar pares electrón-positrón. Los intercambiadores de calor, a contracorriente, que tenía en la base de sus pedúnculos de los ojos, incrementaron su capacidad de enfriamiento para eliminar el calor que el flujo de corrientes eléctricas había producido en sus glóbulos oculares. Mientras sus ojos se iban enfriando hasta el color rojo oscuro normal, vio disminuir la fluorescencia de rayos X que se producía cuando los positrones formados por las corrientes de la atmósfera, encontraban un electrón con el que aniquilarse.

Ya más lentamente, Círculo-Temporal continuó su marcha hacia el edificio de las Comunicaciones Temporales para comprobar el estado de su máquina. A pesar de que el cortezamoto había sido muy intenso, estaba seguro de que Red-Risco había proyectado personalmente la máquina para que pudiera resistir la sacudida. Pero era posible que el movimiento sísmico hubiera deteriorado la consola de control y que fuera ésta la causa de las extrañas señales de ruido.

El ascensor que ocupaban Huevo-Pesado y siete miembros de su equipo pasaba por el nivel 50 cuando un fogonazo de luz, procedente de la atmósfera que tenían debajo, anunció el principio del cortezamoto. Un par de mizgiros después, el ronroneo de los deflectores, en sentido ascendente, cambió de tono cuando los aceleradores que estaban en el suelo compensaron la caída de veinte milímetros de la corteza que estaba inmediatamente debajo.

—Éste ha sido fuerte —pensó Huevo-Pesado cuando su arista percibió el cambio de ruido en las vibraciones de la cubierta.

Se oyó un fuerte ruido. Un desecho, el primero desde hacía varios giros, colgaba del separador debido a que el esfuerzo suplementario había resultado excesivo para él.

Las ondas de choque procedentes de la corteza alcanzaron el centro de la estrella de neutrones y de allí salieron rebotadas varias veces, hacia arriba y hacia abajo, a causa de las diferencias de densidad entre las diversas capas. Cierto número de choques de rebote coincidieron en una de las áreas límite y concentraron su energía en una zona muy pequeña. Una vez iniciado, el cambio de fase se transmitió a casi la velocidad de la luz. Una capa interna de la estrella, de casi un kilómetro de altura alteró su densidad y se encogió unos dos metros, dejando sin soporte a las capas más externas de la estrella. Las capas externas cedieron y el cortezamoto se convirtió en un estrellamoto.

El gigantesco estrellamoto llegó a la superficie e hizo temblar a la corteza, igual que un Ligero destrozaría a un Desliza-Lento. La corteza se movió alternativamente hacia arriba y hacia abajo, todos los materiales que estaban sueltos fueron proyectados a través de la superficie y a gran velocidad contra las paredes, plantas y riscos. Los campos magnéticos embebidos en la corteza, se desplazaron a la vez que esta y aceleraron los electrones e iones de la tenue atmósfera. La atmósfera se recalentó hasta que alcanzó la temperatura de mil millones de grados. Se formaron pares electrón-positrón que luego se aniquilaron mutuamente originando un flujo continuo de rayos X. Los rayos X rebotaron contra los electrones ultraveloces de la supercaliente atmósfera y en cada una de las colisiones aumentaron su energía hasta que se convirtieron en un resplandor de penetrantes rayos gamma.

Círculo-Temporal notó de nuevo que la corteza se hundía debajo de él. Pero, contra lo que había ocurrido la primera vez, el movimiento de caída no se detuvo. Todo el mundo que le rodeaba caía y caía. Los campos gravitatorios y electromagnéticos de la máquina de comunicaciones temporales perdieron el control del agujero negro que giraba en el corazón de la máquina. El agujero negro se reconvirtió en energía, haciendo volar el edificio de las Comunicaciones Temporales y con él a Círculo-Temporal.

Lluvia-Neutrónica había esperado una segunda serie de sacudidas para cuando el cortezamoto hubiera dado la vuelta a Huevo y regresara allí. Llegó muy pronto. Intentó comprender por qué el seísmo parecía ser todavía más intenso que antes, pero se encontró resbalando a gran velocidad y sin poder evitarlo, hacia los instrumentos que había estado atendiendo. Los aguzados bordes de los instrumentos la dejaron convertida en tiras.

Cero-Gauss estaba en su laboratorio subterráneo. Buscaba algunas semillas que habían caído fuera del recogedor de una planta fuente, durante la primera sacudida de la corteza. El estrellamoto llegó hasta allí y ella y todas las plantas fueron barridas por el suelo de la habitación hasta uno de los rincones. Los pilares de sostén se doblaron y el techo les cayó encima.

Una pulsante sábana de fuego recorrió la superficie de la estrella de neutrones, produciendo una explosión de alta energía de radiación que se transmitió al espacio. Apenas un milisegundo después, los rayos ultravioletas de alta energía, los rayos X y los rayos gamma alcanzaron al Matadragones que estaba en su órbita sincrónica sobre Paraíso de Brillante. Los rayos gamma más potentes atravesaron el casco de la nave espacial así como la débil protección del traje espacial de Amalita, cuyo cuerpo se irradió con el triple de una dosis mortal. La radiación ultravioleta rebotó en el espejo del telescopio de imagen, quemando todos los filtros de protección e inundando el puente científico y los ojos de Amalita con un resplandor ultravioleta.

Los párpados de Amalita se cerraron demasiado tarde, sobre unas ya quemadas córneas, y empezaron a formar ampollas a causa de la intensa radiación. Detrás de la pulsación de radiación electromagnética, llegó una triple pulsación gravitatoria, de un kiloherzio, que lanzó el cuerpo de Amalita hacia atrás y adelante fracturándole tres vértebras y destrozándole la columna vertebral a la altura del cuello. La postrera sensación de la moribunda Amalita fue la de un dolor punzante en sus ojos.

Qui-Qui todavía estaba recuperándose de su regeneración y se lo tomaba con calma en el Complejo Hotelero de la Montaña del polo Oeste. Jugaba con su nuevo juguete: Era un aparato volador, hecho por encargo y de elevada potencia. En todo Huevo no había más de media docena de aparatos semejantes, porque su utilización resultaba mucho más cara que la de un coche de deslizamiento de carretera y no era más rápida. Pero un coche de deslizamiento no podía ir hacia arriba.

El volador poseía un generador de repulsión gravitatoria para operar cerca de la superficie y un impulsor inercial para volar a gran altura; además tenía unas alas superconductoras para deslizarse dentro del campo magnético de Huevo. Era caro, era una extravagancia, pero ¡era divertido!

Despegó del complejo hotelero y voló por encima de algunas de las colinas próximas para buscar un valle solitario. Se elevó para adquirir velocidad, con el impulsor de gravedad, hasta conseguir una duodécima parte de la velocidad de la luz, antes de cambiar al impulsor inercial para elevarse rápidamente sobre las montañas que estaban al final del valle. Desconectó el repulsor e hizo aparecer las alas para ascender utilizando la impulsión inercial.

Vio la disminución importante de las reservas energéticas de sus acumuladores. Su representante iba a protestar mucho por la factura de la operación de recarga, pero ella había ahorrado muchas estrellas y ahora que volvía a ser joven no le iban a faltar.

Qui-Qui estaba a 25 metros de altura cuando ocurrió el estrellamoto. Afortunadamente estaba mirando hacia arriba, a la Estación Espacial del polo Oeste cuando la atmósfera se iluminó. Pero a pesar de esto, antes de que pudiera resguardarlos debajo de sus párpados, dos de sus ojos empezaron a ver manchas, que no desaparecieron hasta casi después de un giro.

Tuvo dificultades con el altímetro cuando empezó a variar de 24 a 26 metros cada pocos mizgiros. Todos los canales de comunicación estaban silenciosos, a excepción de un solitario haz direccional de navegación, lo que demostraba que sus aparatos de a bordo funcionaban bien. Sabía que se trataba de un cortezamoto, a causa del resplandor de la atmósfera, y suponía que había sido uno muy importante y que todavía seguía teniendo mucha fuerza.

Estaría a salvo si se mantenía fuera de la atmósfera mientras la corteza estuviera en agitación. Puso el aparato en piloto automático fijando una trayectoria que requiriese un consumo energético mínimo. El aparato escondió sus alas superconductoras y empezó a planear lentamente siguiendo las líneas del campo magnético, extrayendo todo el poder ascensional que era posible de las pequeñas variaciones de campo ocasionadas por el movimiento de la corteza que estaba por debajo.

La nave de salto que transportaba al almirante Rebana-Acero iba a iniciar su salto hasta una órbita, cuando el estrellamoto eliminó la estructura de soporte inferior del Bucle de Salto. Un latigazo de elevada velocidad cortó los alrededores de Paraíso de Brillante mientras el piloto luchaba para conseguir que la nave se elevase. La nave de salto no tenía energía suficiente para ponerse en órbita y siguió una trayectoria curva que iba a parar a las montañas del polo Oeste. El piloto perdió la vista en ocho de sus doce ojos, uno tras otro, a causa del resplandor de rayos X, cuando intentaba localizar el Bucle de Salto del polo Oeste para un aterrizaje de emergencia. Pero éste ya no estaba allí. Hizo salir sus alas superconductores y usando las últimas reservas energéticas de emergencia de que disponía, pudo conseguir que su nave saliese del campo magnético del polo Oeste y pasara a una órbita elíptica.

—Periapsis de 5 metros y apoapsis de 90 metros, capitán Faja-Luminosa —informó el copiloto Ala-Resbaladiza—. Vamos a entrar en penapsis.

El altímetro fluctuaba bruscamente cuando la corteza ondulante pasaba a unos cuatros metros por debajo. Desplazándose a velocidades orbitales, pasaron raudamente por debajo de un volador que se movía lentamente mucho más alto que ellos. La cara inferior del volador relucía brillantemente a causa del resplandor de la superficie de la estrella.

—Voy a circularizar la órbita con propulsión magnética para ver si logramos tener alguna probabilidad —dijo Faja-Luminosa—. Pero no tardaremos en quedarnos sin potencia y al fallar los generadores gravitatorios estaremos en caída libre.

Ala-Resbaladiza se concentró en sus instrumentos y procuró no pensar en cómo sería una muerte por desintegración lenta.

Cara-Pecosa notó la sacudida del primer cortezamoto, y después las subidas y bajadas del intenso seísmo consiguiente. Las subidas y bajadas continuaron por algún tiempo. Llegó el tiempo del festín del giro y ella estaba hambrienta. Era muy probable que el gran seísmo tuviera ocupados a los claneros y en consecuencia se atrevió a deslizarse fuera de su escondite. Cuando llegó donde estaba la piedra que tapaba la entrada, apoyó parte de su arista en ella y escuchó. El único ruido era el de las piedras que se golpeaban unas contra otras cuando la corteza se movía arriba y abajo. Empujó ligeramente la piedra y se asomó. El resplandor le dejó unas bandas luminosas fijas en su visión. Volvió a colocar la piedra en su sitio y retrocedió hacia la oscuridad, hambrienta y echando maldiciones.

Huevo-Pesado, con sus sentidos en alerta plena, a causa del cortezamoto, introdujo su cuerpo en el puesto de la consola del ascensor, conformó unos manipuladores suplementarios, para hacerse cargo de los controles, por si ocurría que los automáticos dejaran de trabajar, y continuó observando el ruido de cada uno de los seis deflectores que mantenían en alto su plataforma. Hizo disminuir la velocidad de descenso para dar un margen más amplio a los deflectores.

—Recoge este desecho, Empuja-Metales —dijo.

—Todavía está caliente, jefe —se quejó Empuja-Metales.

—Te he dicho que lo recojas —dijo Huevo-Pesado— esto ha sido un cortezamoto intenso y pronto dará otra sacudida. Los de Calidad no estarán contentos si les llevas un par de anillos golpeados.

Se oyó un gruñido, una maldición y el ruido que produjo el anillo al caer sobre el suelo del ascensor.

Los deflectores ascendentes empezaron a cambiar de nuevo de sonido.

—Ya llega —dijo Huevo-Pesado que mantenía seis ojos atentos al panel de instrumentos y los otros seis a las seis corrientes de anillos que tenía por encima de él y que relucían al resplandor de Huevo. El tono del sonido se hizo cada vez más profundo y los anillos ascendentes se fueron apartando cada vez más. El suelo vibraba a causa de los murmullos de ansiedad del equipo de trabajadores. Huevo-Pesado vigilaba atentamente los indicadores. Los automáticos estaban desplazando la carga de las corrientes ascendentes, que estaban deteriorándose, a las corrientes descendentes que se mantenían estables. El tono del ruido fue haciéndose más grave hasta que se convirtió en algo completamente irregular.

Los indicadores de los deflectores ascendentes fluctuaban rápidamente porque los deflectores trataban de enderezar las deformadas corrientes de anillos. Se oyó otro ruido cuando un nuevo desecho apareció en el separador. Empuja-Metales estaba preparado para recogerlo, pero su gancho fue arrebatado de su manipulador por otro anillo que golpeó sonoramente contra el primero. Y luego llegaron tres anillos más.

—Vamos a perder nuestro soporte —chilló Huevo-Pesado.

Las corrientes ascendentes, poco a poco, se fueron separando de las corrientes descendentes, destruyeron sus deflectores y, como tres cuchillos frenéticos, cortaron transversalmente el ascensor de forma triangular. Dos de los flujos de anillos se separaron, casi en el acto, de la plataforma, pero el tercero se abrió camino a través del centro. Los cuerpos trataron de comprimirse para dejar sitio por donde pasara la corriente letal. Un grito de terror se convirtió en un conjunto de alaridos de dolor, cuando los anillos seccionaron un costado de Roca-Amarilla y prosiguieron su camino para acabar de cortar la plataforma.

Tres ojos de Huevo-Pesado vieron con horror como la plataforma quedaba cortada en dos partes. Cuando la última conexión de la cubierta quedó seccionada, las voces de los cinco miembros del equipo que habían quedado al otro lado, dejaron de oírse. Esta sección quedaba con un solo deflector y sin conexión con el ordenador de la consola de control. Un deflector aislado era incapaz de compensar adecuadamente, y el trozo de ascensor se inclinó y cayó hacia la lejana corteza.

Huevo-Pesado devolvió su atención al trozo de plataforma. Era el menor de los dos trozos, pero conservaba la consola de control y dos deflectores. Allí, además del operador de consola, sólo había sitio para dos, y uno de ellos era el moribundo Roca-Amarilla. Las corrientes descendentes ya empezaban a mostrar algunas variaciones. Los automáticos llegaron al límite de sus posibilidades de control y la plataforma se inclinó peligrosamente a causa de los desechos que sucesivamente golpeaban el separador. Roca-Amarilla volvió a gritar cuando empezó a deslizarse por el suelo resbaladizo.

—Te sujeto —dijo Bolsa-Hambrienta. Ésta se asía fuertemente a la barandilla con varios manipuladores y trataba de retener el cuerpo inerte de Roca-Amarilla, aferrándose a sus pedúnculos e introduciendo pares de manipuladores en sus bolsas. Sus cuerpos resbalaron muy cerca del borde, haciendo inclinar todavía más la plataforma.

—Suéltalo —gritó Huevo-Pesado—. De todos modos está prácticamente muerto.

—¡Es mi amigo! ¡Nos incubaron bajo el mismo manto! —explicó Bolsa-Hambrienta—. ¡No quiero soltarle! Usted cuídese de que este maldito ascensor se nivele.

—¡No puedes salvarle! —gritó nuevamente Huevo-Pesado luchando con los controles—. ¡Suéltale!

Sonó un gruñido, el ruido de deslizamiento y el suelo volvió a nivelarse. Huevo-Pesado se había quedado solo en la plataforma.

El ascensor había llegado a donde debería haber estado el nivel 30, pero allí no había nada. Ya no se registraban flujos ascendentes, y él se sostenía gracias a dos de las tres corrientes descendentes. El resplandor procedente del suelo era cada vez más intenso, y tuvo que resguardar sus ojos de él para poder ver los controles. Efectuaba su descenso lo más aprisa que se atrevía pero necesitaba saber cuanta corriente descendente le quedaba para proseguir.

Asomó un ojo para una rápida mirada hacia arriba. En la lacerada imagen persistente vio tres corrientes largas y muchos puntos que se apartaban a uno de los lados. Los puntos mayores tenían la forma hexagonal de las plataformas de los niveles establecidos cada 10 kilómetros, pero otros tenían la forma triangular de las plataformas de los ascensores. Y no quiso identificar a los puntos menores.

Se arriesgó a otra mirada, con un segundo ojo, hacia donde debería haber estado el nivel 20. En esta ocasión el resplandor de los rayos X era más brillante. Cuando hizo retroceder el ojo debajo de su párpado, se resignó a la pérdida permanente del mismo. Las tres corrientes descendentes eran ahora mucho más cortas, pero debería ser capaz de llegar hasta la superficie. Aquella mirada había resultado muy conveniente, porque una de las dos corrientes que usaba aparecía doblada y deformada.

Utilizó ambas corrientes descendentes durante otro mizgiro, y cuando iba a llegar al nivel 10 cambió y sólo se quedó con una. Hizo girar la plataforma alrededor de la corriente correcta para apartarse de la destrozada cola de la otra y continuó su viaje hasta la superficie. Cuando el indicador de altitud señaló que le faltaba bajar un metro, hizo disminuir la velocidad. Sacrificó otro ojo para ver una deslumbrante montaña de anillos, en donde debería estar el nivel base. No disponía de mucho tiempo, por lo que descendió rápidamente los últimos centímetros, golpeó contra el montón de anillos y se dejó resbalar hacia abajo apartándose del resto de la corriente que iba llegando. La plataforma del ascensor se deslizó hasta la parte baja del montón de anillos y se detuvo.

¡Estaba vivo! Y no había sufrido más daños que un par de ojos llagados. Durante mucho tiempo se quedó en la plataforma, con sus ojos escondidos debajo de sus apretados párpados. Cuando los movimientos de la corteza se hubieron calmado algo, miró con cuidado y pudo descubrir que la atmósfera todavía chisporroteaba con rayos X. Pero no era demasiado grave porque estaba muy alto sobre las montañas del polo Este. Fluyó por encima de los anillos hasta que su arista volvió a estar sobre corteza firme.

Miró a su alrededor y encontró dos pequeños puntos que eran la Estación Espacial del polo Este y la Plataforma Superior. Esta última, que había perdido su soporte y enlace con la Fuente, había quedado a la deriva en su propia órbita elíptica. Huevo-Pesado se preguntaba qué debería pasarles a quienes estaban en la Plataforma Superior, en caída libre y sin agujero negro que les proporcionase gravedad. Debería ser espantoso morir de aquella forma. Estaba contento de estar a salvo en Huevo.

Una nueva onda de choque surgió de la base de las montañas del polo Este. Su energía se concentró cuando llegó a la cima de la montaña. Junto a la onda de choque se propagaba un mar de llamas de rayos X. Mientras su resplandor crecía por momentos, la llama recorrió el valle y quemó completamente los ojos de Huevo-Pesado.

Tanto Red-Risco como el ingeniero jefe se detuvieron cuando sus aristas advirtieron el cambio de tono del omnipresente zumbido que había en la cubierta.

—Es un cortezamoto —dijo el ingeniero jefe—. Hace poco he creído advertir un aumento de la luz, reflejada por la Estación Espacial del polo Este.

Prosiguieron su discusión mientras el zumbido fue cambiando lentamente de tono mientras las corrientes de anillos compensaban los movimientos de la corteza que estaba por debajo de ellos. Las variaciones habían desaparecido de su atención cuando el tono volvió a cambiar. La nota se fue haciendo cada vez más baja. Todos sus pedúnculos se pusieron en alerta cuando advirtieron que la plataforma empezaba a caer, debajo de ellos. Un ruidoso staccato de estallidos amortiguados que se originaban por una sobrecarga de desechos, les obligó a salir por la puerta y atravesar la cubierta hacia el ascensor. La Plataforma Superior se movió como si hubiera desaparecido la fuerza que la había sostenido en su lugar. El ruido que llegaba desde abajo, se hizo más fuerte. Entonces, a través de la cubierta que tenían delante corrió a gran velocidad un chorro de mortales anillos metálicos.

—Haga que todo el personal vaya al área de lanzamientos y suban a un trasbordador —gritó Red-Risco.

El ingeniero jefe sacó de una bolsa un comunicador de emergencia, lo puso en el suelo y colocó su arista encima. Su voz amplificada retumbó en los tres niveles.

—Todo el mundo al área de lanzamientos. La Plataforma Superior está en caída libre. Repito. Todos al área de lanzamientos y a bordo de un trasbordador.

—Las tres corrientes ascendentes están fuera de control —Red-Risco miraba apenado cómo los anillos errantes hacían trizas su creación.

Sus aristas intentaban sostenerse en los puntos ásperos de la cubierta, para poder llegar al área de lanzamientos. La atmósfera que estaba sobre la plataforma ya empezaba a llenarse de pequeños copos de suciedad que se iban rompiendo y se expandían convirtiéndose en tenue plasma. Tres transbordadores estaban esperando en sus plataformas de lanzamiento, y en alguno había unos pocos trabajadores encima de sus superficies curvas. Los glóbulos de los ojos de Red-Risco empezaban a escocerle cuando se desplazó sobre la rampa curva hacia la seguridad que ofrecía el trasbordador, con el campo gravitatorio de su agujero negro.

—¿Puedo despegar, Jefe? —preguntó el piloto del trasbordador—. Hay una gran cantidad de restos de la plataforma superior que empiezan a caer sobre nosotros.

—Todavía no —dijo Red-Risco—. Ya no estamos en peligro de caer y todavía falta mucho tiempo para que la plataforma superior se desintegre. ¿Quiénes faltan?

—Prácticamente todos los de la cubierta de abajo —contestó el ingeniero jefe—. ¡Espere, llega el ascensor!

A través de la cubierta llegó el ruido lejano de motores. Desde muy lejos, un ascensor lleno subió hasta el centro de la plataforma. Un grupo de meritorios, salió echando maldiciones del ascensor en dirección al muelle de lanzamientos. Impulsados por la locura, provocada por el dolor de sus pieles que se desintegraban, y atreviéndose solamente de vez en cuando a sacar un ojo de debajo de su párpado, se arrojaron ciegamente hacia el área de lanzamientos.

—¡Alto! ¡Alt…! —chilló la que iba delante cuando se dio cuenta de que había una cortadura en el suelo que impedía su paso. Su arista trató de hacer marcha atrás sobre la resbaladiza superficie pero la presión de los que iban tras ella era demasiado fuerte. Su grito se interrumpió bruscamente cuando se escurrió hacia el espacio.

Sin embargo, en vez de caer, se quedó en caída libre en medio de la cortadura, y se volvieron a oír sus gritos y maldiciones cuando su deteriorada arista consiguió agarrarse tenazmente al destrozado metal del otro lado.

—¡Saltad! —gritó Red-Risco a los demás que se habían detenido al borde de la discontinuidad del suelo—. No caeréis por la rotura: la atravesaréis flotando.

El picor empeoró cuando empezaron a desprenderse trozos de piel, que se transformaban en nubes flotantes, alrededor de aquellas personas que debían sobreponerse al miedo lógico de toda su vida, para lanzarse deliberadamente por un precipicio.

—Lo haré, si tú lo haces —dijo Camino-Difícil a Arista-Lustrosa.

—El último en saltar comerá mierda de Cáscara Blanda.

Arista-Lustrosa se apartó del borde, agitó su arista rápidamente para ganar velocidad sobre el resbaladizo pavimento, y se puso él mismo en órbita.

Camino-Difícil le siguió inmediatamente. Era más larga y fuerte que él, y su mayor fuerza le permitió saltar más lejos sobre el vacío.

Después de haber saltado, Arista-Lustrosa notó una sorprendente sensación de bienestar, como si hubiera regresado a su huevo. Su cuerpo se contrajo en forma de bola, deformada por su musculosa arista que seguía retorciéndose para tratar de asirse a algo.

El dolor de su piel se hizo más intenso. Sacó un ojo fuera. Pudo ver la plataforma que flotaba por debajo de él, también vio a Camino-Difícil hecha una pelota muy por encima de él y del abarrotado trasbordador. Podría haber pasado por encima del trasbordador e ido a parar al espacio, pero la atracción gravitatoria del agujero negro que tenía el trasbordador le había alcanzado y tiraba de él. Cayó pesadamente sobre la espalda del ingeniero jefe.

—Perdone, jefe, lo siento —murmuró Arista-Lustrosa mientras se apeaba de su jefe y pasaba al piso curvo. Pero nadie le hizo el menor caso. Incluso los ojos del ingeniero jefe miraban hacia arriba desde donde llegaban unos quejidos transmitidos por el pavimento. Arista-Lustrosa también miró hacia arriba.

—¡Camino-Difícil! —gritó Arista-Lustrosa—. ¡Vuelve! ¡VUELVE!

Los demás miraban en silencio como Camino-Difícil se marchaba por encima del área de lanzamiento y desaparecía en la distancia. Vieron que uno de sus ojos se asomaba para mirar, y que su arista empezaba a agitarse fútilmente intentando regresar. La nube de partículas que flotaba alrededor de Camino-Difícil aumento, hasta llegar a impedir verla.

—Debéis saltar más lentamente, o bien dar la vuelta —decía Red-Risco a la gente.

—Si intentamos dar la vuelta, no nos va a quedar piel —dijo Muchos-Anillos, que era una nueva encargada de turno. Hemos de cruzar como sea.

Formó manipuladores y se sujetó a tres de sus vecinos.

—¡Sujetadme, pedazos de pasmados! —dijo—. Vamos a jugar a Bucle de Salto.

Sacó fuera la mayor parte de sus ojos, estiró su cuerpo para formar un largo puente y se agarró al lado opuesto. Soltó sus manipuladores que se habían aferrado a los demás y transfirió su presa al borde de la cubierta. Después volvió a escoger sus ojos y procuró no pensar en lo que estaba haciendo.

—¡Cruza ya, cría de Cáscara Blanda, hija de un Desliza-Lento! —chilló su arista posterior. Todos cruzaron por aquel improvisado puente y después tiraron de su valiente encargada para ponerla también a salvo, junto a todos ellos, bajo la protección de la gravedad de la lanzadera. Varios de ellos habían perdido mucha piel y habían empezado a supurar a través del tejido muscular subcutáneo.

Se oyó un ruido que venía desde abajo, y la cubierta se agitó cuando la plataforma superior empezó a romperse.

—Eleve el trasbordador —ordenó Red-Risco—. Y llévenos a la Estación Espacial del polo Este. Tendremos que tomar una nave de salto o un ascensor de catapulta para bajar y ayudar a recomponer las averías de Huevo.

La capitana Exploración-Lejana estaba discutiendo con el jefe de la Estación Espacial del polo Este sus planes para la fiesta de despedida, antes de su viaje por curvatura espacial, cuando vio la llamarada de Huevo. Cuando la luz se hizo demasiado intensa para poder mirarla, supo que pasaba algo y se encaminó al puente de mando. Cuando llegó allí, se quedó en segundo plano y dejó que la comandante de la estación, almirante Transferencia-Hohmann, dirigiera las operaciones.

—Oficial de comunicaciones, ¿se ha recibido alguna comunicación desde la superficie? —preguntó Transferencia-Hohmann.

—No llega nada desde la superficie, excepto un solo haz de navegación —contesto el teniente Giga-Byte—. Pero dos vehículos están transmitiendo. Uno es la nave de saltos en órbita de emergencia. El otro es un volador personal que está en el polo Oeste. La Estación Espacial del polo Oeste no ha sido capaz de ponerse en contacto con el volador. No tienen transmisores para su banda de frecuencias.

—¿Tiene datos de la órbita de la nave de salto? —preguntó Transferencia-Hohmann.

—El piloto consiguió determinarla. Pero se están quedando sin potencia para accionar los generadores de gravedad.

—¿Cuánto tiempo les queda?

—No alcanza a un giro —dijo el oficial de comunicaciones.

—Si por lo menos tuviéramos un vehículo que no dependiera de una lanzadera en tierra para su energía de traslación arriba y abajo —dijo la almirante.

—Lo tenemos —interrumpió Exploración-Lejana—. Mi nave de exploración interestelar ha sido proyectada para operar alrededor de las estrellas de neutrones. No puede aterrizar ni despegar, pero seré capaz de descender, igualar órbitas con esta nave de salto, y regresar a una órbita sincrónica con mis propulsores.

—Con esto podríamos salvar a tres de ellos. Tal vez a alguno más, si se aprietan mucho.

—Si vaciamos los depósitos de víveres y la cubierta de carga, probablemente podré cargar a todo el pasaje de una nave de salto —dijo Exploración-Lejana—. Estoy segura de que a los pasajeros no va a importarles estar, uno o dos docigiros, en el frigorífico.

—¡Primer oficial! —bramó Transferencia-Hohmann—. ¡Coja una escuadra y vacíen la nave de exploración! ¡Navegante! Prepare una trayectoria y pásela al ordenador de la nave de exploración.

—Ya tendré suficiente tiempo para calcular mi trayectoria, mientras sacan la carga de mi nave —le recordó cortésmente Exploración-Lejana.

—Desde luego —dijo la almirante Transferencia-Hohmann—. Mis excusas.

FECHA: 06:58:07.1 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

Medio giro después, Exploración-Lejana llevó su nave exploradora al horizonte de Huevo. Forzando hasta el límite su impulsión inercial, igualó órbitas con la nave de salto que iba cayendo lentamente.

—Si no necesitase mis últimos cuatro ojos para ver mis instrumentos —dijo por el comunicador el piloto Faja-Luminosa—, os diría «me alegró mucho de poder veros». ¿Tenéis alguna idea de cómo efectuar el trasbordo de los pasajeros?

—Vuestra gravedad artificial es plana, mientras que la de nuestro agujero negro es esférica —dijo Exploración-Lejana—. La única solución es situar las naves tangencialmente.

Exploración-Lejana hizo descender lentamente su órbita hasta que su nave esférica estuvo encima de la nave de salto. El copiloto Ala-Resbaladiza, ayudado por dos pasajeros, había sacado una parte del escudo magnético que recubría la sección de pasajeros de la nave de salto y Exploración-Lejana colocó su nave exploradora exactamente sobre el agujero. De uno en uno, los pasajeros fueron izados, empujados o lanzados desde la cubierta plana de la nave de saltos, para caer de cabeza sobre la cubierta curva de la nave de exploración.

—¡Ahora salga usted! —dijo el almirante Rebana-Acero, que había estado haciendo pasar a sus amigos pasajeros, hasta Ala-Resbaladiza que estaba arriba. Cuando se inclinó para coger al primer cuerpo disponible, se encontró con el del piloto de la nave de saltos.

—Muchas gracias por su ayuda, almirante —dijo Faja-Luminosa—. Pero usted es el siguiente.

—Pero sus ojos… —protestó Rebana-Acero.

—Soy el capitán de la nave de saltos —dijo Faja-Luminosa—. Y seré el último en abandonarla.

—Desde luego —dijo Rebana-Acero—. Le presento mis sinceras excusas. En este caso tome la punta de la cuerda de seguridad.

Puesto que tenía una larga experiencia en el estado de baja gravedad, apretujó una parte de su arista contra un saliente y aprovechó este apoyo para golpear con el resto la cubierta, logrando así saltar de una nave a la otra. Faja-Luminosa utilizó los cuatro ojos que le quedaban para observar con asombro aquella maniobra.

Al salir el almirante de la cubierta, Faja-Luminosa se quedó sin interlocutor. Miró hacia arriba y vio al almirante y a Ala-Resbaladiza que estaban por encima de él, sobre la cubierta curva.

El almirante tiraba insistentemente de la cuerda de seguridad, mientras Ala-Resbaladiza le hacía gestos y agitaba los extremos de su arista.

Después Faja-Luminosa dejó que su arista se separara de la cubierta y notó que le izaban hasta la seguridad de la otra cubierta, que estaba muy concurrida.

El almirante Rebana-Acero fluyó dentro del puente de mando de la nave de exploración y se puso detrás de la atareada piloto de la nave de exploración.

—¿Llego tarde para el banquete de despedida? —preguntó.

—La almirante Transferencia-Hohmann ha requisado toda la comida —uno de los ojos de Exploración-Lejana hizo un guiño lento—. Pero he podido salvar unos pocos envases de destilado doble del polo Este.

Maniobró en la pantalla que tenía debajo de su arista y la nave de exploración salió disparada hacia la negrura del espacio.

—La verdad es que me gusta tu nuevo cuerpo —susurró Exploración-Lejana.

—Podría decir lo mismo de ti —le contestó susurrando.

—Alguien deberá ir a llevar las malas noticias al resto de la flota de exploración —dijo ella—. Y puesto que la mía es la única nave de exploración que hay en Huevo, parece ser que voy a tener que encargarme de hacerlo. Pero no puedo llevar mi tripulación regular. El viaje será demasiado largo y ellos son demasiado viejos. ¿Sabes algo de navegación?

—Cuando era cadete, podía navegar mejor que nadie —le contestó Rebana-Acero.

—Ya lo veremos —dijo Exploración-Lejana.

FECHA: 06:58:07.2 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

—No veo como las cosas podrían ser más desastrosas —dijo la almirante Transferencia-Hohmann cuando iniciaba el debate en la sala principal de reuniones.

Era poco después del festín del giro y Red-Risco todavía chupaba una Cáscara Débil, tratando de obtener la última porción de carne que pudiera estar alojada en la cavidad espiral. La comandante en jefe, en cuanto supo que estaban abandonados en el espacio, había ordenado inmediatamente poner a todos a media ración.

—En primer lugar, tenemos un informe del capitán Estrella-Fija, de Operaciones Espaciales, del Este —anunció Transferencia-Hohmann.

Un capitán casi Anciano se acercó al estrado de oradores y activó un tablero gráfico en las pantallas gustativas de todos los presentes.

—Nuestra fuerza espacial consiste en tres estaciones espaciales: en polo Este, en polo Oeste y en Órbita Polar. La tripulación permanente nominal en cada una de ellas, es de veinticuatro. Hemos perdido a los que estaban en la superficie de Huevo cuando ha ocurrido el estrellamoto. Por estar sin contacto con el Cuartel General de Operaciones de Huevo, y dado que el almirante retirado Rebana-Acero acompaña a la capitana Exploración-Lejana en su misión de ir en busca del resto de la flota espacial, queda como comandante provisional de todas las Operaciones Espaciales la almirante Transferencia-Hohmann, por ser el oficial en activo más antiguo.

»Además del personal espacial asignado tenemos a 16 civiles en la Estación del polo Este que son refugiados procedentes de la Fuente Espacial. Tenemos seis naves de exploración, cuatro de carga y once naves de enlace que están en el Espacio Profundo en misiones de exploración.

»Nuestro inventario total consta de 287 personas, tres estaciones espaciales, seis naves de exploración, seis naves de carga, doce naves de enlace, cuatro naves de salto que no tienen bucle de salto donde saltar, dos catapultas de elevación, sin ninguna catapulta a donde poder descender, y tres transbordadores sin ninguna fuente espacial donde transbordar.

—No se olvide de los humanos —dijo Red-Risco—. Sólo están alejados un cuarto de órbita.

—Es evidente que los Pausados no pueden representar ayuda alguna en la presente crisis —decidió la almirante Transferencia-Hohmann.

—Nos ayudaron en el pasado —dijo Red-Risco—. Y tal vez ahora puedan hacerlo también. Por ejemplo. En nuestras bibliotecas técnicas de las estaciones espaciales, ¿están los planos de construcción de una catapulta gravitatoria?

Un joven alférez, que estaba detrás de todos, habló ruidosamente por su micrófono de vibraciones.

—Lo dudo, señor. Esta tecnología es obsoleta desde hace docenas de generaciones.

—Los humanos cuentan con esta información que tienen almacenada en sus cristales de memoria. Si yo estuviera en su lugar, les incluiría en nuestro «inventario» a pesar de que sean lentos.

—Pues entonces digamos que somos 287 personas y seis humanos —dijo Estrella-Fija con evidente enojo.

—Esto hace en total 293 «personas» que están preocupadas por lo que ha sucedido en Huevo —insistió Red-Risco—. También yo estoy preocupado. ¿Qué ha sucedido en Huevo?

—El siguiente informe es del teniente Senso-Atento, controlador de los Recursos de Huevo —dijo la almirante Transferencia-Hohmann.

—Según el doctor en Cortezalogía, Onda-Rompedora, que es nuestro experto en cortezamotos, lo que ha sucedido en Huevo no es un cortezamoto sino un fenómeno mucho peor y produce efectos mucho más devastadores, es lo que los humanos llaman «estrellamoto». Esto ocurre muy pocas veces, incluso a escala humana, por lo que nunca esperábamos que sucediera en Huevo. Durante un estrellamoto, si los movimientos del terreno no te matan, lo hará el recalentamiento electromagnético y, si por milagro, quedara alguien, moriría a causa de los niveles letales de la radiación de rayos gamma.

Senso-Atento agitó su arista, y apareció un mapa en todas las pantallas.

—Hemos efectuado un reconocimiento preliminar de la superficie de Huevo. Todas las grandes estructuras se han derrumbado, incluyendo todos los bucles de salto, todas las catapultas de gravedad y la Fuente Espacial.

—Hará falta media docena de gran para construir otro bucle de salto u otra Fuente Espacial —dijo Red-Risco—. ¿Cuándo creen las autoridades que van a volver a poner en uso las catapultas de gravedad?

—Estamos intentando ponernos en contacto con el piloto del volador —dijo el teniente Capacidad-Shannon—. Aparte de este volador, no hemos descubierto señales de vida en Huevo.

Qui-Qui había hecho un aterrizaje correcto en la parte exterior del complejo hotelero de la montaña del polo Oeste. Cuando llegó allí por primera vez, había hecho tratos para guardar el volador en un taller local de reparación de los coches robot deslizantes. El mecánico no estaba allí, para colocar las amarras que debían evitar que el volador se deslizara por el suelo durante los cortezamotos, por lo que tuvo que efectuar esta tarea personalmente. Encontró al mecánico dentro del taller, empalado en una pieza puntiaguda de maquinaria pesada. Se apartó horrorizada y buscó el enlace de vídeo para llamar a los carniceros. Pero el enlace estaba inutilizado.

Los coches deslizantes que había en el garaje estaban destrozados y amontonados en un rincón, lo que la obligó a usar su arista para desplazarse. Las calles estaban desiertas y la corteza estaba silenciosa, si se exceptuaban los ruidos que llegaban desde las profundidades de Huevo. Pasó al lado de edificios que tenían las paredes agrietadas. Entre las grietas no veía más que muerte. Había cuerpos de cheela aplastados que habían fluido a través de las puertas parcialmente abiertas, muchos presentaban los ojos quemados y los pellejos con ampollas. Una vez muertos, los Vergonzosos se parecían más a sus dueños, porque habían perdido su pelo.

Las plantas de todos los tamaños, si no se habían doblado, habían sido arrancadas de raíz. Las plantas más pequeñas y el suelo de cultivo se veían sin vida. Le costó bastante tiempo encontrar el edificio de los guardias, porque en aquel sector privilegiado nunca habían sido necesarios. Los guardias también estaban muertos, y al parecer ninguno de los aparatos que allí había era capaz de funcionar. Por fin salió de allí y se fue a su volador.

Cuando conectó su equipo de comunicaciones, una voz retumbó en la cabina.

—… alguien en Huevo. Por favor conteste por los canales 1, 12, 36 ó 144. La Estación Espacial del polo Este llamando por todas las bandas a cualquiera que esté en Huevo. Por favor, responda por los canales… —la voz parecía chillona y apresurada porque el tiempo transcurría más deprisa en la estación orbital que en la superficie de Huevo.

Cambio la frecuencia de banda del volador a la del canal 36.

—Soy Qui-Qui, en el volador 7. He aterrizado en el complejo hotelero de la montaña del polo Oeste, cerca del Centro de Rejuvenecimiento. Al parecer, aquí todos han muerto. Todos los videoenlaces están fuera de uso. Les agradeceré mucho si llaman a Paraíso de Brillante y consiguen que me envíen un mecánico para revisar mi volador. Debo regresar durante el próximo giro para empezar los ensayos de mi espectáculo.

Esperó durante los dos largos grugiros que tardó la señal en ir y volver a lo largo de 400 kilómetros de distancia que la separaban de la Estación Espacial del polo Este.

—Volador 7 —llegó una voz—. Aquí el teniente Capacidad-Shannon. Le recibo muy débilmente. ¿Ha dicho que su nombre es Qui-Qui? ¿La famosa Qui-Qui? Lo siento mucho, pero no puedo llamar a nadie para que la ayude. Por lo que sabemos, usted es la única persona en Huevo que dispone de un transmisor al espacio libre.

Qui-Qui empezó a preocuparse.

—¿Ven ustedes signos de vida en alguna parte? Si no es muy lejos, puedo irles a buscar volando.

Tuvo dos grugiros para seguir preocupándose, mientras esperaba la respuesta.

—Espere. Lo voy a consultar con el comandante en jefe de Operaciones Espaciales —dijo el teniente.

Algunos sezgiros después una voz áspera y preocupada se oyó en la cabina.

—¡Eh, usted! Aquí la almirante Transferencia-Hohmann, comandante de las Operaciones Espaciales. Estamos en estado de emergencia grave. Por ahora, requiso su volador privado en nombre del Gobierno de los Clanes Aliados. Lo vamos a necesitar para restablecer el contacto con las autoridades que queden en Huevo y empezar los trabajos de reconstrucción. Déjeme hablar con su piloto.

—Yo soy el piloto —dijo Qui-Qui y esperó la respuesta.

—¡Brillante nos ha lanzado su maldición! —gritó Transferencia-Hohmann—. Aquí estamos nosotros en medio de la mayor catástrofe que pueda caer sobre Huevo, y nos encontramos atascados con una estúpida actriz de gruesos párpados —de repente, la voz del almirante dejó translucir su pánico.

—Hemos de encontrar a alguien más en Huevo —dijo—. ¡Si no encontramos a nadie que sea capaz de reconstruir un bucle de salto, o una catapulta de gravedad, estaremos clavados aquí en el espacio hasta que muramos! ¡Hemos de hallar a alguien más! ¡Hemos de hallar a alguien más!

Qui-Qui cerró el aparato de comunicaciones.

—Bueno, Quita-Quimeras —se dijo en voz alta—. Parece ser que de momento no vas a tener que actuar. Esto es lo que cuenta. Tal como ha dicho la almirante: «Tenemos que hallar a alguien más».

Consideró si iba a usar el volador, pero decidió no hacerlo. Hasta que encontrara la manera de recargar los acumuladores, debía guardar la energía disponible para los aparatos de comunicación. Había cierto número de ciudades que estaban cerca y a las que podía llegar por medio de su arista entre ellas se incluía la ciudad donde radicaba su clan. Confiaba en encontrar allí a alguien que estuviera vivo. Subconscientemente, mientras acariciaba su tótem de clan que llevaba en su bolsa de herencia, pensaba en todos sus amigos íntimos del clan: ¡los ancianos, las crías, los huevos! Al pensar que los huevos y crías del clan pudieran estar sin nadie que cuidara de ellos, hizo que emprendiera una acción inmediata.

Al cabo de pocos sezgiros llevaba su volador en vuelo rasante sobre la superficie de la ciudad de Roca Blanca, la sede del Clan de la Roca Blanca. Sabía dónde estaba exactamente el recinto de las crías porque había dejado un huevo allí, hacía sólo un par de gran de giros.

La visión del recinto de incubación del clan, afectó gravemente a su bulbo cerebral. Allí estaban los delicados cuerpos de las inocentes e indefensas crías, que habían sido proyectados contra las paredes, habían reventado y estaban sobre la corteza como frutos demasiado maduros. Aquellos cuerpos que habían sido acolchados por los Ancianos agonizantes estaban cubiertos de ampollas fatales, cuyo líquido se había casi solidificado por efecto del calor. Esperando contra toda posibilidad de esperanza, entró en el recinto de incubación e hizo rodar el cadáver de un Anciano de encima de los huevos que estaba empollando. Sólo hacía dos giros que había ocurrido el estrellamoto, y era posible que los huevos hubieran podido sobrevivir sin cuidados. Observó los huevos detenidamente y luego formó con cierta torpeza un manto de incubación con el que los cubrió. No habían sufrido daños, ni tenían ampollas, pero en ellos no había vida. Cambió de posición su tótem de clan en su bolsa y se fue a investigar el resto de la ciudad de Roca Blanca.