TRANQUILIDAD

FECHA: 06:55:16 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

Cuando la expedición de rescate regresó después de haber cumplido su misión tan satisfactoriamente, el comandante de la Estación Espacial del polo Este organizó una recepción formal en honor del almirante Estrella-Fugaz y su equipo. El almirante Vía-Láctea y cierto número de líderes del sextante de la Legislatura saltaron de gozo al enterarse.

Red-Risco, con afán de servicio, pulió sus insignias de ingeniero, pintó su cuerpo con un diseño de plata y oro que Arena-Movediza le había asegurado era de mucho estilo y taponó los esfínteres de sostén que le sobraban con joyas de gala, aunque estuvo sufriendo durante todo este proceso.

La recepción empezó en la fiesta de cambio de giro y duró tres docigiros. Las alfombras-manteles estaban llenas de suficiente comida y bebida para hartar a un Desliza-Lento. Había una cría entera asada, con sus bolsas rellenas de nueces de triposter y decorada con exquisito gusto para disimular la cicatriz de un accidente; cubos de Desliza-Lentos marinados con una salsa acre que le gustaba muy poco a Red-Risco; macedonia de unos frutos que jamás había visto, cubierto con huevos de Cáscara-Débil, y cestos enteros llenos de pequeños envases de chispeante jugo de la ciudad de Roca Blanca. Red-Risco tomó dos de estos envases y rompió uno de ellos en su bolsa de comer. El delicado sabor del jugo, destilado de la pulpa, se había mejorado con las emisiones de energía procedente de los núcleos de uranio fisionable que habían sido añadidos inmediatamente antes de envasar el destilado. Red-Risco esperó hasta que el almirante Vía-Láctea anunció el momento culminante de aquella ocasión: la ceremonia de ascenso del almirante Estrella-Fugaz. Tres líderes de sextante y tres oficiales de las Fuerzas Espaciales formaron un círculo alrededor de Estrella-Fugaz y cada uno de ellos sustituyó una de las estrellas de doce puntas por un sistema de dos estrellas. Estrella-Fugaz aprovechó aquella ocasión para adoptar un nombre nuevo. Ya era el almirante Rebana-Acero.

Red-Risco decidió que había llegado su momento de partir cuando Coma-Chula empezó a mirarle con ojos amorosos. Ella ya había bebido dos envases de más e intentaba que él la acompañara a su casa para enseñarle su bodega. No era de mal ver y habría resultado agradable acariciarla con la arista, pero él había tomado la decisión de no liarse nunca con funcionarias del gobierno. Tenía que hacer demasiados negocios oficiales. Se marchó mientras ella admiraba las estrellas nuevas del almirante Rebana-Acero.

Un docigiro más tarde, y cuando ya se había desembarazado de las galas de la recepción, estaba en la cubierta de despegue de la estación espacial esperando a un trasbordador de la Compañía de Construcciones Red que había de recogerle. La cubierta de despegue estaba en la parte de la estación espacial esférica orientada hacia Huevo. Miró al planeta donde estaba su hogar y trató de distinguir las ciudades. A 406 kilómetros de distancia, las ciudades aparecían como unas borrosas manchas sobre la corteza amarilla, y lo único que se distinguía claramente era la cordillera del polo Este con la Fuente Espacial que surgía de ella.

La cúspide de la Fuente Espacial se detenía a los 405.900 metros mientras que la Estación Espacial del polo Este estaba en una órbita sincrónica a 406.300 metros. La estación espacial estaba colocada ligeramente a un lado de la Fuente Espacial y por esto era capaz de ver no sólo el núcleo de lo que habría de ser la Plataforma Superior, sino además la larga pértiga que la sostendría por encima de las montañas del polo Este. Mientras miraba, un punto reluciente se elevó de la plataforma que estaba debajo de él. Empezó a derivar hacia el oeste, pero sus impulsores la dirigieron de nuevo hacia la estación espacial. El punto fue creciendo hasta que pudo ver que era un trasbordador de Construcciones Red, y que se posaba en la pista de despegue. Red-Risco reconoció al piloto Huevo-Pesado, uno de los supervisores de turno del equipo de la Plataforma Superior. Al tener las dos estaciones tan próximas, no se necesitaba ser un experto piloto espacial para ir de una a otra. Esto no era sino un ejemplo más de como la Fuente Espacial iba a revolucionar los viajes espaciales en Huevo.

Red-Risco se desplazó por la curva rampa que permitía a su cuerpo la transición desde el campo gravitatorio del agujero negro, que estaba en el centro de la estación espacial, al campo del diminuto agujero negro que estaba en el centro del trasbordador de cuatro plazas.

—¿Cómo avanza el trabajo, Huevo-Pesado? —preguntó Red-Risco.

—Como un Ligero engrasado, Jefe —contestó Huevo-Pesado, mientras hacía elevar verticalmente el trasbordador, desde su alojamiento en la cubierta de despegue—. Estamos mucho más avanzados de lo que estaba previsto. Hace tres giros que hemos parado cuando faltaban 100 metros para la cúspide. Tengo a mi gente adecentando la Plataforma Superior para la Ceremonia de la Culminación. El ingeniero jefe asegura que va a asistir un grupo de insignias gordas, que vendrán desde Paraíso de Brillante y que la Fuerza Espacial también vendrá.

Red-Risco no estaba ansioso por asistir a otra recepción oficial, especialmente a una que debería pagar él, pero esto era parte obligada en los negocios. Se posaron en una cuna semiesférica que estaba casi en el centro de un disco plano de 50 milímetros, ocupado por muchos atareados obreros dedicados a la larga tarea de ampliar el disco y convertirlo en una plataforma de 200 milímetros de diámetro. Ésta dispondría de paredes bajas que dividirían la superficie en oficinas y viviendas para el personal de operaciones, y en tiendas y comedores para los pasajeros y turistas. Aquella sería la cubierta más alta de las tres que constituirían la Plataforma Superior, donde los pasajeros y la carga podrían ser trasladados desde la Fuente a las diversas estaciones o naves espaciales y viceversa.

Red-Risco y Huevo-Pesado se deslizaron desde la nave trasbordadora esférica a la cubierta plana.

—Uno se siente mejor cuando vuelve a estar sobre una superficie plana, después de haber estado tanto tiempo en cubiertas curvas —hizo constar Red-Risco.

—Ya sé lo que usted quiere decir —asintió Huevo-Pesado—. Nunca me he fiado de los agujeros negros. Me gusta estar sometido a la gravedad de Huevo, aún en los sitios en que sea débil.

—Durante la construcción de la cúspide, debe detener a su equipo en cuanto suban cien metros más —dijo Red-Risco—. Allí la gravedad de Huevo todavía será suficiente para mantenernos en una pieza. Pero si se subiera trescientos metros más, la gravedad caería hasta cero.

—¡Y bumb! Nos convertiríamos en seres tan grandes como los humanos.

—Sería más adecuado decir que nos convertiríamos en una nube de plasma —le corrigió Red-Risco—. Las cosas se están desarrollando bien aquí en la cúspide, vayamos a tomar los ascensores hasta la planta intermedia.

Se dirigieron a un ascensor reservado para el personal de operaciones. La alfombra de arista que estaba delante de la puerta reconoció la arista de Huevo-Pesado y les permitió el acceso. Se detuvieron en el piso central y entraron en una sala que parecía una caverna.

El suelo que tenía debajo de sus aristas vibraba enérgicamente. El fondo de la cubierta que les servía de techo, no había sido enfriado para simular que era el cielo, tan sólo se había pintado con pintura plateada.

Servía en cierto modo pero a pesar de ser un ingeniero experimentado, tener algo por encima, todavía molestaba a Red-Risco.

Hubo un golpe procedente de algún punto cercano.

—¿Todavía llegan desechos? —preguntó Red-Risco.

—Tres o cuatro cada giro —contestó Huevo-Pesado—. El ingeniero jefe nos manda recogerlos y mandarlos a Calidad. Un deflector ascendente, en la plataforma 200, ocasionó algunos problemas, pero ya se arregló. Ahora Calidad dice que no hacemos más que eliminar los anillos malos.

Se acercaron a un tubo muy grande que sobresalía de la cubierta. Este se curvaba en forma de un gran arco que tocaba casi el techo y volvía a descender para penetrar otra vez en el suelo. Había un total de seis tubos, separados regularmente, alrededor del centro de aquella cubierta. En un recipiente próximo al tubo había un anillo al rojo vivo suspendido en un campo magnético. Una joven meritoria intentaba pescar el anillo con un gancho. Cuando lo tuvo sobre la cubierta, absorbió su manipulador dentro de su cuerpo para enfriarlo.

—¡Por los ancestros de Brillante! —exclamó la joven—. ¡Cómo quema el maldito campo de recogida!

Ella no se había percatado de su proximidad en la cubierta, pero acabó por verles con uno de sus ojos. No pudo identificar al desconocido, pero a juzgar por todo el metal que llevaba colgando, forzosamente había de ser un personaje importante. Sacó su manipulador que todavía le escocía y recogió el anillo.

—Lo voy a llevar enseguida a Calidad, Supervisor —dijo.

—Espere tan sólo un parpadeo, joven —dijo Red-Risco—. Quiero palparlo.

La joven meritoria miró a su supervisor que movió sus ojos señalando hacia la cubierta. Dejó el anillo en el suelo y el personaje importante fluyó sobre él.

Era un anillo grande, la mitad que un cheela. Estaba hecho de un metal superconductor, perfectamente pulido y estabilizado con monopolo. Era un componente de precisión, de una máquina de precisión. El anillo estaba sujeto a tremendas aceleraciones, cuando era lanzado hacia arriba a una velocidad próxima a la mitad de la de la luz. Cualquier defecto en su pulida superficie provocaría un sobrecalentamiento local y la posibilidad de que perdiera su superconductividad.

—No hay abolladuras, pero hay un punto caliente en la parte exterior y una pequeña grieta de fatiga —dijo Red-Risco.

Se apartó del anillo y la jovenzuela se lo llevó. Después Red-Risco se acercó al tubo ascendente y examinó su interior a través de una mirilla lateral. Iluminado por la incandescencia del tubo, que estaba a la temperatura ambiental de la sala, la procesión de anillos plateados fríos se veía como una aparente barra sólida que ondulaba lentamente de atrás hacia adelante y viceversa para confirmar que se trataba de una corriente móvil. Los anillos habían empezado su recorrido en la superficie a una velocidad próxima a la mitad de la de la luz, pero, a medida que subían, iban perdiendo velocidad debido a la atracción de Huevo y a los ligeros tirones que recibían en cada plataforma deflectora. Cuando llegaban a la Plataforma Superior todavía circulaban a un doceavo de la velocidad de la luz.

Red-Risco observó lo que había arriba y pudo ver la negrura del vacío y la fría magneto de deflexión que hacía girar en redondo los anillos y los volvía a mandar hacia abajo. Red-Risco observó cuidadosamente la corriente de anillos durante cierto tiempo.

—El flujo es muy regular —dijo por fin—. Cada intervalo de aceleración debe tener un anillo en su interior.

—En el último cambio de turno, en Ascensión de Ligero, el supervisor de la planta base se vanagloriaba de que habían obtenido la calificación de tres onces.

—Todo el equipo está realizando un trabajo excelente —aseguró Red-Risco—. Ahora quiero ir abajo.

—Tenemos ascensores de repuesto —dijo Huevo-Pesado—. Pediré que nos manden uno. Casi he llegado al final de mi turno y le acompañaré hasta abajo.

Subieron al ascensor que les llevó a la plataforma inferior. Aquí sería el punto de transferencia de pasajeros y por esta razón el techo era profundamente negro y tenía estrellas pintadas. Los ascensores de la Fuente Espacial subían gracias a las corrientes de los anillos hasta aquel nivel, mientras que los anillos seguían hasta las magnetos inversoras de sentido que estaban en la plataforma intermedia. Los pasajeros y la carga eran transferidos por medio de ascensores menores a la plataforma superior, mientras que los ascensores grandes eran acoplados de las corrientes y separados de los agujeros de la plataforma para ser apilados hasta que fueran necesarios para descender.

Bajo la mirada atenta de Red-Risco, uno de estos ascensores fue sacado de la pila, colocado sobre raíles de deslizamiento y llevado por medio de brazos de sostén hasta que sus bobinas deflectoras rodearon los tubos por los que pasaba la corriente anular. Cada ascensor utilizaba tres pares de tubos de corriente, para mayor seguridad. Los brazos de sostén fueron retirados y el ascensor osciló ligeramente al trasladar su peso a los tubos. Un meritorio acudió corriendo con una rampa para tapar la separación entre la plataforma y el ascensor. Red-Risco le detuvo con una sacudida de los pedúnculos de sus ojos.

—Guárdala para los que se arrastran por la corteza —dijo, al tiempo que se deslizaba sobre la discontinuidad que medía unas seis micras de anchura. Procuró mantener sus ojos enfocados a lo lejos, pero algunos se resistían y seguían mirando hacia abajo, hacia la superficie de Huevo a 406 kilómetros por debajo de su arista.

«Lo que tiene que hacer un jefe para que le respeten», se dijo para sí mismo.

Huevo-Pesado activó los controles del ascensor. Cuando salieron de la cubierta inferior, se acabó el tubo que tapaba la corriente de los anillos, y pudieron ver la imagen de la corteza incandescente de Huevo reflejada en el flujo plateado. Exceptuando los primeros cien milímetros, donde era necesario un tubo de vacío, para evitar que los electrones débiles y el vapor de hierro de la atmósfera de Huevo calentaran los anillos, no había ninguna estructura sólida en la torre, ni siquiera un armazón de tipo esquelético, sólo había anillos que circulaban.

—Si usted no tiene inconveniente, Jefe, tengo algunas tareas que hacer mientras le llevo hasta abajo —dijo Huevo-Pesado.

—El trabajo es lo primero. Sería distinto si yo fuera un pasajero de pago.

—Tengo que terminar las comprobaciones de este ascensor, para poder entregar después una copia en la plataforma 40.

—¿Qué clase de comprobaciones? —preguntó Red-Risco.

—Los controles del selector de corriente —contestó Huevo-Pesado—. Ahora mismo utilizamos las seis corrientes. Sacamos energía de corrientes que suben y la devolvemos a las que bajan. He de asegurarme de que se podría suprimir manualmente un acoplamiento si una de las corrientes se desmandara y el automático no la desconectase.

Red-Risco no estaba preocupado. Conocía muy bien aquella parte del proyecto. En teoría, el ascensor podía elevarse utilizando una sola de las corrientes aunque si estuviera muy desequilibrado, el par de equilibrado necesario podría ocasionar problemas en la siguiente plataforma deflectora. Con dos o tres corrientes bastaba y sobraba para tener un recorrido suave. Observó con interés a Huevo-Pesado que iba desconectando, uno tras otro, los acoplamientos e iba comprobando la respuesta de los cinco restantes. Después Huevo-Pesado desconectó los tres acoplamientos de bajada para utilizar solamente los de subida; más tarde invirtió los controles para utilizar sólo los de bajada, sin que se pudiera advertir en la marcha la menor irregularidad.

—No hay problemas —dijo Huevo-Pesado—. Hemos llegado a la plataforma 40.

Cuando Red-Risco oyó el número decimal de la plataforma, que estaba a los 40 kilómetros de altura, los pedúnculos de sus ojos se doblaron. Todas las medidas de ingeniería de Huevo usaban el sistema de numeración de base doce excepto las de distancia. Habían heredado de los humanos los metros, kilómetros y milímetros y al parecer no había manera de cambiar esto, a pesar de algunos intentos de utilizar un sistema de longitudes que no fueran decimales y cuyas unidades se pudieran calcular con más rapidez por ser múltiplos de doce.

Huevo-Pesado detuvo suavemente el ascensor. Un equipo reducido de operarios se ocupaba en la reparación de un deflector que se resistía a funcionar bien, en la corriente ascendente cuatro. Red-Risco se deslizó hasta el borde de la plataforma. La aceleración de la gravedad en aquella plataforma no era especialmente intensa: aproximadamente un dieciseisavo de la que había en la superficie de Huevo. Miró más allá de la barrera. Desde una altura de cuarenta kilómetros pudo distinguir el perímetro de Ascensión de Ligero, y ver el tramo de un kilómetro de longitud del Bucle de Salto que quedaba al este y que pronto iba a utilizar para saltar de regreso a casa. Como no había sabido nada de Arena-Movediza, suponía que Lassie vivía todavía, pero dudaba de que conservara la agudeza mental necesaria para que se acordara de él.

Cuando Red-Risco regresó a su domicilio faltaba poco para el festín del giro. Inmediatamente después de que la puerta corredera se deslizase en su alojamiento, se encontró rodeado por un enjambre de Vergonzosos que le husmeaban felices. También Lassie estaba allí. Se había arrastrado desde su yacija que estaba al lado del horno, en cuanto pudo oír el ruido familiar que hacía él al llegar desde la calle. La parentela de Lassie había aumentado con la adición de una nueva incubación de crías, que nunca había visto antes a Red-Risco, aunque esto no les impidió unirse al feliz grupo, saliendo tanto por el orificio de entrada como por el de salida de su nidal a causa de su impaciencia infantil. Les acarició alrededor de los párpados una y otra vez hasta que estuvieron satisfechos y se alejaron. Rollo debía haberse olvidado de él, porque volvía a esconderse detrás de Borrón, que había conseguido abrirse camino a través de la barrera magnética que protegía las sabrosas plantas parasol. Red Risco fluyó hasta la miniatura de Desliza-Lento y conformó un manipulador óseo largo para darle un golpe fuerte en la placa de su armadura, junto a los ojos.

—¡Vete de aquí! —le gritó.

Borrón retrajo los ojos del lado correspondiente al cultivo de los parasoles. Sin el constante recordatorio de las sabrosas plantas que no llegaba ya a su casi inexistente bulbo cerebral, se olvidó del jardín y se fue en dirección contraria hacia el césped, donde continuó su metódico mascar y chupar. Puesto que el Desliza-Lento se desplazaba en la dirección conveniente, Red-Risco tuvo tiempo suficiente para admirar el arreglo de su jardín. Arena-Movediza debía de haber tenido éxito en el cultivo de las plantas fuente, porque había una muy alta en el centro de un jardincillo circular, con otras seis alrededor de ella, dispuestas en forma de hexágono. Las siete plantas lanzaban hacia arriba unos preciosos surtidores de chispas. Si no acabase de llegar del polo Este se habría dado cuenta antes. Los surtidores de las plantas se dirigían al aire, derechos hacia arriba. Esto era insólito, porque la declinación en aquella parte de Huevo estaba desviada de la vertical casi en un cuarto de pi.

—¡Arena-Movediza! —llamó, golpeando sobre la corteza.

Desde un lejano rincón de la finca llegó una respuesta gruñona:

—Ya era hora de que regresara.

Los antiguos sentidos de localización que estaban en la arista inferior de Red-Risco triangularon inmediatamente el origen del sonido y supo que Arena-Movediza estaba en la esquina noreste del edificio de bricolaje. Cuando enfocó allí su atención, pudo darse cuenta de los movimientos de alguien más que estaba con Arena-Movediza. Se deslizó a través del patio exterior hasta el lado opuesto de la finca.

—Es un curioso conjunto de plantas fuente —dijo Red-Risco mientras rodeaba la pared del edificio de bricolaje—. Una de estas plantas aparenta haber vivido durante media docena de giros o más. ¿Cómo lo has podido conseguir? ¿Y cómo has logrado que las fuentes vayan hacia arriba sin desviarse?

—Ella me ha ayudado un poco —dijo Arena-Movediza mientras los pedúnculos de sus ojos se inclinaban en dirección a la desconocida. Era una hembra grande, ligeramente voluminosa, que evidentemente ya había pasado su mejor época para poner huevos. El movimiento normal de sus pedúnculos de ojo se desvió hacia las ondulaciones convergentes de bienvenida, mientras decía:

—Soy Cero-Gauss, doctora en Magnética en el Instituto —dijo ella—. Me especializo en el estudio de la interacción de los campos magnéticos sobre las plantas.

—Entonces su domicilio es aquel donde la planta rinconera ha aprendido a subir por la escalera de apoyos que hay en la ventana.

—Sí —contestó ella—. Cuando Arena-Movediza vino a preguntarme sobre esta técnica, me enteré de que usted tenía una amplia colección de plantas de formas exóticas. Mientras usted estaba ausente hemos tenido charlas realmente interesantes. Le he explicado algunos de mis trucos para usar campos magnéticos en la instrucción de los animales y de las plantas, y Arena-Movediza me ha suministrado un cierto número de tipos de plantas que usted recogió en sus diversos viajes alrededor de Huevo. Además de ser unas adorables adiciones a mi jardín, se han convertido en algo inapreciable para mi investigación en el Instituto.

—Veo que ha mejorado extraordinariamente el comportamiento de la planta fuente, en el arriate circular de delante —dijo Red-Risco—. ¿Cómo lo ha hecho?

—Compré un bobinado superconductor muy grande y que tenía una corriente persistente, y lo enterramos en la corteza, por debajo del sistema radicular. Lo pusimos inclinado para que la dirección de la resultante de los campos magnéticos de Huevo y de la bobina fuera vertical. De esta manera, el chorro de chispas que sale de la planta puede elevarse verticalmente, igual que lo hace en su lugar de origen en el polo Este.

—Esto ha representado mucho trabajo, pero el truco ha resultado bien —dijo Arena-Movediza, gruñendo—. Esta planta fuente ha durado más de doce giros y todavía está creciendo. Lo mejor que yo había conseguido antes eran tres giros; apenas sí valía la pena molestarse por tan poco.

—Supongo que incluso las plantas se desarrollan mejor cuando las condiciones son parecidas a las que están acostumbradas —dijo Red-Risco.

—No necesariamente. En mi laboratorio de investigación en el Instituto —explicó Cero-Gauss—, he descubierto que muchas plantas crecen más aprisa y más sanas cuando no hay ninguna clase de campo.

—¿Ninguna clase de campo? —la curiosidad científica de Red-Risco se había despertado—. ¿Qué hace usted? ¿Las pone en el eje central de alguna bobina de Helmholtz y así anula el campo magnético de Huevo?

—Para empezar, utilizo un par de grandes bobinas de Helmholtz —contestó ella—. Las bobinas únicamente reducen el campo a cero en el centro. Incluso unas pocas micras más allá, la anulación es deficiente y la planta se siente afectada. Entre los bobinados he fabricado una habitación especial recubierta con blindaje superconductor y así he logrado eliminar completamente el campo magnético de Huevo, en un volumen lo bastante grande para hacer pruebas con docenas de plantas al mismo tiempo.

—No lo entiendo —los pedúnculos de los ojos de Red-Risco se agitaban confusamente mientras el cerebro del ingeniero se esforzaba en imaginar cómo se podía construir una habitación como aquella—. Supongo que puede construir una habitación con un suelo y unas paredes hechos con chapa superconductora de elevada calidad, pero incluso si las paredes fueran descomunalmente altas, los campos secundarios se introducirían por arriba. Eso no resultaría, de ninguna manera.

—No me refería a una habitación corriente, abierta hacia el cielo —explico Cero-Gauss—. Mi laboratorio está debajo de la corteza y tiene encima una cubierta, en forma de cúpula, hecha con chapa superconductora parecida a los techos, o tejados que los humanos utilizan en los edificios donde viven o trabajan.

—No me encontraría usted trabajando en un sitio parecido —refunfuñó Arena-Movediza—. No me fío de las cosas que estén por encima de mí.

—La cúpula está enfriada artificialmente pare reproducir el frío del cielo —dijo Cero-Gauss—. Eso me ayuda mucho cuando he de trabajar allí. Como es tan negra como el cielo, me resulta fácil hacerme a la idea de que no existe.

—Debe ser una estructura muy curiosa —dijo Red-Risco—. Supongo que hay unos pilares y unos arcos dobles para sostener la cúpula, parecidos a los de las catedrales humanas. ¿Es muy grande?

—Tiene treinta milímetros cuadrados, y tiene una columna cada milímetro. La cima de la cúpula se eleva hasta cinco milímetros —contestó Cero-Gauss—. ¿Le gustaría verla?

Dudó un instante y añadió.

—No permitimos el acceso directo, porque cada entrada representa la penetración de un poco más de campo magnético; pero, como es lógico, tenemos un conjunto de videocámaras, con control remoto que le permitirán mirar hacia cualquier sitio.

—Me gustará verlo —le contestó Red-Risco.

Encabezó el regreso desde el cuarto de bricolaje, pasando por los jardines hasta la puerta frontal de la finca. Borrón estaba cortando el césped en silencio, y Rollo y los Vergonzosos habían desaparecido. En el mismo instante en que activó la puerta, el sitio se llenó de Vergonzosos. Utilizando su cuerpo para impedir la salida a la calle de los Vergonzosos, Red-Risco acompañó a Cero-Gauss a través de la puerta, tocando por primera vez a la voluminosa hembra.

Arena-Movediza salió también para echar a los Vergonzosos de la puerta y golpeteó detrás de la pareja:

—Usted no se puede marchar ahora. Sólo acaba de llegar. Ni siquiera ha leído el archivo de mensajes. Por lo menos tiene seis docenas de mensajes para contestar.

—Ya los veré luego —le contestó Red-Risco mientras iba delante, bajando por la pared de deslizamiento hacia el Instituto del Ojo Interior.

—Uno de ellos es del Comité de Selección para el Rejuvenecimiento —le gritó Arena-Movediza.

Red-Risco hizo una pausa y luego continuó calle abajo, pensando en silencio.

Cero-Gauss le llamó la atención por medio de un susurro electrónico que cosquilleó su espalda:

—Estoy impresionada. Sólo hace una docena de giros que el comité ha empezado a dar a conocer los nombres de los que han sido elegidos para el proceso de rejuvenecimiento. Usted debe estar en la cabecera de la lista.

—Debe ser una lista muy larga —dijo él.

—No —contestó ella—. No conozco más que a uno de los científicos del Instituto que esté en ella. No olvide que consume tanto tiempo y resulta tan caro, que únicamente pueden empezar un rejuvenecimiento cada tres giros, o sea sólo cuatro docenas de cheela durante todo un gran de giros. Debe resultar muy difícil decidir quiénes han de ser los pocos afortunados a los que se va a permitir vivir una segunda vida, mientras que el resto de nosotros tendremos que morir, cuando llegue el momento de hacerlo.

Red-Risco estaba demasiado confundido para poder contestar, y ambos siguieron desplazándose en silencio a lo largo de las paredes de deslizamiento y turnándose en la cabeza a cada bloque.

Cuando llegaron al siguiente cruce volvieron a intercambiarse de posición, de modo que Red-Risco volvió a ir delante, abriendo las líneas de campo. Arrimada a su lado trasero, Cero-Gauss trató de romper el silencio con un comentario apenas susurrado.

—La verdad es que usted tiene un robot personal insólito —dijo—. Es el robot más parecido a un ser vivo que he visto hasta ahora. Pero muchos robots personales están programados para ser corteses y respetuosos.

—Arena-Movediza es uno de nuestros modelos más recientes. Lo estoy probando antes de que entre en producción. Y en lo que se refiere a su personalidad, resulta que por ser el propietario de una gran compañía, no encuentro más que gente cortés y respetuosa. Quería tener en casa algo diferente, para que mi bulbo cerebral no se hiciera mayor que mi piel. Programé a Arena-Movediza personalmente, copiando al Anciano que me educó en la incubadora del clan.

—Es una buena idea —dijo Cero-Gauss—. Esto debe hacer que usted siga pensando como un crío. Cuando pueda costearme un robot personal, creo que haré lo mismo.

—Cualquier cosa para evitar que se inicie el síndrome de cuidar huevos —dijo Red-Risco—. La jardinería también sirve de ayuda.

—Esta es una de las razones por las que yo elegí para mi investigación las plantas y los animales —dijo Cero-Gauss—. Por descontado, esto ya no va a ser necesario, porque tenemos el rejuvenecimiento.

El resto del trayecto hasta el Instituto del Ojo Interior se efectuó en silencio.

FECHA: 06:55:20 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

Mientras esperaba que Amalita terminara la minuciosa inspección del Matadragones, Pierre volvió a abrir la conversación con Maestro-del-Cielo, por medio del enlace con la superficie de la estrella de neutrones.

—Quiero darles las gracias por haber salvado nuestras vidas. Si alguna vez hay algo que podamos hacer para agradecérselo…

—He estudiado la crítica especulativa de la literatura de la raza de los humanos, con objeto de conocerles mejor —contestó Maestro-del-Cielo—. Me resulta divertido que su oferta de ahora coincida con la de la antigua fábula de Esopo que trata del león y el ratón. En otro tiempo, en el lejano pasado, ustedes nos ayudaron y lo agradecemos. Confiamos que habremos resultado una ayuda en su reciente apuro. Por fortuna para nosotros, es difícil saber si ustedes, con su limitada tecnología, podrían ayudarnos de alguna manera, pero agradecemos sus buenos deseos. Si todo vuelve a estar a punto para su partida, una vez más les digo adiós. Con estas últimas palabras, la pantalla se ennegreció.

FECHA: 06:56:20 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

Era el festín del giro y Círculo-Temporal se arrastraba con indiferencia más allá de las alfombras de comer del restaurante de la facultad. Tomó algunos manjares corrientes que había en la amplia selección, los metió descuidadamente en una de sus bolsas de transporte, tomó un envase grande de jugo de pulpa sin fermentar y se encaminó hacia el área comedor. Sobre las espaldas de algunos comensales, que ya estaban disfrutando de su festín, vio tres ojos que se alzaban sobre sus pedúnculos para saludarle. Se animó un poco y fue a reunirse con la más reciente miembro del club de la facultad, D.C. Lluvia-Neutrónica que acababa de recibir su doctorado en cristalografía y de elegir un nuevo nombre, hacía sólo unos giros.

Círculo-Temporal intervino en la ceremonia como el representante decano de su clan familiar, y concedió la aprobación del clan al cambio de nombre. Ellos dos eran los únicos miembros de su clan en el Instituto del Ojo Interior, puesto que el clan estaba radicado en el polo Este, lejos de Paraíso de Brillante. A juzgar por la edad de ella, sabía que no había sido engendrada por uno de sus huevos, por lo que no tenía por qué preocuparse de su relación con ella. Ahora que ella ya no era una estudiante, intentaba conocerla mejor.

Cuando él se acercó, Lluvia-Neutrónica se apartó y se extendió, de forma que quedara sitio para él, sobre la alfombra de descanso. Rebuscando en su bolsa sacó su comida y la dejó sobre la alfombra de comer.

—Vaya un festín de giro poco selecto que has escogido —dijo Lluvia-Neutrónica, mientras con sus pedúnculos de los ojos hacía gestos hacia atrás y delante en señal de desaprobación—. Tres porciones de carne picada, dos frutas exprimidas y un envase de jugo de pulpa. El festín del giro se supone que ha de ser un festín de verdad y no una parada de revituallamiento.

Conformó un manipulador, tomó con él una pequeña porción de huevo de Desliza-Lento al horno, cubierto con una salsa picante de pulpa de nuez y la sostuvo delante de la bolsa de comer de Círculo-Temporal.

—Ten —dijo ella—. Prueba esto, tal vez te anime un poco.

Él tomó el bocado, dándose mucha más cuenta del contacto del extraño manipulador de ella en su bolsa de comer, que del sabor.

—Es muy sabroso. Tendré que regresar para buscar más, —dijo él mientras los movimientos de sus pedúnculos volvían a ser más normales, a medida que el sabor de la salsa de nuez iba penetrando en el fondo de su bolsa de comer.

—Ya sabía que esto iba a animarte —dijo ella—. ¿Qué te preocupa?

—Mi proyecto de investigación —contestó él—. Solía ser divertido, pero ahora no me da más que preocupaciones.

—¿Hay algo que no funcione en la máquina de Comunicaciones Temporales? —le preguntó ella.

—Pudiera ser que algo funcionara mal, o también podría ser que todavía no comprendiera bien la teoría. Pero, en cualquiera de los casos, no voy a conseguir dinero para mi nueva máquina de 24 canales, hasta que no sepa exactamente lo que está pasando. La primera máquina sólo tiene cuatro canales en cada uno de los sentidos, y tarda una eternidad en conseguir algún dato. Incluso, durante el último giro, tuve que rechazar a un estudiante graduado que estaba decidido a investigar sobre las comunicaciones temporales, a pesar de que yo hubiera estado muy contento de que un joven tan brillante trabajara conmigo. Pero, honestamente, no podía consentir que se pasara los próximos doce gran recogiendo los datos necesarios para una tesis doctoral.

—Le conozco —dijo Lluvia-Neutrónica—. Se trata de Ojos-Impacientes. Ha venido a verme después de que le rechazaras. Entre él y yo vamos a preparar una batería de detectores de cortezamotos en las montañas del polo Este. Con un poco de suerte, su tesis podrá establecer la base de una teoría para predecir los cortezamotos del polo Este.

—Con un cortezamoto de tamaño decente cada tres o cuatro giros, que es lo habitual en los polos, por lo menos tendrá datos suficientes para analizar —parecía como si Círculo-Temporal hubiera recibido una repulsa—. Pero, ¿por qué hay que preocuparse por la previsión de los cortezamotos? Si exceptuarnos algunos pocos accidentes, como cuando un coche deslizante, de alta velocidad, choca contra el terreno, cuando ocurre un cortezamoto importante, lo único que hacen es romper algunas paredes de los edificios o de las vías subterráneas de servicios. Por lo menos nosotros no tenemos el problema de un «techo» suspendido por encima, como les ocurre a los humanos.

—Hablas como los del Comité de Subvenciones que siempre preguntan «¿para qué va a servir esto?» —ella retiró los bordes de su arista—. ¿Para qué va a servir una nueva cría?

—Lo siento —dijo él—. Lo que ocurre es que me siento pesimista respecto a todo.

—Cuéntamelo —le animó, acercándose más a él.

—Al principio el proyecto me divertía mucho —empezó—. Tenía dos estudiantes brillantes. Uno de ellos hacía los experimentos y el otro desarrollaba la teoría. Al principio logramos enviar mensajes atrás y adelante, con pequeños intervalos de tiempo, de sólo unos pocos giros. Después efectuamos unas series progresivas de saltos más largos, hasta que pudimos mandar mensajes cortos a más de un gran de giros. Codificábamos los mensajes de tal forma que estábamos seguros de que los datos esenciales lograrían llegar, mientras que el resto del mensaje contenía códigos que nos permitían calcular el número máximo de bits que podían pasar por el canal. Logramos demostrar que el número de bits que el canal podía manejar era inversamente proporcional a la distancia en el tiempo a que se mandaba el mensaje. Salvando pequeñas variaciones estadísticas, el producto de los bits por el tiempo era siempre de 864 bits-gran.

—Es decir que podías mandar una respuesta «sí o no» a una distancia temporal de 864 gran de giros —dijo ella.

—O también 124.416 bits a un giro —afirmó Círculo-Temporal con su arista golpeteando la ya familiar ristra de números—. Entonces cuando llegamos al punto culminante de ambos proyectos, mandamos mensajes a tiempos que estaban a dos, tres y cuatro gran en el futuro. El cuarto canal se dejaba siempre libre, para el caso de que se necesitara mandar un mensaje urgente.

—Cuatro gran es mucho tiempo para esperar, antes de poder terminar una tesis —dijo ella.

—No tuvimos que esperar nada —dijo Círculo-Temporal—. En alguna parte había un pequeño error de calibrado entre los canales que iban hacia delante en el tiempo y los que lo hacían hacia atrás. Antes de que mandásemos los mensajes, ya nos había llegado la respuesta desde el futuro, acusando recibo del mensaje y dándonos la cifra de bits que habían logrado pasar por cada canal. Todas ellas coincidían con la predicción teórica de 864 bits-gran.

—¿Qué habría pasado, si entonces hubiesen decidido no mandar el mensaje hacia el futuro? —preguntó ella.

—Uno de los estudiantes lo sugirió —le explicó—. Pero ya les había estado machacando sobre este tema, mucho antes, en el proyecto. Hasta que no dispongamos de una teoría sobre estas máquinas y podamos comprender las implicaciones de la creación de una paradoja, no podemos atrevernos a correr el riesgo. Mi hipótesis es que cada paradoja importante provoca una bifurcación del universo. Pero hace falta una teoría muy buena que sugiera un experimento a fin de probar que tal bifurcación ha tenido lugar.

—¿Y tienes una buena teoría? —preguntó ella.

—Hasta hace unos giros, creía que la tenía —dijo él tristemente—. Ahora no estoy tan seguro de ello.

—¿Qué ocurrió?

—Después del éxito logrado con las tres transmisiones a varios gran, no tuve inconvenientes para lograr que el Comité de Subvenciones me autorizara la construcción de una máquina de 24 canales, con la capacidad de cada canal muy aumentada. Obtener el dinero que me habían concedido requirió algún tiempo. Y, mientras se realizaban los trabajos de diseños preliminares, se cumplió el plazo para la recepción del primero de los mensajes, el que habíamos mandado a dos gran de giros. Los dos estudiantes, así como algunos miembros del Comité de Subvenciones estaban allí cuando se recibió el mensaje en la máquina, desde el pasado, y estuvieron muy atentos mientras yo efectuaba el recuento de bits y transmitía la confirmación a mí mismo, en el pasado. Entonces debería haber abandonado.

—¿Qué sucedió?

—Ya que entonces podía disponer de dos canales libres en cada dirección, se me ocurrió demostrar al comité como operaba la máquina de comunicaciones temporales mandando un mensaje a seis gran hacia el futuro. Mientras preparaba el mensaje para el canal del futuro, me sorprendió que el canal hacia el pasado no me advirtiera de que el mensaje ya había sido recibido. Pensando que tal vez se había alterado espontáneamente el calibrado diferencial y que era posible que los canales de retorno fueran ahora más lentos que los de salida, mandé el mensaje a seis gran en el futuro y me quedé a la espera de la respuesta.

—¿Y qué?

—No llegó —dijo él—. No pude descubrir lo que había pasado hasta muchos giros después, mucho después que el Comité hubiera decidido no colaborar en la construcción de la nueva máquina.

Habían acabado de comer y el restaurante de la facultad estaba prácticamente vacío.

—Has de regresar a tu trabajo —dijo él—. No puedo hacer nada hasta que quede despejado otro canal, dentro de algunas docenas de giros, o sea que tú abre los campos y yo me apretaré detrás de ti y te iré contando el resto de esta amarga historia.

Ella abrió el camino a través de los campos del Instituto y él cambió a un suave susurro electrónico que cosquilleaba a través de la piel.

—Estaba muy deprimido hasta que llegó el tiempo para recibir el mensaje que había mandado a tres gran de distancia temporal. Llegó en el momento previsto y mandé la contestación por medio del canal de respuesta. Casi en el mismo momento en que el mensaje emprendía el viaje hacia el pasado, el canal volvía a estar lleno otra vez con un mensaje del futuro, a ocho gran de distancia. A la distancia de ocho gran sólo se pueden mandar 108 bits de información, por lo que el mensaje era breve. Tanto el mensaje de seis gran como el de ocho gran habían sido recibidos, pero la respuesta al mensaje de seis gran había quedado bloqueada, por alguna emisión espontánea en el canal hacia atrás.

—¿Emisión espontánea?

—Esto me desconcertó, al principio. Mi teoría de la comunicación temporal, aunque estaba basada en la cuantificación del espacio y del tiempo, no podía predecir ninguna emisión espontánea de energía de señal en los canales —dijo—. Busqué a un brillante estudiante teórico, y pronto descubrimos un efecto de tercer orden que podía provocar la emisión espontánea de un par de bits que viajan en el tiempo simultáneamente hacia atrás y hacia adelante, durante un breve periodo y luego salen por el receptor. A pesar de que el «mensaje» consta de un solo bit, esto es suficiente para evitar que el canal pueda ser usado por otro mensaje. Se supone que esto sólo puede ocurrir cada doce generaciones más o menos, pero sucedió cuando yo necesitaba aquel canal para impresionar al comité.

—¿Tus nuevos resultados consiguieron que el comité decidiera continuar los trabajos en la máquina de 24 canales? —preguntó ella.

—Sospechaban tanto de aquella coincidencia, como yo mismo —dijo él—. Acordaron esperar hasta que pudiéramos ver el ruido de fondo del canal y pudiéramos aprender más sobre él, de lo que se podía explicar con 108 bits. Con toda seguridad, 72 giros después, llegó un bit solitario y el indicador del canal registró «Canal Ocupado» durante casi dos gran, cuando, de repente, el canal de retorno se quedó vacío y el canal de ida estuvo «Ocupado». No se había activado ninguno de los dos transmisores. Lo analicé todo una y otra vez y estaba a punto de gestionar con el Comité la reanudación de la construcción de la máquina cuando recibí el último golpe.

Lluvia-Neutrónica cesó de avanzar, y sus lados fluyeron hacia atrás alrededor de él, en un abrazo semicircular.

—Durante el último giro contesté a una alarma y descubrí que en otro de los canales de retorno había ruido. Lo que es peor, no se trataba de un solo bit, sino de tres, que tenían un significado sin sentido. La probabilidad de emisión espontánea de tres bits es infinitesimal. La máquina debe tener un foco de ruido. Y hasta que no comprendamos esto, no debemos gastar dinero en una máquina mayor. Pero, con nuestra máquina de sólo cuatro canales, vamos a tardar una eternidad en descubrir cuál es el problema.

—Pero cuando lo encuentres, podrás mandarte un mensaje hacia atrás, explicándote a ti mismo la solución… —empezó a decir.

—Y tú ya estás otra vez creando paradojas —dijo él—. Si esto hubiese sido posible, yo ya lo habría hecho, y no estaría aquí susurrando mis penas a tu parte posterior.

Círculo-Temporal se puso delante de ella y empezó a empujar a través del campo.

—Y basta ya de mis problemas —dijo—. ¿Por qué no me enseñas como vais a poner esa red alrededor del polo Este para atrapar cortezamotos?

FECHA: 06:57:52 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

Qui-Qui se sorprendió cuando recibió una carta del Comité de Selección para el Rejuvenecimiento. Inmediatamente envió un mensaje de aceptación, y llamó a su representante Pedrusco-Gris.

La imagen que aparecía en el videoenlace era la de un pequeño macho de mediana edad, pintado con las brillantes franjas diagonales que habían dejado de estar de moda hacía 20 gran.

La ya rápida agitación de sus pedúnculos se incrementó todavía más cuando reconoció a su famosa cliente.

—¿Qué problema tienes ahora? —dijo Pedrusco-Gris—. Nunca me llamas a no ser que tengas algún problema.

—No hay problema; en absoluto —dijo Qui-Qui—. Son buenas noticias. He sido seleccionada por el Comité para el Rejuvenecimiento, para hacerme el tratamiento. Desde luego, el tratamiento dura medio gran.

—¡Un medio gran! —llegó la bronca respuesta por el video-enlace—. ¡No tienes un mediogran libre hasta el 2899!

—Ahora lo tengo —contestó ella—. Me voy hacia el oeste, para la entrevista final y las pruebas, dentro de dos giros. A menos que me descalifiquen, empezaré el tratamiento inmediatamente después.

—Pero tus contratos… —dijo Pedrusco-Gris.

—Renegócialos —le contestó—. No tienes más que hacerles comprender que van a tener la experiencia de una vieja y blanda Qui-Qui, en el cuerpo de una joven y firme Qui-Qui.

Se quedó observando como el movimiento ondulante de los pedúnculos de Pedrusco-Gris disminuía hasta casi detenerse, mientras se representaba la imagen que ella había sugerido.

—¡A una tarifa doble que la actual! —dijo finalmente.

—Por esto te tengo como apoderado —le contestó ella con un sobretono acariciador en su arista—. No hay empresa demasiado audaz para Pedrusco-Gris.

Se detuvo, y sus pedúnculos se inmovilizaron, mientras guiñaba sus preciosos párpados en su famoso gesto de sorprendida e inocente perplejidad.

—Desde luego… podría suceder —dijo haciendo que se pararan las ondulaciones de sus párpados—. El tratamiento podría dejarme plana.

Desconectó el vídeo con un gorgorito de diversión, mientras los ojos de Pedrusco-Gris se quedaron inmóviles a causa del susto.

Qui-Qui programó a los criados de su casa para que mantuviera los tres edificios en perfecto estado mientras ella estuviese ausente, y tomó el Bucle de Saltos hasta el Centro de Rejuvenecimiento del polo Oeste. La habían mandado allí para que estuvieran cerca de su clan familiar, en la ciudad de Roca Blanca. En el Centro de Rejuvenecimiento no tuvo problemas para pasar todos los exámenes físicos. La última etapa era una entrevista final con el médico decano del centro, Sabino-Salk. Durante los exámenes, Qui-Qui había tenido tiempo sobrado para pensar, y ahora quería plantear algunas preguntas.

—Lo que no entiendo —dijo ella—, es ¿por qué me han escogido a mí, en lugar de algún científico, escritor, músico o político?

—Según nuestra evaluación, resulta que usted es uno de los mejores cheela que jamás se hayan puesto en Huevo —dijo Sabino-Salk flemáticamente—. Usted es una experta en comunicarse con los otros cheela. Si su origen o instrucción hubiera sido distinto, podría haber sido un músico o un político y hasta un científico. En realidad, si no fuera porque es incapaz de engañar a la gente, con su inteligencia, agradable aspecto y carisma, probablemente podría convencer a todos de que era un dios e iniciar un nuevo culto religioso.

—Pero si yo no soy más que una artista —protestó ella.

—No creo que ni usted misma se lo crea —dijo él—. Para el televidente medio usted no es más que doce párpados grandes. Pero los que han podido hablar con usted, saben que detrás de estos doce párpados está uno de los bulbos cerebrales más brillantes de Huevo. Usted tiene muchos amigos, en gran cantidad de sitios. El que la eligiéramos no fue ningún error. Pero ahora permítame que le enseñe el lugar donde se hace el tratamiento y le explique lo que va a tener que soportar. No es un proceso fácil —entraron en el primer edificio, donde había un par de ayudantes robóticos y mucho equipo para hacer ejercicios.

—Primero debemos hacerle hacer ejercicio y alimentarla hasta que haya conseguido tener una buena reserva de carne en su cuerpo. Las enzimas disolventes la usarán como material de construcción para producir las estructuras de soporte del cuerpo de la planta intermedia. Estas estructuras de soporte deben ser de alta calidad para que no se rompan al quedar sometidas a la fuerte gravedad de Huevo.

Qui-Qui advirtió que alguien estaba haciendo ejercicios bajo la vigilancia de un robot, en el rincón más alejado de la sala. Se trataba de un macho grande, casi tan grande como ella. El robot dijo algo al macho, que echó maldiciones al tener que aumentar el ritmo de su ejercicio.

—¿Quién es aquél? —preguntó Qui-Qui.

—Es el ingeniero Red-Risco. Es el propietario de la Compañía de Construcciones Red.

El movimiento de los ojos de Qui-Qui se hizo más lento en señal de perplejidad. Era obvio que no sabía quién era Red-Risco.

—Es él quien ha construido la Fuente Espacial y el Roscón Jumbo que es la máquina espacial que ha permitido rescatar a los Pausados —le aclaró Sabino-Salk.

Todos los ojos de Qui-Qui miraron con asombro al ingeniero.

—¿Y yo fui seleccionada, junto a alguien tan importante? —dijo ella.

—Lo cierto es que él era el primero de la lista —dijo Sabino Salk—. Pero es bastante más viejo que usted y como se ha dedicado a trabajos de rollos durante la mayor parte del tiempo, estaba en peores condiciones físicas. Ha debido estar en la fase de ejercicios casi cuarenta giros, antes de que lograra alcanzar el suficiente tono muscular. Con dos giros más de ayuno, estará preparado para el tratamiento.

—¡Ayuno! —dijo Qui-Qui con voz entrecortada—. Creo que usted dijo que nos iban a alimentar.

—Se le alimentará durante la fase de desarrollo —explicó Sabino-Salk—. Pero hemos de conseguir que su bien musculado cuerpo pase hambre y esté cerca de la depauperación antes de que le inyectemos las enzimas de conversión animal-vegetal. Estos activarán los genes que quedaron latentes en el cuerpo, después de nuestra evolución a partir de las plantas dragón, que tuvo lugar hace muchísimo tiempo. —Hizo una pausa y la observó curiosamente mientras proseguía—. Ya le avisé que no iba a ser agradable. Si usted prefiere no seguir el tratamiento…

—No. Quiero seguir adelante —dijo Qui-Qui; sus pedúnculos se agitaron y se detuvieron cuando hizo su siguiente pregunta—. ¿Estaré consciente durante la etapa de quemado?

El doctor Sabino-Salk la miraba perplejo, por lo que ella prosiguió:

—Pertenezco al clan de la Anciana Mata-Ligero, el primer cheela que, según la historia, pasó por el proceso de rejuvenecimiento. En mi recinto de incubación me contaron que tuvo que esforzarse mucho, al trepar por las montañas del polo Este, para poder mandar el primer mensaje a los humanos. Después de conseguirlo, su agotado cuerpo resultó quemado por el calor de un meteorito que cayó cerca de ella. Las quemaduras hicieron que su cuerpo revirtiera espontáneamente a la forma de planta dragón, y así pudiera curarse los daños producidos. Después, la planta dragón evolucionó de nuevo, y Mata-Ligero se encontró con que tenía un cuerpo nuevo y joven.

—Mata-Ligero fue extraordinariamente afortunada —declaró Sabino-Salk—. Muchos de los cheelas que han intentado el sistema de quemarse para rejuvenecer, han muerto. El único efecto de las quemaduras fue el de provocar la formación de las enzimas de conversión animal-planta. A usted no la vamos a quemar. En lugar de esto, elaboramos artificialmente las enzimas y se las inyectaremos. Disolverán todo su cuerpo, exceptuando el tejido nervioso y la capa más externa de la piel. El líquido resultante será utilizado para hacer la planta.

Dejaron a Red-Risco que seguía con sus ejercicios, y pasaron al edificio vecino. Una larga fila de máquinas pequeñas se alineaban en un rincón, cada una con dos tubos para ser conectada a dos largas líneas colectoras que iban a parar a dos depósitos grandes. Un solo robot se cuidaba de las máquinas.

—Estas máquinas producen las dos enzimas: la de animal a planta y la de planta a animal —dijo Sabino-Salk—. Todas estas máquinas tardan 18 giros en obtener las enzimas necesarias para un rejuvenecimiento.

—¿Sólo un paciente cada 18 giros? —exclamó Qui-Qui—. ¡Estoy segura de que ustedes son capaces de ocuparse de más casos!

—Podremos —le contestó Sabino-Salk—. A medida que se fabriquen más máquinas productoras de enzimas, aumentaremos la cifra de tratamientos hasta a uno por giro, por lo menos. Pero vamos a tardar algún tiempo en lograrlo, porque los otros centros también están en la lista de espera de las máquinas.

—No me parece que sean muy grandes —dijo Qui-Qui—. Podría esperarse que hubiera abundancia de dinero, destinado a la producción de máquinas de rejuvenecimiento. Supongo que, por dentro, serán muy complicadas.

—El problema no está en el dinero o en la dificultad en fabricarlas —dijo Sabino-Salk—. El procedimiento para la preparación de las enzimas, requiere el uso de un catalizador muy escaso. Es un isótopo muy rico en neutrones del que sólo se encuentran trazas en la barrera de lava procedente del volcán Éxodo. Dado que el volcán está todavía activo, la minería de la lava es extremadamente peligrosa. Habrá que esperar durante doce gran para que tengamos suficiente catalizador para alcanzar nuestra plena capacidad. Pasemos al jardín.

Pasaron al recinto vecino. En el centro del mismo había dos plantas dragón muy grandes. Eran del tipo de raíz única, y de toldo invertido, parecido al de las plantas parasol, pero mucho mayores. Una de ellas todavía estaba creciendo y a su alrededor se veía un pequeño número de robots y dos cheela reales que la cuidaban. Los cheela tenían unas insignias de médico, muy grandes, en sus lados, además de estrellas supletorias y manchas de colores que indicaban lo importantes que eran sus títulos.

—Esto es lo que usted será dentro de 30 o 36 giros, si hace sus ejercicios correctamente —Sabino-Salk señaló hacia las plantas con un gesto de sus pedúnculos.

—¿Quiénes eran? —preguntó Qui-Qui con un suave susurro electrónico.

—Son —corrigió Sabino-Salk—. Estoy seguro de que usted les conocería, si yo le dijera quienes son, pero es norma nuestra el no dar la identificación de quienes están en forma de plantas. A los cheela no les importa que les señale con los pedúnculos cuando llevan sus pinturas corporales e insignias, pero cuando uno se convierte en planta todo esto queda a un lado. La planta mayor está casi a punto para la reconstitución. Vamos a dejarla madurar durante un par de giros y después inyectaremos la enzima de conversión de planta en animal. Este proceso inverso sólo dura algunos giros. Las estructuras de soporte de la planta se fluidifican y se utilizan para la reconstrucción del cuerpo. En la última fase, la piel exterior se desprende y los ojos nuevos, acabados de formar, salen de debajo de sus nuevos párpados.

—¿Todo es como había sido antes, excepto que más joven? —preguntó Qui-Qui.

—Sí, si exceptuamos el bulbo cerebral y el resto de tejidos nerviosos, porque no habrán sido alterados por las enzimas animal a planta. Descontando un periodo en blanco, durante el proceso de rejuvenecimiento, la memoria y las funciones cerebrales del cuerpo nuevo son idénticas a las del viejo —se detuvo y deliberadamente miró a lo lejos cuando continuó—. Dado que usted es una artista profesional del holovídeo, estoy seguro de que estará interesada en saber cómo va a ser su nuevo cuerpo. Puedo asegurar a usted y a todos sus fieles admiradores, que el cuerpo reconstruido utilizará la misma espiral genética triple que originó a la anterior Qui-Qui, y que la nueva Qui-Qui adquirirá el mismo volumen en el holovídeo que aquella.

Una señal direccional vibró a través de la corteza que cosquilleó la parte externa de la arista de Qui-Qui cuando se enfocó hacia Sabino-Salk.

—Uno de los ancianos de su clan ha llegado, para autorizar los últimos rollos burocráticos —dijo Sabino-Salk—. Si usted me sigue, abriré camino hasta mi oficina.

FECHA: 06:58:06 MG; MARTES, 21 DE JUNIO DE 2050

Cero-Gauss había salido del restaurante de la facultad, después de un nutritivo festín de giro y se dirigía a su laboratorio subterráneo, libre de campo magnético. Pasó por el lado de algunos estudiantes que cesaron en sus conversaciones para que sus aristas pudieran escuchar lo que ella decía. Parecía que, al mismo tiempo que hablaba con ella misma, lanzaba chillidos.

—Tengo un delicioso trozo asado de huevo de Desliza-Lento para ti. Le he sacado casi toda la salsa, para que no te queme demasiado —dijo ella, mientras formaba un manipulador y lo introducía en una de sus bolsas, para extraer de ella un apetitoso bocado. Después introdujo el manipulador en otra bolsa. Cuando el orificio de esta bolsa se abrió, apareció una pequeña cría peluda de Vergonzoso que trató de salir fuera, pero cambió de idea al ver la comida. Se apoderó de ella rápidamente e intentó introducirla toda a la vez, en su pequeñísima bolsa de comer.

—¿Es demasiado grande para ti, Peludo? —preguntó.

Su manipulador partió el pedazo de huevo en trozos menores, que fueron vorazmente devorados por la hambrienta cría. Cerró el orificio lo suficiente para retener dentro al animal, pero dejó un pequeño agujero para que pudiera tener algunos ojos fuera con los que ver a donde iban.

Entró en un pequeño recinto que era la parte de arriba de su único edificio de investigación, que contenía recintos secundarios para su oficina y para las viviendas de sus estudiantes graduados. Otro edificio que estaba a poca distancia contenía la maquinaria que hacía funcionar la instalación subterránea y suministraba la refrigeración para el cielo simulado que colgaba debajo del potente techo superconductor del laboratorio. El segundo edificio tenía, en uno de sus rincones, una estructura muy poco corriente. Era una caja rectangular, hecha con espesas chapas de metal, con una puerta en un extremo y una cubierta sobre su parte superior.

Se acercó a su despacho y miró a la red de mensajes del ordenador. No había nada importante, por lo que se fue a hacer una visita a una vivienda, donde se hallaban dos de sus estudiantes graduados.

—¿Cómo se portan las plantas, Promotor-Cauto? —preguntó a uno de los estudiantes.

—Se nos ha muerto una planta fuente —contestó Promotor-Cauto—. Y disparó semillas por toda la habitación cuando murió. Pero ya había vivido durante 46 giros, lo que casi es un récord.

—¿Habéis podido recoger todas las semillas? —preguntó Cero-Gauss.

—Sí. Y mientras lo hacíamos, Corteza-Aterciopelada y yo hemos descubierto otro «punto caliente» en uno de los rincones —dijo Promotor-Cauto.

—¿Es muy grave? —preguntó Cero-Gauss—. Me incomodaría mucho si tuviera que volver a vaciar, por bombeo, todo el laboratorio.

—Eran 100 gauss encima mismo del punto caliente —repuso Promotor-Cauto—. Pero es muy pequeño y a unos pocos milímetros de distancia queda absorbido por las variaciones de fondo de algunos pocos gauss. Había muy pocas plantas cerca del rincón y las pusimos en otras partes de la habitación.

Cero-Gauss se volvió hacia Corteza-Aterciopelada.

—Tengo el sustituto de Peter —dijo ella sacando la pequeña bola de pelo y ojos de su bolsa.

—Peludo, te presento a Corteza-Aterciopelada. Desde ahora va a cuidarte muy bien —dijo la profesora, formando un pequeño nido en el suelo, con el borde de su arista y dejando allí al animal.

El Vergonzoso trató de trepar sobre el borde, pero Cero-Gauss lo mantuvo en su lugar rascándole la piel que estaba debajo de su pequeña arista. El Vergonzoso se detuvo y miró a Corteza-Aterciopelada con sus doce ojos de color rojo oscuro. El estudiante hizo descender uno de sus ojos para mirarle.

—Es decir, que ahora serán Fracaso, Escoba, Algodón y Peludo —dijo Corteza-Aterciopelada—. Ha encontrado usted un sustituto perfecto. Es igual que Peter.

—Los Vergonzosos de estas razas de laboratorio genéticamente puras, parecen todos iguales —dijo Cero-Gauss—. Elegí a éste sólo porque me pareció que era el más listo.

—Debería haber elegido el más tonto —dijo Promotor-Cauto—. Peter era listo y vea lo que le sucedió. Descubrió como podía abrir su jaula y murió por sobrecalentamiento. Ocasionó un retraso de medio gran en mi tesis.

—Esta vez voy a asegurarme de que la jaula esté bien cerrada —prometió Cero-Gauss—. ¿Tenéis algo más para que me lo lleve abajo?

—Unas semillas —dijo Promotor-Cauto—. Están en el almacén que está al lado del ascensor.

Cero-Gauss comprobó el funcionamiento de los monitores de vídeo que permitían ver cada uno de los rincones del plantel y de las jaulas de los animales. Anotó mentalmente que tenía que ver algunas de las plantas, que parecían necesitar sus cuidados, y se dirigió al ascensor que estaba en el edificio de los servicios.

Próximo al ascensor había un edificio vestuario de paredes muy altas. Se despojó de sus seis insignias metálicas de profesor, se sacó todas sus joyas, se quitó toda la pintura corporal y vació todas sus bolsas, incluso la bolsa de herencia que contenía el tótem de su clan. El tótem estaba fabricado con arcilla cocida en un horno, a la antigua manera, y llevaba un campo magnético aplicado durante la cocción. Envolvió el tótem en una toalla y lo dejó en un cajón provisto de cerradura de combinación. Y ya desnuda, como el día que salió del cascarón, pasó por la puerta del vestuario y la dejó cerrada. Empuja-Electrones, el operario de los servicios, esperaba discretamente en la consola de mandos, a la vuelta de la esquina.

Se dirigió suavemente a los depósitos de almacenaje y llenó sus bolsas. Peludo pasó a una bolsa pequeña, y los botes de plástico que contenían las plantas de semillero, cultivadas en un suelo no magnético, pasaron a su bolsa de carga general. Cuando ya estaba muy abultada se fue ante la puerta abierta del ascensor. El ascensor no tenía el techo enfriado, y tuvo que poner en juego su fuerte voluntad para conseguir que su arista desplazara a su cuerpo hasta situarlo debajo del pesado techo. Después de entrar, hizo un esfuerzo para que sus ojos miraran hacia el suelo, y consiguió calmarse. Activó el canal de audio del videoenlace.

—Ya puedes cerrar la puerta, Empuja-Electrones —dijo.

—La puerta está cerrada, profesora —dijo Empuja-Electrones—. ¿Cuál es el diámetro mayor de lo que lleva?

—No hay nada mayor que mi bulbo cerebral —contestó ella.

—En este caso sólo necesitamos tres bombas de pared —dijo Empuja-Electrones. Con un ruido quejumbroso, la pared posterior del ascensor se movió hacia Cero-Gauss.

—Ya va la primera pared —dijo él—. Avíseme cuando haya terminado.

La pesada pared de metal superconductor se detuvo en el centro de la habitación, y un pequeño agujero circular se abrió en ella, un poco más arriba del suelo. Lo primero que hizo Cero-Gauss fue vaciar sus bolsas y alinear los botes de plantones cerca de la pared. Después introdujo un manipulador por el agujerito, se asió con él a un asa que había al otro lado, se hizo lo más delgada que pudo y se introdujo por el agujero. El diafragma del agujero iba siguiendo las dimensiones de la silueta de su cuerpo, dilatándose cuando pasó el bulbo cerebral y encogiéndose hasta el diámetro del manipulador tractor que sujetaba firmemente al revoltoso Peludo.

Mientras su propio cuerpo volvía a recuperar su aplanada forma normal, su manipulador estaba ocupado en transferir las plantas jóvenes de uno a otro lado de la pared. Después de esta operación, el orificio se cerró apretadamente y la pared superconductora continuó su desplazamiento por el ascensor hasta llegar a la puerta de éste, comprimiendo en su trayecto todas las líneas de fuerza que se le ponían por delante. La puerta del ascensor se abrió brevemente, y las líneas de fuerza fueron empujadas al exterior. Una segunda pared se separó del fondo del ascensor y el proceso se repitió. La única diferencia consistió en que ahora la primera pared se hizo no superconductora antes del último empuje de expulsión. Después de que la tercera pared hubiera pasado, Cero-Gauss se acercó a un panel de control que estaba en el suelo e introdujo un código. Un aparato de medición se elevó desde el suelo, en el centro de la habitación.

—La bomba es buena —dijo ella por el audioenlace—. Solamente registra 2.800 gauss.

—Pues ya es bastante cercano a cero y se puede accionar el cierre de la cámara —dijo Empuja-Electrones—. ¿Preparada para la caída?

La manera de accionar sus pedúnculos de los ojos indicó un cierto enfado ante su intento de hacer una broma de mal gusto. Tal vez él había conseguido hacer chillar alguna de las estudiantes, al hacerles creer que iban a caer dentro del suelo, y ahora lo repetía cada vez que alguien bajaba.

—Estoy preparada para el descenso —dijo ella, golpeando firmemente con su arista el recubrimiento metálico del suelo. No llegó a conseguir en su golpeteo, el tono exacto propio de un «profesor-jefe». Es bastante difícil conseguir un tono autoritario cuando se está desnudo.

—Sí, Profesora —dijo Empuja-Electrones, y el ascensor empezó su descenso por debajo de la corteza.

En el fondo, el proceso de las bombas magnéticas se volvió a efectuar usando las bombas de pared en la compuerta que conducía hasta la cámara de campo bajo. Todos los campos magnéticos residuales posibles fueron bombeados al ascensor, cuyas barreras alternaban estados conductores y superconductores para atrapar a los campos. Después, el ascensor subió a la superficie para expeler al exterior los campos atrapados.

Cero-Gauss se detuvo en un vestidor, se puso un poco de pintura corporal, se colocó seis insignias de profesor hechas con plástico pintado, para que parecieran de metal y, ya presentable, salió para ponerse delante de las cámaras de vídeo que escrutaban toda la sala. El techo era de un negro tranquilizante. Ella, Peludo y las plantas estaban contentos por haber salido de la enervante clausura del ascensor y de las barreras.

Empezó por los animales. Tres de las nueve partes del cuarto libre de campo estaban ocupadas por numerosas parejas de crías de los animales mayores de Huevo, exceptuando aquellos que eran mayores que un cheela adulto o sea el poderoso Desliza-Lento y el carnívoro Ligero, que estaban representados por sus miniaturas obtenidas genéticamente y que tenían aproximadamente las dimensiones de un Vergonzoso.

Tenía varios tipos de Vergonzosos. Además de las tres clases distintas de Vergonzosos, de brillantes colores pero estúpidos que se utilizaban como comida y que se alimentaban con carnes de distintos sabores, había algunos Vergonzosos pastores a los que se educaba a fondo. Estos se criaban a causa de su inteligencia. Ahora, con la adición de Peludo, tenía dos grupos de una variante de laboratorio cuyos cuerpos tenían las mismas respuestas que un cuerpo de cheela a los cambios ambientales.

Tenía que comprobar muchas cosas en el laboratorio. Después de haber tenido que pasar por todo el largo y tedioso trabajo de llegar hasta allí, no tenía ninguna prisa en irse. Había por lo menos dos giros de trabajos pendientes, además de someter a los animales a exámenes físicos y a pruebas de inteligencia. Los depósitos de víveres instalados en esta misma sala habían sido llenados con alimentos la vez anterior que se había bombeado la habitación, por lo que, cuando llegara el festín de giro, podría recuperar fuerzas allí mismo. Además, alguien debía probar la calidad de las nueces y frutos de las plantas comestibles.

Rebana-Acero deseaba regresar a la Estación Espacial de Órbita Polar. Habían ocurrido muchas cosas desde que había estado allí de visita. Se había retirado de sus cargos activos, había sido elegido para la Legislatura de los Clanes Aliados, y había sido seleccionado para el rejuvenecimiento. Todavía tenía derecho a llevar sus insignias de dobles estrellas de almirante, por lo que se las puso para aquella visita.

Exploración-Lejana también había acabado su rejuvenecimiento y estaba a punto de reincorporarse al espacio interestelar. Había invitado a Rebana-Acero a su fiesta de despedida.

El vehículo robot de deslizamiento zumbaba a través de la carretera del lado este de Paraíso de Brillante hasta que se detuvo delante de la terminal del Bucle de Salto. Rebana-Acero introdujo su tarjeta magnética en la ranura de pagos y el coche deslizador le dejó marchar. Mientras fluía hacia la acera vio a un pequeño, enclenque y asustado crío, sin insignias, recostado contra una pared próxima. Los ojos del crío miraban despreocupadamente, pero con atención a todo lo que ocurría cerca de él, especialmente al tránsito que entraba y salía por las puertas automáticas de la terminal. La terminal estaba instalada en un barrio conflictivo de la ciudad, por lo que Rebana-Acero aceleró su avance por la calle y se apresuró a través de la puerta de entrada.

Cuando hubo entrado, se relajó un poco y se colocó en la cola de equipajes, donde vació su maletín de viaje. Había llegado antes de tiempo por lo que se fue, a través del gentío que había en la terminal, hacia el bar de pulpa. Empezó a girar en torno de una hembra pequeña y llena de pecas que tenía todos los ojos fijos en el macho, de aspecto amenazador, con el que estaba hablando. De repente, sin que al parecer mirara donde iba, la hembra retrocedió y el almirante Rebana-Acero se encontró medio envuelto en carne de hembra pecosa.

—Perdone —dijo Rebana-Acero tratando de apartarse.

—A mí no me importa, si no le importa a usted —dijo la hembra núbil, mientras desplazaba algunos ojos y abría algunos párpados pecosos en su parte superior—. Además, usted es mucho más hermoso que este bruto.

Inclinó sus pedúnculos hacia el otro macho, que les miraba fijamente.

Rebana-Acero observó que las pecas de la hembra llegaban hasta los ojos, de los que había algunos de color rosado, en lugar del color rojo oscuro más normal.

El almirante intentó separarse, pero descubrió que la hembra había formado algunos pseudópodos y lo estaba reteniendo por sus insignias de doble estrella de almirante. Otros pseudópodos que quedaban ocultos por sus cuerpos, empezaron a cosquillearle.

—¿Quieres divertirte un poco? —le decía ella por medio de un susurro electrónico que desencadenó un hormigueo a lo largo del cuerpo de él—. Sé de un sitio bonito y tranquilo, con alfombras, que está cerca.

Rebana-Acero empezaba a declinar la oferta, cuando fue golpeado por un duro manipulador.

—¡Deja tranquila a mi nena! —dijo el macho, mirándole ferozmente.

Sorprendido por el golpe, Rebana-Acero no se dio cuenta de la pérdida de sus insignias, cuando la hembra pecosa se separó de él.

—¡Ya las tengo! —gritó mientras se deslizaba hacia la puerta de entrada todo lo aprisa que le permitía su arista. El macho la seguía de cerca.

—¡Alto! —gritó Rebana-Acero, al darse cuenta de su pérdida, luego salió en su persecución. El macho sacó un puñal de una de las bolsas de su cuerpo y lo agitó amenazadoramente.

—¡Vete a chupar ojos, Espadero! —gritó el macho.

—¡Que viene un clanero! —advirtió la hembra pecosa cuando se acercaban a la puerta, que su compinche mantenía abierta desde fuera y que cerró casi del todo cuando el guardia de seguridad llegó allí, aunque éste logró pasar por la rendija y continuar la persecución.

Rebana-Acero se detuvo cuando el guardia inició la persecución. Se quedó algo azorado, y cambió de sitio una insignia para cubrir el sitio que había quedado desnudo en su piel. Era difícil que el guardia pudiera alcanzar a los ladrones. Como ya casi había llegado el momento de salida de su nave de salto, dio la vuelta y se fue hasta el área de embarque.

—¡Este clanero comehuevos ha salido! —gritó Cara-Pecosa—. ¡Dispersémonos! ¡Ya lo venderemos después!

Salió por una calle lateral que la condujo hasta los terrenos del antiguo templo, donde sabía que había muchos sitios para esconderse. Por suerte, el clanero había seguido a Arista-Rota. Ella era la que llevaba las insignias robadas y así, incluso en caso de que el clanero le detuviera, tendría que dejarle marchar.

La arista de ella, acostumbrada a los ruidos de la calle, recogió el movimiento rápido de otros dos claneros que se le aproximaban y apresuró su marcha, evitando hacer demasiado ruido. A la entrada de los terrenos del antiguo templo, comprimió su escuálido cuerpo, para hacerlo pasar por una grieta de origen sísmico que había en la antigua valla exterior. Evitando encuentros con los obreros que efectuaban trabajos de restauración, pasó apresuradamente junto a uno de los recién restaurados «ojos» del antiguo monumento para dirigirse hacia una roca de corteza, en un punto donde la base del «pedúnculo de un ojo» enlazaba con la pared que formaba el «cuerpo» del templo. Detrás de la roca existía un antiguo túnel que ella había descubierto unos giros antes. Había notado un pequeño agujero en la pared, después de que las enormes máquinas terraplenadoras hubieran pasado por allí. Buscando un escondrijo seguro para las cosas robadas, hasta que pudiera venderlas, había descubierto que el agujero daba paso a un túnel subterráneo que estaba recubierto por un antiguo tipo de espeso metal superconductor.

Cuando se realizó la construcción original, en la época del profeta Ojos-Rosados, el superconductor había mantenido alejados del túnel los campos magnéticos, para que los Sumos Sacerdotes de Brillante pudieran viajar rápidamente desde el santuario más exterior hasta la cima del monte del Ojo Interior, donde aparecían milagrosamente a la vista de la gente que estaba abajo. Actualmente, el túnel estaba obstruido con flujo magnético aprisionado, que se adhería fuertemente a las paredes.

Cara-Pecosa empujó su camino a través de las líneas de flujo hasta que estuvo dentro e hizo deslizar la roca para volver a disimular la entrada. Descansó y se relajó cuando el campo magnético aprisionó sólidamente su cuerpo en la corteza que la rodeaba. Tenía cierto miedo a estar bajo la corteza, pero estaba segura de que los claneros jamás la podrían encontrar en su escondite secreto.

Por fin llegó el fin del turno y Huevo-Pesado dio permiso para que su equipo se retirara. Observó que se apretaban en los ascensores para volver a la superficie de Huevo y a sus bares de pulpa y observó también que se movían a mayor velocidad de la que habían desarrollado durante todo el tiempo de trabajo.

—Es el último ascensor, señor —Bolsa-Hambrienta aguantaba abierta la puerta.

—Espérame —dijo Huevo-Pesado—. He de ver al jefe.

Tomó un montacargas hasta la cubierta más alta de la plataforma superior y se dirigió al edificio donde estaba la oficina del ingeniero jefe de la plataforma superior. Su equipo había realizado escasamente su cuota de trabajo, y debía hacer algo para remediarlo. No importaba que durante el trabajo hubiera algunos apretones y cosquilleos. Aquello ayudaba a pasar mejor el tiempo de trabajo; pero había sorprendido a Roca-Amarilla tocando a Desliza-Fácil detrás del eje de los ascensores, y ésta había sido la última gota que había colmado el vaso. Quería que ambos fueran reemplazados.

La puerta del edificio del ingeniero jefe estaba abierta. Huevo-Pesado fluyó por ella con una arista determinada, y se detuvo. Una persona desconocida y muy joven estaba en la oficina y el ingeniero jefe le escuchaba respetuosamente. El jovencito llevaba insignias mayores que las del ingeniero jefe, y dijo al recién llegado:

—Me alegro mucho de volver a verle —al percibir el asombro que se notaba en el movimiento de los pedúnculos de Huevo-Pesado, añadió—: Soy su patrón, Red-Risco. Me han rejuvenecido. Creo que así lo llaman. ¿Tiene algún problema?

—Sí, pero puede esperar hasta el próximo turno —dijo Huevo-Pesado, invirtiendo la ondulación de su arista. Se retiró de la puerta en plena confusión mental y se dirigió a la cubierta de debajo. Roca-Amarilla evitó sus miradas cuando entró en el ascensor. Se hizo cargo de los controles que sostenía Bolsa-Hambrienta e inició el largo descenso por la Fuente Espacial hasta la superficie.

Círculo-Temporal de nuevo se sentía solitario y estaba buscando a alguien con quien hablar. Otro de los canales de su máquina se había taponado con ruido. Anduvo sin rumbo fijo hasta el otro extremo del Instituto del Ojo Interior y visitó el pabellón de Cristalografía, pero Lluvia-Neutrónica no estaba en su terminal del ordenador y fue a buscarla al laboratorio. Allí sólo estaba Ojos-Impacientes, trabajando en una consola de tacto y gusto. A cada uno de los lados de la misma había dos cuencos esféricos muy aplanados que representaban los dos hemisferios de Huevo. Estaban dibujados al estilo de los mapas antiguos, en los que las distancias se marcaban en longitudes de arista. Eran planos de las regiones correspondientes a las proximidades de los polos magnéticos donde las aristas de los cheela tenían su tamaño mínimo, y eran más curvos cerca del ecuador magnético, allí donde la componente horizontal del campo magnético hacía alargar la arista de los cheela. Ahora que los cheela ya tenían el viaje espacial, habían descubierto que Huevo tenía forma esférica; pero la forma antigua era todavía útil para los cristalógrafos, puesto que la mayor parte de su actividad se desarrollaba cerca de los polos. Los mapas daban destellos que señalaban la actividad de los cortezamotos. Un punto azul brillante apareció en el mapa y, después, su color fue disminuyendo a medida que el seísmo desaparecía.

—Busco al profesor Lluvia-Neutrónica —dijo Círculo-Temporal a Ojos-Impacientes.

—Estoy aquí —llegó una voz sofocada que parecía venir de debajo de la arista de Ojos-Impacientes.

—Está en el polo Este —exclamo Ojos-Impacientes—. Voy a pasar la imagen a la pantalla visual de aquella pared. Las cosas ocurren muy aprisa y será mejor que yo siga trabajando con la pantalla de tacto y gusto.

—He venido para ver si podíamos estar juntos en el festín del giro —dijo Círculo-Temporal—. No sabía que te hubieras marchado.

—Este viaje no estaba previsto —replicó la imagen de Lluvia-Neutrónica. Se desplazaba a lo largo de una línea de transceptores acústicos que estaban recogiendo los datos de los instrumentos sísmicos distantes, enterrados bajo la corteza que rodeaba el polo Este.

—Efectué un salto, al principio de este giro, para asegurarme de que la escala de los transceptores estaba bien. Creo que se avecina un gran seísmo. Pero no puedo estar segura, porque ésta es la primera vez que alguien intenta registrar los seísmos previos a uno grande.

—Todo empezó justo después del último festín de giro —explicó Ojos-Impacientes—. Yo observaba las señales que llegaban desde la red que rodea el polo Este, cuando empecé a ver dibujos en forma de anillos.

—Y esto no es todo —dijo Lluvia-Neutrónica—. Si bien al principio eran pequeñas, las magnitudes de los seísmos se han ido incrementando casi exponencialmente, durante los últimos diez docigiros, a medida que se acercan a la base de las montañas del polo Este.

—¡Exponencialmente! —era evidente que Círculo-Temporal estaba muy impresionado.

—Espero un «temblor de Timble» de un momento a otro —dijo Lluvia-Neutrónica y se dio cuenta del temblor confuso en los pedúnculos de él—. Las montañas del polo Este van a bajar algunos milímetros y la duración de un giro se aumentará ligeramente. El premio Nobel humano Timble fue el primero que pudo predecirlos, a partir de las observaciones de la estrella de neutrones de la Nebulosa del Cangrejo.

—¡Puedes estar en peligro! ¡Escapa de ahí inmediatamente! —gritó Círculo-Temporal.

—Ahora ya es demasiado tarde —contestó Lluvia-Neutrónica—. ¡Sigue recogiendo los datos, Ojos-Impacientes! —ordenó, y de pronto la pantalla visual quedó vacía.

Círculo-Temporal desvió su mirada hacia el cuenco que representaba el hemisferio Este. Alrededor de las montañas del polo Este surgían continuos destellos de brillante luz azul. De repente, todo el polo Sur explotó con un resplandor azul. Hubo una pausa, y después una suave ondulación se extendió a partir del punto focal. Llegó hasta Ascensión de Ligero y el mapa se apagó.

Entonces Círculo-Temporal comprendió porque tres de los canales de su máquina del tiempo, estaban bloqueados por el ruido. Salió velozmente del laboratorio y atravesó los terrenos del Instituto. Había un canal abierto hacia el pasado. Si lograra mandar un mensaje hacia el pasado, destinado a él mismo, podría ser capaz de avisar a toda la población de Huevo. Mientras apretaba su cuerpo contra los poderosos campos magnéticos que emanaban de la corteza, luchó contra el espectro del desaliento. Después de todo, «él» estaba allí en aquella línea temporal, luchando por llegar hasta la máquina del tiempo, y no había recibido ningún mensaje que llegase desde el futuro. Su línea del tiempo actual estaba condenada, pero tal vez podría crear una paradoja —una bifurcación— que pudiera salvarle a él y al resto de Huevo en otra línea temporal. Siguió luchando.