Capítulo I

Que importa tener noticias de los hechos de los indios, mayormente de los mejicanos

Cualquiera historia, siendo verdadera y bien escrita, trae no pequeño provecho al lector, porque, según dice el sabio, lo que fué, eso es, y lo que será, es lo que fué. Son las cosas humanas entre sí muy semejantes, y de los sucesos de unos aprenden otros. No hay gente tan bárbara, que no tenga algo bueno que alabar; ni la hay tan política y humana, que no tenga algo que enmendar.

Pues cuando la relación o la historia do los hechos de los indios no tuviese otro fruto más de este común de ser historia y relación de cosas, que en efecto de verdad pasaron, merece ser recibida por cosa útil, y no por ser indios es de desechar la noticia de sus cosas, como en las cosas naturales vemos, que no sólo de los animales generosos y de las plantas insignes y piedras preciosas escriben los autores, sino también de animales bajos y de yerbas comunes y de piedras y de cosas muy ordinarias, porque allí también hay propiedades dignas de consideración. Así que cuando esto no tuviese más que ser historia, siendo como lo es, y no fábulas y ficciones, no es sujeto indigno de escribirse y leerse.

Mas hay otra muy particular razón, que por ser de gentes poco estimadas se estima en más lo que de ellas es digno de memoria, y por ser en materias diferentes de nuestra Europa, como lo son aquellas naciones, da mayor gusto entender de raíz su origen, su modo de proceder, sus sucesos prósperos y adversos. Y no es sólo gusto, sino provecho también, mayormente para los que los han de tratar, pues la noticia de sus cosas convida a que nos den crédito en las nuestras y enseñan en gran parte cómo se deban tratar, y aun quitan mucho del común y necio desprecio en que los de Europa los tienen, no juzgando de estas gentes tengan cosas de hombres de razón y prudencia. El desengaño de esta su vulgar opinión en ninguna parte le pueden mejor hallar que en la verdadera narración de los hechos de esta gente.

Trataré, pues, con ayuda del Señor, del origen y sucesiones y hechos notables de los mejicanos con la brevedad que pudiere; y últimamente se podrá entender la disposición que el altísimo Dios quiso escoger para enviar a estas naciones la luz del evangelio de su unigénito hijo Jesucristo, nuestro señor, al cual suplico enderece este nuestro pequeño trabajo, de suerte que salga a gloria de su divina grandeza y alguna utilidad de estas gentes, a quien comunicó su santa ley evangélica.