De los templos que se han hallado en las Indias
Comenzando, pues, por los templos, como el sumo Dios quiso que se le dedicase casa en que su santo nombre fuese con particular culto celebrado, así el demonio para sus intentos persuadió a los infieles que le hiciesen soberbios templos y particulares adoratorios y santuarios. En cada provincia del Perú había una principal guaca, o casa de adoración, y ultra de esta algunas universales, que eran para todos las reinos de los Ingas.
Entre todas fueron dos señaladas: una que llaman de Pachacama, que está cuatro leguas de Lima y se ven hoy las ruinas de un antiquísimo y grandísimo edificio, de donde Francisco Pizarro y los suyos hubieron aquella inmensa riqueza de vasijas y cántaros de oro y plata, que les trajeron cuando tuvieron preso al Inga Atagualpa. En este templo hay relación cierta, que hablaba visiblemente el demonio y daba respuestas desde su oráculo, y que a tiempos vían una culebra muy pintada; y esto de hablar y responder el demonio en estos falsos santuarios y engañar a los miserables es cosa muy común y muy averiguada en Indias, aunque donde ha entrado el evangelio y levantado la señal de la santa Cruz manifiestamente ha enmudecido el padre de las mentiras, como de su tiempo escribe Plutarco: Cur cessaverit Pithias fundere oracula. Y San Justino mártir trata largo de este silencio que Cristo puso a los demonios que hablaban en los ídolos, como estaba mucho antes profetizado en la divina Escritura.
El modo que tenían de consultar a sus dioses los ministros infieles hechiceros era como el demonio les enseñaba; ordinariamente era de noche, y entraban las espaldas vueltas al ídolo, andando hacia atrás, y doblando el cuerpo y inclinando la cabeza, poníanse en una postura fea, y así consultaban. La respuesta de ordinario era en una manera de silvo temeroso, o con un chillido, que les ponía horror, y todo cuanto les avisaba y mandaba era encaminado a su engaño y perdición. Ya, por la miseria de Dios y gran poder de Jesucristo, muy poco se halla de esto.
Otro templo y adoratorio aún muy más principal hubo en el Perú, que fué en la ciudad del Cuzco, adonde es agora el monasterio de Santo Domingo, y en los sillares y piedras del edificio, que hoy día permanecen, se echa de ver que fuese cosa muy principal. Era este templo como el Panteón de los romanos, cuanto a ser casa y morada de todos los dioses. Porque en ella pusieron los reyes Ingas los dioses de todas las provincias y gentes que conquistaron, estando cada ídolo en su particular asiento y haciéndole culto y veneración los de su provincia con un gasto excesivo de cosas que se traían para su ministerio, y con esto les parecía que tenían seguras las provincias ganadas, con tener como rehenes sus dioses.
En esta misma casa estaba el Punchao, que era un ídolo del sol, de oro finísimo, con gran riqueza de pedrería y puesto al oriente con tal artificio que, en saliendo el sol, daba en él, y como era el metal finísimo, volvían los rayos con tanta claridad, que parecía otro sol. Este adoraban los Ingas por su dios, y al Pachayachachic, que es el hacedor del cielo. En los despojos de este templo riquísimo dicen que un soldado hubo aquella hermosísima plancha de oro del sol, y como andaba largo el juego, la perdió una noche jugando. De donde toma origen el refrán que en el Perú anda de grandes tahures, diciendo: Juega el sol, antes que nazca.