De otro género de idolatría con los difuntos
Otro género de idolatría muy diverso de los referidos, es el que los gentiles han usado por ocasión de sus difuntos, a quien querían bien y estimaban. Y aún parece que el sabio da a entender, que el principio de la idolatría fué esto, diciendo así: El principio de fornicación fué la reputación de los ídolos; y esta invención es total corrupción de la vida. Porque al principio del mundo no hubo ídolos, ni al fin los habrá para siempre jamás. Mas la vanidad y ociosidad de los hombres trajo al mundo esta invención, y aun por eso acabaron sus vidas tan presto. Porque sucedió que sintiendo el padre amargamente la muerte del hijo mal logrado, hizo para su consuelo un retrato del difunto, y comenzó a honrar y adorar como a Dios, al que poco antes como hombre mortal acabó sus días; y para este fin ordenó entre sus criados, que en memoria suya se hiciesen devociones y sacrificios. Después pasando días, y tomando autoridad esta maldita costumbre, quedó este yerro canonizado por ley; y así por mandato de los tiranos eran adorados los retratos y ídolos. De aquí vino que con los ausentes se comenzó a hacer lo mismo, y a los que no podían adorar en presencia por estar lejos, trayendo los retratos de los reyes que querían honrar, por este modo los adoraban, supliendo con su invención y traza la ausencia de los que querían adorar. Acrecentó esta invención de idolatría la curiosidad de excelentes artífices, que con su arte hicieron estas imágenes y estatuas tan elegantes, que los que no sabían lo que era, les provocaban a adorarlas. Porque con el primor de su arte, pretendiendo contentar al que les daba su obra, sacaban retratos y pinturas mucho más excelentes. Y el vulgo de la gente, llevado de la apariencia y gracia de la obra, al otro que poco antes había sido honrado como hombre, vino ya a tenerle y estimarle por su Dios. Y este fué el engaño miserable de los hombres, que acomodándose ora a su afecto y sentimiento, ora a la lisonja de los reyes, el nombre incomunicable de Dios, le vinieron a poner en las piedras, adorándolas por dioses.
Todo esto es del libro de la Sabiduría, que es lugar digno de ser notado. Y a la letra hallarán los que fueren curiosos desenvolvedores de antigüedad, que el origen de la idolatría fueron estos retratos y estatuas de los difuntos. Digo de la idolatría, que propiamente es adorar ídolos e imágenes porque esotra de adorar criaturas como al sol y a la milicia del cielo, de que se hace mención en los profetas, no es cierto que fuese después; aunque el hacer estatuas e ídolos en honra del sol y de la luna y de la tierra, sin duda lo fué.
Viniendo a nuestros indios, por los mismos pasos que pinta la Escritura, vinieron a la cumbre de sus idolatrías. Primeramente los cuerpos de los reyes y señores procuraban conservarlos, y permanecían enteros, sin oler mal, ni corromperse más de doscientos años. De esta manera estaban los reyes Ingas en el Cuzco, cada uno en su capilla y adoratorio, de los cuales el virrey Marqués de Cañete (por extirpar la idolatría) hizo sacar y traer a la ciudad de los Reyes tres o cuatro de ellos, que causó admiración ver cuerpos humanos de tantos años con tan linda tez y tan enteros. Cada uno de estos reyes Ingas dejaba todos sus tesoros, y hacienda y renta para sustentar su adoratorio, donde se ponía su cuerpo y gran copia de ministros, y toda su familia dedicada a su culto. Porque ningún rey sucesor usurpaba los tesoros y vajilla de su antecesor, sino de nuevo juntaba para sí y para su palacio.
No se contentaron con esta idolatría de los cuerpos de los difuntos, sino que también hacían sus estatuas; y cada rey en vida hacía un ídolo o estatua suya de piedra, la cual llamaba Guaoiquí, que quiere decir hermano, porque a aquella estatua en vida y en muerte se le había de hacer la misma veneración que al propio Inga; las cuales llevaban a la guerra, y sacaban en procesión para alcanzar agua y buenos temporales, y les hacían diversas fiestas y sacrificios. De estos ídolos hubo gran suma en el Cuzco y en su comarca; entiéndese que ha cesado del todo, o en gran parte, la superstición de adorar estas piedras, después que por la diligencia del licenciado Polo se descubrieron: y fué la primera la de Ingaroca, cabeza de la parcialidad principal de Hanan Cuzco. De esta manera se halla en otras naciones gran cuenta con los cuerpos de los antepasados y sus estatuas, que adoran y veneran.