Del cambio a la destrucción
En 1980 Felipe González propuso a los ciudadanos un cambio. Y ese cambio condujo en muchos ámbitos a la modernización de España y a la profundización de su sistema democrático. Rodríguez Zapatero ha dado un paso en otra dirección. No se conforma con cambiar. Lo que propone es sustituir la sociedad que conocemos, aquélla que nos ha permitido llegar hasta donde estamos hoy, o mejor, hasta donde estábamos en 2004. El suyo es no es un proyecto de cambio: es un proyecto de destrucción.
El proyecto Zapatero persigue la destrucción de valores, de elementos en común, de puentes intergeneracionales, de relación de los ciudadanos de hoy con los del ayer, de raíces culturales. De identidad.
Entre 2004 y 2008, el proyecto Zapatero se dedicó a socavar la institución familiar, la unidad nacional y el sistema educativo, a través de normas como la Ley Orgánica de Educación, las leyes basadas en la ideología de género y los nuevos estatutos de autonomía.
A partir de 2008, el objetivo fue la consolidación del proyecto, el blindaje de sus conquistas, por medio de normas como la ley del aborto y estrategias como el acoso a la libertad religiosa. En este período se retoma asimismo la creación de supuestos derechos de nuevo cuño a través de iniciativas como la Estrategia Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, y se empieza a crear el caldo de cultivo de nuevas restricciones a las libertades ciudadanas, introduciendo limitaciones a la libertad de educación o de conciencia.
La política es crear derecho para crear derechos. ¿Pero qué es el derecho? Ante todo es un abanico axiológico, normativo. En buena parte de las leyes tú estás dejando el poso de una forma de entender la vida. Hay una parte que es puramente organizativa, reglamentista. Pero las grandes leyes, las grandes tomas de decisión, que son pocas, las que realmente marcan impronta en la sociedad, en la forma de entender la cultura, determinan realmente la vida que vives[94].
Desde que el proyecto Zapatero echó a andar en 2004, en España se han dictado normas de profundo calado cuyo único fin es la destrucción de los valores de la sociedad tal como la conocemos. La subversión de esos valores y la introducción de elementos destinados a socavar las raíces y la identidad de la sociedad española se han plasmado en normas destinadas a marcar «impronta en la sociedad, en la forma de entender la cultura» y en «la vida que vives». Éstas son las más significativas:
Pero el proyecto Zapatero no se detiene tras estas reformas de profunda trascendencia y se dispone a dar nuevos pasos. En el cajón del presidente del Gobierno y de sus ministros figura el desarrollo de nuevos proyectos legislativos, como una Ley de Igualdad de Trato y contra la Discriminación, que penalizará las críticas a los dogmas de la ideología de género y del lobby homosexual; o ese proyecto tan ligeramente dormido de reforma de la Ley de Libertad Religiosa, que restringirá la libertad de los creyentes de expresar nuestra Fe en la esfera pública. Y en segundo plano, la ley de eutanasia, que en Andalucía ya ha echado a andar con el nombre de Ley de Derechos y Garantías de la Dignidad de las Personas en el Proceso de la Muerte.
Las prisas del proyecto
En la segunda legislatura de Rodríguez Zapatero, el proyecto de subversión de valores se acelera. La tramitación de la ley del aborto es significativa. En su prisa por aprobar la norma, el Partido Socialista no se detiene ante nada. Pocas horas antes de la votación en el Senado de la Ley Orgánica de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, determinados senadores recibieron compromisos de fuertes inversiones económicas en sus demarcaciones a cambio de votar a favor de la propuesta del Gobierno o, al menos, de abstenerse. De este modo surgió, por ejemplo, y como por arte de magia, una nueva pista de aeropuerto en una isla canaria.
No nos vamos a frenar, vamos a pisar el acelerador del cambio, vamos a seguir impulsando nuestro proyecto con ánimo, con ideas, con fuerzas y con coherencia[95].
La aceleración del proyecto Zapatero a partir de 2008 encuentra su explicación en varios factores. En primer lugar, el proyecto de transformación cultural debe avanzar lo más rápidamente posible, para destruir cuanto antes los efectos «perversos» (en la visión de Rodríguez Zapatero) de los casi 2000 años de influencia de la Iglesia en la historia de España.
En segunda instancia, frente a la crudeza creciente de la crisis económica, constituye una excelente maniobra de distracción de la opinión pública. Introducir en la vida política asuntos como la retirada de los crucifijos constituye la mejor cortina de humo ante los problemas económicos que atraviesa la Nación.
En tercer lugar, el resultado de las elecciones legislativas de marzo de 2008 pone de relieve la rentabilidad de las propuestas contenidas en el proyecto Zapatero en términos de votos: el PSOE consigue hacerse con el apoyo de sectores que antaño votaron a Izquierda Unida y también a los nacionalistas. Los socialistas no crecen hacia el centro y la derecha, pero cuanto más radicalizan su discurso, más aglutinan el voto a menudo errático y abstencionista de la izquierda y la extrema izquierda. Mientras tanto, su principal oponente, el Partido Popular, sigue pensando hacia qué lado mirar.
Porque el cuarto elemento que determina la aceleración del proyecto Zapatero radica precisamente en la profunda debilidad ideológica de su contrincante político. Rodríguez Zapatero ha logrado marear la aguja de navegación del PP de Mariano Rajoy. Frente al discurso de la extensión de derechos del proyecto Zapatero, el PP no ha sido capaz de levantar una propuesta alternativa sustentada en los principios que permiten el desarrollo de las sociedades democráticas contemporáneas. Tímido, a menudo pusilánime, el Partido Popular ha ido perdiendo frente al proyecto Zapatero la solidez de sus principios, y la seguridad y la confianza en sus propias raíces.
Los populares critican, en ocasiones con dureza, las propuestas de Rodríguez Zapatero pero no responden con una alternativa clara y firme, sino con amagos de recursos ante el Tribunal Constitucional, o con genéricas descalificaciones, sin atreverse nunca a bajar al terreno de la batalla de las ideas para izar la bandera de una alternativa sólida y desacomplejada. Rodríguez Zapatero lo sabe, y por eso tiene prisa. Es consciente de que debe aprovechar el momento. El reloj juega a su favor:
Los problemas, cuando son serios, tienen que decantarse. Y en la política hay un factor fundamental que es el tiempo. Nadie puede hacer política y tener éxito si no tiene un cierto sentido del tiempo[96].