I

Un proyecto para subvertir nuestra sociedad

Ocurrencias, demagogia, tonterías, oportunismo. Los críticos de José Luis Rodríguez Zapatero recurren con frecuencia a calificativos de este tipo para definir su acción de gobierno. A menudo se presenta al líder del Partido Socialista Obrero Español como un ignorante que mete la pata continuamente y ejerce su actividad en función de impulsos espontáneos. O se dice que sus decisiones responden a una personalidad inmadura, incluso ignorante. En otras ocasiones se da por supuesto que sus iniciativas políticas son fruto del momento, de la coyuntura, del interés puntual, del acuerdo aquí y ahora con este grupúsculo político o aquel lobby social, y no tienen relación unas con otras.

Nada más lejos de la realidad. El objetivo de José Luis Rodríguez Zapatero y de la izquierda española actual es claro, estaba definido con anterioridad a su llegada al poder en 2004, tiene unos fines marcados de antemano y un método para lograrlos. Y todo ello es público, su protagonista nunca lo ha ocultado. De hecho ha enunciado en numerosas ocasiones cuál es su verdadero proyecto, en el que ejercer el Gobierno de la Nación es sólo el instrumento.

Rodríguez Zapatero ha explicado sus intenciones en congresos de su partido, en discursos, en entrevistas, en declaraciones políticas, en el Congreso de los Diputados. Y mientras sus críticos crean que se enfrentan a un inmaduro, un demagogo, un bobo o un oportunista, el líder de la izquierda española tendrá el camino libre para llevar a cabo un proyecto que enarbola la ideología como banderín de enganche para lograr metas que nadie en la izquierda se había atrevido a plantear hasta su llegada.

Los socialistas sabemos desde hace mucho tiempo, desde hace más de un siglo, que la mayor potencia de cambio, la fuerza que conduce y arrastra al mundo, la fuerza transformadora más poderosa, es la fuerza de las ideas[1].

La Real Academia Española define «subvertir» como «trastornar, revolver, destruir, especialmente en lo moral». No otro es el plan que para España tuvo oportunidad de trazar el diputado Rodríguez Zapatero a lo largo de los 14 años que permaneció como observador mudo, sentado en su escaño del Congreso de los Diputados sin tomar ninguna iniciativa, ni participar en ninguna actividad más que la de votar lo que el jefe de su grupo parlamentario le indicaba.

De 1986 a 2000, José Luis Rodríguez Zapatero rumió en silencio sus ambiciones, mientras los pesos pesados de su partido caían, uno tras otro, aferrados a la agenda política trazada por Felipe González.

González, Guerra y los dirigentes de aquel PSOE salido de la transición quisieron transformar la sociedad, pero hubieron de emplear su tiempo en establecer los fundamentos de esa transformación: el secuestro del sistema educativo y del mundo cultural, el establecimiento de complicidades con formaciones políticas radicales y nacionalistas, la construcción de una red clientelar que asegurara la pervivencia del partido en el ámbito local y regional, el férreo control sobre la opinión pública.

En el año 2000, José Luis Rodríguez Zapatero se sintió llamado a culminar la obra de transformación que iniciara Felipe González. Sus predecesores habían desbrozado el camino. Ya no tenía que ocuparse de la letra pequeña. Podía ir directo a por el objetivo que la izquierda española de los años 70 y 80 no se atrevió a reconocer nunca. Imitando los lemas de moda en el socialismo europeo, inventó su propia corriente interna, la Nueva Vía, y en cuanto ganó las elecciones generales se dispuso a completar la obra iniciada por sus mayores con el objetivo de subvertir el país, de trastornar, revolver y destruir la sociedad española y el territorio en el que ésta desarrolla su convivencia.

Destruir los valores y los principios a través de la acción política

El objetivo confesado, reconocido por Rodríguez Zapatero, es simple y ambicioso: darle la vuelta al país, alterar lo que siempre ha sido, aquello en lo que siempre ha creído, sustituir esos valores y creencias por otras. Por unos nuevos principios hechos a la medida de una izquierda que ambiciona el control absoluto de todos los resortes del poder… para controlar también de manera absoluta a cada uno de los ciudadanos.

A lo largo del año 2007, el escritor gallego Suso de Toro mantuvo una serie de conversaciones con José Luis Rodríguez Zapatero destinadas a la elaboración de un libro sobre el líder del PSOE. De aquellos contactos, De Toro extrajo algunas conclusiones, que más tarde revelaría en diversos medios de comunicación. Calificó al presidente del Gobierno de «militar civil», de calculador y de tozudo, de permanecer siempre ajeno a influencias externas e internas. Dijo de él que «nunca se ha arrepentido de nada» y que, frente a las críticas y ataques de sus oponentes, «continúa impertérrito la partida, y la continuará hasta dar el jaque mate».

Las charlas entre Rodríguez Zapatero y Suso de Toro quedaron reflejadas en Madera de Zapatero. Retrato de un presidente, un libro en el que el secretario general del PSOE expone de manera diáfana su proyecto y su estrategia:

Si hay algo que caracteriza a esta etapa de gobierno es que hay un proyecto. Precisamente porque hay un proyecto hay una resistencia tan inútil como activa de la derecha más dura, porque saben que hay un proyecto. Se han dado cuenta de que hay un proyecto de alcance en valores culturales, y por tanto ideológicos, que pueden definir la identidad social, histórica, de la España moderna por mucho tiempo[2].

Todos los ingredientes del «zapaterismo» están formulados en este breve fragmento, que refleja perfectamente las intenciones de quien lo expresó. Rodríguez Zapatero reconoce la puesta en marcha de un proyecto que concierne a los valores culturales e ideológicos y puede subvertir «la identidad social, histórica» de España «por mucho tiempo».

Es posible que la ambición desmedida que algunos achacan a Rodríguez Zapatero sea cierta, pero no en un sentido convencional. La imagen de político nuevo, alejado de los tics del político profesional, del «politiqueo», que Rodríguez Zapatero supo vender al electorado en 2004, se basa precisamente en que el presidente del Gobierno no aparenta una ambición desmedida de poder. Para muchos de sus electores, Rodríguez Zapatero es un hombre humilde, abierto a las críticas, tolerante y dialogante. Y ello se debe a que su ambición no reside en el poder por el poder, sino en lo que el poder le permite llevar a cabo:

Acaso para otros el Gobierno será el objetivo; para nosotros el Gobierno es el instrumento. Acaso para otros el Gobierno es la meta; para nosotros es el camino[3].

Rodríguez Zapatero es un ambicioso mesiánico, un hombre convencido de que puede cambiar el curso de la historia de España. Más todavía, cree que puede cambiar el carácter mismo de esa historia, la esencia de la sociedad española: su identidad.

En ese sentido, el poder no es para el presidente del Gobierno el fin, sino el instrumento. El atractivo que Rodríguez Zapatero ejerce sobre sus electores se basa en esa suerte de idealismo que consiste en distraer la atención con utopías supuestamente posibles e ideales sublimes, en lugar de hablar de gestión. En lugar de hablar de la realidad.

Para llevar a cabo su misión «profética», a la vez idealista y aparentemente bienhechora, Rodríguez Zapatero ha utilizado todos los resortes que el poder le ofrece: cambios legislativos, ruptura con los modelos sociales mayoritarios en la sociedad española, cambios culturales. Y a veces democráticamente, otras no tanto, se ha hecho con el mayor número posible de instrumentos de presión y control: gobiernos, agentes sociales, movimientos ciudadanos. Todo ello con un objetivo al cual subordina toda su actuación:

El cambio que invocamos va mucho más allá de una mera alternancia en el gobierno. El cambio es la transformación de la sociedad[4].

La aportación ideológica de Rodríguez Zapatero a la izquierda contemporánea, el proyecto que se ha empeñado en imponer a la sociedad española, se sustenta en tres pilares fundamentales:

  1. La reinvención de lo humano, que pasa por el desprecio a la naturaleza.
  2. El divorcio entre la acción política y el individuo.
  3. La adulteración del concepto de libertad.

A través de la propuesta ideológica que se deriva de estos principios, Rodríguez Zapatero plantea un proyecto que supone la transformación cultural e ideológica de la sociedad española y la transformación territorial y política de la Nación.

En este documento se desmenuza el proyecto Zapatero para España y sus ciudadanos, se desbrozan sus componentes ideológicos y sus estrategias, y se analiza el alcance y las consecuencias que para nuestro país tendría tal proyecto, en caso de que llegara a conocer el éxito final.