Capítulo 22

Me siento en el bordillo de la acera y espero. Me da igual que Max se haya dado cuenta de que intentaba seguirles. Esperaré a que vuelva, y luego le diré que nunca más se meta en el coche de la señorita Patterson. Yo no soy profesor, pero hasta yo sé que los profesores no deberían llevarse a los alumnos en el coche en mitad de clase.

Si supiera que Max iba a volver enseguida, no estaría tan preocupado. Pero estoy preocupado. Y tengo muchas razones para estarlo.

Hoy la señorita Patterson no ha venido al colegio para dar clase.

Ha venido al colegio solo para recoger a Max.

Ha aparcado dando marcha atrás para poder salir a toda prisa.

Había quedado con Max.

Max sabía que iba a venir.

La señorita Patterson lo estaba esperando.

Al verla, Max ha contenido la respiración.

Nadie los ha visto salir del colegio.

Me gustaría creer que son imaginaciones mías, que exagero, como esos personajes de la televisión que acusan a su amigo de algo muy grave y luego se dan cuenta de que se han equivocado. Quizá estoy exagerando, porque Max ha salido del colegio con una maestra, y aunque vaya contra las normas, sigue siendo una maestra.

Aunque hoy esa señorita no ha venido al colegio para dar clase, ha venido para recoger a Max. No dejo de pensar en eso. Creo que es lo peor de todo.

Ha sonado una campana. Es la campana que anuncia la salida al recreo. Llevo más de una hora sentado en el bordillo de la acera. Los compañeros de Max ya han salido al pasillo. Me pregunto si la señorita Gosk se habrá dado cuenta de que Max no está. Aunque sea buena maestra, la mejor de todas, Max tiene tantas profesoras que puede que la señora Gosk piense que está con la señorita Riner, o la señorita Hume o la señorita McGinn, y puede que la señora Hume y la señora Riner piensen que está con la señorita Gosk.

Quizá la señorita Patterson contaba con que las demás profesoras de Max pensaran así, y por eso decidiera venir a por él hoy.

Ahora todavía estoy más preocupado.

Es difícil no preocuparse, porque intentar no preocuparme me recuerda que tendría que estar preocupado. Y cuando estás sentado en el bordillo de una acera, esperando, es difícil olvidar por qué motivo estás ahí sentado.

Cada vez que pasa un coche, que pía un pájaro o suena una campana, mi preocupación es más grande. Cada coche, cada pájaro y cada campana me recuerdan que las horas van pasando. Tengo la impresión de que la espera va a durar siempre.

Desde que Max se marchó ha sonado cuatro veces la campana, lo que significa que han pasado ya dos horas. Me pregunto si habrá alguna puerta trasera para entrar en el colegio de la que nadie me haya hablado nunca. Quizá hay alguna carretera que atraviesa el bosque y va a dar al aparcamiento, y la señorita Patterson ha traído a Max de vuelta por ahí, para que nadie los viera juntos. Mientras estoy dudando de si levantarme y buscar esa entrada trasera o entrar en el colegio a ver si ha vuelto ya, oigo que llaman a Max por los altavoces. Los altavoces suenan dentro del colegio y en el patio, que está al otro lado del edificio, pero aun así los oigo. Es la directora, la señora Palmer.

—Se ruega a Max Delaney que se presente en clase inmediatamente.

Max no ha vuelto. O quizá ha vuelto y en este momento va hacia el aula de la señorita Gosk. Pienso que debería quedarme donde estoy, esperando como he prometido, pero ahora que la señora Palmer sabe que Max no está, quizá lo mejor sea entrar y esperar dentro.

Además, quiero saber qué está pasando.

La señorita Riner y la señorita Hume están en el aula de la señorita Gosk, con ella. No hay niños dentro. Están en clase de música, creo. Los viernes por la tarde tienen música. Las tres profesoras parecen preocupadas. Están mirando fijamente la puerta del aula, y cuando entro en ella tengo la sensación de que me miran a los ojos. Por un instante, creo que pueden verme.

Entro en el aula. Si pudiera verme en un espejo, si tuviera reflejo, creo que se me vería la misma cara de preocupación que a ellas.

Un segundo después entra la señora Palmer.

—¿Aún no ha aparecido? —pregunta. También ella parece preocupada.

—No —contesta la señorita Gosk.

Nunca la he visto tan seria, y eso que solamente ha dicho una palabra. En cuanto la he oído decir «no», me he dado cuenta de que está preocupadísima, como nunca la había visto hasta ahora.

—¿Dónde se puede haber metido? —pregunta la señorita Hume. Otra que está preocupada.

«Me parece muy bien», pienso. Deberían estar todos preocupados.

—Bueno, quédense aquí —dice la señora Palmer, y sale del aula.

—¿Y si se ha escapado? —pregunta la señorita Hume.

—Max no es así —contesta la señorita Gosk.

—Pues no creo que esté en el edificio, Donna —dice la señorita Hume.

Donna es el nombre de pila de la señorita Gosk. Los alumnos no pueden llamar a las maestras por su nombre de pila, pero ellas entre sí pueden llamarse como quieran.

—Max no se marcharía del colegio así como así —dice la señorita Gosk, y tiene toda la razón. Max nunca saldría del colegio a menos que una profesora se lo llevara engañado, que es justo lo que ha ocurrido ahora mismo.

Yo soy el único que sabe lo que ha pasado, pero no puedo contárselo a nadie. Al único ser humano que podría contárselo sería a Max, pero Max no está aquí, porque el desaparecido es él.

La voz de la directora vuelve a sonar por los altavoces:

«Se ruega a todo el personal del colegio que interrumpa un momento lo que esté haciendo para registrar su zona. El alumno de la señorita Gosk, Max Delaney, se ha perdido y hay que asegurarse de que encuentre el camino de vuelta a su aula. Si alguien ve a Max, que llame inmediatamente a Dirección. Y, Max, si puedes oírme, te ruego que acudas ya mismo a tu clase. Si estás perdido en algún sitio, da una voz para que podamos localizarte enseguida. Los demás niños y niñas, que no se preocupen. El colegio es grande, y a veces hay niños que se despistan».

«Sí, sí, despistan…», pienso.

—Para mí que no está en el edificio. Creo que deberíamos llamar a la policía —dice la señorita Hume—. Max no vive muy lejos. Es posible que se haya ido andando a su casa.

—Max no saldría del colegio así como así —insiste la señorita Gosk.

La directora regresa. No entiendo cómo puede estar tan tranquila.

—He mandado a Eddie y a Chris a echar un vistazo en el sótano y abrir todos los armarios. El personal del comedor está registrando la cocina. Y Wendy y Sharon han salido a buscarlo fuera del edificio.

—Yo creo que se ha ido —dice la señorita Hume—. No sé cómo ni por qué, pero no está en el colegio. Hace ya demasiado rato que desapareció. No estamos hablando de un niño cualquiera, se trata de Max.

—Aún no lo hemos comprobado —replica la señora Palmer.

—Yo opino igual que ella —dice la señorita Gosk. Habla en voz más baja. No suena tan segura como momentos antes. Hay pánico en su voz—. Al oír que lo llamaban por megafonía, habría hecho caso.

—¿Crees que ha salido del edificio? —pregunta la señora Palmer.

—Sí. No sé cómo, pero creo que se ha ido.

Ya os había dicho que la señorita Gosk era muy lista.