Capítulo 17

Estoy preocupado por Max. Hoy es lunes y hemos vuelto al cole.

Creo que su madre quiere hacer algo hoy. Está preocupada por lo de Tommy Swinden, y tengo miedo de que meta la pata. Espero que Tommy ya tuviera bastante con lo del viernes por la noche y Max esté fuera de peligro. Pero entre el castigo que le cayó por lo de la navaja y lo de la caca, puede que todavía no crea haberse vengado del todo. Es muy posible, pero si la madre de Max se pone en medio todavía será peor.

A la mayoría de los padres les pasa lo que a Max, que no saben hacer las cosas sin que se les vea el plumero.

Hoy la señorita Gosk está muy divertida. Escribió un cuento sobre un pavo que van a matar para comérselo en una celebración, y ahora se lo está leyendo a sus alumnos. Se pasea por la clase imitando los sonidos del pavo, y hasta Max sonríe. Reír no ríe, pero casi. La señorita Gosk araña el suelo con el pie y mueve los brazos como si fueran alas. Sus alumnos no dejan de mirarla.

La señorita Patterson se asoma por la puerta de la clase y le hace a Max un gesto para que la acompañe. Mi amigo no se da cuenta hasta al cabo de un rato, porque está muy entretenido con el cuento de la señorita Gosk. Creí que Max iba a arrugar la frente, porque la señorita Gosk no ha terminado aún su historia, pero, en cuanto ve a la señorita Patterson, pone unos ojos como platos. Parece ilusionado. No lo entiendo.

Yo quiero quedarme y saber cómo acaba la historia, pero sigo a Max y a la señorita Patterson pasillo abajo hasta Educación Especial. Sin embargo, cuando llegamos a la esquina donde habría que torcer a la izquierda, Max y la señorita Patterson siguen recto, y Max no dice nada. Eso aún me extraña más que el hecho de que Max quisiera salir de la clase de la señorita Gosk, porque a mi amigo no le gustan los cambios, y este nuevo trayecto es todo un cambio. Encima, un cambio tonto, porque vamos a tener que dar la vuelta a todo el auditorio y pasar por el gimnasio, lo que significa el doble de vuelta.

Pero de pronto nos paramos ante las mismas puertas por las que vi entrar a Max y a la señorita Patterson la semana pasada. Ahora estamos detrás del auditorio, en un vestíbulo donde no hay aulas ni despachos, pero la señorita Patterson mira a derecha e izquierda antes de abrir la puerta. Luego lleva la mano a la espalda de Max como dándole un empujoncito para que salga. Max sale solo por la puerta, pero la señorita Patterson quiere que se dé prisa, y eso me inquieta. Es como si quisiera que cruzara rápido para que no lo viera nadie.

Algo me huele mal.

Intento seguirles. Max se va por el sendero asfaltado que conduce al aparcamiento y de pronto se vuelve y me mira. Yo también he salido a la calle. Se me queda mirando y sacude la cabeza a un lado y al otro. Sé lo que ese gesto quiere decir. Significa «ni se te ocurra».

No quiere que lo siga. Luego me hace un gesto con la mano como diciéndome que me vaya.

Quiere que vuelva a entrar en el colegio.

Yo casi siempre hago lo que me pide, porque a fin de cuentas esa es mi misión. Max necesita mi ayuda, y yo lo ayudo. Hay veces que necesita estar solo, como cuando lee un libro, por ejemplo, o cuando hace caca. Muchas veces, de hecho. Pero lo de hoy es distinto. Lo sé. Max no debería haber salido del colegio, y menos por esas puertas que llevan al aparcamiento.

Algo me huele mal.

Vuelvo dentro como me ha pedido, pero me quedo al otro lado de las puertas, pegado a la pared, para poder espiarlo. Veo a Max y a la señorita Patterson andando por el aparcamiento, entre dos filas de coches aparcados. Creo que son los coches de los profesores, porque los niños no conducen. Tienen que serlo. Entonces veo que se paran junto a un coche azul, pequeño. La señorita Patterson mira alrededor otra vez. Como cuando alguien quiere asegurarse de que no lo miran. Luego abre la puerta trasera del coche y Max entra dentro. La señorita Patterson vuelve a mirar alrededor y se sienta delante. En el asiento donde está el volante. El asiento de la persona que conduce.

Se va a llevar a Max.

Pero no. El coche no se mueve. Están los dos sentados en el coche. Max, en el asiento trasero. La señorita Patterson, en el delantero. La señorita Patterson está hablando, creo, y Max agacha la cabeza una y otra vez. No como si se escondiera, sino como si estuviera mirando algo en el asiento, creo. Parece muy entretenido. No sé qué hará.

Un momento después, la señorita Patterson baja del coche y vuelve a mirar alrededor. Está asegurándose de que no los ve nadie. Lo sé. Sé reconocer cuando alguien intenta esconderse, porque he estado muchas veces junto a personas que no saben que los estoy observando. Luego abre la puerta de atrás para que Max baje también. Vuelven juntos y cruzan las puertas dobles de cristal. La señorita Patterson las abre con su llave y entran otra vez en el colegio. Yo me aparto de la entrada y me siento con la espalda apoyada en la pared para que Max piense que he estado allí todo el rato. En vez de espiando.

Quiero que piense que no sé adónde ha ido con la señorita Patterson y, lo que es más importante, no quiero que piense que me importa. No quiero que sospeche que estoy preocupado, porque, la próxima vez que la señorita Patterson se lleve a Max a su coche, quiero seguirlos.

Si la señorita Patterson vuelve a llevarse a Max (que creo que lo hará) no será igual. No sé lo que será, pero será algo más. Algo peor. Lo sé. La señorita Patterson no se saltaría las reglas del colegio solo para pasar cinco minutos en el coche con Max. Algo más tiene que pasar.

No sé por qué, pero ahora estoy más preocupado por la señorita Patterson que por Tommy Swinden.

Muchísimo más.