Lunes, 2 de agosto de 1999, 5:18 h
Red Hook, Brooklyn, ciudad de Nueva York
La mañana siguiente, Khalil y su prisionera Setita sellaron la puerta al día (de forma más segura, con papel de aluminio, plástico negro y diversas capas de cinta adhesiva) y se prepararon para dormir con mucha más comodidad, provistos de almohadas, mantas y alfombrillas. Saboreando su relax tras la tregua que había hecho con Ghose y su banda, el Ravnos colgó su chaqueta de la ducha y se acordó de la caja marrón. La abrió perezosamente y sacó el premio de su interior: un ojo, tallado en piedra del color del crepúsculo, con un iris tan negro como el azabache. La parte posterior del objeto estaba ahuecada, la delantera era suave y los lados habían sido tallados siguiendo un extraño modelo en espiral.
—Hmm —Khalil se pasó la gema entre los dedos (arriba, abajo, arriba, abajo) con una facilidad y fluidez fruto de miles y miles de años de juegos malabares. Medio minuto después, miró a Elizabeth para asegurarse de que estaba observando el espectáculo. Ella le estaba mirando, pero más que admiración o diversión, su expresión reflejaba… reconocimiento.
De pronto, la gema se quedó quieta.
—Tú sabes qué es esto —dijo Khalil con demasiado entusiasmo… y se dio cuenta de que también le podría haber dicho que él no lo sabía. Un poco más calmado, intentando recuperarse, añadió—: Ya lo habías visto antes. —Elizabeth lo contempló en silencio—. Simplemente siento curiosidad por saber dónde lo habías visto. Los tipos de quienes lo conseguí no son exactamente de tu tipo, si es que sabes a qué me refiero —Khalil lanzó la piedra al aire con el pulgar y no tuvo que mover la mano para atraparla. Volvió a lanzar al aire la piedra—. Sé todo tipo de cosas que se pueden hacer con esta pequeña maravilla.
—No, no sabes nada.
La piedra estuvo a punto de caer al suelo.
—¡Serás insolente…! —levantó la mano para golpearla. Liz retrocedió, pero no lo suficiente.
SU SIRE POSEE LA PAREJA DE LA PIEDRA. ¿ACASO CREES SABER MÁS QUE RUHADZE, ILUSO?
La mano de Khalil se estremeció, pero no llegó a dar ningún golpe.
ELLA TAMPOCO LO CREE.
—¿Puedo encontrar el Ojo con esto? —Silencio—. Bueno, creo que será mejor que lo venda.
Khalil meditaba con resentimiento, dando la espalda a Liz e inspeccionando cuidadosamente la piedra.
NO LA VENDERÁS, GUSANO. ME LA DEVOLVERÁS.
—Estoy seguro de que algún joyero podría darme un buen pellizco por esta piedra. Sería absurdo que me la quedara…
IGNORA MIS DESEOS Y NUNCA MÁS SE VOLVERÁ A OÍR HABLAR DE TI.
Había silencio en la mente de Khalil… también en el lavabo, hasta que empezó a dar golpes en el suelo con el pie.
—Estoy esperando…
Liz miró malhumorada hacia la esquina. Khalil la ignoró.
RELLENA EL HUECO CON SANGRE… CON TU SANGRE… Y PODRÁS LOCALIZAR A OTROS DE TU CLAN.
—Hmm. Por supuesto, no me podrías haber explicado esto hace unas horas, cuando lo podría haber utilizado para saber desde dónde me espiaba Ghose —murmuro Khalil. Echó un vistazo a la diminuta habitación. Rebuscó en un armario y encontró unas tijeras para las uñas; las cogió y se las clavó en la palma de la mano. A continuación, estiró la mano para que la sangre cayera en el hueco de la piedra. Cuando estuvo lleno, lamió la herida para cerrarla.
—Mira y aprende, Doña Sabelotodo.
Para sorpresa de ambos, el nivel de sangre de la piedra empezó a disminuir, como si se estuviera vaciando. Khalil miró por debajo. Liz, intentando con todas sus fuerzas no parecer intrigada, también miró. La sangre no había caído al suelo. Instantes después, la piedra volvía a estar vacía, pero no había ningún agujero dentro del hueco; la sangre no podía haberse vaciado en el interior de la misma.
Khalil sostuvo en alto la piedra seca.
Esperó.
—Nada.
Elizabeth, que ahora, además de taciturna, se sentía orgullosa, cruzó los brazos y continuó ignorando a su cabizbajo secuestrador.
¿VES A ALGUIEN DE TU RAZA?
—Creo que podré cuando esté solo —murmuró Khalil, apretando los dientes.
LA SANGRE IRRELEVANTE TIENE UN ALCANCE MENOR.
Khalil se metió la piedra en el bolsillo de sus pantalones.
DE TODAS FORMAS, LA PIEDRA HA ARMONIZADO CON TU SANGRE. CUANDO EL PRÓXIMO DE LOS NUESTROS ESTÉ CERCA, LO SABRÁS. Satisfecha, la voz guardó silencio.
Khalil, bastante menos que satisfecho, pegó una patada a Liz en el pie y se acostó para pasar el día.
Cuando el sol asomó, ambos muertos se quedaron dormidos.