—¡EEn este encargo…, ñam, ñam…, hay cosas muy raras! —Larry engulló el último pastel del plato, bebió un sorbo de limonada y devolvió la bandeja de la cena a la azafata.
Mientras se alejaba, la azafata agitó la mano delante de su nariz: el olor que desprendía el joven detective era cada vez más insoportable.
Agatha ya estaba acostumbrada a las situaciones comprometidas en las que se metía su primo y prefirió no darse por enterada.
—¿Cuáles son esas cosas raras? —le preguntó mientras repiqueteaba con los dedos sobre el brazo del asiento.
—Mirad esto —susurró Larry con ademanes de conspirador.
Leyeron en la pantalla del EyeNet el mensaje de la escuela, que decía:
AGENTE LM14,
ROBO EN HOTEL EN LAS CATARATAS DEL NIÁGARA. LA VÍCTIMA HA DECIDIDO NO AVISAR A LA POLICÍA PARA EVITAR LA PUBLICIDAD. DIRÍJASE AL LUGAR DE LOS HECHOS, DESCUBRA AL CULPABLE Y RECUPERE LOS OBJETOS ROBADOS SIN PÉRDIDA DE TIEMPO.
PD: LOS DETALLES DE LA MISIÓN SE LOS PROPORCIONARÁ EL JEFE DE SECTOR DE LA ZONA -5.
Mister Kent arqueó una ceja sin mover ningún otro músculo de la cara y preguntó:
—¿Qué es la «zona -5», señorito Larry?
Este esbozó una ligera sonrisa:
—Yo también me lo he preguntado —dijo con tono zumbón—. Lo he descubierto con un simple razonamiento…
Agatha lo interrumpió:
—Se refiere al meridiano de Greenwich —informó al mayordomo—. Las cataratas del Niágara, lo mismo que toda la zona oriental de América del Norte, tienen un huso horario de cinco horas menos que el de Londres, de modo que me imagino que el sector se clasifica con el número -5.
—¡No has perdido perspicacia, primita! —confirmó Larry—. ¡La Eye International utiliza esta numeración para sus agentes en el extranjero!
—¿Y qué tiene eso de raro? —preguntó Agatha.
—Espera a escuchar el informe del jefe de sector de la zona -5 y lo comprenderás —respondió su primo con tono burlón.
El chico echó un vistazo por encima de los asientos para controlar la situación; después, buscó en los bolsillos y entregó a sus compañeros unos minúsculos auriculares inalámbricos.
—Estos trastos están conectados sin cables a la EyeNet —explicó decidido—. ¿Estáis listos para probar este nuevo equipamiento? —Estaba tan emocionado, que parecía no caber dentro de su piel.
Pero Agatha no se dejaba impresionar por los artefactos tecnológicos y se lo tomó con calma. Se puso los auriculares, sacó la libreta de su bolso y la abrió por una página en blanco. Solo cuando hubo destapado la pluma estilográfica dijo a su primo:
—¡Ahora ya puedes continuar!
Él la obedeció al instante.
Se oyeron unos zumbidos eléctricos y después una voz muy distorsionada empezó a hablar:
—TXXX… Aquí el agente RM53, jefe de sector… TXXX… de la zona -5. En estos momentos estoy ocupado… TXXX… en misión operativa. Solicito apoyo para investigar un gran robo de joyas que se ha producido en las cataratas del Niágara. La víctima es la austríaca Helga Hoffman… TXXX…, clienta del Overlook Hotel durante su gira mundial. Encontraréis un perfil detallado de ella… TXXX… en el dosier…
A continuación se produjo un largo silencio. Cuando de nuevo volvió a sonar la voz del agente, lo hizo de forma más acelerada:
—TXXX… La línea está en mal estado, tendré que limitarme a las informaciones esenciales. A la hora del robo, entre las 12.30 y las 13.30; hora local, la víctima… TXXX… actuaba en el escenario del restaurante. Cuando volvió a su habitación… TXXX… la caja fuerte estaba vacía. Pueden ver la lista de las joyas robadas… TXXX… TXXX… TXXX…
Agatha hizo un gesto a su primo para que detuviese la grabación y se quitó los auriculares.
—¡Larry, no se oye nada! —le dijo—. ¿No hay manera de limpiar la pista vocal?
—Desgraciadamente, es imposible.
—¿Por qué está tan mal? ¿Dónde se encontraba el agente cuando hizo la llamada?
Él abrió los brazos y meneó la cabeza:
—¿Qué te he dicho? ¿No crees que es un buen enigma?
Por una vez, el detective más chapucero de Gran Bretaña tenía razón: ¡era un caso decididamente raro!
Agatha volvió a ponerse los auriculares y los apretó contra sus orejas para no perderse ni una palabra.
El informe continuó entre crujidos de fondo e interrupciones inesperadas, pero la chica procuró transcribir a la libreta todos los fragmentos fundamentales. Cuando concluyó la grabación, había llenado de interrogantes toda una página.
—Hay mucho trabajo que hacer —constató mientras mordía nerviosamente la pluma—. Bueno, compañeros, ¿por dónde preferís empezar?
Larry y mister Kent se miraron con expresión interrogativa.
—Entonces, continuaremos con mis notas —decidió la chica—. Primer punto: ¿quién es Helga Hoffman?
Su primo examinó los archivos del dosier.
—Aquí hay una foto suya y una breve biografía, pero puedo ampliar la búsqueda…
—Es una cantante de ópera —lo interrumpió secamente mister Kent—. Más en concreto, ¡la mejor soprano del mundo!
Los dos primos se volvieron hacia él y vieron que se ponía colorado como un tomate.
—Soy un gran admirador suyo —confesó el mayordomo mientras se aflojaba la pajarita—. En mis dependencias tengo la colección completa de sus discos.
Mientras, Larry había descargado la fotografía de la señora Hoffman y se reía de sus opulentas formas.
—¡Si no se pone a dieta enseguida, reventará con el primer do de pecho! —comentó con sarcasmo.
Agatha y mister Kent lo fulminaron con la mirada.
—De acuerdo, lo juro, no haré más chistes —se disculpó el chico—. ¿El segundo punto, Agatha?
—Las joyas robadas —respondió su prima.
Larry hizo clic en el documento adjunto y observó boquiabierto la interminable lista que apareció en el monitor.
Era un botín increíble: varios collares de diamantes, anillos llenos de rubís y esmeraldas, brazaletes de oro y muchos más objetos preciosos.
—¡Por las barbas de la reina! —exclamó Agatha—. ¡Helga Hoffman guardaba en la caja fuerte un patrimonio fenomenal!
Inmediatamente, miró a su alrededor para asegurarse de que nadie la había oído. Por suerte, todos los pasajeros dormían, acunados por el dulce rumor de los motores. Entonces, Agatha se relajó y volvió a leer la libreta:
—Siguiente punto: el Overlook Hotel. En la grabación, el agente hace una descripción del lugar del robo. ¿Qué os parece si ordenamos las ideas?
—El hotel se inauguró el año pasado. Tiene un centenar de habitaciones, distribuidas en ocho pisos. También hay un paseo que da la vuelta al edificio y desde el que se disfruta de una magnífica vista de las cataratas —dijo Larry.
—¿Tienes un plano del hotel? ¿Hay fotografías?
—¡Por supuesto!
Se acercaron a la pantalla del EyeNet para estudiar el mapa del hotel. El restaurante estaba en la planta baja, mientras que la suite imperial de Helga Hoffman estaba situada en el primer piso. Se podía acceder a ella por una solemne escalinata al estilo de Lo que el viento se llevó que arrancaba desde ambos lados del escenario. Para llegar a los pisos superiores había que utilizar los grandes ascensores panorámicos que circulaban por el exterior del edificio.
El Overlook era, sin duda, un hotel con todas las comodidades y se había proyectado con la intención de sorprender a la clientela adinerada. Pero Agatha no se dejó impresionar por aquella arquitectura tan moderna y se concentró en los detalles significativos para la investigación.
—Solo hay una entrada, más las salidas de emergencia con alarmas —murmuró—. El ladrón tuvo que pasar forzosamente por la entrada principal… —Interrumpió el curso de sus pensamientos y se dirigió a sus compañeros—: ¿Veis las cámaras de vigilancia? ¡Puede que hayan grabado sus movimientos!
Larry examinó el plano detenidamente:
—Ah, hay muchas cámaras, pero todas están situadas en el exterior del hotel —refunfuñó—. No sé por qué no las han puesto en los pasillos.
—Por privacidad —sentenció mister Kent. El mayordomo de Mistery House había tenido trabajos muy variados en el pasado, y uno de ellos había sido el de vigilante nocturno en los hoteles londinenses—. Las leyes se han vuelto muy restrictivas: no se puede grabar la vida privada de los clientes —añadió.
—Lo comprendo —dijo Agatha.
—Pero eso no nos ayuda nada —protestó su primo.
—¡Sí nos ayuda!
—Perdona, ¿en qué sentido nos ayuda?
Su prima lo miró y esbozó una sonrisa irónica:
—Querido agente LM14, ¿has intentado encajar las piezas de este caso?
—Ah… ¡Todavía no! ¡Ilumíname, primita!
Ella tomó aire y respondió:
—El robo se produjo durante el espectáculo de Helga Hoffman, entre las 12.30 y las 13.30, de forma que tenemos que mirar quién salió del hotel durante este espacio de tiempo.
—Pero…, pero… ¡el ladrón pudo huir tirándose al Niágara!
—Esto no es una película de acción —replicó Agatha riendo—. Si la memoria no me engaña, las cataratas tienen más de cincuenta metros de altura. ¡Sería un salto increíble!
Mister Kent asintió con un movimiento de cabeza, y Watson también pareció confirmar la tesis de la chica con un maullido.
Agatha se puso cómoda y miró el reloj.
Marcaba las 23.30, hora de Londres.
—Si no hay más archivos que examinar —dijo mientras se le escapaba un bostezo—, yo echaré una cabezada…
Larry se resistía a dejar el asunto.
—No hay más archivos, pero yo seguiré pensando en el caso toda la noche —prometió.
Cinco minutos más tarde, roncaba como un cerdito.