IMAGE

02.15 h

—Yo también necesitaría perdonarme a mí misma —se lamenta Aurore con los ojos cerrados, aún tumbada en el borde de mi camilla—, pero no puedo.

Cada vez habla más bajo. Está agotada.

—Debes intentarlo.

—La vida me puso a prueba, como al terrateniente del cuento, pero desperdicié la oportunidad. Nadie me buscará por el desierto para ser mis ojos.

«Cualquiera querría ser los ojos que anidan tras esas pestañas», pienso, girándome lo justo para rozar mi pelo con el suyo.

—Cuidaste a tu madre.

—Perdí a mis hermanos.

—Tal vez esa pérdida seguía siendo parte de la prueba. A veces, aquellos a quienes consideramos el enemigo suelen ser nuestros mejores maestros.

—Prefiero pensar… —Se está quedando dormida mientras habla—. Prefiero pensar… que la vida… no es tan cruel.

—Si la vida nos arroja a estos agujeros tan profundos, quizá sea para que comprobemos que no son pozos ciegos, sino conductos que terminan en una puerta. Detrás de cada puerta volvemos a nacer. Detrás de cada minuto, de cada segundo, volvemos a nacer.

—¿Por qué entonces… sufrimos tanto?

—Shhh…

—¿Por qué no comprendemos… cuando todavía estamos a tiempo… que hemos venido aquí para coger en brazos a la persona que queremos y cantar una canción de moda y hacerle cosquillas? —Casi no se la oye, pero sigue hablando con los ojos cerrados, apenas separando los labios—. Sabiendo que en cualquier momento esa persona se introducirá por una puerta… para seguir volando tras esta parada técnica…

Si no notase su aliento en mi cuello, creería que habla su corazón.

—Shhh…

Ya vaga por todos los desiertos, y yo tras ella.