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00.24 h

Me he quedado traspuesto unos minutos.

Cuando despierto, me cuesta comprender lo que ha ocurrido. Algo ha cambiado a mi alrededor…

¡La pared está poblada de pétalos!

Pétalos dibujados con pintura roja.

Los hay por todas partes, incluso alguno en el techo.

Giro la cabeza y veo a Aurore sentada en la otra camilla.

—Eres increíble —le digo, emocionado.

—Los del techo han sido más complicados, pero quería que pudieras verlos sin tener que inclinar la cabeza.

De repente recuerdo dónde estamos.

—¿Qué van a decir los mandos?

Se encoge de hombros y hace una mueca.

—Ahí fuera están matando a los chicos y tú… ¿A quién puede importarle la decoración de intensivos?

Me encantaría darle un abrazo.

—¿Dónde has conseguido la pintura?

Se pone en pie de golpe, como si acabase de recargar sus baterías. Recoge del suelo una caja de cartón y la coloca en el borde de mi camilla, donde antes había estado sentada.

—¿Nunca has visto los sprays de la unidad de topografía? Los usan para marcar referencias en la roca de la montaña.

Extrae uno de los aerosoles de la caja con una sonrisa que no le cabe en la cara. Está muy contenta con su ocurrencia.

—Así que te has convertido en una grafitera…

—No le digas a nadie que he robado esto.

—Mis labios están sellados.

—El problema es que hay pocos colores… Me habría gustado pintar pétalos rosas. Así los había imaginado.

—No creo que a los de topografía les vaya mucho el rosa.

—Bueno, rojos también están bien.

—Están mejor que bien.

Pierdo la mirada en la lluvia de pétalos. Me siento envuelto por el confeti mágico de la boda. Incluso noto su aroma dulzón, venido para engullir sin piedad el olor de las medicinas.