Mi papel en este libro es explicar que no hay varita mágica. NO hay cura para la agresividad porque el comportamiento agresivo es muy proclive a crear hábito, a arraigarse. Los hábitos son difíciles de cambiar y es fácil recaer cuando los comportamientos nuevos no nos proporcionan alivio. Los perros que son agresivos siempre tendrán tendencia a la agresividad. No hay respuestas fáciles. El tratamiento implicará sobre todo gestionar al perro y su entorno para prevenir problemas. Una parte tendrá que ver con el adiestramiento para mejorar el control verbal y otra más tendrá que ver con la medicación. Además se incluirá el modo de vida del perro y técnicas de modificación del comportamiento más sofisticadas. Al final tendremos que añadir todo lo que podamos para resolver el problema y NUNCA podremos considerar al paciente curado. En este capítulo no hablaremos de cómo curar a nuestro perro sino de cómo tratar el problema.
En primer lugar vamos a hablar de cómo aprenden los perros y por lo tanto de cómo se puede cambiar su comportamiento. Luego iremos paso a paso y daremos instrucciones sobre lo que se puede hacer para manejar a perros agresivos y, esperamos, modificar así su comportamiento.
«No podemos elegir emplear o ignorar las normas de aprendizaje establecidas empíricamente. Es como la ley de la gravedad, las leyes del aprendizaje siempre están en vigor. Por lo tanto la cuestión no es si vamos a utilizar las leyes del aprendizaje sino cómo usarlas de forma efectiva» (Spreat y Spreat, Learning Principies, 1982).
La teoría del aprendizaje es la ciencia que explica cómo aprenden los animales. Al comprender cómo aprenden los perros podemos apreciar, en parte, por qué hacen lo que hacen. Con el conocimiento de cómo aprenden podemos enseñar de forma más eficiente comportamientos nuevos o modificar los existentes. No existe una definición universal aceptada del aprendizaje pero Domjan (1998) hace la siguiente propuesta: «El aprendizaje es un cambio permanente en los mecanismos de comportamiento que implica estímulos específicos y/o reacciones que son el resultado de una experiencia anterior con estímulos o reacciones similares». A continuación veremos una revisión de algunos conceptos teóricos y prácticos relevantes sobre el aprendizaje.
El aprendizaje es el mecanismo adaptativo básico que tiene un papel significativo en la supervivencia de un organismo y de la especie. Es importante resaltar que el aprendizaje ocurre en el contexto biológico del organismo junto con las respuestas no condicionadas especie-específicas o típicas. Un ejemplo del contexto biológico en el que aprende el perro lo proporciona Lindsay (2000). Para un cachorro el adiestramiento doméstico es bastante fácil. El cachorro aprende las lecciones bien por el contexto evolutivo del que proviene mientras que es casi imposible adiestrar igualmente a un chimpancé debido a que las presiones evolutivas de control voluntario de esas funciones no han sido seleccionadas ni por la naturaleza ni por los humanos. Los chimpancés se consideran más inteligentes que los perros pero tanto los perros como los chimpancés aprenden en el contexto de la biología evolutiva, lo cual incluye muchos impulsos y comportamientos no aprendidos. Existe una relación compleja entre estas respuestas no condicionadas y el aprendizaje.
Se puede consultar un artículo clásico de Breland y Breland (1961) titulado El mal comportamiento de los organismos en: www.psychclassics.yorku.ca/Breland/misbehavior.htm en Internet. Este artículo describe la experiencia personal del adiestrador al intentar reconciliar la teoría del comportamiento radical (un movimiento muy de laboratorio que intenta definir todo comportamiento como aprendizaje y que rechaza la noción del instinto) con el adiestramiento animal aplicado e introducir la noción de impulso instintivo.
Domjan (1998) lo expresa así:
«Según la teoría de los sistemas de comportamiento, cuando se priva de comida a un animal y se le pone en una situación en la que puede encontrarla, su sistema alimenticio se activa, y comienza a desplegar comportamientos de búsqueda de alimentos y a realizar otras respuestas relacionadas con la comida. A este sistema de comportamiento se le superpone un procedimiento de condicionamiento instrumental. La efectividad del procedimiento, para aumentar la frecuencia de la respuesta instrumental, va a depender de la posibilidad de compatibilidad de esa respuesta con la organización preexistente del sistema alimenticio. Es más, la naturaleza de otras respuestas que aparezcan durante el proceso de adiestramiento (o impulso instintivo) dependerá de los componentes de comportamiento del sistema alimenticio que se activan por el procedimiento de condicionamiento instrumental… Por lo tanto, el impulso instintivo representa la intrusión de respuestas apropiadas al sistema de comportamiento que se activan durante el proceso de condicionamiento instrumentar» (p.140 y p. 142).
Condicionamiento instrumental es lo mismo que decir condicionamiento operante. Según este paradigma los patrones de acción típicos de una especie o especie-específicos son contextos de respuesta no aprendidos, tipo atajo, que se activan cuando se presenta un sustrato de motivación. La posibilidad de comida es el estímulo activador para el desencadenamiento de las respuestas naturales de búsqueda o activación para conseguirla. Igualmente existen respuestas para obtener experiencias sexuales activadas por los estímulos desencadenantes de contexto y motivación sexual, respuestas defensivas activadas por estímulos desencadenantes de contexto del peligro e igualmente por respuestas territoriales. No argumentamos que estas respuestas no se vean afectadas por el aprendizaje, se ven influidas por el aprendizaje pero son menos plásticas que otras respuestas.
La mayoría de los investigadores en la actualidad tienden a evitar la palabra instinto. Parece que el condicionamiento clásico es el mecanismo que estimula o activa estas respuestas. En un enfoque de teoría de sistemas de comportamiento nos referimos a reflejos, patrones de acción modal, respuestas especie-específicas y típicas de la especie, y en un enfoque de condicionamiento clásico simplemente nos referiríamos a respuestas condicionadas y no condicionadas. El enfoque de los sistemas de comportamiento es útil porque predice tipos de respuestas específicas.
La distinción entre impulso instintivo y automoldeado sigue sin estar clara en este momento. Lo único que se puede decir es que los animales parece que poseen respuestas no condicionadas y respuestas típicas de especie de baja plasticidad y que cuando nos referimos a una respuesta como un patrón de acción modal típico de la especie o como una respuesta no condicionada parece que hablamos del mismo mecanismo. El condicionamiento clásico, el condicionamiento operativo y las respuestas filogenéticas especie-específicas parecen interactuar y crear limitaciones para el control directo de un comportamiento vía condicionamiento operante únicamente.
La raza importa. El movimiento que defendía que todos los perros son perros parece ser que se basaba en el entusiasmo del poder de la teoría del aprendizaje. Si bien es cierto que todos los perros aprenden y que aprenden de forma muy semejante no podemos ignorar que las bases de ese aprendizaje son la adaptación y la motivación. Cada raza o grupo de razas tiene ciertas presiones de tipo morfológico y de temperamento claras que afectan la forma en que se comportan y aprenden. Un ejemplo que da Lindsay es que un Border Collie pastorea bien y un Coonhound rastrea bien y da igual el adiestramiento que les impartamos, un Border Collie no va a ser tan buen rastreador o un Coonhound tan buen pastor de ovejas. La cría afecta la composición del sustrato neural del perro que a su vez afecta los umbrales de distintas cualidades de comportamiento y rasgos de temperamento. Los Terrier suelen ser perros bastante peleones y extrovertidos en comparación con otras razas. La verdad es que esta frase es difícil de argumentar. Cada perro aprende en el contexto de umbrales variables y rasgos heredados de sus líneas de cría. Cuando consideramos el estilo de aprendizaje de un perro en particular sería interesante considerar para qué se ha criado el perro. Los sistemas de aprendizaje (que veremos en un momento) son ligeramente diferentes para cada tipo de raza e incluso para cada individuo. Por ejemplo, cuando adiestramos a perros rastreadores y Labradores a andar sin tensión de la correa sería interesante considerar la concentración y atención intensa que el perro rastreador va a prestar a los olores del entorno. Las investigaciones en cría serán unas experiencias de aprendizaje valiosas para cualquier adiestrador aprendiz.
La habituación y la sensibilización son dos fuerzas opuestas en el aprendizaje y tal vez las respuestas de comportamiento aprendidas más simples disponibles para que un organismo se adapte al entorno.
La exposición repetida a un estímulo puede provocar cambios en los mecanismos de comportamiento y producir el aprendizaje. La bajada de respuesta debida a la exposición repetida a un estímulo se denomina efecto de habituación mientras que un aumento en la respuesta se describe como sensibilización. Un ejemplo de efecto de habituación lo tenemos en la experiencia de aquellas personas que viven al lado de las vías del tren. Al principio responden cada vez que el tren pasa pero después de una exposición repetida responden menos y pasado un tiempo casi ni se dan cuenta del tren. Un ejemplo de sensibilización sería el aumento en respuesta que experimentan algunas personas al verse expuestas repetidamente a arañas. Los procesos de habituación y sensibilización ayudan al perro a sobrevivir al bombardeo interminable de estímulos del día a día. Un estímulo es cualquier acontecimiento que el perro perciba. Los estímulos aparecen constantemente y si el animal no presenta algún tipo de proceso de aprendizaje capaz de disminuir o incrementar su respuesta a ellos acabará mostrando patrones de comportamiento desorganizado que representan su incapacidad para organizar y gestionar los estímulos.
No siempre que disminuye la respuesta podemos hablar de habituación. Si por ejemplo salimos en un día de sol con nieve y la luz nos deslumhra tanto que no podemos ver durante unos minutos la bajada de nuestra respuesta a diversos estímulos no se debe al aprendizaje sino a una adaptación sensorial. Igualmente si el sistema muscular implicado en la respuesta a un estímulo particular está fatigado entonces experimentamos una bajada en la respuesta que no se debe al aprendizaje sino a la fatiga. Para considerar que una bajada en la respuesta es habituación, el animal debe experimentar una disminución a pesar de ser capaz de responder.
Hay dos tipos de efectos de habituación. La habituación a corto plazo se caracteriza por una disipación relativamente rápida de la respuesta mientras que la habituación a largo plazo se caracteriza por una disipación más lenta. Si el estímulo aparece muchas veces en un periodo corto de tiempo producirá seguramente habituación a corto plazo y si un estímulo aparece con menos frecuencia en un periodo de tiempo dado tendrá como resultado habituación a largo plazo. Así que si le decimos «¡Uuuh!» a alguien cada 3 segundos durante unos minutos conseguiremos una habituación a corto plazo pero si le decimos «¡Uuuh!» a alguien una vez al día durante varias semanas seguramente lleguemos a una habituación a largo plazo. Un animal que ha estado expuesto a un proceso de habituación a largo plazo seguramente no pierda su capacidad de respuesta total pero su habituación será más resistente a una recuperación espontánea. Por otro lado, la habituación a corto plazo muchas veces elimina la respuesta pero esta se recupera de manera espontánea después de un periodo de tiempo sin exposición al estímulo. Así que si conseguimos que nuestra amiga experimente una habituación a corto plazo y después esperamos una semana y entonces le decimos «¡Uuuh!» otra vez conseguiremos una respuesta significativa mientras que si nuestra amiga ha aprendido una habituación a largo plazo seguramente obtendríamos una respuesta pero menor que en el caso de la habituación a corto plazo.
La especificidad de los estímulos se refiere a cómo ocurren los efectos de habituación en relación con un estímulo específico. Si habituamos a nuestra amiga a oír «¡Uuuh!» y luego cambiamos las características del estímulo tendremos como resultado una falta de habituación en la respuesta. Si lo decimos de forma diferente o utilizamos una palabra diferente nuestra amiga responderá nuevamente como si no la hubiésemos habituado. A lo largo del tiempo se puede dar una generalización de la habituación a ciertos estímulos. En este caso el efecto de habituación podría generalizarse a la palabra «¡Túuu!», por ejemplo.
Las respuestas sensibilizadas a estímulos pueden ocurrir en diferentes duraciones pero la mayoría de las respuestas son cortas. Si el estímulo es intenso el animal permanecerá sensibilizado más tiempo mientras que si el estímulo es relativamente débil en intensidad el animal permanecerá sensibilizado durante un periodo menor de tiempo antes de que desaparezca. La sensibilización no es tan estímulo-específica como la habituación. Si «¡Uuuh!» sensibiliza a nuestra amiga entonces «¡Túuu!» seguramente también. La sensibilización se caracteriza por una respuesta de algún tipo que aumenta y que muchas veces se relaciona con una excitación rápida y con las consecuencias psicológicas que son el resultado de tal excitación.
El condicionamiento clásico se basa en la anticipación, nos permite predecir qué cosas se asocian a otras. Aprender qué cosas predicen otras resulta extremadamente importante en el comportamiento condicionado y para movernos en nuestro entorno. Sin condicionamiento clásico, los animales no sabrían prepararse para acontecimientos biológicos significativos tales como la luz que les da en los ojos, la comida que se aproxima a la boca o la capacidad de las llamas de hacer daño. En otros contextos el animal no aprendería qué señales predicen la presencia de una presa o un depredador para acercarse o alejarse. El condicionamiento clásico también se ve directamente implicado en el aprendizaje de las respuestas emocionales (Domjan, 1998, p. 58).
El condicionamiento clásico excitatorio lleva a la activación de una respuesta. Pestañear, salivar, las señales de aproximación que predicen alimento, etc., son ejemplos de condicionamiento clásico excitatorio.
La mayoría de nosotros conocemos el procedimiento básico para estudiar el condicionamiento clásico gracias a Pavlov y su estudio de los procesos digestivos de los perros. Cuando se presenta un estímulo neutro antes de un estímulo no condicionado ENC (un estímulo que no requiere aprender una respuesta, por ejemplo el contacto social) de manera repetida, el animal que se expone al condicionamiento empezará a asociar los dos. Anticipará la presencia del ENC cuando aparezca el estímulo que antes era neutro. Cuando se forma esta asociación, el estímulo neutro ya no es neutro porque ahora tiene importancia, ya que el animal anticipa el ENC cuando aquel aparece. Esto es lo que llamamos un estímulo condicionado EC. El proceso lo vemos a continuación.
Es importante mencionar que la RC no siempre es exactamente lo mismo que una respuesta no condicionada RNC. Es mejor decir que son parecidas.
¿Para qué debemos comprender el condicionamiento excitatorio clásico cuando hablamos del comportamiento agresivo? Las respuestas emocionales se ven influidas de forma significativa por el condicionamiento clásico y muchos problemas de agresividad puede que se vean exacerbados por las respuestas condicionadas.
Hay otra forma de condicionamiento clásico denominada condicionamiento clásico inhibitorio del que no se habla demasiado en los libros populares de comportamiento canino. Mientras que el condicionamiento clásico excitatorio activa el comportamiento, el condicionamiento clásico inhibitorio lo suprime.
Hay dos procesos para llegar al condicionamiento clásico inhibitorio: el procedimiento estándar y el diferencial. En el estándar hay dos tipos de ensayos. En un grupo de ensayos se presentó un estímulo condicionado excitatorio (abreviado como EC+) justo antes del estímulo no condicionado (abreviado como ENC). Esto desencadena una respuesta condicionada excitatoria clara. En el otro grupo de ensayos se presentó un estímulo condicionado inhibitorio (abreviado EC–) al mismo tiempo que el EC+ pero no se utilizó ningún ENC. Pues bien, cuando aparece sólo el EC+, ocurre un condicionamiento excitatorio y después una respuesta condicionada. Sin embargo, cuando EC+ y EC– aparecen al mismo tiempo está claro para el animal que no les sigue un ENC y se inhibe la respuesta condicionada. No desaparece, porque si no aparece el EC– la respuesta todavía ocurre.
En el proceso diferencial también tenemos dos grupos de ensayos. En el primer grupo de ensayos aparece el EC+ antes del ENC y ocurre un condicionamiento excitatorio. En el segundo grupo de ensayos no aparece un EC+ sino un EC– y no se da un ENC. El animal aprende a anticipar la aparición del ENC cuando aparece un EC+ pero no cuando aparece un EC–. Deberíamos añadir que los procedimientos diferenciales no siempre son tan efectivos como un procedimiento estándar (Domjan, 1998, p. 76).
El condicionamiento clásico no es permanente. Se puede revertir su efecto. Si no fuera así el animal no podría mostrar un comportamiento versátil en su relación con el entorno. Si no pudiera cambiar entonces cada acontecimiento lo único que haría sería reforzar o dejar de reforzar la asociación y no habría vuelta atrás, no podrían hacerse cambios o ajustes en lo que predice cada cosa.
Para extinguir una respuesta por condicionamiento clásico tendremos que mostrar un EC+ pero sin mostrar un ENC repetidamente hasta que la asociación predictiva se desconfigure y la respuesta condicionada baje e incluso cese.
La extinción es un concepto diferente de la inhibición condicionada clásica porque la extinción lleva a una desconfiguración de los resultados anticipados mientras que con la inhibición utilizamos un estímulo (EC–) para distinguir si se va a presentar o no el ENC. La extinción actúa directamente sobre la respuesta mientras que la inhibición la evita en cierto modo.
La extinción se parece a la habituación en el sentido de que la respuesta puede recuperarse de manera espontánea con el paso del tiempo.
Muchas veces se sugiere que la extinción implica desaprender algo o perder un aprendizaje. Se ha demostrado que esto no es muy probable (Domjan, 1998, p. 82). Lo que es más probable es que la extinción implique un nuevo aprendizaje que se opone a algo aprendido anteriormente más que un desaprender o perder un aprendizaje (Domjan, 1998, p. 82).
Antes se creía que el condicionamiento clásico afectaba sólo a las respuestas involuntarias como parpadear, salivar, etc. La mayoría de los investigadores están abandonando este principio ya que es demasiado restrictivo para comprender respuestas anticipatorias. Una creencia relacionada es que las respuestas son invariables por su naturaleza refleja. Esto también se ha demostrado que es falso. Incluso los reflejos son variables en su activación y expresión. El condicionamiento clásico es complejo y trata sobre todo de la anticipación.
La teoría de los sistemas de comportamiento nos permite agrupar de forma clara los comportamientos en categorías de sistemas de comportamiento. Existen categorías para comportamientos sexuales, búsqueda de comida, defensivo, termorregulador, territorial, social, etc. El condicionamiento clásico puede activar estos sistemas de comportamiento. Esta es una manera fácil de comprender de manera visual el papel que tiene el condicionamiento clásico en provocar por ejemplo comportamientos defensivos. El condicionamiento clásico influye en el desarrollo de los comportamientos defensivos y también nos ayuda a formular planes de tratamiento.
¿Cuál es la relevancia del condicionamiento clásico cuando intentamos modificar un comportamiento? Las respuestas emocionales se ven fuertemente influidas por el condicionamiento clásico. Los perros pueden asociar ciertos estímulos con otros estímulos desagradables. Para cambiar esa respuesta emocional tenemos que hacer que el perro asocie el estímulo que le da miedo con una emoción agradable más que con una desagradable.
Es importante señalar que la distinción entre condicionamiento operante y condicionamiento clásico no siempre está clara y que muchas veces hay superposiciones significativas. Con frecuencia los dos tipos de condicionamiento ocurren al mismo tiempo. Podemos debatir sobre la influencia de cada uno pero cuando tratamos un problema de comportamiento tendemos a utilizar ambos tipos de condicionamiento al mismo tiempo. La distinción es más de tipo académico y nos permite apreciar mejor cuál es la teoría que subyace en el aprendizaje de ciertas cosas en los perros y cómo podemos cambiar esto. Por ejemplo, si tenemos un perro que tiene miedo a los niños y situamos un niño a 30 metros, distancia a la que todavía no le preocupa demasiado, y asociamos la presencia del niño con premios o un juego ocurren tanto el condicionamiento clásico como el operante.
Haremos que el niño prediga premios y juegos (cosas emocionales divertidas). Con la esperanza de que, con el tiempo, la presencia del niño le provoque al perro una respuesta condicionada agradable más que una desagradable, al mismo tiempo reforzaremos los comportamientos asociados con la tolerancia. Ocurrirán ambas cosas y eso es lo que vamos buscando y nos interesa.
Otra cuestión importante es que el condicionamiento clásico es difícil de revertir en el mundo real cuando tratamos con un grupo de respuestas emocionales complejas. Un perro que responde a algo con miedo y que activa el mecanismo de lucha o huida se resistirá a cambiar esa respuesta emocional. ¿Hay algo que nos dé un miedo de muerte? Digamos que tenemos un atracador apuntándonos con la pistola a la cabeza y que nos provoca una respuesta de miedo. ¿Qué podríamos asociar a ese evento para cambiar nuestra respuesta de miedo por una de confort? ¿Cuántas veces tendríamos que repetirlo para que cambiase nuestra respuesta emocional? ¿Pensamos que parte de nuestro progreso ante el evento se debería a una exposición repetida sin consecuencias negativas (llamada irrelevancia del aprendizaje) o bien a contraponer una cosa «mala» con una cosa «buena» (lo que se denomina contracondicionamiento)? Puede resultar extremadamente difícil cambiar esa respuesta emocional.
El contracondicionamiento es una técnica de condicionamiento clásico que se opone al condicionamiento que se ha establecido previamente. Sustituye la respuesta condicionada por una respuesta condicionada incompatible. Intenta sustituir una respuesta condicionada negativa por una respuesta condicionada positiva. Al poner a la par un estímulo que ha provocado una respuesta emocional negativa en el perro con una ENC agradable esperamos cambiar la RC a una de anticipación positiva en vez de la de anticipación negativa incompatible. El término contracondicionamiento se ha utilizado en el pasado para describir el adiestramiento de un comportamiento que es excluyente ante otro que deseamos erradicar pero esto es sólo una verdad a medias. Contracondicionamiento es un término de condicionamiento clásico y la confusa explicación que se da es claramente un proceso de condicionamiento operante. El proceso descrito se define mejor con un término de condicionamiento operante: como refuerzo diferencial de comportamientos incompatibles RDI. Estos dos conceptos los distinguimos en función de si la respuesta afectada es operante o clásica.
Para cambiar una respuesta emocional tendremos que asociar un estímulo con el objeto en cuestión que produce una respuesta significativamente agradable. Cada perro es diferente.
DEBERES: hagamos una lista de las 5 cosas más importantes que le provocan al perro una respuesta agradable, de la más valiosa, en primer lugar, a las últimas. El número 1 será el estímulo más apreciado por nuestro perro y el 2 el segundo más apreciado, etc. El estímulo puede ser una actividad, un juego, un juguete y sí, una comida. Hagamos la lista ahora y archivémosla en nuestro fichero.
El contracondicionamiento ocurre al mostrar los dos estímulos juntos (lo agradable debe mostrarse un instante justo después de lo desagradable) de forma repetida hasta que cambia la respuesta. Sin embargo la mera contigüidad no es suficiente para producir el condicionamiento clásico. El estímulo debe estar relacionado dentro de un contexto para conseguir el máximo efecto.
La desensibilización sistemática es una técnica de condicionamiento clásico y es un tipo de proceso de contracondicionamiento. La desensibilización sistemática sola consiste en exponer al perro a estímulos a un nivel tan bajo de exposición, manipulando la distancia, duración y distracción, que el perro no experimenta una respuesta sensibilizada, y de este modo le permitimos habituarse a la intensidad de la exposición. Así pues, una vez que el perro se ha habituado a esa intensidad de exposición la aumentamos ligeramente y permitimos que se habitúe de nuevo. La habituación es el proceso por el cual el perro experimenta una bajada en la magnitud de la respuesta después de que se le haya mostrado algo de forma repetida. El perro se tiene que habituar a un nivel dado antes de verse expuesto a un nivel de intensidad más elevado. La idea es que un perro que se expone a un nivel de intensidad más alto no se habituará porque la respuesta sensibilizada es demasiado fuerte. Lo que necesitamos es dar un primer paso. Si podemos reducir la intensidad del contacto podemos conseguir que el perro se habitúe a ese nivel. Muchas veces los niveles de intensidad son dolorosamente bajos. La forma más fácil de entender la desensibilización clásica es dándole «un pequeño empujón» al área de seguridad del perro y cuando se acostumbra lo volvemos a empujar otro poco y cuando se acostumbra lo empujamos una vez más. Este proceso continúa hasta que el perro no responde a una intensidad de exposición que es por lo menos del nivel que va a experimentar en la vida real.
He mencionado «utilizada sola» en el párrafo anterior con afán de definir. La desensibilización sistemática rara vez se usa sola. La mayoría de los casos de desensibilización sistemática se usan junto con la forma básica de contracondicionamiento. Al utilizar un proceso gradual y al cambiar la RC al mismo tiempo obtenemos una técnica muy poderosa para producir un cambio de comportamiento del perro que está incómodo con un estímulo en particular. Cuanto mayor sea el contenido emocional que presente el problema, mayor importancia tendrá este proceso.
En el mundo real puede ser difícil calibrar el área de seguridad. Algunas veces puede que «empujemos» de más y el perro experimente una respuesta sensibilizada. En este caso deberemos bajar varios niveles y volverlo a intentar, esta vez más despacio.
Vamos a ver cómo se pueden utilizar la desensibilización sistemática y el contracondicionamiento:
Digamos que al perro le dan miedo los extraños. Digamos que a 30 metros distingue a un extraño pero no experimenta miedo. A 15 metros se tensa y se concentra con intensidad en el extraño. A 6 metros intenta esconderse detrás de nuestras piernas. A 3 metros ladra y se lanza. A 1 metro y medio lo muerde si puede.
Paso 1. Realicemos este ejercicio antes de la comida y cuando estemos en situación relajada y antes de que aparezca el extraño. Mostremos al extraño a 30 metros, démosle a nuestro perro sus premios favoritos durante un tiempo (de varios segundos hasta varios minutos). Hagamos que el extraño se marche y dejemos de darle premios al perro, dejemos que se calme y se relaje de nuevo, un poco más. Repitamos el proceso varias veces por sesión durante numerosas sesiones. No pasemos al paso 2 hasta que el perro se muestre manifiestamente animado ante la presencia del extraño, con este nivel de intensidad (distancia). Cuando aparezca el extraño y el perro empiece a mover la cola inmediatamente y nos mire para que le demos su premio entonces podemos pasar al siguiente paso. El primer paso puede llevarnos varios días o varios meses. Es vital que no pasemos al siguiente hasta que el perro se muestre animado ante la presencia del extraño a ese nivel de intensidad (distancia).
Paso 2. Mostremos al extraño a 25 metros. Deberíamos enseñarle al perro los premios cuando el extraño se encuentra a 30 metros pero no empezaremos a dárselos hasta que el extraño está a 25 metros. Repitamos varias veces por sesión en diferentes sesiones hasta que el perro se muestre claramente contento por la aparición del extraño a 25 metros. Repitamos esto aumentando la intensidad del estímulo, al reducir a 21 y luego a 18 metros. Luego a 15, 12, 9, 7, 6, 4 y 1 metro y medio. Recordemos que no debemos pasar NUNCA a un incremento de intensidad hasta que el perro esté contento en el nivel en el que nos hallamos.
Paso 3. Ahora vamos a relajar el nivel y retroceder a unos 30 metros pero ayudando al perro a generalizar la lección. Esto quiere decir que vamos a bajar el nivel de intensidad pero le presentaremos un extraño diferente. Esta vez tendríamos que ser capaces de progresar un poco más rápido pero tendremos que estar preparados para ralentizar si es necesario. Una vez que hayamos trabajado con diferentes extraños tal vez podríamos realizar los ejercicios en un barrio desconocido o con alguna distracción adicional. Siempre que añadamos un nuevo elemento, relajemos la intensidad y repasemos un poco lo aprendido. No pasemos al siguiente paso hasta que se haya generalizado la lección con el perro y se le note contento de ver extraños en diferentes contextos.
Paso 4. Es más difícil y arriesgado moverse a una distancia que permita el contacto así que el paso tres es muy importante. El paso cuatro implica un contacto. El contexto es importante. Aquí es donde aspectos más puntuales y específicos nos pueden dar problemas. Moverse rápido o incluso demasiado lentamente puede asustar a muchos perros. Mirar fijamente a un perro puede darle miedo. El aumento de intensidad debe pensarse con cuidado. El extraño siempre debe acercarse al perro de lado y moverse con una velocidad regular y predecible. Puede que nos interese empezar con el extraño caminando a unos 3 metros de distancia y que le lance un premio al perro. Después de varios intentos de este tipo se puede aumentar la intensidad y el extraño le puede lanzar el premio a 1 metro y medio, luego a 1 metro y luego le puede dar de comer con la mano. Vayamos muy lentamente y de forma gradual aumentando la intensidad. Una vez que el perro acepta de buen grado que el extraño le dé comida con la mano, nuestro ayudante puede empezar a actuar de forma más normal cada vez hasta que el perro se sienta cómodo con los extraños que se comporten y lo traten de forma normal.
No tenemos que diseñar todo el ejercicio que se ha descrito con gente que conozcamos, aunque el proceso funciona mejor si empezamos con gente conocida. Esto le dará al perro la oportunidad de aprender cómo se juega antes de introducir el «elemento extraño». Podemos buscar el lugar apropiado donde haya mucho espacio para trabajar y gente que pase. Luego podemos hacer el ejercicio con el perro y que pasen extraños. Simplemente asegurémonos de que mantenemos la distancia apropiada y que controlamos el entorno. El diagrama explica este proceso. Q representa al extraño y la flecha indica la dirección en la que camina. Digamos que Q (el extraño) camina por la calle y X (nosotros y el perro) estamos de pie en un campo adyacente. La distancia entre Q y X es lo que queremos manipular, empezamos a 30 metros en nuestro ejemplo y nos vamos acercando cada vez más a la calle. Cada vez que pasa un extraño tenemos la oportunidad de darle la recompensa y cuando no pase nadie mantenemos una actitud calmada y relajada (aburrida incluso). Es este contraste el que hará que aprenda la lección.
Si se nos acerca un extraño que no hemos visto y no hemos sido capaces de evitar que el perro se active, no digamos nada y alejémonos rápidamente de la situación. Cuando lleguemos a una distancia suficiente para que el perro se calme, esperaremos varios minutos hasta que se recupere sin decir o hacer nada, sin mirarlo siquiera. Una vez que se haya calmado podemos pedirle que se siente y darle un premio para terminar con una nota positiva. Tendremos que regresar al lugar y repetir los ejercicios allí para contrarrestar esa experiencia.
Debemos seguir realizando estos ejercicios más allá del punto en el que nos parezca que el perro se lleva bien con los extraños. Uno de los problemas más importantes de este proceso es que la gente abandona antes de lo que debería, o va muy deprisa. Incluso si el perro parece estar bien en un cierto momento, sigamos haciendo el ejercicio unas cuantas semanas más. Luego, después de esto, sigamos aprovechando las situaciones que puedan ocurrir de forma natural. No demos por sentado nuestro progreso. Cuando vemos extraños, démosle unos premios, una pelota o lo que le guste. Sigamos recordándole lo genial que es encontrarse a extraños.
Cuando hablamos de inundación nos referimos a exponer a un perro a un estímulo a un nivel de intensidad alto y no reducir dicha intensidad ni permitir que se escape hasta que finalmente se habitúe. Se habla de inundación sólo si el perro deja de responder al estímulo con una respuesta sensibilizada. Sólo después de ese punto el perro tiene la posibilidad de habituarse al estímulo. Esta técnica es una propuesta arriesgada y no se suele sugerir dado que se perfiló más la desensibilización sistemática. La inundación ha demostrado funcionar bastante bien pero el nivel de incomodidad de esta técnica hace que sea una elección poco ética en la mayoría de los casos.
El condicionamiento operante es lo que ocurre cuando aumenta o disminuye la frecuencia de un comportamiento en base a las consecuencias que produjo anteriormente. Los comportamientos operantes se ven afectados por sus consecuencias. El condicionamiento operante se aplica al comportamiento orientado a la consecución de unos objetivos. Los perros se motivan para conseguir ciertos objetivos en la vida, sean de necesidad inmediata, como conseguir oxígeno, o lo que sería una experiencia placentera subjetiva como encontrar el juguete perfecto con el que jugar o un olor que olfatear. Los perros hacen lo que les da resultado para conseguir lo que quieren o necesitan. Los comportamientos realizados para la consecución de tales objetivos están muy influidos por el nivel de éxito de métodos utilizados anteriormente en el contexto actual, si la estrategia tuvo éxito entonces la utilizará de nuevo.
La ley del efecto de Thorndike establece la noción básica del condicionamiento operante. Dicha ley establece que si un comportamiento tiene como resultado un evento satisfactorio entonces este comportamiento se ve reforzado, y si un comportamiento tiene como consecuencia un evento desfavorable entonces se ve debilitado. Recordemos que el hecho de que una consecuencia se considere «satisfactoria» o «irritante» depende totalmente de la perspectiva del animal que realiza un comportamiento. Si el perro quiere que lo dejemos en paz y nos vamos entonces el comportamiento utilizado para conseguir tal objetivo se verá reforzado positivamente. Por otra parte, si el perro quiere que nos quedemos o que lo acariciemos entonces marcharnos no sería un refuerzo positivo. De hecho puede que constituya un castigo negativo. A fin de cuentas todo se reduce a lo que quiere el perro y si consigue lo que quiere como resultado de su comportamiento o no. El hecho de que algo se refuerce o se castigue no lo determina cómo nos sentimos nosotros o lo que pensamos sobre el estímulo que se ha presentado o retirado. La única manera de saber si algo se ha visto reforzado o castigado es observar la frecuencia del comportamiento, si aumenta la frecuencia o no. Intentemos concentrarnos en el efecto de nuestras acciones en el comportamiento en cuestión, más que en si nosotros pensamos que algo debería tener efecto de refuerzo o de castigo.
En general hay cuatro procedimientos para producir un condicionamiento operante. Los ilustramos en los cuadrantes del siguiente diagrama.
Un animal puede experimentar consecuencias que provengan de distintas fuentes. El dueño u otros animales pueden ser el origen de tales consecuencias. El entorno también. Hay otras consecuencias que pueden provenir del propio perro. Los productos químicos excitantes o analgésicos que llegan al cerebro del perro cuando se sensibiliza le pueden provocar una experiencia agradable, por ejemplo, y esto puede aumentar la frecuencia del comportamiento que llevó a esa respuesta sensibilizada. Algunos perros aprenden a auto-mutilarse debido a las respuestas químicas que provocan en su cuerpo. Podría entenderse como una forma de automedicarse.
RP implica la presentación de algo positivo para el animal. Si le mostramos algo que experimenta como bueno entonces el comportamiento que realiza cuando lo recibió se hará más probable. El comportamiento es eficiente. Los perros hacen lo que les funciona para conseguir cosas buenas, son los primeros en buscar maximizar refuerzos.
El instante de presentación del refuerzo es importante. El comportamiento que realizaba el perro cuando recibió el refuerzo aumentará en frecuencia así que si hace algo que queremos premiar y esperamos tres segundos para hacerlo, ¿quién sabe lo qué has premiado? Puede que haya hecho una docena de cosas en ese tiempo, y una o dos de ellas se verán reforzadas y ninguna de ellas tendrá nada que ver con el comportamiento que queríamos reforzar. Lo que reforzamos es lo que conseguimos, no necesariamente lo que nosotros creemos reforzar. Puede que también creamos que estamos castigando un comportamiento pero no importa lo que creamos: sólo importa lo que piensa el animal, y si lo tomó como un refuerzo positivo entonces eso es lo único que cuenta. Por ejemplo, mucha gente piensa que gritar y empujar al perro cuando salta para atraer nuestra atención es un castigo pero de hecho suele reforzar el comportamiento porque el perro busca atención cuando salta. Gritarle y empujarle es prestarle atención. El comportamiento aumenta en frecuencia y la gente no es capaz de reconocerlo porque siente que sus acciones DEBERÍAN castigar y esto bloquea su capacidad para evaluar de forma correcta los efectos de sus acciones. Otro ejemplo: una vez que el perro se habitúa al castigo su cuerpo libera una gran cantidad de hormonas de lucha contra el estrés cuando se le castiga. Estos productos químicos son muy adictivos desde el punto de vista fisiológico y provocan placer. El dueño no suele notar el aumento del comportamiento porque está «seguro» de que debería ser un castigo cuando en realidad el castigo resulta un gran refuerzo. Observemos el efecto real sobre el comportamiento para determinar si algo es un refuerzo o no.
CN implica retirar algo bueno. Si el perro quiere nuestra atención o apoyo, alejarnos de su lado cuando hace algo malo va a disminuir la frecuencia de su comportamiento. Si le ponemos una golosina delante de su hocico, a modo de señuelo, y luego se comporta de forma inapropiada y se la quitamos (o mejor se la damos a otro perro o «nos la comemos») debería reducir la frecuencia del comportamiento ya que no dio resultado para conseguir el refuerzo. Otra forma de castigo negativo que podemos usar para disminuir la frecuencia de los comportamientos agresivos o de control es la aplicación del «tiempo muerto o periodo de aislamiento». Para esto mandamos al perro «a su sitio» durante unos minutos, si esto no es posible entonces le indicamos que se eche y pisamos la correa sin interactuar con él. Otro ejemplo es cuando el perro realiza un comportamiento que no deseamos y (si le gusta nuestra presencia) simplemente nos alejamos y la incidencia del comportamiento baja.
CP implica presentarle al animal algo que le resulte negativo o desagradable. Si le damos una descarga, una patada o una severa reprimenda entonces el comportamiento que estaba realizando en ese momento seguramente disminuya su frecuencia. Los perros son los primeros en querer minimizar los castigos y por lo tanto se comportarán para evitarlos, a menos que exista un refuerzo que supere la experiencia negativa. No se debería usar el CP si hay opciones de RP y sólo lo debería utilizar un profesional que haya diseñado el proceso con cuidado. El uso indiscriminado o sin conocimiento del CP no es ético. Si se usa un CP debe hacerse atendiendo a numerosos criterios. Primero, debe ser lo suficientemente intenso para sorprender y erradicar el comportamiento. Segundo, se debe aplicar cada vez que se produce el comportamiento. Tercero, debe presentarse justo inmediatamente después de que se haya ofrecido el comportamiento. Cuarto, debemos enseñar al perro un comportamiento alternativo que pueda realizar para evitar el CP. Quinto, el comportamiento deberá cesar o reducirse significativamente con un par de aplicaciones del CP. En una situación ideal debería ofrecernos el nuevo comportamiento inmediatamente después de aplicar el CP. Si existe un historial de refuerzo de ese comportamiento entonces será muy difícil que se vea afectado por el CP.
No es que el castigo no funcione. Funciona si se aplica correctamente (lo cual casi nunca ocurre, ni siquiera en manos de profesionales, ya no digamos si lo realiza el dueño del perro). El problema es que la aplicación del castigo no es ética si existe una opción de RP disponible y ese suele ser el caso. El CP tampoco es deseable si tenemos en cuenta los efectos secundarios. El condicionamiento operante ocurre al mismo tiempo que el condicionamiento clásico. El perro asocia las cosas agradables y desagradables con la persona que se las presenta, ¡nosotros! A menos que lo hagamos perfectamente, e incluso en ese caso, el perro experimentará una respuesta de estrés y el aprendizaje se verá inhibido. Además, el perro tiene que realizar un comportamiento para ser castigado y cada ensayo del comportamiento lo refuerza de forma intrínseca y lo afianza más todavía. ¿Por qué no prevenir el ensayo, bajar el valor de refuerzo del comportamiento y aumentar el valor de refuerzo de un comportamiento u opción alternativa? Además, utilizar un CP nos hace entrar en arenas movedizas. Una vez que se decide considerar el CP como opción normalmente dejamos de ser creativos para buscar un método de RP. Nos hacemos vagos porque el CP es fácil y requiere menos reflexión y también porque refuerza descargar cosas sobre el pobre perro. Aquellos que rechazan el uso del CP como opción son más creativos y buscan maneras menos arriesgadas para cambiar el comportamiento.
Lindsay (2000) nos ofrece otras siete posibilidades de cambiar el comportamiento que se deberían probar antes de que se considere siquiera el castigo. Son las siguientes: 1. Modificar el comportamiento no deseado a una forma aceptable, 2. Modificar el entorno de forma que el comportamiento no deseado no pueda realizarse, 3. Redireccionar el comportamiento no deseado hacia una salida deseable, 4. Mantener el comportamiento bajo control por el estímulo, hacer que responda a una señal y luego hacer la señal para que se realice sólo en condiciones aceptables, 5. Modificar las contingencias de refuerzo que mantienen el comportamiento indeseado y eliminarlas, 6. Seleccionar y reforzar un comportamiento alternativo y compatible, 7. En caso de comportamiento con refuerzo intrínseco, controlar el comportamiento con un refuerzo extrínseco y luego extinguirlo. Son consejos sólidos que hacen poco probable que sigamos con un problema de comportamiento si nos esforzamos por seguir estas técnicas tanto como nos esforzaríamos en diseñar un programa de castigo efectivo.
RN implica eliminar algo que el animal considera desagradable, su aplicación implica la presencia de CP dado que si retiramos algo negativo significa que debió estar presente, bien de nuestra mano o por parte del entorno. Si estrangulamos al perro, cuando lo llevamos con un collar de estrangulamiento, hasta que deja de tirar le estamos aplicando un RN y una vez que el animal lo experimenta varias veces se reducirá la frecuencia con la que tira de la correa a menos que exista un refuerzo que compense la mala experiencia, o a menos que la experiencia del estímulo aversivo sea tan intensa que inhiba la corteza cerebral (la parte del cerebro que realiza la función cognitiva y el aprendizaje) o a menos que se habitúe a él. Una respuesta emocional a una experiencia negativa inhibirá el aprendizaje. El RN no se debería utilizar si existen opciones de RP disponibles (que seguro que existen si se tiene la disposición para pensar en el asunto de forma creativa). Nunca he visto un problema que no se pudiera resolver con un plan basado en el RP.
Seguramente haya quedado clara la frase «a menos que exista un refuerzo que supere la mala experiencia» al hablar del CP y el RN. Eso se debe a que el refuerzo es lo que impulsa el comportamiento. Los perros intentan minimizar las cosas malas (intentarán evitarlas para acceder al refuerzo) pero a menos que el refuerzo para el comportamiento se vea afectado el perro seguirá intentando evitar las cosas malas para conseguirlo. La manipulación de las cosas buenas es la clave para cambiar el comportamiento de forma eficiente.
Este no es el único problema de usar cosas malas en el adiestramiento. Mientras que ocurre el condicionamiento operante también se da el condicionamiento clásico (como ya se ha mencionado). Cuando un perro experimenta algo bueno o malo lo asocia con los estímulos que estaban presentes en ese momento. ¡Nosotros seremos uno de esos estímulos! Si utilizamos cosas malas en el adiestramiento el perro nos asociará a ellas. Cuando tratamos el comportamiento agresivo, el perro ya se siente incómodo con un estímulo. Si intentamos activar el condicionamiento operante con CP y RN cuando no responde bien al estímulo, entonces también se condicionará de forma clásica para asociar el estímulo con una experiencia desagradable. Esta es una de las razones por la cual el uso de cosas malas en el adiestramiento de casos de agresividad es más posible que incremente el comportamiento agresivo más que reducirlo. El perro cada vez se siente más incómodo con el estímulo y siente mayor necesidad de defenderse. Y finalmente el castigo tiende a suprimir el comportamiento más que a eliminarlo del repertorio. Esto quiere decir que el comportamiento sigue presente, simplemente no sale a la superficie en ese momento. No se puede confiar en un perro al que se ha tratado por agresividad con CP y NR porque no se ha tratado la causa principal. ¡La supresión por miedo no es de fiar!
Otro problema del uso del CP es que caminamos en una cuerda floja, que desde un punto de vista realista no es fácil mantener. Los perros o bien van a ver el estímulo como un castigo o como un refuerzo, y puede que nos sorprenda descubrir lo que a algunos perros les resulta un refuerzo. Si percibe nuestro intento de castigarlo como un refuerzo corremos el riesgo de que aumente la frecuencia del comportamiento. Si por otra parte lo observa como un castigo, tendrá que ser un castigo de suficiente intensidad para convencer al perro de que en su análisis coste-beneficio le va mejor reduciendo el comportamiento. El nivel de castigo también puede traumatizarlo. Si le damos un castigo demasiado fuerte, el perro activará sus mecanismos de defensa y si no es lo suficientemente fuerte se habituará a él. Caminar sobre esa cuerda floja es un ejercicio casi imposible. Sería algo extraordinario que un profesional realizase un castigo único que fuese correcto y mucho más remarcable que fuese capaz de hacerlo en más de una ocasión. Incluso los adiestradores con experiencia no pueden tener la esperanza de ejecutar el castigo de forma efectiva porque cada perro es diferente, tiene instintos básicos de supervivencia y sensibilidades diferentes, y también existen diferencias de raza y tamaño. La mayoría de los dueños de perros no serían capaces de hacerlo. Es una receta para el desastre sugerir o utilizar el castigo positivo con perros defensivos. Las consecuencias de no dar en el clavo son graves. Resulta mucho más lógico centrarse en el refuerzo positivo y aumentar la frecuencia de un comportamiento que sea incompatible con la agresividad.
Otro problema relacionado con el uso del castigo es el siguiente: después de varios castigos el perro empieza a responder de forma diferente a ellos desde el punto de vista fisiológico. Cuando se le castiga, el perro libera sustancias químicas al torrente sanguíneo para compensar el estrés. Estas sustancias, como el cortisol, las endorfinas y la adrenalina, refuerzan mucho por sus efectos excitantes y analgésicos en el animal. Esto quiere decir que después de algunos castigos, estos pueden empezar a funcionar como refuerzos de alto nivel. En muchos casos la persona no reconoce este efecto. En el mejor de los casos simplemente reconocerá que el castigo que está aplicando no funciona. Pero el CP es también un refuerzo para la persona que lo usa así que rara vez reconoce que no funciona. La violencia empieza donde termina el conocimiento. Dudo de quien dice que se ha probado todo lo demás y que el castigo es lo único que funciona. Es bastante improbable que se haya probado todo. Así que estamos en una situación en la que el perro refuerza un comportamiento y el dueño sigue castigando y castigando sin tener en cuenta el hecho de que está haciendo más daño que bien. Hay demasiadas cosas en contra del CP y el RN para que sean efectivos.
El problema final con el uso de estas cosas malas al adiestrar perros es que simplemente no es ético. Los perros no pidieron que los llevásemos a nuestra casa, somos nosotros quienes decidimos adoptarlos y ningún ser vivo merece ser maltratado. Incluso si el CP y el RN funcionasen, siguen sin tener sentido. El fin no justifica los medios. No es correcto golpear, estrangular, ahogar, gritar o lo que sea que de forma intencionada provoque sentimientos de malestar a un ser que, por cierto, HEMOS elegido como compañero social. Es nuestro amigo. Es un animal que hemos trasladado a un mundo extraño (leamos El choque de culturas de Jean Donaldson). Tiene problemas para adaptarse. No hagamos daño a nuestro amigo. Si no encontramos otra forma de resolver nuestro problema excepto a través del miedo, entonces sacrifiquemos al perro. Maltratarlo es más que un insulto. Si amamos a nuestro perro seamos creativos, consigamos ayuda y busquemos la forma de conseguir lo que nos resulta tolerable sin maltratar. ¡Os lo suplico!
El refuerzo impulsa el comportamiento y la hermosura de utilizar cosas buenas para cambiar un comportamiento es lo que hace que seamos buenas personas. El perro crea una asociación agradable con los estímulos que se le presentan en un cierto momento y llegamos a la causa del uso de la agresividad por parte del perro. Tenemos la capacidad de controlar muchos refuerzos. Podemos mostrarle o quitarle cosas buenas con facilidad y esto nos pone en una posición de conseguir su atención y cambiar su comportamiento de forma eficiente.
La extinción operante es lo que le ocurre a la frecuencia de una respuesta cuando se retira el refuerzo que va asociado al comportamiento. No todos los refuerzos se pueden eliminar. Alguna estimulación interna puede ser un refuerzo, por ejemplo, y estas son cosas que no pueden cambiarse. Algunas veces los sistemas de comportamiento se activan a través del impulso instintivo, lo cual puede complicar también la extinción operante. También puede resultar difícil identificar el refuerzo de un comportamiento e incluso entonces el refuerzo puede ser difícil de suprimir. Consideremos el subidón de adrenalina que experimentan los perros que se comportan de forma agresiva. ¿Cómo podemos evitarlo? No podemos. En este caso debemos evitar la experiencia. Pero muchas veces existen refuerzos sobre los que se puede actuar. Es importante tener en cuenta que la extinción no funciona muy bien por si sola para la mayoría de comportamientos excepto aquellos muy simples de búsqueda de atención. Debe combinarse con refuerzos diferenciales para que el tratamiento sea más eficiente. Los estallidos de extinción y la recuperación espontánea son conceptos interrelacionados que debemos comprender.
El comportamiento es variable. Los perros hacen lo posible para maximizar los refuerzos. Si se espera un refuerzo el comportamiento está bien condicionado. Si quitamos el refuerzo el comportamiento no va a desaparecer sin más. Este efecto es evidente sobre todo si el refuerzo se mostraba en un marco temporal variable (intermitente) frente a un marco continuo. Lo que quiero decir con esto es que si el perro no recibía un refuerzo en cada ocasión entonces sabe que está bien no recibir el refuerzo porque es algo normal, sigue trabajando para conseguirlo. Ocurre así algunas veces por lo que continúa con el comportamiento confiando en que lo va a recibir en cualquier momento. Tal vez tenga que trabajar un poco más. Si reforzamos un comportamiento exactamente de la misma manera todas las veces (continuo) que se presenta el comportamiento se verá más afectado por la extinción y se minimizará el estallido de extinción. Después de esta larga introducción veamos lo que ocurre en un estallido de extinción. El perro realiza un comportamiento (gruñir) y las personas hasta ese momento lo han reforzado (se alejan). Ahora la persona va a poner en marcha un procedimiento de extinción. La siguiente vez que el perro realice el comportamiento (gruñir), la persona retrasa el refuerzo (no se aleja hasta que el perro deja de gruñir). El perro está condicionado a saber que el comportamiento debería funcionar así que en vez de abandonar su plan A (gruñir) intenta manipular el comportamiento para conseguir el refuerzo. A riesgo de caer en una humanización, es como si el perro pensara «el comportamiento debería funcionar. Tal vez no lo estoy haciendo bien del todo. Veamos lo que tengo que hacer para que funcione de nuevo». Así que el perro pasa al plan A sub-plan 1. Ahora gruñe y se lanza un poco o gruñe más fuerte con algunos ladridos dispersos. El comportamiento cambia para conseguir el refuerzo. Aquí es donde está la gran advertencia. Si el dueño cede ahora y proporciona el refuerzo (se aleja) el comportamiento nuevo se convierte en el plan A y se habrá creado una versión peor. Pero si se queda ahí y sigue reteniendo el refuerzo, al final el perro pasará por distintos subplanes sin resultado. En ese punto la frecuencia y la intensidad bajarán. Así que cuando empezamos un proceso de extinción podemos esperar que al principio aumente la frecuencia y la intensidad. Esta es la razón por la que fallan muchos programas y nacen entonces problemas de agresividad realmente graves. Cada perro es diferente en cuanto al número de subplanes de los que puede disponer. Esto lo determina el plan de refuerzo y durante cuánto tiempo tuvo éxito. Un comportamiento bien condicionado con un programa intermitente aplicado durante mucho tiempo será resistente a la extinción. El comportamiento al final se hará tan variable que no se basará necesariamente en el tema inicial. Tal vez el perro intente alejarse él mismo, o sentarse o lo que sea. Si hacemos que esto funcione entonces obtendremos un nuevo comportamiento y estamos en el buen camino. La moraleja es que puede empeorar antes de mejorar, quedémonos donde estamos.
Después de que un comportamiento ha pasado por la extinción inicialmente volverá a presentarse de vez en cuando. Esta es la respuesta «por si acaso». El recuerdo de que el comportamiento funcionó vuelve a traer el comportamiento. Al principio las cosas irán bien pero de vez en cuando el perro intentará su vieja estrategia para ver si le funciona. Sigue siendo una de las estrategias que tiene en la manga. Lo positivo es que se hace menos frecuente a medida que pasa el tiempo. Lo malo es que nunca se erradica definitivamente.
El refuerzo diferencial trata de aumentar la frecuencia de un comportamiento. Se usa sobre todo en relación con la extinción para comportamientos que queremos que disminuyan en frecuencia. Existen distintos programas de refuerzo. Si reforzamos el comportamiento en cada ocasión podemos decir que es un programa continuo de refuerzo. Si no lo reforzamos todas las veces entonces es variable. Aumentamos un grupo de comportamientos y bajamos otros al controlar los refuerzos y manipularlos. Cuando reforzamos de forma diferencial escogemos qué comportamientos reforzar y cuáles no. ¡¡Esta es la herramienta más poderosa que tenemos a nuestra disposición en casos de agresividad!! Aumentamos un comportamiento y bajamos otro al controlar los refuerzos y manipularlos. En esto consiste el adiestramiento.
Existen diferentes formas de utilizar el refuerzo diferencial. Algunas las veremos a continuación. Cada una tiene una aplicación más apropiada para ciertas circunstancias que las demás.
El RDI es lo que se suele llamar contracondicionamiento. Esto no es correcto. El RDI implica reforzar un comportamiento que excluye otro no deseable. Por ejemplo, un perro no puede saltar sobre nosotros si está sentado. Sentarse excluye o es incompatible con saltar. Así que si animamos al perro a sentarse detenemos los saltos. Los perros que se lanzan a otros perros cuando van de la correa o a extraños que pasan caminando son los candidatos ideales para el RDI. Un perro no puede lanzarse a otros si camina a nuestro lado en posición de junto o si se sienta cuando nos pararnos. Si queremos garantizar el éxito empezaremos trabajando el sentarse a la orden y la posición de junto con el perro a una distancia que pueda manejar, podemos hacer que esto sea mucho más agradable que lanzarse. Recordemos que el lanzarse es un autorrefuerzo así que tendremos que combinar el adiestramiento en un entorno con distracciones, por eso tenemos que empezar en un punto que sea fácil para el perro e ir avanzando desde ahí. Luego hay que enseñarle posiciones sólidas de sentado y junto. Un perro que muerde puede aprender a llevar un objeto en la boca. Si esto lo condicionamos lo suficiente el perro no dejará su trabajo para lanzar dentelladas o morder. Así que si bien el contracondicionamiento implica sustituir una respuesta emocional que es incompatible con otra respuesta emocional los dos conceptos se diferencian en que uno es un proceso de condicionamiento clásico y el otro de condicionamiento operante.
En algunas situaciones no es posible encontrar un comportamiento incompatible. En este caso simplemente podemos elegir un comportamiento alternativo. No son comportamientos excluyentes pero al reforzar el nuevo y deseable sin la presencia del no deseado desanimará al perro a realizar este último. Por ejemplo a un perro que ladra amenazante podemos enseñarle a echarse o sentarse sin ladrar. No es imposible que ladre mientras está en estas posiciones pero si tiene una tarea en la que concentrarse puede no compensarle ladrar. También es posible enseñarle a un perro la orden de «relax» o «tranquilo» en casa, simplemente repitamos esta señal cuando el perro se quiera echar, y luego usémoslo en las circunstancias en las que el perro ladraría. Recordemos reforzar inmediatamente al perro cuando deja de ladrar ante la señal.
EL RDO suele llamarse «conformar la ausencia». En este caso no hay un comportamiento objetivo específico sino que se refuerza la ausencia del comportamiento. En este caso reforzamos cualquier cosa menos el comportamiento que queremos que disminuya en el contexto que normalmente lo provoca. Puede resultar particularmente útil en casos en los que nos cuesta implantar otro comportamiento. Recordemos que se necesita adiestramiento de distracciones.
El RDE se refiere sólo al refuerzo de los comportamientos rápidos o entusiastas. Así que si adiestramos para que el perro se siente en vez de saltar, por ejemplo, podemos empezar reforzando sólo cuando lo hace muy bien. De esta forma la respuesta continuará mejorando y mejorando, la iremos moldeando.
Recordemos lo que tratamos en el ABC del comportamiento: Antecedente, Comportamiento, Consecuencia. En muchos casos la manipulación de antecedentes puede afectar al comportamiento. Si el desencadenante es algo que puede eliminarse entonces sólo esto ya ayuda. Por ejemplo, si un collar de castigo o arrastrar o agitar al perro como castigo provocan reacciones agresivas entonces tiremos el collar de castigo y no castiguemos de forma física al perro. Otro problema común relacionado con los antecedentes tiene que ver con la excitación. Si un perro llega a un punto elevado de excitación por alguna actividad y esto lo conduce a un comportamiento agresivo, entonces dejemos de hacer esa actividad como una forma aceptable de detener el comportamiento no deseado.
La irrelevancia aprendida es como un proceso de extinción. Si un comportamiento no produce consecuencias cuando las esperamos, la expectativa no se confirma y ocurre un nuevo aprendizaje adaptativo. Si le decimos sienta, sienta, sienta, sienta a un perro cuando intentamos enseñarle a sentarse o si no se sienta cuando se lo pedimos alguna vez y seguimos dando la señal sin consecuencia, en ambos casos el «sienta» se hará seguramente irrelevante para el perro. El significado no existe porque no consigue adquirir o mantener relevancia. Las consecuencias son lo que producen el significado y si no hay consecuencias el estímulo lleva a que no se aprenda más (excepto tal vez a que haya aprendido que no significa nada). Como corresponde a las muestras de agresividad, la irrelevancia aprendida puede ser engañosa porque si la exposición es demasiado intensa el perro no esperará a la oportunidad de confirmar o refutar (desconfirmar) sus expectativas. Reaccionará y de esta manera habrá un refuerzo endógeno. El evento no será irrelevante si el perro se siente reforzado. Ahí es donde se hace necesario aumentar la intensidad de exposición de forma gradual y sistemática de manera que el perro tiene una oportunidad de no confirmar su expectativa. La irrelevancia aprendida no es necesariamente una técnica que utilicemos de forma consciente. Es una forma de aprendizaje operante que ocurre mientras realizamos pruebas y refuerzos diferenciales. Es parte del puzzle de mecanismos que llevan a comportamientos de mayor adaptación.
Las comprobaciones tratan de mejorar la fiabilidad de un comportamiento que estamos adiestrando en niveles mayores de cambio de contexto. Trata de enseñarle al perro a generalizar la respuesta con mayores niveles de distracción o durante periodos o distancias más grandes. Los perros no suelen generalizar muy bien de forma que tenemos que enseñarles que la palabra «sienta» significa «sienta» no sólo en la sala de estar sino también en el patio, en la acera, en multitudes, etc. El proceso de comprobación incluye un aumento gradual de la intensidad a la exposición en entornos con distracciones de forma que generalice el comportamiento que se supone que debe realizar. Para comprobar una respuesta tendremos que encaminar al perro. No incluyamos tanta distracción que no sea capaz de actuar. Es un acto de equilibrio. Podemos recordar como truco que cuando elevemos el nivel de distracción un poco podemos relajar otras variables de forma temporal. Las otras variables son por ejemplo la distancia a la que le pedimos al perro que realice el comportamiento o especialmente el tiempo durante el cual debe mantenerlo. Una vez que hayamos tenido algo de éxito en el nuevo nivel podemos empezar a aumentar la duración y la distancia. El plan de refuerzo también se debería relajar. Empecemos convenciendo al perro a actuar ante mayores distracciones reforzando de forma continua primero. Luego pongamos el refuerzo en un plan intermitente. Demos un premio sobre todo en los momentos de progreso. Cuando veamos una respuesta especialmente entusiasta o comprometida, o una que se mantenga cuando ocurra alguna distracción por accidente, premiemos.
Las comprobaciones se parecen al proceso de desensibilización sistemática que comentaremos en el apartado de condicionamiento clásico más adelante. El objetivo de las comprobaciones es de tipo operante más que clásico. En este caso estaremos adiestrando una elección alternativa de comportamiento más que intentando cambiar una respuesta emocional refleja, aunque eso suele ocurrir a la par así que se dan ambas cosas.
Casi todos los planes de tratamiento implican una combinación de técnicas de condicionamiento clásico y operante. Cuantos más componentes emocionales implicados haya, sobre todo el miedo, más se aplicará el condicionamiento clásico. Por otra parte aconsejaría no confiar sólo en el condicionamiento clásico. El condicionamiento clásico solo es limitado porque sólo trata los aspectos anticipatorios del problema. Todavía existen aspectos relacionados con la consecución de objetivos que hay que tratar. Las técnicas como la de Jean Donaldson (1998) del método de bar abierto/cerrado son muy innovadoras y tienen gran valor. El método funciona de la siguiente manera:
El dueño tiene que conseguir que el perro esté aburrido, entonces se le presentará un estímulo que le provoque miedo, le daremos una señal o indicación como «abrir bar» y empezaremos a darle de comer golosinas, jugaremos o lo que sea; luego el estímulo que da miedo se retirará, el dueño se lo hará saber con una nueva señal de «cerrar bar» y dejará de presentar cosas buenas. Habrá que continuar con el ejercicio varias veces de forma repetida sin tener en cuenta el comportamiento del perro. El objetivo es el contracondicionamiento. La desensibilización sistemática se puede añadir poco a poco aumentando progresivamente la intensidad de exposición. El dueño tendrá que seguir dándole comida al perro incluso si sigue mostrándose agresivo. La teoría en este caso es que tenemos que cambiar la respuesta emocional para conseguir fiabilidad. El perro seguramente no realice ningún comportamiento particular y por lo tanto el refuerzo positivo por la agresividad no le afecte. Se sugiere que el condicionamiento clásico es preponderante frente al condicionamiento operante y por lo tanto hay que pagar el precio de algunos comportamientos agresivos reforzados para hacer que al perro le GUSTE ese estímulo al que tiene miedo.
Me gustaría realizar algunos ajustes. Recomendaría tener cuidado de no llevar al perro demasiado lejos en la agresividad, como se mencionaba anteriormente, en cambio utilizaría el condicionamiento operante al mismo tiempo para intentar enseñarle algún comportamiento alternativo. Intentaría sustituir el hábito negativo anterior con un hábito pro-social nuevo. Querría que el perro experimentase una respuesta anticipatoria positiva hacia el estímulo y me gustaría ofrecerle una estrategia pro-social. Además, si el perro agrediera lo sacaría inmediatamente de la situación. Creo que una vez que se activa el sistema de comportamiento defensivo no se pueden aprender cosas positivas. En este caso dejaría el ejercicio y le ofrecería la posibilidad de recomponerse antes de empezar de nuevo. Daría unos pasos atrás y empezaría de forma más gradual desde ese punto. Al diseñar las técnicas de tratamiento que ofrecen lecciones de condicionamiento clásico y operante modificamos las respuestas anticipatorias emocionales del perro y al mismo tiempo instauramos nuevos hábitos que son excluyentes de los anteriores. La desensibilización sistemática y el contra condicionamiento se pueden utilizar conservando las opciones de condicionamiento operante.
El adiestramiento con el clicker es un término que se da al uso del condicionamiento operante junto con lo que se llama indistintamente un marcador de eventos, un refuerzo condicionado positivo o una marca de refuerzo. Todos estos términos son correctos. El clicker es una pequeña cajita con una lámina de metal que cuando se presiona hace un sonido del tipo clic-clic. A través del condicionamiento clásico el sonido clic se asocia con un refuerzo primario de forma repetida hasta que el perro responde al clic de manera similar a la que reaccionaría ante el premio, juego u otro refuerzo. Hacemos clic, premiamos, lo repetimos varias veces y el perro anticipa que va a venir el refuerzo cuando oye el clic. Esto permite reforzar un comportamiento de manera rápida y eficiente. Al usar un clicker podemos reforzar al perro desde una cierta distancia o por un comportamiento que ocurre en una décima de segundo. También podemos reforzarlo sin la distracción que supone el acercarnos a él. Para condicionar con el clicker simplemente tenemos que pasar unos días haciendo clic y premiando después en cada ocasión, a lo largo de varias sesiones. Repitamos varias veces hasta que cuando hagamos clic el perro nos mire animado esperando su premio. Ahora el clicker está «cargado». Siempre tendremos que premiar después de hacer sonar el clicker. Animaría a conseguir un buen libro sobre adiestramiento con el clicker como Introducción al adiestramiento con el clicker de Karen Pryor o The Clicker Workbook. A Beginners Guide, de Deborah Jones. El clicker resulta especialmente útil en lo que se denomina moldeado por aproximaciones sucesivas del comportamiento. Esto hace referencia a reforzar una aproximación al comportamiento que queremos obtener finalmente (el llamado comportamiento deseado) y una vez que el perro realice ese comportamiento de forma regular retrasamos el clic y los premios hasta que consigamos un comportamiento más aproximado al deseado. Luego un poco más. Una y otra vez hasta llegar al comportamiento final. Después añadimos una orden para que lo haga a la señal y habremos adiestrado un comportamiento sin haber tocado al perro o haberlo atraído para que se ponga en una posición. Este nivel tan bajo de invasión y la alta efectividad del método hacen del adiestramiento con el clicker una técnica apropiada para la rehabilitación de perros agresivos. Los perros que pasan por el moldeado por aproximaciones sucesivas de hecho aprenden a pensar más que los perros a los que se adiestra de otra manera. Tienen que pensar para conseguir los refuerzos. Aprenden que la experimentación es una estrategia de comportamiento útil y esta capacidad de ofrecer nuevos comportamientos es la que nos proporciona más momentos para reforzar y en general un perro más receptivo. No necesitamos pensar tanto ni centrarnos en la resolución de problemas cuando usamos un señuelo a modo de objeto diana que dirigimos para hacer que el perro se mueva. No se requiere ningún esfuerzo mental para permitir que alguien te «fuerce» (físicamente) a adoptar una determinada posición. Este nivel elevado de actividad cognitiva tiene el bono añadido de lograr que el perro se concentre y por lo tanto activa su corteza cerebral, que es lo que hemos aprendido que inhibe las reacciones emocionales. El moldeado por aproximaciones sucesivas se puede ver como un proceso divertido y puede aplicarse fácilmente al adiestramiento para la rehabilitación de perros agresivos.
La decisión de utilizar medicación debe tomarse con cuidado. La medicación no debe sustituir a un programa de modificación del comportamiento. Lo más que puede hacer, en la mayoría de los casos, es darnos un tiempo extra para afrontar el problema. La medicación es muy útil con perros que reaccionan en exceso o perros con altos niveles de ansiedad o miedo. Hay muchos perros que no son candidatos ideales para ningún tipo de medicación. A todos los animales se les debería hacer un recuento sanguíneo completo y un perfil bioquímico del suero antes de comenzar el tratamiento con cualquier tipo de medicación que altere el comportamiento (Overall, 1997). Nuestro veterinario realizará un examen físico y los análisis que sean convenientes para determinar si el perro es un buen candidato para una medicación en particular. Los clientes tendrían que recibir una lista completa de las reacciones adversas potenciales de la medicación y se les debería animar a que contacten con el veterinario ante cualquier complicación (Overall, 1997). Lo habitual es tener que pagar para esta consulta y analíticas el doble o más del precio normal de una consulta.
Existe una gran variedad de medicamentos para elegir. En muchos casos las dosis son experimentales lo cual quiere decir que el perro puede empezar con una dosis estándar concreta que se incrementará o reducirá según sea necesario. No tomaremos esta decisión por nosotros mismos a menos que el veterinario nos dé su visto bueno.
A continuación presentaremos la descripción de los medicamentos habituales para el tratamiento de perros agresivos.
El Clorhidrato de Amitriptilina es un antidepresivo tricíclico (ADT). Los ADT inhiben la reabsorción presináptica de la norepinefrina y la serotonina. Esto es lo que les da sus propiedades antidepresivas. Los efectos secundarios pueden incluir sequedad bucal, estreñimiento, retención de orina, taquicardia y otras arritmias, síncope asociado con hipotensión ortostática, ataxia, desorientación, depresión generalizada e inapetencia (Overall, 1997). No se recomienda su uso en perros que presenten un historial de retención de orina grave y arritmias cardíacas incontroladas (Overall, 1997). Elavil es particularmente útil en la agresividad basada en miedo y ansiedad. Puede ser útil en agresividad dentro de la manada. Cuanto más próximo esté el perro al miedo y la ansiedad en el espectro del comportamiento agresivo (sin irritación), mejor funcionará la medicación. Cuanto más se base en la irritación y el refuerzo, menos funcionará la medicación. Si el perro recibe medicación tendremos que dársela correctamente y tener cuidado. Si el comportamiento está basado en refuerzos la falta de ansiedad puede eliminar algo de inhibición del perro y el comportamiento agresivo empeorar en vez de mejorar. Los resultados se empiezan a notar de las 2 a las 6 semanas (Beaver, 1999). El tratamiento con medicación debería continuar por lo menos 6 semanas antes de abandonarlo como fallido a menos, por supuesto, que la agresividad empeore (Beaver, 1999).
La Fluoxetina es un inhibidor específico de la reabsorción serotonérgica mucho más potente que la Clomipramina. Inhibe sólo la reabsorción de la serotonina, a diferencia de la Clomipramina o la Amitriptilina, que también inhiben la reabsorción de la norepinefrina. El Prozac puede necesitar un mes o más para hacer efecto. Parece ser más eficaz para tratar una depresión caracterizada por impulsividad grave, agresividad profunda y agresividad entre perros. También se usa para trastornos obsesivo compulsivos (Overall, 1997, p. 314).
La Paroxetina no está aprobada para tratar la agresividad canina pero se usa con este fin para casos excepcionales con resultados excepcionales. Es semejante a la Fluoxetina pero más avanzada.
Una contribución principal reciente al tratamiento de los problemas relacionados con la ansiedad ha sido la aprobación del Clorhidrato de Clomipramina. La Clomipramina es un antidepresivo tricíclico que bloquea la reabsorción de la serotonina y la norepinefrina por parte de las neuronas y aumenta así los niveles de serotonina y norepinefrina en el cerebro. El aumento de los niveles de serotonina reduce los niveles de miedo, estrés y ansiedad experimentados por el perro. La Clomipramina es metabolizada por el cuerpo en demetil-Clomipramina, que aumenta los niveles de norepinefrina en el cerebro. El aumento de los niveles de norepinefrina provoca que el perro sea más receptivo a las técnicas de modificación del comportamiento. Esta medicación puede hacer que el perro se concentre, lo cual facilita el aprendizaje. Se usa en los trastornos de ansiedad en humanos.
ProQuiet es un suplemento de triptófano con ingredientes complementarios y sinérgi-cos que puede ayudar a aumentar los niveles de serotonina en el cerebro. A continuación presentamos información proporcionada por la empresa.
«ProQuiet La Fórmula Segura y Agradable de Calmarse. ProQuiet está indicado para casos en los que el estrés provoca que el animal se vuelva muy ansioso, se ponga nervioso o se excite en exceso. Se ha probado y es seguro y eficaz en el uso que se recomienda. ProQuiet es lo suficientemente seguro como para ser utilizado de forma diaria o cuando se necesite en situaciones de estrés. Dado que esta fórmula tranquilizante no es un fármaco, el animal no experimentará efectos secundarios como mareo, letargo u otros problemas de salud. Presentación: pastilla masticable con sabor agradable tanto para perros como para gatos. ProQuiet está disponible en frascos de 60 ct. Composición: L-triptófano, taurina, lúpulo, manzanilla, levadura de cerveza, vitamina B3, vitamina B6, jengibre, vitamina B12 y ácido fólico» (www.animalhealthoptions.com/f_products.html). Se puede comprar en el veterinario. Si el veterinario no conoce este nuevo producto esta es la dirección de contacto del fabricante: Animal Health Options 500 Corporate Circle, Suite A Goleen, CO 80401 (800) 845-8849 Fax: 303-271-0512 (info@animalhealthoptions.com).
«Hay estudios que demuestran que tomar suplemento de triptófano o 5-HTP aumenta la cantidad de serotonina disponible para las neuronas. (Nota: El estrés crónico, con su aumento concomitante del cortisol, puede inhibir la conversión del triptófano ingerido por la dieta a 5-HTP pero no 5-HTP a 5-HT. Esto sugiere una ventaja en el uso de 5-HTP en vez de triptófano para los problemas relacionados con el estrés)» (www.life-enhance-ment.com/displayart.asp?ID=208). «Si una función serotonérgica baja puede llevar a un comportamiento agresivo y violento, ¿puede restaurar el comportamiento normal evitar la deficiencia de serotonina? Aunque esta área todavía no se ha estudiado de forma sistemática existen ciertas pruebas que demuestran que puede ser así. La función serotonérgica puede mejorarse de dos formas: proporcionando precursores metabólicos para la serotoni-na o evitando la inactivación de la serotonina que se libera en la sinapsis» (www.life-enhan-cement.com/displayart.asp?ID=208). ¡No se debe de utilizar ProQuiet en Greyhounds!
Este suplemento es un metabolito de la transformación del triptófano en serotonina. Esto quiere decir que está más próximo a la serotonina que al triptófano. El triptófano tiene un factor limitador mientras que el 5-HTP no lo presenta. El 5-HTP puede comprarse sin receta en Canadá y en los Estados Unidos mientras que no ocurre lo mismo con el triptófano. El 5-HTP no se debe utilizar con otros fármacos que afecten la actividad de la serotonina a menos que el veterinario tenga en cuenta sus interacciones. La dosificación es experimental. Si la dosis es alta el perro puede que sienta nauseas al principio. Si la dosis es demasiado baja no hará efecto. Proponemos la siguiente dosificación:
Razas pequeñas: empezar con 10 mg tres veces al día cada día y tal vez aumentar gradualmente hasta conseguir los resultados esperados y reducir o parar si el paciente siente nauseas.
Razas grandes: igual que lo anterior pero empezar con 40 mg tres veces al día. Asegurémonos de consultar con un veterinario la dosificación para mayor seguridad.
El 5-HTP todavía no es un ingrediente GRAS (generalmente reconocido como seguro) según las agencias estatales que regulan los suplementos alimenticios, mientras que los ingredientes de ProQuiet sí lo son. Esto no quiere decir que el 5-HTP no sea seguro, sólo quiere decir que los fabricantes no han procurado esta certificación legal y dado que el 5-HTP no es un producto químico susceptible de patente seguramente no lo hagan. «Hace poco, el suplemento nutricional 5HT (5-hidroxitriptófano) al que algunas veces se le llama extracto de semilla de griffonia provocó toxicosis en 19 de 21 perros que ingirieron de forma accidental entre 350 a 500 mg/kg. Tres perros murieron (23)» (www.ivis.org/advan-ces/Behavior_Houpt/schwartz/chapter_frm.asp?LA=l). Ni nos acerquemos a esta dosis.
La esterilización y la castración se sugieren muchas veces como remedio para distintos tipos de problemas incluida la agresividad.
La castración del macho elimina la fuente de la testosterona circulante.
«Ben y Hart de la Universidad de California realizaron el estudio más amplio sobre los efectos de la castración en perros y llegaron a las siguientes estadísticas:
Escaparse: se redujo en el 90% de los casos, reducción rápida en un 45%, gradual en un 45%, sin efecto en un 10%.
Agresión entre machos: reducción en un 60% de los casos, reducción rápida en un 25%, gradual en un 35%, sin efecto en un 40%.
Montar a personas: reducción en un 60% de los casos, reducción rápida en un 30%, gradual 30%, cierta bajada en montar hembras en celo.
Orinar en casa: reducción en un 50% de los casos, reducción rápida en un 20%, gradual en un 30%» (Fogle, 1990, p. 53).
La testosterona modula los comportamientos sexuales dimórficos así como los comportamientos agresivos o reactivos. «La testosterona actúa como modulador y hace que los perros reaccionen de forma más intensa. Cuando un perro no castrado decide reaccionar ante algo, reacciona de forma más rápida, con mayor intensidad y por un periodo más dilatado de tiempo» (Overall, 1997, p. 96).
Existe una explicación en dos sentidos sobre el efecto de los andrógenos (específicamente la testosterona) en el comportamiento, que influye en los efectos de la castración y el comportamiento: 1) la androgenización prenatal del substrato neural sensible de la testosterona que media el comportamiento sexual y agresivo y 2) el refuerzo y sensibilización de estos substratos una vez que se han desarrollado en la pubertad (Lindsay, 2000, p. 186). También apoya esta idea el hecho de que la testosterona puede crear comportamientos de dimorfismo sexual masculino cuando se les inyecta a hembras y que los comportamientos dimórficos sexuales masculinos no se eliminan después de la castración, incluso antes de la pubertad. Existen dos subidas significativas de la testosterona en el sistema del macho canino: una justo antes y después del nacimiento que masculiniza el cerebro y sobre todo establece el potencial para los comportamientos asociados y otra en la pubertad que sigue modulando estos comportamientos. De ahí en adelante los comportamientos asumen más un componente aprendido. El primer efecto androgenizador no se ve afectado por la castración, lo cual explica los resultados inconclusos de la castración sobre el comportamiento. Sería descuidado por mi parte no añadir a este modelo la alta probabilidad de que muchos comportamientos sexuales dimórficos masculinos sean patrones de acción fijos hasta cierto punto. El marcado por orina de los machos es un ejemplo de un patrón de acción fijo seguramente, igual que montar. El escaparse puede ser instintivo ya que los perros deben dejar sus familias para buscar compañeros que no pertenezcan a ella. Como ocurre con la mayoría de los comportamientos caninos todo se resume en una amalgama compleja de cuestiones genéticas, bioquímicas y aprendizaje. Podemos causar algún efecto sobre las sustancias químicas con la esterilización o castración. Podemos causar algún efecto en el aprendizaje y menos en la genética. Todo esto quiere decir que una vez que se ha puesto en marcha el cuadro de comportamiento es difícil de tratar.
«Los titers de testosterona empiezan a aumentar en el momento en el que el cachorro macho llega a los 4 o 5 meses, de ahí en adelante los niveles de testosterona llegan al máximo a los 10 meses de edad y luego bajan a niveles adultos a los 18 meses» (Dunbar, p. 68). El aumento de la testosterona a los 4 o 5 meses puede ser muy importante al provocar que otros perros los identifiquen (dianas) y pueden aprender así comportamientos de afiliación (Dunbar, p. 68). Por otra parte, al aumentar los niveles de testosterona circulante, los comportamientos asociados quedan fijados con más fuerza en el proceso de aprendizaje y se afianzan en el repertorio de comportamientos del perro. Este es un buen argumento para recomendar la castración a los 6 meses para que pueda aprender los comportamientos de afiliación a través de la identificación (diana), pero de manera que los efectos de la testosterona circulante no estén el tiempo suficiente como para causar un historial significativo de refuerzo para comportamientos asociados. Un argumento es que los perros que se espera que vivan o por lo menos interactúen con otros perros a lo largo de su vida y que también son más sensibles tendrían que ser castrados más temprano (a los 4 meses), de forma que no son tan fácilmente el objetivo de otros perros. Si esperamos con estos perros podemos provocar interacciones que llevan a complicaciones de condicionamiento clásico. Si un perro sufre una provocación para atacar a otro macho, por ejemplo, puede aprender con estas interacciones a anticipar la confrontación. Este efecto de condicionamiento clásico puede influir en el comportamiento durante mucho tiempo después de haber eliminado la testosterona circulante en el perro. El efecto beneficioso debe ser sopesado con estas ramificaciones potencialmente negativas de la castración antes de la pubertad. Los perros que han sido castrados antes de la pubertad muestran un aumento significativo de la excitación y del nivel de actividad general (Lindsay, 2000, p. 186). Para algunas razas y algunos dueños esto puede que no sea un problema dado que la castración antes de la pubertad puede evitar otras experiencias traumáticas para el perro en la interacción con otros perros y permitir sin embargo la socialización máxima. Se debe realizar una evaluación de coste-beneficio en cada caso para determinar el momento de la castración. También se sugiere con frecuencia que los cachorros que muestran agresividad por complejo de control o que simplemente muestran altos niveles de comportamiento dominante se deben castrar antes. La investigación muestra resultados encontrados a este respecto. Hasta que la investigación nos dé una respuesta, la castración temprana a los 4 o 5 meses puede ser una elección correcta.
La esterilización de la hembra elimina la fuente de estrógeno y progesterona. El estrógeno y la progesterona aumentan o descienden en ciclos. La mayor influencia de las fluctuaciones del estrógeno y la progesterona en el comportamiento de las perras se da durante el embarazo.
«Mientras que el estrógeno aumenta en el cuerpo de la perra durante un periodo limitado de tiempo, la progesterona permanece en circulación e influye en el cerebro dos meses después de cada estro y puede tener un efecto terrible en el comportamiento canino. Los comportamientos más comunes son aquellos relacionados con el embarazo, construcción de un nido, proteger posesiones y producción de leche» (Fogle, 1990, p.54).
El problema más importante se da cuando la perra protege objetos de forma maternal. Otros problemas pueden ser irritabilidad, conflicto con otros perros y reducción de energía. «Proteger juguetes, muñecos, trozos de tela, zapatillas o cualquier otra cosa que pueda desplazar es otra consecuencia común de una subida de progesterona» (Fogle, 1990, p. 55). Proteger cosas de forma posesiva y cíclica en hembras no esterilizadas suele ser un comportamiento de tipo hormonal tal y como se ha descrito.
Las perras tienen mayor riesgo de enfermedad si se les permite que experimenten su primer celo. Por esta razón se sugiere que las perras se esterilicen antes de los 6 meses. Parece que las perras que muestran una agresividad relacionada con control hacia los dueños antes de los 6 meses tienen riesgo de hacerse más agresivas después de la ovariohisterectomía. Si una perra muestra cierta propensión a la agresividad por control puede ser interesante no esterilizarla.
«Cuando las perras se esterilizan durante o después de la pubertad, en comparación con grupos de control de perras no esterilizadas, se recogen ciertas diferencias. Una diferencia es que existe una tendencia mayor a la agresividad por dominancia hacia los miembros de la familia en las perras esterilizadas. Lo que no está claro en este estudio es si se realizó la esterilización en algunas de estas perras porque ya se había identificado la agresividad como problema o bien si existe una relación causa-efecto directa. Las perras que han sufrido una ovariohisterectomía también muestran más excitación en el coche y menos apetito discriminatorio que las que no habían sido operadas, incluso inmediatamente después del postoperatorio» (Beaver, p. 229).
Estas observaciones también las apoyan Fogle (1990, p. 56) y Overall (1997, p. 97). «Sigue sin estar claro exactamente por qué ocurren algunos de los efectos secundarios no deseados. Existen pruebas no concluyentes que muestran que los andrógenos pueden estar implicados en la agresividad por dominancia en las hembras» (Overall, p. 97). Se han realizado experimentos en hámsteres (Brain y Haug, 1992; Vom Saal, 1984, 1989) que sugieren que hembras que están colocadas en el útero entre dos machos son más agresivas después que otras hembras y este comportamiento de conflicto se parece más al de los machos (Overall, 1997, p.97). Lo que sabemos es que el cerebro del macho se ve expuesto a la testosterona antes de nacer, lo cual lo masculiniza. Se teoriza que esta masculinización de las hembras colindantes es la causa de las tendencias agresivas en las hembras, añadiendo más leña al debate de la importancia de la testosterona en la agresividad y otros comportamientos. Los animales a los que se les inyectó testosterona de forma experimental, también a hembras, tienden a adoptar comportamientos sexuales dimórficos masculinos. Parece que la testosterona puede ser muy importante de una forma u otra para el desarrollo de los comportamientos agresivos.
Primero tenemos que aceptar que tenemos un problema y que merece la pena tratarlo. Lo siguiente que debemos hacer si tenemos un perro con agresividad es apostar por recuperar el control de la situación. Puede que no lleguemos nunca a rehabilitar al perro completamente y que nunca volvamos a confiar en él en ciertas circunstancias pero de una forma u otra debemos recuperar el control. Recuperar el control significa responsabilizarse totalmente de los riesgos y no negar, posibilitar, facilitar o retrasar el tema. De ahora en adelante no sólo hemos de tener un completo control del perro sino que tenemos que demostrarle que tenemos el control absoluto. Debemos desarrollar la expectativa, de forma sistemática, de que nunca puede salirse de nuestro control y que tiene que ceder a él. Esto puede que requiera cambiar de forma radical de modo de pensar y realizar también cambios en la manera de interactuar con el perro. Me gustaría poner las cosas más fáciles pero no puedo. Tendremos que usar equipamiento especial, etc. Va a requerir una gran aportación y esfuerzo. No existe varita mágica. A continuación veremos algunas explicaciones de cómo recuperar el control sobre la situación.
Cuando hablamos de gestión nos referimos a manipular el entorno para prevenir o controlar algo. Tenemos que tomar todas las precauciones necesarias para garantizar nuestra seguridad, la de nuestra familia, la de extraños, visitas u otros animales. Tratemos de forma activa al perro o no, la gestión será un paso inicial fundamental.
Si no podemos supervisarlo asegurémonos de que está encerrado en un lugar donde no puedan entrar otras personas o perros. No dejemos un perro agresivo en el patio mientras estamos trabajando dentro de casa: pueden entrar niños al patio, alguna persona que vaya a hacer trabajos de mantenimiento o para leer algún contador. Evitemos cualquier situación en la cual pueda entrar en contacto con otras personas sin nuestra presencia y control.
Tendremos que estar expectantes cuando lo llevemos de paseo. Puede que tengamos que ser más asertivos con otras personas cuando se le acerquen. Digámosles (claramente y con tiempo suficiente, incluso gritando si es necesario) que no deben aproximarse al perro, hagámoslo con buen humor y ligereza. De otra manera podemos estar adiestrando al perro a ser más defensivo. Los perros se dan cuenta de nuestra aprehensión así que hagamos las advertencias en un tono animado.
Seguramente nunca va a poder ir sin correa en lugares públicos.
Vamos a necesitar entender bien en qué contexto se da la agresividad. Tendremos que evitar estas situaciones dado que el programa tiene que avanzar cueste lo que cueste. Cada vez que se realiza el comportamiento, se afianza más. Evitemos las provocaciones, incluso si esto quiere decir que no podemos sacarlo de paseo por el momento, que no se le pueden dar juguetes o que no puede tener acceso al dormitorio. Sea lo que sea que lo provoca, hay que evitarlo hasta que la exposición a ese elemento tenga un papel en el plan de tratamiento. Uno de los primeros componentes de una consulta de tratamiento con un experto en comportamiento incluirá la descripción de cada contexto de agresividad y un debate sobre formas creativas para prevenir el evento o subvertirlo.
DEBERES: sentémonos con nuestro archivador e intentemos buscar formas de gestionar el entorno para no tener que enfrentarnos a un evento de agresividad. Mientras tanto intentemos diseñar un plan para lo que nos parece que es un incidente agresivo en esos contextos. Nuestra pregunta no debería ser «¿qué tengo que hacer si mi perro agrede?» sino más bien «¿cómo puedo anticipar y prevenir que mi perro agreda?».
El primer elemento de equipamiento de seguridad es obviamente el bozal. Hagamos que alguien que sepa cómo hacerlo ajuste el bozal e introduzcámoslo de forma gradual. En general hay dos tipos de bozal. Uno es de tipo jaula. Suelen ser de metal o de plástico. Se utilizan cuando el perro tiene que llevar el bozal durante una hora o más o cuando el perro ha estado haciendo ejercicio y necesita respirar bien o hace calor. El otro tipo es el groomer, que suele ser de nylon. Se ajusta alrededor del hocico y sólo le permite abrir la boca para aceptar alguna golosina pequeña. Si el perro lo lleva en tiempo fresco sin actividad física o por periodos cortos de tiempo, podemos usarlo pero no es tan bueno como los de tipo jaula. Ambos tendría que ajustarlos un profesional (no un empleado de tienda de animales) y no se debería dejar puesto cuando el perro no está bajo supervisión. Existen otro tipo de bozales que son una banda elástica que se coloca alrededor del hocico. Estos no evitan que el perro muerda y debemos aplicar todas las normas del bozal ajustado, da igual lo que diga el embalaje. Estos bozales no se usan por cuestiones de seguridad.
Veamos cómo se coloca un bozal:
Paso 1. Mantengamos al mínimo la diversión, juegos, atención y golosinas en general: utilicémoslos sólo con el bozal puesto varias veces al día un par de días.
Paso 2. Pongamos una golosina en el extremo del bozal de forma que tenga que introducir el hocico en él para conseguirla.
Paso 3. Repitámoslo varias veces y dejémosle el bozal puesto hasta que haya comido varias golosinas seguidas rápidamente.
Paso 4. Intercalemos un par de segundos o más entre las golosinas. Cerremos el enganche en la parte trasera y demos más golosinas.
Paso 5. Vayamos retirando las golosinas y sustituyéndolas por premios de otro tipo como salir o lo que le guste al perro. Si asociamos el bozal con cosas positivas y no las devaluamos ofreciéndoselas todo el tiempo entonces estará contento de llevar el bozal. Cuando lo saquemos debería mover el rabo y mostrarse animado. Para los perros que no son del todo predecibles o en donde no podemos evitar los desencadenantes hagamos que el perro lleve un bozal tipo jaula por la casa. Esto asegurará la seguridad de las personas que puedan activar la tecla de la agresividad sin darse cuenta. Casi todos los perros van a tener que llevar el bozal por lo menos durante los ejercicios de tratamiento.
El Gentle Leader es un ronzal o Halti, similar a los que llevan los caballos. Se pasa por el hocico del perro y por detrás del cuello. La correa se engancha por debajo de la barbilla. Este dispositivo no es un bozal y no mantiene la boca del perro cerrada. Si hay alguna posibilidad de que el perro se vea expuesto a un estímulo desencadenante en la casa que no podemos prevenir, deberemos enganchar una correa o cinta de trabajo en pista al Gentle Leader mientras esté dentro de casa y bajo nuestra supervisión. Se puede usar para controlar al perro, si fuese necesario. Debe ajustarse correctamente, lo ideal es que lo ajuste un profesional. En caso contrario siga de forma estricta las instrucciones del libro o vídeo que lo acompaña.
No debemos usar nunca un ronzal con una correa extensible (Flexi) ni para correcciones, y tampoco deberemos permitirle tirar hasta llegar al extremo de la correa mientras lo lleve puesto. Nunca lo debería llevar puesto si no está bajo supervisión o cuando está atado.
Intentemos pasar por el proceso de introducción igual que haríamos con un bozal. Los paseos y otras recompensas activas les ayudarán a muchos perros a que sea un dispositivo aceptable. El fabricante pretenderá que creamos que los perros van a aceptar con rapidez el dispositivo, sin embargo la experiencia de muchos adiestradores es que a la mayoría de los perros les lleva bastante tiempo acostumbrarse a él. Recordemos que hasta que se hayan acostumbrado les será difícil concentrarse en el adiestramiento. Sería una buena idea evitar exponer al perro a los contextos problemáticos en este momento por esa razón y porque no queremos que el contexto se asocie a nada más, como el ronzal. Hagamos que el perro se acostumbre primero. Hay muchos perros a los que nunca les acabará de gustar el GL pero puede ayudar muchísimo.
A medida que va pasando el tiempo cada vez me gustan menos los ronzales. Puede que sean útiles cuando un dueño no es capaz de controlar al perro en un sentido físico y necesite el control extra que ofrecen. En ese caso tendrían que usarse con un arnés para el cuerpo o un collar. La correa normal se utiliza para ir de paseo y el ronzal sólo se usa para guiar al perro en caso de que se active e intente lanzarse a alguien o algo. En ese caso sin embargo prefiero la prevención, así que mi consejo es evitar los ronzales siempre que sea posible.
Asegurémonos de que tiene fuerza suficiente para manejar al perro. Para la mayor parte del trabajo vamos a necesitar una correa de 1.80 metros de nylon, lienzo, lino o algodón.
Una vez que hemos identificado los desencadenantes es vital que el perro no se vea expuesto al estímulo hasta que sea parte del tratamiento. Cada vez que el perro responde de forma agresiva aprende del evento, se afianza más su respuesta y resulta más difícil de modificar. La respuesta inicial de lucha o huida es refleja, hasta cierto punto, pero lo que sigue es aprendido en gran medida. El comportamiento es una estrategia y si tiene éxito se fortalecerá. Si no tiene éxito entonces o bien se pone en riesgo el objeto del ataque o el comportamiento sufre una explosión de extinción (es lo que le ocurre a un comportamiento cuando no recibe el refuerzo). El animal cambiará su comportamiento. Normalmente esto significa que el comportamiento se hará más frecuente o más intenso, de forma temporal antes de que el animal pase al plan B, pero si funciona esta variación entonces este será el nuevo comportamiento estándar. Este es el doble filo que se nos presenta cuando permitimos que se presente un comportamiento agresivo. O bien funciona y se hace más fuerte o si no funciona existe el riesgo de que se cree un comportamiento más intenso. Es vital que hagamos lo que esté en nuestras manos para evitar que el perro se enfrente a la situación que provoca la respuesta de forma que podamos evitar sus consecuencias.
La prevención requiere creatividad. Tendremos que realizar también algo de pensamiento lateral para desafiar las prioridades que se nos presentan. Por ejemplo, todos queremos sacar al perro de paseo pero si salir de paseo lo provoca entonces tendremos que dejar de pasear durante un tiempo. Si eso es lo que necesita, entonces debemos hacerlo. Si un juguete le causa problemas entonces adiós al juguete. Si un cuenco causa problemas, entonces adiós al cuenco. «¿Cómo?», nos preguntaremos. Bien, si tiene que ser le podemos dar la comida como refuerzo durante el adiestramiento con un juguete que se pueda rellenar o simplemente escondérsela por la casa para animarlo a que la busque. Para el agua le podemos dar un bebedero diferente cada día y ponerlo en lugares diferentes de forma que no se vincule a un lugar o bebedero particular. Un buen ejemplo de una dificultad común al intentar usar la creatividad son los perros que protegen el sofá. Obviamente el consejo que siempre se nos da es que no dejemos al perro subirse al sofá. Así que, ¿vamos a ir a la confrontación cara a cara con el perro cuando quiera subirse al sofá? No, porque si lo hacemos no hemos evitado el conflicto. No se trata sólo de evitar que el perro se suba al sofá, tenemos que evitar el conflicto. El sofá o bien lo pasamos a una habitación a la que el perro no tenga acceso o el perro no puede acceder al cuarto a menos que sea para salir a la calle cuando lo vamos a sacar de la correa. Debemos prevenir el conflicto. Evitemos activar las respuestas de miedo o enfado. Evitemos altos niveles de excitación o estímulo si este es el problema. Puede que tengamos que ir algo lejos para prevenir estos eventos, que tengamos que evitar el acceso de ciertas personas durante un tiempo. No es fácil. Reevaluemos nuestro compromiso y sigamos adelante.
Si a nuestro perro lo provoca alguien detengamos ese comportamiento y saquemos al perro de la situación. Cuando intervenimos en un incidente agresivo corremos el riesgo de reforzarlo. Sacar al perro de una situación así puede ser un refuerzo. Pero la alternativa a sacar el perro de la situación es peligrosa y también refuerza porque el perro ensaya el comportamiento. Tenemos que detenerlo. Tenemos que tener cuidado de no provocar una agresividad redireccionada. El perro siempre debería llevar el bozal e ir de la correa así que caminemos y alejémonos del incidente. Si estamos en una situación en la que somos el objetivo, no lo empeoremos. Caminemos lentamente o quedémonos quietos evitando el contacto visual. No hagamos cara a una confrontación ni aceptemos un desafío. Y después de que se nos pase el susto pensemos en cómo ser creativos para evitar que vuelva a ocurrir.
Recuperar el control no quiere decir dominar. Una de nuestras tareas principales en la rehabilitación de nuestro perro agresivo es conseguir mantenerlo controlado en todo momento (tanto por manejo como por adiestramiento).
Nuestro primer paso al trabajar con un perro agresivo es iniciar o rehabilitar de inmediato el historial de seguridad. El historial de seguridad se desarrolla si no permitimos que el perro se vea expuesto al estímulo que ataca su sensibilidad. ¿Hemos conocido alguna vez a alguien con quien no tuviéramos un historial de seguridad? Es decir, una relación fraguada en la desconfianza debido a acciones (o INacciones) que haya realizado esa persona. Mientras asociemos a esa persona de forma activa con nuestras susceptibilidades, desconfiaremos y sospecharemos de ella y de sus intenciones. ¿Tal vez un pariente? Esta sospecha y desconfianza nos hace estar a la defensiva, vigilantes, nos provoca estrés. ¿Se va a reducir nuestra actitud defensiva con ataques continuos a nuestras susceptibilidades y desconfianza continuada? No. De ninguna manera. A los perros les pasa lo mismo. Si no cuentan con un historial de seguridad en general entonces estarán vigilantes, irritados, sentirán desconfianza, sospecha y sí, mostrarán una actitud defensiva (léase agresiva). Nuestra primera tarea será comprometernos a rehabilitar el historial de seguridad general del perro y específicamente con nosotros, sus dueños. La falta de un historial de seguridad provoca falta de confianza y miedo y una bajada de los umbrales de la irritación. Una falta de un historial de seguridad lleva a que se tenga una perspectiva pesimista mientras que un historial sólido de seguridad promueve una perspectiva optimista. El pesimismo llevará a un aumento de la sospecha mientras que el optimismo lleva a la tolerancia y la confianza. Debemos comprometernos a no permitir que el perro se sienta atacado en su sensibilidad y que entre en un modo defensivo. Esta es la primera regla, recordémosla en todo momento. Esto quiere decir que debemos evitar respuestas sensibilizadas y gestionar el entorno del perro. Si el perro no puede confiar en nosotros entonces estamos perdiendo el tiempo con todas las otras opciones de tratamiento.
Como ya se ha mencionado los perros aprenden con cada acontecimiento de su vida, incluidas las relaciones sociales, y suelen usar ese conocimiento para predecir acontecimientos futuros. Si los resultados son irregulares el perro suele realizar comportamientos de búsqueda de control. Esta búsqueda de control es agresiva por naturaleza. Los perros necesitan una estructura, necesitan límites claros y coherentes de forma que no se sientan en la necesidad de ponerlos a prueba constantemente. Tenemos que proporcionarle al perro una estructura de forma que sea capaz de acostumbrarse a seguir las instrucciones y buscar nuestra orientación. Cuanto menos control tengamos y menos estructura proporcionemos más se adaptará el perro a sus impulsos y utilizará cualquier comportamiento que sienta que es apropiado para el momento. Estos comportamientos pueden ser agresivos. Nuevamente esto no quiere decir que lo castiguemos o lo tratemos con dureza. Si utilizamos la coerción para la supresión simplemente aprenderá a adaptarse y aprenderá cómo evitar los castigos (véanse los artículos La Tercera vía —The Third Way— de Chris Bach). El perro parecerá manipulador pero simplemente está buscando alguna coherencia con la que contar. Tenemos que ser capaces de conciliar el cariño y la amabilidad con una cierta estructura, coherencia y firmeza.
Muchas personas tienen la seguridad de que los métodos punitivos «funcionan». El miedo inhibe la agresión, lo cual es en parte la razón por la cual las personas sienten que funcionan sus acciones. Si utilizamos el miedo para inhibir la agresividad puede que sintamos que funciona a corto plazo pero es sólo cuestión de tiempo que el sistema se venga abajo totalmente y cuando lo haga el problema será mucho peor que antes. El historial de seguridad se habrá esfumado y será muy difícil de rehabilitar. Una vida de miedo y coerción es una manera de distorsionar la percepción y crear una neurosis que evita que el animal utilice los datos del mundo exterior para guiar su comportamiento. Las consecuencias dejan de funcionar sobre el comportamiento del perro a medida que va tomando más y más señales de sus percepciones distorsionadas y neuróticas sobre el mundo que le rodea. Después de todo, el mundo exterior, incluidas sus consecuencias, debe ser el animal quien lo perciba y evalúe. Estos perros que son tratados por dominancia y con castigos acaban siendo un completo desastre y llegan a extremos que en muchos casos no se pueden rehabilitar. Lo comento porque el mundo del adiestramiento canino se ha visto inundado de programas de dominancia y teoría de la manada y no me gustaría que esta exposición sobre el control y la estructura se relacionasen con nada que tenga que ver con la dominancia y el castigo.
Al contrario, el control se consigue estableciendo un vínculo de confianza y a través de un adiestramiento que beneficie a ambas partes en una situación de ganancia mutua. Se construye haciendo que la relación sea beneficiosa para el perro y utilizando el principio de Premack y la noción de acceso indirecto.
En las interacciones del día a día con el perro podemos promover un comportamiento pro-social y no promover el comportamiento antisocial. No se trata sólo de las sesiones de adiestramiento sino de las interacciones de cada día. En esta categoría también debemos incluir el principio de Premack de acceso indirecto.
Para los perros que están mimados, como se ha comentado, que esperan que el mundo gire a su alrededor y lo controlan todo, estos ejercicios son de especial importancia. Al aprovechar los acontecimientos del día a día para adiestrar de forma divertida animamos al perro a que controle sus impulsos y a que sea más tolerante. Un perro que espera que las cosas buenas provengan de nosotros y que siente que dependen de comportamientos pro-sociales tenderá a comportarse con más tolerancia. A los perros miedosos y sensibles es muy importante evitar intimidarlos. Puede ser difícil evitarlo con algunos pero debemos buscar la manera para que estas oportunidades de adiestramiento sean divertidas y no negativas.
Con los perros más ansiosos queremos evitar el «¡uy!», así que seamos suaves y preparémoslos para el éxito. Debería ser una experiencia divertida para todos los perros una vez que le encuentren el gusto. Después de todo saben lo que necesitan para conseguir lo que quieren y saben que no es gruñir y morder. La coherencia inherente a este programa beneficiará a todos los perros.
Cuando instauremos el principio de Premack y la rutina de acceso indirecto controlaremos los refuerzos del perro. Son las cosas más valoradas por el perro. Dado que cada perro es diferente el nuestro tendrá su propia lista de cosas que le gustan. Saber exactamente qué le gusta ayudará a añadir claridad al programa. Queremos utilizar esas cosas favoritas para el programa de tratamiento.
DEBERES: hagamos una lista de los 10 refuerzos principales de nuestro perro. Pueden ser cualquier cosa: un paseo, un refuerzo específico, estar en el sofá, atención, un juguete, un juego concreto, etc. Lo que no debemos anotar son los que no queremos utilizar, como morderle al cartero. Hagamos una lista por orden, el número uno debe ser el más valioso y el diez la décima cosa favorita. Escribamos la lista y pongámosla en el fichero. Ahora tenemos que tener en cuenta que el acceso a cada una de estas cosas es una oportunidad de construir una relación mejor con el perro y adiestrarlo. Hacer lo que le pedimos es la oportunidad que tiene de conseguir las cosas buenas de la vida. ¡Todo el mundo gana!
Suzanne Clothier en su libro Finding a Balance Issues of Power in the Human/Dog Relationship propone un ejercicio en el que tenemos que hacer dos columnas en un trozo de papel. En la parte izquierda debemos escribir «Yo hago» y en la derecha «El perro hace». En la parte de «Yo hago» escribimos las cosas que hacemos por el perro que no puede hacer por sí mismo. Seamos creativos. No nos limitemos a escribir sacar al perro, ofrecerle la comida, etc. Cualquier cosa que el perro toma como positiva debe ser incluida. Hagamos una lista de 25 elementos por lo menos. Pensemos como el perro. Clothier describe cómo a sus perros les resulta agradable observarla cuando va al baño. Esto es algo que estaría en su lista de cosas que le gustan al perro y que ella proporciona. Pensemos así. Ahora en la parte derecha escribamos al lado de cada elemento exactamente lo que el perro hace para conseguir ese evento. Lo que tiene que pagar por esa cosa. Si llegamos al final y vemos que todas esas cosas no dependen de nada, entonces indica que tiene acceso directo a ellas. ¿Por qué no aprovechamos estos refuerzos?
Muchos perros tienen problemas con que se les desplace (que se les pida que se muevan de un lugar a otro). Si nuestro perro no es así entonces es una medida preventiva porque la agresividad se generaliza rápido. El objetivo de este ejercicio es darle indicación al perro de que se mueva de forma frecuente y luego desplazarlo y reforzarlo mucho. No sobornemos al perro. El premio debería ser una sorpresa. Utilicemos una combinación: en ocasiones una orden de situación (dirección) y otras veces desplacemos al perro físicamente. El objeto diana también funciona bien para enseñarle a que se traslade a otro lugar. Cuando hablamos de desplazarlo físicamente no nos referimos a corregirlo con la correa o actuar de forma ruda con él. Guiémoslo con suavidad. Si tiene problemas con que lo toquemos o con el collar/arnés entonces hagamos algún ejercicio de desensibilización para que sea una experiencia más agradable. Se supone que esto tiene que ser una experiencia agradable y satisfactoria. El perro entonces debería empezar a esperar ser desplazado. Justo después de desplazarlo démosle un premio especial o interaccionemos con un juego de tirar. Intentemos utilizar refuerzos activos. Empecemos a desplazar al perro de lugares que no provocan una defensa activa. Si el perro protege un lugar no forcemos esos estímulos desencadenantes. Lo que pretendemos es convertir un evento ligeramente irritante en algo que le guste. También podemos llamarlo para que venga desde su sitio hasta donde estamos.
Otra manera interesante de tratar este asunto es el adiestramiento con el clicker para que el perro rinda más. Preparemos el clicker y los premios. Caminemos hacia el perro. Cuando se aparte de nuestro camino hagamos clic y demos el premio. Repitamos. Cuando esto sea fiable podemos utilizar una señal y al darla caminar hacia él, y cuando se mueva hacemos clic y premiamos. Una vez que aprende esto de forma fiable podemos hacer ejercicios con el perro sentado y luego echado para pasar a situaciones más complejas como cuando está en el sofá, etc. Avancemos de forma gradual.
La inhibición del mordisco es simplemente la cantidad de presión que realiza el perro con los dientes cuando entra en contacto con la carne. En un mundo perfecto los perros aprenden esta destreza durante sus meses de adiestramiento en la etapa de cachorros pero muchos no tienen esta oportunidad por diferentes razones. Nuestros objetivos, al enseñar la inhibición del mordisco, son varios: este adiestramiento no sólo ayuda al perro a comprender la presión que ejerce con sus mandíbulas sino que también le enseña a autocontrolarse en circunstancias en las que se sentirá excitado y estimulado. Además, podemos utilizar estos juegos para reorientar parte de la frustración y de la energía física que pueden ser los causantes de exacerbar el problema en un primer momento (Rushman, comunicación personal).
El desarrollo de la inhibición del mordisco en los mordedores de nivel 1 a 3 se puede establecer planteando situaciones en las que proporcionamos feedback al perro. Pueden utilizarse los juegos de tirar y el frisbee, en los que nuestra mano está en estrecho contacto con los dientes del perro, o darle de comer trocitos pequeños con la mano. Si en el proceso el perro nos arrebata las cosas o toca nuestra piel, cuando utilizamos comida, entonces, para garantizar el éxito, haremos los ejercicios sólo después de comer ya que su mordedura será más suave si no está hambriento (Rushman, comunicación personal). Al contrario, con un perro al que no le motiva la comida, tanto como al que la arranca de nuestras manos, el ejercicio dará mejores resultados si lo realizamos antes de la comida. Permanezcamos siempre tranquilos cuando hagamos los ejercicios, excitar al perro puede hacerle perder el control del mordisco y lo pondrá en el camino del fracaso (Rushman, comunicación personal). Empecemos con el truco de los adiestradores de caballos, mantengamos los premios en los pliegues de la palma de nuestra mano más que entre los dedos. Esto obliga al perro a usar los labios y la lengua más que los dientes (Rushman, comunicación personal). Sólo cuando el perro haya aprendido esto debemos empezar a ofrecerle la comida entre los dedos, los accidentes nos obligan a gritar y dejar la habitación inmediatamente con el juguete o trozo de comida si es posible, pero sin él si es necesario. Sigamos con los ejercicios hasta que se muestre obviamente más sensible con las mandíbulas y luego continuemos haciendo seguimiento a lo largo de su vida introduciendo intencionadamente los dedos en su boca cuando le ofrezcamos comida o juguetes. Cuando el perro consiga no aplicar presión, añadamos órdenes de obediencia al juego. Empecemos con niveles muy bajos de excitación, hagamos que el perro se siente antes de continuar. Cuando mejore su capacidad, podemos hacerlo con diferentes niveles de excitación. Esto mejora el autocontrol (Rushman, comunicación personal). Si creemos que una mordedura ha sido accidental pensemos que estos son los mismos animales que pueden cazar una mosca de un bocado. Si fue un accidente entonces pueden aprender a ser más cuidadosos y precavidos. Realicemos de vez en cuando estos ejercicios como recuerdo. Le ayudarán a desarrollar un sentido de atención pero también tienen efectos en la mordedura en la vida real aunque menores que en el contexto de los ejercicios de inhibición. Si se activa la respuesta lucha/huida o el mecanismo depredador, la inhibición del mordisco que hemos desarrollado tendrá diferentes grados de efecto en el resultado del mordisco. Sigue siendo parte del paquete total de tratamiento porque el adiestramiento también ayuda a mejorar el autocontrol. Recordemos que tendremos que utilizar todo lo que podamos para luchar contra el problema.
Desarrollar la inhibición del mordisco en mordedores del nivel 4 a 6 es un asunto totalmente diferente. Lo incluyo para que la información resulte completa, y para que aquellas personas que estudian para convertirse en asesores de comportamiento y lean este libro puedan sacar sus propias conclusiones, pero tengo que decir que nunca propongo esto en mi propio trabajo porque con esta intensidad de mordisco el riesgo es demasiado elevado y estoy convencido de que hay factores que provocan que un perro muerda más fuerte que no se pueden modificar hasta un nivel razonable. Simplemente atajo el problema desde otros frentes. Los ejercicios serán los mismos que para perros con menor riesgo pero tendremos que usar más medidas de precaución. Si el perro tiene un problema con la comida entonces dar la comida con la mano puede que no sea la forma ideal de trabajar. Si el perro protege juguetes, entonces uno de tirar tampoco será recomendable. Si el perro tiene un problema con que le toquen la cabeza o el hocico entonces debemos evitar, de momento, lavarle los dientes. Si nos sentimos incómodos con el ejercicio paremos de inmediato y no sigamos. Suavizar el mordisco es bueno si lo podemos hacer con seguridad pero en algunos casos una mordedura fuerte no puede condicionarse y si el riesgo es alto entonces no merece la pena. Tenemos que considerar algo más, estamos tomando precauciones especiales pero creo que Patricia McConnell lo expresa perfectamente cuando explica en su libro The Cautios Canine que todas las mordeduras que había recibido siempre le parecían en tiempo pasado y no en el presente o futuro. Describía la rapidez con que podía ocurrir un ataque. Tendremos muy poco tiempo o ninguno para reaccionar. ¡No propondría estos ejercicios para mordedores del nivel 4 a 6!
Notas que debemos considerar: Al jugar, el perro no va a llevar bozal. Esto quiere decir que nosotros (y cualquier persona que nos esté ayudando) correremos más riesgo durante estos ejercicios. No los hagamos si no nos sentimos totalmente cómodos con ellos. Las órdenes de obediencia se usan en todo el juego que realizamos con el perro (agresivo o no) así que es importante que las conozca bien antes de empezar a realizar juegos. El uso de órdenes de obediencia es importante. Le ayudan a seguir concentrado y aumenta su autocontrol en situaciones en las que con probabilidad se excitará y se pondrá nervioso. Además de las órdenes de obediencia será necesario que el perro tenga un conocimiento práctico de las órdenes como «suelta», que nos permiten recuperar el control sobre el juguete. Estas órdenes hay que enseñárselas antes de jugar con el juguete. ¡NO permitamos que los niños participen en estos juegos hasta que el perro los haga MUY bien en todos los sentidos y NUNCA lo permitamos si el perro alguna vez ha agredido a niños!
Paso 1. Mantengamos el nivel de excitación del perro en niveles no problemáticos. Tengamos cuidado. Trabajemos con seguridad.
Paso 2. Evitemos objetos o comportamientos conflictivos, concentrémonos en los ejercicios que no activan al perro. Tengamos cuidado.
Paso 3. Atemos la correa a un poste para poder escapar en caso necesario.
Paso 4. Cuando no se realicen los ejercicios procuremos mantener la diversión, los juegos e interacciones con el perro a mínimos de forma que los momentos de diversión con nosotros tengan más valor.
Paso 5. Empecemos a jugar con juguetes de tirar (si es un ejercicio viable para nuestro caso). Tenemos que mantener el control del juego. Se debería jugar sólo con un juguete específico que reservaremos para este fin y que mantendremos guardado el resto del tiempo. Tiene que dejarlo cuando se le ordene. No debe acceder a él hasta que se le diga y sobre todo no debe tocar la piel humana o la ropa. Hagamos que la actividad sea divertida y continua. Mantengamos los niveles de excitación en un punto manejable y realicemos muchas pausas con ejercicios de obediencia. En el instante en que nos toque la piel o la ropa digamos «¡AY!», como si nos hubiera hecho mucho daño, incluso si fue un toque muy leve, levantémonos inmediatamente y marchémonos con el juguete si lo tenemos, pero si no lo tenemos marchémonos igual si eso nos retrasa. Después de unos minutos volvamos a entrar, pidámosle que se siente y tal vez hagamos unos cuantos ejercicios de obediencia y reiniciemos el juego a modo de refuerzo. Repitamos el juego durante muchas sesiones y seamos coherentes en el feedback. Si cualquier parte del juego provoca una agresión real o no disminuye la fuerza y frecuencia de las mordeduras dejemos el proceso y busquemos ayuda profesional.
Paso 6. Apliquemos el mismo proceso y cuidados al darle de comer con la mano. En los pasos iniciales pongamos pequeños trozos de comida en la palma de la mano, sujetos en los pliegues de esta. A medida que avance el ejercicio pongamos un trozo pequeño (del tamaño de un guisante o menos) entre el índice y el pulgar de forma que asome un poquito. Mostremos el premio. Si lo agarra con cuidado, dejémoslo ir y tal vez digámosle lo bueno que es dejándole un par de trocitos adicionales delante de las patas. Si se abalanza o muerde la piel sin mucha consideración, digamos «¡AY!», si nos es posible retengamos la comida, pongámonos de pie y marchémonos. Intentemos hacer todos los ejercicios en una habitación en la que no esté su cama, jaula o juguetes de forma que se quede aburrido si nos vamos. Utilicemos un corral para bebés por el que podamos salir y él no pueda seguirnos o simplemente cerremos la puerta. Démosle un par de minutos para apreciar el contraste entre lo divertida que resulta nuestra presencia y lo aburridísimo que es sin nosotros. Luego regresemos, pidámosle alguna de las respuestas de obediencia e intentémoslo de nuevo. Repitamos durante varias sesiones.
Paso 7. Continuemos los ejercicios de forma regular y sistemática. Se ha defendido (Lindsay, 2000) que hay perros con boca dura por razones fisiológicas o anatómicas, por lo menos parcialmente. Puede ser difícil suavizar la mordedura de un perro con boca dura así que si no podemos hacerlo con seguridad mejor no intentarlo. Una vez más, no propongo realizar los ejercicios de suavizar el mordisco con perros que muerden entre los niveles 4 a 6.
El control verbal resulta de vital importancia para cualquier perro que tenga tendencias agresivas. El control verbal no sólo nos dará una manera de prevenir o detener un acontecimiento trágico sino que también nos da la oportunidad de desensibilizar al perro de forma más fácil a los estímulos desencadenantes y nos ayuda a enseñarle comportamientos de sustitución adecuados.
Propongo con vehemencia el adiestramiento con el clicker. Sin él no nos comunicamos de forma tan efectiva con el perro: el clicker es más claro, conciso y único que las palabras o mostrar señuelos. Ya comentamos que el clicker es un pequeño dispositivo que hace un sonido tipo clic-clic cuando se aprieta. Al principio el clic no tiene significado para el perro. Es un estímulo neutro. A través del condicionamiento clásico asociamos los dos estímulos (el clicker y el refuerzo) hasta que el sonido clic estimule una respuesta que sea semejante a lo que haría el perro si recibiera el refuerzo real. El premio, por ejemplo, sería el refuerzo no condicionado y una vez que se realiza la asociación, el clic sería el refuerzo condicionado. Así que una vez que se asocian en la mente del perro oirá clic e inmediatamente después se sentirá reforzado aunque no haya recibido todavía el premio. El sonido clic le comunica al perro «que en ese preciso instante, lo que has hecho cuando oíste clic es justo lo que quiero, y es más, es lo que te hace ganar el premio y ganarás más en el futuro». Muchos comportamientos ocurren tan lejos o fuera de nuestro alcance que el clicker nos permite marcarlos de forma precisa. Podríamos decir simplemente «sí», pero eso arruinaría esta palabra en el uso diario (estaría devaluado porque la decimos a menudo sin ningún significado para el perro) así que la asociación falla, es diferente dependiendo de quién la diga y no podemos ser tan precisos con las palabras como con el clic instantáneo. Así que comprémonos un clicker y un libro para aprender a usarlo. Podremos encontrar clickers y excelentes publicaciones sobre el tema en www.knsediciones.com. No necesitaremos el clicker para el resto de nuestras vidas. El clicker se usa para enseñar nuevos comportamientos o para repasar los existentes así que no se necesita para siempre. Una vez que el comportamiento se ha condicionado bien podremos dar el premio siguiendo un plan pero sin el clicker. Ahora incluso hay clickers electrónicos de forma que si estamos en una clase en grupo cada clicker suena en una frecuencia un poco diferente para que no haya confusiones. El único problema es que al comprar este producto electrónico apoyamos al fabricante que produce los collares que dan descargas eléctricas.
Para «cargar» el clicker, quiere decir crear una respuesta condicionada al mismo, sólo tenemos que asociar de forma repetida el clic y los premios. La forma más simple de cargar el clicker es hacer clic y premiar y repetir en varias ocasiones seguidas. El premio debe darse en los 3 segundos siguientes al clic. Intentemos asegurar que el perro no hace algo que no nos gusta cuando hacemos sonar el clicker y lo premiamos. Recordemos que el premio debe seguir siempre al clic. No hagamos nunca clic sin premiar. Si no marcamos el comportamiento en el instante preciso en uno o dos ensayos no pasa nada. Simplemente conformaremos el comportamiento que estaba realizando el perro en el momento en el que hicimos sonar el clicker pero no debilitemos la asociación con el clicker olvidando dar el premio después. Sabremos que el clicker está cargado cuando hagamos clic y el perro muestre cualquier comportamiento o expresión facial que indique que está dispuesto a recibir un premio. Al principio sobre todo usemos premios que le gusten muchísimo. Los trocitos de hígado (desecado y liofilizado) suelen ser una buena elección. A mi perro le encantan las salchichas de pollo cortadas y pasadas por el microondas para que no estén escurridizas, también trabaja para que le dé Cheerios, lo cual es mejor para su salud. Recordemos que el valor del refuerzo lo fija el perro y es relativo: cada premio (que utilizamos para reforzar el comportamiento deseado) tendrá valores diferentes en contextos diferentes. Los premios deberían tener el tamaño de un guisante o menos. Si pasa tiempo masticándolo se romperá el fluir del adiestramiento y se hartará pronto. Posteriormente podemos utilizar Cheerios y otras golosinas muy apetecibles. Utilizaremos los Cheerios para las ocasiones en que lo hace bien y las golosinas súper ricas para cuando lo hace genial. Y al combinar (por ejemplo) Cheerios con salchichas en la misma bolsa le daremos Cheerios con sabor a salchicha, ¡otra gran elección! Esto nos ayudará a moldear sus respuestas.
Los tres comportamientos principales que tendremos que tratar en un perro agresivo son «sienta», «mira» y «deja». Los explicaremos brevemente a continuación. Una clase particular con una adiestradora de clicker nos ayudará a empezar.
Empecemos con una duración fija para las sesiones de adiestramiento. Inicialmente de 10 a 15 minutos serán suficientes. Una vez que se afiance el comportamiento podemos empezar a readiestrar al perro agresivo. Empecemos en una habitación con pocas distracciones.
«Mira» significa establecer contacto visual y no romperlo hasta que lo liberemos con el clic o con alguna señal como decir «vale» o echar las manos al aire. El contacto visual nos ayudará de diversas maneras importantes. En primer lugar abre las líneas de comunicación. No podemos comunicarnos con un perro que no nos presta atención o que tiene miedo a mirarnos. Necesitamos su atención. También nos permite redirigir su atención. Si mira con intensidad a otro perro, por ejemplo, desarrollará una visión de túnel y su nivel de excitación aumentará hasta que llegue al climax de la explosión. El contacto visual nos permite mantener su atención en nosotros. Podemos añadir una señal verbal pero queremos que sea su comportamiento inicial por defecto. Eso quiere decir que no tengamos que pedírselo de forma activa, que el perro elija voluntariamente establecer contacto visual con nosotros todo el tiempo. Esto ocurre si tenemos muy en cuenta lo que se detalla a continuación:
Primero sonriamos. Sonriamos siempre que trabajemos con el perro. Pongamos una recompensa en nuestra mano y mantengámosla a un lado lo más lejos posible de él. El perro la mirará. Nuestro trabajo es ser pacientes y esperar. No hagamos nada con la cara o la voz para que el perro nos mire. Sé que es tentador pero resistamos el impulso. En algún momento nos mirará, incluso si es durante un breve instante porque se pregunta qué hacemos. En ese preciso instante tenemos que hacer clic y premiar. El instante en el que premiamos es vital en este caso. Pensemos en el clic como en el objetivo de una cámara. Se refuerza lo que esté haciendo en esa décima de segundo en que hacemos clic, no lo que iba a hacer o lo que hizo antes sino lo que estaba haciendo en ese instante. No es fácil hacer clic justo en el instante en el que nos mira pero aproximémonos cuanto sea humanamente posible. Repitamos varias veces.
Si nos cuesta conseguir que nos mire podemos intentar un nivel intermedio. Hagamos clic cuando no mire el premio y repitamos varias veces. Cuando aleje la mirada del premio con más frecuencia o más rápido pasemos al siguiente nivel. Esperemos que nos mire. A partir de este momento debería fluir con mayor rapidez con ese paso intermedio.
El siguiente nivel, una vez que el perro establece contacto visual incluso aunque sea brevemente, es esperar un poco más. Ahora esperemos una mirada comprometida. Esto quiere decir que está dispuesto a establecer contacto visual con nosotros pero tendrá que hacerlo durante un periodo más amplio de tiempo. Nos mirará preguntándonos por qué todavía no ha oído clic así que volverá a mirar la recompensa. Esperemos que haga contacto visual de nuevo y mantengámoslo ahí tres segundos. En una mirada sostenida seguramente dejará de respirar un momento y cerrará la boca. Cuando establezca el primer contacto visual sostenido, hagamos clic y démosle el Bingo. ¡El Bingo! Es lo que marca los grandes acontecimientos, le ponemos varias golosinas a los pies un poco esparcidas (o démosle con la mano varias golosinas seguidas rápidamente) en vez de darle sólo una. A continuación repitamos los ejercicios varias veces en varias sesiones.
Empecemos a cambiar la manera de sujetar los premios de forma que no se le ocurran ideas extrañas como que tenemos que tener el brazo derecho hacia delante para que funcione esta orden.
Después empecemos a introducir distracciones. Para ello, invitemos a otra persona (sola o con perro) a estar en la habitación (no utilizaremos nada que en el pasado lo provocase como desencadenante, ¡todavía es muy pronto para eso!). Intentemos que el trabajo sea gradual de forma que lo encaminemos hacia el éxito. Cuando establezca contacto visual hagamos clic y premiemos. Sigamos aumentando la duración y los niveles de distracción de forma gradual. Introduzcamos las variables, distracción y duración, de forma separada y relajemos una de ellas al hacer la otra. Lo veremos a continuación.
Intentemos reconocer cuándo un perro ofrece contacto visual voluntariamente y reforcé-moslo por ello. También es posible que comencemos a percatarnos de que le resulta tan gratificante que comienza a hacer contacto visual cuando se siente inseguro o estresado. Si establece contacto visual y se comporta de forma tranquila y relajada entonces demos el Bingo en esos momentos. Es exactamente lo que queremos. Queremos que nos ofrezca el comportamiento de forma voluntaria como estrategia para sobrellevar una situación que le resulta complicada o a modo de comportamiento alternativo ante aquello que no nos resulta aceptable.
«Sienta» significa que cuando se da la señal el perro inmediatamente pone los cuartos traseros en el suelo mientras la parte delantera está elevada y permanece así hasta que lo liberamos. Es importante contar con una definición clara para que sepamos cuál es nuestro objetivo. Veamos cómo se hace:
Mantengamos una golosina en la mano entre el pulgar y el índice. Enseñémosela para que la huela y lo utilice como diana. Mantengamos la palma de la mano boca arriba. Una vez que el perro ha fijado y localizado la golosina movamos la mano hacia arriba y hacia fuera, entre sus ojos y hacia su cola mientras sigue el señuelo. Al mirar hacia arriba y atrás sus cuartos traseros deberían tocar el suelo. En el instante en que lo haga hacemos clic y premiamos. Si salta seguramente es porque hemos elevado demasiado nuestra mano, así que mantengamos la golosina muy cerca de su hocico durante todo este proceso para evitarlo. Si continúa desplazándose hacia atrás sin más intentemos hacer el ejercicio contra una esquina o una pared de forma que no pueda retroceder, siempre y cuando verse acorralado no afecta a su sensibilidad (le haga sentirse incómodo). Repitamos la secuencia tres veces. Esta vez le enseñaremos al perro que no tenemos nada en la mano. Mantengamos la comida en la mano del clicker, detrás de la espalda o en la bolsa de los premios. Atraigamos al perro para que se siente utilizando la mano que antes tenía el señuelo. Cuando se siente hagamos clic y démosle el Bingo. Dejemos caer varios premios a sus pies. Cuando se dé, en el ejercicio, un avance de este tipo seremos generosos con los premios. Repitamos varias veces más utilizando el señuelo y luego un par de veces sin él. Empecemos a simular que lo atraemos. Cuando hablo de «simular» me refiero a hacer el movimiento no tan marcado como el original y más parecido a la señal con la mano que se utilizará al final. La señal debería ser algo así: mano extendida, el codo a unos 45 grados, palma hacia arriba. Moveremos la mano hacia arriba en dirección al hombro. Poco a poco hagamos que la manera de atraer al perro se parezca más a la señal manual. Una vez que las cosas van bien demos de forma sistemática los premios con una frecuencia variable. Ahora no premiaremos cada una de las respuestas. Hagamos que la espere e intente adivinar cuando llegará. No queremos darle tan pocas que deje de intentarlo ni tampoco demasiadas. Intentemos hacer clic y premiar cuando haga algo excelente, cuando haga algo rápido y con entusiasmo. Si elegimos bien las respuestas que reforzamos y las que no, conseguiremos perfeccionar la respuesta. El ping pong de refuerzo ayuda a que intente adivinar. Evitamos reforzar digamos cada tercero o cuarto. Reforcemos en ocasiones de forma continua y otras esperemos varias veces antes de dar el premio. Los perros son capaces de detectar un patrón incluso si no nos damos cuenta de que lo tenemos, así que seamos listos. Mantengamos vivas sus expectativas.
Sugeriría que mantuviésemos la señal con la mano. El problema con las señales verbales es que muchos dueños suelen repetir una orden cuando el perro no responde, lo cual es una mala idea (véase la sección llamada Irrelevancia aprendida) y además se muestran más exigentes y agresivos cada vez que repiten la orden. Esto ataca la sensibilidad social o de ruido y muchas personas no se dan cuenta. Se puede evitar usando sólo la señal manual. Esto también animará al perro a mirarnos. Recordemos sin embargo que hasta este punto no le hemos dado ninguna señal verbal. No usemos la señal verbal hasta que tengamos la seguridad de que es el comportamiento que queremos de la manera que queremos. Vincular una señal a un comportamiento quiere decir «esta palabra SIEMPRE significará este comportamiento». Así que nos tenemos que asegurar de que lo que vemos es REALMENTE lo que queremos. Si queremos un comportamiento más rápido o más exacto sigamos trabajando antes de poner la orden verbal. No se empieza con la orden verbal, se termina con ella. Si queremos añadir una orden verbal se debe hacer lo siguiente: una vez que el comportamiento va bien y nos lo ofrece de forma sistemática con la señal manual, demos la señal verbal y luego hagamos la señal manual y hagamos clic y premiemos cuando se siente. Repitamos varias veces durante varias sesiones. Luego hagamos la prueba. Digamos «sienta» y esperemos. Si el perro se sienta démosle el Bingo. No repitamos la señal ni adiestremos al perro para que espere que se repita la señal un número de veces X para que responda. En otras palabras, la señal ya no será «sienta» sino «sienta, sienta, Sienta, ¡SIENTA!». No queremos caer en esa trampa. Si no realiza el comportamiento hagamos una «Respuesta ante ausencia de cambio (NCR)», que se describirá más adelante. No superpongamos señales. Damos la señal verbal y luego iniciamos la señal manual. Si lo hacemos al mismo tiempo o si se superponen, la señal manual simplemente hará sombra a la señal verbal porque los perros son muy visuales y esto hace que sea difícil o casi imposible establecer la señal verbal.
Una vez que el comportamiento va bien y se puede confiar en él y estamos seguros de que conoce bien la señal podemos empezar a hacer comprobaciones. Esto quiere decir aumentar los niveles de distracción. Se puede hacer llevando poco a poco al perro a que se siente en otras habitaciones que tengan más distracción y finalmente «llevarlo de gira», como diría Jean Donaldson.
Cuando adiestramos un nuevo elemento de comportamiento, concentrémonos sólo en ese elemento. Por ejemplo, ahora podemos empezar a trabajar la duración. Esto quiere decir que debemos bajar los niveles de distracción. Para aumentar la duración simplemente tenemos que esperar un periodo de tiempo muy breve después de que se siente y antes de hacer clic y premiarlo. Vayamos aumentando el tiempo poco a poco pero no olvidemos el efecto ping pong. Hagamos duraciones fáciles con frecuencia, pidámosle que se siente y contemos hasta tres en silencio. Si todavía está sentado hagamos clic y premiemos. La siguiente vez esperemos 4 segundos, luego 1 segundo, más tarde 7 segundos. Debe ser variable. Sigamos aumentando la duración poco a poco. Intentemos usar también el RDE (refuerzo diferencial de comportamientos excelentes) y celebremos los mejores. Un premio gordo (Bingo) de vez en cuando por un servicio excepcional ayuda a que el perro se mantenga motivado.
El siguiente elemento es la distancia. Entonces, relajemos la distracción y la duración de forma temporal. Pidámosle que se siente y cuando lo haga demos un paso atrás y luego hacia delante de nuevo. Si sigue sentado hagamos clic y premiemos. Repitamos varias veces. Después demos dos pasos atrás y uno adelante. Intentemos dar un paso a un lado, luego al otro. Incrementemos de forma gradual la distancia. Algunos objetivos podrían ser también caminar alrededor del perro una vez o que nos deje de ver ligeramente un momento. Una vez que esto funciona añadamos la duración y permanezcamos fuera de su vista periodos más largos antes de regresar. Luego empecemos a añadir distracciones de forma gradual: hagamos que adivine y pongámoslo en el camino del éxito. Si comete muchos errores es que vamos demasiado rápido, en ese caso retrocedamos y vayamos más despacio.
Cuando estamos en un nivel en que el perro entiende lo que le pedimos pero no realiza el comportamiento, hagamos una «Respuesta ante ausencia de cambio NCR» (Check Tompkins, Behavior International, Using the No Change Response). Tendremos que mostrarnos animados, alegres y en general contentos así que cuando no cumple no le daremos diversión. Cuando no cumple no lo miraremos y no le diremos nada. Nos quedaremos quietos sin aportar nada al evento, ni castigo ni refuerzo, nada. Contemos en silencio hasta cuatro y luego pidámosle que realice el comportamiento. La NCR adquirirá significado para el perro al cabo de un tiempo. Significará que hizo algo incorrecto y que no va a conseguir nada de nosotros. Esto es más efectivo que corregir o castigar y hagamos lo que hagamos reforzaremos, así que mejor no hacer nada. Si tenemos que hacer dos NCR seguidas indica que vamos demasiado rápido o que la sesión baja de intensidad por alguna razón. En este caso pidámosle que haga algo que sabe y que hace bien y terminemos la sesión de forma positiva.
Deja significa ignorar y alejarse de la cosa en la que nos concentramos en ese momento.
Empecemos a caminar con el perro de la correa. Tirémosle una golosina o un juguete a un lado de forma que tengamos que pasar cerca o asegurémonos de que hemos dejado algo ahí de antemano. El perro seguramente tirará de la correa para alcanzar la golosina o el juguete. Sigamos caminado como si no ocurriera. El instante en el que el perro deja de intentarlo hacemos clic y premiamos. Sin duda esto será en el momento en el que estemos tan lejos que casi no pueda verlo. Está bien. Al repetir el proceso una y otra vez veremos que cada vez ignora el objeto estando a menor distancia. Sigamos haciendo clic y premiando por ignorarlo. Llegará un momento en que veremos que, cuando le damos la oportunidad, el perro ignora el objeto de inmediato. Eso es excelente. Lo ha entendido. Está aprendiendo que no va a conseguir todo lo que quiere directamente y que si nos mira o ignora el objeto entonces le merecerá la pena. Al principio el perro tira de la correa para conseguir las golosinas. Seguramente veremos que un tirón leve (no una corrección en cualquier caso) es señal suficiente para que lo deje. Esto resultará útil también cuando queremos que deje algo inevitablemente y no queremos añadir más leña al fuego. Así que cuando seguimos andando la acción de tensar la correa será la señal para dejar el objeto y buscar nuestro refuerzo, cosa que recibirá. Este es exactamente el tipo de elección que queremos que haga. Me gustaría darles las gracias a Chris Bach y a Angelica Steinker (ambos lo descubrieron de forma independiente) por el truco.
Una vez que esto vaya bien y con confianza, empecemos a aumentar las distracciones. Quiere decir que utilizaremos su juguete favorito, a otra persona o perro en vez de las golosinas. Igual que con los demás comportamientos básicos del adiestramiento, tenemos que llegar a niveles muy altos de distracción. Del mismo modo que con «sienta» tenemos que usar los refuerzos de forma intermitente y reforzar generosamente (Bingo) cuando lo haga especialmente bien.
Para introducir una señal verbal digámosla, presentemos las opciones y cuando elija ignorar el objeto hagamos clic y premiemos. Repitamos varias veces en distintas sesiones y deberíamos ser capaces de «dejar», es decir alejarnos. Esto será útil si el perro va sin correa. Pero por supuesto si tenemos un perro agresivo no va a haber muchas ocasiones para esto, tal vez sólo en nuestro patio cerrado y seguro. Sin embargo nos permitirá disponer de una señal que nos ayude a atraer su concentración cuando se excite.
Enseñarle a un perro el control por el estímulo se consigue con muchos ejercicios del programa básico pero existen varios ejercicios específicos que se pueden utilizar.
Para los perros que se excitan con facilidad debemos hablar de forma pausada y con calma y movernos de forma relajada y lenta. Estos perros no suelen tener la disposición de pensar con claridad y relajarse si hablamos de forma animada y excitada. Se alteran con facilidad así que no queremos incrementar esto dando tirones de la correa o gritando órdenes.
Utilicemos la orden «sienta» para enseñar el control por el estímulo. Empecemos con niveles bajos de distracción y enseñémosle a sentarse. Incrementemos la duración de la posición al azar pero aumentando más cada vez. Luego retrocedamos en la duración y empecemos a añadir gradualmente algo de distracción, siempre intentando que el perro vaya en el camino del éxito. Pidámosle que se siente antes de que se ponga agresivo o muy alterado, mejor que después, de manera que tengamos la ventaja de enseñarle que puede sentarse y calmarse. Utilicemos el contacto visual para que se siente. La postura de sentado es perfecta porque es de no reacción y seguramente se sentirá menos vulnerable que si se le pide que se ponga echado. Una vez que consigamos usarlo para calmarlo en situaciones potencialmente explosivas tendremos que observar al perro con cuidado. Queremos pedirle que se siente antes de que se altere demasiado. Esto quiere decir que tendremos que observar las orejas, el rabo, la respiración, la mirada, el pelo del lomo y todo lo que nos exprese que aumenta su nivel de ansiedad. Hagamos que controle sus impulsos pidiéndole que se siente antes de que llegue a sensibilizarse. Empecemos el proceso en un entorno fácil y avancemos desde ahí.
Adiestremos, no restrinjamos. Por eso es fantástico el adiestramiento con el clicker. Podemos moldear libremente el comportamiento y evitar cualquier tipo de contacto físico reforzando las aproximaciones sucesivas al comportamiento final que deseamos obtener.
Adiestremos comportamientos que promuevan el control por el estímulo. Órdenes como «quieto» le enseñan al perro a controlarse. Adiestrar remarcando la duración del comportamiento y las distracciones le dará un sentido de rendimiento incluso cuando le gustaría hacer otra cosa en ese momento. Empecemos con entornos con bajos niveles de distracción y sigamos aumentando hasta asegurar el éxito.
El juego provoca respuestas emocionales incompatibles con la agresividad y es una fuente principal de vinculación por afiliación para los perros. A través del juego aprenden a relacionarse con los demás con opciones no agresivas. El juego también puede crear unos niveles de confianza apropiados, además promueve la alegría, la flexibilidad emocional y de comportamiento. Hagamos que el juego sea constructivo y estructurado. Utilicemos descansos de juego como refuerzo para que haya un mayor seguimiento del adiestramiento. Si a nuestro perro le gusta su juguete de lanzar o el de tirar (forcejear) lancémoselo o tiremos de él brevemente como refuerzo después de un clic por un comportamiento excelente.
Si tratamos un problema de agresividad evitemos los juguetes que puedan provocarlo. Si tratamos problemas por instinto depredador evitemos que el perro nos tenga que perseguir. Si la cuestión se centra más en la excitación asegurémonos de que nos divertimos pero de forma tranquila.
Si nuestro perro es difícil de predecir y parece que experimenta excitación relacionada con el control y la frustración, el juego puede ser muy peligroso.
«Empezar a jugar con un perro agresivo dominante [léase con agresividad por complejo de control] con un historial de ataques graves puede ser potencialmente muy peligroso. Estas actividades sólo se pueden introducir lentamente y con cuidado una vez que se haya dado un cambio del comportamiento significativo para reducir el riesgo. Los perros dominantes-agresivos muchas veces muestran una llamativa falta de interés por el juego y pueden sentirse agraviados por nuestras iniciativas y responder de forma agresiva si se les anima a jugar» (Lindsay, 2001, p. 253).
El juego sólo se debería iniciar de forma gradual (y algunas veces ni siquiera así) tras un cambio de la polaridad social en los perros con problemas de control. Véanse los ejercicios de tratamiento del complejo de control más adelante.
Dar de comer con la mano es una buena idea incluso si nuestro perro no tiene problemas concretos con la comida o su cuenco. Damos de comer con la mano para enseñarle que las manos son buenas, no malas, y que nosotros, la persona que le da de comer con la mano, somos la fuente de cosas buenas lo cual refuerza el vínculo entre nosotros y el perro. Empecemos a darle de comer sin el cuenco: pidámosle que se siente y cuando lo haga démosle la comida de nuestra mano. Si tiene problemas con el cuenco, poco a poco tendremos que desensibilizarlo por nuestra presencia cerca. Véase el tratamiento para la agresividad protectiva más adelante.
Si adiestramos al perro a ver la sonrisa humana como un elemento que predice cosas buenas podemos usarlo sobre todo cuando nos encontramos con alguna persona extraña que le da miedo. En ese caso podemos sonreír y sugerir que el extraño (sea una situación acordada con un amigo o un extraño real) sonría también. Esto puede hacer que superemos la desconfianza inicial del perro. Para adiestrarlo en esto, simplemente sonriamos muchas veces antes de darle cosas buenas hasta que el perro se muestre claramente complacido de vernos sonreír. También tendríamos que ayudarle a generalizar la lección trayendo a otras personas a que intervengan en el adiestramiento. Luego, cuando hagamos los ejercicios de adiestramiento, podemos utilizar la sonrisa para ofrecerle al perro una respuesta emocional diferente.
La nutrición puede tener efectos significativos sobre el comportamiento. Si le damos poca cantidad de comida hay bastantes posibilidades de que no consiga una nutrición adecuada. Los subproductos y los rellenos de cereal son bastante malos de por sí, pero además algunos conservantes, colorantes químicos y otros productos de este tipo que se usan para mantener la comida húmeda pueden dar problemas potenciales. Hay muchos perros que reaccionan de forma negativa a estos ingredientes y esto se puede traducir en problemas de comportamiento. La comida de baja calidad también suele usar mucho maíz, lo cual baja el nivel de serotonina en el cerebro. «Una fuente común de proteína en la comida para perros es el maíz. El maíz, sin embargo, contiene una cantidad inusualmente baja en triptófano y puede representar un riesgo para aquellos animales con sensibilidad a una baja actividad serotonérgica» (Lindsay, 2000, p. 100).
Este autor recomienda las siguientes dietas:
Más información en http://www.vegancats.com
El beneficio de una comida de mayor calidad es que normalmente tiene mayor densidad de energía y por lo tanto necesitamos dar menos cantidad para que el perro obtenga el mismo número de calorías. Por ejemplo, Innova Dog Food contiene 557 calorías por cuenco. La mayoría de las dietas de baja calidad sin embargo contienen entre 350 y 400 calorías. El perro que se alimenta con una dieta de baja calidad necesita casi 1 vez y media más de comida que el que come Innova. También producirá menos heces ya que digiere la mayoría de la comida. Además si ingiere comida de alta calidad estará más sano, lo cual significa que tendrá que ir menos al veterinario y habrá que comprar menos medicamentos.
«El aporte dietético de los aminoácidos triptófano y tiroxina, y otros aminoácidos neutros grandes influye significativamente en la biosíntesis y concentración de un grupo de neurotransmisores: la serotonina, la noradrenalina [también conocida como norepinefrina (NE)] y la dopamina, que se conocen en grupo como monoa-minas» (Strong, 1999, The Dog’s Dinner, p. 19).
La noradrenalina se encarga de inducir altos niveles de excitación que llevan a la agresividad, la dopamina se ocupa de la atención y la reactividad y la serotonina controla el humor, los niveles de excitación, sensibilidad al dolor y se cree que es uno de los elementos clave, cuando hay un déficit, para las respuestas impulsivas, agresivas, comportamientos antisociales, trastornos de la atención, trastornos hiperactivos, ansiedad y otros problemas de condicionamiento (Strong, 1999, —The Dogs Dinner—, p.19). Los perros que muestran una deficiencia de serotonina en el cerebro tienen una sensibilidad mayor al dolor, reaccionan en exceso y son muy emocionales.
Los aminoácidos individuales, que forman los precursores de estas monoaminas, compiten por la reabsorción de la sangre en el cerebro. Si ocurre un desequilibrio o una deficiencia el efecto es un desequilibrio en la química cerebral. «La producción cerebral de serotonina depende del triptófano derivado de la alimentación. El triptófano, igual que otros aminoácidos precursores utilizados en la producción de neurotransmisores llega al cerebro pasando a través de la barrera hematoencefálica» (Lindsay, 2000, p. 99). Es en la barrera hematoencefálica donde estos precursores compiten por entrar en el cerebro. Esto se debe a que hay pocas vías para su transporte. El triptófano procedente de la dieta es un precursor para la serotonina mientras que la tiroxina es un precursor de la norepinefrina y la dopamina. La tiroxina procedente de la dieta actúa como una especie de antitriptófa-no y por lo tanto antiserotonina. Por ello es tan importante asegurar que se evita un exceso de tiroxina y que se suministra suficiente triptófano. En comparación con los carbohidratos, las fuentes de proteína suelen tener un mayor nivel de tiroxina que de triptófano. En muchos casos un cambio a una dieta baja en proteínas tiene como resultado importantes mejoras del comportamiento. «… las dietas ricas en proteína tienden a dejar el cerebro con muy bajos niveles de triptófano» (Lindsay, 2000, p.99). «… las dietas ricas en carbohidratos aumentan los niveles disponibles de triptófano para la síntesis de la serotonina incluso si la comida en sí misma contiene sólo cantidades modestas de triptófano» (Lindsay, 2000). La cuestión sigue siendo por qué una dieta rica en carbohidratos afecta los niveles de serotonina en el cerebro de manera tan significativa si no hay mucho más triptófano en los carbohidratos que en la proteína, lo cual sería la explicación más simple. En el The Handbook of Applied Dog Behavior and Training, Lindsay explica que la producción de insulina en presencia de carbohidratos afecta a otros precursores de aminoácidos hasta el punto de que el triptófano tiene una ventaja competitiva en el transporte a través de la barrera hematoencefálica.
«(1) De manera natural el triptófano existente en el cuerpo representa sólo una proporción pequeña de los distintos aminoácidos que componen la proteína (aproximadamente entre un 1 y un 1,6%). Los demás aminoácidos más grandes y prevalentes compiten con el triptófano para llegar a un número limitado de vías de transporte y pasar la barrera hematoencefálica. El resultado de este panorama es que el triptófano se queda bloqueado y el cerebro se puede quedar sin almacenes del aminoácido necesario para la producción constante de serotonina. (2) Se necesita un proceso metabólico más complicado para explicar hasta qué punto una dieta rica en carbohidratos aumenta los niveles cerebrales de triptófano. Las dietas que contienen mayor nivel de carbohidratos que proteína (por lo menos 1 parte de proteína por 5 o 6 de carbohidratos) estimulan la secreción de insulina. Un efecto importante de la producción de insulina es que desvía los grandes aminoácidos neutros (distintos del triptófano) a los tejidos musculares. Debido a su estructura molecular única, que la diferencia de otros aminoácidos, la secreción de insulina no afecta de igual manera al triptófano. El resultado es que la proporción de triptófano en plasma aumenta mucho y así se obtiene una ventaja frente a otros aminoácidos que compiten por el transporte a través de la barrera hematoencefálica. Como resultado, la producción cerebral de serotonina aumenta significativamente» (Lindsay, 2000, p.99).
Si alguien encuentra los resultados de un estudio de Dodman y colaboradores (1996) (www.sonic.net/~cdlcruz/gpccc/library/protein.htm) como me ocurrió a mí cuando buscaba información sobre este tema, sus resultados puede que no desacrediten la teoría que se ha presentado tanto como pretenden. En ese estudio la única forma de agresividad que se veía afectada de forma positiva por una dieta baja en proteínas era la agresividad territorial con un alto componente de miedo. El estudio ha sido criticado (Lindsay, 2000, p. 100) por no mantener los niveles suficientes de proteína baja en la dieta de estudio, los niveles de carbohidratos puede que tampoco se mantuvieran a niveles lo suficientemente altos y los perros puede que no fuesen expuestos lo suficiente a la dieta como para comprobar resultados positivos. Un estudio más reciente publicado en JAVMA, Vol 217, Nº 4 el 15 de agosto de 2000 titulado El efecto del contenido de proteína en la dieta y los suplementos de triptófano sobre la agresividad por dominancia, agresividad territorial e hiperactividad de DeNapoli, Dodman, Shuster, Rand y Gross demostró que una reducción de la proteína sí tiende a reducir de forma significativa las agresiones pero sólo reduce de forma insignificante la hiperactividad. La bajada de proteína con suplemento de triptófano fue la opción más significativa para reducir la agresividad.
Sin embargo el quid de la cuestión lo vemos en la siguiente cita, que propone una intervención más eficiente.
«Sin embargo, el triptófano cerebral sólo se puede aumentar significativamente con ingesta de carbohidratos cuando el alimento rico en esta sustancia se da dentro de las dos o tres horas posteriores a la ingesta de proteína. La insulina se secreta en respuesta a la ingesta de los carbohidratos para regular los niveles de glucosa en sangre. La insulina también desvía otros aminoácidos neutros grandes a los tejidos esqueléticos periféricos donde se transmiten por las vías energéticas y del sistema inmunitario» (Strong, 1999, p. 20).
La Vitamina B6 también es un cofactor para la síntesis del triptófano en serotonina así que tendríamos que manipularlo con la intervención nutricional.
Todo esto se resume en el siguiente procedimiento para los perros agresivos:
Paso 1. Tomémonos 10 días para pasar la dieta del perro a una de alta calidad si no la toma todavía. Busquemos información independiente para hacerlo. No le preguntemos al empleado de la tienda de animales, los fabricantes los presionan y normalmente saben poco de nutrición. Intentemos centrarnos en el consumo de arroz, patatas o cebada como fuentes de carbohidratos más que en el maíz, que tiene altos niveles de tiroxina. Empecemos con el 90% de la dieta antigua y un 10% de la nueva. Aumentemos el porcentaje de la nueva dieta un 10% cada día hasta que el perro tome sólo la dieta nueva al 100%). Esto evitará dolores de estómago y diarrea.
Paso 2. Reduzcamos la comida seca para ir haciendo espacio para una dieta de carbohidratos puros.
Paso 3. Dos horas después de la dieta seca ofrezcamos una ingesta pequeña de carbohidrato puro. Tendremos que experimentar para ver lo que acepta. El carbohidrato está presente, entre otros alimentos, en las patatas, boniato, cebada, arroz integral y zanahoria. Debemos incluir un complejo de vitamina B o específicamente vitamina B6 a 1 mg/kg de peso corporal/día en la dieta de carbohidratos.
Los síntomas de mejoría deberían aparecer entre 1 y 10 días (Strong, 1999, p. 19). Sigamos esta dieta hasta que haya una mejoría significativa en el comportamiento acompañado de todas las formas de modificación del comportamiento. En ese punto podemos experimentar con un poco de comida seca baja en proteína en vez de darle una comida única. Si cambiamos a una dieta «light» no cambiemos a una con alto contenido en fibra, como máximo el 6%) pero preferentemente un 5%. Si nuestro perro no acepta la alimentación con carbohidratos simplemente podemos añadirlos a la comida seca o si eso no funciona busquemos una dieta que tenga el mínimo de proteína posible.
Al animar a nuestro perro a que disfrute y se concentre de manera activa en algo, promovemos la activación de la corteza cerebral que como ya hemos comentado impide que el sistema límbico active emociones problemáticas.
«Un perro o una persona que está concentrada en una tarea no se ve sobrecogida fácilmente por emociones poderosas. De hecho, puede dejar fuera estímulos irrelevantes para la tarea. Por eso perros que no se soportan pueden trabajar los unos con los otros en paz: su concentración no se centra en su respuesta emocional mutua sino en la tarea (por supuesto, en su tiempo libre…)» (Clothier, 1996, p. 27).
Veamos algunas ideas para aumentar la estimulación mental de nuestro perro.
Un perro cansado es un perro bueno. Seguramente habremos oído esto muchas veces. Hay una base fisiológica sólida que lo explica, además del agotamiento físico. La investigación indica que el estímulo físico ejerce una influencia terapéutica sobre la fisiología del perro (Lindsay, 2000, p. 112). El ejercicio estimula la producción de serotonina, NE y ciertas endorfinas, que son responsables de la alteración positiva del humor derivada del estímulo físico. «Además de la liberación de ciertas hormonas (betaendorfinas, ACTH [hormona adrenocorticotrópica] y cortisol), del sistema HPA [hipotálamo-pituitaria-adrenal], el ejercicio también aumenta la producción de NE» (Lindsay, 2000, p. 113). El estímulo físico que es breve y explosivo en su naturaleza puede tener una influencia estresante en el cuerpo mientras que un estímulo físico moderado y de duración más larga produce efectos beneficiosos demostrados.
«Aunque el ejercicio agudo y forzado parece que elimina las reservas de NE del cerebro (como se ha observado en la indefensión aprendida) y resulta estresante para los animales desde el punto de vista fisiológico, el ejercicio crónico parece que mejora la actividad noradrenérgica y aumenta la cantidad de NE acumulada en ciertas partes del cerebro. Además de mejorar la actividad noradrenérgica, el ejercicio también aumenta los niveles de serotonina en la amígdala central» (Lindsay, 2000, p. 113).
Parecería que hay una base fisiológica para sugerir el uso del estímulo físico regular en casos que impliquen cualquier tipo de estrés, ansiedad o reactividad. Lindsay describe su uso de esta manera:
«El hallazgo de que el ejercicio mejora la actividad serotonérgica es de importancia considerable con respecto al uso de ejercicio para la gestión de problemas de comportamiento relacionados con el estrés. En la neuroeconomía del cerebro la serotonina desempeña un papel modulador importante sobre el estrés y el control del comportamiento impulsivo no deseado. Las pruebas más prometedoras que apoyan el vínculo funcional entre la producción de serotonina y el ejercicio las han dado Dey et al. (1992) que demostraron una alteración significativa de la actividad sero-tonérgica central en ratas expuestas a ejercicio regular. El ejercicio diario ha demostrado generar una mejora pronunciada y mantenida del metabolismo de la serotonina en diversas áreas del cerebro incluida la corteza cerebral. Los autores sugieren que la corteza es seguramente el lugar neural que media los efectos beneficiosos del ejercicio sobre la depresión. … Los estudios antes mencionados apoyan la hipótesis de que el ejercicio, sobre todo el ejercicio diario y a largo plazo, tiene efectos potencialmente beneficiosos sobre la neuroeconomía del perro» (Lindsay, 2000, p.113).
«En general, la respuesta de los subtipos de receptores de la serotonina al ejercicio fue muy semejante a los efectos producidos por los antidepresivos tricíclicos» (Lindsay, 2000, p.113).
Los perros se parecen bastante a los humanos. Algunos están en buena forma y otros no. Si nuestro perro no ha llevado una vida muy activa tendremos que aumentar el estímulo físico gradualmente a lo largo de varias semanas. Evitemos empezar con un programa de ejercicio físico duro de repente. Esto seguramente estresará al perro y le provocará lesiones o enfermedades. Tendremos que evaluar la cantidad de ejercicio que ha hecho hasta el momento. Si tiene acceso a 20 acres de tierra 9 horas al día no quiere decir necesariamente que el perro haya hecho ejercicio alguno. Si se sienta al lado de la puerta o de su caseta todo el tiempo entonces no hace ningún ejercicio. Si por otra parte corre por el campo un par de horas cada día puede que haga ejercicio suficiente. No podemos responder a la pregunta de qué es adecuado sin evaluar los requisitos de ejercicio de cada raza y la edad del perro. Los perros menores de 1 año requieren mucho ejercicio pero debemos evitar cualquier forma de ejercicio que sea mala para las articulaciones, sobre todo para las razas grandes. Algunas razas como los Huskies Siberianos y los Border Collies se han criado para que necesiten muchísima estimulación física. En general los perros de trineo, los de pastoreo y trabajo necesitan horas de estímulo físico cada día. Algunos tipo de Lebreles como el Greyhound no son muy activos en general pero tienen momentos de energía en los que corren por el campo lo más rápido posible haciendo saltar la tierra a su paso. Esto es algo natural para ellos. Hay otras razas como el Bulldog inglés que son difíciles de motivar y si se les da la oportunidad se pasarán el día en el sofá. Esto es algo natural para ellos. Hablando de Bulldogs, es importante recordar que los perros braquioencefálicos (de morro corto) pueden tener dificultades para respirar cuando hacen ejercicio por lo que es importante tener especial cuidado con estas razas. No olvidemos realizar ejercicios de calentamiento y estiramiento con el perro antes de cada sesión. La conclusión es la siguiente. Informémonos sobre la raza y sus circunstancias especiales en cuanto al estímulo físico. Luego vayamos al veterinario a hacer un examen general. Consigamos el visto bueno del veterinario antes de empezar el programa de ejercicio. Luego, de forma gradual, vayamos acostumbrando al perro a la cantidad y tipo de ejercicios diarios ajustados a su situación específica y su raza. Lo previsible es que tengamos que mantener el ejercicio varias semanas antes de ver efectos duraderos en el comportamiento.
En cuanto a la gama de programas de ejercicio deberíamos elegir uno que se relacione con el objetivo de su raza. Sería estupendo que los perros de aguas nadasen, los perros de pastoreo pudiesen pastorear, etc., pero puede que esto no sea viable. Nadar para la mayoría de las razas y sobre todo para los perros de aguas, es probablemente el ejercicio físico más seguro y beneficioso que puedan hacer. Frente a otras formas de ejercicio tiene la ventaja de que evita que las articulaciones se dañen por impacto. Tengamos cuidado con los perros que tienen mucho peso delantero como los Boxers porque no nadan bien ya que tienden a hundirse por delante. También tienen menos grasa que la mayoría de otras razas así que tienen que hacer más esfuerzo para mantenerse a flote. Si hemos comprado un perro que requiere más estimulación física de la que podemos darle, lo que podemos hacer es jugar con él a lanzarle cosas y que las cobre. Podemos quedarnos quietos y lanzarle un frisbee, poner un Kong en una cuerda, una pelota de tenis o cualquier objeto que sea seguro para el perro. No a todos los perros les gustan los juegos de cobro de forma inmediata. Puede que tengamos que esconder el juguete cuando no jugamos con él para que sea más valioso. Es posible que tengamos que utilizar dos pelotas para que nos devuelva una y luego lanzarle la otra. Podemos buscar un buen libro de adiestramiento o consultar a un adiestrador sobre cómo enseñarle al perro a cobrar objetos. Hay un buen artículo en www.dogs-couts.com/retrieve.shtml sobre este tema. Por cierto, incluso los paseos largos no tienen por qué ser adecuados para todos los perros. Los perros tienen que trotar un poco para hacer ejercicio. Andar, incluso si son distancias largas, no suele ser suficiente excepto para algunas razas o cuando se trata de realizar el calentamiento antes de comenzar el programa de ejercicio. Correr e ir en bicicleta son otras opciones. Hay que tener cuidado con que el perro no nos tire o se meta debajo de las ruedas de la bici. Otra opción son los deportes caninos. El Agility es probablemente el más destacable ya que se trabaja mano a mano con el perro y resulta muy estimulante tanto física como mentalmente. El Flyball es otra opción, igual que el Freestyle con música. Todo esto son opciones. Lo importante es que cumplamos con los requisitos de estimulación física del perro de forma segura.
Hay que decir que todo lo que acabamos de ver está escrito desde una perspectiva norteamericana. Desde que escribí la primera edición hice un par de presentaciones en el Simposio Internacional Canino de Alemania. Se me aproximaron varios adiestradores que me presentaron sus quejas. Me explicaron que muchos de sus clientes hacían demasiado ejercicio con el perro, los perros estaban sobrestimulados y cuando les intentaban explicar esto a sus clientes les citaban mi libro en el que aconsejaba que el perro se ejercitase más. Sufrí un shock cultural. En Norteamérica, les expliqué, la gente normalmente no hace ningún ejercicio con el perro. Cuesta tanto convencer a la gente de que ejercite un poco al perro como sacarles una muela. Mucha gente ni siquiera lo saca a pasear. El perro se pasa el día literalmente tirado sin hacer nada, infraestimulado. Ellos me explicaron que en su país la mayoría de los perros salen a pasear varias veces al día y que de hecho estaban sobrestimulados. Así que me decidí a contar esta historia cuando tuviera la posibilidad de actualizar el libro. Hay siempre un término medio. Si nuestro perro está infraestimulado hay que darle ejercicio. Si hace demasiado, entonces necesita tiempo de relax. Tenemos que buscar signos de estrés y de fatiga. Cada perro es diferente y cada día es diferente. Tenemos que ajustamos a las necesidades de ejercicio del perro sin sobre o infraestimu-larlo. Busquemos ese término medio. Por lo demás aquel viaje fue una fiesta auténtica. Sheila Harper, Raymond Coppinger y yo nos lo pasamos de miedo hablando de perros y divirtiéndonos. Conocí a personas estupendas.
Existen varios principios del aprendizaje que se pueden usar al diseñar un protocolo de tratamiento. De forma genérica las técnicas de condicionamiento clásico se usan para influir en las respuestas emocionales mientras que las técnicas operantes se usan para influir en los comportamientos dirigidos a la obtención de objetivos. Dado que la mayoría de los comportamientos son una amalgama compleja de respuestas emocionales y comportamientos guiados por objetivos parece razonable considerar que ambas formas de aprendizaje ocurren de forma simultánea y por lo tanto que ambas técnicas serán útiles. En general cuanto más miedo esté presente, más se necesitará el condicionamiento clásico mientras que cuanta más irritación y frustración estén presentes más se necesitará el condicionamiento operante. Pero por supuesto la vía de acción habitual tendrá que implicar la interacción entre ambas técnicas. Como se ha comentado anteriormente, si nos centramos en el condicionamiento operante promoveremos el pensamiento activo, y el condicionamiento clásico ocurrirá como subproducto del condicionamiento operante basado en el refuerzo positivo.
Hemos revisado los procesos tanto de condicionamiento operante como clásico. Ahora tenemos que decidir cómo lo unimos todo y diseñamos un plan general y un protocolo de tratamiento específico. Esta sección nos ayuda en esta tarea.
Todo comportamiento agresivo es una amalgama compleja de repuestas emocionales y comportamientos operantes. Algunas formas de agresividad se basan sobre todo en el miedo mientras que otras se basan sobre todo en la frustración, irritación o impulsividad. Imaginémoslo como un espectro con el miedo de un lado y la frustración, irritación e impulsividad en el otro. Esto no quiere decir que no haya algunos perros que tengan problemas de ambos tipos pero normalmente podemos determinar si están de un lado o de otro.
Como se ha mencionado en general, cuanto más basado en el miedo sea el problema, más papel tendrá el condicionamiento clásico en el tratamiento mientras que cuanto más se centre el problema en la irritación, la impulsividad y la frustración, mayor papel tendrá el condicionamiento operante. Las técnicas principales del condicionamiento clásico son la desensibilización sistemática y el contra condicionamiento. Las técnicas principales del condicionamiento operante son el poner a prueba (proofing) y el refuerzo diferencial. Hemos hablado de en qué se tendría que centrar el condicionamiento operante dado que queremos que el perro piense y que tome sus decisiones pero también necesitamos que el perro que tiene miedo adopte una respuesta emocional modificada. Si el problema de nuestro perro se basa sobre todo en el miedo lo mejor es empezar por la desensibilización sistemática y el contra condicionamiento. Una vez que se ha avanzado un poco tendríamos que centrarnos en el condicionamiento operante. Para la agresividad basada en la irritación deberíamos empezar desde el principio con el condicionamiento operante. Repasemos nuevamente las descripciones que ya se han dado anteriormente para ver más detalles sobre cómo diseñar el programa basándonos en cada uno de los paradigmas. Básicamente la diferencia entre los protocolos de poner a prueba/refuerzo diferencial y los protocolos de desensibilización/contra condicionamiento es que con el condicionamiento operante enseñamos comportamientos alternativos antes de realizar los ejercicios, y luego los aplicamos al estímulo desencadenante aumentando los niveles de intensidad de forma que el perro no se active. Con el condicionamiento clásico, no queremos utilizar un comportamiento alternativo necesariamente. Más bien aumentamos la intensidad poco a poco de forma que el perro no se activa y asociamos el estímulo con cosas buenas. En la práctica se parecen bastante excepto por la cuestión de los comportamientos alternativos y en realidad tienen lugar ambas formas de aprendizaje.
Uno de los principios básicos al realizar estos ejercicios es que son voluntarios. Nunca debemos obligar al perro a enfrentarse a un estímulo que active su miedo. Si lo hacemos, el perro se pondrá «límbico» con nosotros y se sensibilizará. No aprenderá nada excepto que no puede confiar en nosotros y que tendrá que defenderse. Mantengamos al perro «cerebral» (operante).
Una de las cosas que tenemos que hacer primero es buscar una forma de mostrar un estímulo o algo que se parezca al estímulo a una distancia apropiada de forma que el perro lo note pero siga operante. Es interesante adiestrar antes de una comida o, si usamos juguetes como reforzadores, evitar que el perro tenga acceso a ellos durante varias horas (sino días) antes. Queremos que la comida y los juguetes sean muy valiosos (muchísimo) y si permitimos acceso libre a ellos los devaluamos.
Cuando realicemos técnicas de condicionamiento operante sentémonos estableciendo contacto visual o bien tengamos al perro a nuestro pie manteniendo el contacto visual.
A mí me gusta más usar juguetes que motivan a los perros, una cuerda para los forcejeos es una elección excelente porque nos permite mantener al perro muy próximo durante los ejercicios (por supuesto, si escogemos esta opción tendremos que renunciar al bozal; si nuestro perro ha causado algún daño ¡NO es una alternativa segura!). No olvidemos sonreír y actuar de forma animada. Mostrémonos contentos. Respiremos con normalidad, no debemos transmitir ansiedad al perro. Al utilizar un Gentle Leader u otros elementos del equipo deberíamos sentirnos con confianza. Recordemos dar muchos premios cuando se muestra un comportamiento alternativo. Yo propondría el uso del clicker. Hay personas que tienen demasiadas cosas a las que atender y no son capaces de usar el clicker en este tipo de situaciones estresantes. Si no podemos mantener la atención del perro y no nos sentimos con seguridad al usar el clicker entonces no deberíamos usarlo o mejor deberíamos ponernos en contacto con un adiestrador de clicker y que nos enseñe las cuestiones básicas. Si por otra parte lo sabemos manejar, entonces el clicker nos ayudará a comunicarnos con el perro de forma más efectiva y nos dará algo en lo que concentrarnos. Apliquemos las respuestas que le hemos enseñado al perro para realizar el procedimiento de poner a prueba que hemos descrito con anterioridad.
Cuando se trabaja una técnica de condicionamiento clásico es conveniente seguir las líneas directrices que se han presentado pero debemos estar preparados para cambiar al condicionamiento operante en cualquier momento sin preaviso. Nuestro trabajo es evitar que se dé una respuesta sensibilizada pero si no podemos conseguirlo entonces tendríamos que evitar reforzar el comportamiento. Intentemos detener cualquier tipo de respuesta agresiva. Saquemos al perro de la situación. Cuando elijamos mostrar algo bueno y luego no mostrarlo entonces estaremos haciendo refuerzo diferencial. Hasta cierto punto siempre utilizamos el condicionamiento operante pero lo importante es establecerlo de forma que nunca tengamos la oportunidad de dejar de darle al perro cosas buenas. Hagámoslo de la forma que sea, no permitamos que el perro permanezca en la situación sensibilizada y no recompensemos de forma activa con premios o juegos el comportamiento agresivo.
Si el perro no consigue concentrarse en ti entonces el nivel de distracción (o estrés) es demasiado elevado. Tendremos que bajar el ritmo y retroceder un poco. Avancemos de forma más gradual. Si responde, reforcemos inmediatamente y con generosidad. Repitamos en diversas pruebas y luego alejémonos del estímulo que provoca miedo con buen humor pero que termine ahí la diversión. Contrastemos entre la diversión y los juegos cuando responde de forma apropiada al presentar el estímulo, y el aburrimiento de cuando se retira el estímulo. No caigamos en la trampa fácil de reforzar al perro DESPUÉS de haberse encontrado con el estímulo y cuando ya no está. Esto puede que refuerce la eliminación del estímulo. Por ejemplo, si hemos quedado con un extraño (el desencadenante, digamos) para que camine en dirección contraria en el otro lado de la calle mientras trabajamos con el perro, evitemos reforzar después de que haya pasado el extraño. Reforcemos cuando se vaya acercando el extraño y luego dejemos de hacerlo cuando se vaya alejando. Es de especial importancia si el perro padece agresividad territorial, la cual se vería recompensada al irse el extraño. Reforcemos siempre al perro por un comportamiento apropiado cuando veamos que se acerca lo que le da miedo y responde de forma apropiada.
Repitamos el proceso con niveles de intensidad cada vez mayores. A medida que vayamos progresando deberíamos intentar también realizar estos ejercicios en diferentes lugares y en diferentes situaciones. Las comprobaciones implican reducir el estímulo discriminatorio. Esto significa hacer el ejercicio en diferentes contextos de forma que al perro no le entren ideas extrañas, como que todo va bien sólo si se está en casa pero que si se está fuera la cosa cambia radicalmente. Lo mismo ocurre con la presencia de distintos tipos de personas. Intentemos permitirle al perro generalizar trabajando en diferentes tipos de situaciones.
Una vez que hayamos conseguido éxito en este proceso sigamos con la socialización y un programa de refuerzo diferencial. Pensemos que nuestros esfuerzos son como un músculo. Si no lo ejercitamos se atrofiará pero si lo ejercitamos se hará más fuerte. ¡Ánimo con el trabajo!
Paso 1. Pongamos en marcha un programa de prevención y gestión que nos permita evitar todas las respuestas sensibilizadas. Es vital que establezcamos un historial de seguridad con nuestro perro desconfiado y asustado. Establecer un historial de seguridad implica TRABAJO, hay que adiestrar dos veces al día usando el clicker y ALEJARSE de cualquier situación que le provoque estrés. Proporcionemos siempre seguridad y confort de forma que busque esas cosas en NOSOTROS. No permitamos que NADA malo le ocurra y asegurémonos de que se da cuenta de que nosotros le proporcionamos seguridad. Si se aproxima un extraño y nuestro perro tiene miedo de los extraños PIDÁMOSLE al extraño que no se acerque. Pongámonos entre el perro y lo que le provoca miedo, proporcionándole un amortiguador de seguridad.
Es nuestra responsabilidad proteger al público pero también tenemos la responsabilidad de proporcionar bienestar físico y emocional al perro, tomémoslo en serio y veremos una mejora inmensa en nuestra relación. Los perros agresivos por miedo en su mayoría dan muchas señales de advertencia pero si hemos castigado esas advertencias y las hemos suprimido no nos dará ninguna. Si el perro es muy experimentado puede que no ofrezca advertencias excepto en un ataque preventivo para evitar una situación. Conozcamos bien sus estímulos desencadenantes y evitémoslos. Mantengamos intacto el amortiguador de seguridad.
Paso 2. Empecemos con el adiestramiento de seguimiento sin confrontación. Centrémonos sobre todo en reconstruir la confianza del perro proporcionándole una vida estructurada. Reconozcamos comportamientos positivos por defecto y reforcémoslo por ellos. De esta forma el perro puede que empiece a usarlos como mecanismos de gestión que le ayuden a regular sus propios niveles de estrés y a realizar comportamientos alternativos a la defensa activa. Reconozcámoslos y recompensémoslos. Realicemos 15 minutos de adiestramiento 2 o 3 veces al día si es posible. Comportémonos con buen humor y divirtámonos. Si el perro en general intenta evitar riesgos más que mostrar miedo ante estímulos específicos pongamos en marcha un juego que no lo intimide. Puede que tengamos que obligarlo con cariño. Podemos poner en práctica otras partes del programa básico que no implican confrontación como la intervención nutricional, el ejercicio y el enriquecimiento mental.
Paso 3. Ablandar el mordisco. A menos que el riesgo sea demasiado alto empecemos a ablandar la mordedura y a trabajar en la inhibición de la misma.
Paso 4. Socialización curativa. Hay muchos problemas de agresividad relacionados con el miedo que son el resultado de una socialización inadecuada o inapropiada. La socialización curativa implica sacar al perro a que interactúe con el mundo de forma frecuente. Puede que al principio tengamos que centrarnos en determinadas horas del día y lugares tranquilos y posteriormente pasar a paseos más estimulantes. Mantengamos una distancia adecuada de las cosas que le dan miedo pero evitemos que al perro le parezca que estamos respondiendo con miedo. Podemos usar la oportunidad para ponerle en la boca una golosina si sigue relajado y tranquilo cada vez que vea algo de lo que pueda tener miedo a medida que se va acercando al objeto. Las exposiciones repetidas y positivas a muchos estímulos ayudarán mucho.
Paso 5. Una vez que hayamos avanzado en la confianza del perro y el historial de seguridad, estamos en el punto en el que podemos poner en marcha otras técnicas más específicas de modificación del comportamiento. Empecemos con las comprobaciones o con la desensibilización sistemática o contra condicionamiento. Una vez que hayamos progresado algo en cambiar la respuesta emocional, lo cual no nos debería llevar más de un par de semanas en la mayoría de los casos (incluso he visto progresos fundamentales en DÍAS), tendríamos que empezar a usar comportamientos de sentado-contacto visual o echado-contacto visual como sustitutos de la respuesta habitual.
La agresión yendo de la correa es un problema común relacionado con el miedo. A continuación veremos algunas ideas para su manejo.
El hecho es que la mayoría de los perros no «explotan» y agreden. La mayoría pasan por una serie de niveles de aumento de los estados de excitación antes de lanzarse. Observemos y anotemos el comportamiento de nuestro perro. Debemos observar con atención. Si vemos algunos de los signos iniciales utilicemos esa información y actuemos al principio de la secuencia en vez de tener que luchar luego con un maníaco que se lanza a la gente. Una vez que el perro se activa, no podemos hacer nada más que sacarlo de esa situación. Cambiemos de dirección o alejémonos del perro o persona, o demos una señal para que se siente de forma alegre y contenta. El sentarse no debería ir en contra del principio de voluntariedad. No debe haber tensión en nuestra voz. Mostrémonos encantados y sonriamos. Respiremos y no tensemos los músculos. La manera de decidir es ver cómo se comporta nuestro perro sentado ante la aproximación de otro perro o una persona, si no podemos evitar un comportamiento agresivo entonces cambiemos de dirección. Hagámoslo con alegría. Evitemos actuar con urgencia y tensión.
Si el perro se excita y se pone de pie, alejémonos. La excitación hace difícil que se concentre en nosotros e indica que lo estamos llevando demasiado lejos. Ofrezcamos una alabanza leve, una sonrisa o tal vez una caricia por buena actitud.
Asegurémonos de que la correa sigue floja. La mejor manera de conseguirlo es con el perro sentado o en posición de junto.
Si el perro en cuestión no ha tenido buena socialización con el objeto o persona hacia el que se abalanza, gran parte del tratamiento debe incluir la socialización curativa además de comprobaciones y habituación. Aumentemos de forma significativa la cantidad de contacto sensible y agradable que el perro tenga con el objeto. Esto NO quiere decir que le permitamos establecer un contacto estrecho con personas extrañas u otros perros cuando tiene miedo. Significa que debemos poner en marcha ejercicios con los objetos a los que tiene miedo (en general personas extrañas y perros) a una distancia desde la cual el perro pueda construir un historial de seguridad con respecto a ellos (irrelevancia aprendida en el peor de los casos, contra condicionamiento en el mejor). Cuando digo que aumentemos me refiero a lo máximo posible. Si el problema son las personas extrañas en general entonces tal vez pasar unas cuantas horas al día en el parking de un centro comercial en la zona más alejada pueda ayudar. Vayámonos acercando al centro de la acción cada día. ¡Hay que hacer mucha socialización curativa! Vayamos despacio, este no es un ejercicio por inundación sino de habituación e irrelevancia aprendida.
O bien…
Identifiquemos el desencadenante y confortemos al perro a distancia (amortiguador de seguridad). Busquemos a un voluntario que haga pases. Puede que tengamos que empezar en un campo, o a ambos lados de la calle. Si se tiene espacio, cada persona debe hacer círculos amplios en dirección de las agujas del reloj de forma que nos encontremos y crucemos en un punto. Empecemos pasando (como ilustra el diagrama) a una distancia en la que podamos mantener la atención del perro y el contacto visual. Nosotros (X) y el voluntario (Q) realizaremos pases una y otra vez, acercándonos sólo según nos indique la tolerancia del perro. Cada vez que pasemos, intentemos animar al perro a prestar atención, a ir junto y mantener el contacto visual. Premiemos los buenos pases, ignoremos los tensos. Intentemos conseguir sólo buenos pases utilizando la distancia correcta. Mostrémonos animados y contentos. O bien podemos hacer los pases caminando en los dos lados de una acera y acercándonos más a cada pase y premiando la tolerancia e ignorando la intolerancia. A medida que pase el tiempo deberíamos de ser capaces de desarrollar control de impulsos y habituación así como el adiestramiento de un comportamiento alternativo. Tengamos en cuenta que para que este programa tenga éxito necesitaremos mucho adiestramiento. Puede ser necesario reevaluar nuestro compromiso y capacidad para llevarlo adelante.
Un truco ingenioso para readiestrar en el caso de problemas de agresividad yendo con el perro de la correa me lo enseñó Angelica Steinker (www.CourteousCanine.com). La justificación de estos ejercicios de adiestramiento es que puede ser muy difícil no tensar la correa. El truco consiste en enseñarle al perro que tirar de la correa es la señal para un juego rápido de forcejeo o algo que le guste. También podemos adiestrar al perro para que establezca contacto visual cuando se le dé la señal con la correa tensa. Esta también es la base del «deja» que comentamos anteriormente. En cualquier caso adiestremos estableciendo diferentes pruebas de tirar de la correa con baja distracción al principio y luego realizando un juego rápido de tirar o dando la señal de contacto visual inmediatamente después. Luego podemos empezar a ponerlo a prueba en lugares con más distracciones y potencialmente más conflictivos. Es un truco muy inteligente, sobre todo si nos cuesta no tensar la correa, que es lo que hace la mayoría de la gente, incluidos los adiestradores.
Paso 1. Establezcamos un programa de prevención y gestión que nos permita evitar cualquier conflicto por reacción. Consideremos usar un Gentle Leader. No pequemos de complacientes. Este problema suele dirigirse a la familia más que a extraños pero tenemos que permanecer seguros.
Paso 2. Empecemos con un adiestramiento de seguimiento sin confrontación, haciendo preferentemente tres sesiones al día de 15 minutos cada una. No continuemos con técnicas de modificación del comportamiento activas hasta que hayamos terminado este adiestramiento, necesitaremos por lo menos dos semanas y con toda probabilidad un mes. Al mismo tiempo iniciemos el principio de Premack del acceso indirecto. También podemos iniciar otras partes del programa básico que son sin confrontación como la intervención nutricional, el ejercicio, enriquecimiento mental, etc.
Paso 3. Suavizar el mordisco. Tengamos mucho cuidado al suavizar el mordisco, y si nos parece que hay algún tipo de peligro dejémoslo de inmediato. El riesgo es mucho mayor que el beneficio potencial si no estamos seguros.
Paso 4. La Polaridad Social es un término acuñado por Lindsay (2001). Esta técnica puede ayudar en casos en los que el perro acepta o pide afecto pero rara vez lo ofrece. Es un protocolo muy controvertido, no recomendable en la mayoría de los casos. En algunos casos funciona sorprendentemente bien y esa es la razón por la cual lo he incluido pero realmente tenemos que usar el sentido común y ser flexibles y estar atentos por si hay problemas. Afrontémoslo, es una técnica aversiva en muchos casos. Esto quiere decir que debería ser un protocolo de último recurso y debería realizarse con la supervisión de un profesional. Se trata de un chasco para el perro mimado. No es fácil o divertido pero en algunos casos da la vuelta a la tortilla. La secuencia es como explicamos a continuación.
Ignoremos al perro por completo durante varios días hasta que empiece a mostrar un comportamiento afectuoso para con nosotros. Puede que se dé cuenta de que ha dado por sentado que estaríamos ahí siempre o simplemente se puede estar adaptando a menos afecto. En cualquier caso este es el punto de inflexión. Tenemos que actuar de forma distante. Y si somos el tipo de persona que piensa así (no es mi caso), sería como actuaría el líder de la manada (los progenitores), distante.
Una vez que el perro empiece a mostrar afecto podemos empezar a mostrar afecto también a nuestra vez siempre y cuando se nos dé un trato con deferencia. Tengamos en cuenta el afecto fingido sociopatológico que es en realidad un desafío. Si nos enfrentamos a él, el riesgo es demasiado alto como para practicar esta técnica por lo menos sin bozal. Sentarse por defecto está bien, también a la orden, o echarse. En algunos casos podemos pedirle que haga flexiones caninas, pidiéndole que se siente y se eche y se siente antes de volver a darle una pequeña cantidad de afecto. Hagámoslo breve y que se quede con ganas de más.
A partir de ahora nuestro afecto no se va a devaluar por exceso de uso. Será dependiente de un comportamiento deferente y lo dejaremos con ganas de más. Sé que esto es difícil, tenemos un perro para que nos dé afecto pero si queremos controlar su problema necesitamos darle la vuelta a la tortilla de esta manera. En este momento espera que nuestra relación funcione en un sentido (hacia él) y le vamos a ayudar a que espere que funcione a nuestra manera de una forma cariñosa y sin confrontación. Recordemos que nosotros no estamos ahí para pillarlo sino para ayudarlo.
Paso 5. Una vez que ha cambiado la polaridad social y se han ofrecido comportamientos deferentes por defecto (o por lo menos con fiabilidad, a la orden) podemos empezar a trabajar las técnicas específicas de modificación del comportamiento. Más adelante veremos algunos ejemplos de las más comunes. Apliquemos nuestro conocimiento sobre el aprendizaje y la modificación del comportamiento para adaptarlo a nuestras circunstancias.
Hay muchos perros con complejo de control que tienen un problema si se pasa por su espacio. Si es este el caso empecemos con un programa de refuerzo diferencial y comprobaciones. Utilicemos el refuerzo diferencial para cualquier tipo de comportamiento pro-social. El programa tendría que ser algo así:
A. Empecemos en un lugar que no le provoque mucha reacción. Podemos pasar a áreas más conflictivas como el pasillo favorito o lo que sea más tarde cuando hayamos conseguido resultados en la zona no tan conflictiva.
B. Caminemos por delante del perro a una distancia a la que no reaccione. A medida que pasamos sorprendámoslo dejando caer su golosina favorita hacia él. Asegurémonos de que no lo sabe de antemano. Sigamos caminando.
C. Repitamos hasta que el perro esté aburrido de que pasemos por delante o mejor, hasta que se ponga contento de vernos.
D. Caminemos un poco más cerca la siguiente vez. No tan cerca que se ponga tenso y des confiado, pero avancemos más hacia él. Repitamos el patrón básico del paso B.
E. Poco a poco vayamos disminuyendo la distancia usando el mismo patrón básico y sin progresar hasta que el perro se muestre entusiasmado y contento al vernos cerca. Avancemos hasta que seamos capaces de pasarle por encima. La progresión de los pasos una vez que se llega tan cerca debe ser muy pequeña. Recordemos que NO DEBEMOS avanzar al siguiente nivel de intensidad hasta que el perro está contento con nuestro comportamiento. Es el producto secundario del condicionamiento clásico de RDO (refuerzo diferencial de otros comportamientos) que hemos comentado.
F. Una vez que hayamos tenido éxito en las zonas «frías», podemos empezar los ejercicios en zonas más «calientes» (¡¡empecemos SIEMPRE desde el principio!!) y vayamos progresando hasta lograr que el perro haya elegido un lugar donde descansar en vez de tenerle que pedir que se eche para hacer el ejercicio.
G. Una vez que una persona ha entrado en las zonas calientes, cualquier persona de la familia debería ser capaz de realizar el programa empezando en las zonas no tan calientes y avanzando a medida que indique el progreso del perro.
Hay muchos perros con problemas de agresividad por complejo de control que se activan por correcciones con la correa. Esta práctica debe abandonarse. Problema resuelto. Si se tiene un collar de castigo o de púas y lo usamos con el perro, librémonos de ellos. Puede ser parte importante de la frustración y el miedo. ¡Yo también saltaría si me intentaran ahogar! Tenemos mucha suerte de que los perros sean tan compasivos y NO violentos. Seguramente yo sea más agresivo que la mayoría de los perros. No perdono tan rápido a quien me hace daño y seguramente me defiendo mucho más rápido que la mayoría de los perros.
Algunos perros se activan por reprimendas y «salen respondones». En este caso centrémonos en el refuerzo positivo más que en las reprimendas. En la medida de lo humanamente posible evitemos las provocaciones. Si fuese necesario alejémonos. Esto puede ser un refuerzo pero refuerza menos que una confrontación abierta. En un caso concreto, por ejemplo cuando quiere algo que tenemos no se lo demos, simplemente marchémonos con el objeto.
Existen muchos perros con complejo de control que se activan cuando se les mira fijamente. La mejor manera de gestionar este problema es establecer un refuerzo diferencial y un ejercicio de comprobación en el que se añada contra condicionamiento.
A. Empecemos con el perro sentado.
B. Ahora miremos al perro tan rápido que parezca como que simplemente estaba en lalínea de visión cuando movimos la cabeza. Hagamos clic mientras miramos.
C. Si ha podido mantener esa décima de segundo sin responder, probablemente será capaz de aguantar una décima de segundo más. Cada vez que miremos, hagamos clic y premiemos, a menos que se ponga tenso o defensivo de cualquier manera. Hagamos que desee que lo miremos. Como antes, empecemos cada sesión con una revisión de los niveles anteriores antes de continuar.
D. Una vez que se ha progresado lo suficiente con estos ejercicios, otra persona puede empezar el programa desde el principio. Queremos que anticipe de forma positiva el que se le mire fijamente y que utilice cualquier otro comportamiento que no sea agresivo. Avancemos hasta lograr mirarlo fijamente durante varios segundos. Luego podemos empezar a adiestrar el contacto visual.
Tengamos cuidado con el «contacto visual» con estos perros. En este caso tendremos que ir incrementándolo progresivamente. Al utilizar el contacto visual con un perro que no muestra agresividad por complejo de control miraríamos al perro, esperaríamos a que nos mirase. En el caso del perro que muestra este tipo de comportamiento problemático sin embargo puede que nos mire, pero su problema es que lo miremos nosotros. El contacto visual puede ser percibido como una amenaza así que tenemos que enseñarle que significa cosas buenas y no malas.
Hay muchos perros con complejo de control que se activan al tocarlos, sobre todo al ponerles el bozal o tocarles las caderas, la cabeza o el cuello. Si este es el caso de nuestro perro diseñemos un programa de desensibilización sistemática y contra condicionamiento utilizando refuerzo diferencial. Si podemos ofrecer un comportamiento alternativo concentrémonos en los principios operantes. Recordemos los principios básicos de empezar a una intensidad de exposición que tolere el perro incluso si ese nivel no se parece al producto final todavía. Hagamos ejercicios en la zona «no caliente» y luego progresemos al paso del perro. Empecemos con el bozal puesto si es necesario. Cuando hayamos realizado todo el ejercicio hasta el final con el bozal podemos empezar de nuevo sin él. En este caso puede que nos interese hacer una prueba con el Gentle Leader y la correa. Una vez que una persona haya pasado por todos los ejercicios en la zona no caliente y luego en la caliente (si existe) entonces otro miembro de la familia puede empezar desde el principio.
Paso 1. Establezcamos un programa de prevención y gestión. Esto puede significar «tratamientos de ventana» que no le permitan al perro mirar hacia fuera. Puede significar que tengamos que:
Puede que signifique que NUNCA podamos atar al perro fuera, nunca deberá estar solo en el patio y en muchos casos nunca sin correa. Sé que esto requiere mucho trabajo. Es lo que se necesita.
Paso 2. Empecemos con un adiestramiento de seguimiento sin confrontación, preferentemente 3 sesiones al día de 15 minutos cada una. No continuemos con técnicas de modificación del comportamiento activo hasta que funcione el adiestramiento. Por lo menos dos semanas, con casi total seguridad un mes. Al mismo tiempo iniciemos un programa de principio de Premack de acceso indirecto. Puede que tengamos que iniciar otras partes del programa básico que son sin confrontación como la intervención nutricional, ejercicio, enriquecimiento mental, etc.
Paso 3. Inhibición del mordisco. Tengamos mucho cuidado al inhibir el mordisco y si nos parece que hay algún tipo de peligro dejémoslo de inmediato y consultemos a un adiestrador profesional que utilice el adiestramiento con clicker. El riesgo es mucho mayor que el beneficio potencial si no estamos seguros.
Paso 4. Socialización curativa. Si hacemos que el perro interactúe más con el entorno tal vez no le parezca tan amenazante que algo se le aproxime. Muchos de estos perros simplemente tienen comportamientos tan afianzados y tienen un área crítica tan estrecha que se activan con la más mínima violación de su zona de confort. Intentemos que cada experiencia sea positiva. Conozcamos a muchas personas si resulta seguro hacerlo. Ampliemos los horizontes del perro y ampliemos su área crítica (su zona de confort).
Paso 5. Una vez que hayamos avanzado en los otros pasos podemos empezar a diseñar los ejercicios de un plan de tratamiento. A continuación veremos algunos protocolos comunes. Recordemos los principios básicos y adaptemos los conceptos a nuestra situación.
La primera serie de pasos son sobre todo operantes. Podemos trabajar el control verbal y los comportamientos de refuerzo alternativos. El segundo conjunto de pasos nos ayudará a hacer que un extraño sea bienvenido.
Si el perro se activa al ver personas que entran en nuestra propiedad o pasan por delante, el primer paso es bloquear el acceso visual. Pongamos cortinas o persianas que no se muevan y a través de las cuales no se pueda ver. También podemos comprar, en las tiendas de objetos para el hogar, un adhesivo que bloquee la visión, que se puede colocar en el cristal de la ventana para impedir que el perro vea. También se pueden retirar los muebles a los que se sube el perro para ver el exterior. Hagamos lo que sea para evitar que vea lo que ocurre fuera. Si es el ruido de fuera lo que lo activa, entonces dejemos la tele o la radio puesta para añadir una sombra de ruido y eso romperá su ciclo de reacción a cada estímulo.
Si el problema es cuando llaman a la puerta o al timbre, podemos hacer alguna de las siguientes cosas:
• En primer lugar pongamos una señal durante un tiempo pidiendo que no llamen a la puerta o al timbre. También podríamos pedir a las visitas que nos llamen antes de venir de manera que podamos anticiparlo. Relajaremos este procedimiento a medida que el perro no reaccione al sonido de la puerta.
• Podemos llamar a la puerta cada vez que entramos o entra alguien de la familia. Esto ayudará a romper la predicción del timbre o la llamada como un intruso (irrelevancia aprendida). MUY IMPORTANTE: Pidámosles a todos los miembros de la familia que cambien la forma de llamar. Si uno de los miembros de la familia de un cliente mío llama a la puerta para entrar en casa inmediatamente todos los perros saben quién es por la forma de llamar. Tienen que quitar a los perros de en medio para poder abrir la puerta. Esta es una respuesta muy diferente a la que vemos cuando llama a la puerta un extraño. Al entrar en casa podemos llamar al timbre y entrar inmediatamente antes de que le dé tiempo a reaccionar, verá rápidamente que sólo somos nosotros. Hagámoslo varias veces al día hasta que el perro se muestre seguro de que no es un intruso cuando suena el timbre o cuando llaman a la puerta.
Si alguien ha ido corriendo a la puerta cuando han llamado al timbre o a la puerta puede que sea esta la razón por la cual el perro reacciona, percibe que reaccionamos de forma reactiva y se implica (facilitación social). Si este es el caso, cambiemos de inmediato. Que nadie corra a la puerta. Esperemos tres segundos después de que suene el timbre y luego vayamos andando muy lentamente hasta la puerta con una sonrisa en la cara y si el perro reacciona adecuadamente podemos darle una premio mientras caminamos.
Veamos un programa de adiestramiento. A continuación se presentará un programa alternativo.
A. De forma temporal bajemos los niveles de atención y los demás refuerzos exceptuando la obediencia mostrada cuando llegan visitas o por otro tipo de comportamiento prosocial. Podemos invitar a gente a que venga a casa y hacer ejercicios en esos momentos. Inicialmente es mejor que las visitas sean personas que el perro ya conozca de antes (y que le hayan gustado) pero intentemos crear un historial de lo que se espera de él cuando vienen visitas. Recomendaría una visita por día como mínimo, aunque si podemos organizar 10 en un día el programa avanzará mucho más rápidamente y mejor. Sin embargo no dejemos este tema de lado toda la semana y luego invitemos a 10 personas la tarde del domingo, es importante intentar equilibrar las cosas a lo largo de toda la semana de forma que el perro tenga numerosas oportunidades para practicar.
B. Hagamos que el perro se siente a unos 3 metros de la puerta. Dejemos que vea cómo caminamos hacia la puerta unos pasos y volvemos. Si está tranquilo, en su sitio y calmado durante el ejercicio reforcémoslo con un juego, dándole un juguete o un premio. Si ladra podemos decir «uy» y dejarlo solo. La ausencia general de refuerzos lo motivará a intentar no oír el «uy» (castigo negativo condicionado). Repitamos hasta que no responda con preocupación o tensión.
Nota: si hemos malinterpretado el entusiasmo del perro como agresividad no le interesarán ni la comida ni los juegos que utilicemos como refuerzo cuando esté la visita del otro lado de la puerta. Es mejor estar seguros, por supuesto, y estos ejercicios nos ayudarán a mejorar sus modales en general de forma que el perro no tenga que estar en el cuarto de atrás cada vez que llega una persona. Simplemente me gustaría comentar que es un acontecimiento común y que los ejercicios nos ayudarán a resolver también el problema de la sobre excitación. En estos casos la oportunidad de saludar a la visita es más refuerzo que la comida o un juguete, tendremos que ir avanzando en los ejercicios poco a poco teniendo siempre en cuenta la seguridad de todo el mundo.
C. Hagamos lo mismo que se ha descrito pero caminemos acercándonos más a la puerta, regresemos y premiemos por la tolerancia.
D. Lo mismo que anteriormente pero caminemos hasta la puerta, toquemos la manilla y regresemos y premiemos por la tolerancia.
E. Lo mismo de antes pero girando la manilla y regresando y luego premiando la tolerancia.
F. Lo mismo que antes pero abramos la puerta, cerremos la puerta y regresemos, premiando la tolerancia.
G. Lo mismo de antes pero abramos la puerta, salgamos, volvamos a entrar, cerremos la puerta y regresemos y demos el premio por la tolerancia.
H. Lo mismo de antes pero no cerremos la puerta. Llamemos al timbre mientras el perro nos puede ver, regresemos y premiemos la tolerancia. Podemos incluir una variación y pasar algo de tiempo en el umbral llamando y luego lanzar una golosina. Repitamos la secuencia timbre-premio varias veces, simplemente para aclarar todavía más en el contexto del condicionamiento clásico que el timbre es igual a premio.
I. Igual que antes pero cerrando la puerta de forma que no pueda vernos llamando al timbre. Regresemos y demos el premio por la tolerancia.
J. Una vez que el perro se queda en su sitio y tolera este ciclo hagamos que otro miembro de la familia pase por el mismo proceso mientras nosotros nos quedamos con el perro y le damos la orden de sentarse.
K. Una vez que funciona hagamos que suene el timbre antes de pedirle que se siente. Si es posible que otro miembro salga por otra puerta de forma que podamos hacer varios ejercicios por sesión sin que el perro vea quién viene por la puerta. Si el perro reacciona entonces entremos después de que suene el timbre e ignorémoslo totalmente como en el paso anterior de llamar antes de entrar cada vez.
L. Igual que el anterior pero iremos a la puerta a saludar a la «visita» (al principio no un extraño). Podemos practicar con la visita, hacerla entrar y salir una y otra vez. Volvamos al perro y premiemos la tolerancia de quedarse en su sitio. Le pediremos a la visita que ignore totalmente al perro.
M. Pasemos por el mismo proceso pero con un conocido nuestro pero no del perro.
N. Pasemos por el mismo proceso pero con extraños.
Si las cosas van bien podemos pedirle a la visita que ignore al perro durante los primeros segundos y que lo salude después sólo si se ha comportado con tranquilidad y calma. Podemos usar un bozal en estos ejercicios. Si este es el caso podemos intentar hacer el ejercicio SÓLO después de haber pasado por el programa y que todo haya ido bien. En este caso tendríamos que ponerle la correa con el Gentle Leader de forma que podamos controlar al perro si ocurriera algo preocupante. El saludo al perro debería ser sin mucho aspaviento y sin gestos amenazantes. Esto quiere decir que debemos dejar que el perro olisquee a la visita y premiarlo. Los movimientos rápidos o los golpecitos en la cabeza deberían evitarse al principio.
Animaría a usar el clicker para este adiestramiento. Al principio hagamos clic y premiemos en sucesión rápida.
Para convencer al perro no sólo de que merece la pena ser obediente cuando llegan visitas sino de que son algo que debe esperar (más que espantar) tendremos que utilizar el contra condicionamiento.
A. Pasemos por el programa que hemos descrito anteriormente para el control verbal antes de seguir los pasos que se presentan a continuación.
B. Restrinjamos el acceso del perro a su lista de cosas valiosas y refuerzos excepto cuando haya visita. Así que cuando no haya visitas la vida será aburrida pero cuando aparezcan y sea obediente y se siente para saludarlas entonces sacamos la diversión y los juegos. Tenemos que prestar mucha atención al nivel de excitación. Si los juegos y diversión promueven un alto nivel de excitación y esto provoca problemas entonces tendremos que bajar el ritmo y centrarnos en aquellas cosas que marcan una experiencia positiva pero no un estado de agresividad.
C. Puede que tengamos que empezar en una fase en la que la visita ignore al perro y en general no hacer mucho mientras nosotros y los demás miembros de la familia reforzamos el comportamiento que no sea agresividad o tensión para empezar la asociación visita=diversión. Empecemos con visitas que tengan pocas posibilidades de causar reacción (tal vez amigos o familiares que ya le gusten al perro) y sigamos hasta las visitas desconocidas. Cuando llegue la visita deben comenzar los juegos y la diversión. Luego unos minutos más tarde la visita se va y también se van los juegos y la diversión. Repitamos. Gestionemos los niveles de excitación con pausas si es necesario y terminemos siempre de forma positiva. Las visitas deberían coordinarse en ejercicios que durasen sólo 10 o 15 minutos cada una.
D. Una vez que funcione bien C tendríamos que implicar a las visitas, que participasen en los juegos y la diversión. Puede que tengan que empezar lanzándole suavemente el premio pero al final tendrían que estar en situación de premiarlo con la mano y jugar a recorrer el pasillo con su juguete favorito. Las visitas deberían evitar ponerse de frente al perro, inclinarse sobre él o mirarlo fijamente. Hagamos que no estén frente al perro. Si una visita se acerca al perro que lo haga haciendo un semicírculo en vez de ir directamente hacia él. Hacer un semicírculo al acercarse tiene un efecto tranquilizante y es uno de los rituales que utilizan los perros que no se conocen entre sí. Desviar la mirada también puede ser útil en una situación tensa. Podemos darle el premio o lanzárselo a un lado.
Lección: Visitas = diversión. No hay visitas= no hay tanta diversión.
La aparición persistente de esta lección debería crear una respuesta de condicionamiento clásico positiva a los extraños que debería de sustituir a la negativa emocional. El perro anticipará los juegos y recompensas cuando aparezcan las visitas. Esto hará que las visitas sean algo bueno. Implica una cantidad de tiempo y esfuerzo significativos.
La idea de este método me la dio Brenda Rushman del PAWsitive Solutions Canine Behavior Counseling Ltd. (www.PAWsitiveSolutions.net). El objetivo es adiestrar al perro para permitirle emitir su ladrido de alarma pero que luego corra a su jaula para que las visitas puedan entrar y saludarlo con seguridad.
Esta es más que nada una orden de localización, la señal puede ser el timbre de la puerta (o golpear con la mano) más que una señal verbal. Si el perro conoce la señal verbal de ir y quedarse en su jaula hasta que lo liberan entonces podemos usarla. En ese caso, igual que cuando queramos cambiar o añadir una señal para cambiar o añadir un comportamiento, tendremos que mostrarle la nueva señal justo después de la antigua y luego conseguir la reacción. Así que tendríamos que llamar al timbre, darle la señal al perro para que vaya a su jaula (animándolo al principio si es necesario), ir y cerrar la jaula, hacer clic, premiar y repetir. Hagamos tantas repeticiones como sea necesario mientras sea divertido para el perro (se recomiendan 10 o 15 minutos en cada sesión). Una vez que hayamos realizado varias sesiones y pruebas por sesión puede que ya nos demos cuenta de que el timbre activa su respuesta. Nos daremos cuenta de que se le enciende la bombilla. Si pensamos que estamos en ese punto intentemos hacer que suene el timbre y luego esperemos unos segundos antes de darle la orden verbal. De ese modo podremos comprobar si la nueva señal (el timbre) se ha fijado o no. Si no lo hace necesitamos más sesiones para conectar ambas señales. Si lo hace, démosle un Bingo ya que es un gran avance. Una vez que las cosas vayan bien podemos premiar con un ritmo diferente. Mi consejo es mantener un porcentaje alto de respuestas reforzadas y ofrecer siempre por lo menos alabanza verbal. Una vez que vaya bien y que sea fiable podemos empezar las comprobaciones de forma gradual cubriendo todo tipo de distracciones. Esto puede que signifique hacer que suene el timbre varias veces seguidas o que alguien llame a la puerta y al timbre. También es interesante el que llamen a la puerta con la mano pues hay personas que prefieren llamar con la mano y queremos que el perro entienda que cualquiera de estos casos significa que tiene que ir a la jaula.
Cubramos también el llamar al timbre y el llamar a la puerta cuando no estamos presentes. Podemos llamar cuando llegamos a casa y espiar para asegurarnos de que se va a la jaula y luego hacer clic, entrar y premiar. También deberíamos introducir poco a poco el ir a abrir la puerta de forma que se desensibilice ante la presencia de extraños. Esto ayudará a reducir la ansiedad cuando esté en la jaula.
Si el perro no tiene todavía una orden de localización para ir a la jaula entonces tendremos que hacer los ejercicios que se han mencionado pero la secuencia cambiaría de la siguiente manera: animemos al perro a que vaya a la jaula haciendo ruidos que lo animen y dando palmaditas en el suelo o lo que sea. Lanzarle una golosina dentro de la jaula (sobre todo si es muy apetecible) suele funcionar. No cerremos la puerta. Dejémosle que vuelva, volvamos a jugar de nuevo. Empecemos a darle de comer en la jaula y démosle cosas apetecibles de verdad (como Kongs rellenos) a los que sólo pueda acceder si está en la jaula. Démosle un premio especial cuando entre. Una vez que la cosa vaya bien y sea fiable, añadamos la señal, por ejemplo «jaula». Podemos darle la señal, animar al perro y premiar sus éxitos. Después de un tiempo el proceso funcionará sin que tengamos que animarlo. De ahí en adelante será cuestión de cambiar la señal como se ha descrito.
Este método puede ser muy práctico sobre todo si nos cuesta el primero. También podemos combinar las técnicas de forma que el perro no sólo vaya a su jaula cuando vienen extraños sino que le guste que vengan.
Paso 1. Pongamos en marcha un plan de prevención y gestión. Esto implica retirar todos los juguetes o cesta o lo que sea que proteja el perro. Si no es posible, entonces tendremos que intentar no entrar en conflicto con su posesión. Les indico a mis clientes que si dejan un objeto al alcance del perro el objeto ha sido sacrificado. NUNCA es recomendable intentar quitarle el objeto al perro que tiene este problema a menos que el objeto en sí le pudiera llegar a causar algún daño. No aceptemos desafíos y no intentemos quitárselo. Si juega a esconderlo, simplemente no juguemos. Si alcanza algo que de ninguna manera le podemos permitir por su seguridad, tiremos un trozo de filete o pollo lejos de él de forma que podamos recuperar el objeto. Nota: Este paso se ha diseñado para evitar la confrontación, pero quitarle algo aumenta su valor lo cual puede provocar más problemas por posesividad con el objeto más adelante cuando vuelva a aparecer. Nuestras opciones son: permitir el acceso al objeto de forma permanente pero nunca entrar en confrontaciones por él, quitárselo para siempre, o intentar la versión básica de este paso y tener cuidado cuando volvamos a introducir un objeto de manera que no haya confrontación hasta que se haya aburrido de nuevo.
Paso 2: Pongamos en marcha el resto del programa básico. Empecemos con el adiestramiento de seguimiento sin confrontación.
Paso 3. Hay muchas opciones. Estas son algunas.
A. Librémonos del objeto conflictivo. Si protege una cama, quitémosla. Si es el lugar donde se esconde, entonces no se podrá esconder más. Si es el cuenco, podemos darle comida seca en el suelo de la cocina o puede comer con un Kong o cubo Búster. Mi perro protegía su cuenco y cuando empecé a ponerle la comida en el cubo Búster empezó a traérmelo porque yo sacaba más trozos de comida de dentro. Si me lo traía lo agitaba y caían algunos trozos y luego se lo volvía a dar. Se acabó el cuenco se acabó el problema.
B. Si los perros luchan por el cuenco o bebedero podemos poner varios cuencos en diferentes lugares. Si el perro protege la comida podemos hacer una de estas dos cosas: ofrecerle comida todo el tiempo, en lugar de hacerlo a horas concretas. Si come demasiado démosle comida ligera. Esto tiene el beneficio añadido de ser menos sabrosa y menos valiosa y por lo tanto menos digna de ser protegida. O bien podemos darle de comer al perro guardián en su jaula. Si los perros luchan por un objeto entonces podemos utilizar un juguete, asegurarnos de que el perro protectivo está solo cuando tiene acceso a ese juguete.
C. Podemos poner en marcha cualquier técnica de modificación del comportamiento para compensar su comportamiento protectivo.
Proteger el cuenco es un escenario común en la protección de recursos. El siguiente programa se llama la rutina del camarero remolón y lo ideó el Dr. Ian Dunbar. Este ejercicio condicionará al perro a asociar nuestra presencia cerca del cuenco como algo más positivo que nuestra ausencia.
A. Pongamos la ración de comida en un cuenco (no el del perro) sobre una repisa. Démosle al perro la orden de sentarse, pongámosle su cuenco, vacío, y démosle la orden de comer. Seguramente olisqueará el cuenco y buscará pruebas de lo que ocurre. El perro anticipará la comida y cuando no la reciba directamente estará en mejor disposición para que nos acerquemos al cuenco porque quiere comida. Bien, el perro QUIERE que nos acerquemos al cuenco, no que nos marchemos. Además, dado que no hay nada que proteger actuará de forma menos protectora. Haciendo esto lo ponemos en el camino del éxito.
B. Aproximémonos al cuenco, hagamos que se siente si no está sentado todavía, dejemos caer una bola de pienso y caminemos de nuevo hacia la encimera. Cuando se haya comido el pienso nos mirará de nuevo. Nuevamente conseguimos que el perro que se mostraba reacio a aceptar nuestra proximidad al cuenco nos «pida» que nos aproximemos, cuando antes normalmente «nos pediría» que nos alejásemos. Así se forma un nuevo hábito.
C. Sigamos dándole de comer de esta manera, dejando caer una porción pequeña cada vez y activando la anticipación positiva cuando nos acerquemos al cuenco. La actitud es la base del problema y esto lo motiva a cambiar de actitud.
D. Tengamos el cuenco en una mano con algo de comida y en la otra una golosina especial. Démosle de comer en pequeñas dosis seguidas de ese alimento aparentemente aburrido entre ofertas de premios especiales. Tal vez hígado cocinado con mantequilla y ajo. Si en cualquier momento se pone rígido, gruñe o levanta los belfos, entonces marchémonos con el cuenco. Recordemos que en ningún momento lo habremos soltado. Si el que te lleves el cuenco todavía provoca en él alguna reacción entonces es que vamos demasiado rápido. Si el perro reacciona al llevarnos el cuenco entonces no lo hagamos en futuros ejercicios pero analicemos atentamente la secuencia y busquemos una forma de evitar la reacción realizando las progresiones de forma más gradual.
E. Una vez que estemos convencidos de que está bien en ese punto cuando nos mira con ansia y contento por vernos cerca de su cuenco podemos pasar a apropiarnos del cuenco. Hasta ahora no hemos retirado el cuenco, con el que hemos tenido contacto permanente. Cuando mantenemos contacto con el objeto los perros consideran que es nuestra propiedad pero en cuanto lo soltamos vuelve a ser su posesión. Agarremos el cuenco mientras se come el pienso aburrido, soltémoslo un momento y ofrezcamos al mismo tiempo una comida especial con la otra mano, luego recuperemos el cuenco. El tiempo tiene que estar muy bien ajustado dependiendo del perro. Sigamos dándole pequeñas cantidades de comida cada vez en el cuenco de forma que si nos ofrece una mala reacción podemos decir «uy» y marcharnos y el cuenco estará siempre casi vacío. ¡NO intentemos quitarle el cuenco si se muestra protectivo!
F. Repitamos el proceso soltando el cuenco cada vez durante periodos más largos y poniendo luego la mano de vuelta en el cuenco.
Una alternativa fácil y relativamente simple es el método de pasar caminando.
A. Determinemos la distancia desde la cual podemos aproximarnos al cuenco sin desencadenar una reacción agresiva en nuestro perro.
B. Preparemos algunas golosinas extra especialmente apetecibles.
C. Pidámosle que se siente y cuando esté sentado pongámosle la comida en el cuenco. Luego liberémoslo para que coma.
D. Caminemos mientras come justo en el límite de su área crítica y lancémosle una golosina en el cuenco o cerca de él. Realicémoslo tantas veces como podamos hasta que haya terminado de comer.
E. Una vez que sea capaz de anticipar que nos aproximamos con las golosinas y se muestre complacido al vernos cerca a una cierta distancia, avancemos un poquito más, caminemos un poco más cerca en nuestra aproximación. Sigamos lanzando golosinas.
F. Sigamos este proceso hasta que podamos dejar con nuestra mano una golosina en el cuenco mientras come. Cuando nos aproximemos al cuenco debemos de estar preparados para movernos de forma gradual porque será más difícil de aceptar para el perro que en las distancias largas.
G. Retrocedamos unos pasos de distancia y hagamos el mismo ejercicio pero añadiendo golosinas. Empecemos lanzándole golosinas en un 95% de las veces y poco a poco vayamos bajando hasta un 5%. Puede que tengamos que mantener el 5% permanentemente para ayudar al condicionamiento.
Pasemos a la comida menos apetecible para el perro y así no tendrá tanto interés en defenderla. Podemos volver a la más apetecible una vez que se haya conseguido éxito con el adiestramiento. O bien le podemos ofrecer comida menos apetecible cuando come solo y la rica rica de nuestra mano.
Si el objeto que se protege no es esencial, simplemente lo podamos tirar. Si es algo de lo que no se puede prescindir con tanta facilidad o algo con lo que pueda entrar en contacto fuera de nuestro control entonces merece la pena intervenir. En los casos en que nos deshacemos del objeto y simplemente escoge otro nuevo que proteger entonces tendremos que intervenir también. DEBERES: En primer lugar, si no lo hemos hecho ya de forma específica, tendremos que hacer una lista de los objetos que protege de los más calientes a los más fríos. Escribamos la lista e incluyámosla en el fichero. Empecemos con el objeto más frío y preparemos nuestros mejores premios. Mantengamos los premios fuera de su vista, por ejemplo, encima de la nevera. Tengamos en cuenta lo siguiente: si en cualquier momento los objetos caen al suelo lancemos una golosina al perro (lejos del objeto) antes de intentar recuperarlo. NUNCA intentemos recoger el objeto del suelo.
A. Ofrezcamos al perro un objeto «frío».
B. IMPORTANTE: En estos ejercicios iniciales nuestra mano no debe nunca dejar el objeto. Retirar la mano automáticamente retira nuestra posesión sobre el objeto y no sería seguro intentar recuperarlo. En vez de esto dejemos que el objeto se «enganche» detrás de los dientes caninos del perro y retirémoslo inmediatamente y premiemos. Hagámoslo varias veces como preparación para los pasos siguientes. Este paso también nos ayuda a «marcar» al perro para los pasos siguientes.
C. Repitamos el paso B pero permitamos que el objeto permanezca en su boca un segundo (con nuestra mano todavía en él), digamos «déjalo» y retirémoslo. Repitamos estepaso tres días, tres veces al día durante 5 minutos cada vez. Hagámoslo más a menudosi es posible.
D. Repitamos el paso C pero permitamos que el objeto se quede 3 segundos.
E. Repitamos el paso C pero permitamos que el objeto se quede 5 segundos.
F. Repitamos el paso C pero permitamos que el objeto se quede 7 segundos.
G. Insertemos el objeto y quitemos la mano durante UN segundo, luego volvámosla a su sitio y dejemos que el objeto se quede en la boca del perro unos 6 segundos más (con nuestra mano en él), digamos «déjalo» y retirémoslo. Repitamos este paso durante tres días, tres veces al día durante 5 minutos cada vez. Hagámoslo más a menudo si es posible.
H. Repitamos el paso G pero quitemos la mano DOS segundos, luego volvámosla a su sitio y permitamos que se quede en la boca del perro otros 8 segundos más.
I. Repitamos el paso G pero quitemos la mano CINCO segundos, luego volvámosla a su sitio y permitamos que se quede en la boca del perro otros 5 segundos más.
J. Repitamos el paso G pero quitemos la mano SIETE segundos, luego volvámosla a su sitio y permitamos que se quede en la boca del perro otros 3 segundos más.
K. Insertemos el objeto detrás de los caninos del perro, quitemos la mano DIEZ segundos, luego volvámosla a su sitio, démosle la orden de «déjalo», quitémoselo de la boca (en este punto lo debería de hacer sin problema) y premiemos.
L. Comprobaciones: repitamos este último paso CON EL MISMO OBJETO pero cambiemos la postura, si estábamos sentados, pongámonos de pie. Si estábamos en la cocina trasladémonos a otro lugar. Alejémonos unos 10 segundos y regresemos y pidámosle que lo deje. Si todo va bien podemos pasar a:
M. Utilizar otros objetos FRÍOS desde el principio. Ahora irá mucho más rápido.
N. Hagamos que otros miembros de la familia hagan el ejercicio con el perro MIENTRAS LO SUPERVISAMOS BIEN.
O. Cambiemos a un sistema de recompensa variable.
P. Una vez que nos da a la orden, con prontitud, los objetos fríos y consigue premios de forma variable, pasemos al siguiente objeto caliente de la lista. Cuando pasemos al siguiente objeto algo más caliente volvamos al paso A, premiando en cada ocasión.
Q. Avancemos en la lista de objetos calientes hasta llegar al más caliente. Una vez que una persona ha pasado por todo el proceso, el siguiente miembro de la familia tendrá que pasar por él. Puede que vaya más rápido con cada persona nueva pero no lo aceleremos. Premios: no sobornemos al perro a menos que nuestra seguridad esté en juego. El premio debería ser algo que esperase pero que no se le ofreciese de buenas a primeras. Al avanzar en este proceso el perro aprenderá que si renuncia a su juguete más valioso a la orden no sólo recibirá un premio sino que se le devolverá el juguete. Sí, esperará estas cosas pero también aprenderá a confiar en el sistema y cuando necesitemos que use esas capacidades ahí estarán. Sigamos premiando al perro por la tolerancia. (La mayoría de la secuencia que hemos presentado la ha descrito Brenda Rushman en comunicación personal).
Enseñarle a un perro a cobrar objetos puede mejorar no sólo su condición física y mental (y la del dueño) sino que también anima al perro a que nos traiga objetos y que renuncie a ellos. Lanzarle un objeto puede ser un premio importante para que renuncie a él.
La solución más obvia para los perros que protegen lugares es negarles el acceso o librarse, si es posible, del lugar. Esto funciona bien si es nuestra cama o su cama porque podemos cerrar la puerta o tirarle la cama pero es difícil con los sofás o los pasillos. La clave en estas situaciones funciona en dos sentidos: el control verbal y, sobre todo, las órdenes de situación. Trabajemos para que funcione bien el rendimiento como se ha descrito en el plan básico. Si es posible pidámosle al perro que ocupe y se desplace del lugar a la orden, habrá menos conflicto así. Utilizaremos el sofá como ejemplo.
A. Digamos «sofá» y animemos al perro a que suba dándole golpecitos al cojín e invitándolo con sonidos. Cuando se suba al sofá digámosle lo listo que es. Guardemos los premios más apetecibles para cuando se baje. Hagamos este paso cuando no muestre interés en subirse al sofá por propia iniciativa.
B. Tenemos que pedirle que se eche para estimular bien su motivación por estar en el sofá.
C. Digamos «suelo» y demos golpecitos en el suelo y hagamos sonidos para invitarlo. Si baja al suelo démosle la recompensa de inmediato o saquemos su juguete favorito o lo que sea un refuerzo importante para él. Si no se baja digamos «uy» y marchémonos. En ese caso busquemos un lugar menos «caliente» en el que trabajar las órdenes de situación durante un tiempo. Podemos hacer que se suba y baje varias veces y finalizar con un juego en tono positivo.
D. Repitamos varias veces en diferentes sesiones de forma que comprenda la orden y que confíe en el sistema de recompensas.
E. Una vez que las cosas van bien intentemos una prueba fría. Utilicemos la orden cuando esté cómodamente en el sofá. Variemos los premios después de las primeras sesiones. Algunas veces cuando se baje pongámosle la correa y ofrezcámosle salir de paseo, otras veces juguemos a cobrar objetos o a forcejear con algo y otras démosle hígado. Intentemos variar y que sea divertido. Hagamos que el perro siga en el juego y que siga ganando.
F. Cuando esto vaya bien y funcionen los ensayos en frío pasemos a dar los premios de forma variable. Queremos que siga confiando en el sistema pero no tenemos que dar un premio especial cada vez. Sigamos dándole alabanzas por moverse.
Por desgracia no existe un protocolo de tratamiento para los perros que padecen agresividad idiopática. Dado el alto nivel de riesgo y la falta de opciones de tratamiento se recomienda la eutanasia en cualquier caso grave que se diagnostique como agresividad idiopática. Recordemos que el diagnóstico sólo se debe de hacer si los ataques han sido especialmente violentos y después de que se hayan excluido trastornos de tipo epiléptico. Para confirmar y prevenir la culpabilidad que podamos sentir sería buena idea ir a un asesor del comportamiento para que respalde el diagnóstico. En algunos casos la medicación fuerte con Paxil o Prozac puede ayudar pero puede llevar tiempo que haga efecto, el perro estará drogado tal vez de forma permanente y el riesgo sigue siendo muy elevado con la probabilidad de que no se dé ninguna mejora, incluso con la medicación. Cuanto más grande sea el perro mayor será el riesgo. Puede que queramos probar la medicación primero. En este caso seamos muy cuidadosos y utilicemos el equipamiento necesario para reducir el riesgo.
El tratamiento para la agresividad relacionada con causas médicas comienza con un tratamiento médico y luego pasa por otras medidas para el componente aprendido si se ha desarrollado. El programa básico se activa si la agresividad no disminuye totalmente con la atención médica. Los temas específicos se tratan como sea necesario para el componente aprendido.
No existen muchas opciones de plan de tratamiento para la agresividad materna. La gestión es central para tratar el tema, a menos que se pueda considerar la cirugía. Si la agresividad materna aparece en embarazos psicológicos durante cada ciclo, más que con los cachorros de verdad, y la perra elige juguetes, zapatillas, etc., puede que esto se confunda con la agresividad protectiva. En cualquier caso la esterilización en el momento apropiado del ciclo puede producir un resultado positivo pero debe hacerse por lo menos 6 semanas después del estro. Es posible que exista algún componente aprendido y en ese caso deberá hacerse un plan para la agresividad protectiva.
El tratamiento para la agresividad depredadora implicará el programa básico y se centrará en la gestión y afianzamiento del control verbal. El tiempo muerto se utilizará en las fases iniciales de la secuencia depredadora. El refuerzo diferencial se utilizará para un comportamiento apropiado. El control de impulsos será muy importante.
Paso 1. Empecemos el programa de prevención y gestión de forma que el perro no pueda hacerle daño a nadie. Si los estímulos desencadenantes viven en la casa, entonces tendremos que realojar los estímulos o el perro. No debemos dejar al perro fuera sin supervisión. Nunca deberá ir sin correa en lugares públicos y preferentemente debería llevar un Gentle Leader. La gestión es la clave.
Paso 2. Incluso si este es un comportamiento sobre todo impulsivo, sugeriría trabajar el programa básico y el control verbal. Agarremos al perro antes de que se active. De esta manera se controla el impulso de presa de los Border Collies cuando compiten entre sí. El adiestrador da órdenes para que se den comportamientos alternativos antes de que el perro se active en el siguiente paso de la secuencia depredadora. Al conocer lo que activa al perro y cuándo, el adiestrador puede encender y apagar la secuencia depredadora.
Paso 3. Sigamos adiestrando al perro para que desarrolle una respuesta sólida al control verbal.
Paso 4. Formulemos un plan de tratamiento en el que le enseñemos a mantener un comportamiento alternativo y excluyente ante los estímulos desencadenantes. Centrémonos en las técnicas de condicionamiento operante. El perro no tiene miedo del estímulo desencadenante.
Paso 1. Prohibamos todo tipo de juego brusco. Desarrollemos un plan de prevención.
Paso 2. Sigamos con el programa básico con énfasis en el control verbal y siendo sistemáticos. ¡Aumentemos el ejercicio de forma significativa!
Paso 3. Identifiquemos y recompensemos un comportamiento apropiado y contrastémoslo con la prevención de la agresividad y el juego no deseado lo máximo posible. Cuando el perro elige iniciar un juego brusco o agresivo tendríamos que ignorarlo y ponerlo en tiempo muerto hasta que se le haya pasado ese nivel de excitación. No aceptemos el desafío y si nos resulta divertido su comportamiento dejemos de reír o sonreír cuando lo haga.
La base del tratamiento de esta forma de agresividad será gestionar los niveles de excitación y prevenir la posible estimulación. Además el dueño debería aprender a predecir los estímulos desencadenantes y utilizar las herramientas de gestión necesarias para tratar la causa subyacente de la agresividad redireccionada en sí misma.
Existen muchas razones para que se dé una agresión entre perros que viven bajo el mismo techo. Aparte de los problemas de competitividad y la impaciencia aprendida habituales, es posible que tenga miedo de otros o de otro perro que esté en la misma casa. Si el miedo es lo suficientemente intenso se denomina fobia social. Si el agresor es mucho mayor que el agredido puede ser impulso depredador. Esto ocurre cuando el instinto depredador de un perro se activa ante la presencia de otro más pequeño. Es posible que se den causas médicas o que uno se haya convertido en un abusón a través de refuerzo constante por el éxito en la competición. Los choques de personalidad son comunes entre perros que viven juntos. Los perros no se han elegido, después de todo. Si los dos perros siguen los mismos impulsos o si uno de ellos entra en conflicto con las sensibilidades del otro entonces va a haber problemas. En ese caso la prevención del ensayo y un adiestramiento sólido de control de impulsos acabará con las peleas y nos pondrá en la dirección correcta para controlar el caos y los conflictos en casa.
La gestión de la agresividad entre perros que viven en la misma casa es un proceso dinámico que requiere micro y macro gestión. Dada la calidad dinámica del problema y la complejidad del tratamiento y gestión debemos entender los principios básicos. Estos principios nos guiarán en cómo tratar a los perros. La agresividad hacia otros perros del hogar debe prevenirse y si eso no es posible debe tener como resultado el menor refuerzo posible. Pongamos en marcha el programa básico con énfasis en el adiestramiento. Asegurémonos de que los perros hacen ejercicio suficiente y que mantienen unas rutinas generales.
La gestión va a ser vital. Podemos usar barreras de bebés, jaulas, puertas, etc. para mantener a los perros separados si es necesario. Si dos perros tienen un historial de peleas entonces no permitamos que tengan acceso el uno al otro cuando no estamos. Si comienza una pelea seria tirémosles un cubo de agua o tiremos de ellos por la cola o las patas traseras. Si paramos una pelea preparémonos para que nos muerdan. No es seguro intervenir en una pelea entre dos perros. Con un perro pequeño y uno de tamaño medio podemos poner un tablón entre ambos, o bien hacer ruido con una lata llena de monedas o algo similar. En cualquier caso si se da una pelea el refuerzo ya ha ocurrido así que minimicemos el refuerzo continuo con el tiempo muerto para el perro o perros agresores.
Muchos conflictos se dan por la posesión de objetos así que tendremos que gestionar los objetos con cuidado. Si se trata del bebedero, pongamos siete bebederos en toda la casa. Tendremos que ser listos y expertos observadores además de diplomáticos. No olvidemos reforzar la tolerancia. Si un perro tolera al otro hagamos que lo sepan. Hagamos que les merezca la pena ser tolerantes y pacientes.
El primer asunto debe ser el adiestramiento individual. Tendremos que organizar el tiempo para adiestrar a cada perro por separado. Tendría que ser un tiempo agradable y podemos incorporar paseos, juegos o ejercicios. El adiestramiento debe hacerse pero también necesitamos tiempo de vinculación de forma que el perro confíe en nosotros y se acostumbre a prestar atención a lo que queremos. Si hay un grupo de perros corriendo todo el tiempo es difícil que uno de ellos se acostumbre a prestarnos atención. Tenemos que adiestrar a cada uno hasta un alto nivel de fiabilidad individual, con control básico de señales que nos permitan controlarlo verbalmente, pero el adiestramiento también incluirá un componente que le enseñe a ser paciente y a mostrar control de impulsos. Es fácil adiestrar a un perro a que venga a donde se le dice y que se siente cuando se le pide pero ¿dejará de jugar con otro perro? Si no, entonces tenemos que volver al nivel de adiestramiento en el que nos da una respuesta a bajos niveles de distracción. No puedo decir cuántas personas me comentan que su perro está bien adiestrado en una cosa y luego vemos que el perro sólo lo hace si hay una golosina a la vista, si el dueño da la orden verbal y la señal con la mano, si el dueño está de pie o lo que sea. El perro no ha sido adiestrado más allá del nivel de la escuela elemental. Puede que dé una buena posición de sentado para la escuela elemental pero vamos a necesitar más. Si le pido a la persona que no mire al perro y diga «sienta», y el pero no lo hace, o si lo dicen desde lejos o sin que pueda verlo o cuando hay distracciones. Si el perro no responde de forma fiable en todas estas situaciones entonces no está bien adiestrado en esa respuesta. Veamos la sección de adiestramiento para más detalles sobre este proceso. Cuantas más sesiones individuales de adiestramiento hagamos, mejor serán las respuestas y mejor será el plan de tratamiento. Puede que tengamos que asistir a clases de adiestramiento con clicker para el perro o perros más problemáticos pero los perros deben de ir a clase por separado.
Una vez que hemos llegado a un punto fiable en el adiestramiento individual podemos empezar el adiestramiento por parejas. En el caso de que tengamos varios perros podemos empezar con una pareja. Empecemos realizando el adiestramiento con cada perro de forma que las recompensas sean por tolerar la atención prestada al otro. Que un perro se siente y luego el otro. Tendremos que usar el nombre del perro al que nos dirigimos antes de dar la orden de forma que sepan cuándo nos referimos a ellos. Liberemos y premiemos a uno, y luego liberemos y premiemos al otro. Comencemos cuando están en actitud receptiva y lo suficientemente lejos el uno del otro de forma que no se activen. Comencemos con cosas fáciles y avancemos hasta las más difíciles. Una vez que hayamos trabajado con una pareja, podemos pasar a otra, si tenemos más de dos perros. Si sólo es uno de los perros el que provoca problemas entonces nos tendremos que centrar más en ese pero aún así deberíamos realizar el adiestramiento con cada pareja.
También podemos dar órdenes en grupo. Para esto tendremos que utilizar un nombre de grupo como «todos» y dar la señal. Recompensemos sólo a los que actúen y repitamos, animemos al otro perro a hacerlo. Esta orden de grupo nos será útil cuando queremos que respondan todos los perros. «Sienta» a todos los perros a la vez puede ser valioso.
Una vez que hayamos avanzado en el adiestramiento de cada par hasta un punto fiable de distracción, podemos empezar las combinaciones de tres. El adiestramiento es casi igual que con dos. Separémoslos y trabajemos con cada perro por separado. Una vez que hayamos progresado de forma significativa con estos grupos pequeños en todas las combinaciones posibles de tres podemos empezar a añadir otros perros que haya en la casa hasta que funcione toda la manada junta. Mantengamos el adiestramiento individual y también en grupo. Apliquemos el adiestramiento a las actividades de cada día si podemos.
Si un perro pierde los nervios y le echa los dientes a otro, démosle un tiempo muerto de inmediato. Las muestras de impaciencia, frustración o irritación no tendrán como resultado un refuerzo. Pero como en cualquier aplicación de tiempo muerto tenemos que asegurar que haya una alternativa apropiada. Reforcemos los signos de tolerancia y control de impulsos. Veremos más adelante algunas ideas sobre ejercicios de adiestramiento específicos.
A continuación presentamos un ejercicio de adiestramiento paso a paso que podemos realizar. No sólo nos permite realizar control verbal sino que le enseña al perro a ser paciente y controlar sus impulsos.
Aprendí esta técnica de Brenda Rushman del PAWsitive Solutions Canine Behavior Counseling Ltd. (www.PAWsitiveSolutions.net). Puede ser útil para perros que protegen comida u otros recursos o para aquellos que no toleran, de ninguna manera, que se muestre preferencia por otro perro.
Empecemos preparando el entorno. Tendríamos que usar un bozal con el perro temperamental. Ahora establezcamos una zona en la que nos podamos sentar cómodamente con un perro a cada lado y situando algo a modo de barrera entre ellos. Si hablamos de perros grandes podemos usar la mesa de la cocina. Si hablamos de perros medianos utilicemos un taburete u otro objeto similar. Trabajemos en sesiones de 10 minutos cuantas veces al día nos sea posible. Actuemos de forma ágil para que sea divertido para los perros pero no tanto que se exciten demasiado.
Paso 1. Ambos perros reciben el premio de forma simultánea. Proporcionemos un premio al mismo tiempo, a cada perro, de forma repetida de manera que se den cuenta de que porque el otro perro reciba un premio no quiere decir que él se quede fuera. Repitamos en varias sesiones más allá del punto en el que pensamos que el agresor se siente cómodo con el ejercicio.
Paso 2. Cuando se establezca el paso 1 podemos pasar al siguiente paso de ofrecer el premio al mismo tiempo pero esta vez mantengamos firme, sin soltar, el premio del perro agresor mientras lo lame o lo mordisquea. Démosle el premio al otro perro y entonces soltemos el del agresor. Debería de haber una décima de segundo entre el momento en el que soltamos el premio de un perro y el del agresor.
Paso 3. De forma muy gradual empecemos a aumentar el tiempo que pase entre premios. Podemos dárselo de forma muy gradual a un perro y luego ofrecérselo al agresor después de habérsela dado al primer perro. Este proceso debe ir de forma muy gradual.
Otra opción es no mirar al otro perro de forma que el agresivo no se vuelva intolerante. Podemos introducir la variable de la mirada al otro perro más tarde. Recordemos el proceso básico por el cual trabajamos una variable cada vez hasta que se afiance y luego nos relajamos mientras añadimos otra. También podemos experimentar dando alabanzas verbales al agresor. Mientras se muestre tolerante y no se tense podemos ofrecerle alabanzas verbales y premios, por supuesto. Otro truco es usar recompensas menores para un perro y estupendas para el agresor. Podemos aumentar el nivel de dificultad más adelante una vez que consigamos mucho éxito con las cosas fáciles. Otro factor de dificultad en el que deberemos trabajar es disminuir la distancia entre los perros hasta que estén hombro con hombro, de pie el uno al lado del otro.
Paso 4. Generalicemos más utilizando otros perros si tenemos más y otros premios y juguetes.
Una variante de este método es con juguetes haciendo intercambios del objeto con cada perro en presencia del otro. Reforcemos mucho la tolerancia y la obediencia.
Si los perros luchan todo el tiempo y no se ve una disminución entonces tendremos que considerar buscar un nuevo hogar para un perro. Si un perro aterra al otro, de forma intencional o no, puede que le tengamos que buscar un hogar nuevo a uno. Si un perro le hace daño grave al otro o le ataca las patas entonces debemos considerar buscarle un nuevo hogar o sacrificarlo. No podemos pedirle a un perro que viva en una relación que lo traumatiza, maltrata o es peligrosa. No es justo. Busquemos la calidad de vida del perro.
La agresividad entre perros que no viven juntos suele tener mucho que ver con comportamientos de tipo «abusón», con el establecimiento inapropiado de expectativas de competitividad social y límites sociales, miedo e infrasocialización.
Si nuestro perro tiene peleas leves con otros perros en las que nadie sale herido ni física ni emocionalmente puede que no tenga ningún problema. Por otra parte, si las peleas no son breves y apropiadas ni van seguidas de disculpas y aceptación apropiada o si un perro acosa o hace daño físico o emocional al otro entonces tenemos un problema. Este tipo de eventos pueden provocar miedo a otros perros o problemas de agresividad futuros con demasiada facilidad y no es justo exponer este perro a un abusón. Si nuestro perro es el abusón no nos engañemos pensando que «se están conociendo» o que «ya lo arreglarán entre ellos». Esto no importa. El hecho es que una única experiencia mala como esa puede arruinar al perro psicológicamente en su trato con otros perros para siempre. Si nuestro perro es el que abusa no permitamos que ensaye su comportamiento bajo ninguna circunstancia. Sí, esto puede significar que no podamos llevar al perro sin correa y que no se pueda socializar, algo que sería bueno para él. Pero eso no importa. No podemos hacer daño a otros para que nuestro perro se socialice y asumámoslo: no se está socializando, ensaya cómo ser mejor abusón. La gestión y el control verbal sólidos son muy importantes. En este marco podemos realizar ejercicios de ponerlo a prueba y de RDI en los que reforzamos la tolerancia.
Si nuestro perro es el que padece el abuso, entonces tenemos que hablar con el dueño del otro perro sobre su responsabilidad pero casi siempre van a ser defensivos y negarlo o podemos llevar al perro a pasear a otro lugar. Si el perro tiene miedo de otros perros entonces podemos diseñar un programa de desensibilización sistemática y contracondicionamiento o un programa de ponerlo a prueba o RDI. En algunos casos la socialización curativa sin correa puede ser posible. En ese caso busquemos un perro que esté bien socializado y que sea un diplomático canino. Si el problema de nuestro perro se da sobre todo con machos no castrados entonces empecemos con una hembra bien socializada. Podemos empezar a añadir otros perros al grupo de juego poco a poco. Es posible que no seamos capaces de añadir nunca machos no castrados pero puede que nuestro perro se haga más sagaz en la socialización. Concentrémonos en el aumento de la confianza en general.
Una evolución reciente en el tratamiento de la agresividad entre perros han sido las clases de gruñido. Las clases de gruñido tienen lugar en un grupo en el cual todos los perros tienen problemas de agresividad. Muchas veces al principio se les pone un bozal y se les enseñan técnicas de readiestramiento bien por parte del dueño o de los instructores. Las clases de gruñido han recibido alabanzas en los libros de algunos de los adiestradores más conocidos del sector pero no conozco ninguna investigación que sugiera que benefician a los perros realmente. Siempre que se da una situación en la que los perros pueden ensayar un comportamiento no deseado es mala. No importa si están con bozal o si los adiestradores están con ellos por si intentan atacar. Si se permite que dos perros se sensibilicen y se atacan entonces es que se ven inundados. Recordemos que la inundación es la experiencia de exponer a un perro a un estímulo sensibilizador a toda capacidad y es un procedimiento bastante engañoso y que trae consecuencias. Los perros se separan antes de que empiecen a habituarse. No sugiero que se deje luchar a los perros hasta que se han cansado y empiezan finalmente a habituarse porque no propongo una clase de gruñido tradicional. Esta forma de funcionamiento es una inundación fallida. Conseguimos todos los efectos negativos de la inundación y ninguno de los positivos (si hay alguno). Asistí a un seminario sobre clases de gruñido en 2000 impartido por un adiestrador bastante conocido que no voy a nombrar en el que se demostraba ese proceso. Me quedó claro que muchos de los perros quedaban peor que cuando entraron y no pude identificar ni un perro que mejorase. Había un pequeño Viszla que estoy seguro de que quedó incapacitado para estar con otros perros para siempre. Tengámoslo en cuenta si estamos considerando organizar o enviar al perro a clases de gruñido. No permitamos a ningún «profesional» que deje que el perro se sensibilice y se inunde. Si somos profesionales no permitamos que se sensibilice ningún perro, no aprenderán nada bueno. Tengamos cuidado con las clases de gruñido. No las apoyo.
Desde que se publicó la primera edición de este libro he visto algunas clases de gruñido nuevas y más modernas que probablemente son mejores que las estándar. Sólo participan 3 o 5 perros con un número suficiente de adiestradores bien formados. No se permite que los perros se sensibilicen. Se mantienen a una distancia significativa y a los dueños se les enseñan métodos semejantes a los que aparecen en este libro. Aún así me muestro reticente ante los «pases de gruñido» pero si se gestionan así entonces mi argumento original en contra de este sistema no se mantiene en estos casos. ¡«Compremos» bien si pensamos asistir a una clase en grupo para perros con problemas de reactividad!
El tratamiento para los problemas de agresividad es muy variable y lo condicionan las cuestiones particulares de cada caso. Tenemos que comprender adecuadamente los principios de la teoría del aprendizaje y de las técnicas de modificación del comportamiento para tratar el problema solos. Si no conseguimos digerir los principios o si nos cuesta aplicarlos en la realidad entonces tenemos que reevaluar la situación; si el riesgo es significativo entonces tendríamos que sacrificar al perro o llamar a un asesor profesional de comportamiento canino con experiencia en problemas de agresividad que se dedique a los métodos de refuerzo positivo. No podemos esperar resolver el problema solos a menos que seamos sistemáticos con respecto a lo que hay que hacer. Recordemos también que somos nosotros los que tenemos que vivir con el perro y el riesgo que conlleva así que de una forma u otra tenemos que aprender lo que hay que hacer. No enviemos al perro a un lugar para que lo adiestren, tenemos que asistir nosotros también.
Pongamos en marcha el programa básico primero. Junto con todos los otros elementos empecemos a adiestrar al perro. Evitemos tratar con situaciones del problema real hasta que se haya trabajado bien con el perro, le guste el adiestramiento y hayamos probado los comportamientos con niveles altos de distracción.
El objetivo del tratamiento no es curar al perro, eso no es posible. Existen libros sobre la agresividad que sugieren que si seguimos su camino «verdadero» seremos capaces de curar al perro. Eso no es cierto. Seguramente trabajaremos duramente para controlar el problema y aumentar la confianza del perro pero nunca se curará.
La agresividad es reconfortante para el perro y crea hábito. Esto quiere decir que cuando esté estresado volverá al comportamiento que le es automático (habitual). Nuestro objetivo con el tratamiento va en dos sentidos: establecer las circunstancias correctas de forma que se acostumbre a lo que lo activa y también proporcionar comportamientos alternativos y que se hagan habituales. Sugeriría el adiestramiento con el clicker dado que la comunicación es muy importante y este dispositivo nos ayuda a comunicarle de forma más apropiada al perro lo que nos gusta y queremos.