[VEN TÚ, ÚLTIMO QUE YO RECONOZCO]

Ven tú, último que yo reconozco,

incurable dolor en el velo del cuerpo:

como ardí en el espíritu, ahora mira: en ti ardo;

esta leña que quemas

largamente se había negado a consentir,

mas te alimento ahora, en ti me quemo.

Mi templanza de aquí se vuelve ira en ti:

una ira de infierno, no de aquí.

Enteramente puro, sin planes, liberado de futuro,

he subido a la confusa hoguera del dolor,

muy seguro de no comprar en ningún sitio

nada de porvenir a cambio de este

corazón en que callan las reservas.

¿Soy yo aún el que arde ahí irreconocible?

No he arrastrado ningún

recuerdo hasta aquí dentro.

¡Vida, vida: estar fuera!

Y yo en las llamas. Nadie me conoce.

[Renuncia. Esto no es aquello que era estar enfermo

una vez en la infancia. Aplazamiento.

Pretexto para crecer. Llamaba y murmuraba cada cosa.

Aquello que temprano te admiró

no lo mezcles con esto]

Val-Mont, probablemente hacia mitad de diciembre de 1926
(última anotación en el último cuaderno)