Arena voladora de las horas.
Continúa sin ruido el arruinarse
aun de aquel edificio bendecido.
Vida es viento perenne. Ya se alzan deslazadas
las columnas que nada soportan.
Pero este declinar: ¿es más triste quizás que el del regreso
del agua de la fuente a sus espejos,
hasta tornarlos una polvareda de luces?
Sujetemos por tanto entre los dientes
la metamorfosis,
de manera que enteros nos contenga en su adentro
la vidente cabeza.
Muzot, febrero de 1924