ESCRITO PARA LA SEÑORA HELENE BURCKHARDT

¿Conoce aún la naturaleza

aquella sacudida con que una parte de las criaturas

se desgajó desde el estado inmóvil?

Las flores, con paciencia suficiente,

alzaban a la escucha tan sólo sus cabezas,

quedándose hechizadas en el suelo.

Por haber renunciado

a un paso y movimiento voluntario,

se levantan tan ricas y tan puras.

No hay cazador que alcance

su curso en lo profundo,

lleno de una encantada agitación.

¿Recorrer los caminos interiores

en un puesto asignado

no es acaso el destino de los hombres?

Otra cosa persiguen los tifones

y otra cosa junto a una ola crece,

—Nos sea caro el ser-flor.

Muzot, diciembre de 1923