Una infancia primero, sin frontera, sin meta y sin renuncia.
Oh placer inconsciente.
Y de un golpe terror, barrera, escuela, esclavitud;
caída en tentación y luego pérdida.
Despecho. El que fue doblegado ahora doblega
y en los otros se venga de aquello que ha sufrido.
Oh temido y amado, salvador, luchador y triunfador;
dominador, un golpe tras el otro.
Después, ya solo, en medio
del frío, la vastedad y lo ligero.
Pero inscrita en el fondo de la figura erguida,
una respiración
tendente a lo primero y a lo antiguo…
Entonces Dios salió de su celada.
Schöneck, septiembre de 1923