Ahora lo lejano, venido desde abiertos horizontes,
toca el rostro al apaciguado celebrante;
así es como el dolor, para nosotros
inasible, regresa a su oscuro poseedor.
Y esto persiste un instante aún,
de este modo ser espectador
del sufrimiento pudo convertirse en
la mayor libertad—; una nueva clemencia
se instala despreciando la corrupción
y el mismo devenir.
Rostro: oh, ¿de quién?: no más esas alianzas
todavía un instante consentidas.
Oh ojo que nunca más
hará brotar la más bella de todas
las cosas de la vida, a la que se ha abdicado.
Oh umbral del canto, boca de juventud
a la que para siempre se renuncia.
Y tan sólo la frente, a partir de volatilizadas referencias,
desea construirse algo más duradero al otro lado,
como por desmentir los bucles fatigados del cabello
que se le entregan ya, tristes y tiernos.
París, enero de 1914
Ámbito de las Elegías de Duino