13

TTD 00,35

El estallido lanzó a Patrick contra la litera, empañándole la vista por un instante. Sacudió la cabeza para aclararla. En los paneles de mando se veían luces rojas por todas partes. Varias voces le martilleaban los oídos: las de Control de Misión, las del intercomunicador. Nadia le llamaba.

Cerró la mente a todo eso, apenas consciente de los sonidos intrusos. Los instrumentos. El motor. Apagado automático; después, apagado manual. Bombas, combustible, conexiones de seguridad. Además, iban girando a toda velocidad. La Tierra pasó por las ventanillas delanteras y desapareció de la vista. Patrick echó una mirada al TDD para medir el tiempo de giro. Permaneció inmóvil hasta que volvió a aparecer, y entonces accionó la llave que cerraba el intercomunicador a fin de acallar las voces que le hablaban a gritos. Al mismo tiempo indicó a Nadia:

—Guárdate la pregunta hasta que haya hablado con Control de Misión.

Tocó una llave más.

—Control de Misión, ¿me oyen?

—Sí, atención, tenemos…

—Paso a informar sobre nuestras condiciones. Hemos sufrido un desperfecto en los motores del cuerpo central. No hay el menor dato sobre el número tres; tal vez haya sido una explosión. En cuanto a los otros, están apagados. Suministro de combustible, nulo. Las reservas de combustible permanecen en el once por ciento. Avanzamos en órbita girando sobre nuestro eje, con una vuelta completa cada doce segundos. Infórmenme sobre la órbita y el estado general. Corto.

La órbita es la siguiente: perigeo ciento treinta y ocho punto uno ocho kilómetros. Tiempo de orbitación, ochenta y ocho minutos. Los datos indican un descenso en la presión de cabina. ¿Tienen algún informe?.

—Dato positivo: siete punto tres libras. Debe haber un fallo en sus instrumentos. ¿Anulamos la rotación?

Negativo, repito, negativo.

En la voz de Flax se traslucía la emoción por primera vez. Patrick le oyó agregar:

Queremos determinar primero la magnitud del daño.

El piloto encendió el intercomunicador, preguntando:

—¿Lo han oído?

—Sí —respondió Coretta—, pero no he comprendido nada.

—Hemos tenido un desperfecto en un motor. Aún no conocemos la magnitud del problema. Como ustedes saben, la tobera del cuerpo central forma en realidad cuatro cuadrantes separados que funcionan conjuntamente. Uno de ellos no funciona y no tenemos datos sobre él. En mi opinión se trata de un fallo importante…

—¿Suponemos que ha estallado? —preguntó Ely.

—Sí, creo que eso debe ser. En todo caso, nos quedan tres motores en buen estado…

—Se cree que tenemos tres motores en buen estado.

—Ely, cállate un poco. Todavía no sabemos de qué se trata. Primero hay que averiguar; ya habrá tiempo para el pánico. Todavía queda abundante combustible para maniobrar y seguimos en órbita. El único problema inmediato que tenemos es esta rotación. Voy a corregirla en cuanto Control de Misión me autorice.

—Dice usted que estamos en órbita —dijo lentamente el coronel—. ¿Puedo preguntar qué clase de órbita es ésa?

Patrick vaciló antes de contestar:

—En verdad no lo sé. Conseguiré el dato lo antes posible. A grandes rasgos, estamos a ciento cuarenta kilómetros de altura y orbitamos la Tierra una vez cada ochenta y ocho minutos.

—Ciento cuarenta kilómetros no es mucho —dijo Ely.

—A mí me parece bastante —replicó Coretta.

—Es bastante —concordó Patrick, tratando de ocultar la tensión de su voz—. Aquí arriba casi no hay atmósfera; apenas un uno por ciento. Volveré a comunicarme con Control de Misión.

Pasaron otros cinco minutos antes de que Control de Misión diera por seguros los datos suministrados al ordenador.

Bien, Prometeo —dijo Flax—. Autorización para estabilizar. Sugerimos que se gaste la menor cantidad de combustible.

—Comprendo perfectamente. Control de Misión. Inicio la maniobra.

Ese vuelo adicional no estaba previsto. El combustible requerido para la maniobra sería necesario para estabilizar la nave cuando entraran en la órbita final. Pero jamás llegarían a ella si continuaba la rotación. Patrick tendría que emplear en eso tan poco combustible como pudiera y confiar en que quedara bastante para cuando hiciera falta. Un toque a los controles disminuyó la rotación, pero no lo bastante.

—Hará falta más —observó Nadia.

—Lo sé, por desgracia —respondió Patrick con expresión sombría—. Aquí va.

Unos cortos disparos de los eyectores de maniobra aminoraron lentamente los tumbos, hasta detenerlos por completo. La Tierra, único punto de referencia, se movía lentamente hacia las ventanillas del frente; los sensores de horizonte la colocaron finalmente en el medio de la ventanilla.

—Reservas de combustible de los eyectores de maniobra: setenta y uno por ciento. Magnífico, Patrick.

—El cálculo indicaba que no necesitaríamos más del cincuenta para corregir la órbita. Vamos bien.

El piloto conectó la radio.

—Hola, Control de Misión. Hemos eliminado la rotación y estamos en una órbita estable. ¿Tienen ya algún informe sobre las condiciones del motor central?

Negativo, Prometeo. Pero estamos suministrando todo el programa al ordenador y necesitamos más datos para terminarlos. ¿Listo para recibir instrucciones?.

—Adelante, Flax, pero que sea pronto. Esta órbita no me gusta y quiero salir de aquí lo antes posible.

Confirmado. Activa el P20 hasta C64 y danos los datos.

Mientras Patrick probaba los circuitos y suministraba los resultados al ordenador, Nadia encendió el intercomunicador para informar al resto de la tripulación sobre lo que estaba ocurriendo.

—¿Podemos quitarnos las correas, Nadia? —preguntó Gregor—. Quisiera estirarme un poco y caminar por aquí. Me está dando claustrofobia.

Su voz revelaba cierta tensión; no había llegado al pánico, pero lo estaba rozando. El test más exhaustivo de todos no es más que un test: la última prueba, la definitiva, es el vuelo espacial en sí, y no siempre es posible preparar totalmente para ella a quien debe afrontarla. Nadia notó el cambio en la voz de su compañero y prefirió ignorarlo en lo posible.

—No lo hagas, Gregor, por favor. En cualquier momento volveremos a disparar y es necesario hacerlo en el momento exacto indicado por el ordenador. Si no estamos todos atados podemos lastimarnos bastante.

—¿Y la comida, Nadenka? —preguntó el coronel—. Los ruidos de mi estómago se deben oír desde allí.

—Ah, era eso, Volodya! ¡Pensé que eran los cohetes, que se habían encendido por su cuenta!

Alguien festejó el chiste con una risita entre dientes, pero no hubo carcajadas. Nadia agregó:

—Lo siento, pero debo responderte lo mismo que a Gregor. En cuanto estemos en órbita podremos hacer lo que nos plazca.

—Pero ¿no estamos en órbita? —interrumpió Coretta—. Podríamos quedarnos aquí un rato más, ¿o no? Disculpen mi ignorancia.

—Estamos en una órbita baja —le explicó Nadia—, apenas en la parte superior de la atmósfera. Y no es eso lo que estaba previsto.

—¿Qué pasaría si nos quedáramos aquí?

Nadia repitió para sí la pregunta de Coretta. ¿Se trataba de una órbita decreciente? ¿Por cuánto tiempo podrían mantenerla? Tal vez todas esas respuestas se hicieran indispensables en breve. Pero apartó sus propios temores y respondió con voz tranquila:

—Nada grave. Si nos mantenemos en esta órbita daremos una vuelta al mundo cada ochenta y ocho minutos. Pero saldremos pronto. Esperen, Patrick llama.

—Les habla el comandante. El ordenador ha asimilado toda la información que le proporcionamos y, al parecer, tiene ya la respuesta. Uno de los motores está definitivamente estropeado. Lo hemos dejado fuera de circuito y bloqueado. Habrá que hacer funcionar los dos motores opuestos, el dos y el cuatro, y desconectar también el tres para mantener el equilibrio.

—¿Y bastará con el impulso de dos motores? —preguntó Ely.

—Claro que sí, doctor Bron. Hacían falta los cuatro para elevarnos, y también los propulsores, pero ahora que estamos en órbita podemos utilizar sólo dos motores durante un período más prolongado y el resultado será el mismo.

—No seas irónico, Patrick —protestó Ely, abandonando por primera vez su armadura de frío cinismo—. Sé tanto como tú de mecánica orbital. Me refería al programa para lograr una órbita final correcta con impulsos reducidos. Preparar un programa así puede llevar horas enteras, días enteros.

—Perdona, Ely. Estoy cansadísimo, como todo el mundo. Lo que dices es muy cierto, pero entre los preparativos que se hicieron en los últimos doce meses figuran varios programas para casi cualquier eventualidad. Ésta estaba calculada… Aquí llama Control de Misión.

Patrick cerró el intercomunicador y recibió las instrucciones de Control de Misión. No había gran cosa que hacer, salvo observarlo todo, pues el ordenador se encargaba nuevamente de la situación… Los datos y los detalles recogidos por la Prometeo, codificados por el cerebro electrónico de a bordo, eran transmitidos por radio a la Tierra, para ser retransmitidos por una de las estaciones de enlace instaladas en la superficie o por los satélites de comunicación. Una vez asimilado el mensaje en código se enviaba nuevamente al ordenador de la nave para que éste siguiera las instrucciones.

—La ignición se producirá a 01.07.00 —indicó Control de Misión.

—Roger. Todo el mundo debe verificar sus ligaduras y prepararse. Los motores se pondrán en marcha dentro de dos minutos, a 01.07 en el reloj de TTD que tienen allí.

Los segundos latían uno a uno; aunque transcurrían con mucha rapidez, cada uno de ellos parecía arrastrarse por siglos.

Esa oportunidad era la definitiva quedaban pocos segundos tres más, dos, uno.

Patrick estaba listo, todo su cuerpo aguardaba el impulso Nada ocurrió.

—Adelante, Control de Misión No tenemos ignición.

—¿Nada en absoluto? —preguntó la voz de Flax, sin disimular la preocupación.

—Ni un pedo en los motores, ni una luz en el tablero ¿Sabéis lo que estáis haciendo, por casualidad?

Afirmativo Prometeo Mira Patrick, estamos haciendo cuanto podemos Han empezado a revisar el programa para ver si hay errores Después te daremos una nueva hora y tú mismo harás contacto desde allí.

—Gracias, Flax, te agradezco la preocupación No pongo en duda que todos vosotros estéis sudando la gota gorda y con ataques de ulcera, pero al menos tenéis los pies en tierra firme y no en el vacío ¿Todavía no tenéis los datos de esta órbita?

Negativo.

—¡Flax, cállate y escucha bien! Estás mintiendo. Tu ordenador ya ha asimilado datos orbitales suficientes como para tener una respuesta a esta altura.

Estáis a una altura de…

—Ya sé a qué altura estamos y qué velocidad llevamos, maldición Lo que quiero saber es si se trata de una órbita decreciente o no ¿Cuánto tiempo podemos permanecer aquí antes de chocar contra la atmósfera e iniciar el descenso en espiral?

—No estamos seguros.

—¿Cuánto tiempo, FlaX?

Bueno, bueno, Patrick Tranquilo, tómalo con calma Aquí tenemos una cifra, pero es sólo una estimación aproximada En cuanto podamos te daremos la última información Por el momento no ofrece más que el setenta por ciento de segundad, pero lo más que podemos calcular es de treinta y seis horas.

—¿Un solo día?

Nadia miraba fijamente a Patrick, con los ojos muy abiertos, pues había oído el dato El piloto le dedicó una inclinación de cabeza, pero no trató de sonreír Pasaron largos segundos antes de que volviera a hablar.

—Escucha, Flax Si no salimos de esta órbita nos convertiremos en una estrella errante y acabaremos incendiándonos en cuanto choquemos con la atmósfera Haz funcionar esos motores. Si no arrancan será mejor que tu gente empiece a trabajar en la alternativa más inmediata. Necesitaremos datos sobre la posibilidad de escapar de esta órbita mediante el motor nuclear. Dejaremos caer el cuerpo central y haremos contacto desde aquí. ¿Me oyes?

Perfectamente, Pat. Ya hemos pensado en eso y estamos preparando un programa. ¿Estás listo para intentar otra ignición?

—Roger.

Te leeré la cuenta atrás y harás contacto en cero. Diez... nueve…

Tampoco en esa oportunidad ocurrió nada. Patrick pulsó el botón una y otra vez hasta que le dolió el pulgar.

—¡Bueno! —gritó—. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Vais a arreglar esos motores o nos separamos?

Separación en pocos minutos. Queremos verificar que tengas tiempo suficiente para conectar el motor nuclear antes de hacerlo.

—¡Qué buena idea! —masculló Patrick, antes de cerrar contacto con Control de Misión con un manotazo al interruptor.

En seguida se volvió para hablar con la tripulación.

—¿Lo han oído todo? —preguntó—. Supongo que ha salido por el intercomunicador.

—En efecto —dijo Coretta—, pero… Voy a pasar por tonta: ¿de qué se trata?

—Es muy simple —respondió Ely—. Si nos quedamos quietos chocaremos contra la atmósfera en el plazo de un día y nos convertiremos en una de esas bellísimas estrellas errantes que hacen las delicias de los enamorados. Para evitarlo nos queda la esperanza (creo que el término correcto es «esperanza») de utilizar mi motor nuclear, que no fue creado para eso. La única nota alegre en esta deprimente situación es que… He hecho algunos cálculos con mi maquinita. El ordenador los hará con mayor exactitud, pero al parecer podremos salir de esta órbita. Sin embargo, conviene que nos deshagamos de ese peso muerto que llevamos en la cola. Cuanto antes hagamos contacto, mejor será. Ahora me desataré para ir a echar un vistazo al motor.

—¡Quieto! —ordenó Patrick—. Te quedarás en la litera hasta que yo te lo ordene. Quiero consultar. Control de Misión, ¿me oyen?

Roger, Prometeo. El motor atómico les dará bastante empuje como para maniobrar en órbita. Hagan contacto cuanto antes. Preparados para la etapa de separación.

—Lo que yo dije —exclamó Ely, riendo—, sólo que con más pomposidad y palabras más largas. Diles que suelten esos malditos tornillos o lo que sea, así podré salir de esta cama y poner manos a la obra.

Separación.

Las conexiones explosivas que sujetaban la Prometeo al propulsor instalado detrás cedieron inmediatamente; en la cabina de vuelo se percibió tan sólo un golpe seco y suave. Patrick puso en funcionamiento la cámara de televisión y retransmitió la señal a Control de Misión. Ellos se encargarían de manejar el propulsor para depositarlo sano y salvo en la Tierra…, si podían.

—¡Miren! —balbuceó Patrick—. Control de Misión, miren las pantallas. ¿Lo ven? El cuerpo central no se ha separado; sigue sujeto a nosotros en posición angular. Tal vez uno de los conectores no haya estallado. No lo sé, pero, sea como fuere, eso continúa colgado a nuestra espalda. ¿Me oyen, Control de Misión? Tendrán que hacer algo pronto. De lo contrario, esta misión acabará convertida en una enorme bola de fuego.