V

IN NOMINE DOMINI

Sesión especial de la Suprema Sacra Congregación del Santo Oficio en el palacio del Santo Oficio, el sábado 15 de mayo de 19 54, fiesta litúrgica de San Juan Bautista de la Salle, confesor, y vulgo de Santa Denisa, virgen.

La Santidad de Nuestro Señor, ausente.

Presentes:

Los eminentísimos y reverendísimos Sres. Cardenales.

Pizzardo, obispo de Albano, secretario de la Suprema Sacra Congregación del Santo Oficio, prefecto de la Sacra Congregación de Seminarios y Universidades de Estudios.

Ottaviani, prosecretario de la Suprema Sacra Congregación del Santo Oficio.

Piazza, obispo de Sabina y Poggio Mirteto, secretario de la Sacra Congregación Consistorial.

Canali, presidente de la comisión pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano.

El reverendísimo padre Bigazzi, de los hermanos predicadores, comisario.

Consultores:

Sus Excelencias reverendísimas, monseñores:

Bernardini, arzobispo titular de Antioquía de Pisi-dia, secretario de la Sacra Congregación de Propaganda Fide.

Tragia, arzobispo titular de Cesárea de Palestina, vicegerente de Roma.

Hudal, obispo titular de Ela, rector del colegio teutónico de Santa María del Alma.

El reverendísimo padre Castellano, de los hermanos predicadores, primer cofrade.

Monseñor Graneris, promotor de justicia.

Calificadores:

Los reverendísimos padres:

Vaccari, de la Compañía de Jesús.

Garrígou-Lagrange, de los hermanos predicadores. García, de los eremitas de San Agustín.

Roschini, de los servitas de María.

Teofilo d’Orbiso, de los hermanos menores capuchinos.

Gargiulo, de los hermanos predicadores, segundo cofrade.

Oficiales:

Monseñores.

…, notario.

…, registrador.

…, amanuense.

Invocando el Espíritu Santo, se abre la sesión especial:

El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo, secretario, invita al Rmo. P. Bigazzi, comisario, a exponer, in extenso et cum ómnibus adjunctis, el objeto de la reunión. La discusión es libre.

El Rmo. P. comisario toma la palabra:

Un religioso francés de la Compañía de Jesús, que vive en Roma en piadoso retiro, el reverendo padre desearía poner de nuevo a la luz la devoción al Santo Prepucio, caída en el olvido. Pide letras revocatorias sobre el decreto del 3 de febrero de 1900, No 37 A, por el que la Suprema Sacra Congregación prohibió hablar y escribir de esta reliquia, guardada en la iglesia de los Santos Cornelio y Cipriano de Calcata, diócesis de Civita Castellana, Orte y Gállese (Lacio).

El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Canali declara conocer a ese reverendo padre, que vive en el gran priorato de Malta, en el Aventino. Responde de la pureza de sus costumbres, como de la de sus intenciones. Este religioso expuso su proyecto al Excmo. y Rmo., quien, ante la gravedad del caso, le aconsejó que dirigiera una solicitud en forma a la Santidad de Nuestro Señor, en papel sellado de la Suprema Sacra Congregación.

El Rmo. P. comisario continúa:

La circuncisión de Nuestro Señor Jesucristo está relatada en el Evangelio de San Lucas, pero la conservación del Santo Prepucio sólo figura en el Evangelio de la infancia. Se dice que, cuando N. S. Jesucristo fue circunciso según la ley, al octavo día de su nacimiento, la vieja judía que practicó la operación guardó el Santo Prepucio y lo puso en un vaso de alabastro, lleno de aceite de nardo. Tenía un hijo dedicado al comercio de perfumes y le dió el vaso diciéndole: «Guárdate de vender este vaso lleno de nardo, aunque te ofrezcan por él trescientos dineros». Lo vendió, sin embargo, a Santa María Magdalena, quien vertió el nardo sobre los sagrados pies de N. S. Jesucristo y los secó con sus cabellos. Aquí se detiene, en el Evangelio de la infancia, la alusión al Santo Prepucio. Nada dice de lo que fue de él en las manos de María Magdalena.

Monseñor Graneris señala que este relato sólo puede ser considerado como legendario, pues el Evangelio de la infancia es apócrifo. El Rmo. P. Vaccari advierte que este Evangelio ha sido la fuente, no solamente de una parte del arte sagrado de la Edad Media, sirno también de diversos cultos, y que la palabra leyenda empleada por Monseñor el promotor de justicia debe ser sopesada. El Rmo. P. Garrigou-Lagrange recuerda que esa palabra no tiene etimológicamente nada de peyorativo: se llamaban así los hechos de N. S. Jesucristo y las santos que eran propios para su lectura —legenda—, en las comunidades religiosas y que podían ser adornados como plugiera. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo propone que se pase a otra cosa.

El Rmo. P. comisario continúa:

El culto del Santo Prepucio tuvo, en efecto, tanta difusión que, a comienzos del siglo XVI, se contaban catorce, distribuidos en diferentes países: nueve en Francia, uno en Metz, Lorena; uno en Hildesheim, Prusia; uno en Amberes, Bélgica; uno en Santiago de Compostela, España; y uno en Roma, en San Juan de Letrán, el mismo que está hoy en Calcata.

El Rmo. P. Garrigou-Lagrange declara que el número de los Santos Prepucios franceses ha sido exagerado y que algunos de ellos, señalados por antiguos autores, no han dejado ninguna huella. Añade que, ello no obstante, el museo del Louvre posee dos excelentes cuadros de la Circuncisión, que formaban parte de las colecciones del rey Luis XIV. El Rmo. P. Vaccari recuerda que la iglesia de Jesús, en Roma, está dedicada al misterio de la Circuncisión, en la que se impuso el nombre de Jesús a N. S. Jesucristo, y que hay un cuadro de este misterio sobre su altar mayor. Señala el error de los artistas que han pintado al gran sacerdote, a veces con los rasgos del papa reinante, dedicado a la tarea de circuncidar al Niño Jesús. La ceremonia se efectuó en Belén y ha sido confundida con la presentación en el templo, que fue posterior.

El Rmo. P. Teófilo d’Orbiso pregunta si existe todavía el cuchillo de la Circuncisión. El Rmo. P. comisario contesta que se habían señalado antaño dos: uno en Compiégne, Francia, y otro en Maestricht, Holanda. Añade que existía en Roma, en la iglesia de Santiago del Burgo, la piedra sobre la que cayó el Santo Prepucio en el momento de la Circuncisión. Se afirmaba que esta piedra había sido traída por la emperatriz Elena, con la no menos venerable sobre la que Abraham estuvo a punto de sacrificar a Isaac. Estas dos piedras parecían el símbolo de las dos leyes, pues Dios se había aliado a Abraham por la circuncisión y N. S. Jesucristo se había dejado circuncidar al venir a regenerar al mundo. Santa Elena había tenido la intención de depositar las dos piedras en la basílica vaticana, pero, poco antes de llegar a ella, sus caballos se encabritaron y no quisieron ir más lejos. Fue allí donde se levantó la iglesia de Santiago del Burgo y quedaron las piedras. Por desgracia, parece que las piedras desaparecieron con esta iglesia. El Rmo. P. Gargiulo precisa que la piedra de Abraham fue trasladada a Santa María de Minerva, iglesia confiada a su orden y que posee las cenizas de ese patriarca. Esas cenizas por lo menos están allí todavía, aunque no sean mostradas generalmente al público. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Canali pide que se haga una investigación para saber qué ha sido de la piedra de la Circuncisión y de la piedra de Abraham. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo invita a los monseñores oficiales a tomar nota de ello.

Msr. Graneris se asombra de que siga la discusión sobre el Santo Prepucio antes que se decida el crédito que merece el Evangelio de la infancia, que es el único que hace mención de él, a lo que parece, y que, recuerda, es apócrifo. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Canali replica que la existencia del Santo Prepucio se deduce del relato canónico de San Lucas, que los detalles incluidos en el Evangelio de la infancia son secundarios y que esa reliquia ha preocupado siempre a justo título a la Iglesia y sus doctores.

El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo señala que el Santo Prepucio constituye uno de los argumentos que permitieron confundir la herejía de Maniqueo, según el cual N. S. Jesucristo había venido a la tierra únicamente en apariencia. El Rmo. P. Garrigou-Lagrange declara que, según el hermano Santiago de Vorágine, la Circuncisión tenía una segunda finalidad: engañar al diablo sobre el misterio de la Encarnación. Como la práctica de la circuncisión tenía por objeto en la antigua ley purificar del pecado original, el diablo creyó que N. S. Jesucristo admitía haber nacido con esa mancha, común a todos los hombres. El Rmo. P. García recuerda que San Agustín veía en la circuncisión la imagen del bautismo. S. E. Msr. Traglia recuerda que San Pablo exhorta «a los circuncisos según la letra a circuncidarse según el espíritu». El Rmo. P. Roschini dice que eso es lo que San Bernardo llama «la circuncisión moral». El Rmo. P. Garrigou-Lagrange recuerda la frase de Bossuet de que «la vida cristiana debe ser una continua circuncisión».

Msr. Graneris pregunta si la existencia del Santo Prepucio es compatible con la doctrina profesada por la orden de Santo Domingo, según la cual N. S. Jesucristo tomó de nuevo al resucitar todas las partes de su cuerpo, hasta las más pequeñas. El Rmo. P. Teófilo d’Orbiso replica que la doctrina contraria, patrocinada por la orden de San Francisco de Asís, había sido sostenida frente a la Inquisición y aprobada por la Universidad de París. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo declara que esta discusión ha sido juzgada por el papa Pío II inútil y peligrosa y que ha sido prevista contra los que la reanuden una pena de excomunión mayor, agravada con encarcelamiento. Añade que los miembros de la Suprema Sacra Congregación no incurren, naturalmente, cuando están en sesión, en tal excomunión.

El Rmo. Teófilo d’Orbiso señala que el R. P. Hertznauer, miembro de su orden y profesor de teología en el ateneo de Letrán, muerto en olor de santidad hace treinta años, había obtenido la autorización de defender en sus enseñanzas la legitimidad del Santo Prepucio. El Rmo. P. Vaccari declara que el R. P. Grisar, miembro de su compañía y célebre historiador, muerto en olor de santidad hace cuarenta años, había obtenido autorización para atacar esa legitimidad en sus escritos. De todos modos, no es más que una opinión personal que nunca ha comprometido a la compañía, cuyos miembros pueden adoptar al respecto la opinión que prefieran. El ilustre Suárez había conciliado sabiamente por lo demás las dos tesis adversas: N. S. Jesucristo ha dejado en la tierra su Santo Prepucio y resucitado con otro, rehecho naturalmente por efectos de la nutrición. Suárez citaba al cardenal Baronio, quien había conocido a judíos cuyos prepucios habían brotado de nuevo. El Rmo. P. Castellano pregunta si ese fenómeno ha podido ser comprobado en nuestros días. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo propone pasar a otra cosa.

El Rmo. P. Teófilo d’Orbiso recuerda que hay otras partes del Santo Cuerpo de N. S. Jesucristo que han quedado en la tierra: la Santa Sangre de Mantua y Brujas, el Santo Cordón Umbilical o Santo Ombligo de Santa María del Pueblo en Roma y de San Martín en Luca, donde forma parte de las reliquias del Santo Rostro, y, en diversas iglesias, mechones de los Santos Cabellos, pelos de la Santa Barba, un Santo diente, una Santa Lágrima y recortaduras de las Santas Uñas. El Rmo. P. García declara que, en Santa María del Pueblo, iglesia confiada a su orden, ha sido retirado el Santo Ombligo, por no estar apoyado por textos probatorios. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Canali pregunta si los eremitas de San Agustín han sido autorizados para retirar el Santo Ombligo. El Rmo. P. García dice que no está en condiciones de contestar. El Rmo. P. Garrigou-Lagrange observa que, a comienzos del siglo XVIII, un obispo de Chálons hizo retirar un Santo Ombligo de una iglesia y de su sede y dispuso que fuera arrojado al río. El Excmo. y Rmo. Cardenal Canali declara con vigor que las reliquias dudosas deben ser, como lo prescribe el canon 1284, «retiradas prudentemente», pero en modo alguno arrojadas al río. Reclama que se prohíba retirar una reliquia insigne sin la autorización formal de la Suprema Sacra Congregación. Msr. Graneris señala que el canon citado por el Excmo. y Rmo. deja amplia libertad sobre el asunto a los obispos. El Excmo. y Rmo. propone que su demanda sea transmitida a la comisión pontificia intérprete del derecho canónico. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo invita a los monseñores oficiales a que tomen nota de ello.

El Rmo P. Roschini pregunta si la reliquia del Santo Prepucio debe ser considerada insigne. El Rmo. P. García recuerda que, según el canon 1281, párrafo 2, no debe ser reconocida reliquia insigne más que la parte que haya padecido el martirio, siempre que «esté entera y no sea pequeña», o bien la cabeza, el corazón, la lengua, la mano, el brazo o el antebrazo, la pierna o, según el decreto de la Sacra Congregación de Ritos del 27 de junio de 1899, la rodilla. El Rmo. P. Teófilo d’Orbiso declara que una oreja de San Leonardo de Puerto Mauricio ha sido proclamada por indulto reliquia insigne. El Rmo. P. Gargiulo pregunta si no hay exceso en proclamar por indulto reliquias insignes a las orejas. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo propone pasar a otra cosa.

S. E. Rma. Msr. Hudal advierte que, como todas las reliquias de N. S. Jesucristo han sido declaradas reliquias, no solamente insignes, sino también mayores, la del Santo Prepucio entra necesariamente en esa última categoría. S. E. Rma. Msr. Traglia opina que la naturaleza especial del Santo Prepucio debería colocarlo más bien entre las reliquias comunes. S. E. Msr. Hudal juzga imposible calificar de común a una reliquia que, con independencia de la persona divina de que procede, es precisamente extraordinaria. S. E. Msr. Bernardini sugiere que el Santo Prepucio sea colocado en la categoría de las reliquias llamadas notables. S. E. Rma. Msr. Hudal manifiesta que no puede ser llamada notable una reliquia tan poco conocida. El Rmo. P. Teófilo d’Orbiso propone que se le dé el nombre de reliquia menor. El Rmo. P. Garrigou-Lagrange pregunta en qué categoría estaban los virilia de San Bartolomé y los muliebria de Santa Gertrudis, conservados en Augsburgo. S. E. Rma. Msr. Hudal declara que esas reliquias han desaparecido hace tiempo. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo propone pasar a otra cosa.

El Rmo. P. comisario continúa:

En la Edad Media surgieron disputas entre las abadías y colegiatas que poseían un Santo Prepucio, pues cada una de ellas aseguraba que el suyo era el verdadero. Inocencio III, al que se pidió que decidiera la discusión, contestó que seria ello temerario y que tan gran problema debía ser dejado al conocimiento de Dios. Al amparo de esta respuesta, que parecía dar la razón a todo el mundo, los catorce Santos Prepucios siguieron su carrera. Sin embargo, a mediados del siglo siguiente se produjo una intervención decisiva de la bienaventurada Virgen María. Habló a Santa Brígida, quien nos transmite las palabras en el libro vi, capítulo 112, de sus Revelaciones: «Cuando mi hijo fue circunciso, guardé su prepucio como un gran honor y lo llevé conmigo a todas partes. ¿Cómo hubiera podido perder lo que yo había engendrado sin pecado?. Pero cuando se acercó la hora de mi tránsito, confié la membrana a San Juan Evangelista, mi guardián, y, más adelante, la escondieron para hurtarla a la malicia de los hombres y así quedó mucho tiempo desconocida. Pero, finalmente, un ángel vino a revelarla a las almas de Dios. ¡Oh, Roma, Roma!. ¡Si lo supieras, te alegrarías o, mejor dicho, si lo supieras, llorarías, porque tienes un tesoro que es para mí muy caro y que no lo honras!». Fue el texto de esta ilustre santa, canonizada desde 1390, lo que estableció de una manera definitiva la autenticidad del Santo Prepucio romano y justificó el culto que se le rendía.

Msr. Graneris pregunta si el libro de las Revelaciones de Santa Brígida es un artículo de fe. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Ottaviani contesta negativamente, pero añade que, como todos los escritos de un siervo o una sierva de Dios son examinados rigurosamente para su beatificación y su canonización, los de Santa Brígida han tenido que ser juzgados dignos de aprobación. Msr. Graneris pregunta, teniendo en cuenta la fecha en que Santa Brígida fue canonizada, si consta que todos sus escritos fueron rigurosamente examinados. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Ottaviani responde que no hay motivo alguno para dudar de ello. Añade que Santa Brígida envió sus Revelaciones a Inocencio VI para inducirlo a salir de Aviñón y estar junto al verdadero Santo Prepucio. Esta reliquia ha representado, pues, un papel en el retorno del papado al buen camino. Algunos hasta consideran que está ahí uno de los secretos de la Iglesia. El Rmo. P. Teófilo d’Orbiso declara que fue en la canonización de Santa Brígida por Bonifacio IX cuando se hizo por primera vez, en San Pedro, la ofrenda de volátiles y animales a los soberanos pontífices, ofrenda que subsiste en cuanto a los volátiles: Bonifacio IX recibió ese día 24 palomas, 24 pollos, 24 capones y una ternera. El Excmo. Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo propone que se pase a otra cosa.

El Rmo. P. comisario continúa:

Las Revelaciones de Santa Brígida asestaron un duro golpe a la mayoría de los Santos Prepucios extranjeros, que se replegaron. Sin embargo, algunos pretendieron ampararse todavía en la prudente respuesta de Inocencio III. Tal fue especialmente el caso del de Amberes y, en lo que respecta a los franceses, del de Charroux. El Santo Prepucio de Amberes había sido encontrado en Palestina por el rey Balduino, quien lo regaló a Henri Noés, su capellán mayor, quien lo regaló a su vez a su ciudad natal. La llegada de esta reliquia a Amberes fue señalada por un milagro: cayeron tres gotas de sangre sobre los lienzos sagrados mientras el arzobispo de Cambrai celebraba misa y estos lienzos fueron expuestos junto a la reliquia durante varios siglos. Este Santo Prepucio fue víctima de los calvinistas, como el de Hildesheim.

El Santo Prepucio de la salida de Charroux, diócesis de Poitiers, es el único de sus compatriotas que ha sobrevivido. Se decía que había sido entregado por un ángel a la emperatriz Irene, que lo había dado a Carlomagno como regalo de esponsales. Según otra versión, había sido entregado directamente a Carlomagno por Azán, prefecto de Jerusalén. El emperador lo instaló con gran pompa en la catedral de Aquisgrán, de donde su nieto Carlos el Calvo lo trajo a Francia. Según ciertos etimologistas, el monasterio que fundó para depositar esta reliquia recibió el nombre de Charroux —carne roja o caro rubra—, prueba de que, a pesar de los siglos transcurridos, el Santo Prepucio había conservado su frescura. Se le llamaba discretamente el Santo Voto o la Santa Virtud. Se realizaba cada siete años ante inmensas multitudes. Clemente VII concedió numerosas indulgencias a los asistentes.

Msr. Graneas pregunta de qué Clemente VII se trata: del papa o del antipapa. El Rmo. P. comisario contesta que se trata del antipapa. Msr. Graneris pregunta si, en estas condiciones, puede ser invocada su autoridad. El Exmo. y Rmo. Sr. Cardenal Ottaviani declara que los actos de un antipapa son nulos, porque está anatematizado. El Exmo. y Rmo. Sr. Cardenal Piazza recuerda que la canonización del bienaventurado Pedro de Luxemburgo, contemporáneo del seudo Clemente VII, ha sido considerada hasta ahora imposible, porque ese bienaventurado fue creado anticardenal por ese antipapa. El Rmo. P. Garrigou-Lagrange añade que el mismo texto de la bula que concede indulgencias al Santo Prepucio de Charroux es puesto en tela de juicio: algunos leen praesepium en lugar de praeputium, lo que indicaría una reliquia del Santo Pesebre y no del Santo Prepucio. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo propone pasar a otra cosa.

El Rmo. P. comisario continúa:

El Santo Prepucio de Poitiers corrió la misma suerte que el sajón y el belga y desapareció durante las guerras de religión. Pero fue hallado de nuevo en 1856 con su relicario en un muro de la antigua casa abacial por las ursulinas de Chavagnes. El ilustre Pío, obispo de Poitiers, futuro cardenal, proclamó el reconocimiento oficial de la reliquia después de dos años de examen, la llevó procesionalmente a las ursulinas, restableció la fiesta del septenio e instituyó una lotería para elevar al Santo Prepucio una capilla.

El Rmo. P. Garrigou-Lagrange señala que el ilustre Pío no asumió la iniciativa de estas manifestaciones. El cura y el alcalde de Charroux, convencidos de que el descubrimiento del Santo Prepucio iba a devolver los días de bonanza a la localidad, donde se habían celebrado varios concilios atraídos por la reliquia, solicitaron del ministro del Interior autorización para la lotería y se impusieron al obispo. S. E. Rma. Msr. Bernardini se extraña de que el ilustre Pío haya autenticado el Santo Prepucio de Poitiers, pues no debía ignorar la existencia del italiano, único auténtico. El Rmo. P. Garrigou-Lagrange se extraña todavía más, pues el ilustre Pío fue uno de los promotores de los dogmas de la Inmaculada Concepción y de la infalibilidad pontificia.

Msr. Graneris pregunta por qué se debate tanto sobre una reliquia que está al margen de la solicitud presentada a la Suprema Sacra Congregación. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo replica que los detalles referentes al último rival del Santo Prepucio italiano tienen su importancia, porque conviene saber qué publicidad puede darse al último.

El Rmo. P. comisario continúa:

La ceremonia de Charroux provocó generalmente bromas fáciles. Se negó hasta la realidad del descubrimiento. Fueron zaheridos la alocución en que el ilustre Pío se felicitaba de honrar de nuevo «a una reliquia que había visto ocho siglos a sus rodillas» y el opúsculo en que la defendía con más entusiasmo que elocuencia. El Rmo. P. Roschini pregunta si la lotería tuvo buenos resultados. El Rmo. P. comisario contesta que no fue autorizada. S. E. Rma. Msr. Traglia pregunta si el Santo Prepucio de Charroux ha hecho milagros. El Rmo. P. comisario contesta que hizo innumerables en la Edad Media y varios en 1856. Además, se advirtió en toda Francia, a pesar de las burlas, un asombroso resurgimiento de la fe. Aquel mismo año fueron vendidos veinte millones de medallas milagrosas de la bienaventurada Virgen María: dieciocho millones de cobre y dos millones de oro y plata. En todo caso, parece que el velo del silencio ha vuelto a sepultar desde entonces al Santo Prepucio de Charroux.

El Rmo. P. Garrigou-Lagrange confirma que no ha podido obtener en el obispado de Poitiers ninguna información sobre lo que ha sido de esa reliquia. El cura de Charroux le dijo que el relicario hallado en 1856 contenía hoy una reliquia de Santa Radegonda. Finalmente, la superiora de las ursulinas de Chavagnes le había escrito que nunca había oído hablar de «San Prepucio».

El Rmo. P. comisario señala que estas respuestas confirman a posteriori el relato de Mariano de Florencia, conforme al cual el Santo Prepucio que fue entregado por un ángel a la emperatriz Irene y por ésta a Carlomagno es el que fue llevado de Charroux al Letrán. El Rmo. P. Vaccari declara que el R. P. jesuita Patrignani expone la misma opinión en su Pequeño Santuario. S. E. Rma. Msr. Bernardini advierte que esas opiniones tienen la ventaja de atribuir al ejemplar italiano el origen milagroso del antiguo ejemplar francés. S. E. Rma. Msr. Hudal advierte que tanto esos viejos textos como las últimas noticias llegadas de la diócesis de Poitiers indican el carácter sospechoso del hallazgo de 1856. El Rmo. P. Garrigou-Lagrange contesta: cuenta errada, que no valga. El Exmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo propone que se pase a otra cosa.

El Rmo. P. comisario continúa:

El Santo Prepucio italiano no es solamente el único que subsiste, sino también el que reúne, sin hablar de nuevo de Santa Brígida, las más altas referencias. De él y sólo de él se han ocupado los teólogos, desde Santo Tomás de Aquino hasta Théophile Raynaud, y los soberanos pontífices Sixto IV, Clemente VII (el auténtico), Urbano VIII, Inocencio XI, Alejandro VII, Benedicto XII, Benedicto XIII y Benedicto XIV.

El Santo Prepucio estaba guardado en un precioso relicario que formaba parte de los tesoros de Letrán. Esta reliquia, conservada en el Sancta Sanctorum, era objeto de una veneración particular. Cada año, el papa la ungía con Santo Crisma, al mismo tiempo que al leño de la Vera Cruz. Tal fue la práctica seguida hasta el saqueo de Roma, ocasión en que el relicario fue robado (6 de mayo de 1527).

El papa Clemente VII, tan activo para el Santo Prepucio de Roma como el antipapa homónimo lo había sido para el Santo Prepucio de Charroux, anunció el robo y prescribió indagaciones. El ladrón era un lansquenete, que fue a parar a Calcata, donde se le apresó y encerró en un sótano del castillo. Como temía ser quemado por sacrilego, escondió allí el relicario que había ocultado en sus calzas y cuyo contenido ignoraba. No se atrevió a llevárselo consigo cuando fue puesto en libertad, volvió a Roma, cayó allí enfermo, ingresó en el hospicio del Espíritu Santo y, en trance de muerte, confesó su robo a un capellán, quien en seguida puso al tanto de todo a Clemente VII. El papa, imaginándose que tal vez se tratara del Santo Prepucio, ordenó a Flaminio de Anguillara, señor del lugar, que hiciera las pesquisas más diligentes: fueron vanas. Sólo treinta años después fue descubierto el relicario por azar y llevado a la madre del señor, Magdalena Strozzi. La dama lo abrió en presencia de Lucrecia Orsini, viuda, y de Clarisa, hija de esta viuda. Había allí tres saquitos, atado cada uno por un hilo de seda; las inscripciones indicaban para el primero una uña de San Valentín, para el segundo un diente de Santa Marta. Las reliquias se atenían a las inscripciones y las mujeres quedaron maravilladas de la buena conservación. El tercer saquito tenía, medio borrado, el nombre de N. S. Jesucristo.

El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Canali pregunta si fue el lansquenete quien introdujo el diente de Santa Marta y la uña de San Valentín en el relicario del Santo Prepucio. El Rmo. P. comisario contesta que ese punto no está precisado en las memorias.

Continúa:

En el momento en que Magdalena Strozzi se disponía a soltar el hilo del tercer saquito, sus dedos se entumecieron. Una nueva tentativa tuvo el mismo resultado, lo que la llenó de estupor. Pasó lo mismo con el tercer intento, a pesar de las fervorosas oraciones que las tres dirigían al cielo. Ensayó la viuda Orsini, igualmente sin resultado. Se acordó de pronto de los edictos de Clemente VII y gritó que esta reliquia debía de ser el Santo Prepucio. Se extendió un suave perfume. Entonces, Magdalena Strozzi propuso que el cuidado de deshacer el nudo fuera dejado a la pequeña Clarisa, niña inocente.

El Rmo. P. Vaccari pregunta si se sabe qué edad tenia esta niña. El Rmo. P. comisario contesta que tenía siete años. El nudo se deshizo por sí solo en sus dedos. Fue el primer milagro de la reinvención del Santo Prepucio. El perfume que exhalaba impregnó a las tres redescubridoras durante dos díás. La reliquia fue puesta en una fuente de plata y depositada sobre el altar de la iglesia de los Santos Cornelio y Cipriano.

En aquel mismo instante, advertidas por una inspiración divina, las mujeres de la cofradía de Santa Úrsula de Massano, aldea vecina, se pusieron en marcha hacia Calcata, llevando antorchas y entonando cánticos. Fue el segundo milagro, seguido de muy cerca por otro; mientras las cofrades de Santa Úrsula veneraban el Santo Prepucio, el altar quedó envuelto por una nube en la que brillaban estrellas. El cura hizo tocar las campanas para señalar el prodigio, que duró cuatro horas. Fue muy pronto tan densa la multitud que había en el interior de la iglesia, que las personas que no podían entrar subieron al tejado y quitaron las tejas, para ver lo que pasaba. El milagro no cesó hasta la llegada del señor de Anguillara, que volvía de una cacería.

El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Canali pregunta si las cofrades de Santa Úrsula llevaban el sayal o el escapulario. El Rmo. P. comisario contesta que este punto no está precisado en las memorias.

Continúa:

Magdalena Strozzi fue a Roma para relatar a Paulo IV los acontecimientos de Calcata. Este papa, en 1559, encargó a dos canónigos de Letrán, monseñores Cenci y Pipinelli, que fueran a hacer una investigación sobre el terreno. Msr. Pipinelli quiso probar la elasticidad del Santo Prepucio y, torpemente, lo desgarró. Sus manos se helaron, la tierra tembló, un rayo atravesó la iglesia y el trueno retumbó. Fue el cuarto milagro. Los dos canónigos se volvieron a toda prisa y aseguraron al soberano pontífice que era indudable que el Santo Prepucio se hallaba en Calcata. Paulo IV decidió dejarlo allí. Juzgó, en efecto, que tantos milagros demostraban una predilección de la reliquia por el lugar adonde la habían conducido los azares de la guerra. Sin embargo, el capítulo de Letrán obtuvo la restitución de un menudo fragmento, gracias al desgarramiento provocado por Msr. Pipinelli. Es el fragmentó que sigue figurando en el tesoro de la basílica; cabía verlo todavía, hace medio siglo, en las ostensiones de la Semana Santa.

El Santo Prepucio de Calcata se señaló en 1587 por un quinto milagro, análogo a los dos precedentes: cuando damas de calidad fueron desde Roma para contemplarlo, el altar quedó envuelto por una espesa nube que sumió a las visitantes en el espanto.

El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Piazza pregunta si esa nube estaba tachonada de estrellas, como en el caso de las campesinas de Massano. El Rmo. P. comisario contesta que ese punto no está precisado en las memorias. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Canali pregunta si se sabe quiénes eran esas damas de calidad y cómo se habían comportado. El Rmo. P. comisario contesta que esos puntos no están precisados en las memorias. El Excmo. y Rmo. añade que los fenómenos de oscurecimiento que se produjeron delante de las mujeres tal vez guardaron relación con un mayor o menor decoro, del mismo modo que los fenómenos de entumecimiento la guardaron con una mayor o menor inocencia. El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Piazza señala que, en realidad, las manos de Msr. Pipinelli sólo se helaron cuando rompió el Santo Prepucio y no cuando lo tocó.

El Rmo. P. comisario continúa:

En 1584, Sixto V acordó una indulgencia plenaria a la iglesia de los Santos Cornelio y Cipriano de Calcata para el día de la Circuncisión. Para honrar la memoria de Lucrecia y Clarisa Orsini, Benedicto XIII Orsini procedió a renovar esta indulgencia. Bajo su pontificado, el venerable Tenderini, obispo de Civita Castellana y Orte —no todavía de Gállese—, volvió a consagrar esta iglesia y la dedicó con primacía al Santo Nombre de Jesús. Se hizo en la misma época un relicario muy rico. La reliquia escapó a la curiosidad maligna de los viajeros filósofos tal vez porque estaba en un lugar apartado. Fue esta misma razón sin duda lo que permitió que el relicario escapara al saqueo de los ejércitos franceses de la revolución.

El Rmo. P. Garrigou-Lagrange observa que los ejércitos franceses de la revolución han saqueado mucho menos de lo que se dice. El Rmo. P. Teófilo d’Orbiso se pregunta si no fueron esos ejércitos los que robaron la piedra de la Circuncisión. El Exmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo propone pasar a otra cosa.

El Rmo. P. comisario continúa:

Hasta fines del siglo XIX se exponía la reliquia varios días al año bajo un baldaquino al toque de campanas, pero, hacia esos años, unos protestantes alemanes que la habían descubierto publicaron sobre ella unos artículos tendientes a desacreditar a la Santa Iglesia Romana. Esto hizo que la Suprema Sacra Congregación expidiera el decreto No 37 A, del 3 de febrero de 1900, que prohíbe hablar o escribir de esta reliquia, bajo pena de excomunión reservada speciali modo. Ha dispuesto también por edicto que sólo será mostrada a extranjeros con autorización del obispo y la gente del país en la fiesta anual, de lejos y sin comentarios. Y, finalmente, que el fragmento de Letrán no será ya ostensible. Ha conseguido además que el Santo Prepucio de Calcata no sea mencionado en las guías del Club de Turismo de Italia. La instancia del R. P. de… pide precisamente la anulación de ese decreto y estas medidas. El solicitante desearía inclusive hacer del Santo Prepucio una meta de peregrinación e inscribir a Calcata en los circuitos de las empresas turísticas, con objeto de recoger fondos para una obra pía.

El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo agradece al Rmo. P. comisario su exposición, que ha permitido comprender una cuestión muy compleja. Invita a SS. EE. Rmas., a los Rmos. PP., así como a Msr. el promotor de justicia, a que se pronuncien sobre el caso. Éstos rezan la oración 288 del Enchiridion indulgentiarum.

En favor de la instancia:

S. E. Msr. Bernardini, arzobispo titular de Antioquía de Pisidia, secretario de la Sacra Congregación Consistorial.

S. E. Msr. Traglia, arzobispo titular de Cesárea de Palestina, vicegerente de Roma.

S. E. Msr. Hudal, obispo titular de Ela, rector del colegio teutónico de Santa María del Alma.

El Rmo. P. Vaccari, de la Compañía de Jesús.

El Rmo. P. Roschini, de los servistas de María.

En contra de la instancia:

El Rmo. P. Garrigou-Lagrange, de los hermanos predicadores.

El Rmo. P. Castellano, de los hermanos predicadores, primer cofrade.

Msr. Graneris, promotor de justicia.

El Rmo. P. Gargiulo, de los hermanos predicadores, segundo cofrade.

El Rmo. P. Bigazzi, de los hermanos predicadores, comisario, declara que se abstiene, como ponente.

El Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo proclama que, aparte los Excmos. y Rmos. Sres. Cardenales, hay cinco opiniones favorables contra cuatro desfavorables y una abstención.

Los Excmos. y Rmos. Sres. Cardenales se retiran para deliberar aparte. SS. EE. Rmas. y los Rmos. PP., así como Msr. el promotor de justicia y los Msres. cantan el himno del Espíritu Santo para favorecer las deliberaciones secretas de los Exmos. y Rmos. Sres. cardenales. Como las deliberaciones secretas se prolonga entonan la secuencia y recitan el ejercicio, con meditación de los cinco misterios.

Al cabo de una hora, el Excmo. y Rmo. Sr. Cardenal Pizzardo, obispo de Albano, secretario de la Suprema Sacra Congregación del Santo Oficio, prefecto de la Sacra Congregación de Seminarios y Universidades de Estudios, vuelve a la sesión con los Excmos. y Rmos. Sres. Cardenales y lee la sentencia.

La instancia es rechazada. El decreto anterior es confirmado y refirmado. La pena de excomunión contra todo aquel que escriba o hable del Santo Prepucio sin permiso queda reservada a la Santa Sede Apostólica y pasa de la categoría speciali a specialissimo. Los contraventores son, además, ipso facto reputados infames, aunque en la categoría menor de «infames tolerados». En caso de obstinación, serán puestos por sentencia nominal en la categoría mayor de los «infames que deben ser huidos». Serán enviadas nuevas instrucciones a S. E. Rma. el obispo de Civita Castellana, Orte y Gállese, para recomendarle que intensifique la vigilancia, conforme a las decisiones de hoy, y que prescriba esto mismo al cura de Calcata.

Se recuerda a los Excmos. y Rmos. miembros, a las EE. Rmas. y a los Rmos. PP., así como a Msr. el promotor de justicia y a los Msres. oficiales, el rigor absoluto del secreto impuesto a los miembros de la Suprema Sacra Congregación, sancionado igualmente con la pena de excomunión reservada specialissimo modo.

Dejada constancia de que no se ha empleado ningún papel secante para secar, sino solamente arena, se recita el salmo 25 y se levanta la sesión especial.

IN NOMINE DOMINI.