LIBRARSE DE UNA NIMBOSTRATOS

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Una semana después de que me quiten la escayola estoy de pie sobre el puente peatonal en el parque Knights, inclinando el cuerpo sobre la reja, mirando fijamente al estanque. Podría correr a su alrededor en menos de cinco minutos. El agua que hay por debajo de mí tiene una fina capa de hielo en la parte de arriba y yo pienso en lanzar piedras sobre él, pero no sé por qué, sobre todo porque ni siquiera tengo piedras. Aun así, quiero tirar piedras sobre el hielo con tanta fuerza que lo perfore y demuestre que es débil y temporal; para ver el agua oscura de debajo que sube y baja del agujero que yo solo habré creado.

Pienso en los peces escondidos. Esos grandes peces de colores con los que la gente abastece el estanque para que los hombres viejos tengan algo a lo que alimentar en primavera y los chicos pequeños tengan algo que cazar en verano; peces que están ahora en sus madrigueras de barro al fondo del estanque. ¿O están esos peces escondidos justamente ahora? ¿Esperarán hasta que el estanque se congele por completo?

Ahí va un pensamiento: soy como Holden Caulfield pensando en los patos, solo que tengo treinta y cinco años y Holden era un adolescente. ¿Puede ser que el accidente golpeara mi mente haciendo que volviera al modo adolescente?

Una parte de mí quiere escalar la reja y saltar desde el puente, que tan solo tiene tres metros de altura, solo metro y medio por encima del estanque; una parte de mí quiere abrirse camino a través del hielo con los pies, para sumergirme hacia abajo, abajo, abajo en el lodo, donde pueda dormir durante meses y olvidar todo lo que ahora recuerdo y sé. Una parte de mí desearía que nunca hubiera recuperado la memoria, que aún tuviera esa falsa esperanza a la que agarrarme, que por lo menos aún tuviera la idea de que Nikki me mantiene con fuerzas durante las horas y los días.

Cuando finalmente miro desde el hielo los campos de fútbol, veo que Tiffany ha aceptado mi invitación para reunirnos, justo como Cliff dijo que haría. Desde esta distancia solo mide cinco centímetros, lleva un gorro de esquí amarillo y un abrigo blanco que le cubre la mayor parte de las piernas, lo que hace que parezca un ángel sin alas que crece y crece, y la veo pasar los columpios y el gran pabellón con mesas de picnic dentro; la veo caminar a lo largo de la orilla del agua hasta que finalmente alcanza su altura normal, que es de poco más de metro y medio.

Cuando camina por el puente peatonal, inmediatamente vuelvo a mirar abajo, a la fina capa de hielo otra vez.

Tiffany camina hacia mí y se queda de pie de forma que su brazo casi toca el mío, pero no lo suficiente. Al usar mi visión periférica, veo que ella también está mirando abajo, a la fina capa de hielo, y me pregunto si a ella también le gustaría poder lanzar algunas piedras.

Nos quedamos así durante lo que parece ser una hora; ninguno de los dos dice nada.

Se me enfría la cara hasta que ya no puedo sentir ni la nariz ni las orejas.

Finalmente, sin mirar a Tiffany, digo:

—¿Por qué no viniste a mi fiesta de cumpleaños?

Es una pregunta estúpida para hacer en este momento, pero me doy cuenta de que no puedo pensar en nada más que decir, sobre todo porque no he visto a Tiffany en mucho tiempo, desde que le grité el día de Navidad.

—Mi madre me dijo que te invitó. Así que ¿por qué no viniste?

Después de una larga pausa, Tiffany dice:

—Bien, como te dije en la carta, tu hermano amenazó con matarme si me ponía en contacto contigo. También vino Ronnie a mi casa el día antes de la fiesta y me prohibió ir. Dijo que, en primer lugar, nunca debió habernos presentado.

Había hablado con Jake acerca de su amenaza, pero lo pasé mal imaginándome a Ronnie diciéndole esas cosas a Tiffany. Y sé que Tiffany está diciendo la verdad porque parece realmente herida y vulnerable, sobre todo porque parece que está mordiendo la parte de debajo de su labio como si fuera un chicle. Seguramente, Ronnie le diría eso a Tiffany en contra de los deseos de Veronica. Su mujer nunca le permitiría decir algo tan potencialmente dañino para el ego a Tiffany, y pensar en Ronnie prohibiendo a Tiffany ir a mi fiesta hace que me sienta orgulloso de mi mejor amigo, especialmente porque hizo eso en contra de los deseos de su mujer para protegerme a mí.

«Los amigos importan más que una tía», es lo que Danny me decía cada vez que me lamentaba por Nikki, tiempo atrás, cuando ambos estábamos en el lugar malo, antes de que lo operaran por segunda vez. En la clase de arte terapéutico, Danny incluso me hizo un pequeño póster con esas palabras escritas en letras doradas. Lo colgué en la pared de mi habitación y la de mi compañero, Robbie, al volver al lugar malo, pero una de las endemoniadas enfermeras quitó la obra de arte de Danny cuando yo no estaba en la habitación; me lo confirmó Robbie pestañeando y golpeándose la cabeza con el hombro. Incluso me di cuenta de que la frase es un tanto sexista (porque «tía» no es una palabra apropiada para referirse a una mujer). Decir: «Los amigos importan más que una tía» en mi mente me hace sonreír, sobre todo porque Ronnie es mi mejor colega en New Jersey, ahora que Jake y Danny viven en Filadelfia.

—Lo siento, Pat. ¿Es eso lo que quieres oír? Bien, lo diré otra vez, lo siento mucho, joder, lo siento de verdad.

Incluso cuando Tiffany utiliza la palabra que empieza por «j», su voz se quiebra como la de mamá cuando dice algo que realmente siente, y eso me hace pensar que quizá Tiffany empiece a llorar justo aquí en el puente.

—Soy una persona que lo fastidia todo, que ya no sabe cómo comunicarse con la gente a la que quiere. Pero sentía todo lo que te dije en la carta. Si yo hubiera sido tu Nikki, habría vuelto a ti el día de Navidad, pero no soy Nikki. Lo sé. Y lo siento.

No sé qué responder, de modo que me quedo de pie durante varios minutos, sin decir nada.

De repente, por alguna extraña razón, quiero contarle a Tiffany el final de mi vieja película. Me imagino que debería saber el final, sobre todo porque ella ha tenido un papel protagonista. Y entonces, las palabras se me desparraman.

—Decidí enfrentarme a Nikki solo para hacerle saber que recuerdo lo que pasó entre nosotros, pero que no le guardo ningún rencor. Mi hermano me llevó hasta mi antigua casa en Maryland, y resulta que Nikki aún vive allí, lo que me pareció algo raro, sobre todo porque tiene a un nuevo yo: el tío este, Terry, el que trabaja con Nikki como profesor de inglés y que siempre solía llamarme bufón inculto porque nunca leía libros de literatura —digo, dejando aparte el tema del estrangulamiento y los puñetazos a Terry desnudo cuando me lo encontré en la ducha con Nikki—. Si yo fuera Terry, probablemente no querría vivir en la casa del ex marido de mi mujer porque eso es algo raro, ¿no?

Tiffany no dice nada cuando paro, por lo cual, simplemente, continúo hablando.

—Cuando íbamos por mi antigua calle, estaba nevando, que es algo aún más extraño en Maryland, y por tanto algo increíble para los niños. Tal vez no había ni dos centímetros en el suelo, una miseria, pero lo suficiente para recogerla con las manos. Vi a Nikki fuera con Terry, y estaban jugando con dos niños; por los colores en los que iban vestidos, me imaginé que el que iba vestido de azul marino era un niño y la que iba prácticamente de melocotón era una niña aún más pequeña. Después de pasar por delante, le dije a Jake que diera la vuelta a la manzana y aparcara el coche a casi un kilómetro de allí para que pudiéramos ver a la nueva familia de Nikki jugando en la nieve. Mi antigua casa está en una calle muy concurrida, por lo que no íbamos a llamar la atención de Nikki. Jake hizo lo que le dije y luego paró el motor, pero dejó el limpiaparabrisas en marcha para que pudiéramos ver. Bajé mi ventana, porque estaba en el asiento trasero debido a la escayola, y vimos a la familia jugando durante un largo rato, tanto rato que al final Jake encendió de nuevo el motor y puso la calefacción porque hacía mucho frío. Nikki llevaba la larga bufanda a rayas verdes y blancas que yo solía llevar a los partidos de los Eagles, un abrigo marrón claro y manoplas rojas. Sus rizos rojizos colgaban libres bajo un sombrero verde. Estaban teniendo una guerra de bolas de nieve; la nueva familia de Nikki estaba teniendo una bonita guerra de bolas de nieve. Se veía que los niños querían a su padre y a su madre; y que el padre amaba a la madre; y que la madre amaba al padre; y que los padres amaban a sus hijos, ya que todos se lanzaban la nieve los unos a los otros de una forma encantadora, haciendo turnos, riéndose y cayéndose sobre sus forrados cuerpos unos encima de otros, y…

Paro aquí porque tengo problemas para que las palabras me salgan de la boca.

—Y miré con los ojos entreabiertos para intentar ver la cara de Nikki, e incluso a una manzana de allí podría decir que estaba sonriendo todo el tiempo, que estaba contenta, y de alguna forma eso fue suficiente para mí, para finalizar oficialmente el período de separación y pasar los créditos de mi película sin siquiera enfrentarme a Nikki; simplemente le pedí a Jake que me llevara de nuevo a New Jersey, algo que hizo porque probablemente es el mejor hermano del mundo entero. Por eso supongo que solo quiero que Nikki sea feliz, incluso si su vida feliz no me incluye a mí, porque tuve mi oportunidad y no fui un marido muy bueno y Nikki era una esposa fantástica, y…

Tengo que parar de nuevo. Trago varias veces.

—Y voy a recordar esa escena como el final feliz de mi vieja película. Nikki teniendo una pelea de bolas de nieve con su familia. Parecía tan feliz con su nuevo marido y sus dos hijos…

Paro de hablar porque no van a salir más palabras. Es como si el aire frío me hubiera congelado la lengua y la garganta, como si el frío estuviera expandiéndose por los pulmones y estuviera congelándome el pecho desde dentro.

Tiffany y yo nos quedamos de pie en el puente durante un largo rato.

A pesar de que tengo la cara entumecida, empiezo a sentir calor en los ojos. De repente, me doy cuenta de que estoy llorando otra vez. Me limpio los ojos y la nariz con la manga del abrigo, y sollozo.

Solo cuando dejo de llorar, Tiffany finalmente habla, aunque no habla sobre Nikki.

—Tengo un regalo de cumpleaños para ti, pero no es gran cosa. Y no lo envolví ni compré una tarjeta o algo, porque, bueno… porque soy tu jodida amiga, la que no compra tarjetas o envuelve regalos. Y sé que ya hace más de un mes, pero en cualquier caso…

Se quita los guantes, se desabrocha algunos botones y saca mi regalo del bolsillo de dentro del abrigo.

Cojo de sus manos un conjunto de diez o más pesadas páginas plastificadas, quizá de unos diez por doce centímetros cada una, sujetas todas por un tornillo de plata en la esquina superior izquierda. En la portada se lee:

TABLA PARA LOS

OBSERVADORES

DE NUBES.

Una tabla fácil de utilizar,

duradera e identificadora

para todos los entusiastas del aire libre.

—Siempre estabas mirando las nubes cuando solíamos ir a correr —dice Tiffany—, por lo que pensé que podría gustarte poder explicar la diferencia entre las distintas formas.

Con emoción, giro la portada hacia arriba de modo que puedo leer la primera y pesada página plastificada. Dice:

El tiempo es un fenómeno fascinante. Sus elementos (lluvia, nieve, humedad y nubes) se producen a más de 16 kilómetros por encima de la superficie de la Tierra. De estos elementos, el visiblemente más dramático es el de las nubes o «esencias que flotan en el cielo» como las llamaban antes del año 1800…

Después de leerlo todo acerca de «las cuatro formas básicas de nubes»: cúmulos, cirros, estratos y nimbos; después de ver todas las bonitas fotos que documentan las diferentes variaciones para los cuatro grupos, no sé cómo, Tiffany y yo acabamos tumbados en medio del mismo campo de fútbol en el que solía jugar cuando era un niño. Miramos al cielo y hay una capa gris invernal, pero Tiffany dice que tal vez si esperamos lo suficiente, alguna forma se liberará y podremos identificar la nube sola utilizando mi TABLA PARA LOS OBSERVADORES DE NUBES. Permanecemos ahí tumbados sobre el suelo congelado durante mucho tiempo, pero todo lo que vemos en el cielo es una sólida sábana gris que mi nueva TABLA DE NUBES identifica como nimboestrato, o «una masa de nubes gris de la que cae una extensa y continua lluvia o nieve».

Después de un rato, la cabeza de Tiffany acaba sobre mi pecho y mis brazos alrededor de sus hombros, por lo que acerco su cuerpo al mío. Temblamos juntos solos en el campo durante lo que parecen ser horas. Cuando empieza a nevar, los copos que caen son enormes y rápidos, casi de inmediato el campo se vuelve blando, y es entonces cuando Tiffany me susurra la cosa más rara; dice:

—Te necesito, Pat Peoples; te necesito tan jodidamente tanto…

Y entonces empieza a llorar lágrimas calientes en mi piel mientras me besa el cuello suavemente y solloza.

Es extraño oírle decir eso, tanto tiempo alejado de un «Te quiero» de una mujer normal, y todavía probablemente más cierto. Me siento bien abrazando a Tiffany junto a mí, y recuerdo lo que mi madre me dijo tiempo atrás, cuando intentaba deshacerme de mi amiga al preguntarle si iba a cenar conmigo; mamá me dijo:

—Necesitas amigos, Pat. Todo el mundo los necesita.

También recuerdo que Tiffany me mintió durante muchas semanas; recuerdo la horrorosa historia que Ronnie me contó sobre el despido del trabajo de Tiffany y que ella admitió en sus cartas más recientes; recuerdo lo rara que ha sido mi amistad con Tiffany, pero luego pienso que nadie más que Tiffany podría realmente entender cómo me siento después de perder a Nikki para siempre. Recuerdo que el período de separación se acabó por fin, y mientras Nikki se ha ido para ser más feliz, todavía tengo a una mujer en mis brazos que ha sufrido mucho y necesita desesperadamente creer que es bonito. En mis brazos. Es una mujer que me ha dado la TABLA PARA LOS OBSERVADORES DE NUBES, una mujer que conoce mis secretos, una mujer que sabe lo estropeada que está mi mente, cuántas pastillas me tomo, y, aun así, me permite abrazarla. Hay algo honesto en todo esto, no puedo imaginar a ninguna otra mujer tumbada conmigo en medio de un campo de fútbol congelado, incluso en medio de una tormenta de nieve, esperando de forma imposible a ver una sola nube que se libere de un nimboestrato.

Nikki no habría hecho esto por mí, ni siquiera en su mejor día.

Así que atraigo a Tiffany un poco más cerca de mi cuerpo, beso el lunar que tiene entre sus cejas perfectamente depiladas, y siento como unos pocos copos de nieve se consumen entre mis labios y su templada cara. Después de respirar profundamente, digo:

—Creo que te necesito.