Veronica nos deja enfrente del hotel Plaza el sábado.
—Mucha mierda —dice justo antes de marcharse.
Sigo a Tiffany a través del vestíbulo y pasamos por una fuente de unos tres metros de alto; consta de cuatro torres y en cada una de ellas va cayendo el agua. Peces de verdad nadan en el agua y hay un cartel que dice: NO TIRAR MONEDAS A LA FUENTE. Tiffany ya ha estado aquí antes. Camina por delante del mostrador de información y me guía a través de un laberinto de pasillos forrados con papel dorado. Del techo cuelgan unas ostentosas lámparas doradas con forma de peces que llevan bombillas en la boca. Finalmente, encontramos la zona en la que tendrá lugar el recital.
Unas cortinas rojas enmarcan el escenario. Hay un gigantesco cartel que cuelga por encima de la pista de baile y en el que pone: ELIMINA LA DEPRESIÓN BAILANDO. Nos disponemos a apuntarnos en el mostrador cuando nos damos cuenta de que somos los primeros en llegar, ya que la mujer gorda que se encarga del listado de participantes dice:
—No se pueden apuntar hasta dentro de una hora.
Nos sentamos en una fila de asientos. Yo echo un vistazo a mi alrededor. En el techo hay colgada una inmensa lámpara de araña, y el techo no es un techo normal pues está decorado con todo tipo de flores y ángeles de escayola. Tiffany está nerviosa. No para de hacerse crujir los nudillos.
—¿Estás bien? —le pregunto.
—Por favor, no me hables antes de que empiece la actuación. Da mala suerte.
Así que me siento y empiezo a ponerme nervioso, sobre todo porque me juego mucho más en esta competición que Tiffany, y ella está nerviosa. Trato de no pensar en la posibilidad de perder la oportunidad de mandarle una carta a Nikki, pero, por supuesto, eso es en lo único que puedo pensar.
Cuando empiezan a llegar el resto de los concursantes me doy cuenta de que la mayoría de ellos parecen estudiantes de instituto y pienso que es extraño, pero no digo nada, sobre todo porque no tengo permitido hablar con Tiffany ahora.
Nos apuntamos y le damos la música al chico de sonido, que recuerda a Tiffany del año pasado, porque le dice:
—¿Aquí otra vez?
Tiffany asiente y nos vamos hacia los bastidores a cambiarnos. Gracias a Dios, me da tiempo a ponerme las mallas antes de que el resto de los participantes lleguen a los bastidores.
Estoy en una esquina, con Tiffany, pensando en mis cosas, cuando una señora fea le hace señas a Tiffany y le dice:
—Sé que vosotros los bailarines sois muy liberales con vuestro cuerpo, pero no esperaréis que mi hija adolescente se cambie delante de este hombre medio desnudo, ¿verdad?
Tiffany está realmente nerviosa ahora (lo sé porque no maldice a esa señora fea que me recuerda a las enfermeras del lugar malo, sobre todo porque no está en forma y lleva ese peinado de señora mayor cardado).
—¿Y bien? —dice la madre.
Yo veo que en la otra parte de la habitación hay un armario.
—¿Y si me meto ahí mientras el resto de los bailarines se cambian?
—Por mí está bien —dice la señora.
Tiffany y yo entramos en el armario, que está lleno de trajes abandonados que han debido de ser utilizados en festivales de niños, trajes que si me los pusiera me harían parecer una cebra o un tigre, y una caja con instrumentos de percusión (triángulos, timbales, panderetas y palos de madera). Esto último me recuerda al lugar malo y las clases de terapia musical de la hermana Nancy, a las cuales iba hasta que me echaron. Y entonces me viene a la mente un pensamiento terrorífico: ¿Y si alguno de los participantes va a bailar una canción de Stevie Wonder?
—Necesito que averigües qué canciones van a bailar los demás —le digo a Tiffany.
—Te he dicho que no me hables antes de la actuación.
—Averigua si alguien va a bailar una canción de un tipo negro y ciego cuyas iniciales son S.W.
—Stevie Won… —dice un instante después.
Cierro los ojos, tarareo una nota y cuento silenciosamente hasta diez, dejando la mente en blanco.
—Dios —dice Tiffany levantándose y saliendo del armario.
Diez minutos más tarde regresa:
—No hay ninguna canción de esa persona —dice Tiffany mientras se sienta.
—¿Estás segura?
—He dicho que no hay nada de Stevie Wonder.
Cierro los ojos, tarareo una nota y cuento silenciosamente hasta diez, dejando la mente en blanco.
Oímos un golpecito y cuando Tiffany abre la puerta ve a muchas madres ente bastidores. La mujer que ha llamado a la puerta le dice a Tiffany que todos los bailarines ya se han cambiado. Cuando salgo del armario me sorprendo al ver que Tiffany y yo somos los concursantes de más edad, al menos tenemos quince años más que el resto. Estamos rodeados de adolescentes.
—No dejes que te engañen con sus miradas inocentes —dice Tiffany—, son pequeñas víboras y bailarinas con mucho talento.
Antes de que llegue el público se nos da la oportunidad de practicar en el escenario del hotel Plaza. Hacemos nuestra coreografía muy bien, pero el resto de los bailarines también lo hacen, así que me preocupo al pensar que quizá no ganemos.
Justo antes de que empiece la competición presentan a los participantes al público. Cuando nos presentan a Tiffany y a mí, y salimos al escenario y saludamos, no recibimos un gran aplauso. Con los focos es difícil ver algo, pero logro encontrar a los padres de Tiffany en la primera fila sentados con Emily, Ronnie, Veronica y una señora de mediana edad que imagino que es la doctora Lily (la terapeuta de Tiffany, pues me dijo que vendría). Busco en el resto de las filas rápidamente, pero no veo a mi madre. Ni a Jake. Ni a papá. Ni a Cliff. De pronto me siento triste, a pesar de que no esperaba que nadie más aparte de mamá viniera. Igual mamá está por ahí y no la veo; eso me hace sentir un poco mejor.
Entre bastidores pienso que el resto de los concursantes han recibido más aplausos que nosotros, lo que quiere decir que en relación a los fans nos llevan ventaja. A pesar de que la mujer que nos ha anunciado está dando un discurso y diciendo que esto es una exhibición y no una competición, estoy preocupado por que Tiffany no consiga el trofeo de oro, pues eso estropearía mi oportunidad de escribirme cartas con Nikki.
Vamos a bailar los últimos y, mientras las chicas hacen sus números, los aplausos van de normales a entusiastas. Eso me sorprende, pues en el ensayo me pareció que todos los números eran muy buenos.
Pero justo antes de que nos toque bailar a nosotros, cuando la pequeña Chelsea Chen termina su número de ballet, se oye un aplauso tremendo.
—¿Cómo ha conseguido que la aplaudan así? —le pregunto a Tiffany.
—No me hables antes de la actuación —dice. Yo empiezo a ponerme muy nervioso.
La mujer que está a cargo del recital anuncia nuestros nombres y el aplauso es un poquito mayor del que hemos recibido antes de la competición. Justo antes de que me tumbe en la parte de atrás del escenario, busco con la mirada a Jake y a Cliff para ver si han llegado, pero al mirar hacia el público solo veo las luces que me iluminan. Antes de que tenga tiempo de pensar, comienza la música.
Notas al piano, tristes y lentas.
Empiezo a gatear hacia el centro del escenario, utilizando solo mis brazos.
La voz de hombre canta:
—«Mírame».
Bonnie Tyler responde:
—«De vez en cuando siento que me estás olvidando y que no regresarás».
En este momento, Tiffany corre sobre el escenario y salta sobre mí como si fuera una gacela o cualquier otro animal extremadamente ágil. Mientras las dos voces siguen intercambiando estrofas, Tiffany hace su parte: corre, salta, da volteretas, rueda, se desliza… en fin, baile moderno.
Cuando entra en escena el tambor, yo me pongo en pie y marco un tremendo círculo con las manos para que la gente sepa que soy el sol y que ya ha amanecido. Los movimientos de Tiffany se vuelven más apasionados. Cuando Bonnie Tyler llega al coro y canta:
—«Que este amor es para siempre, que en penumbras un rayo de luz nos envuelva a los dos…».
Primer porté.
—«Vivimos atrapados en un juego de sal, tu amor es una sombra para mi libertad.»
Sostengo a Tiffany sobre mi cabeza, soy como una roca, estoy actuando implacablemente.
—«Ya nada puedo hacer y no logro escapar de un fuego sobre pólvora que puede estallar.»
Empiezo a dar vueltas mientras sostengo a Tiffany y ella abre las piernas mientras Bonnie Tyler canta:
—«Y así te tengo que amar, el tiempo acaba de empezar, el tiempo no termina».
Hacemos un giro de 360 grados. Bonnie Tyler canta:
—«Érase una vez una historia feliz que ahora es solo un cuento de horror. —Tiffany se desliza entre mis brazos y yo la voy bajando lentamente al suelo, como si estuviera muerta, mientras yo, el sol, la acaricio—. Ya nada puedo hacer, eclipse total del amor».
Cuando la música empieza otra vez, ella se pone en pie de un salto y empieza a bailar por el escenario de una manera muy hermosa.
Mientras continúa la canción, voy marcando círculos enormes con los brazos, representando al sol lo mejor que puedo. Me sé tan bien la coreografía que puedo pensar en otras cosas mientras bailo. Empiezo a pensar que realmente lo estoy haciendo muy bien y que es una pena que mi familia y mis amigos no estén aquí viéndome bailar tan bien. Aunque no nos ganaremos el mayor aplauso del público, sobre todo después de ver que Chelsea Chen ha traído a cada miembro de su familia a la representación, empiezo a pensar que ganaremos de todas formas. Tiffany es realmente buena y empiezo a admirarla de una forma que no había hecho antes. Me está mostrando una parte de ella que yo nunca había visto. Durante el último mes, las veces que hemos ensayado en el estudio había llorado con el cuerpo, pero hoy lo está haciendo desconsoladamente, y uno tendría que ser de piedra para no sentir lo que le está ofreciendo al público.
En ese momento Bonnie Tyler canta:
—«Y en tus brazos soñaré que este amor es para siempre. —Nos toca el segundo porté, el más difícil, así que me agacho y coloco las manos en mis hombros. Mientras la canción continúa, Tiffany se pone sobre las palmas de mis manos—. Y así te tengo que amar».
Tiffany dobla las rodillas, yo me pongo en pie tan rápido como puedo, extiendo los brazos y levanto las palmas. Tiffany salta por los aires haciendo una voltereta completa, cae en mis brazos y, mientras el coro va terminando, nos miramos a los ojos.
—«Érase una vez una historia de amor que ahora es solo un cuento de horror, ya nada puedo hacer, eclipse total del amor.» —Ella se cae de mis brazos, como si estuviera muerta, y yo, el sol, me pongo. Lo que quiere decir que me tumbo en el suelo y utilizo solamente mis brazos para gatear hacia atrás, hacia la zona que no está iluminada. Eso me lleva casi un minuto.
La canción termina.
Silencio.
Por un segundo, temo que no nos aplauda nadie.
Pero entonces la sala estalla en aplausos.
Cuando Tiffany se pone en pie, yo también lo hago. Como hemos practicado muchas veces, cojo a Tiffany de la mano y hacemos una reverencia; en ese momento el aplauso se incrementa y la gente se pone en pie.
Estoy feliz y triste a la vez, porque ningún familiar ni amigo ha venido a verme, pero entonces oigo el cántico de los Eagles más fuerte que he oído nunca en toda mi vida.
—¡E! ¡A! ¡G! ¡L! ¡E! ¡S! ¡EAGLES! —Levanto la mirada y no solo veo a Jake, a Caitlin y a mamá, también está Scott con los hombres gordos y Cliff con la Invasión Asiática. Todos llevan camisetas de los Eagles y empiezan a cantar—. ¡Baskett! ¡Baskett! ¡Baskett! ¡Baskett!
En la primera fila, Ronnie me sonríe orgulloso. Me hace un gesto de aprobación levantando el pulgar de sus manos cuando establecemos contacto visual. Veronica está sonriendo y también la pequeña Emily, pero la señora Webster está llorando y sonriendo a la vez, y me doy cuenta de que piensa que nuestro baile ha sido realmente hermoso, lo suficiente para hacerla llorar.
Tiffany y yo salimos corriendo del escenario y las niñas de instituto nos dan la enhorabuena con sus sonrisas, sus incrédulos ojos y su cháchara.
—Dios, eso ha sido realmente impresionante —dicen todas. Es fácil que todo el mundo admire a Tiffany, pues es una excelente bailarina y una gran coreógrafa.
Finalmente, Tiffany me mira y me dice:
—¡Has estado perfecto!
—No, tú has estado perfecta —digo—. ¿Crees que hemos ganado?
Ella sonríe y mira al suelo.
—¿Qué? —digo.
—Pat, tengo que decirte algo.
—¿Qué?
—No hay trofeo de oro.
—¿Qué?
—Que no hay ganadores en el recital de «Elimina la depresión bailando». Solo es una exhibición. Me inventé lo del premio para motivarte.
—Oh.
—Y funcionó, porque has estado maravilloso en el escenario. Gracias. Seré tu intermediaria —dice Tiffany justo antes de besarme en los labios y abrazarme durante mucho rato. Su beso está salado a causa del baile. Es extraño tener a Tiffany abrazándome con tanta pasión enfrente de tantas adolescentes en mallas (sobre todo porque yo voy sin camiseta y estoy recién depilado), aparte de que no me gusta que me toque nadie excepto Nikki.
—Ahora que ya hemos bailado, ¿puedo volver a hablar de los partidos de los Eagles? Lo digo porque tengo muchos aficionados de los Eagles esperándome.
—Después de haberte aprendido la coreografía, puedes hacer lo que quieras, Pat —me susurra Tiffany al oído. Luego espero un buen rato a que deje de abrazarme.
Me meto en el armarito para cambiarme y cuando Tiffany me dice que ya no hay adolescentes desnudas en la parte de atrás del escenario salgo a reunirme con mis fans. Cuando bajo del escenario, la señora Webster me coge la mano, me mira a los ojos y dice:
—Gracias. —No deja de mirarme a los ojos, pero la anciana señora no dice nada más y eso me resulta extraño.
Finalmente, Veronica dice:
—Lo que mi madre quiere decir es que lo de esta noche ha significado mucho para Tiffany.
Emily me señala y me dice:
—¡Pap!
—Así es, Em —dice Ronnie—, el tío Pat.
—¡Pap! ¡Pap! ¡Pap!
Todos nos reímos, pero entonces oigo a cincuenta indios cantando:
—¡Baskett! ¡Baskett! ¡Baskett!
—Mejor ve a reunirte con tus escandalosos fans —dice Ronnie, así que me dirijo a la marea de camisetas de los Eagles. Otros espectadores que no conozco me dan palmaditas en la espalda y me dan la enhorabuena mientras me abro paso hacia ellos.
—Has estado genial ahí arriba —dice mi madre, de una forma que sé que le han sorprendido mis excelentes habilidades como bailarín. Mamá me abraza—. Estoy tan orgullosa…
Le devuelvo el abrazo.
—¿Papá está aquí?
—Olvídate de papá —dice Jake—, tienes a unos sesenta hombres salvajes esperando para llevarte a la fiesta previa al partido más salvaje que hayas visto nunca.
—Espero que no hayas pensado en dormir esta noche —me dice Caitlin.
—¿Listo para terminar con la maldición de Pat Peoples? —me pregunta Cliff.
—¿Qué? —digo.
—Los Pajarracos no han ganado ni un partido desde que dejaste de verlos, así que esta noche tomaremos medidas drásticas para terminar con la maldición —explica Scott—. Dormiremos en el autobús de la Invasión Asiática justo a las puertas del aparcamiento de Wachovia. Cuando amanezca, empezaremos la fiesta.
—Ashwini está esperándonos en el autobús a la vuelta de la esquina —dice Cliff—. ¿Estás listo?
Estoy un poco sorprendido por las noticias, sobre todo porque después de haber dado semejante recital pensaba simplemente disfrutar de un rato más de los elogios.
—No tengo mi ropa.
Pero mamá saca mi camiseta de Baskett de una bolsa que ni siquiera había visto y dice:
—Aquí está todo lo que necesitas.
—¿Qué hay de mis medicinas?
Cliff sostiene una pequeña bolsa de plástico dentro de la cual están mis pastillas.
Antes de que pueda decir o hacer nada más, la Invasión Asiática empieza a cantar, aún más fuerte:
—¡Baskett! ¡Baskett! ¡Baskett!
Los hombres gordos me sacan a hombros del auditorio, pasamos la fuente llena de peces y salimos del hotel Plaza hasta las calles de Filadelfia. Y ahí estoy, en el autobús de la Invasión Asiática bebiendo cerveza y cantando:
—¡Volad, Eagles, volad! El camino a la victoria…
En Filadelfia Sur nos paramos en el restaurante Pat’s a pedir filetes con queso (les cuesta mucho prepararlos porque somos unos sesenta, pero nadie quiere ir a Filetes Geno porque son de inferior calidad) y luego vamos al aparcamiento de Wachovia. Aparcamos al lado de la verja para poder ser el primer vehículo en entrar y coger un buen sitio. Bebemos, cantamos y jugamos un poco con el balón. Aunque solo me he bebido dos o tres cervezas empiezo a decirles a todos que los quiero mucho por haber venido al recital de danza y les pido perdón por haber abandonado a los Eagles en medio de la temporada, pero que fue por una buena razón, aunque no pueda decir cuál. Al poco duermo en el autobús y Cliff me despierta diciendo:
—Has olvidado tomar las medicinas de la noche.
Cuando me despierto a la mañana siguiente, mi cabeza está apoyada en el hombro de Jake y me siento bien por estar tan cerca de mi hermano, que aún duerme. Silenciosamente, me pongo en pie y me doy cuenta de que todos están dormidos (Scott, los hombres gordos, Cliff y los cincuenta miembros de la Invasión Asiática). Todos están ahí sentados, durmiendo con las cabezas apoyadas en los hombros del de al lado. Todos somos hermanos.
Muy silenciosamente me dirijo a la parte delantera del autobús, paso junto a Ashwini quien, sentado en el asiento del conductor, duerme con la boca abierta.
Una vez fuera, en el pequeño trozo de césped que hay entre la calle y la acera, empiezo a hacer flexiones y abdominales como hacía en el lugar malo antes de tener pesas, una bicicleta estática y el Stomach Master 6000.
Una hora después, amanece.
Mientras termino la última tanda de abdominales pienso que ya he quemado los filetes con queso y las cervezas de la noche anterior, pero siento que aún debería hacer algo más, así que echo a correr. Cuando vuelvo, mis amigos duermen.
De pie junto a Ashwini, miro cómo duermen mis chicos y me siento feliz de tener tantos amigos. ¡Un autobús lleno!
Me doy cuenta de que me fui del hotel Plaza sin despedirme de Tiffany y me siento un poco mal por eso, a pesar de que ella dijo que después de haberlo hecho tan bien podía hacer lo que quisiera. También tengo ganas de escribirle mi primera carta a Nikki, pero ahora tengo que pensar en el partido de los Eagles. Sé que una victoria de los Eagles es lo único que suavizará las cosas con mi padre. Así que le pido a Dios, que estoy seguro de que quedó impresionado con el baile, que me dé un pequeño descanso. Al mirar todas esas caras somnolientas, me doy cuenta de que he echado de menos a mis hermanos verdes.