Los rayos de luz entran por la ventana de la buhardilla y me acarician la cara, calentándola, hasta que despego los párpados y saludo al nuevo día con los ojos entrecerrados. Después de un beso, devuelvo a Nikki al armario y veo que mamá aún está dormida en la cama. Me doy cuenta de que el vaso de agua que dejé está vacío, así que me alegro de habérselo dejado, aunque ahora esté enfadado con mamá.
Mientras bajo la escalera, percibo un fuerte olor a quemado.
Cuando llego a la cocina, mi padre está de pie frente al fuego. Lleva el delantal rojo de mamá.
—¿Papá?
Cuando se da la vuelta, veo que lleva una espátula en una mano y una manopla rosa en la otra. Detrás de él la carne sisea y el humo sube hacia el extractor.
—¿Qué estás haciendo?
—Cocinando.
—¿Cocinando qué?
—Un filete.
—¿Por qué?
—Tengo hambre.
—¿Lo estás friendo?
—Lo estoy cocinando al estilo cajun. Ennegrecido.
—Quizá deberías apagar el fuego —sugiero, pero mi padre sigue a lo suyo, continúa dándole vueltas y más vueltas a la carne, así que yo decido bajar al sótano para empezar mi entrenamiento diario.
Cuando regreso a la cocina, dos horas después, la sartén que utilizó para cocinar está toda negra y cubierta de grasa, y el plato y los cubiertos están en la pila. Papá está frente a su nuevo televisor y el sonido que emerge por los altavoces sacude la casa. El reloj del microondas marca las 8.17 de la mañana. Mi madre ha vuelto a olvidarse de mis medicinas, así que saco los ocho frascos, les quito la tapa y busco los colores correctos. Pronto tengo media docena de pastillas alineadas en la encimera y confirmo que los colores son los correctos. Me tomo las pastillas; quizá mi madre me esté poniendo a prueba otra vez. A pesar de que en teoría estoy enfadado con ella, me preocupo por mamá, así que subo la escalera, entro en mi cuarto y veo que sigue durmiendo.
Bajo, me coloco detrás del sofá y digo:
—¿Papá?
Pero me ignora, así que regreso al gimnasio del sótano y continúo con mi trabajo mientras escucho lo que los comentaristas de los partidos universitarios pronostican para la próxima liga NFL. Sus voces llegan de manera sucinta al sótano. Por el periódico, sé que los Eagles son favoritos para ganar el partido contra los de San Francisco, por eso me emociono al pensar en ver el partido con mi padre, pues estará de muy buen humor si los Eagles salen victoriosos y, por lo tanto, estará más predispuesto a hablar conmigo.
A media mañana mamá baja y eso supone un alivio para mí, ya que empezaba a pensar que estaba enferma. Estoy montando en bici y (tras haber encontrado esa noche la caja de «Pat») cuando mamá me llama yo continúo pedaleando sin mirarla a la cara. Aunque con mi visión periférica veo que se ha duchado, se ha peinado, se ha maquillado y lleva un vestido de verano muy bonito. Mamá también huele bien.
—¿Te tomaste las pastillas ayer por la noche? —me pregunta.
Asiento una vez.
—¿Y las de esta mañana?
Asiento de nuevo.
—El doctor Patel me dijo que debería haberte permitido controlar tus medicinas desde que viniste a casa, dijo que era un paso hacia la independencia. Pero estaba siendo una madre sobreprotectora cuando no la necesitabas. Así que enhorabuena, Pat.
Que me dé la enhorabuena es algo extraño, sobre todo porque no he ganado ningún premio y porque solo puedo pensar en lo que pasó anoche, en que llegó a casa borracha. Así que le pregunto:
—¿Dónde estuviste ayer? ¿Saliste con amigas?
Mirándola con el rabillo del ojo veo como baja la mirada y mira la alfombra.
—Gracias por llevarme a la cama ayer. El agua y el Tylenol ayudaron. Ayer nos cambiamos los roles, ¿no? Te lo agradezco mucho. Gracias, Pat.
Me doy cuenta de que no ha respondido mi pregunta, pero como no sé qué decir, no digo nada.
—Tu padre ha sido un monstruo y ya estoy cansada. Así que le estoy haciendo algunas peticiones y las cosas van a cambiar un poco por aquí. Mis dos hombres van a empezar a cuidarse un poco más solos, tú porque debes seguir con tu vida y tu padre porque estoy harta de cómo me trata.
De repente me olvido de la caja de «Pat» y miro a mi madre mientras continúo pedaleando.
—¿Estás enfadada conmigo? ¿He hecho algo malo?
—No estoy enfadada contigo, Pat. Estoy enfadada con tu padre; él y yo tuvimos una larga charla ayer. Puede que las cosas estén un poco complicadas aquí durante una temporada, pero creo que a la larga será para bien.
Un terrible pensamiento me viene a la mente:
—No irás a abandonarnos, ¿verdad, mamá?
—No, no voy a abandonaros —dice mamá mirándome a los ojos, lo que hace que la crea al cien por cien—. Nunca te abandonaría, Pat. Pero hoy voy a salir porque ya estoy harta de los partidos de los Eagles, así que tú y tu padre tendréis que apañaros con la comida.
—¿Adónde vas? —pregunto pedaleando más deprisa.
—Afuera —dice mamá, y antes de salir me besa sobre la sudada cicatriz que tengo en la frente.
Estoy tan nervioso por lo que mamá me ha dicho que no como nada en todo el día. Simplemente bebo agua y hago mis ejercicios. Como los Eagles juegan a las 4.45 me da tiempo a hacer todos mis ejercicios, aunque en secreto espero que mi padre baje al sótano y me pida que vea el partido de la NFL de la una con él, pero no lo hace.
A media tarde subo del sótano y me quedo de pie un rato detrás del sofá.
—¿Papá? —digo—, ¿papá?
Me ignora y sigue viendo el partido; yo ni siquiera intento ver quién está jugando, estoy muy nervioso por lo que mamá me ha dicho. Me pongo la bolsa de basura esperando que Tiffany esté fuera, porque me vendría muy bien hablar con alguien. Después de hacer estiramientos durante quince minutos y ver que Tiffany no aparece decido correr solo. Es curioso que cuando quiero correr solo siempre tengo a Tiffany esperando ahí fuera y en cambio hoy no está.
Tengo hambre y el dolor que siento en el estómago se hace mayor según voy corriendo, lo cual significa que estoy perdiendo peso y pienso que eso es bueno porque quizá la semana pasada engordé algo después de beber cerveza con Jake. Eso me recuerda que no he hablado con Jake desde que los Eagles perdieron contra los Giants, y me pregunto si vendrá hoy a ver el partido con papá y conmigo. Como cada vez me duele más el estómago decido correr más rápido de lo normal. También tengo miedo porque mamá me ha dejado solo con papá todo el día y no sé a qué se refería con lo de los cambios. No dejo de desear que Tiffany estuviera aquí, lo cual es un extraño deseo, pues nunca me dice nada y la última vez que le conté un problema empezó a maldecir en voz alta en un lugar público y a decir cosas terribles sobre Nikki. Aun así, empiezo a sentir que Tiffany es mi mejor amiga, lo cual me resulta extraño y me asusta.
Cuando estoy llegando a casa espero ver el BMW plateado de Jake, pero no está por ninguna parte. Pienso que quizá ha venido en tren desde Filadelfia. Espero no quedarme solo con mi padre para ver el partido, pero de algún modo sé que es exactamente eso lo que va a suceder.
Cuando entro en casa, papá sigue sentado en el sofá; ahora lleva puesta su camiseta de McNabb y está viendo el final del partido de la una. Una pequeña colección de botellas están a sus pies, como si se tratasen de bolos.
—¿Va a venir Jake? —le pregunto, pero mi padre me ignora.
Subo, me doy una ducha y me pongo la camiseta de Baskett.
Cuando entro en la salita, el partido de los Eagles acaba de empezar, así que me siento en la parte del sillón que mi padre no está ocupando.
—¿Qué demonios es ese ruido? —dice papá, y luego baja el volumen.
Me doy cuenta de que es mi estómago el que está gruñendo, pero digo:
—No lo sé.
Papá vuelve a subir el volumen.
Como suponía, la tele nueva es toda una experiencia. Los jugadores que están calentando parece que estén a tamaño real, y la calidad del sonido me hace sentir como si estuviera en San Francisco, sentado en la yarda 50. Como me doy cuenta de que mi hermano no va a llegar al inicio del partido, cuando ponen anuncios me pongo en pie y grito:
—¡Ahhhhhhhhh!
Pero papá me mira como si quisiera atizarme otra vez, así que me siento y me quedo callado.
Anuncian que Donté Stallworth no jugará porque se ha lesionado. Espero que Baskett pueda coger unos balones más ahora que el receptor número uno de los Eagles está fuera de juego.
Los Eagles empiezan bien el partido y marcan la primera vez que tienen la posesión gracias a un pase de Westbrook. En ese punto mi padre se emociona, se me acerca y me da palmadas en el muslo mientras repite una y otra vez:
—Touchdown, Eagles, touchdown, Eagles.
Empiezo a tener fe en que papá se ponga de buen humor, pero cuando los Eagles hacen el saque lo resume de manera negativa y dice:
—No lo celebres demasiado, recuerda lo que nos pasó la semana pasada. —Casi parece que se lo dice a sí mismo, que se recuerda que no debe tener muchas esperanzas.
La defensa va muy bien y hacia el final del primer cuarto L. J. Smith marca un touchdown. El marcador está 14-0. A pesar de que han echado a perder partidos mejores, parece claro que hoy están siendo superiores. Mis pensamientos se confirman cuando Akers marca un punto extra y mi padre salta y empieza a cantar:
—Volad, Eagles, volad.
Me levanto y canto con él, los dos hacemos el baile final en el que representamos las letras con nuestros brazos y piernas.
—¡E! ¡A! ¡G! ¡L! ¡E! ¡S! ¡EAGLES!
Entre un cuarto y otro, mi padre me pregunta si tengo hambre y cuando le digo que sí pide una pizza y me trae una cerveza Budweisser de la nevera. Con los Eagles ganando 14-0 todo son sonrisas, y mientras bebemos cerveza me dice:
—Ahora solo necesitamos que tu chico, Baskett, haga una parada o dos.
Es como si hubieran respondido a las plegarias de mi padre; en la primera jugada del segundo cuarto, gracias a McNabb, Baskett consigue ocho yardas. Mi padre y yo vitoreamos al debutante.
La pizza llega a mitad del partido, cuando los Eagles van 24-3.
—Si Jake estuviera aquí sería perfecto —dice mi padre—, sería un día perfecto.
Mi padre y yo habíamos estado tan contentos que me había olvidado de que Jake no estaba con nosotros.
—¿Dónde está Jake? —pregunto. Pero papá ignora la pregunta.
En el tercer cuarto los de San Francisco se están acercando peligrosamente a la zona de yardas de los Eagles cuando el defensa Mike Patterson coge el balón y corre hacia la zona contraria. Papá y yo estamos de pie vitoreando al defensa mientras recorre todo el campo. Después de eso los Eagles van 31-3.
San Francisco marca unos cuantos touchdowns en la segunda mitad del cuarto, pero ya no importa, el partido está básicamente fuera de su alcance. Al final quedamos 38-24 y mi padre y yo cantamos el cántico «Volad, Eagles, volad» y hacemos el baile una vez más para celebrar la victoria de los Eagles. Luego papá apaga el televisor y se va a su estudio sin siquiera decirme adiós.
La casa está silenciosa.
Habrá una docena de botellas de cerveza en el suelo, la caja de la pizza está aún sobre la mesita de café y sé que la pila está hasta arriba con los platos y la sartén que papá ha usado para prepararse el filete. Como estoy practicando lo de ser bueno, pienso que debería recoger la salita para que mamá no lo haga. Llevo las botellas de Bud al contenedor de reciclaje y tiro la caja de la pizza al contenedor de basura. Cuando vuelvo a entrar veo que hay muchas servilletas de papel en el suelo y me agacho a recogerlas. Veo una bolita de papel arrugada bajo la mesita de café.
Cojo la bola, la abro y me doy cuenta de que son dos folios. Reconozco la letra de mamá. Extiendo los folios sobre la mesita de café.
Patrick:
Tengo que decirte que ya no voy a permitirte que cuestiones las decisiones que tomamos juntos; tampoco voy a permitirte que me desautorices (especialmente delante de otras personas). He encontrado una amiga que me ha animado a defenderme con más fuerza para ganarme de nuevo tu respeto. Que sepas que hago esto para salvar nuestro matrimonio.
Tienes dos opciones: devolver el monstruoso televisor que has comprado, y así todo volverá a la normalidad, o mantener el monstruoso televisor y cumplir las siguientes condiciones:
Sentarte a cenar a la mesa con Pat y conmigo cinco noches a la semana.
Salir a pasear media hora con Pat o conmigo cinco noches a la semana.
Tendrás una conversación diaria con Pat en la cual le harás al menos cinco preguntas y escucharás sus respuestas. Luego me lo contarás a mí por la noche.
Tendrás que hacer alguna actividad con Pat y conmigo, como cenar en un restaurante, ir al cine, ver una película, ir al centro comercial, tirar unas canastas en el patio de atrás, etc.
Si no logras cumplir ni la primera ni la segunda condición me obligarás a ir a la huelga. Ya no limpiaré la casa, ya no compraré, no haré la comida, no lavaré la ropa y no haré la cama. Hasta que decidas qué opción prefieres debes saber que tu esposa está en huelga.
Con mis mejores intenciones,
JEANIE
No es típico de mamá ser tan dura con papá y me pregunto si su «nueva amiga» la ha ayudado a escribir la carta de dos páginas. Es muy duro para mí imaginarme a papá devolviendo el televisor nuevo, sobre todo después de haber visto a los Eagles ganar. Seguro que pensará que la compra ha dado buena suerte y querrá ver el próximo partido en esa tele para no romper la racha, lo cual es comprensible. Pero lo que mamá le pide, especialmente lo de que papá debe hablarme cada noche, parece muy improbable. Eso sí, sería bonito cenar todos juntos como una familia o salir a cenar (ir al cine no, pues ahora solo quiero ver la película de mi vida).
De repente necesito hablar con mi hermano, pero no me sé su número de teléfono. Encuentro el número en una agenda que hay en el armario que está encima del horno y llamo al apartamento de Jake.
—¿Diga? —me dicen.
Sé que quien me ha respondido no es mi hermano, pero aun así digo:
—¿Jake?
—¿Quién es?
—Soy Pat Peoples, estoy buscando a mi hermano Jake. ¿Quién eres?
Escucho como la mujer tapa el teléfono con la mano y entonces oigo la voz de mi hermano, alta y clara.
—¿Has visto cómo corrió Patterson?
Quiero preguntarle por la mujer que ha descolgado el teléfono, pero me asusta quién pueda ser. Puede que ya lo supiera pero lo haya olvidado. Así que simplemente digo:
—Sí, lo he visto.
—Ha estado maravilloso el tío. No sabía que un defensa experto en placajes también pudiera correr tanto.
—¿Por qué no has venido a ver el partido con nosotros?
—¿La verdad?
—Sí.
—No puedo mentirle a mi hermano. Mamá llamo esta mañana y me dijo que no fuera, así que me fui a un bar con Scott. También llamó a Ronnie. Lo sé porque Ronnie me llamó a mí para saber si todo iba bien. Le dije que no se preocupara.
—¿Por qué?
—¿Por qué debería estar preocupado?
—No, ¿por qué mamá os dijo a ti y a Ronnie que no vinieseis?
—Dijo que te daría la oportunidad de estar a solas con papá. Dijo que eso le obligaría a hablarte. ¿Lo ha hecho?
—Un poco.
—Eso está bien, ¿no?
—He encontrado una nota de mamá para papá.
—¿Qué?
—He encontrado una nota de mamá para papá.
—Ya. ¿Qué decía?
—Te la leeré.
—Adelante.
Le leo la carta.
—Mierda. Así se hace, mamá.
—Sabes que ahora no devolverá el televisor, ¿verdad?
—No después de la victoria de los Pajarracos de hoy.
—Estoy preocupado por si papá no cumple las condiciones.
—Probablemente no lo consiga, pero creo que lo intentará. Y que lo intente sería bueno para él. Y para mamá.
Jake cambia de tema mencionando una parada de Baskett en el segundo cuarto (y que resultó ser su única parada en el partido). Mi hermano ya no quiere hablar más de nuestros padres. Me dice:
—Baskett se está poniendo en forma. Es un debutante con talento y está haciendo paradas, eso es genial.
Pero a mí no me parece genial. Jake dice que espera verme el lunes por la noche cuando los Eagles jueguen contra los Green Bay Packers. Me pide que comamos juntos en la ciudad antes de que vayamos a la fiesta previa con Scott y los hombres gordos. Luego colgamos.
Se está haciendo tarde y mamá aún no ha llegado.
Empiezo a preocuparme por ella, así que lavo todos los platos. Durante quince minutos friego la sartén que ha quemado mi padre. Luego paso la aspiradora por la salita. Mi padre había manchado el sofá de pizza, así que encuentro un producto limpiador en el armario y me esfuerzo por quitar la mancha (primero frotando suavemente y luego un poco más fuerte con movimientos circulares, como dice en el lateral de la botella). Cuando entra mi madre estoy arrodillado frotando el sofá.
—¿Tu padre te ha dicho que limpiaras esta porquería? —pregunta mamá.
—No —respondo.
—¿Te ha dicho algo de la carta que le escribí?
—No… pero la he encontrado.
—Bueno, entonces ya lo sabes. No quiero que limpies nada, Pat. Vamos a dejar que este lugar se pudra hasta que tu padre capte el mensaje.
Quiero decirle que he encontrado la caja de «Pat» en la buhardilla, el hambre que he pasado hoy, que no quiero vivir en una casa mugrienta y que tengo que hacer las cosas de una en una (y que definitivamente encontrar la manera de terminar con el período de separación es la primera), pero mamá está tan decidida y orgullosa que me propongo ayudarla a que la casa esté mugrienta. Ella me dice que comeremos comida para llevar, que cuando mi padre no esté en casa todo será como antes de que escribiera la nota, pero que cuando mi padre esté en casa seremos desastrados. Le digo a mamá que mientras esté en huelga puede dormir en mi cama porque yo quiero dormir en la buhardilla.
Cuando me dice que dormirá en el sofá, yo insisto en que duerma en mi cama y me da las gracias.
—¿Mamá? —digo cuando se da la vuelta para marcharse.
Ella me mira.
—¿Jake tiene novia? —pregunto.
—¿Por qué?
—Le he llamado hoy y me ha contestado una chica.
—Quizá sí tiene una novia —dice, y luego se va.
La indiferencia de mamá en lo que se refiere a la vida amorosa de Jake me hace sentir que estoy olvidando algo. Si Jake tuviera una novia de la que mamá no supiera nada le haría mil preguntas. Su falta de interés sugiere que mamá me está ocultando algo más, algo más importante que lo que encontré en la caja de «Pat». Mamá debe de estar protegiéndome, pero aún no sé de qué.