Hago un poco más de ejercicio en el sótano y luego cojo mi bolsa y salgo a correr. Después vuelvo a casa y me ducho, vaporizo un poco de colonia de papá en el baño y me muevo entre la colonia que acabo de rociar (justo como mamá me enseñó a hacerlo en el instituto). Luego me pongo desodorante, mis pantalones caquis nuevos y la camiseta de Hank Baskett.
Cuando le pregunto a mi madre cómo estoy dice:
—Muy guapo. ¿Realmente crees que deberías llevar la camiseta de los Eagles a una cena? Puedes ponerte una de las camisas de Gap que te compré, o un polo de tu padre.
—No pasa nada —digo mientras sonrío con confianza—. El doctor Patel dijo que era buena idea llevar esta camiseta.
—¿Eso dijo? —pregunta mamá riendo. Luego me da unas flores y saca una botella de vino blanco de la nevera.
—¿Qué es esto?
—Regálale esto a Veronica y dale las gracias de mi parte. Ronnie ha sido un buen amigo —dice mamá. Luego parece como si fuese a llorar otra vez.
Le doy un beso y, con las manos llenas de flores y vino, camino calle abajo y cruzo el parque en dirección a casa de Ronnie.
Ronnie abre la puerta. Lleva camisa y corbata, lo cual me hace pensar que quizá el doctor Patel se equivocó con lo de la ropa y voy poco arreglado. Pero Ronnie mira mi nueva camiseta, comprueba el nombre que pone en la espalda (probablemente para asegurarse de que no llevo una camiseta pasada de moda de Freddie Mitchell) y dice:
—¡Hank Baskett es el hombre! ¿Dónde conseguiste esa camiseta con lo poco que llevamos de temporada? ¡Es genial!
Eso me hace sentir mucho mejor.
Seguimos el aroma a carne a través de su salón colonial y a través de su comedor colonial y llegamos a la cocina, donde Veronica está dando de comer a Emily. Me sorprendo al ver que no parece un bebé recién nacido, parece mayor.
—Hank Baskett está en casa —dice Ronnie.
—¿Quién? —pregunta Veronica, pero sonríe al ver las flores y el vino—. Pour moi?
Durante unos instantes me mira el ojo morado, pero no lo menciona y yo aprecio el gesto. Le doy lo que mi madre le envía y Veronica me da un beso en la mejilla.
—Bienvenido a casa, Pat —dice, lo cual me sorprende porque parece sincera—. Espero que no te importe, Pat, pero he invitado a alguien más a cenar —añade Veronica mientras me guiña un ojo y abre el horno, del que sale un maravilloso aroma a tomate y albahaca.
—¿A quién? —pregunto.
—Ya lo verás —responde sin levantar la vista de la humeante salsa.
Antes de que pueda decir nada más, Ronnie ha levantado a Emily de su sillita diciendo:
—Saluda al tío Pat. —Me suena un poco raro hasta que me doy cuenta de que está hablando de mí—. Dile hola al tío Pat, Emily.
Me saluda con su pequeña manita y en breves instantes la tengo en mis brazos. Sus ojos oscuros inspeccionan mi cara. Sonríe mientras señala mi nariz y dice:
—Pap.
—¿Has visto qué lista es mi niña, tío Pat? —exclama Ronnie mientras acaricia el sedoso pelo negro de Emily—. Ya sabe tu nombre.
Emily huele al puré de zanahoria que lleva por toda la cara hasta que Ronnie se lo limpia con una servilleta. He de admitir que Emily es una niña muy mona y al instante comprendo por qué Ronnie me ha escrito tantas cartas hablándome de su hija y por qué la quiere tanto. Empiezo a pensar que algún día Nikki y yo deberíamos tener niños. Me pongo tan contento que le doy a Emily un beso en la frente mientras imagino que ella es el bebé de Nikki y yo su padre. Le doy un montón de besos en la frente hasta que empieza a reírse.
—¿Cerveza? —dice Ronnie.
—Se supone que no debo beber por la medicación y…
—Cerveza —dice Ronnie, y en pocos minutos nos encontramos bebiendo cerveza en el porche mientras Emily se sienta en el regazo de su padre y da sorbitos de una botella rellena con zumo de manzana.
—Qué gusto da tomar una cerveza contigo —dice Ronnie justo antes de brindar con su botella de Yuengling Lager contra la mía.
—¿Quién más viene a cenar?
—Tiffany, la hermana de Veronica.
—¿Tiffany y Tommy? —pregunto, pues recuerdo al marido de Tiffany de la boda de Ronnie y de Veronica.
—Solo Tiffany.
—¿Dónde está Tommy?
Ronnie da un largo sorbo de cerveza, mira la puesta de sol y dice:
—Tommy murió hace algún tiempo.
—¿Qué? —digo. Yo no sabía nada—. Lo siento mucho.
—Asegúrate de no sacar el tema de Tommy esta noche, ¿de acuerdo?
—Claro —afirmo. Luego doy unos cuantos sorbos de cerveza—. ¿Cómo murió?
—¿Cómo murió quién? —pregunta una voz de mujer.
—Hola, Tiffany —dice Ronnie. Al instante está sentada con nosotros en el porche. Lleva un vestidito negro, tacones, un collar de perlas y el maquillaje y el pelo demasiado perfectos para mi gusto (como si estuviera poniendo demasiado esfuerzo en parecer atractiva, como a veces hacen las mujeres mayores)—. Recuerdas a Pat, ¿verdad?
Me pongo en pie y le doy la mano. La forma en que Tiffany me mira me pone nervioso.
Volvemos a la casa y después de una pequeña charla, Tiffany y yo nos quedamos solos en el salón, uno en cada extremo del sofá, mientras Veronica termina la cena y Ronnie lleva a Emily a la cama.
—Estás muy guapa esta noche —digo cuando el silencio se vuelve incómodo.
Antes de que el período de separación comenzase, yo nunca le decía piropos a Nikki y creo que esto hirió de verdad su autoestima. Pienso que puedo practicar y piropear a otras mujeres sobre su aspecto físico para que me salga de manera natural cuando Nikki regrese. Aunque Nikki siempre está guapa. Tiene unos años más que yo, pero tiene un cuerpo bonito y una melena negra larga y sedosa.
—¿Qué te ha pasado en la cara? —pregunta Tiffany sin mirarme.
—Un accidente levantando pesas.
Se mira las manos, las cuales tiene cruzadas sobre el regazo. Lleva las uñas pintadas de rojo.
—¿Dónde trabajas ahora? —digo, pensando que es una pregunta segura.
Arruga la nariz como si acabara de tirarme un pedo.
—Me despidieron hace meses.
—¿Por qué?
—¿Realmente importa? —dice mientras se levanta y se dirige hacia la cocina.
Me bebo lo que me queda de la segunda cerveza y espero a que Ronnie vuelva.
La cena es elegante, hay velas encendidas y han sacado la vajilla buena y la cubertería de plata, pero el ambiente es extraño. Tiffany y yo estamos callados mientras que Veronica y Ronnie no dejan de hablar de nosotros.
—A Pat le encanta la historia. Sabe absolutamente todo de cada presidente de Estados Unidos. Vamos. Pregúntale algo —dice Ronnie.
Como Tiffany ni siquiera levanta la mirada de su plato, Veronica explica:
—Mi hermana está acudiendo a clases de baile moderno, tiene un recital dentro de dos meses. Deberías verla bailar, Pat. Dios, ojalá pudiera bailar como mi hermana. Todos vamos a ir a ver el recital. ¡Deberías venir con nosotros!
Asiento con cuidado cuando Tiffany levanta la mirada para ver qué respondo. Digo que sí para practicar el ser bondadoso. Además, seguro que a Nikki le habría gustado ir a un recital de baile y a partir de ahora quiero hacer cosas que le gusten a Nikki.
—Pat y yo vamos a hacer ejercicio juntos —dice Ronnie—. ¿Has visto lo en forma que está mi amigo? Qué mal quedo yo. Necesito hacer ejercicio contigo en ese sótano, Pat.
—A Tiffany le encanta la costa. Los cuatro deberíamos llevar a Emily a la playa algún fin de semana de septiembre, cuando ya no haya aglomeraciones. Podríamos hacer un picnic. ¿Te gustan los picnics, Pat? A Tiffany le encantan, ¿verdad, Tiff?
Ronnie y Veronica se dedican a hablar de nosotros durante quince minutos y luego hay una pausa que aprovecho para preguntar si alguien sabe algo sobre la demolición del estadio de los Vet. Para mi sorpresa, Ronnie y Veronica dicen que lo demolieron hace años, igual que dijo mi padre. Eso me preocupa tremendamente, ya que no tengo ningún recuerdo de ello ni de los años que han pasado desde entonces. Pienso en preguntar cuándo nació Emily, pues recibí una carta de Ronnie por aquella época, pero me asusto y no lo hago.
—Yo odio el fútbol americano —dice Tiffany—, más que nada en el mundo.
Después de esto, todos comemos un rato en silencio.
Los tres platos que Ronnie había prometido resultan ser la cerveza, lasaña con guarnición de puré de espárragos y tarta de lima. Los tres platos están deliciosos y se lo digo a Veronica (para practicar para cuando Nikki regrese), a lo que ella me responde:
—¿Acaso pensabas que mi comida estaría mala?
Sé que lo dice de broma, pero Nikki habría dicho que eso demostraba lo bruja que Veronica podía llegar a ser. Pienso en que si Nikki estuviera aquí, nos quedaríamos despiertos y charlando en la cama como solíamos hacer cuando íbamos un poco borrachos. Ese pensamiento me pone triste y alegre a la vez.
Cuando nos terminamos la tarta, Tiffany se pone en pie y dice:
—Estoy cansada.
—Pero si apenas hemos terminado de cenar —protesta Veronica—, y tenemos el Trivial Pursuit…
—He dicho que estoy cansada.
Nos quedamos en silencio.
—Bueno —dice finalmente Tiffany—, ¿piensas acompañarme a casa o qué?
Me lleva unos segundos darme cuenta de que Tiffany me habla a mí, pero digo rápidamente:
—Claro.
Puesto que estoy practicando el ser bueno, ¿qué otra cosa podría haber dicho?
Hace una noche cálida, pero no pegajosa. Tiffany y yo recorremos una manzana antes de que le pregunte dónde vive.
—Con mis padres, ¿de acuerdo? —dice sin mirarme.
—Oh. —Me doy cuenta de que solo estamos a unas cuatro manzanas de la casa de los señores Webster.
—Tú también vives con tus padres, ¿no?
—Sí.
—Entonces no hay para tanto.
Ha oscurecido, imagino que serán las nueve y media de la noche. Tiffany camina deprisa con los brazos cruzados sobre el pecho, y eso que lleva tacones. Muy pronto estamos en la puerta de casa de sus padres.
Pienso que va a darme las buenas noches cuando me mira y dice:
—Mira, no he tenido una cita desde la universidad, pero sé cómo funciona esto.
—¿Cómo funciona el qué?
—He visto cómo me mirabas. No me cuentes rollos, Pat. Vivo en la parte trasera, en un pequeño apartamento separado de la casa, así que no hay posibilidad alguna de que mis padres nos pillen. Odio el hecho de que hayas llevado esa sudadera a la cena, pero puedes follarme siempre y cuando apaguemos las luces antes de empezar. ¿De acuerdo?
Estoy demasiado sorprendido para hablar y durante un rato nos quedamos ahí quietos.
—O no —añade Tiffany justo antes de echarse a llorar.
Estoy tan confundido que hablo, pienso y me preocupo a la vez, y en el fondo no sé qué decir ni qué hacer.
—Me ha encantado pasar un rato contigo y creo que eres muy guapa, pero yo todavía estoy casado —digo, mostrándole mi anillo.
—Yo también —dice ella enseñándome un anillo con un diamante que lleva en la mano izquierda.
Recuerdo lo que Ronnie me ha contado sobre el fallecimiento de su marido. Ella es viuda, no casada, pero no digo nada puesto que ahora solo digo cosas buenas; eso lo aprendí en terapia y a Nikki le gustará.
Me entristece ver que Tiffany aún lleva su anillo de casada.
De repente, Tiffany me abraza; su cabeza reposa en mi pecho y el maquillaje me está manchando el jersey de Hank Baskett. No me gusta que me toque nadie excepto Nikki, y realmente no quiero que Tiffany me manche de maquillaje la camiseta que me regaló mi hermano, pero me sorprendo a mí mismo y le devuelvo el abrazo a Tiffany.
Apoyo la barbilla junto a su brillante melena, huelo su perfume y, de repente, yo también estoy llorando, y eso me asusta mucho. Nuestros cuerpos tiemblan juntos mientras brota el agua. Lloramos durante unos diez minutos, luego ella se separa y corre hacia la casa de sus padres.
Cuando llego a casa, mi padre está viendo la televisión. Los Eagles están jugando un partido de la pretemporada y yo no lo sabía. Ni siquiera me mira, quizá sea porque ahora soy muy mal aficionado. Mi madre me dice que Ronnie ha llamado y que le ha dicho que era importante y que debía llamarlo inmediatamente.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué es eso que llevas en la camiseta? ¿Es maquillaje? —pregunta mi madre. Como no contesto, continúa—. Deberías devolverle la llamada a Ronnie.
Pero me tumbo en la cama y me quedo mirando el techo hasta que amanece.