SOLO TENGO AMOR PARA TI

star01

La secretaria del doctor Patel apaga la radio en cuanto me ve entrar en la sala de espera y eso me hace reír, pues ella trata de hacerlo de manera casual para que no me dé cuenta, pero en realidad parece asustada porque presiona el interruptor con cautela, de la forma en que lo hace la gente que me ha visto sufrir uno de mis ataques, como si no fuera humano, como si yo fuera un enorme animal salvaje.

Después de una breve espera, me reúno con Cliff para mi segunda sesión, como haré cada viernes durante mi futuro inmediato. Esta vez elijo el sofá marrón y nos sentamos en los sofás reclinables mirando las nubes, hablando de cuánto nos gustan las mujeres y cosas así.

Cliff me pregunta si me gusta mi nueva medicación y le digo que sí, a pesar de que no he notado ningún efecto y solo me he tomado la mitad de las pastillas que mi madre me dio la semana pasada (el resto lo escondía bajo la lengua y lo escupía en el váter cuando me dejaban solo). Me pregunta si he experimentado algún efecto secundario, como que me falte la respiración, pérdida del apetito, sentimientos suicidas, sentimientos homicidas, perdida de la virilidad, escozores o diarrea, y yo le digo que no he experimentado nada.

—¿Y alucinaciones? —me dice mientras se inclina hacia delante.

—¿Alucinaciones? —pregunto.

—Alucinaciones.

Me encojo de hombros y le digo que no creo haber tenido alucinaciones. Él me responde que lo sabría si las hubiera tenido.

—Si ves algo raro u horrible avisa a tu madre —dice—, pero no te preocupes porque probablemente no alucinarás. Solamente un porcentaje muy pequeño de personas sufre alucinaciones al tomar esta combinación de medicamentos.

Yo asiento y le prometo que se lo diré a mi madre si creo tener alucinaciones, pero realmente dudo que pueda tener alucinaciones, no importa qué tipo de medicamentos me dé, pues no creo que me dé LSD ni nada parecido. Supongo que la gente más débil se quejará de los medicamentos, pero yo no soy débil y puedo controlar mi mente bastante bien.

Estoy hidratándome en el sótano mientras me tomo mi descanso de tres minutos entre los ejercicios del Stomach Master 6000 y los de piernas con las pesas, cuando percibo el inconfundible olor de los canapés de cangrejo de mi madre y se me empieza a hacer la boca agua.

Como adoro esos canapés, salgo del sótano, entro en la cocina y veo que mi madre no solo está preparando canapés de cangrejo (que están hechos con carne de cangrejo untada en mantequilla, naranja y queso sobre bollitos ingleses), sino que también está preparando pizza barbacoa y esas alitas de pollo que compra en Big Foods.

—¿Por qué estás cocinando canapés de cangrejo? —pregunto esperanzado, ya que sé, por experiencia, que solamente prepara aperitivos cuando tenemos visita.

A Nikki le encantan los canapés de cangrejo, y si colocas un plato lleno frente a ella se los comerá todos y luego se quejará de vuelta a casa diciendo que está gorda y que ha comido demasiado. Cuando yo era un abusador emocional, solía decirle que no quería escuchar sus quejas cada vez que se pasaba con la comida. La próxima vez que Nikki coma demasiados canapés de cangrejo le diré que no se ha excedido y que además está muy delgada, que necesita ganar algo de peso y que a mí me gustan las mujeres con curvas.

Espero que el hecho de que mi madre esté preparando canapés signifique que el período de separación ha terminado y que Nikki está de camino a casa de mis padres. Esa sería la mayor sorpresa de bienvenida que mamá podría cocinar. Y dado que mamá siempre trata de hacer cosas buenas por mí y por mi hermano, me preparo mentalmente para volver con Nikki.

Mi corazón late con fuerza durante los breves instantes que mi madre tarda en responder a mi pregunta.

—Los Eagles juegan contra los Steelers en un partido de exhibición de la pretemporada —dice mi madre. Y eso es raro porque ella siempre ha odiado los deportes y ni siquiera sabe que la temporada de fútbol americano es en otoño. Y mucho menos qué equipos juegan cada día—. Tu hermano va a venir a ver el partido contigo y con tu padre.

Mi corazón sigue latiendo deprisa, ya que no he visto a mi hermano casi desde que empezó el período de separación. Mi hermano, al igual que mi padre, dijo algunas cosas realmente horribles de Nikki la última vez que hablamos.

—Jake tiene muchas ganas de verte, y sabes cuánto le gustan a tu padre los Eagles. Me muero de ganas de tener a mis tres hombres sentados en el sofá, viendo un partido como en los viejos tiempos. —Mi madre sonríe con tanta ansia que creo que se va a poner a llorar, así que me doy la vuelta y bajo al sótano para hacer flexiones hasta que no sienta los músculos.

Como sé que probablemente luego no podré ir a correr porque vamos a tener cena familiar, salgo a correr temprano. Paso frente a las casas de mis amigos del instituto, por delante de Saint Joseph, que es la iglesia católica a la que yo solía ir, frente al Instituto Collingswood (¡clase de ochenta y nueve normas!) y ante la casa en la que vivían mis abuelos hasta que murieron.

Mi antiguo mejor amigo me ve cuando paso por su nueva casa en Virginia Avenue. Ronnie acaba de llegar de trabajar, está saliendo del coche y se dirige hacia la puerta de su casa cuando lo adelanto por la acera. Me mira a los ojos y cuando ya he pasado, grita:

—¿Pat Peoples? ¿Eres tú? ¡Pat! ¡Ey!

Yo corro más rápido todavía porque mi hermano va a venir a hablar conmigo; Jake no cree en los finales felices y no estoy emocionalmente capacitado para ver a Ronnie ahora. Ahora no, porque nunca vino a visitarnos a Nikki y a mí en Baltimore, a pesar de que nos lo prometió un montón de veces. Nikki solía decir que Ronnie estaba dominado y que su mujer, Veronica, guardaba la agenda social de Ronnie en el mismo sitio que sus pelotas: en su monedero.

Nikki me dijo que Ronnie nunca vendría a visitarme a Baltimore y tenía razón.

Tampoco vino a visitarme al lugar malo, pero solía escribirme cartas en las que me contaba lo maravillosa que era (e imagino que es) su hija Emily, aunque todavía no la he conocido y no he podido verificarlo.

Cuando llego a casa, el coche de Jake ya está allí (un fabuloso BMW plateado, lo cual quiere decir que mi hermano está mejorando en lo de «engordar el bolsillo», como solía decir Danny). Entro por la puerta de atrás y corro a la ducha. Una vez aseado y vestido con ropa limpia, tomo aire y sigo el rastro de la conversación que proviene del salón.

Jake se pone en pie al verme. Lleva unos pantalones de raya diplomática y un polo azul lo suficientemente ajustado para mostrar que aún está en forma. También lleva un reloj con diamantes en la esfera y que es lo que Danny llamaría el «caprichito» de Jake. Ha perdido un poco de pelo, pero lo lleva engominado. Tiene pinta de pretencioso.

—¿Pat? —pregunta.

—Te dije que no lo reconocerías —dice mamá.

—Pareces Arnold Schwarzenegger —dice mientras toca mi bíceps, lo cual odio, porque no me gusta que me toque nadie excepto Nikki. Como es mi hermano, no digo nada—. Estás cachas —añade.

Desvío la mirada al suelo pues recuerdo lo que dijo sobre Nikki (y aún estoy enfadado por eso), pero también estoy muy feliz de ver a mi hermano después de tanto tiempo, tanto que parece una eternidad.

—Escucha, Pat, debería haber ido a verte a Baltimore, pero esos sitios no me gustan y… y… y no podía verte así, ¿de acuerdo? ¿Estás furioso conmigo?

En cierto modo sí que estoy furioso con Jake, pero de repente recuerdo otra de las frases de Danny y es tan apropiada que tengo que decirla, así que suelto:

—Solo tengo amor para ti.

Por un instante, Jake me mira como si lo hubiera golpeado en la tripa. Luego, parpadea varias veces como si fuera a llorar, me rodea con los dos brazos y me abraza.

—Lo siento —dice mientras me abraza durante más tiempo del que me gusta, a menos que sea Nikki la que me abrace, claro.

Cuando me suelta, Jake dice:

—Te he traído un regalo.

Saca una camiseta de los Eagles de una bolsa de plástico y me la da. La extiendo y veo que lleva el número 84, deduzco que es el número de un receptor, pero no reconozco el nombre del jugador. «¿No era el joven receptor Freddie Mitchell el número 84?» Esto lo pienso pero no lo digo, ya que no quiero ofender a mi hermano, que ha sido lo suficientemente amable para comprarme un regalo.

—¿Quién es Baskett? —pregunto, pues es el nombre que hay escrito en la camiseta.

—¿La sensación, Hans Baskett? Es el ídolo de la pretemporada. Estas camisetas están de moda en Filadelfia. Y tú llevarás esta a los partidos de esta temporada.

—¿A los partidos?

—Bueno, ahora que has vuelto querrás recuperar tu antiguo asiento, ¿verdad?

—¿En los Vet?

—¡Los Vet! —dice Jake riendo y mirando a mi madre, que parece algo asustada—. No, en el Lincoln Financial Field.

—¿Qué es el Lincoln Financial Field?

—¿Es que en ese lugar no te dejaban ver la televisión? Es el hogar de los Eagles, el estadio en el que tu equipo ya ha jugado tres temporadas seguidas.

Sé que Jake me está mintiendo, pero no digo nada.

—En fin, tienes un asiento junto a mí y también junto a Scott. Son pases de temporada, hermanito. ¿Mola o qué?

—No tengo dinero para pagar pases de temporada —digo. Dejé que Nikki se quedara la casa, los coches y el dinero del banco cuando empezó el período de separación.

—De eso me ocupo yo —dice Jake mientras me da un golpecito en el brazo.

Le doy las gracias a mi hermano y mamá empieza a llorar otra vez. Llora tanto que tiene que salir de la habitación, lo cual es muy extraño, porque Jake y yo estamos haciendo las paces y porque un pase de temporada para ver a los Eagles es un regalo bastante bueno, sin contar la camiseta.

—Ponte la camiseta, hermanito.

Me la pongo y me siento bien con el color verde del equipo de los Eagles, en especial porque es una camiseta que Jake eligió para mí.

—Espera y verás lo bueno que Baskett va a ser este año —dice Jake de manera extraña, como si mi futuro estuviera unido de alguna forma al del nuevo receptor de los Eagles, Hank Baskett.