EN la pequeña estancia privada que les había cedido el personal de la imprenta, Nick Appleton y Charley estaban sentados rígidamente, callados, atentos sólo a los ruidos del combate y a sus propios pensamientos. Al fin y al cabo, no habían gozado ni de setenta y dos horas de santuario. Ni un instante. Y ahora, todo había terminado.
Charley se restregó sus sensuales labios y, de improviso, se mordió el dorso de la mano.
—¡Jesús! —exclamó—. ¡Jesús! —Se puso de pie con un movimiento felino—. ¡No tenemos la menor posibilidad!
Nick no dijo nada.
—¡Habla! —le chilló Charley, su rostro feo por la rabia y la impotencia—. ¡Di algo! ¡Acúsame por haberte traído aquí! ¡Di algo! ¡No te quedes sentado sobre ese suelo helado!
—No te acuso de nada —replicó él, mintiendo.
No servía de nada acusarla; ella no podía saber que la Policía iba a atacar la planta impresora. Después de todo, nunca había ocurrido semejante cosa. La joven se había limitado a servirse de hechos conocidos. La planta impresora era un refugio, y muchas personas se habían escondido en ella, marchándose después.
Las autoridades lo sabían, se dijo Nick. Pero ahora actuaban de este modo a causa de las noticias acerca del regreso de Provoni. Cordon… ¡Dios!, pensó, ¡Dios del cielo!, probablemente ya lo han asesinado. La señal de la vuelta de Provoni ha desencadenado un ataque bien planeado, a nivel del planeta, a cargo del Gobierno. Probablemente, habrán detenido a todos los Subhombres que constan en sus archivos. Sí, todo formaba parte de un plan: el bombardeo de la Imprenta, los Subhombres detenidos, Eric Cordon muerto… Todo antes de la llegada de Provoni. Estaban forzando la mano, poniendo en funcionamiento su cañón pesado, su maquinaria bélica.
—Escucha —murmuró, levantándose también. Rodeó a la joven con un brazo y la apretó contra él—. Estaremos algún tiempo en un Campo de Reeducación, pero al final, cuando el asunto se resuelva en uno u otro sentido…
Se abrió la puerta de la habitación. Un policía, con su uniforme cubierto por unas partículas grises como polvo, que eran polvo de huesos humanos incinerados, se perfiló en el umbral, apuntándoles con su rifle B-14 Hopp. Nick levantó rápidamente las manos, y luego cogió las de Charley y la obligó a levantarlas, separándole los dedos para mostrar que no tenía armas.
El policía disparó el rifle B-14 contra la joven, que cayó inerte contra Nick.
—Inconsciente —explicó el policía—. Un buen tranquilizante.
Y disparó el B-14 también contra Nick.