CAPÍTULO 36

Después de todo, había algo que Heather podía hacer para ayudarlo. En realidad, quizá ella fuera la parte más importante del plan de venganza que estaba tramando. Sin su cooperación, Colin tendría que encontrar otra manera de atrapar a Roy. No pretendía que luchara a su lado, no contaba con su fuerza ni con su agilidad. Deseaba utilizarla como cebo.

Si ella accedía a ayudarlo, correría peligro. Sin embargo, Colin tenía la seguridad de que podía protegerla. Ya no era el mismo Colin Jacobs, débil e inútil, que se trasladó a Santa Leona a principios de verano y su nueva agresividad sería una sorpresa para Roy. Una sorpresa desagradable. Y, en definitiva, el factor sorpresa aseguraba la ventaja sobre Roy.

Heather lo estaba esperando en la playa, bajo la sombra del embarcadero. Vestía un bañador azul de una pieza. A ella no le gustaban los conjuntos de dos piezas ni los biquinis porque creía que no le quedaban demasiado bien. Colin pensaba que en biquini estaría tan atractiva como cualquier otra adolescente de la playa, incluso más que muchas de ellas, y así se lo dijo. Vio que el piropo le agradaba, pero también era evidente que en realidad no se lo creía.

Eligieron un lugar sobre la arena caliente para extender sus toallas de playa. Durante un rato estuvieron tumbados boca arriba en agradable silencio, tostándose al sol.

Finalmente, Colin se volvió de lado y se incorporó ligeramente, apoyándose en un codo, y dijo:

—¿Es muy importante para ti que yo sea amigo de Roy Borden?

Ella frunció el ceño, pero no abrió los ojos ni los apartó del sol.

—¿Qué quieres decir?

—¿Te importa mucho? —insistió Colin, a la vez que su corazón empezaba a latir con violencia.

—¿Por qué iba a importarme? No te entiendo.

Colin respiró hondo y se lanzó.

—¿Te seguiría cayendo bien aunque no fuera amigo de Roy?

En ese momento, ella volvió la cabeza y abrió los ojos.

—¿Hablas en serio?

—Sí.

Heather dio una vuelta para colocarse de lado y se incorporó sobre un codo, de cara a él. El viento agitaba su cabello.

—¿Quieres decir que piensas que quizá me interesas solamente porque eres el mejor amigo del rey de la escuela?

Colin se sonrojó.

—Bueno…

—Es terrible que pienses una cosa así. —Pero no parecía enfadada. Él se encogió de hombros, avergonzado, aunque todavía ansioso por oír la respuesta de la chica—. Y además es insultante —prosiguió ella.

—Lo siento —se excusó rápidamente, en tono apaciguador—. No era ésa mi intención. Es sólo… que tenía que preguntártelo. Para mí es importante saber si tú…

—Me caes bien porque tú eres tú —protestó Heather—. Estoy aquí en este momento porque me lo paso bien contigo. Roy Borden no tiene nada que ver con esto. En realidad, estoy aquí a pesar del hecho de que seas su amigo.

—¿Qué?

—Soy una de las pocas personas de la escuela a las que realmente no les importa lo que hace, dice o piensa Roy. Casi todo el mundo desea ser su amigo, pero a mí no me preocupa especialmente que él siquiera sepa que existo.

Colin parpadeó sorprendido.

—¿No te cae bien Roy?

Ella vaciló y luego contestó:

—Es tu amigo. No quiero hablar mal de él.

—Precisamente lo contrario —respondió Colin con excitación—. Ya no es mi amigo. Me odia.

—¿Qué? ¿Qué ha pasado?

—Te lo contaré en seguida, no te preocupes. Si no se lo cuento a alguien, explotaré. —Se sentó sobre la toalla de playa—. Pero primero tengo que saber lo que piensas de él. Creía que te caía bien. Una de las primeras cosas que me dijiste fue que me habías visto con Roy. Así que pensé…

—Tenía curiosidad por vuestra relación. Tú no parecías ser la clase de tipo con quien él acostumbra a andar por ahí. Y, cuanto más te conozco, más extraño me parece.

—Dime por qué no te cae bien.

Ella también se sentó.

El viento procedente del océano era cálido y olía a sal.

—Bueno, no es exactamente que me caiga mal. No mucho. Quiero decir, no de una forma activa ni apasionada ni nada por el estilo. En realidad, no lo conozco lo bastante como para que me caiga mal, pero sí lo suficiente para saber con seguridad que nunca podré ser una de sus admiradoras. Hay algo ruin en él.

—¿Ruin?

—Es difícil de explicar. Pero siempre he tenido la sensación de que Roy nunca es… sincero. Nunca. Ni en nada. La mayor parte del tiempo parece que está actuando. Por lo visto, nadie más se ha percatado de eso. Pero a mí me da la impresión de que siempre está manipulando a la gente, utilizándola de una u otra manera; y luego, en su interior, se ríe de ella.

—¡Sí! ¡Oh, sí! Exacto. Eso es exactamente lo que hace. Y sabe hacerlo muy bien. No solamente con otros chicos, también sabe manipular a los adultos.

—Mi madre sólo lo ha visto una vez. Y creí que nunca iba a parar de hablar de él. Pensó que era muy encantador, muy educado.

—Igual que mi madre. Ella preferiría tenerlo a él por hijo antes que a mí.

—¿Y qué ha pasado? —preguntó Heather—. ¿Por qué tú y Roy ya no sois amigos?

Se lo contó todo, empezando por el día en que conoció a Roy. Le habló del gato en la jaula para pájaros. Los juegos con los trenes eléctricos. La historia de que había asesinado a aquellos otros dos muchachos solamente por divertirse. La intención de Roy de violar y matar a su vecina, Sarah Callahan. La pesadilla en el cementerio de automóviles del Ermitaño Hobson. El ataque con el líquido para recargar encendedores. Le explicó todo lo que había averiguado en la biblioteca, el relato completo de la espantosa muerte accidental de Belinda Jane Borden, y la posterior hospitalización del propio Roy y de la señora Borden.

Heather escuchó asombrada y en silencio. En un principio, su rostro reflejaba la duda, pero el escepticismo se fue desvaneciendo gradualmente y en su lugar apareció una mirada de credulidad creciente, si bien reacia. Estaba horrorizada y, cuando finalmente Colin terminó su relato, dijo:

—Tienes que contárselo a la policía.

Él miró hacia el mar encrespado y el cielo con sus gaviotas que descendían en picado.

—No —contestó—. No me creerían.

—Claro que sí. A mí me has convencido.

—Eso es diferente. Tú eres una niña como yo. Ellos son adultos. Además, cuando llamen a mi madre para preguntarle que si sabe algo al respecto, ella les dirá que estoy mintiendo y que tengo problemas de drogas. Dios sabe lo que me harían entonces.

—Podemos decírselo a mis padres —propuso Heather—. En realidad, no son tan malos. Supongo que son algo mejores que los tuyos. De vez en cuando me escuchan de verdad. Podemos convencerlos. Sé que podemos.

Colin hizo un gesto de negación con la cabeza.

—No. Roy ya encandiló una vez a tu madre, ¿recuerdas? La volverá a encandilar otra vez si se ve en la necesidad. Ella lo creerá a él, no a nosotros. Y, si tus padres telefonean a Weezy para discutirlo con ella, les convencerá de que soy un drogadicto loco. Nos separarán. No te permitirán que te acerques a mí. Además, si Roy se entera de que tú me crees, intentará matarnos a los dos.

Heather permaneció en silencio durante un rato. Luego, se estremeció y dijo:

—Tienes razón.

—Sí —asintió Colin, tristemente.

—¿Qué vamos a hacer?

Él la miró.

—¿Has dicho «vamos»?

—Bueno, pues claro que he dicho vamos. ¿Qué te crees? ¿Que voy a volverte la espalda en un momento como éste? No puedes hacerlo solo. Nadie podría.

—Esperaba que dijeras eso —confesó él, sintiéndose aliviado.

Ella alargó la mano y tomó la suya.

—Tengo un plan —dijo él.

—¿Un plan para qué?

—Para atrapar a Roy. En este plan hay una parte para ti.

—¿Qué tengo que hacer?

—Tú serás el cebo.

Y le explicó el proyecto.

—Es inteligente —apuntó ella, cuando Colin hubo finalizado.

—Funcionará.

—No estoy segura.

—¿Por qué no?

—Porque yo no seré un buen cebo. Tienes que utilizar una chica a la que Roy pueda encontrar… atractiva…, deseable. Una chica a la que él desee con toda su alma. —Se sonrojó—. Y yo no… valgo lo suficiente.

—Estás completamente equivocada. Claro que vales lo suficiente. Más que suficiente. Y de sobra.

Ella apartó la mirada y la fijó en sus rodillas.

—Bonitas rodillas —comentó Colin.

—Son abultadas.

—No.

—Son abultadas y rojas.

—No.

Intuyendo que era lo que deseaba que él hiciera, le puso una mano sobre la rodilla y la movió hacia arriba, unos centímetros a lo largo del muslo, y luego otra vez hacia abajo, acariciándola con suavidad.

Ella cerró los ojos y tembló ligeramente.

Colin sintió que su propio cuerpo respondía.

—Sería peligroso —dijo ella.

No podía mentirle. No podía minimizar el riesgo solamente para asegurarse de que ella iba a colaborar.

—Sí —admitió—. Sería muy, muy peligroso.

Heather tomó un puñado de arena y la dejó deslizar poco a poco a través de sus dedos.

Él le acarició con suavidad la rodilla, el muslo. No podía creer que la estaba tocando de aquella manera. Contemplaba su mano audaz con excitación y asombro, como si la mano hubiera adquirido una vida propia.

—Por otra parte —añadió Heather—, nosotros tendríamos la ventaja de haberlo planeado.

—Y contaríamos con el factor sorpresa.

—Y con la pistola.

—Sí. Y con la pistola.

—¿Estás seguro que puedes conseguir la pistola?

—Segurísimo.

—De acuerdo. Lo haré. Lo atraparemos. Los dos juntos.

El estómago de Colin se revolvió de forma incómoda, impulsado por una misteriosa mezcla de energías: deseo y temor a partes iguales.

—Colin.

—¿Qué?

—¿Crees realmente que sí… valgo la pena?

—Sí.

—¿Soy bonita?

—Sí.

Lo miró fijamente a los ojos, sonrió y volvió la cabeza para contemplar el mar.

Él creyó ver lágrimas en los ojos de la muchacha.

—Ahora es mejor que te vayas —dijo ella.

—¿Por qué?

—Funcionará mejor si Roy no descubre que tú y yo nos conocemos. Si por casualidad nos viera aquí juntos, podría ser que luego no cayera en la trampa.

Tenía razón. Además, Colin tenía cosas que hacer, preparativos que efectuar. Se puso en pie y dobló su toalla.

—Llámame esta noche —ofreció ella.

—Te llamaré.

—Y ten cuidado.

—Tú también.

—Colin.

—¿Qué?

—Creo que tú también vales la pena. Mucho más que eso.

Él sonrió e intentó pensar en algo que decir, pero, como no se le ocurrió nada, se volvió y salió corriendo hacia el lugar donde había dejado la bicicleta.