En la primavera de 2006, mi libro Zero to Zillionaire salió a la venta; más tarde, en el otoño, tras muchos meses de planeación y creación, mejoré mi sitio web e introduje mi Club Delfín de suscripción en línea. Entre esos dos grandes proyectos, seguí impartiendo mis talleres tres veces a la semana, dando pláticas en varias organizaciones, asistiendo a reuniones de formación de redes, administrando mis cientos de correos electrónicos cada semana, escribiendo boletines, haciendo llamadas telefónicas, inscribiendo prospectos a los siguientes talleres, escribiendo artículos para otros grupos, haciendo comerciales de radio y telecursos e investigando oportunidades para nuevas relaciones públicas, sitios web y clases. Al final de 2006, revisé mis metas, marqué todo lo que logré y vi los siguientes objetivos en la lista: crear el curso de capacitación para formadores con objeto de certificar a otros para enseñar mis talleres de reducción de estrés financiero, escribir otro libro (o dos), crear un video, grabar un CD, etcétera. ¿A alguien le está cansando esta lista? Pero si usted tiene una igual, ¿no es así? ¡Y muchas de ustedes están agregando hijos a la mezcla! ¿No estamos todas tan ocupadas que nuestras conversaciones giran alrededor de lo abrumadas que estamos y de cuán complicada parece la vida? ¿Cómo es que todas estas tecnologías que creamos para ahorrarnos trabajo solo han servido para provocar más? Me topé con la pared del agobio. Y vi que me había convertido en la jefa de mis pesadillas; la que dice que todo lo que hizo no es suficiente, que no es lo suficientemente buena, rica, famosa o delgada. ¡Más vale que empiece a serlo! ¡Espera!, grité. ¿Acaso no empecé un negocio por mi cuenta para ser mi propia jefa y la que siempre quise? ¿Para poder tomar siestas en la tarde, tener los viernes libres, viajar durante los fines de semana largos y decirme que era bella y maravillosa? ¿Dónde quedó esa jefa? |