Ella replicó, "Decidimos tener hijos y que yo no podría seguir en mi trabajo porque implica viajar mucho. ¡No puedo creer que esperes que yo críe a los niños y trabaje las mismas 60 horas por semana que hago ahora!".

¿Ve usted el problema?

No habían hablado acerca de sus metas reales o planeado cómo conseguirlas; cada uno supuso que su visión del futuro ideal era la misma en su pareja.

Así que les pregunté si seguían amándose, y dijeron que sí. Luego les pregunté si querían elaborar un plan en el que ambos estuvieran de acuerdo, el cual incluiría cierto compromiso de cada uno (también dijeron que sí). Con eso como inicio, averiguamos lo que cada uno quería y necesitaba, de qué podían prescindir y de qué no, qué porcentaje del ingreso familiar estaba dispuesto a asumir cada uno, etcétera.

Al final, después de tres horas, tuvieron un plan con el que ambos estaban contentos y salieron tomados de la mano. ¿Cuánto dinero valió eso?

La mayoría de los hombres crecen jugando más deportes de conjunto que las mujeres, y siempre tienen un entrenador. Hay instructores para los equipos de fútbol, natación, atletismo, beisbol y basquetbol. Todos se enfocan en ganar el juego, los riesgos, las recompensas y las estrategias para lograrlo. En los negocios, los hombres suelen tener mentores que actúan como sus entrenadores —profesionales más grandes y experimentados que los toman bajo su tutela y les dan consejos, aumentan sus egos, los presentan con otros contactos importantes y los ayudan a subir la escalera corporativa.

Las mujeres no recibimos este tipo de entrenamiento, a menos que también practiquemos algún deporte; pero aun así, lo jugamos muy diferente. Mi amiga Katherine James, escritora, actriz y dueña de la empresa Act of Communication, compartió lo siguiente:

Cuando nuestros hijos estaban jugando soccer, después de la K-League, los niños eran divididos en equipos de niños y de niñas. Mi esposo, quien se ofreció para ser árbitro, prefería manejar los juegos de niñas. (Por obvias razones, nadie podía arbitrar los juegos de sus propios hijos; eso sería una locura, por supuesto.) Le pregunté por qué. Dijo, "Ven a ver".