En la mayor parte de la historia registrada, las mujeres han estado en el poder y los hombres han sido relegados al hogar. En la escuela, se enseñaba la historia con un enfoque en mujeres notables en la política, el arte, la literatura, la ciencia y la religión. Pocos hombres se mencionaban en relación con algún descubrimiento o avance científico, la mayor parte del arte en todos los museos del mundo era una obra femenina, y todas las jerarquías políticas y religiosas más importantes eran dominadas solo por ellas. Los hombres eran, en esencia, una propiedad, pues tenían que pedir permiso a sus esposas para poseer un bien inmueble, solicitar un préstamo o conseguir un empleo. Las mujeres dominaban la fuerza laboral, mantenían todas las posiciones de autoridad en los centros de trabajo, y casi todos los puestos de CEO y de los consejos administrativos eran ocupados por mujeres en el sector privado y el comercio. Solo ellas mantenían el poder político y todos los funcionarios elegidos eran del género femenino. Ya que se esperaba que los hombres tuvieran las mismas creencias y valores políticos que sus esposas, no se creía necesario que tuvieran derecho a votar. Todos los dioses eran subordinados de las diosas. En la iglesia se adoraba a la Madre, la Hija y la Santa Intuición Femenina; todas las historias y cartas registradas en los libros sagrados se enfocaban en las grandes obras de las mujeres profetas a lo largo de la historia. Una de las cartas en nuestro libro sagrado dice: "Dejen que el hombre aprenda en silencio con toda obediencia. No permito que ningún hombre enseñe o tenga autoridad sobre las mujeres; debe permanecer callado" (Santa Biblia, 1 Timoteo 2:11-12). |