Al final quedamos cinco. ¡Las demás eran muy altas! (Yo mido 1.60 m). Les dio los formatos de contratación y a mí me pidió que fuera a su oficina. Me dijo: —No sé qué hacer con usted. No es del tipo que solemos contratar para este trabajo. —Lo sé —repuse—. Lo supe desde que llegué. Pero tengo una idea distinta de lo que se necesita en este trabajo. Si me contrata, ¡venderé muchos autos! Él se rió, sacudió la cabeza, me sonrió y dijo: —De acuerdo, ¡el trabajo es suyo! Me dio los formatos de contratación y le dije: —Necesito la información de los autos que presentará en la exhibición. Esto le sorprendió, pero reunió un montón de folletos para que me los llevara a casa. Los estudié y memoricé los detalles. El fin de semana de la exhibición me paré junto a los coches, sonriendo y saludando a todas las personas que pasaban. Cuando alguien parecía interesado, levantaba el cofre y daba explicaciones acerca del motor. Lo sentaba en el asiento del conductor y le hacía notar la lujosa piel y el rico interior. Lo hacía sentir bien ahí. Muchas personas mostraron interés en comprar, y yo las mandaba con el hombre que me había contratado. ¡Él estaba feliz! Al final de la exhibición me ofreció un empleo de tiempo completo como vendedora de autos. Esto me hace mucha gracia aún. Para conseguir el trabajo en el Auto Show, primero tuve que convencer a ese señor de que me contratara. En ese entonces no concebía esto como una venta; lo único que quería era persuadirlo de que me diera una oportunidad. Convencer, persuadir, vender: todo es lo mismo. Como mujer, usted es una persuasora innata. Convence a sus hijos de que arreglen su cuarto, hagan su tarea y saquen buenas calificaciones. Persuade a su esposo o pareja de salir a cenar o de que vaya con usted a ver la película que quiere. ¡Todo el tiempo está convenciendo a la gente de que haga algo! Hacer que alguien pruebe su producto o servicio es lo mismo. |