Deuda y tarjetas de crédito

No había tarjetas de crédito en las décadas de 1940 y 1950, cuando mis padres comenzaron a formar una familia. La mayoría obtenía una hipoteca para su casa y un préstamo para su auto, pero hasta ahí. Todo lo demás era en efectivo.

Había limitaciones a esa realidad financiera, pero quizás el crédito fácil no lo fue tanto para nosotras. Interminables torrentes de publicidad en televisión, periódicos, redes sociales y páginas en internet nos dicen ahora que podemos hacer realidad nuestro sueño con solo $99 USD de enganche y $49 USD al mes. Tenemos el enganche, y buscaremos la manera de conseguir la mensualidad después.

Sin duda, usted percibe el problema: esto funciona mientras todo marche a la perfección, pero ¿cuál es el plan si usted se enferma, pierde su empleo o sus hijos necesitan frenos dentales, o sucede cualquier otro asunto que pueda imaginar? Queremos ser optimistas, pero también protegernos contra posibles pérdidas.

Yo adoro las tarjetas de crédito; son maravillosas para seguir la pista de los gastos mensuales, los comprobantes deducibles de impuestos, y para pedir prestado cuando esta es una decisión deliberada. Muchos microempresarios se iniciaron gracias al préstamo de una tarjeta de crédito.

Pero a veces uno puede ahorrar, y comprar algo solo cuando tiene dinero. No olvide que esta es una opción.

Tal vez usted ya no haga pagos con cheque tanto como se estilaba antes, y ahora liquida sus cuentas mediante la banca en línea, cargos automáticos a su cuenta bancaria o con tarjetas de crédito. Aun así, es importante que siga la marcha de sus gastos, sea cual sea el método de pago que emplee. ¿Cuántas de nosotras no nos hemos sorprendido cuando llega el estado de cuenta de la tarjeta y vemos lo mucho que gastamos? Las tarjetas de crédito son herramientas prácticas, pero una se mete en problemas cuando no sigue la pista de cuánto dinero tiene.