En el número de junio de 2014 de la revista O, Suze Orman escribió una columna referente a tomar decisiones financieras acordes con la edad. Dio el ejemplo de Kimberly, de 48 años, quien quería abandonar un puesto corporativo y poner un negocio de decoración de pasteles. Aunque ella había ahorrado los gastos de ocho meses para poder poner en marcha su empresa, Suze objetó su idea, diciendo: "Si Kimberly tuviera 22 años, le diría que persiguiera su sueño a toda costa; pero a los 48... Ningún proyecto impulsado por la pasión debería poner en peligro su potencial de ingresos para cuando cumpla 50, justo los años decisivos para apuntalar sus ahorros de retiro". ¡¿En serio?! Mi pequeño rincón en el universo de Facebook hizo erupción entonces. La coach de mentalidad, dinero y mercadotecnia Kate Beeders escribió: "¿Demasiado vieja para vivir su sueño? Ese consejo parece proceder de un lugar de miedo, no de poder. Me enojó mucho. ¡Pero gracias al cielo no lo seguí!". Otras mujeres dijeron algo así como "Estoy de acuerdo contigo. Yo tenía 64 cuando comencé mi compañía actual", "¡Vaya! Si 40 y tantos es ser demasiado vieja, yo tengo un GRAN problema", "¡Por favor!... Estoy a punto de perseguir mi sueño. A los 40 eres apenas una criatura, yo estoy volviendo a empezar a los 74... y voy a triunfar". Eso me encantó. Hay muchos ejemplos de mujeres que se han vuelto emprendedoras de éxito después de los 40. Louise Hay inició su editorial, Hay House, cuando tenía 58; Mary Kay Ash comenzó Mary Kay Cosmetics a los 45. Yo inicié mis talleres a los 42, publiqué mi primer libro a los 54, el segundo a los 58, y este, el tercero, a mis preciosos 66. Harry Bernstein, quien publicó su primer libro a los 96 años, y luego tres libros más antes de morir, a los 101, dijo: "Mis noventa años fueron los más productivos de mi vida". Si no fue demasiado tarde para ninguna de nosotras, tampoco lo será para usted. Lo increíble de ser emprendedora es que, pase lo que pase con la economía y todos los demás, se tiene la oportunidad de prosperar. Como imparto talleres de reducción de estrés financiero, supe que, en una economía en picada, tenía un nicho de mercado ilimitado. Claro que tanta gente estaba tan preocupada por el dinero que a menudo era muy difícil convencerla de gastar para resolver su problema. Pero yo sabía que el asunto se solucionaría si hablaba con más personas. |