En las semanas subsecuentes, asesoré a Sally para obtener un aumento.

Le dije que lo primero que debía hacer era olvidar su rencor; el enojo no vende. Lo único que se logra con él es poner a la gente a la defensiva. No estar bien pagada era responsabilidad suya y solo suya. Había esperado a que el Consejo Administrativo reconociera sus contribuciones y ofreciera voluntariamente aumentar su salario en forma significativa. Pero ella no le había proporcionado los datos y cifras que necesitaba para justificar el incremento.

Ahora que lo entendía, elaboró una presentación para el Consejo que subrayaba cada uno de sus logros y los montos en dólares que sus contribuciones habían aportado a las ganancias de la organización. Investigó además las tasas salariales del mismo puesto en organizaciones parecidas, y elaboró por escrito comparaciones de los presupuestos de la Cámara correspondientes a los cinco años que llevaba trabajando ahí.

Volvimos a reunirnos justo antes de su presentación al Consejo para que pudiera ensayar su mensaje.

—¡No me están pagando lo suficiente! —comenzó Sally, y yo la detuve.

—Nada de rencor, ¿recuerdas? Habría sido deseable que ellos hubieran pensado que debían pagarte más con base en tu trabajo, pero tú nunca pediste más, así que ellos creyeron que estabas satisfecha. Vuelve a intentarlo; sé agradable, encantadora y fuerte al mismo tiempo.

Sally hizo un trabajo magistral, y se lo dije. Se mostró firme, profesional y resuelta.

Obtuvo un aumento de 35%. ¡Lo celebramos juntas ese día!