Todo esto es demasiado engañoso y permea nuestra experiencia diaria. La National Association of Women Business Owners (Asociación Estadounidense de Mujeres Empresarias) señala que aunque cerca de 40% de las compañías estadounidenses son propiedad de mujeres, solo reciben 2.3% del capital disponible para crecer. Joanna Rees Gallanter, capitalista de riesgo, observó: "A las mujeres no nos gusta hablar de lo que valemos. Cuando planteamos un proyecto, tendemos a asignarle un valor inferior al que le darían los hombres".

La Ley de Derechos Civiles de 1964, título VII, y otras leyes prohibieron discriminar por motivos de género... explícitamente. Sin embargo, gran parte de esa conducta es sutil, disfrazada de comportamiento socialmente aceptable, que ni siquiera vemos o que consideramos el orden natural e inmutable de la vida.2

En la década de 1970, leí Games Mother Never Taught You (Los juegos que mamá jamás te enseñó), de Betty Lehan Harragan. Un pasaje de ese libro que me causó gran impresión fue el relativo a pedir un aumento de sueldo. Según Harragan, la mayoría de las mujeres seguían aceptando entonces responsabilidades crecientes sin pedir más dinero a cambio. Su consejo era "pedir un aumento cada vez que alguien le pida a usted hacer algo que rebase su esfera original de operación", porque "si eso no vale dinero, no vale la pena que usted lo haga". En ese tiempo, esto me pareció escandaloso, aunque también admirable, así que intenté ver cómo aplicarlo. Pero me daba miedo.

Recordé entonces que en mi primer empleo después de la universidad, yo no había negociado mi salario inicial, de tan contenta que estaba porque se me hubiera ofrecido un puesto (para el que en realidad no creía estar calificada). A continuación acepté cada vez más responsabilidades, hasta llegar a hacer el doble de trabajo que cualquier otro en mi categoría. No obstante, cuando los despidos llegaron, fui una de las cesadas porque era la de más reciente contratación. En la siguiente junta, a mis jefes les molestó mucho no disponer de todos los informes que yo había elaborado innumerables veces sin pago extra, y descubrieron cuánto había trabajado hasta ese día. Me pregunto qué habría sucedido si yo se los hubiera hecho ver de antemano.