Además, mientras lo hace, también tendrá que lidiar con la pesadilla de toda mujer que trabaja: las expectativas sociales acerca de qué es apropiado y "femenino", desde estilos de comunicación hasta la manera de vestir. El sistema educativo nos juega rudo a todas al dejarnos en blanco en cuanto a cómo ganar dinero, negociar nuestro salario y pedir lo que queremos. Los hombres captan el mensaje de nuestra cultura: que a las mujeres se nos educa para esperar a que ellos nos inviten a bailar, a una cita, a casarnos.

En la escuela, si una hace un buen trabajo, lo entrega a tiempo y obedece las reglas, obtiene 10 de calificación y una estrella dorada. Pero al graduarnos e incorporarnos al mundo del trabajo, las mujeres creemos que todo será igual: que se nos recompensará de manera automática por hacer un buen trabajo. Que los jefes notarán nuestras contribuciones y nos colmarán de aumentos, bonos y beneficios extra. Y cuando descubrimos que las cosas no funcionan así, sufrimos una amarga decepción. Cuando entendemos que debemos ser más agresivas y pedir lo que queremos, somos objeto de críticas por ser demasiado masculinas, osadas o maliciosas.

¿Qué apoyo y comprensión recibe de los hombres con quienes convive y quienes también tienen expectativas acerca de los roles de las mujeres? ¿Les gusta verla progresar en su trabajo o la dejan sola? ¿Les agrada que vuelva a estudiar para prepararse para una nueva carrera, o les preocupa que sea incapaz de vencer ese nuevo reto? ¿Le ayudan con las labores domésticas, o consideran que vale más pagar asistentes y servicios de limpieza? ¿Usted tiene que pedirles permiso para gastar, aun en cuestiones que cree indispensables? ¿Les concede el poder de vetar sus actividades de negocios? ¿Muestran orgullo por sus logros y los presumen ante sus amigos?

Cuando se publicó mi primer libro, The Wealthy Spirit (El espíritu adinerado), mi familia organizó una cena para celebrarlo. A mí me emocionó poder mostrarle el producto terminado al que había dedicado casi cuatro años. Mientras yo repartía ejemplares del libro y ellos expresaban lo hermoso que era y el gusto que sentían por mí, les dije que mi maravillosa agente, Lisa Hagan, me había ayudado mucho. Mi papá se animó en ese instante y dijo: "¡Agente! ¡Ese sería un buen trabajo para ti!".