Amigo lector, esta breve nota debe ser leída sólo después de la novela. Hacerlo antes sería un error que podría echar a perder innecesariamente parte del interés de esta brillante obra de Jack McDevitt.
No son los detalles tecno-científicos los que hacen buena una novela de ciencia ficción. Tal vez ayuden a hacerla algo más verosímil, pero nunca deberían ser su elemento esencial.
Muchos autores famosos han dejado pasar algún que otro gazapo en este sentido, sin que la calidad de sus obras resultara afectada. Por recordar un ejemplo famoso, la primera edición en inglés de MUNDO ANILLO, la interesante y premiadísima novela de Larry Niven, contiene un ridículo gazapo que tuvo que ser corregido en las ediciones posteriores. Aunque Niven es un autor reputado por su habilidad narrativa y también por sus abundantes conocimientos científicos que usa como sólida base de sus narraciones, se le escapó un error sorprendente: en el primer capítulo se describe un viaje en avión cuyas varias escalas y los horarios indicados sólo son posibles si la rotación de la Tierra estuviera invertida y el Sol saliera por el oeste y no por el este…
Con tan ilustre precedente, no debe extrañar que haya también algún que otro gazapo de tipo tecnológico en esta primera novela de McDevitt y, aunque ello no afecta a la brillantez y el interés del libro, me parece conveniente comentarlo. Puede tratarse de un exceso de celo por mi parte pero, en realidad, para una mente con algún que otro conocimiento científico, resulta algo tan sorprendente y falso como la rotación terrestre invertida de la novela de Niven antes comentada.
En EL TEXTO DE HÉRCULES se almacena el mensaje extraterrestre en unos discos de ordenador que se describen la mayoría de las veces como «laserdiscs» (discos láser, discos ópticos o también discos compactos en la traducción que hemos utilizado). En un momento de la trama, McDevitt necesita que uno de sus personajes borre subrepticiamente alguno de esos discos y, para ello, no se le ocurre otra cosa mejor que utilizar un «magnet» (traducido como electroimán en nuestra edición). Pero es evidente que difícilmente un imán puede afectar a lo almacenado en un disco óptico. Confundido tal vez por el carácter magnético del sistema de grabación de los ya ubicuos disquetes de ordenador, McDevitt olvida que, en los discos láser, el procedimiento de grabación y lectura utiliza medios ópticos y, por tanto, un imán no resulta ser el mejor procedimiento para borrar tales discos.
En realidad, este gazapo no afecta al interés de la novela, centrada sobre todo en las consecuencias sociales, políticas y religiosas que comportan los datos del «Texto de Hércules» incluso con independencia de su mismo contenido. Pero, para una mente con alguna formación e interés por lo científico, resulta ser un gazapo incómodo y molesto que me ha parecido conveniente comentar aquí. En realidad, el utilizar un imán para borrar un disco láser suena tan ridículo como, por ejemplo, escuchar las Cuatro Estaciones de Vivaldi e imaginar que pudieran haber sido escritas por Mahler. Todavía en nuestra cultura no es habitual que se exija la misma sensibilidad con respecto a los temas científico-técnicos que aquella que suele tenerse con respecto a otros temas culturales, pero alguna vez habrá que empezar.
Hay otros temas en EL TEXTO DE HÉRCULES que podrían ser contemplados también desde este punto de vista, pero creo que conviene distinguir entre un gazapo como el ya comentado y otro tipo de hechos inverosímiles que puedan aparecer en la novela.
Conviene recordar que EL TEXTO DE HÉRCULES es una novela sobre un primer contacto que se quiere centrar en el análisis de las consecuencias que pueda producir dicho encuentro en nuestra civilización. Ése es el eje temático central que preside esta novela, aunque otras narraciones sobre el primer contacto con una civilización extraterrestre puedan haberse centrado en otros aspectos. En particular, un tema (aunque no sea abordado por McDevitt en EL TEXTO DE HÉRCULES) hace referencia a la dificultad de descifrar un mensaje elaborado por seres de otra cultura forzosamente ajena a la nuestra. El mismo problema se nos planteó a los humanos cuando se decidió incorporar una placa con información sobre nuestra civilización en uno de los Pioneer. En el diseño de esa placa intervino Carl Sagan que también abordaba con cierto detalle el tema de la comprensión de un mensaje ajeno en CONTACTO, su primera novela también sobre un primer contacto con los extraterrestres.
Aunque el tema de la dificultad de descifrar un mensaje extraterrestre sea importante en todo primer contacto, no es el que preocupa a McDevitt en esta novela.
De ahí que lo resuelva un tanto lúdicamente y, tal vez, incorporando un homenaje implícito al pasado de la ciencia ficción. McDevitt elige un programa informático de un juego basado en la famosa serie televisiva Star Trek para encontrar un mecanismo que descifre el mensaje de Hércules. Un juego informático se convierte así en una nueva y maravillosa piedra Rosetta con la que descubrir un lenguaje desconocido.
Se trata, evidentemente, de un disparate desde el punto de vista tecnológico.
Pero no hay que ver en ello un gazapo tecnológico, sino simplemente un recurso de escritor para eliminar un tema que, en su novela, es claramente secundario. Hacerlo con una referencia a las famosas aventuras del capitán Kirk y del vulcaniano Spock no es más que un guiño entre amigos y un recordatorio de la sorprendente y maravillosa habilidad de esos personajes para no tener nunca problemas de comprensión lingüística con los diversos extraterrestres, con los que topaban en su largo deambular por la galaxia.
Se trata, pues, de un homenaje simpático para, de pasada, eliminar un tema que McDevitt no desea tratar con detalle en su novela. Ni qué decir tiene que lo logra y que incluso un profesional informático no tiene otra posibilidad que sonreír ante la broma de McDevitt.
Para finalizar esta nota, tal vez innecesaria, me siento en la obligación de repetir que todo ello, gazapo y homenaje humorístico, no empañan el interés de la novela, y así lo comprendieron los lectores de Locus que la saludaron como la mejor primera novela de 1986 o el jurado del premio Philip K. Dick de 1987 que le otorgó la mención especial. Es esa consideración de novela brillante y bien realizada, con una interesante tesis, un sólido argumento y unas excelentes caracterizaciones psicológicas de los personajes centrales, la que me movió a su edición en España. Ésos son unos valores narrativos que McDevitt mantiene, e incluso mejora, en su siguiente novela, UN TALENTO PARA LA GUERRA, de la que ya habrá oportunidad de hablar en su momento.
MIQUEL BARCELÓ