13

Era difícil poder precisar en concreto qué tenía Cyrus Hakluyt de irritante. Pero inevitablemente se sentía incómoda ante él. Tal vez fuese algo en sus ojos, que de tan juntos no parecían naturales. Era fácil imaginarlos mirando por la lente de un microscopio. Su forma de hablar era cautelosa y no mostraba auténtico interés por las personas con quienes trabajaba. Harry sospechaba que sus límites le eran impuestos por la dimensión de los objetos que estudiaba. Dio su primer informe en vísperas de Navidad, durante la reunión diaria del equipo de Gambini. Y sin embargo, durante su exposición, hizo gala de un inesperado sentido de lo dramático.

—Puedo afirmar qué aspecto tienen —declaró.

Eso captó la atención de todos. Gambini posó las gafas que estaba limpiando.

Wheeler se irguió ligeramente. Los ojos perdidos de Majeski se enfocaron en él y Leslie miró gravemente a Harry.

—Días atrás aislé su ADN —continuó—. Todavía falta mucho por hacer y en todo esto hay mucho de suposición, pues no tengo certeza de ciertos materiales constructivos. Para comenzar, es casi seguro que los altéanos no tienen aspecto humano. No sé muy bien cómo clasificarlos, y probablemente lo mejor será que no lo intente. Sí puedo decir que estas criaturas vivirían muy cómodas en Greenbelt. —Sus labios finos se abrieron en una sonrisa.

»Sin embargo, en la biología terrestre no hay nada que se les parezca. Los altéanos parecen combinar características de las plantas y de los animales. Por ejemplo, pueden efectuar fotosíntesis.

Miró directamente a Leslie.

—En tal caso no fueron una sociedad cazadora —comentó ella—. Esto significa que no practicaron la guerra, que ni siquiera tuvieron el concepto de guerra.

—Y en consecuencia —dedujo Majeski—, que no prestaron ninguna atención a los potenciales bélicos de su tecnología.

—Muy bien —dijo Hakluyt, con aire de aprobación—. Exactamente lo que yo pensaba. El habitante de Altheis parece no tener sistema vascular, pulmones ni corazón.

Sin embargo, posee dientes. Y muy grandes.

—Espere un minuto —dijo Wheeler—. ¿Cómo es posible, si no tienen estómago…?

—Para defenderse, padre Wheeler. Supongo que en determinado momento habrán tenido que vérselas con algún predador. Tienen sistema nervioso y órganos de control, como nuestro cerebro. Su sistema de reproducción es asexual. Y si bien no estoy muy seguro, creo que estas criaturas habrán sido ligeramente más grandes que nosotros. Seguramente lo serían en la Tierra. Tienen exoesqueleto, probablemente construido de material quitinoso, y desde luego órganos sensoriales. No creo que oigan del mismo modo que nosotros. —Se reclinó en el respaldo, con aire de suficiencia—. Los ojos son particularmente curiosos: tienen cuatro, y dos de ellos no parece que sean receptivos a la luz.

Frunció el ceño, y al proseguir, su voz ya no fue tan pedante:

—No hay lentes, de modo que no puedo saber cómo funcionaría como receptor de cualquier clase de radiación. Además, el nervio que lo conecta al cerebro no parece ser capaz de ninguna función óptica. No, creo que el órgano recoge algo, o tal vez proyecta algo, pero no la clase de radiación que me es familiar.

—No sé muy bien qué otra opción nos deja eso… —comentó Majeski.

—Yo tampoco. —Hakluyt examinó la mesa—. Estimo que su vida aproximada es de ciento cincuenta años, aunque podemos estar seguros de que pueden efectuar manipulación genética.

—¿Cómo lo sabe? —preguntó Harry.

—Porque nosotros mismos podemos hacerlo en pequeña escala. Estoy aprendiendo mucho de ellos, Carmichael. No sé cuáles son sus límites, pero tengo una buena idea de sus aptitudes mínimas. Y hay otro hecho curioso: su vida es sumamente breve, según cualquier evaluación razonable.

—¿Breve? —preguntó Gambini—. ¿No dijo que era de ciento cincuenta años?

—Eso no es mucho para una especie capaz de disponer la arquitectura de su propio ADN.

—Tal vez los años adicionales los añadan después de nacer, y no desde antes…

—No —dijo Majeski—. No sería la forma más racional de hacerlo.

—Correcto. —Hakluyt sonrió—. ¿Por qué efectuar cambios a millones de individuos cuando puede hacerse una sola vez? No lo comprendo: parecen haber escogido conscientemente morir antes.

—Lo había pensado —dijo Leslie—. Quizás estemos ante una especie que ha aceptado voluntariamente una muerte innecesariamente temprana. Y si estamos interpretándolos correctamente, hablan con sus muertos. No puede ser coincidencia.

Cyrus, ¿hay algo peculiar en su conformación física que sugiera un ciclo vital donde se incorpore alguna segunda existencia de cualquier tipo? ¿Un efecto crisálida?

Hakluyt negó con la cabeza.

—No, que yo sepa. Pero en este nivel, no sé bien qué puede significar esto. A menos que haya un factor desconocido (cosa que no sería difícil), la criatura que surge del plan de ADN que nos enviaron encontraría una muerte orgánica del mismo modo que cualquier forma terrestre. Cumplirían su período y morirían.

Wheeler asintió y tachó algo que había escrito en su bloc de notas.

—Me sorprende que ellos y nosotros usemos el ADN para controlar las características genéticas. ¿No hay otras posibilidades?

—Sí. —Hakluyt lanzó la palabra y la dejó flotando en el aire inmóvil—. Podrían utilizarse los diacetilenos. O los cristales. Pero estas alternativas no son tan flexibles ni eficaces como el grupo de los ácidos nucleicos. En realidad, las opciones que la naturaleza nos ofrece en este sentido son sorprendentemente limitadas.

—Doctor Hakluyt —dijo Harry—. Usted dice que disponen del medio para prolongar la vida. ¿Ya conoce algo sobre este medio?

—Carmichael, usted parece tener… ¿cincuenta años?

—Algo menos —dijo Harry—. He tenido una vida dura.

Hakluyt continuó sonriendo.

—Tal vez pueda esperar treinta años más de vida. Para entonces, habrá envejecido, la sangre correrá con más lentitud, e imagino que el recuerdo de su juventud le será bastante penoso. —Sus ojos se posaron sobre Leslie—. ¿Y qué será usted dentro de treinta años, doctora Davies? —preguntó con tono cruel—. ¿Y por qué pensáis que es así? ¿Por qué el mecanismo que nos mantiene con vida se deteriora en tan corto tiempo? Gambini, ¿es largo un período de ochenta años?

Gambini no apartó la mirada de su bloc.

—Los cosmólogos saben realmente lo que significa el tiempo —explicó Hakluyt—. Bueno, yo les diré por qué nos deterioramos tan pronto: porque nuestro ADN acaba con nosotros.

—Expliqúese, por favor —le pidió Wheeler.

—Es sencillo. —Harry tuvo la impresión de que en cualquier momento Hakluyt presentaría un acertijo—. Solíamos pensar que la edad era realmente una acumulación de cansancio, pesar, enfermedad, lesiones y mal empleo del cuerpo, hasta que la capacidad de regeneración del organismo se veía saturada. Pero no es lo que ocurre. El ADN que portamos controla la evolución. Algunos tienden a pensar que es una clase de ser externo que busca su propio desarrollo y usa a otras criaturas vivientes como… —recorrió las paredes con la mirada, como buscando la palabra— recipiente. Recintos. En todo caso, una de sus funciones es asegurarse de que nos apartamos del camino de nuestra progenie en el momento debido. Por eso acaba con nosotros.

—¿De qué forma? —preguntó Majeski.

—Cancela los mecanismos de reparación. Supongo que es lo que debe estar sucediendo con usted, Cord, en este mismo momento.

Hakluyt se puso más cómodo, se ajustó las gafas y adquirió una expresión más sombría, como un carbón entre los rescoldos.

—Si uno quiere evitar el envejecimiento, lo único que necesita es intervenir en las instrucciones que dicta el ADN. Los altéanos parecen saber bastante sobre la técnica que permite hacerlo.

—¿Cuánto sabe usted sobre ello? —preguntó Wheeler, repitiendo la pregunta de Harry.

—¿Se refiere a cuánto he aprendido del Texto? Algo. No mucho, aún no he tenido el tiempo suficiente y todavía queda mucho material para leer. Pero les diré algo: está todo allí. Y mucho más que eso.

Hacía el final de la reunión se abrió la puerta y Rosenbloom asomó la cabeza.

—Caballeros, y doctora Davies —dijo—. Sé que están ocupados, pero me pregunto si podríamos salir unos minutos…

Se había reunido todo el personal del centro de operaciones, y a la cabeza del grupo iba Pat Maloney. Llevaba un prendedor de oro sujetándole la corbata gris oscuro, y los zapatos negros en punta estaban tan brillantes que parecían un espejo. A Harry se le ocurrió que era un hombre de cualidades «refulgentes».

—Damas y caballeros —dijo Rosenbloom—. Creo que la mayoría de ustedes conocen a Pat Maloney, de la Casa Blanca. Pat, éste es el equipo Hércules. —Harry percibió el orgullo en la voz de Rosenbloom. Era un buen momento.

Sin embargo, quizá Maloney había presidido demasiadas reuniones públicas. A pesar de la naturaleza de sus responsabilidades, proyectaba la imagen de un hombre público, de un político frustrado, de un hombre demasiado honesto y sin la sutileza suficiente para ocultar sus desventajas. Hablaba y actuaba de un modo que casi parecía reflexivo:

—Creo que les he conocido a casi todos en distintas ocasiones. Sé que están muy ocupados. De modo que no les robaré mucho tiempo. —Se puso ligeramente de puntillas y volvió a su posición normal—. Han sufrido muchas presiones y sabemos que no ha sido fácil para ustedes. Pero queríamos que supieran lo importante que es su contribución para el gobierno. Permítanme comenzar diciendo que Hércules ya ha devengado cuantiosos dividendos. Ahora tal vez tengamos el medio de defender nuestras ciudades de cualquier ataque nuclear.

Maloney esperó a que sus palabras causaran su efecto. Recibió aplausos de cortesía, pero no los que la ocasión parecía exigir. Era un reflejo cabal del resentimiento de los científicos por la postura del gobierno, del que él era representante en ese momento. En el fondo del recinto, un matemático de la Universidad Americana mostró su desdén retirándose.

—Durante las pasadas semanas —prosiguió Maloney como si no hubiera reparado en el hecho—, el presidente ha recibido numerosas presiones a raíz del Texto de Hércules y de su negativa a darlo a conocer. Sabemos que eso ha hecho mucho más difícil su labor y que a muchos les ha creado problemas personales. Pero ahora podemos ver lo acertado de tal medida. Algunos de ustedes tal vez aún no sepan que el doctor Wheeler ha descubierto cómo obtener enormes cantidades de energía del campo magnético que circunda la Tierra.

»Doctor Wheeler, ¿quiere acercarse, por favor?

El sacerdote se hallaba al final del grupo. Sus colaboradores se apartaron para abrirle paso. Se acercó a Maloney con el entusiasmo del que se acerca al borde de un andamio.

—Ahora estamos en posición de lanzar el ORION. —Maloney volvió a ponerse de puntillas y a descender lentamente—. Dentro de un año, la carrera de armamentos habrá concluido. La larga noche de terror mutuo habrá tocado a su fin y Estados Unidos habrá restaurado unas medidas de sensatez en las relaciones internacionales. —Extendió un brazo hacia el reacio Wheeler y lo introdujo en un círculo abierto de personas—. Esto será posible gracias a la contribución del doctor Wheeler.

»Para demostrar su agradecimiento, el presidente ha dispuesto que se conceda al equipo Hércules la medalla Jefferson a los Logros Sobresalientes en Artes y Ciencias. —Abrió un estuche negro y dejó ver un medallón de oro sujeto por una cinta blanca y verde—. Por desgracia, como es costumbre en premios de esta naturaleza, el descubrimiento y la medalla son de naturaleza confidencial. No habrá mención fuera del ámbito de la operación Hércules. La medalla será exhibida en algún lugar apropiado dentro de esta institución.

»Y además, el presidente ha expresado su deseo de que el doctor Rimford reciba la condecoración Oppenheimer al Servicio Meritorio. —Las veinte personas presentes prorrumpieron en aplausos y Maloney mostró un pergamino enmarcado y orlado de cintas para que lo examinaran, tras lo cual lo puso solemnemente en manos de Wheeler.

Se encendió el fogonazo de un flash: el fotógrafo era Rosenbloom.

—Pete, puede estar francamente orgulloso —prosiguió Maloney—. Tal vez haya hecho usted la contribución más importante a la paz en esta era. —Wheeler musitó su agradecimiento y sonrió débilmente a sus colegas—. El certificado —agregó Maloney— será exhibido junto a la medalla Jefferson.

Después de la ceremonia, Wheeler y Harry se rezagaron un instante.

—El diploma lleva el nombre correcto —dijo Pete.

—¿A qué te refieres? —preguntó Harry.

—No puedo dejar de pensar en el comentario de Baines: Oppenheimer es quien debió haber dicho que no.

Harry pasó una larga tarde haciendo compras. Recorrió las calles de la capital, con la esperanza de perderse entre el gentío, atiborrándose de juegos de ordenador y libros para Tommy y preguntándose cuál sería el regalo conveniente para una ex-esposa. Tras pensarlo, se decidió por una planta, obsequio que le pareció lo bastante neutral.

Llegó a las siete. Julie siempre tomaba las navidades muy en serio: un brillante árbol lleno de adornos dominaba la sala de estar. En cada ventana pendían las guirnaldas de rigor y a través del balcón se extendía una lluvia de luces multicolores. Todo emitía la fragancia de las siemprevivas y Julie parecía feliz de verlo. Tal vez el espíritu festivo la hiciera recordar viejas épocas. Pero Harry buscó en vano la menor señal de arrepentimiento.

Se mostró debidamente agradecida por la planta. Después de colocarla cerca de una ventana, lo besó castamente y le entregó su obsequio: una pluma de oro.

—Todo ejecutivo en ascenso debe tener una —dijo.

El tren en miniatura de Tommy lucía sobre su plataforma, en el suelo de la sala de estar. Julie había tratado de ensamblar la familiar pista en ocho, pero no había ajustado los rieles como correspondía para que el tren pudiese echar a correr. Harry terminó de hacerlo y se sentó a jugar una hora con su hijo, mientras el trenecito de carga resoplaba interminablemente a través de un túnel de montaña, de un par de granjas y cruzaba la calle principal de un pacífico pueblo cubierto de nieve, con brillantes faroles callejeros. Julie sirvió jerez para Harry y ella, e hicieron un brindis silencioso. Harry, por lo que podría haber sido. Julie, por el futuro. Luego, sin tocarla, se despidió de ella. Era la última vez que se encontrarían como algo más que extraños, y los dos lo sabían.

Si Jack Peoples había imaginado algún cambio notorio en la asistencia a misa después de las revelaciones de Goddard, debió quedarse desilusionado. El número de feligreses no aumentó ni mermó.

Después de la misa de las nueve ocupó su sitio acostumbrado, al otro lado de la puerta. La misa había estado a cargo de un joven sacerdote del distrito que le ayudaba los domingos. Hacía frío. Peoples se arrebujó dentro de su abrigo negro. En la calle frente a la iglesia, un grupo de muchachos quemaba árboles de Navidad.

Sonó la campana del ofertorio. Su cadencia prístina y plateada flotó en el aire inmóvil de la mañana. Pensó en Pete Wheeler y en su alegato desesperanzado: si el hombre posee alguna respuesta a las simas que pueblan el universo más allá de la Tierra, es precisamente en el frágil son de la campana dominical.

Luego comenzaron los cánticos, y oyó avanzar a la gente hacia el altar, en busca de la comunión. Unos pocos, terminadas sus obligaciones formales, salieron con paso veloz y silencio incómodo ante Peoples. El pastor siempre trataba de no juzgar a esos feligreses —cada semana los mismos—, que vivían tan cerca del límite de su fe.

Después de recibir el Santo Sacramento salió un segundo grupo, y entonces comenzó el éxodo general, acompañado por el enérgico coro de la hermana Ana, que cantaba Oh, el pequeño pueblo de Belén. Peoples sonrió, estrechó manos e intercambió unas palabras de rigor. Sus feligreses, los de siempre, parecían no estar influidos por las grotescas historias que esos días proliferaban en la televisión. Salvo una excepción, el sentimiento general fue que nada extraordinario había sucedido.

La excepción fue una niña de nueve años, a quien Peoples conocía por su nombre de pila. Era inteligente y educada. Un orgullo para su familia y para la Iglesia. Y quería saber sobre los altéanos y sus muertos.

La respuesta que Dupre había prescrito para esos casos podría haber dado resultado tratándose de un adulto: «No tiene nada que ver con nosotros».

Pero ¿qué podía decirle a la niña?

De ellos será el Reino de los Cielos.

MONITOR

EXTRATERRESTRES SUBLIMINALES

Blue Delta, Inc., distribuidora de novedades electrónicas, ha anunciado hoy que el mes próximo lanzará al mercado una cinta subliminal compuesta de selecciones del Texto de Hércules. Según el anuncio a la prensa, «mucho de lo que nos dicen los altéanos sobre la naturaleza y el valor se parece mucho a lo mejor de nosotros mismos. Sin embargo, tienen un modo de expresión que, una vez superadas las dificultades de traducción…».

COLLIE DOVER SE INCORPORA AL CONCIERTO GAMMA

Westend Productions, Inc. ha anunciado hoy que Collie Dover, la famosa estrella de cine y teatro, se sumará a un elenco multiestelar que se presentará en Hollywood con el Concierto Gamma, un tributo a los altéanos. La venta de localidades ha sido un éxito…

MAÑANA SE EXHIBE EN LA NACIONAL UNA MUESTRA ESTELAR

Mañana se podrá ver en la Galería de Arte Nacional la colección de fotografías astronómicas de Everett Lansing. Más de cien de ellas fueron obtenidas con los instrumentos ópticos del SKYNET. La colección incluye «Vistas del Centauro», una serie de sorprendentes imágenes en color del vecino más próximo al Sol, que el año pasado ganó el premio Kastner de fotografía científica.

LONGSTREET’S ANUNCIA SUS MENÜS EXTRATERRESTRES

Quienes deseen cenar platos de sabores más exóticos podrán visitar Avery Longstreet’s, bien en el Rizo o en Schaumburg. En lugar de limitarse a aderezar viejos platos con nuevas salsas, Longstreet’s ha creado verdaderas novedades, sobre todo a base de carnes rojas. Los platos parecen realmente originales. Recomendamos en especial…

WHITE LINES ANUNCIA SUS CRUCEROS INTERGALÁCTICOS

La visión del grupo estelar Hércules es especialmente emocionante desde el mar, según White Lines Tours, empresa que espera alcanzar un éxito turístico con sus cruceros al Mar de las Estrellas. Además de las vistas desde la cubierta, los pasajeros del crucero de cuatro días podrán mirar a través del reflector gigante situado en el Observatorio Hobson, en Arizona, mediante enlace televisivo. Zarpe rumbo a las estrellas consultando a su agente de viajes o a White Lines…

JUGUETES CASS COUNTY LANZA AL MERCADO FIGURAS ALTEANAS

Cass County, un pequeño fabricante de juegos y muñecos de Nebraska, será la primera empresa que comercializará un amplio surtido de figuras alteanas articulables. Lydia Klaussen, al anunciar el lanzamiento a los accionistas de la compañía, dijo que los altéanos guardarán una «ligera» semejanza con la imagen que se supone es su autorretrato. No se extendió sobre el particular.