Capítulo 92

Atan solo una hora de San Francisco y a cinco minutos del pueblo de Sonoma, una barrera de seguridad garantiza la intimidad de los exclusivos propietarios de un fabuloso complejo residencial ubicado en plena naturaleza. Concebida como un área de placer y un refugio para millonarios, cada mansión procura una total discreción. Las reglas de la urbanización impiden que ninguna construcción permanezca a la vista. Pequeños caminos se desvían de la carretera para permitir a los potentados acceder a sus casas. Así pueden gozar de las comodidades del mundo moderno a la vez que disfrutan en soledad de los montes que rodean sus terrenos ajardinados.

—No tenemos nada de lo que preocuparnos. Arturo Gold no dejó ningún documento comprometedor ni en el Bank of Valletta ni en ningún otro lado —afirma Richard relajadamente, deleitándose en las aguas calientes de su jacuzzi preferido. Construido con rocas y piedras da la impresión de ser un pequeño lago natural creado entre árboles y flores seleccionadas por el capricho de una naturaleza benéfica.

—¿Estás seguro? —pregunta Ahmed.

—Completamente. Peter es uno de nuestros mejores hombres —asegura Richard—. Es un agente muy meticuloso que nunca nos ha fallado. Tú mismo puedes formarte una opinión propia. Tuvo la precaución de grabar todos sus encuentros con Brisa. Por si fuera poco, contamos con pruebas documentales. El padre de Brisa le dejó una carta en el banco maltés, a modo de testamento personal. En ella se refiere a su trabajo como testaferro sin dar nombres ni datos concretos, ni querer desvelar nada que nos pudiera perjudicar. Al contrario, le aconseja que cancele las cuentas de la isla de Man y que no haga ninguna pregunta sobre las operaciones que se realizaron desde el Royal Shadow Bank, para evitarse problemas.

—¿Tenemos una copia? —pregunta Ahmed.

—Por supuesto. Peter nos entregó una foto digitalizada de la carta y hemos hecho un examen grafológico de la firma. La letra es de Arturo Gold, no hay duda. Además, dada la importancia del caso, me he tomado la molestia de examinar personalmente las grabaciones de sus conversaciones con Brisa. La chica no ha encontrado un solo documento que nos pueda incriminar y ya no quiere meterse en líos. Como te digo, puedes estar tranquilo.

—Entonces, como de costumbre, business as usual —concluye Ahmed, alzando su copa.