Capítulo 84

Israel es un país diminuto, que se asemeja a una isla rodeada por un mar de enemigos que ansían su destrucción. Dramáticamente inferior en población, territorio y recursos materiales, ha debido confiar en la precisión de su inteligencia para sobrevivir, incluso desde antes de su nacimiento.

A finales de 1929 los líderes de la Yishuv, la comunidad judía de Palestina, llegaron a la conclusión de que si deseaban alcanzar sus fines debían contar con un servicio secreto de información. Todavía no tenían nombre oficial ni estructura jerárquica, pero sí fondos para reclutar a vendedores ambulantes que trabajaban en el barrio árabe de Jerusalén, limpiabotas que lustraban los zapatos de militares británicos, mujeres que se relacionaban con oficiales del Mandato, dueños de cafés que confraternizaban con ellos, estudiantes universitarios, maestros de escuela, maleantes habituales y comerciantes de toda condición.

Aquel heterogéneo ejército de informantes constituyó el embrión de lo que años más tarde sería el Mosad, la agencia de inteligencia más organizada y temida del mundo. Dentro de su estructura existen katsas (agentes secretos), kidones (especializados en asesinatos), neviols (expertos en vigilancia) y sayanim.

Los sayanim son judíos desperdigados por el mundo que colaboran con Israel de manera voluntaria y altruista cuando ocasionalmente se les requiere. Aunque leales a sus países de residencia, todos ellos reconocen una fidelidad mística superior hacia Israel, algo que los impulsa a prestarle ayuda en la medida de sus posibilidades. Así, por ejemplo, los que poseen una inmobiliaria pueden ofrecer alojamiento, los médicos son capaces de curar heridas graves sin informar a las autoridades, los camareros pueden relatar las conversaciones escuchadas y los gerentes de hoteles pueden revelar la identidad de sus clientes.

La casa más cercana a la mansión de Gozo del difunto Arturo Gold resultó ser propiedad de un sayan. Gracias a ello, Ariel Shavit y su equipo de kidones pudieron escuchar nítidamente la conversación entre Brisa, Peter y Roberto, sin más ayuda que la de un micrófono direccional de última generación.

—¿Qué opinas? —preguntó Ismael, un miembro del equipo de kidones.

—Tenemos que estar preparados para cualquier eventualidad —contestó Ariel—. Gold dejó de pasarnos información porque sabía que sospechaban de él. No estoy seguro de que depositara documentación estratégica en el banco al que mañana acudirá la chica, pero, si lo hizo, la operación será complicada.

—Eso quiere decir que hay más gente que anda tras la pista, ¿no es así? —preguntó Ismael.

—No somos los únicos que nos hemos infiltrado en su ordenador, así que saca tú mismo las conclusiones.

—En ese caso, será inevitable que corra la sangre.

—Contamos a nuestro favor con el factor sorpresa. Como siempre, habrá que actuar con la máxima celeridad y no dejar huellas. Nadie sabe que estamos aquí, salvo nuestro sayan. Hemos entrado en el país con documentación falsa y no tendremos problemas en salir sin que nos detecten dentro del yate que nos espera en el puerto. No debemos preocuparnos.