Barcelona, 14 de mayo de 1983
Mario camina cogido de la mano de su madre. No es el parque al que suelen ir, pero no es la primera vez que lo visitan. Reconoce el lago salpicado de flores acuáticas, la explanada de césped y el caminito de tierra que conduce hasta los columpios. Más allá, hay un teatrillo en el que actúan magos y payasos, pero a él lo que más le gusta es la función de polichinelas. Los muñecos se disfrazan, hablan, se pelean a bastonazos y mueren entre gemidos. Los niños participan alborozados en la batalla avisando a gritos a los muñecos buenos cada vez que aparecen los malos en el escenario.
—Quiero ver cómo se pelean los muñecos —dice Mario, excitado.
—Hoy veremos algo mucho más divertido que una lucha de polichinelas —le responde su madre.
—¿Iremos a ver E.T., esa peli que sale en tantos sitios? Me ha dicho un amigo que en las estrellas existen muchos etés como ese.
—No te puedo llevar a las estrellas, pero sí que puedo acompañarte al cine esta tarde.
—¡Bien!
Su madre le acaricia el pelo y le da un sobre de papel áspero, repleto de coloridos dibujos bélicos. Él rasga el papel, con entusiasmo, y de su interior surgen multitud de diminutos soldaditos amarillos que empuñan cuchillos, machetes y bayonetas. Todo está dispuesto para la guerra. Se sienta alegremente sobre la tierra y coloca a los soldados en posición de batalla, listos para matarse.
El grito de una mujer paraliza el inicio de las hostilidades. Mario levanta la cabeza, para averiguar de dónde procede el grito. Un hombre con barba y una larga melena extrae algo del cuello ensangrentado de una señora, que se desploma sobre la tierra del parque, justo detrás de los columpios. El melenudo la deja tendida y sale corriendo a una velocidad asombrosa.
«Asesino, asesino», gritan varias voces. Nadie lo persigue.
Una niña rubita se abraza llorando al cuerpo inmóvil de la mujer.
Mario, asustado, también rompe a llorar.
Su madre le limpia las lágrimas con un pañuelo y le reprende severamente:
—No llores nunca más. Lo que acabas de ver no es diferente a las batallas de tus soldaditos de juguete. Los fuertes ganan. Los débiles sangran y lloran. Yo quiero que tú seas fuerte. El más fuerte.