SIETE

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Cuando la tormenta estalló, acababan de empezar a recoger la cuerda que sujetaba a Deryn.

Los hombres que estaban en tierra se habían dado cuenta de que el cielo se estaba encapotando. Corrían de un lado a otro por el campo, asegurando la tienda del hangar con más estacas y ordenando a los reclutas que se pusieran a cubierto. Cuatro hombres tiraban del cabrestante del elevador, haciendo descender a Deryn de forma continua y rápida. Otra docena de hombres del personal de tierra esperaba para sujetar los tentáculos de la bestia para cuando esta hubiese descendido lo suficiente.

Sin embargo, cuando las primeras ráfagas de lluvia empezaron a caer Deryn aún estaba a más de ciento cincuenta metros del suelo. Las frías gotas caían en diagonal, golpeándole los pies incluso bajo la protección de la aerobestia. Los tentáculos del animal se enroscaron aún con más fuerza y se preguntó durante cuánto tiempo la medusa soportaría aquel martilleo antes de que soltase su hidrógeno, enviándola a toda velocidad contra el suelo.

—Calma, bestezuela. Ya nos están bajando —dijo Deryn suavemente.

Una fuerte ráfaga empujó la bolsa de aire de la medusa y esta se hinchó como la vela de un barco a toda velocidad. Deryn se balanceaba sacudida por la fuerza de la tormenta. Sus calzones de chico quedaron empapados de lluvia helada al instante.

Entonces, el cable chasqueó al tensarse, fustigando a la bestia hacia el suelo como si fuese una cometa sin suficiente cordel. Cayó hacia las casas y los jardines traseros, hacia los altos muros de la prisión. Justo por debajo de Deryn la gente corría por las húmedas calles, con los hombros encorvados, ajenos al monstruo que tenían sobre sus cabezas.

Se produjo otro golpe de viento que obligó al Huxley a bajar tanto que Deryn pudo ver las varillas de los paraguas que tenía debajo.

—Oh, bestezuela. Esto no va bien.

La medusa se hinchó otra vez, intentando recuperar la altitud y se elevó una docena de pies por encima de los tejados. El cable se tensó contra el viento durante un momento y después se soltó. Deryn se fijó en que el personal de tierra le estaba dando cuerda para que subieran un poco más, como un pescador intentando mantener una captura en el anzuelo.

Pero el cable extra que les estaban dando suponía que tendrían que soportar más peso y, por otra parte, ella y el Huxley ya pesaban más a causa de la lluvia. Deryn podía derramar el agua que llevaba de lastre, pero si lo soltaba, entonces ya no le quedaría nada para aminorar su caída si a la bestia le entraba pánico.

El cable ahora pasaba rozando por los tejados de la prisión, golpeando las tejas y los tubos de los desagües. Deryn vio que se enganchaba en una de las humeantes chimeneas y se quedó mirándola asustada.

No le extrañaba que el personal de tierra estuviese soltando más cable, puesto que los estaban alejando de la prisión. Si salía despedida una chispa de la chimenea y alcanzaba la bolsa de aire del Huxley, el hidrógeno se encendería y el elevador explotaría, convertido en una inmensa bola de fuego, con lluvia o sin lluvia.

El cable tiró de ellos de nuevo, enviando una sacudida al Huxley. La criatura se asustó, enroscó con fuerza sus tentáculos y cayó de nuevo.

Deryn se agarró a la cuerda del lastre con los dientes apretados. Tal vez sobreviviese a un aterrizaje forzoso empujada por el viento, pero los tejados de tejas y las verjas de los patios que tenían debajo descuartizarían a la criatura. Y todo aquello sería culpa de Deryn Sharp, por no avisar al personal de tierra cuando tuvo la ocasión de hacerlo.

Aquello requería algo de sensibilidad aérea.

—Está bien, bestezuela —gritó—. Puede que yo te haya metido en este lío, pero también voy a sacarte de él. Y ahora escucha: no es el momento de tener miedo.

La criatura no hizo ninguna promesa pero, de todos modos, Deryn tiró de las cuerdas del lastre. Las bolsas se abrieron y derramaron el agua que contenían entre la tormenta.

Lentamente, la aerobestia empezó a elevarse.

Los hombres de tierra la animaron, tensaron el cabrestante y por lo tanto tiraron furiosamente de la aerobestia contra el viento. El capitán les supervisaba, gritando órdenes desde la parte trasera de un carruaje todoterreno. Los tigrescos tenían un aspecto miserable bajo la lluvia, como un par de gatos caseros bajo un grifo.

Con unos pocos giros más del cabrestante la medusa ya se encontraba sobre el campo de pruebas, a salvo y segura, lejos de las humeantes chimeneas de la prisión.

Pero entonces, el viento cambió de dirección. La aerobestia se hinchó de nuevo, arqueada como un semicírculo hacia el otro extremo de la Scrubs.

El Huxley soltó un chillido que se alzó por encima del viento, como el horrible sonido de cuando una de las cámaras de aire de papá tenía una fuga.

—¡No, bicho! ¡Vamos, que ya casi estamos a salvo! —gritó Deryn.

Pero la medusa había sido sacudida anteriormente demasiado a menudo. Su bolsa de gas se estaba contrayendo, los tentáculos enroscándose con tanta fuerza como una serpiente de cascabel.

Deryn Sharp olió el hidrógeno que se derramaba en el aire, un olor parecido al de las almendras amargas. Estaba cayendo… Pero el viento aún los transportaba, cambiando de dirección sin ningún tipo de ritmo o de razón. La aerobestia estaba siendo sacudida como un trozo de papel arrugado, tirando de Deryn tras ella.

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En aquellos momentos debían de ser más pesados que el aire, pero con un vendaval de aquel tipo, Deryn imaginó que se podría hacer volar un sombrero hongo atado a un trozo de cordel.

En el otro extremo del cable, el personal de tierra estaba observándolos con impotencia, con el capitán de vuelo agachando la cabeza mientras el cable daba vueltas de forma cortante sobre su pelo. Si intentaban hacerle dar la vuelta para acercarla, tirarían de la aerobestia directamente hacia el suelo. Jaspert corría por el campo hacia ella, poniéndose las manos junto a la boca en forma de bocina y gritándole algo…

Ella captó el sonido de su voz, pero el viento se llevó las palabras.

Los pies de Deryn ahora colgaban a pocas yardas del suelo, que pasaba deprisa por debajo de ella como si estuviese montando a caballo. Se quitó su pesada chaqueta empapada y la lanzó por la borda.

La prisión se acercó de nuevo amenazadora cuando el Huxley avanzó a toda prisa. Si chocaban contra sus muros a aquella velocidad, tanto ella como la aerobestia quedarían convertidos en una mancha sanguinolenta.

Sus dedos palparon los aparejos del piloto, buscando una forma de escapar del arnés. Deryn se dio cuenta de que tendría más oportunidades si se dejaba caer sobre la hierba fangosa que chocando contra una pared. Y, sin su peso, el Huxley se elevaría de nuevo en el aire.

Por supuesto, aquel caraculo de timonel no se había molestado en enseñarle cómo desabrocharse el arnés. Las correas de cuero estaban empapadas de lluvia, cinchadas tan fuerte como el trasero de un pato. Evidentemente, el Ejército no confiaba en los reclutas que se removían presas del pánico y que podían caer y matarse.

Entonces Deryn vio el nudo sobre su cabeza: ¡era la cuerda que ataba a la aerobestia al suelo! Miró la cuerda que se extendía entre ella y el cabrestante, eran unos noventa metros más o menos en aquel momento. Aquella tira de cáñamo empapada de lluvia tenía que pesar mucho más que una chica delgaducha y minúscula y sus ropas mojadas. Si pudiese soltar al Huxley, tal vez este tuviese suficiente hidrógeno para transportarla a salvo.

Pero el suelo se estaba acercando de nuevo y la brillante hierba mojada y los charcos pasaban borrosos justo por debajo de sus pies mientras los muros de la prisión seguían estando enfrente. Al alargar una mano, Deryn sintió la forma del nudo que ya le estaba empezando a ser familiar…

¡No era más que un nudo al revés de amarre! ¡Recordó que Jaspert le había contado que los aparejadores del Ejército del Aire utilizaban nudos marineros, los mismos que había atado mil veces en los globos de Pa!

Mientras Deryn intentaba librar la cuerda mojada de su nudo, sus botas tocaron el suelo con un golpe que le sacudió todos los huesos, patinando por la hierba húmeda.

Pero el peligro real no estaba encima, sino en los muros de la prisión, que se acercaban. Deryn y el Huxley estuvieron a pocos segundos de quedar aplastados en aquella brillante extensión de piedra húmeda.

Finalmente, sus dedos consiguieron empujar un extremo del cable. El nudo se deshizo y la cuerda se retorció como un ser vivo, desollándole los dedos al deslizarse por la anilla de acero.

Cuando el peso de más de noventa metros de cuerda húmeda cayó, la aerobestia remontó el vuelo, apartándose de los muros de la prisión a bastantes yardas de distancia.

Deryn contuvo el aliento cuando una chimenea humeante pasó justo bajo sus pies. Imaginó gotas de lluvia cayendo por su boca hasta los hogares de carbón que había abajo, escupiendo humo, y las chispas elevándose para encender la furiosa masa de hidrógeno sobre su cabeza.

Pero el viento se llevó volando las chispas, pocos momentos después de que el Huxley dejase atrás los edificios de la prisión que estaban más al sur. Al subir, Deryn escuchó una gutural ovación que provenía de abajo.

Los hombres de tierra elevaban sus brazos en señal de triunfo. ¡Jaspert estaba radiante, con las manos en forma de bocina junto a su cara y gritando algo que sonaba a felicitación, como si le dijese que había hecho exactamente lo que él le había dicho que hiciese!

—Ha sido mi loca idea, Jaspert Sharp —murmuró ella, chupándose los dedos quemados por la cuerda.

Por supuesto aún estaba en medio de una tormenta, atada a un Huxley nervioso, ambos planeando por una zona de Londres con muy pocos espacios de terreno adecuados.

Y, además, ¿cómo iba Deryn a hacer aterrizar a aquella bestia? No contaba con ninguna forma de insuflar hidrógeno, ya no le quedaba más lastre en caso de que la criatura se asustase y no tenía ni idea de si alguien alguna vez había volado con un Huxley sin sujetarse y haber vivido para contarlo.

De todas maneras…, al menos, estaba volando. Si conseguía salir de aquello con vida, los científicos tendrían que admitir que ella había superado la prueba.

Chico o no, Deryn Sharp había demostrado que al fin y al cabo tenía una sensibilidad aérea a prueba de bomba.